Zenobio Saldivia M

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Resumen

Se analiza la noción de “juego lingüístico” utilizada frecuentemente por Wittgenstein en sus obras vinculadas tanto a la primera etapa de su filosofía, denominada Primer Wittgenstein, como a la segunda o “Segundo Wittgenstein”. A partir de las propiedades y características de la categoría mencionada, se proyecta su estilo de reflexión en la sociedad contemporánea como un nuevo campo de objeto de estudio de la filosofía que atraviesa la lingüística, la filosofía de la ciencia y las tecnologías de la comunicación.

¿Para qué usa Wittgenstein la noción de juego lingüístico?

En los círculos de la filosofía de la ciencia, Ludwing Joseph Johann Wittgenstein (1889-1951), es conocido como un filósofo críptico, hermético y apasionado de sus ideas; las mismas aluden a temas que interesan a la lingüística y a la filosofía del lenguaje y han llamado la atención por su originalidad, aunque no siempre se han difundido e interpretado adecuadamente. Sólo recientemente se están conociendo nuevos aspectos de su vida, así como de su obra y su pensamiento en general. (Kranenber, 1999; p.8)

Entre las obras de este autor que han llegado a nuestro idioma, se ubican el Tratado lógico filosófico (Tractatus lógico philosophicus), el ensayo: Investigaciones filosóficas y los Cuadernos azul y marrón. En ellos plantean audaces y enigmáticas tesis, alusivas al sentido de las frases, a la correlación entre imágenes lenguaje y mundo, a la significación del lenguaje, al uso de las reglas en el mismo y temas afines. Con razón Gellner sostiene que el pensamiento de Wittgenstein, oscila entre una prosa que da cuenta al mismo tiempo de los límites del mundo y de una prédica de silencio sobre tales deslindes. (Gellner, 1998; p.195) Su estilo de discurso se parece mucho –mutatis mutandis– a los aforismos que formulaba Heráclito; toda vez que ambos son como estructuraciones o formulaciones que dejan pensando sostenidamente al lector, por las aparentes paradojas o categorías conceptuales que en ellas se emplean.

La idea de filosofía en este autor austriaco, es equivalente al desarrollo de un juego intelectual, que focaliza la atención en los argumentos que se transmiten por el lenguaje; así, conocer la filosofía es entrar a un universo de “juegos de lenguaje”, en el cual hay que desplazarse entre conceptos, entre la semántica y la sintaxis de las palabras, entre un marco público y privado del uso de las mismas. Ello no es extraño, toda vez que su filosofía es esencialmente filosofía del lenguaje.

Justamente, en el plano de las inquietudes lingüísticas, uno de los temas de interés de Wittgenstein, corresponde a la noción “juego lingüístico”. Tópico que es observable dentro del conjunto de trabajos que se ha dado en llamar su Segunda Filosofía . Continúa así con su reflexión previa a 1930, sobre el significado de las palabras. Pero, esta vez, utiliza dicha noción, para sostener nuevos argumentos relativos al significado como algo público; por tanto, no circunscrito solamente al ámbito proposicional, su primera aproximación al tema.

Los argumentos tendientes a explicar el significado lingüístico como algo público, como resultado del uso de una comunidad determinada critican tanto a las tesis de los empiristas, que sostienen que el significado lingüístico es una imagen mental, como a la propia tesis correspondiente a su primer periodo: “Sólo se puede preguntar por el significado de una palabra en el contexto de la proposición”.

Sin embargo, para analizar con detención las diversas instancias en que el filósofo vienés utiliza la noción que comentamos, es conveniente distinguir previamente sus dos períodos de trabajo analítico; esto es, los períodos que los biógrafos identifican con los rótulos de “Primer Wittgenstein” y “Segundo Wittgenstein” respectivamente.

Primera filosofía o 'primer Wittgenstein'

Se designa así al conjunto de investigaciones que tratan de obtener una construcción lógica del mundo, partiendo de las funciones de verdad; tal como lo expresa en su Tractatus lógico-philosophicus. Obra que también está ligada al eje central de su filosofía: la reflexión sobre el significado de las proposiciones.

En está primera etapa Wittgenstein sostiene que las proposiciones complejas tienen significado por su construcción extensionalista, que vincula lenguaje y mundo; esto es, que poseen un valor veritativo y que además están compuestas de elementos básicos que poseen un valor de verdad o falsedad. Tales elementos últimos, no pueden seguir dividiéndose ad infinitum; sostiene entonces, para completar sus argumentos, la Teoría de la imagen pictórica del significado de las proposiciones elementales; la cual en sus líneas más gruesas, afirma que hay una coordinación isomórfica entre dos sistemas o universos, donde cada componente dentro de un universo corresponde a otro del otro universo y viceversa. Si hay correspondencia total entre ambos sistemas, entonces es una imagen verdadera; lo contrario acontece cuando la imagen no es isomórfica.

Segunda Filosofía o “Segundo Wittgenstein”

Se denomina así al conjunto de trabajos desarrollados principalmente a partir de las Investigaciones Filosóficas, donde sostiene que no es posible aceptar la hipótesis de que nuestro lenguaje ordinario en gran parte no tenga significado, y que hay que referirse a él tal como se nos presenta.

Hay aquí un estudio profundo de la vinculación del significado de las palabras con los objetos que estas designan, conectado con el paralelo entre las palabras definibles y los objetos compuestos. Dicho en otros términos, si las palabras son definidas o no, deben su significación a dos instancias del lenguaje: a la parte inorgánica; es decir, al manejo propiamente tal de los 3 signos lingüísticos; y por otra, a la parte orgánica; esto es, a la comprensión de tales signos, a la interpretación del hablante. Para que se dé el significado deben existir previamente objetos no definidos.

Sus estudios se basan principalmente en un análisis de la gramática de las expresiones, y es en este cuerpo de ideas donde utiliza con frecuencia la noción de juego lingüístico.

Juego lingüístico.

Esta noción implica un alejamiento de la idea del lenguaje como cálculo; concepto original de los formalistas y del Primer Wittgenstein. El formalismo no se preocupa por el significado que puedan tener los símbolos matemáticos, si no que concibe el lenguaje matemático como un simple ordenamiento formal, con el cual es posible jugar, pero precisando previamente los puntos de partida, los axiomas y las reglas que permitan la creación de nuevas figuras o teoremas. Y si las reglas se cumplen adecuadamente se evitarían las contradicciones.

El Segundo Wittgenstein, por su parte, abandona la idea de que el lenguaje es portador de significado por la exactitud del mismo; es decir, de una imagen del lenguaje exacto como base del lenguaje en general, en donde todo tipo de lenguaje -incluido el ordinario- es portador de significado sólo en tanto parta de presupuestos tomados de un metalenguaje u otro lenguaje considerando más exacto. Para ello abandona las nociones que previamente le habían servido para defender la idea del lenguaje como cálculo; entre estas, por ejemplo, las que señala en el Tractatus:

  1. Que las palabras son definibles por la existencia de componentes lingüísticos últimos, que serían signos no definidos que posibilitan la definición.
  2. Que el lenguaje es más perfecto en la medida que se aproxima al ideal del lenguaje exacto.

La primera noción, la refuta haciendo referencia a ejemplos, especialmente a la palabra juego; para esto demuestra que no es posible definir las propiedades esenciales de dicho término; esto es, las propiedades que tengan en común todos los juegos o las actividades que nosotros denominamos así. Luego, no hay una definición básica y unitaria que posibilite aplicarlas a los distintos definiens de otros juegos particulares, puesto que las aparentes propiedades universales tales como entretención, creación y otras; no necesariamente se cumplen en los diferentes juegos. El propio Wittgenstein señala al respecto:

“Tenemos tendencia a pensar que tiene que haber algo común, digamos a todos los juegos, y que esa propiedad común es la justificación de que se aplique el término general “juego” a los distintos juegos; ya que los juegos forman una familia, cuyos miembros tienen aire de familia. Algunos de ellos tienen la misma nariz, otros las mismas cejas y otros el mismo modo de andar, y estas semejanzas se superponen. La idea de que un concepto general es una propiedad común de sus casos particulares está conectada con otras ideas primitivas y demasiado simples de la estructura del lenguaje.” (Wittgenstein, 1976; p.45).

“Juego” no tiene pues, ninguna significación unitaria. En todo caso resulta cómodo pensar que todos los juegos deberían tener una propiedad unitaria. El uso del lenguaje cotidiano, en virtud de la interacción social, muestra que éste es diverso, cambiante y que queda abierto a la cognición y a las emociones, a la construcción de nuevas significaciones; después de todo el lenguaje es sólo una porción más de lo real. “Pero es la parte que buscamos, es la parte que necesitamos, es la parte que conocemos” (Gumucio, 1997, p.5) para dar cuenta del mundo. Luego, no podemos atribuirle a este concepto, ninguna nota relevante que sea válida para todos los casos.

Ahora, con respecto a la noción de “juego lingüístico” propiamente tal, el filósofo austriaco señala la relevancia que le asigna a la misma, tal como se puede apreciar ya en las primeras páginas de sus Cuadernos azul y marrón: “En el futuro llamaré su atención una y otra vez sobre lo que denominaré juegos de lenguaje. Son modos de utilizar signos, más sencillos que los modos en que usamos los signos de nuestro altamente complicado lenguaje ordinario”. (Wittgenstein, 1976; p. 44).

Por otra parte, apoyándose en esta noción, Wittgenstein pretende fundamentar la tesis según la cual las palabras tienen un significado que ha sido conferido por los sujetos. Por ello señala más adelante en la misma obra: “Quiero que recuerden ustedes que las palabras tienen los significados que nosotros les hemos dado; y nosotros les damos significados mediante explicaciones”. (Wittgenstein, 1976; p.56).
La cita alude a la relación lenguaje- hablante y expresa que las palabras tienen el significado que el uso les asigna; es decir, que este es público y que se manifiesta mediante las explicaciones de las mismas que nos dan las definiciones, dentro de un determinado medio social y cultural. Luego, los distintos juegos, incluidos los juegos del lenguaje, tienen, pues, en común un determinado uso, un punto de partida social.

Ahora, volvamos a la segunda idea que Wittgenstein abandona: que el lenguaje es tanto mejor cuanto más se aproxime a un lenguaje exacto. Desde esta perspectiva, vemos que dicho planteamiento, implica, entre otras exigencias, que cada palabra debe seguir ciertas reglas básicas y que las reglas tienen que ser establecidas en forma definitiva y categórica.

El Segundo Wittgenstein rechaza tales nociones indicando que, en principio, nada está fijo para siempre en el lenguaje; no hay, según él, ningún objeto que sea el depositario fundamental del significado. La propia noción de “juego lingüístico”, implica una cierta relajación con respecto a las reglas, pero no una total despreocupación, al contrario, según el autor del Tractatus, debemos preocuparnos por precisar lo que es una regla, y la manera como nosotros aprendemos semejante regla y, sobre todo, por lo que entendemos por comprensión correcta de una expresión.

El proceso de aprendizaje de reglas es considerado en el ámbito sociológico-cultural y lingüístico, como reacciones colectivas: “Recuérdese que, en general, nosotros no usamos el lenguaje conforme a reglas estrictas, ni tampoco se nos ha enseñado por medio de reglas estrictas. Por otro lado, nosotros, en nuestras discusiones, comparamos constantemente el lenguaje con un cálculo que se realiza de acuerdo con reglas exactas. Es éste un modo muy unilateral de considerar el lenguaje. De hecho, nosotros usamos muy raramente el lenguaje como tal cálculo. Pues no sólo no pensamos en las reglas de utilización –definiciones, etc.- mientras estamos usando el lenguaje, sino que, cuando se nos pide que indiquemos tales reglas, en la mayoría de los casos, no somos capaces de hacerlo”. (Wittgenstein, 1976; p.54).

Ahora, para aclarar lo que significa comprensión correcta de una expresión y para describir lo que significa comprensión correcta, Wittgenstein nos remite nuevamente al medio socio–cultural, donde está el pilar de los juegos lingüísticos, los cuales, como ya hemos visto, se van configurando plenamente en el uso. Al respecto, resulta muy oportuno el comentario de Von Savigny: “Cual sea el comportamiento de nuestra comprensión correcta, lo decide la reacción de la comunidad lingüística que establece un determinado comportamiento como comprensión correcta. Frente a una determinada situación, vale una determinada conducta como la conducta, de alguien que ha entendido correctamente la expresión; el que hace la expresión en esta situación, crea con ello una situación en la que vale que aquella expresión sea entendida de ésta y no de otra manera. Por esto se ha dicho algo con significado y no porque haya intencionado algo. Sólo se puede intencionar y decir algo cuando existe una comprensión correcta, sancionada por la comunidad lingüística acerca de lo que se dice, un “juego lingüístico”, una “forma de vida”. (Von Savigny, 1974; 73).

Wittgenstein usa también implícitamente la noción de juego lingüístico para precisar las ideas referentes a las interconexiones entre imágenes y experiencias en general, con la expresión de determinados sucesos mentales, por una parte, y por otra, para describir las vinculaciones entre la mente como instancia de retención y depósito de recuerdos de experiencias e imágenes, y la expresión de pensamientos sobre estas últimas. V. gr.: “La falta que tendemos a cometer en todo nuestro razonamiento sobre estas materias es la de pensar que imágenes y experiencias de todo tipo –estrechamente conectada unas con otras en algún sentido, tienen que estar presentes en nuestra mente de modo simultáneo. Si cantamos una melodía que sabemos de memoria o el alfabeto, las notas o las letras parecen estar enganchadas y cada una parece llevar tras ella a la siguiente, como si fuesen una sarta de perlas que está en una caja y al sacar una perla ya sacase también la que sigue”. (Von Savigny, 1974; p.70).

En esta analogía, la noción que nos interesa no está dicha expresamente, pero se aprecia la idea de juego en la conexión de palabras, de cadenas de palabras. Así, la sarta de perlas, representa el universo de palabras que saldrían de nuestra mente como de una caja en la que están guardadas todas las experiencias e imágenes. La analogía le permite entonces criticar la confusión habitual entre lo que es la expresión de un determinado suceso mental y una mera hipótesis sobre el mecanismo o funcionamiento de la mente.

Lo anterior, es únicamente un corte analítico dentro del universo de la reflexión del filósofo austriaco, pero es de esperar que el lector perciba con ello, que Wittgenstein nos ha dejado un mensaje; independientemente de los antagonismos y simpatías que despierta su estilo de reflexión; está indicando un derrotero, un foco de trabajo filosófico que nos recuerda al desaparecido Círculo de Viena, que concebía la filosofía como el resultado del análisis formalizante, o de la aplicación de la lógica para una revisión de los criterios de validez de los métodos y de la supuesta coherencia de la prosa científica. Esto nos debe hacer pensar que dentro de los roles de filosofía contemporánea, no sólo están las tareas éticas, axiológicas y metafísicas, que de ordinario asociamos con la filosofía; sino también, el de analizar los asertos de los discursos científicos y entre estos, no sólo los de las ciencias naturales, sino también el de las ciencias formales como la lingüística y otras. Y en una sociedad globalizada que descansa en la comunicación como punto de soporte relevante en su ordenamiento tecnológico, ello no es una tarea menor. Esta fase del desarrollo tecnológico Wittgenstein no alcanzó a vivirla, pero justamente en este contexto de la primacía de la información, si le hubiera tocado existir, su noción de “juego de lenguaje” habría tenido que considerar nuevas variables del lenguaje: la superposición de conceptos e íconos. Hoy, cuando el sujeto entra al espacio cibernético por ejemplo, a través de la Internet, el usuario siente una nueva dimensión del lenguaje, que alude a la posibilidad que este ofrece en cuanto a desarrollar desde sí mismo una estructura simplificada de entradas y salidas para arribar a nuevos posibles. Uno está consciente que es el mismo lenguaje de símbolos y conceptos que nos ha permitido habérnosla con la realidad; pero éste aparece volcado a fases puramente operativas y calculantes, en virtud de reglas pre-establecidas que conduzcan más fácilmente a lo que el individuo contemporáneo quiere: acceder a la información. Tal vez por este derrotero, hay que re-pensar las ideas de filósofo austriaco; pero ello será motivo de otro análisis debidamente acotado.

Bibliografía

Gellner, Ernest: 1998: “Tractatus sociológico-philosophicus”, en: Cultura, identidad y política, Editorial Gedisa, Madrid.

Gumucio, Rafael: 1997 : “De la ciencia como género literario”, Diario El Mercurio, Stgo., 8 de Junio.

Kranenberg, Joke Klein: 1999. “Las confesiones de Wittgenstein”, Diario El Mercurio, Stgo. , 24-Oct.
Trevijano E., Manuel: 1994. “El círculo de Viena”, en: En torno a la ciencia, Editorial Técnos, Madrid.
Von Savigny, Eike: 1974. Filosofía analítica, Editorial Sur, Bs. Aires.

Wittgenstein, Ludwing: 1974. Cuadernos azul y marrón, Editorial Técnos, Madrid.