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El Caballero Heroico de Aconcagua

Leído por el autor, en el Salón de Honor de la I. Municipalidad de San Felipe, el 8 de Septiembre del 2004, como homenaje de la Soc. de Escritores de Chile, Filial San Felipe, al escritor Carlos Ruiz Zaldívar.

Por Zenobio Saldivia

Hacer uso de la palabra en esta ocasión, en la que rendimos un homenaje al Sr. Carlos Ruiz Zaldívar, con motivo de su septuagésimo noveno cumpleaños, es para nosotros un alto honor y un deber ineludible. En efecto, es un honor, porque quien les habla ha conocido a este destacado poeta, escritor, periodista, profesor, pintor y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, por períodos irregulares de tiempo, pero siempre cerca de su derrotero, sin perderlo de vista jamás. Tal vez el primer encuentro con nuestro poeta y polígrafo nacido en 1925 en Pisagua, corresponda a una charla que nuestro homenajeado nos ofreció excepcionalmente en el Liceo de Hombres, de esta hermosa ciudad, aproximadamente en 1968. Empero, ese fue el primer encuentro formal, puesto que ya había platicado con él, un par de años antes, en su propia casa, durante mis visitas a su domicilio para estudiar y compartir una sana amistad con su hijo Carlos, compañero de los cursos del liceo. Eran los tiempos en que el nombre de Carlos Ruiz Zaldívar estaba asociado a la docencia de enseñanza media, como profesor del Liceo Nocturno de San Felipe y como profesor de Castellano en la Escuela Industrial “Guillermo Richards Cuevas”, y también a la pintura regional y a un tipo de poesía que hablaba del campo y de la naturaleza. Lo primero, al alero de las sugerencias de Luis López Lemus, de Ardi Wisstuba Stange y de Alejandro Jiménez, entre otros. Lo anterior, le abre la puerta a su pintura a numerosas ciudades del país y del extranjero, entre estas últimas, sus obras pictóricas ven la luz en ciudades de EE.UU., Argentina y Suecia. Esta marcada pasión debe haber influido a su vez, en su hijo Carlos, quien parte a EE.UU., en busca de su propio horizonte como pintor.

Y la identificación como poeta, de nuestro homenajeado, primero en el marco social de Aconcagua y luego de todo el país, emana seguramente, a partir de la difusión de su Romancero Heroico de Aconcagua, poemario que ha tenido algunas traducciones a otros idiomas y varias ediciones en Chile. Después vendrían numerosos poemarios más y su reconocimiento más allá de nuestro país.

Luego, durante los inicios de los setenta, su hijo Ricardo estudia filosofía y periodismo y principia a hacer su propio destino profesional, justo cuando nuestro homenajeado se acoge a jubilación, en 1971. En rigor, esto es un retiro extensivo únicamente a la docencia sistemática, puesto que en cuanto a las actividades de enseñanza asistemática, tales como conferencias, exposiciones de pintura y reuniones de trabajo con escritores regionales y nacionales, sigue muy activo y con mayor ahínco. En este marco de mayor tranquilidad profundiza sus labores en el campo del periodismo; fase de su producción que ya venía perfilándose con sus crónicas en la fenecida revista En Viaje de los FF. del Estado y en el desparecido diario La Unión de Valparaíso, o en el diario El Trabajo de San Felipe; ahora, en este período, sigue su derrotero con artículos literarios y de difusión cultural, en nuevos medios tales como El Mercurio y La Estrella, ambos de Valparaíso y también en el diario El Valle de San Felipe.

La obra de Carlos Ruiz Zaldívar es tridimensional, aporta en la literatura, en pintura y en educación. En literatura, recordemos su encuentro con el ensayo, la novela, el relato histórico y la poesía. Aquí, sin ánimo de mencionar toda la producción del autor, podemos traer a presencia obras tales como: el Romancero Heroico de Aconcagua, Los cantos del gallo ciego, Ancla de soledad, Los sonetos terminales, Del grillo a la estrella, El laurel en el cielo, y otros poemarios. En la novela, no podemos olvidar su texto: El rucio Herminio, por ejemplo. Y en el ensayo, recuérdese al menos su libro: Calles de San Felipe, donde concilia datos históricos, arquitectónicos y busca la belleza de los trazos geométricos de los antiguos ingenieros y geomensores hispanos, al diseñar sus ciudades en el Nuevo Mundo. En la esfera de la educación, ya hemos mencionado con antelación, algunos de sus logros, pero a ese universo creativo, hay que agregarle su esfuerzo tendiente a fundar una Universidad Nacional Campesina, en la antigua hacienda de Quilpue, en los alrededores de San Felipe, junto a otros destacados académicos y políticos de la época del gobierno de Salvador Allende, iniciativa que quedó en su primera fase, acotada a ciertas carreras vinculadas al agro, con alumnos que seguían los cursos en el Liceo de Hombres de esta misma ciudad, en horario vespertino y que no prosperaron por los avatares de Septiembre de 1973. Justo en este período nuevamente me correspondió trabajar con nuestro distinguido hombre público, él como uno de los gestores y coordinadores del proyecto, y quien les habla, como profesor de Metodología de la investigación, para dichos cursos. Esos fueron días de sueños y anhelos compartidos, en los cuales muchos nos encontramos convergiendo para materializar un noble ideario: el de la movilidad social de los campesinos de Aconcagua y su acceso a la educación superior. Carlos Ruiz Zaldívar, por tanto, participaba de la discusión respetuosa con académicos como Darío Marcoti y Eduardo Escalante y con las autoridades de la Sede de Valparaíso de la U. de Chile de la época. Fueron jornadas de imaginación para buscar recursos, de antesala en las oficinas de las autoridades para materializar el proyecto, de gratos momentos de conversación y de discusión sobre el marco teórico y filosófico de las nuevas carreras orientadas al mundo campesino. Era otro contexto histórico cultural de nuestro país y para comprenderlo mejor, recuérdese por ejemplo que en dicho período la U. Católica de Santiago tenía El Departamento universitario obrero campesino, DUOC, y la U. de Chile, quería por tanto, fundar también su entidad de apoyo a dicho sector social, y entre los preclaros hombres que deseaban superar esa falencia de la U. de Chile, estaba nuestro poeta y escritor.

Como ser humano, Carlos Ruiz Zaldívar, se destaca por su afabilidad, su buen trato, y una mesura en sus juicios, características de su personalidad, que sumada a su cultura personal y al tono de su voz fuerte, baja, y varonil, despertó muchas simpatías y atracción en las otroras lectoras de la revista En viaje y en las señoritas que asistían a sus conferencias. Y también hizo muchos amigos por su afición a cantar tangos, y aún se empina por estos vericuetos de la sociabilidad, y algunas páginas de Internet lo mencionan también por estos dotes, pero por sobre todo, prima en él, su gusto por las tertulias y la conversación sana e informada. Con razón, su simpatía y su obra han constituido la génesis que le ha permitido dictar conferencias en distintas municipalidades, comenzando por ésta en la que hoy nos encontramos, en liceos, en universidades, en grupos literarios, en el Instituto de Chile y en la Academia Chilena de la Lengua, amén de las distintas entidades del extranjero. Pero eso no ha sido suficiente para su espíritu generoso, y por ello, en su condición de asesor cultural de la Ilustre Municipalidad de San Felipe, también se hace un tiempo para dar charlas en hogares de ancianos y a personas de la tercera edad; aportando así luces y cultura a los seres humanos gastados por el tiempo y el olvido.

Nosotros, modestos exponentes de la Sociedad de Escritores de Chile, Filial San Felipe, cuando hemos tenido que investigar tópicos de historia, de literatura o de ciencia en las bibliotecas de San Felipe y del Valle de Aconcagua en general, siempre nos encontramos con la grata sorpresa de que ese lugar ya lo había visitado también Don Carlos Ruiz, toda vez que eso es lo primero que nos manifiestan los bibliotecarios o bibliotecarias encargadas. Ellas lo expresan en estos términos: “Don Carlos Ruiz, estuvo antes investigando aquí eso”; por tanto, debemos colegir que nuestro homenajeado es además de poeta, escritor y pintor, también un adelantado en las labores de la investigación bibliográfica y esta faceta es digna de ser destacarla pues es la que a menudo se olvida al hablar de su obra. Y algo análogo sucede cuando hoy los jóvenes pintores recorren los miradores más apropiados para captar en sus cuadros, ora la tonalidad de la tarde, ora el verdor de los sauces o el brillo del sol en las rocas lengüeteadas por el río Aconcgua. Don Carlos Ruiz ya ha hollado esos lares de la región.

Ahora bien, si nosotros, los escritores de esta Filial de San Felipe, tuviéramos que dar un reconocimiento en términos de títulos honoríficos a nuestro homenajeado, creemos que por sus virtudes humanas, por su fina sociabilidad, por sus rasgos filantrópicos y sobre todo, por su obra literaria, pictórica y educacional, que está atravesada por una búsqueda de lo regional en su visión de la naturaleza y por una mirada de lo humano universal que capta la belleza y la sensibilidad en su pluma y en los trazos policromáticos del pincel, nos atreveríamos a designarlo Caballero heroico de Aconcagua.

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Por Zenobio Saldivia

José Victorino Lastarria nace en Rancagua en 1817, y a los doce años estudia humanidades en el Liceo de Chile y continúa luego en el Instituto Nacional. En 1836 obtiene su título de Bachiller en Leyes. Siete años más tarde se inicia en la vida política al ser electo diputado por Elqui y Parral. Y de aquí en adelante su presencia en la vida política, literaria y cultural en la joven República de Chile no pasa desapercibida. En efecto, su voz y su palabra escrita está siempre presente en los campos de la educación, del derecho, de la política, de la diplomacia, y en especial de la literatura. Lo anterior, justamente es una de las causas que dificultan los intentos de clasificarlo en una u otra tendencia literaria o filosófica que están en boga en Chile durante el siglo XIX. Lastarria, es tal vez uno de los autores más difíciles de clasificar dentro de los géneros literarios y del campo de la historia de las ideas en general; tanto por su extenso derrotero biobibliográfico, cuanto por los contenidos específicos que se perciben en sus obras como ejes centrales de las mismas. E incluso, también, por su discurso político y público en general, tendiente a la construcción de la república y a la búsqueda del bien colectivo de la nación. Las dificultades para una adecuada clasificación de este político, crítico, ensayista, literato y académico decimonónico, aumentan en efecto, si consideramos la totalidad de sus aportes a la cultura escrita del Chile del Siglo XIX, la cual, según Fuenzalida Grandón, cubre tópicos tales como: los estudios políticos y constitucionales, los discursos parlamentarios, las investigaciones históricas, los opúsculos literarios y críticos, los cuentos, novelas y poesías, las disertaciones jurídicas, las descripciones geográficas y de viajes en general y sus notas misceláneas. (1) Si bien para la mayoría de los biógrafos y estudiosos de su obra, Lastarria es efectivamente un romántico; su prosa presenta muchas aristas y aspectos muy diversos dentro de lo que tradicionalmente se entiende por discurso romántico decimonónico. Esto es muy comprensible dado los distintos sentidos en que se percibe el romanticismo en esta época, y sobre todo por el amplio rango cognitivo y valórico que lleva implícita dicha voz; toda vez que se aplica a una tendencia literaria o artística, a una filosofía de la naturaleza y la sociedad, o a una forma de vida, por ejemplo. En efecto, para muchos es un autor romántico en tanto alude a la búsqueda estética de una prosa literaria que de cuenta de la naturaleza vernácula del país y de las vicisitudes de su geografía, y porque destaca a los hombres y a los avatares de la gesta independentista. Y sabemos que tales énfasis son parte de la expresión literaria romántica en América que siguen también Bello, Sarmiento, Vicente Fidel López, Alberdi y otros. Y porque dichos tópicos narrativos son empleados como nuevos procedimientos que apuntan a consolidar una literatura nacional, una prosa que deje atrás a la literatura colonial saturada de las antiguas tradiciones y de los cánones hispánicos. Es también un romántico, puesto que incorpora en su prosa a sujetos exponentes de la marginalidad social; tal como los proscritos de «El mendigo» (1843), «El manuscrito del diablo» (1849) y de otras de sus obras. Temas todos, que son considerados holgadamente como románticos. Y en este sentido está coparticipando con Bello y Sarmiento, en lo referente a la búsqueda de lo propiamente americano. Pero también es un romántico, en tanto logra fundar en Chile, en la década del cuarenta, un movimiento literario que está matizado por la influencia romántica francesa. Lo propio puede decirse, en tanto él y sus seguidores se sienten imbuidos de un espíritu mesiánico que permitirá la creación de una literatura esencialmente chilena y con una proyección hispanoamericana; tal como lo ha destacado Subercaseaux. (2) E incluso, también se considera a Lastarria como un romántico social, porque sus trabajos apuntan siempre a destacar el ámbito social y las preocupaciones de los grupos más postergados. Estos aspectos de su interés literario, podrían configurar la primera fase de Lastarria, el Lastarria joven, romántico e idealista.

Para Subercaseaux, José Victorino Lastarria es un romántico muy peculiar que está imbuido precozmente de una orientación liberal, que lo acompañará como un estigma en todo su quehacer “desde que en 1836 se inicia como profesor hasta casi la fecha en que muere” (3) y que queda definitivamente decantada en el país en la década del cuarenta, en el marco de las discusiones literarias, metodológicas e historiográficas que motivan a los intelectuales del período, una de cuyas expresiones literarias de este nuevo soplo intelectual, es justamente la creación de la Sociedad Literaria, en 1842. De modo que su discurso, sobre todo en su primera etapa; es más bien idealista y utópico, en tanto pretende difundir las ideas liberales, la búsqueda de una identidad nacional y/o americana y hacer conciencia de la necesidad del desarrollo del país; ello en un período en que todavía dicha inquietud no tenía un asidero real, afianzado en la sociedad. (4)

Empero, curiosamente Lastarria en los años de su madurez se va inclinando notoriamente por los tópicos más frecuentes del positivismo, tal como el mismo lo señala. En 1864, por ejemplo, a los 47 años, declara haber leído la obra de Comte: Cours de philosophie positive y se identifica como positivista. Es el inicio de otra etapa del que se apropia de la nueva tendencia y que además se siente. Así, imbuido de este nueva corriente filosófica y científica, continúa luego en 1873, creando entidades que difundan y fomenten las ideas comtianas, como por ejemplo La Academia de Bellas Letras; agrupación donde se reúnen un grupo de intelectuales liderados por Lastarria con el propósito de incentivar el cultivo de la literatura como expresión de la verdad y según las reglas sugeridas por Comte, las cuales se identifican a su vez, con las normas de rigor que exigen las obras científicas y en conformidad con los hechos demostrados de un modo positivo. Al año siguiente, nuevamente Lastarria, marca otro hito en el fomento de esta tendencia positivista, al asumir justamente la dirección del Circulo de Positivistas, con el objetivo de leer y analizar las obras de Comte. Entre estos nuevos temas que ahora complementan los focos de interés de la primera etapa del autor, están el énfasis por el progreso, la regeneración social, la preocupación por la ciencia, la sugerencia de cambios curriculares en la educación centrado en el estudio del método científico y la búsqueda del rigor lógico, su interés por los recursos hídricos y por el desarrollo minero e industrial del país. Estas inquietudes quedan claramente de manifiesto en trabajos tales como: Caracoles. Cartas descriptivas sobre este importante mineral dirijidas al Sr. Tomás Frías, Ministro de Hacienda de Bolivia, o sus Lecciones de política positiva y otras. En la primera obra publicada en 1871, Lastarria, utilizando el recurso del conocimiento ya existente de las ciencias de la geología, orografía, mineralogía y otras ciencias de la tierra; que daban cuenta de las propiedades del cuerpo físico de Chile y de la entonces región boliviana de Antofagasta, ubica geográficamente el mineral de Caracoles y describe los caminos existentes y las características geológicas de la zona donde se encuentra dicha mina. Al mismo tiempo que fundamenta los beneficios que resultarían de explotar adecuadamente la mina homónima. Para ello, insta al gobierno de Bolivia, a financiar un ferrocarril desde Mejillones hasta el mineral; identificando esta posible obra con el progreso mismo de Bolivia y con su impacto en la economía de la región.(5) La obra es prácticamente una apología de la riqueza de la zona y muestra un Lastarria geógrafo, pragmático y positivista. A su vez, en el segundo libro del autor, publicado en 1875, primero presenta su noción de política y luego se centra en explicar la fuerte conexión de la misma con el cuerpo social. Es justamente en este análisis donde Lastarria hace acopio y difusión de las ideas comtianas, tales como la ley de los tres estadios evolutivos de la humanidad, la clasificación de las ciencias y la regeneración moral de la sociedad. Y llama la atención, en todo caso, el hecho de que el autor en este texto que parte con la concepción positivista comtiana, va sugiriendo nuevas formas de aplicación de las nociones positivistas al campo educacional en Chile; entre estas: el fomento de una educación científica o centrada en el método positivo, desde la enseñanza elemental, y moral, la instrucción básica y el respeto ineludible de los derechos humanos en la vida cívica del país, entre otros tópicos.

Por tanto, en la prosa de Lastarria hay un viraje, un desplazamiento del romanticismo hacia el positivismo. Empero este fenómeno no llega a adquirir en el universo de contenidos tratados por el autor, un cambio radical, es una evolución, un giro, pero que sigue teniendo un asidero histórico en la personalidad y en el discurso en general del autor por su centro en las ideas liberales, que actúan como vasos comunicantes de ambos énfasis. Así, Lastarria es un romántico en su primera etapa y un positivista en su fase de madurez, pero en todo su devenir hay un mismo ideario: un claro afán de impulsar el liberalismo, la obtención del progreso, el desarrollo y la transformación social, así como la obtención de mayores espacios públicos y privados para el ejercicio de la vida democrática.

Z.S.M.

NOTAS
1. Cf. Fuenzalida Grandón, Alejandro: Lastarria y su tiempo, Imprenta Barcelona, Stgo., 1911; pp. VII-VIII.
2. Cf. Subercaseaux, Bernardo: Historia de las Ideas y de la Cultura en Chile, Ed. Universitaria, Stgo. 1997; T.I., p.51.
3. Ibidem.; pp. 35.
4. Subercaseaux, Bernardo: Lastarria, ideología y literatura, Ed. Aconcagua, Stgo., 1981, pp.42-47 y 306.
5. Lastarria, José V.: Caracoles. Cartas descriptivas sobre este importante mineral dirijidas al Sr. Tomás Frías, Ministro de Hacienda de Bolivia, Impr. de la Patria, Valparaíso, 1871.
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Por Zenobio Saldivia

Cuando se piensa en el despertar intelectual del Chile decimonónico, frecuentemente se asocia este fenómeno con la consolidación de la independencia política, luego de los avatares de la reconquista; ello no es así. En efecto, si bien el proceso emancipador es significativo, porque crea las condiciones mínimas para que se difunda la literatura europea y se expresen abiertamente las tendencias culturales del período; es necesario además, que se den una serie de variables que permitan que la dormida inteligencia chilena empiece a descollar. Entre estos sucesos que van allanando el camino para que el país se inserte en la cultura universal con expresiones propias, es previo la etapa de ordenamiento como nación y la consolidación de los principios republicanos, que se observa en la década del treinta del Chile decimonónico. Además, es necesario un cierto incremento económico y un auge exportador en el país, como el que se observa por ejemplo en la década del cuarenta. Lo anterior, es fuente de admiración de muchas otras repúblicas recientemente independizadas de España; también contribuyen notoriamente a este proceso, las tertulias y las fiestas de la aristocracia, en Santiago, Talca, Valparaíso y otras ciudades; lo cual trae aparejado las discusiones literarias e históricas. Lo anterior, en su conjunto constituye un universo sociocultural proclive a la reflexión, y es un buen punto de partida para asumir compromisos científicos y para la lectura y el estudio en general. Por eso, no es extraño que sea justamente la década del cuarenta del siglo XIX, el hito histórico en que se produce el despertar intelectual y cultural en el país. Ello coincide curiosamente con la instauración definitiva del periodismo en el país y con el fenómeno de la aparición de nuevos diarios y revistas. Estas expresiones periodísticas, cada vez más, van dejando atrás el compromiso con la contingencia política inmediata característico de las antiguas y esporádicas publicaciones. Los nuevos colaboradores y articulistas, prefieren centrar mayoritariamente su atención en los movimientos y tendencias culturales y artísticas que están aconteciendo en el país y que van incrementando el acerbo cultural de la joven república. Dicho proceso, podemos denominarlo como la etapa de la “profesionalización del periodismo”, y acontece aparejado al nacimiento de las nuevas inquietudes culturales de la población, tal como se ha señalado, y al ímpetu fundacional que se observa en el país entre las décadas del treinta y del cuarenta del siglo XIX, y que se traduce en la creación de diversas entidades que fomentan la educación y el conocimiento de las ciencias en el país.

Empero, dicho proceso tiene una raigambre a menudo olvidada, esto es, que para llegar a esa situación de adecuado punto de partida del periodismo y la eclosión de diarios, periódicos, semanarios y revistas que principia esbozarse en la década del cuarenta y que se desarrollará luego con mucho ímpetu entre el 50 y el 60 del siglo decimonono, es necesario la existencia de un órgano que mantenga una continuidad, que no se agote en la mera contingencia y que sirva de modelo a los otros que están tímidamente intentando abrir un espacio, conquistar un público y lo más difícil: persistir, continuar en el tiempo. En estos avatares, hubo al menos un órgano comunicacional que se mantuvo firme, con una impronta definida y con una sistemática continuidad, que permite actuar como un referente frente a los nacientes medios comunicacionales, principalmente de la capital, sea para imitar, sea para presentar alternativas diferentes. Ese fue El Mercurio de Valparaíso, fundado por Pedro Félix Vicuña, quien en colaboración con los tipógrafos Tomás G. Wells e Ignacio Silva, logra sacar a la luz pública este medio, el 12 de Septiembre de 1827, con el objetivo de entregar información sobre comercio, industria, cultura y ciencia a la creciente población de la región de Valparaíso primero y que luego, en las próximas décadas se va expandiendo por todo el país.

Ciencia, artes y manufacturas
Por cierto que entre los objetivos mencionados, queda implícito el ideario liberal de su fundador. Y en cuanto a su propósito de difundir conocimientos científicos, aunque no queda claramente estipulado, cabe destacar que en la práctica de su periodicidad, se va cumpliendo notoriamente un rol que hoy llamaríamos de “difusión científica”. Por cierto, en esta etapa, dicha tarea es implícita y mecánica y no está esbozada con propiedad; pero dentro de su esquema casi libresco y enciclopédico, conque aborda los temas nacionales, de historia y de cultura universal, se va perfilando una preocupación o tal vez, podrí9amos decir: “una presencia científica”; toda vez que aborda todas las formas de expresión cultural y cognoscitiva, entre estas ciertas noticias vinculadas al conocimiento científico. Lo anterior no significa que El Mercurio de Valparaíso, tenga claramente definida en su primera etapa, la o las secciones de ciencia que está divulgando; más bien, su forma de entregar los conocimientos científicos de la época, (finales de la década del veinte, décadas del treinta y cuarenta), es casi un mosaico o un puzzle que hay que descifrar; sin embargo hay algunas constantes. Entre estas, el interés del periódico por el continuo devenir de las aprehensiones cognitivas propias de los distintos campos del saber y un notorio énfasis por “las artes y las manufacturas” como se denominaba en esa época a la tecnología. Esto, dentro de un marco de profundo asombro social por el impacto de la aplicación de los conocimientos a la esfera humana y al medio natural. Las disciplinas que más asocia El Mercurio de Valparaíso con las ciencias son: medicina, higiene pública, anatomía, viticultura, sismología, vulcanología, electricidad, química, geografía, mecánica, astronomía y egiptología. Y dentro de tales disciplinas, hay una cierta preferencia por tópicos determinados; v. gr. en cuanto a la medicina, interesaban de sobremanera por las cusas de la caída de los dientes, enfermedades del hígado, estudios sobre la viruela, cálculos en la vejiga, casos de teratología, casos de oftalmología y otros. Por ejemplo, en cuanto al interés por los temas de medicina, en la edición del 14 de Febrero de 1829, se lee: “Un distinguido artista tenía un hijo de siete años y empezó a darle lecciones de dibujo; pero cual sería su sorpresa al ver que el muchacho dibujaba al reves cuantas figuras se le daban por modelo…… Se ha observado muchos casos análogos á este: un abogado estuvo viendo por espacio de algun tiempo todos los objetos inversos: las casas le parecian edificadas sobre sus techos, los hombres andando de cabeza. Esta observacion dependia del desorden en que se hallaban sus organos digestivos; y asi es que desapareció en el momento en que cesó la causa, de que tomaba su origen.” (1)

Y en cuanto a la higiene pública, el tema central es la preocupación y o mecanismos para prevenir el cólera, las condiciones del medio ambiente, la creación de un cuerpo policial especial para cautelar la higiene pública y otros. Y en relación a las inquietudes por la astronomía, estas se expresan mediante un notorio interés por la aparición reciente de cometas o por los que están supuestamente por venir en los próximos años. Y si se considera el aspecto cuantitativo referente a una menor cantidad de las apariciones o informaciones científicas de este medio, podríamos hablar de un segundo plano, o un segundo nivel de disciplinas científicas, entre estas se ubican: historia natural, botánica, entomología, topografía, geología, matemática y geometría. Probablemente esto se deba a la aridez de los contenidos de las ciencias formales como la matemática, por una parte, y al atraso o “desconocimiento” en el país, de la botánica y la taxonomía; después de todo, recién en 1830 el gobierno chileno contrata al botánico francés Claudio Gay, para que realice una exploración del cuerpo físico del país y clasifique todos los referentes principalmente del medio orgánico, que hubieren en el país. Y algo similar se puede adelantar con respecto a los estudios rigurosos de la geología y de la mineralogía; toda vez que el comienzo de los estudios mineralógicos, geológicos y químicos, principia institucionalmente con la traída de Ignacio Domeyko en 1838, para hacerse cargo de la Escuela de La Serena.

Es curioso en todo caso, que entre los autores que más se mencionan como aportando algo al conocimiento científico, aparece Humboldt; pero en este caso se muestra más que como interesado en la historia natural o en la taxonomía, se destaca su faceta de geógrafo o de vulcanólogo. Seguramente ello es así, por la impresión que causaban a los viajeros y sabios extranjeros, los movimientos de tierra o los frecuentes terremotos que acontecen en Chile, además de la notoria preocupación que se gestaba en los habitantes del Chile decimonónico. De manera que es muy probable que dicha inquietud casi natural de la población, hay influido tácitamente en la selección de noticias científicas de los articulistas, y por ello aparezca mencionado Humboldt frecuentemente.

La percepción de que la ciencia puede irse gestando in situ, en el propio territorio, todavía no está muy definida, en especial hasta la década del cuarenta; ello es comprensible, pues ya dijimos que sólo en la década del treinta Chile se abre oficialmente a la tarea de la adquisición del conocimiento de su propio medio orgánico, físico, estadístico y social. En todo caso, hay cierta “intuición” de que ello sería posible de realizar, en cuanto a estudios botánicos vinculados a la conquiliología -aunque sin aludir expresamente a dicha disciplina- en algunos lugares como Valparaíso; v. gr. en la edición del 17 de noviembre de 1829 se lee: “No hay lugar más propio para este estudio que Valparaiso, en cuya bahia se hallan mas de quince variedades de conchas. Una de las mas curiosas es el chiton. Este pertenece á la clase multivalva por tener sus coyunturas unas sobre otras como lorigas. Casi siempre tiene 8; pero se han hallado algunas con seis ó siete, aunque son muy raras, y se deben considerar como lusus naturae… De esta especie ó genero no hay menos de cuarenta y de las cuales veinte y cinco se hallan en el Pacifico, y algunas aun en la bahia de Valparaiso.” (2)

Fuentes de donde obtienen la información los escritores o articulistas
Los datos e informes científicos son tomadas de otras fuentes escritas, principalmente La Gaceta de Colombia, The Atlas, El Mercurio Chileno, La Gaceta de Quito, el Diario de la Habana, o la revista El Mensajero de ambos mundos, entre otros. En su primer a fase, desde 1827 hasta la década del cuarenta, no existe lo que hoy se denomina “periodista especializado” que busque por si mismo las fuentes científicas; simplemente el mismo articulista que abordaba diversos tópicos, se encargaba de seleccionar y redactar escuetamente las notas que hoy llamaríamos de divulgación científica. Esto se comprende puesto que generalmente el o los articulistas eran sujetos cultos y polígrafos, como para poder presentar este devenir científico, dentro de los intereses de los lectores y de los cánones culturales de la época.

A manera de conclusión
La mayoría de los contenidos científicos del Mercurio de Valparaíso de las décadas del veinte hasta la del cuarenta, del siglo XIX, consisten en un simple traspaso de la aprehensión cognitiva europea de las distintas disciplinas, principalmente medicina, astronomía, vulcanología, higiene pública, química y las otras ya mencionadas. Estas explicaciones científicas, en todo caso, se presentan de manera muy concisa y simplificada, e incluso hasta didáctica, para que sean entendidas por el público heterogéneo que podía tener acceso a este medio.

La década del cuarenta, es un periodo en que este medio se amplía a nuevos horizontes culturales, abriéndose más a la literatura a la historia y a las expresiones artísticas. Y en este sentido es posible colegir que contribuye al boom literario y al desarrollo intelectual y científico de esta época, toda vez que -como ya señaláramos al inicio- es el momento en que como país se observa un despertar intelectual que atraviesa a la literatura, a la historiografía, al sistema educacional, al periodismo y a la política normativa del país; proceso que genera un cuerpo teórico cultural propio y fomenta el devenir de las ideas tendiente a la consolidación de la República en el ámbito cultural.

En colaboración con Silvia Becerra (Universidad de Viña del Mar)

Notas
1. El Mercurio de Valparaíso, 14 de Febrero de 1829.
2. El Mercurio de Valparaíso, Martes 17 de Nov. de 1829; p. 1.
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Por Zenobio Saldivia

En Chile, como se sabe, se ha escrito mucho sobre la personalidad y la obra científica de Domeyko; seguramente hay más inquietud por este científico que por otros sabios decimonónicos, porque se desempeñó notoriamente en dos ámbitos públicos: la ingeniería en minas y la educación superior, entre otros campos de su interés. Por ello, cuando nos encontramos con los trabajos de sus biógrafos contemporáneos, se observa que éstos enfatizan en las virtudes humanas del sabio polaco, en su personalidad magnánima y en sus rasgos característicos; tales como su condición de sujeto solidario, de hombre modesto, o bien su manifiesto desinterés material; en suma, al idealismo desbordante de su espíritu. Empero, la labor científica por él realizada, si bien también es sintetizada por estos autores, al parecer no logra trasuntar en estas descripciones, un correlato o una fusión adecuada de los conocimientos que el dominaba y de los aspectos de interacción dialéctica entre las ciencias de la tierra, la educación, la sociología, y los diversos aspectos humanistas bullentes en su psiquis. Las notas que siguen, pretenden mostrar un Domeyko más centrado en sus afanes de joven rebelde y más abierto a las distintas expresiones del saber y a la interacción epistémica, propia del ejercicio de su profesión con el proceso de construcción de la ciencia del Chile decimonónico. Así como destacar su notorio énfasis romántico como persona y su notorio desplazamiento entre el saber científico, la literatura, la educación y la búsqueda de la belleza como incentivo del conocimiento.

Domeyko nace el 31 de Julio de 1802, en la ciudad de Missik, Polonia, hijo de Hipólito Domeyko y de Karolina de Ancuta, en el seno de una familia fervientemente religiosa, imbuida de altos valores éticos y morales, los que se impregnan de inmediato, en la educación del joven y que lo acompañarán en su proceder laboral. El dolor espiritual llega pronto al joven Domeyko puesto que pierde a su padre a los 10 años, siendo guiado desde esta edad por un tío paterno quien lo encauza por la senda del estudio y del esfuerzo, como antesalas necesarias del éxito. Así, realiza sus estudios básicos, en su propia casa paterna, mientras que los secundarios los efectúa en el establecimiento educacional de los Hermanos Escolapios, siguiendo la línea católica de la enseñanza de los Tutores en Szezuczyn. Es un colegio de elite, que le proporciona una enseñanza bastante completa para su desarrollo intelectual; proceso que continúa en la Universidad de Vilna, a la cual ingresa en 1817. (1) Una de sus principales inquietudes abarca el área de las Matemáticas y de las Ciencias Naturales, tanto, que en 1822, en esta misma universidad, obtiene el grado académico de licenciado en Ciencias Físicas y Matemáticas. Pero su ansia de saber lo lleva a explorar también en materias tan disímiles a su especialidad como astronomía, botánica, zoología y álgebra; logrando excelentes calificaciones también en estas áreas.

El paso por la universidad, no solo implica para él, un adiestramiento y un perfeccionamiento necesario para su posterior desempeño laboral, sino que también tiene un impacto axiológico y político en su personalidad; ya que no se siente ajeno a las luchas por la liberación de su amada Polonia de las manos de la Rusia Zarista, y por ello participa en un grupo de insurrección. Lo anterior, es el motivo por el cual es encarcelado entre 1821 y 1823; siete años más tarde y luego de las escaramuzas y de la estrecha vigilancia de la policía rusa, la nobleza de sus sentimientos de heroísmo, de amor a la patria y de libertad, lo instan a participar en un levantamiento popular fallido; lo anterior lo induce a partir al exilio; primero a Alemania y luego a Francia. En este último país no desaprovecha el tiempo y se dedica a tomar cursos en la Universidad de La Sorbona, en el Instituto de Francia, en la Escuela de Minas y en el Conservatorio de Artes y Oficios. Así, en 1837, rinde satisfactoriamente sus exámenes de ingeniero en minas. Impregnado de estos conocimientos e imbuido de la amistad de exponentes de las letras y de la poesía polaca de su tiempo, como por ejemplo Adan Mickiewicz, va formando una visión de ciencia de carácter romántico y positivista. A partir de este enfoque imbuido de las nociones de la ciencia romántica de Humboldt y otros autores, muchos de los cuales conoce en Paris, va concibiendo la naturaleza como un todo compacto e integral en el que se entrecruzan los hilos del mundo orgánico y del mundo abiótico; esto es, la visión romántica humboltiana, tendencia que en sus diversas expresiones se percibe además en su vida personal y en su discurso científico.

Llegada a Chile
El gobierno de la joven república de Chile, continuando con su política científica tendiente a la contratación de sabios extranjeros, realiza contactos en Europa durante el gobierno del Presidente Prieto; buscando investigadores de elite que pudieran asumir algunas tareas científicas y educacionales. Ello, para contribuir tanto a la formación de una masa crítica y educada que pudiera impulsar la educación nacional por una parte, y por otra, que actuaran como ejes directrices en labores tendientes a un efectivo conocimiento del cuerpo físico del país. En este marco de preocupaciones gubernativas, que ya había principiado con la contratación de Gay en 1830, se le solicita al diplomático radicado en Paris, Carlos Lambert, que busque el profesional más adecuado para enseñar mineralogía y dirigir la Escuela de Minas de La Serena. Lambert habla entonces con Ellie de Beaumont, uno de los más destacados científicos franceses; quien le recomienda que se contacte con Domeyko, uno de sus antiguos y destacados alumnos. Domeyko había terminado sus estudios en la École Nationale de Paris, justamente en 1837, y se encontraba en el ejercicio de la profesión, trabajando para un importante bancario de apellido Kochlin. (2)

El joven investigador, firma en principio un contrato por seis años, para hacer clases en el Colegio de la Serena (química, física y mineralogía); pero la nostalgia y su ardiente deseo de querer participar en la lucha por la liberación de su patria, lo insta a rebajar el tiempo del contrato a cinco años. La motivación principal de Domeyko para venir a Chile obedece a sus ansias de desarrollo profesional, a su amor por la ciencia, pero sobre todo, es el espíritu romántico el que lo insta a la aventura y a viajar a un país del cual se sabía muy poco en la comunidad científica. En su psiquis de profesional joven, por lo tanto, estaba el secreto anhelo de descubrir algo nuevo, algo distinto, algo fantástico que le permitiera mostrar al mundo europeo y a la ciencia universal su capacidad cognitiva y de sistematización de los referentes inorgánicos, que pudiera encontrar en la joven República de Chile.

Así, en 1838 arriba a tierras chilenas, donde de inmediato empieza su labor en el Colegio de la Serena y luego de consolidar la infraestructura necesaria para su labor de ensayes, principia con las actividades académicas, pudiendo al cabo de dos años, mostrar con orgullo el aprendizaje de sus alumnos. Paralelamente a su labor docente, escribe ensayos y artículos sobre los distintos tipos de minerales existentes en el país y se dedica a explorar la zona de Atacama para conocer Huasco, Copiapó y Chañarcillo. Es el momento de las primeras visitas a la zona Norte de Chile, luego vendrán muchas más. Empero, su espíritu inquieto lo lleva también a interesarse en otras áreas de la cultura tales como: educación, metodología, sociología, difusión científica y otros. (3)

Su aporte a las ciencias de la tierra
Como ingeniero en minas, su contribución al desarrollo de la minería es enorme, no sólo porque contribuye a explotar nuevos yacimientos, sino porque también realiza los primeros planos de minas subterráneas, que permitirán una mayor operatividad y más seguridad en las labores de extracción de minerales, justo en un período, en que la minería seguía el ritmo cansino colonial, sin ninguna innovación. Por tanto, la aplicación de los nuevos conocimientos del sabio polaco, principian a quebrar el viejo paradigma de la extracción de minerales y dan paso a técnicas y procedimientos más abierto a las necesidades de un país creciente en su naciente industria minera. Podría decirse que desde Domeyko la mineralogía se cientifiza, y pasa a contar con un acopio bibliográfico actualizado tanto de los conocimientos sobre técnicas cuanto de la realidad del cuerpo físico y mineralógico de las distintas regiones del país. Por esto es, justamente que Domeyko principia publicando textos de estudio, principalmente de geología, mineralogía y otros, amén de continuos artículos que van apareciendo en los Anales de la Universidad de Chile, en los Annales de mines (Francia) y en otras revistas extranjeras. Entre sus libros recordemos: Ensayes de minerales tanto por la via seca como por la via húmeda, publicada en 1844, Elementos de Mineralogía, que ve la luz en 1845, Araucanía y sus habitantes, en 1845. En relación a sus ensayos breves, tengamos presente su Memoria sobre las aguas de Santiago i de sus inmediaciones, aparecida en 1847, o su Ensayo sobre las aguas de Chile, que ve la luz pública en 1871, por mencionar sólo algunos. Y en cuanto a sus artículos, estos son numerosos y por tanto destaquemos sólo algunos de ellos aparecidos en el país, en los Anales de la Universidad de Chile; como los siguientes: “Viage a las Cordilleras de Talca i Chillán”,”Exploración de las lagunas de Llanquihue i Pichilaguna. – Volcanes de Osorno i de Calbuco – Cordillera de Nahuelhuapi” (en 1850), “Feldespato de las lavas de los volcanes de Chile”(en 1853), “Descripción de varias especies minerales i de algunos productos metalúrgicos de Chile, analizados en el laboratorio del Instituto de Santiago” (en 1857), “Estudios jeográficos sobre Chile”, “Jeografía, jeología, historia natural e industria minera de América i especialmente de Chile” (en 1859), “Jeolojía. Solevantamiento de la costa de Chile”( en 1860), “Breve instrucción sobre el arte de ensayar y analizar las diversas clases de guano” (en 1868); “Estudio del relieve o configuración esterior del territorio chileno con relación a la naturaleza jeolójica de los terrenos que entran en su composición”, (en 1875). En este contexto, se comprende muy bien que haya sido nombrado Miembro de la Comisión de Minería y que por lo tanto, su aporte a las ciencias de la tierra en el país, vaya de la exploración en terreno, de la descripción teórica y alcance hasta el plano normativo y jurídico, en lo relacionado tanto a pensar y formular las leyes más apropiadas para el desarrollo de la minería en el Chile decimonónico, cuanto en lo referente a sugerencias que se tuvieron presente para la formulación de la ley de defensa de las riquezas forestales, en 1845.

Por tanto, la producción teórica de Domeyko es equivalente a asentar las bases de un marco teórico previo tanto para el desarrollo de la mineralogía con rigor científico en el país, como para iniciar la enseñanza académica de la misma y fomentar el interés y difusión de sus disciplinas más afines. A ello hay que adicionarle las exploraciones in situ por distintos lugares del territorio nacional y sus estudios sobre guanos y aguas minerales del país, así como su constante preocupación por dotar de laboratorios y de vastas colecciones de minerales a los establecimientos donde se enseñe mineralogía o geognosia; como por ejemplo La Escuela de Minas de la Serena y el Instituto Nacional; lugares donde él mismo inició el acopio. Lo anterior, contribuye más tarde al desarrollo de las industrias del salitre y del cobre, que tantos frutos nos han dado como nación. Como resultado de estos estudios, recuérdese que a partir de uno de sus análisis, se pudo deducir más tarde la posibilidad de explotación de cobre en la Mina “El Teniente” de Rancagua, hoy por hoy la más grande mina Subterránea del Mundo.(4)

Sociabilidad y romanticismo
Desde la perspectiva social y de interacción humana en general, Domeyko despertaba simpatías y afinidades en diversos ámbitos sociales, v. gr., en el trato con su alumnos, en sus contactos con los empresarios de la época, o con los exponentes del medio educacional, principalmente los profesores del Instituto Nacional y luego sus colegas de la U. de Chile. En todos los niveles la sencillez y franqueza de Domeyko allanaba cualquier aspereza. Por eso no es extraño que sus alumnos le tuvieran mucha confianza, incluidos los más tímidos, a quienes trataba de igual a igual para que éstos tuviesen una mayor confianza y así participaran plenamente de las actividades teóricas y prácticas del curso; y en cuanto a los egresados, sucedía lo mismo, el propio Domeyko los recomendaba para que éstos realizaran estudios de especialización en Europa. Para ello realizaba gestiones ora con su primo Wladislav Lascowics, para que los tratara como hijos, ora con el gobierno de Chile, para finiquitar los detalles de las becas. A su vez los vecinos de La Serena, también se sienten prendados de su personalidad y afecto, por eso las Sociedades de Beneficencia de La Serena, le rinden un homenaje en 1841, antes de viajar a Santiago. Seguramente esta calidez personal se remonta a los años de su estadía en la Universidad de Vilna, en donde participaba con un grupo de amigos, del movimiento de resistencia a Rusia , que llevaba como lema ” Fraternidad Ciencia y Virtud ” (5) Esta rica sensibilidad es también la base de su marcada tendencia romántica tal como se aprecia tanto al revisar cuidadosamente el derrotero de su vida personal como al leer algunas de sus diagnosis de minerales existentes en el país, o al dar cuenta de las costumbres y de algunas observaciones sociológicas referentes a los araucanos, en su trabajo sobre la realidad social de esta etnia, que aparece en 1845. Para lo cual se interna previamente en la región de la Araucanía y logra un contacto espontáneo y directo para realizar lo que hoy llamaríamos “entrevistas” y obtener la información que dicha obra requería. Y seguramente, aunque nunca se ha planteado el tema, es muy probable que también sus positivos rasgos de personalidad hayan tenido alguna incidencia en la atinada conducción que realiza de la Universidad d e Chile, durante sus años como rector de la misma.

Para ilustrar su romanticismo como persona, baste recordar el derrotero de su vida, toda vez que el mismo nos muestra grandes períodos de soledad y dolor: primero queda huérfano de padre a los siete años de edad; luego, el dolor y la humillación en sus años de juventud, al ver a su patria invadida por las tropas del Zar; más tarde, el sufrimiento y dolor en la prisión en Vilna; luego, el fallecimiento de su madre en 1831, sin poder asistirla, por estar como refugiado en Dresde, Alemania. Con razón “para distraer y calmar su dolor, sus amigos, entre ellos el poeta Mickiewicz, lo invitan a viajar por la Suiza sajona, y regresar después de una semana”.(6) Su tarea en Chile, aminora su dolor, pero no abandona tales sentimientos; por eso no es extraño que luego de siete años trabajando en el país, el dolor lo embargue frecuentemente; por ejemplo en Coquimbo, preparando el regreso a Valparaíso y al despedirse de una familia amiga, lo invade la tristeza, el dolor y la soledad: “La despedida de Miguel resultó triste también para mí. La vista de su madre y sus hermanas enternecidas me recordó mi última separación de la familia, hace ya veinticuatro años, y mi alma se apesadumbró en ese instante, aunque esta vez yo no me separaba de nadie y nadie aquí podía echarme de menos ni pasar pena por mí.” (7)

También esta tendencia romántica está presente en Domeyko en el plano de sus sentimientos afectivos, en lo referente a la atracción por el sexo opuesto; v. gr. en cuanto a la idea de mujer y a la noción de belleza de la misma. Así, la percepción de Enriqueta Sotomayor Guzmán, que nos ha dejado en sus notas, es tierna y delicada y el mismo lo expresa en estos términos: “La muchacha con que me caso es joven y hermosa como un ángel, inocente y piadosa; yo mismo no se por que se ha enamorado de mi a primera vista…… Una mujer de quince años, de unos ojos negros e inmensos… De hecho ya estaba enloquecido de amor….. Miles de pensamientos locos distraían mi alma y mi mente se asemejaba a un hormiguero.”(8)

Esta tendencia romántica que cubre a Domeyko como un hálito no se agota en el terreno personal, sino que continúa expresándose en su discurso científico; v. gr, en muchas de sus obras hace alusión a las ideas de belleza de Humboldt, que van asociadas al ideario de unir ciencia y arte. Esto es muy notorio por ejemplo en su obra, aparecida en 1867: Ciencias, literatura i bellas artes, relacion que entre ellas existe; justamente en uno de los parágrafos de la misma se lee: “Por mas que hay hombres de ciencia que crean que todo encanto de imajinacion perjudica a lo exacto i positivo en las investigaciones científicas; i que éstas nada tienen que ver con el sentimiento; por mas que el artista, el poeta, teman que la ciencia fria i calculadora, vengan a entibiar i a disipar sus bellas inspiraciones, tan variadas e infinitas son las formas bajo las cuales se nos presentan lo bello i lo verdadero en la naturaleza, tan inseparables son éstas, que jamas el jenio del hombre logrará separar lo que se halla íntimamente unido o relacionado en las obras i tendencias de los hombres a quines se debe el verdadero progreso del espíritu humano.” (9)

Y el mismo énfasis se aprecia por ejemplo en la prosa de su obra: Araucanía y sus habitantes; v. gr., en una de sus partes dando cuenta de los especimenes de la flora de la región señala: “Aquí abunda el avellano, vistoso y lucido, tanto por el color verde claro de su hermosa hoja, como por la elegancia de sus racimos de fruta matizados en diversos colores: con el se halla asociado el canelo (drimis chilensis), tan simétrico en el desarrollo de sus ramas casi horizontales, tan derecho y tan lustroso en su espesa hoja. En ellos, por los común, y entre sus flexibles troncos se entrelaza la más bella de las enredaderas, tan célebre por su flor encarnada, el copihue….” (10)

Lo propio acontece también en muchos casos de sus descripciones sobre exponentes inanimados; así, por ejemplo en una de sus obras acota: “Rosicler negro. (Stefanit, plata-sulfo-antimonial), de Chañarcillo. Mui hermosas muestras de esta especie rica en plata se han estraído en estos últimos años de la mina Dolores 2ª, de Chañarcillo, en hondura mui considerable; i es de notar que mientras que la plata sulfúrea amorfa o cristalizada se halla por lo comun en las minas de Chañarcillo sentada sentadas sobre masas de rosicler claro (arsenical) i nunca he visto este último sobre la plata sulfúrea, no es raro encontrar el rosicler negro llamado stefanita, cristalizado sobre la plata sulfúrea…” (11)

Su rol de educador
Por cierto que su rol de educador principia en 1838, durante su desempeño como profesor en el Colegio de La Serena, dejando un modelo de trabajo para los ensayes de minerales y un estilo abierto y directo para el diálogo en el aula. Y luego, ya en Santiago, su tarea educacional se bifurca y se amplía enormemente, ora como profesor del Instituto Nacional, ora como docente de la Universidad de Chile y finalmente como rector de dicha casa de estudios superiores. Su énfasis público por la educación queda de manifiesto en 1842, al publicarse su ensayo: Sobre el modo más conveniente de reformar la instrucción pública en Chile, donde sugiere modificar los planes de estudios vigentes y orientarlos hacia una formación más integral, que sirva tanto al profesional como al científico o al funcionario público; sugiere además la implantación de un mecanismo o entidad supervisora que oriente y encauce uniformemente los esfuerzos de la enseñanza en los distintos establecimientos. E incluso estima conveniente fundar una Escuela Normal de Preceptores. Sin embargo, el aspecto que nos parece mas relevante es su preocupación valórica en la formación educacional. Justamente por esto, Domeyko escribe en dicha memoria lo siguiente: “Un joven debe tomar amor al estudio por la noble ambición de desarrollar sus facultades intelectuales, de elevar su carácter moral. Si desde temprano se infunden en su tierno corazón i en su imaginación viva, miras materiales de interés i de egoismo, se comprime mui pronto i se ahoga su talento, se apagan sus aspiraciones intelectuales i de valde se espera de él que prosiga sus estudios i se perfeccione, luego que empice a ganar plata”. (12) La cita nos indica la notoria preocupación del autor por el mundo axiológico, por los valores, principalmente la generosidad, la nobleza y la admiración por la inteligencia; esto es, casi un correlato con la formación personal de Domeyko, con su idealismo, su filantropía y generosidad. Así, aludiendo casi tácitamente a estos valores, el sabio polaco está apuntando a un marco valórico filosófico que considera la base de cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje. Es el período en que aparecen una serie de artículos en El Semanario de Santiago donde difunde estos planteamientos y postulan la conveniencia de apoyar una reforma educacional. Sus aportes en el campo de la educación continúan luego al crearse la Universidad de Chile, donde asume la tarea de fundar la facultad de ciencias físicas y matemáticas de dicha casa de estudios. Y en 1847, siendo miembro del Consejo Universitario, sugiere la conveniencia de dividir el Instituto Nacional en dos secciones para desempeñar mejor las funciones que tenía asignadas, toda vez que dicha corporación actuaba como establecimiento secundario y como universidad al mismo tiempo. Finalmente su idea es aceptada y puesta en práctica en 1852,(13) con lo cual la Universidad de Chile empieza a trabajar más independiente del Instituto Nacional, orientándose principalmente al campo profesional. Durante su gestión como rector (1867 _ 1883), contribuye a actualizar la biblioteca y a incrementarla con textos de todas las disciplinas, tarea que el sabio polaco percibe como imprescindible para una enseñanza moderna y como un marco mínimo de apoyo a cualquier investigación disciplinaria; fomenta el desarrollo de carreras conducentes a nuevas profesiones, realiza innovaciones administrativas y académicas, y destaca la importancia de las carreras técnicas; estas últimas, a su juicio contribuyen a trabajar directamente con los recursos naturales del país. Dentro del universo de medidas tendientes a mejorar la educación universitaria, cabe destacar que fomenta el desarrollo de las ingenierías, en especial, la civil y la de minas, instando al gobierno para contratar en el extranjero todos los profesores que dichas carreras pudieran requerir, así como también destaca la necesidad de crear becas para que los alumnos más destacados puedan realizar estudios en Europa.( 14)

Ignacio Domeyko, fallece el día 23 de Enero de 1889.

A manera de conclusión
Domeyko nos ha dejado un legado que atraviesa la esfera pública, la académica y la profesional, cuya gestión como un todo, contribuye a la institucionalización de las ciencias de la tierra y a la difusión de las ciencias exactas en el país; principalmente por dos tareas básicas que el asume como ejes centrales de su hacer académico y profesional: identificar los lugares geográficos donde existen o puedan hallarse minerales y clasificar los distintos referentes del mundo inorgánico que se encuentran en Chile. Y por otra parte, gracias a su gestión como ingeniero en minas y como profesor, el país logra contar con una institución sólida que entrega los conocimientos de geología, mineralogía y los procedimientos y técnicas modernas de extracción de minerales, acercando así a la educación con el mundo empresarial. Ello es relevante para el desarrollo de la minería y para la formación de cuadros técnicos orientados a la explotación de los recursos mineros. En esta tarea de identificar lugares, regiones geográficas y referentes abióticos, va colaborando además en la gestación de un imaginario colectivo acerca de la riqueza nacional, y en cuanto a los límites geográficos de la república y su expansión a nuevos lugares no considerados tradicionalmente explotables y/o habitables. Y en cuanto a su faceta de educador, ésta se da fusionada con su arista de hombre público, de autor crítico y responsable que es capaz de comentar y criticar los alcances de tal o cual medida, así como de pensar y proponer innovaciones, o de delinear las directrices teóricas para el desarrollo de la educación nacional. Y en especial, el rol más significativo en cuanto a lo anterior, es su esfuerzo por incorporar las disciplinas científicas a la curricula de la educación media. Desde este punto de vista, Domeyko es un claro exponente de la necesidad de la reforma educacional sistemática y periódica, como una forma de adaptación a los requerimientos de los tiempos y de las necesidades sociales y productivas.

 

Citas y notas __________
1. Cf. Ignacio Domeyko: “Su personalidad y espiritualidad” (parte I), Zdzislav, Ryn http://www.sonami.cl/Boletin/Bol1158/art12.htm
2. Cf. Saldivia, Zenobio: “Ignacio Domeyko: algo más que un ingeniero en minas”, Rev. Creces, Stgo., Sept. 2000; p. 41.
1. Ibidem., p. 44.
2. Cf. “Lo que la ciencia agradece a Domeyko”. El Mercurio, Stgo., 30 de Julio de 2002, http://www.ceo.cl/609/article-13364.html
3. Cf. Ignacio Domeyko: “Su personalidad y espiritualidad” (parte I), op. cit.
4. Quezada, Jaime: Ignacio Domeyko, sabio y gran viajero, Ed. Zig-zag, Stgo., 1993, p.15.
5. Domeyko, Ignacio: Mis viajes T. II, Edic. de la U. de Chile, Stgo., 1978; p. 628.
6. Cf. Ignacio Domeyko: “Su personalidad y espiritualidad” (parte I), Zdzislav, Ryn http://www.sonami.cl/Boletin/Bol1159/art11.htm
7. Domeyko, Ignacio: Ciencias, literatura i bellas artes, relacion que entre ellas existe, Impr. Nacional, Stgo., 1867, p. 7.
8. Domeyko, Ignacio: Araucanía y sus habitantes, Ed. Fco. de Aguirre, Bs. Aires y Stgo., 1997., pp. 25-26. (1ra edic. 1845).
11. Domeyko, I.: Quinto apéndice al reino mineral de Chile i de las repúblicas vecinas, Impr. Nacional, Stgo., 1876; p. 53.
12. Domeyko, Ignacio: Memoria sobre el modo mas conveniente de reformar la instrucción pública en Chile, Stgo., 1842, párrafo 6.
13. Cf. Amunategui, Miguel Luis : Ignacio Domeyko, Ediciones de la U. de Chile, Stgo., 1952, p.106.
14. Ibidem.; pp. 113-115.
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El escritor frente a la cultura

Por Zenobio Saldivia

Desde que la palabra logró quedar impresa a mediados del siglo XV, gracias a la invención de la imprenta a base de tipos móviles por parte del alemán Johann Gutemberg, el hombre alcanzó otro hito evolutivo en su largo proceso de hominización y de expansión de la cultura. Por cierto que antes la palabra se había intentado conservar y difundir a través de otras formas; por ejemplo en tablillas de arcilla blanda primero por parte de los sumerios y en papiros y pergaminos después. Pero es la imprenta la que revoluciona la mentalidad de una época y permite una mayor difusión. A partir de este momento, el hombre cuenta con una poderosa herramienta que le permite decantar, consolidar y difundir conocimientos específicos, aludir a eventos o dar cuenta de los valores de una persona o grupo. Puede traer a presencia todo el conocimiento que han alcanzado las generaciones pretéritas y puede dialogar con los que ya no están y con los sujetos del presente. Es uno de los momentos de auge del conocimiento teórico, es la aurora del humanismo renacentista y el punto de partida hacia un horizonte infinito de posibilidades de comunicación y de expresión de fantasías.

La escritura impresa favorece el orden formal y la coherencia lógica de las ideas y facilita la comprensión de los planteamientos de algún autor determinado, toda vez que el verbo queda fijo y estático y está disponible ante los ojos para que el lector lo lea y relea cuantas veces estime conveniente y pueda asentir o discernir en su propio espíritu, en su propio intelecto, sobre los planteamientos del autor. En este sentido la cultura impresa y sus productos materiales, los libros, se transforman en un puente de comunicación entre el autor y los lectores reales y los lectores futuros infinitos que puedan acercarse a tal o cual texto. Por ello, el libro lleva un mensaje de conocimientos y de humanidad para el presente y para el futuro. He aquí una de las primeras aristas del rol del poeta y del escritor en la cultura: es un mensajero, es un angelus, un sujeto semidivino que lanza por la borda parte de su vida interior para compartirla con los otros desnudando su alma; y en este proceso, sujetos de edades distintas y de horizontes geográficos distintos, se encuentran atravesando el tiempo y el espacio a través del universo escrito de un autor que puede estar o no estar ya entre nosotros; pero basta su mensaje para fomentar la comunión interior de ideas, sentimientos y sensaciones. En este contexto, el escritor es un mensajero, un demiurgo que va insuflando vida y sentimientos a los personajes; poniéndole el alma al mundo, como señala Platón en el Timeo; o personificando a ultranza un ente, un objeto, un elemento rústico que como el espantapájaros de la poesía de Ruiz Zaldívar, se va impregnando de sentimientos de soledad, de tristeza y dejando de ser un simple trozo de tela rústica para convertirse en un ente que despierta nuestra sensibilidad dormida, nuestra humanidad olvidada por la prisa de lo cotidiano. O bien, en una personificación que llega hasta los límites del tiempo, haciendo envejecer a este último en añosos relojes, y adjudicando una lenta y sostenida tristeza en los rieles de los ferrocarriles, como describe Pablo Casi en uno de sus poemas.

Ahora, si en este proceso de comunicación el autor se centra en la entrega exclusiva de información, está cumpliendo otro aspecto no menos relevante que el anterior: está actuando en su condición de difusor, ya sea dando cuenta de informaciones científicas, datos históricos o explicitando las relaciones entre fenómenos determinados del medio natural o social. Era un rol privilegiado en otros períodos en que los marginados de la sociedad y los infelices desconocedores de la educación, se sentían gozosos cuando podían acceder finalmente a la lectura y asombrados veían que las letras eran la entrada a un mundo nuevo, a una caverna de maravillas, a un horizonte superior. En la actualidad es un rol audaz, pero no olvidado y que exige estar a punto en algunas disciplinas para comunicar con propiedad las características, relaciones, formas, colores, dimensiones, nociones, fechas y proyecciones de los objetos de estudio. No en balde en el Siglo de la Ilustración, los escritores estaban imbuidos de este ideario del enciclopedismo y de la difusión de conocimientos científicos como mecanismo de progreso y de bienestar para extender las luces de la razón y las ideas republicanas a un pueblo que comenzaba a despertar para exigir sus derechos ciudadanos. Es la hora de la Grande Enciclopedie, el tiempo de Diderot, D’Alambert, Montesquieure y tantos otros preclaros espíritus.

Decíamos hace un momento, que este rol del escritor, en la actualidad es muy osado, toda vez que está siendo en parte asumido por técnicos que condensan datos y sintetizan hasta la aberración, en listas punteadas y electrónicas, el conocimiento humano como si este se pudiera agotar en un listado general. Así, esta función en las condiciones mencionadas, está siendo mal empleado por los medios tecnológicos que a través de la radio, la televisión, la Internet y otros; bombardean al individuo con informaciones sueltas, copiosas e inconexas; así, se ofrece todo acerca de todo, informaciones van y vienen de todas partes, de cualquier servidor, de cualquier medio. De acuerdo, así es el tiempo que nos ha tocado vivir, pero a esos maremagnun de partículas informativas le falta la fase de maduración, el sentido integrador que le aporta el filósofo, el escritor o el humanista con su mirada globalizante y sabia. Por tanto, en la actualidad el rol de difusor del escritor es muy necesario, para contribuir a ordenar las expresiones casi sin sentido del caos informativo. En este contexto, el escritor como difusor, actúa hoy como el complemento adecuado y necesario para explicitar en un lenguaje culto pero asequible, los temas complejos de las humanidades, de la ciencia social o la ciencia natural; como por ejemplo, la Teoría de la Evolución o la Teoría de la Relatividad, o términos científicos como inercia, flogisto, paradigma, modelo explicativo o tantos otros. Por tanto, en nuestra época, el escritor actúa como puente que une otros resultados que ha logrado la cultura, v. gr. la ciencia, con el marco social relativamente bien informado. Así, asume un rol de síntesis, de ordenación y de difusión; pero en base a valores comprometidos con su propia persona, para orientarnos en la búsqueda del sentido que nos demandan las producciones tecnológicas cada día más vertiginosas.

Pero el escritor no se agota en su tarea de difusión; cubre también la dimensión de la imaginería y aquí lo acompaña el poeta; esto es, que el escritor ofrece en sus trabajos mundos fantásticos, mundos de ficción, quimeras, que pasan a ser nuevos referentes para abrir la propia fantasía del lector y estimular su imaginación. Con cuanta claridad se comprende este rol cuando el padre o la madre lee con suavidad y ternura, historias de gnomos, de lobitos buenos, de seres extraterrestres amables y simpáticos, de hormiguitas viajeras o de abejas haraganas, a su hijo, o hija primogénita, que lentamente se va durmiendo con el sonido cálido de la voz querida y con las imágenes que le nacieron a su amaño y que se quedan rondando en su propia y maravillosa psiquis infantil. O cuando Ud. estimado lector, como joven o adulto, lee una novela de García Márquez en que el realismo mágico lo envuelve como saliendo de las palabras impresas y va llenando su habitación del verdor y de la humedad de la selva, de las mariposas amarillas del amor, de pescaditos de oro y de los avatares de los Buendía y los empresarios bananeros.

Por tanto, otro rol del escritor en la cultura contemporánea, es homologable al de una fuente de la cual fluye imaginería sin cesar; ello, en tanto es capaz de ofrecer un reservorio de ilusiones, mundos soñados, mundos posibles, modelos utópicos; muchos de los cuales logran romper el papel y el tiempo y llegan a transformarse en realidad. Piénsese por ejemplo en las 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, que luego, en el siglo xx, se transforma en realidad con la construcción de los submarinos atómicos. Esa es la maravillosa dimensión en que se mueven los escritores, los novelistas: vivir al límite, vivir en el ámbito flexible de los deslindes de la ficción y la realidad; con razón Cortázar frecuentemente en su vida real se enamoraba de distintas mujeres, o creía que estas lo amaban, con la misma fuerza que lo hacían sus personajes en la ficción y sufría y gozaba con ello. Es que al hombre mediocre como diría José Ingenieros, le cuesta desdoblarse ora para entrar en la fantasía, ora para volver a la realidad; pero el escritor y el poeta siempre es el mismo; para él y para ustedes que buscan ansiosos la producción de ellos; todo es uno y lo mismo, como señalara Parménides, están ahí en los límites de lo real y lo irreal, de lo fantástico y lo concreto; soñando, ordenando fantasías, saboreando encuentros con musas invisibles. Pareciera que nuestra sociedad no viera a los escritores, pero lo necesitamos, la cultura los necesita; no podemos estar sin ellos, no podemos estar sin ustedes que aman la lectura; porque los escritores y ustedes los lectores, son sus seguidores y nos recuerdan los infinitos mundos de ternura y de suavidad, o los millares enfoques que puede alcanzar el poeta para mirar una rosa, o para contemplar el vientre de su amada y encontrar carreteras invisibles. Por ello, no es extraño que poetisas como Azucena Caballero hablen de mundos suaves y de ternuras de terciopelo o de “juntar nuestra ausencia en un cántaro de niebla o en el hueco de la flauta que lastima las paredes divididas de la tarde”.

Así, los pueblos necesitan a sus escritores y estos necesitan de su pueblos, de sus vidas, para elevarse de allí a lo sublime, a la búsqueda de metáforas, de encabalgamientos, del sentido y de los conceptos más felices para describir el alma de un pueblo; tal como lo realiza por ejemplo Octavio paz, cuando analiza detenidamente el sentido histórico del pueblo mexicano en el Laberinto de la soledad.

Empero, aunque no todas las facetas de la tarea del escritor pueden ser abordadas aquí, en esta comunicación, uno de los papeles más relevantes del escritor, y que se percibe nítido como un trazo, a través de la historia; es el de despertar la crítica, fundamentar una crítica, hacer pensar sobre un estado de cosas o sobre un sistema político o acerca del ejercicio de un poder local, regional o nacional. Vislumbrase esta tarea con miles de nombres para ilustrar, pero recordemos aquí al menos el caso del padre de Las Casas, que defiende en el siglo XVI, la tesis insolente y audaz que postula que los indios de América son seres humanos y que poseen alma y que por lo tanto a ellos les asisten también derechos y no las meras obligaciones. O recordemos en este tópico, el caso de Solyenitzein, que criticó los excesos del poder en la antigua Unión Soviética; o de los cientos de modestos escritores que en sus poesías, ensayos sociológicos, novelas y cuentos mostraban la ignominia y el sufrimiento de los prisioneros por razones de conciencia, en Chile durante los años de la dictadura militar; eran los años en que corrían clandestinamente en fotocopias borrosas los trabajos de Mario Benedetti y se difundía la poesía social de Neruda.

El rol pues, del escritor, no es uno solo, es múltiple; tiene muchas aristas, y un mismo discurso escrito bien puede incluir todas las facetas o privilegiar algunas. Así, el escritor va de la difusión a la crítica, pasando por el de aportar modelos hasta el de ser el custodio de la imaginación. Con razón Heidegger ha sostenido que el lenguaje es la casa del ser; luego, el lenguaje escrito es perfectamente un universo basto, un reducto privilegiado del ser, un apartado exclusivo de la imaginación, pues todo lo que se escribe no se agota en el acto informativo; y si bien se desea relatar para informar, o para describir intensos estados de ánimo, también se narra para vivir, pues escribir es una pasión, una forma de vida, es vivir en el asombro de la creación, creación que puede llegar a mediodía, a altas horas de la madrugada, o bien no llega pronto y nos deja la paciencia y la impaciencia. En fin, escribir es crear, crear en griego es poiesis, y poiesis es poesía; es poner en tensión los músculos de todo el cuerpo para ensamblarse con las ideas abigarradas que pululan por seguir el derrotero del concepto oportuno, de la prosa fluida y del mensaje dicho entro lo dicho y lo no dicho; en suma, es lo que ustedes amables lectores hacen: vida humana al límite de vuestras fantasías encarnadas.

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El primer trabajo fue publicado en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, Sevilla, España, y se titula: El Positivismo y las Ciencias en el período finisecular del S. XIX en Chile. El mismo aborda la presencia del positivismo y sus exponentes en Chile, tales como el rol de José Victorino Lastarria, el de los Hermanos Lagarrigue y el aporte de Valentín Letelier, en aras de asentar dichas ideas en el país.
Además, se analizan las características de su difusión y el impacto de estas ideas en el medio científico, político y productivo nacional; y de manera especial, se complementa con una eventual proyección de estas ideas en el ámbito del Chile del Bicentenario. Puede leerse en: http://institucional.us.es/araucaria/nro25/nro25.htm

El segundo ensayo, publicado en la revista Letralia, Cagua, Venezuela: La Compañía de Jesús: su mirada educacional y científica, en colaboración con el investigador y cientista criminalístico Felipe Caro P., analiza los aspectos fundacionales de la Orden Jesuítica y la estructura organizativa de la misma, la impronta característica de la Compañía, su modus vivendi y su notorio énfasis por la educación y las ciencias.
Además, destaca cómo los miembros de esta Orden, en virtud de su conocimiento de un sistema de enseñanza denominado Modelo Parisiense, caracterizado por integrar el saber del periodo con una estructura curricular y académica atrayente, se esfuerzan por mostrar los especímenes vernáculos del Nuevo Mundo y dar a conocer las costumbres y tradiciones de los naturales de la región, a través de una labor misionera que incluye los ámbitos antropológico, etnográfico, lingüístico y taxonómico del medio natural y social de América.
El mismo puede leerse en: http://www.letralia.com/251/ensayo02.htm

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Nueva publicación sobre Nicaragua (2010)

El Departamento de Humanidades de la UTEM en octubre del 2008, presentó el texto "Una Aproximación al Desarrollo de la Ciencia en Nicaragua", del académico Dr. Zenobio Saldivia Maldonado. El libro fue presentado en la sala Carlos Diez de la Casa Central, por la Exma. Embajadora de Nicaragua, Sra. María Luisa Robleto (en la fotografìa junto al académico), quien destacó el esfuerzo del autor al dar cuenta de los diferentes viajeros, geógrafos, y científicos que recorrieron Nicaragua, comenzando por las primeras expresiones de los propios sabios ilustrados que principiaron a plantearse como identificar y describir los referentes orgánicos de su entorno natural, hasta los sabios del Siglo XIX, que recorrieron dicho país y Centroamérica en general.

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TRES TESIS PARA UNA PROPUESTA EDUCACIONAL

Zenobio Saldivia Maldonado

Resumen

Se presentan tres tesis como modelos teóricos posibles para orientar la educación de la enseñanza media en los países latinoamericanos: La educación como sistema de equilibrio entre requerimientos, como sistema organizado para la adquisición del conocimiento nuevo, y como sistema sociocultural con énfasis axiológico. En este contexto se analizan los méritos, falencias y proyecciones de cada una de ellos, en el supuesto de una aceptación de las mismos como ejes conductores de la praxis educacional en el nivel señalado.

¿ Dónde se halla la sabiduría    que  hemos perdido con   el  conocimiento, dónde se halla el   conocimiento que hemos perdido  con la información ? (T. S. Eliot)

Si nos ponemos a pensar en las características de la educación en el  siglo XXI que se inicia, no podemos dejar de tener presente el contexto social, científico-tecnológico y cultural, en el cual la educación como sistema deberá desenvolverse. Situados desde esta perspectiva, la primera nota relevante que ya es posible visualizar en las postrimerías del siglo veinte; es la fuerte influencia que ejercen las conquistas tecnológicas y los resultados científicos en general, en las aspiraciones de los sujetos y en la aparición de conductas más permisivas que manifiestan los mismos al interactuar entre ellos. “ Nuestro tiempo se siente conmovido por los enormes cambios experimentados en el campo de la ciencia y la tecnología, hasta el punto que no existe posibilidad de ignorarlos por el reflejo que tienen en la proyección de los hábitos y costumbres de la vida social.” (1) La ciencia ha arribado a todas las esferas de la interacción humana. Ello ha provocado profundos cambios en las costumbres y en las valoraciones individuales y colectivas.

El sistema educacional por su parte, ha reaccionado frente a esta revolución tecnológica    – avasalladora y expansionista – . Sin embargo, tal reacción,  fuera de posibilitar un mayor nivel de conciencia de los integrantes del sistema para determinar ciertas dificultades internas,  o  de  avanzar  en  el  terreno  de la identificación de los nuevos factores exógenos entorpecedores; parece no haber introyectado un cambio efectivo y substancial. Lo que sí, ha logrado un consenso, es la percepción de que los métodos tecnológicos y computacionales, deben incorporarse al sistema educacional, en todos sus niveles. Es decir,

Se parte del a priori de la superioridad de los medios por sobre la eficacia del docente en tanto persona. Todos aspiran a encontrar nuevos métodos, nuevas tecnología educacionales, nuevos instrumentos de apoyo al proceso enseñanza-aprendizaje. Este parece ser el punto de partida en la educación del siglo XXI. ¿No estaremos olvidando el factor de la riqueza humana como fuente de nuevos posibles? Lo anterior se comprende mejor, si tenemos presente que el quehacer educacional no sólo es una instancia de una simple instrucción o de entrega de información que puede ser facilitada por los medios; pero es también una instancia dialógica, compleja,  que también es diferente a cualesquiera otra praxis humana; ello porque debe contribuir al crecimiento de los individuos en diversos planos. Entre estos; el cognoscitivo, el valorativo y el fomento de la socialización de las personas

En rigor, la historia de nuestro sistema educacional como país independiente, presenta diversas innovaciones curriculares y programáticas observables en casi todas las décadas; principalmente a partir de mediados del decimonono.(2)  Empero, tales ajustes parecen no haber tomado adecuadamente los planos de la tríada mencionada y el sistema ha continuado en una crisis permanente. Antaño, era la escasa cobertura hacia los sectores de bajos ingresos; ahora, la búsqueda de una dinámica más operativa en el aula; otrora, el desconocimiento de una psicología evolutiva de la inteligencia; ora, la necesidad de implementar estrategias más motivadoras… y así sucesivamente.

Ahora bien, puesto que sobre las carencias ya hay abundante información; en este ensayo se focaliza la atención en la fundamentación de ciertas tesis que se estima pueden ser de interés, para los responsables de la construcción del marco teórico que busca potenciar nuestra educación en Latinoamérica.

TESIS l  :      “ La educación, un modelo que pretende alcanzar  un equilibrio entre los requerimientos cognitivos,   culturales   y políticos por un lado; y  el crecimiento   económico y el desarrollo social, por otro”

Desde esta perspectiva, la educación se nos presenta como un sistema institucional; de carácter teórico-práctico, autorregulable, constructivista y de amplia cobertura social. Es regulador e incrementante de sus propias estructuras; principalmente porque el mismo selecciona las instancias administrativas y operativas, más adecuadas para la optimización del proceso enseñanza-aprendizaje. Y lo propio se puede sostener, porque reforma los aspectos curriculares, programáticos y metodológicos, en vistas a un mayor dinamismo del sistema como un todo, y en vistas a la obtención de resultados más exitosos. “ La institución educativa primero, selecciona el conocimiento y lo agrupa en una serie de paquetes de acuerdo con lo que vale la pena enseñar; segundo, la institución educativa proporciona los medios y recursos para que esos conocimientos sean aprehendidos y comprendidos y, finalmente, la institución educativa aplica las condiciones pedagógicas necesarias para asegurar que esas “cosas” o paquetes sean aprehendidos y comprendidos.”(3)

En este contexto autopoiético, los incrementos cualitativos esperados se pueden apreciar periódicamente, al confrontar el producto educacional inmediato (los resultados educacionales en los distintos niveles ), ( A ), con los índices de mayores logros en el plano económico y social del país, ( B ). Si no hay una equivalencia significativa de incremento, entre los niveles A y B, el sistema educacional se encuentra en desequilibrio momentáneo. Y el mismo vuelve a reactualizarse con otras reformas teóricas, programáticas u operativas, que permitan alcanzar el equilibrio en cuestión. La educación presenta así, en todos los niveles; un hilo conductor dentro de  su  marco  teórico, que se identifica con la satisfacción de necesidades productivas en expansión y con una transformación del medio, relativamente controlada en sus efectos inmediatos. La tarea educativa aquí se amalgama con un objeto político: alcanzar el status de país desarrollado.

Lo anterior, trasunta un télos positivista y pragmático, que promueve la aceptación de las metas educacionales vinculadas a la búsqueda del progreso; así como la obtención de consensos en el plano político. En efecto, que la consecusión del desarrollo sea una finalidad importante del proceso educativo, es una meta percibida como positiva por la mayoría de los sectores de la vida pública. En el plano individual, los sujetos estiman que el desarrollo trae aparejado la eliminación de la pobreza, un mayor acceso al consumo, a la demanda de bienes y servicios; en síntesis, a una mejor calidad y expectativa de vida. A su vez -como país- alcanzar el desarrollo significa adquirir una mayor significación internacional y un robustecimiento político frente a los países del Hemisferio Norte. Ello posibilita también, arribar a los mercados internacionales con productos que posean un mayor valor agregado; por ende, significa contar con el respaldo de una innovación tecnológica reflejada en una cifra mayor del 2.0% del P.G.B.

Por tanto, la educación concebida como una forma de equilibrio incrementante, entre los requerimientos cognitivo-políticos y las necesidades sociales y el crecimiento económico; pasa a ser una tarea nacional. Demanda así, un proyecto colectivo previo, un esfuerzo teórico y político que compromete la participación de diversos personeros vinculados a la producción y al mundo empresarial e industrial. Y por otro lado, también requiere del conocimiento y participación de los hombres más relevantes del plano político y cultural; así como también de los que están ya insertos en la educación.

En la práctica, desde la perspectiva gnoseológica; buscar el equilibrio en el sistema educacional es equivalente a la obtención de nuevas estructuras cognitivas en los distintos campos  del  saber,  que  sean  más  prontamente  aplicables  a  los  procesos  productivos  e industriales. Se estima que al alcanzar estas nuevas estructuras, se supera un desequilibrio momentáneo y se generan de suyo, los elementos cualitativos para posteriores crecimientos cognitivos dentro del  sistema  y  su  exteriorización  hacia  las  instancias  productivas;  y  así  hasta nuevas re-equilibraciones… la educación entonces, a partir de las tesis de la equilibración; actúa como un mecanismo institucional que regula la búsqueda del conocimiento y el ideario del espectro político por una parte; y la satisfacción de las demandas provenientes del medio productivo y social, por otra.

En cuanto al ideario político, el sistema educacional privilegia entre otros ideales, los siguientes: las formas democráticas de convivencia, el respeto a la institucionalidad, la aceptación de la voluntad popular mayoritaria y el respeto a los derechos humanos en general. En una palabra; el sistema está para estimular y generar formas de convivencia democrática y para sustentar la racionalidad en todas sus expresiones. Ello evita la tentación de señalar caminos que fomenten el desorden social, el quiebre de la institucionalidad, o la primacía de la violencia como medio de acción política. Sustentar lo contrario, sería equivalente a proponer un desequilibrio radical entre la obtención del desarrollo y el natural dinamismo social. Por tanto, en términos políticos, la tesis mencionada busca desde la educación, la resolución de los conflictos por la vía pacífica y democrática; fomentando así una evolución constructivista de libertades adquiridas. Esto es, que los sujetos inscritos masivamente en el sistema; al conocer y disfrutar las libertades básicas, quedan en mejor disposición psicológica, axiológica y social, para avanzar hacia nuevas conquistas democráticas; tanto para sí mismo como para la comunidad.

Empero, como todos los modelos; éste, que busca la equilibración contínua entre educación y sociedad -al traspasar el nivel teórico y alcanzar el plano ontológico- presenta algunos desafíos inmediatos. Uno de ellos y que está en su génesis misma, es alcanzar el consenso de los espíritus. Esto es, llegar a un acuerdo de las distintas subjetividades vinculadas  por  una  parte  a  la  producción, y  a  la  cultura  por  otra; en  torno  ya  no a la obtención del desarrollo ( en abstracto ), sino a los pilares teóricos específicos, en los que debiera sustentarse el sistema educacional, para alcanzar la situación de equilibración dinámica y flexible esperada. Ello, de suyo no es una barrera infranqueable; pero requiere una voluntad manifiesta de alcanzar el desarrollo, por parte de los más preclaros hombres que tengan ingerencia y opinión en la esfera de la cultura y la producción nacional. Otra dificultad que probablemente se suscitaría, y que afectaría principalmente a los maestros, es el de la recomposición y desarrollo curricular dentro del sistema. Es decir, encontrar los contenidos cognitivos, afectivos y motrices, y formular los objetivos generales que sean los más pertinentes para la obtención del ideal del equilibrio incrementante; entre las dos caras del hombre contemporáneo. Estas son, la necesidad de alcanzar el progreso material por un lado, y la introyección vivencial del espíritu democrático y el disfrute y recreación de la cultura por otro.

En otro plano, está también, el inconveniente de la operacionalización  y expansión del  modelo en todos los niveles del sistema. En este sentido, es probable que a la hora de ampliar y proyectar estas nociones en las mallas curriculares; se aprecie una polarización entre los que privilegian la marcha del sistema asentado principalmente en la práctica, y los que postulan la primacía de la teoría. Esto es, entre los representantes de dos tendencias opuestas, en cuanto a concebir la educación del hombre del siglo XXI; los exponentes de una vieja discusión que se remonta hasta la época de la ilustración. “La separación entre la teoría y la práctica sólo da lugar al desorden; porque una educación incompleta no origina sino prejuicios, ideas falsas, las cuales al ser sostenidas por cada individuo, dan lugar a la discordia. Son estos hombres de incompleto, los teóricos y los prácticos, los que están en contra del progreso.”(4)

Tales  dificultades sin embargo, son referentes teóricos tan importantes para considerar, como  los  méritos  que  puede  ofrecer  un  modelo  así  sustentado; un modelo que busca el equilibrio entre la base material y las estructuras ideológicas, entre el cuerpo y el espíritu.

TESIS II :   “ La educación, un sistema organizado  socialmente, para aprehender y difundir  lo más ampliamente posible, el conocimiento  nuevo y sus beneficios”

Para comprender el alcance de la tesis mencionada, entiéndase por conocimiento nuevo, lo siguiente; el conjunto de adquisiciones cognitivas que derivadas de las últimas investigaciones científicas de punta, está produciendo actualmente una revolución tecnológica con consecuencias económicas, sociales y políticas, altamente significativas.  Lo precedente, incluye por ejemplo: las transformaciones en los procesos productivos, en las técnicas que utilizan la capacidad que posee el material genético ( ADN ) extraído de las células para combinarse con otras, las aplicaciones de la bioingeniería en general, los nuevos usos de la cibernética y de la información, entre otros. Pero por sobre todo, lo más relevante del conocimiento nuevo; es tal vez, la presentación distinta que adquiere el saber en general -que como mercancía informacional- pasa a ser indispensable para la potencia productiva y para la competición mundial por el poder.(5)

Un ejemplo que ilustre lo expuesto, es posible tomarlo del campo de la biotecnología. A partir de la gestación de conocimientos tendientes a la transformación de recursos naturales específicos, las grandes industrias internacionales están afectando la economía de los países exportadores; v.gr., la industria Searle-Monsanto, tiene asegurado ya un mercado de más de mil millones de dólares, para el producto espartamo ( una substancia edulcorante ) que reemplaza al azúcar. (6) En este contexto, se comprende por tanto, que los países exportadores de azúcar ( El Caribe y Filipinas ) hayan visto caer anualmente sus exportaciones de azúcar en casi dos tercios menos de lo que habitualmente exportaban.

Ante estos cambios ocasionados por los países que concentran la gestación del conocimiento  nuevo; nuestro  sistema  educacional requiere  de un  cambio apropiado, para contribuir a configurar un perfil competitivo de los futuros científicos que necesitamos, y no tener que esperar que recién en la universidad conozcan la parsimonia del trabajo científico. En rigor, el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere para tal cambio -desde el punto de vista del profesorado- contar con una nueva mentalidad en lo referente al desarrollo de estrategias cognitivas generadoras de conocimientos. La puesta en marcha de un modelo educacional, centrado en la tesis II, pasa necesariamente por dos reformas básicas dentro del sistema: un giro metodológico radical y una percepción epistemológica más pragmática, en cuanto a la búsqueda y selección del conocimiento y sus resultados más inmediatos.

El Viraje Metodológico

Tradicionalmente en el aula, la estrategia cognitiva más empleada, ha sido la clase expositiva, y si bien ella tiene sus méritos, posee también varios inconvenientes; entre estos, el excesivo verbalismo del profesor y el hecho de que los alumnos permanecen pasivos. Ello viene seguramente de otros períodos histórico-educativos, en los cuales se consideraba al alumno como un sujeto incapaz de utilizar su capacidad racional y su experiencia personal, para la búsqueda espontánea del conocimiento.

Actualmente la psicología evolutiva -hace ya varias décadas- ha dado cuenta del dinamismo de las estructuras intelectuales del niño y de las características de la inteligencia; en los distintos estadios de su desarrollo, hasta arribar al pensamiento formal. “ Los métodos nuevos sólo se han construido verdaderamente con   la  elaboración  de   una  psicología  o   una  psicosociología sistemática de la infancia; la aparición de los métodos nuevos data, por tanto, de la aparición de esta última.”(7) Esto ha posibilitado en los círculos pedagógicos, la aceptación de una noción de inteligencia más amplia, que se remonta hasta el período sensoreomotríz del niño y se extiende a todas las facetas del pensamiento formal; por  lo  cual,  los  métodos  activos  en  el aula, pasan a ser mejor entendidos y aplicados. La convicción de que en el aula, la estrategia tradicional de la clase expositiva debiera emplearse cada vez menos, no sólo es una consecuencia de la difusión de los conocimientos aportados por la Teoría Evolutiva de la Inteligencia; sino que obedece a una realidad actual del alumno, social y psicológicamente distinta.

Lo primero, porque el estudiante vive de facto en un mundo socialmente complejo y altamente tecnologizado. En este medio, la nota característica es el cambio permanente, como resultado de las nuevas tecnologías; ello significa que el joven se desenvuelve en torno a veloces situaciones sociales, y junto a diversos aparatos que le reportan continuamente contenidos cognitivos asistemáticos. Entre estos, recuérdese por ejemplo; la T.V., el cine, los videos, los cassettes, las revistas, los ordenadores y los juegos electrónicos. Todo ello ha significado que el estudiante esté habituado a una recepción más inmediata de las diversas formas operativas y figurativas del conocimiento, y que por ende; espere una enseñanza formal más dinámica y mucho más acorde con el enorme rango informativo que cubre los medios tecnológicos del mundo exterior a las aulas.

Por su parte, la realidad psicológica individual, en cuanto al comportamiento del educando en el proceso de enseñanza-aprendizaje ( independientemente de la experiencia personal del alumno y de la teoría del aprendizaje que se emplee ); muestra actualmente una cierta uniformidad en la conducta. Esto es, que a la mayoría de los estudiantes les cuesta más permanecer pasivos prestando atención al desenvolvimiento de la clase expositiva. Probablemente por ello, los profesores se quejan frecuentemente señalando que “ los alumnos actuales quieren todo listo “, o que estos “ están acostumbrados a no pensar por culpa de la T.V.” y otras expresiones similares. Luego, la forma de vida cada vez más acelerada de nuestra época, los estímulos comunicacionales asistemáticos y el desarrollo tecnológico en general; parecen ser algunos de los factores que han contribuido a formar en el alumno una psiquis más despierta, o a manifestar conductas más inquietas en el aula.

Por tanto, la internalización y operacionalización de una noción de educación centrada en la búsqueda del conocimiento nuevo, requiere de un giro metodológico dentro de la marcha del sistema. De lo que se trata entonces, es de trocar la clase expositiva, por la constitución de grupos cursos interesados en buscar y aprehender los conocimientos provenientes de las distintas disciplinas insertas en los currícula. “ A la larga, la política  educativa  no  ha de poder cerrar  los ojos frente  a  este difícil trabajo de reforma. En mi opinión, ha llegado el momento en que, al hacer un balance de sus éxitos, un Ministro de Educación no señale cifras y certificados de aprobación, sino que en el área bajo su responsabilidad hay cinco escuelas en las cuales cinco días por mes los seres humanos pueden hacer experiencias sin la presión de las materias, las notas y el tiempo y puedan penetrar en común en el campo que estudian.”(8)

La cita anterior, ilustra un mecanismo posible de aplicar y hacer extensivo en nuestro sistema educacional: potenciar las experiencias de interacción cognitiva, en base a proyectos creados colectivamente por cursos, o agrupaciones de alumnos de un mismo nivel y sus profesores. Ello permitiría el logro de destrezas que fomenten la investigación científica en los educandos, y además, facilitaría la tarea de obtener el conocimiento nuevo. Por otra parte, desarrollaría un sentimiento de agrado y respeto por el trabajo en equipo; en virtud de la participación desde su génesis, en un proyecto colectivo. En cuanto al profesor; es altamente probable que en este contexto, los alumnos lo perciban como un eficiente coordinador de experiencias cognitivas, más que un sujeto transmisor de paquetes de información provenientes de una cultura anterior.

Percepción Epistemológica Pragmática

Desde la perspectiva de una comprensión global del conocimiento y del conocimiento científico en especial, cabe destacar que un intento de implementación de la Tesis II, en el sistema educacional; pasa por una nueva forma de entender la función del conocimiento en la sociedad y por la búsqueda de criterios no tradicionales para seleccionar los corpus teóricos dignos de enseñarse a los educandos. El conocimiento puede ser entendido en este modelo, como un proceso de interacción sujeto-objeto que reporta algunas novedades o un cierto resultado específico. Y tales resultados no están alejados de las necesidades del medio social o cultural; por tanto, la conquista cognoscitiva está aquí al servicio del marco social, de los requerimientos empresariales e industriales, o de las comunidades científicas en especial. El conocimiento se identifica en este contexto con una aplicación sobre el medio; y por ende, con la transformación en general.

Desde el punto de vista de la creatividad intelectual del profesor; generar conocimiento nuevo, sugiere la apropiación definitiva de dos nuevos roles: el de sintetizar y crear contenidos gnoseológicos. Lo primero se aprecia por ejemplo, al seleccionar y desarrollar los contenidos más relevantes de su disciplina. Es decir, al explicitar los hilos temáticos que sean básicos para la comprensión de una gran gama de temas cognitivos, y que estos a su vez, sean potencialmente grandes generadores de nuevos conocimientos específicos y de aplicaciones tanto novedosas como significativas. Lo segundo, es posible de apreciar por ejemplo, cuando el profesor conjuntamente con el grupo curso; plantea, sugiere y estimula a sus alumnos para que arriben a la adquisición de estos grandes hilos conductores o “ contenidos integradores “ de su disciplina, y a partir de los mismos, generen investigaciones novedosas. Esto es, llegar a la gestación del conocimiento nuevo, por la vía de la aplicación extensiva de los contenidos temáticos integradores seleccionados; materializando así el tránsito de lo probable a lo real. Conducir al estudiante por el camino de las transformaciones  cognitivas  puramente  probables,  hasta  la manipulación e interacción de nuevos observables; es lo medular del rol creador del maestro.

Lo anterior, facilita la tarea de insertar los dossier de contenidos integradores,         seleccionados  conjuntamente  por  el profesor y sus discípulos de un nivel determinado; en un flujo cognitivo, colectivo y emergente. Empero, dicha labor, requiere que el mismo criterio epistemológico sea empleado por los educadores que profesan las distintas disciplinas; así como también, que el rol de profesor creador sea desempeñado uniformemente en cada nivel en cuestión. Orientado así el sistema educacional, es factible que deje atrás la tradicional ruptura epistemológica que aún se presenta en la marcha del mismo. Ello alude a la divergencia de expectativas cognitivas entre la intitución educacional y el marco social. En efecto, los profesores enseñan preferentemente los contenidos con los cuales han sido familiarizados durante su formación universitaria. Sin embargo, en muchos casos; tales contenidos ni siquiera eran considerados conocimientos de punta en los años de la formación universitaria de nuestros actuales maestros. En este ámbito de cosas, frente a una juventud que está inserta en un mundo de grandes cambios científico-tecnológicos, sociales y políticos; se sitúa como oferente para la satisfacción de las necesidades intelectuales de los educandos, un sistema que les reporta contenidos extemporáneos y poco motivadores. Extemporáneos, porque están muy atrás de lo que el estudiante percibe como propio de los resultados de las investigaciones de cada disciplina; poco motivadores, porque los alumnos no tienen participación en la elección cognoscitiva, y por ende, tampoco hay compromiso emotivo.

Superar el rol del profesor meramente repetidor de conocimientos, por una parte, y revertir la ruptura epistemológica, por otra; son los objetivos principales de la puesta en acción de un modelo educativo basado en la Tesis II.

TESIS III :  “La educación; un sistema sociocultural    para la formación de personas con una  mayor integración cognitiva y axiológica”

Desde esta perspectiva, la educación se presenta como una instancia administrativa, social y cultural; que en el plano de la percepción intelectual de los educandos, aspira a lograr la integración del saber, con un marcado énfasis en la formación axiológica. El desarrollo de una línea teórica de esta naturaleza, dentro del sistema que nos interesa, pasa por una serie de orientaciones y tendencias que bien podrían sintetizarse en la explicitación de dos de sus notas relevantes: La búsqueda y obtención de la interdisciplinariedad en las distintas formas de apropiación y desarrollo cognitivo de maestros y discípulos. Y en el fomento sistemático de tareas conducentes a superar la actual escisión de la cultura         (ciencia versus humanidades).

La Interdisciplinariedad

Por interdisciplinariedad, podemos entender la integración conceptual y operativa, que va más allá de cada disciplina y que tiende a la obtención de una visión más unitaria del saber. Esto sugiere una voluntad manifiesta de los profesores para concebir el proceso enseñanza-aprendizaje como una labor cooperativa; es decir, de una organización eficiente de los maestros para adecuar e integrar los tópicos relevantes de las distintas disciplinas, antes y durante la aprehensión de los mismos en el aula. Lo anterior, compromete los mejores esfuerzos de acercamiento entre los docentes, para aceptar la idea de que el conocimiento es un proceso de interacción sujeto-objeto que reporta novedades en el plano endógeno del sujeto y ciertos  cambios  exógenos;  y  no  una facultad  exclusivamente abstracta   del   ser  humano.  Por  tanto,  se   comprende  que   dicha interacción  es  posible también de generarse en diversos grupos de educadores, organizados interdisciplinariamente y de acuerdo a ciertos compromisos básicos. Entre estos, los asumidos con los alumnos para el análisis de tópicos integradores y significativos; como así también los asumidos por los profesores con sus pares, para converger en el desarrollo de determinados puntos cognoscitivos neurálgicos, en cuanto a su importancia como hilos temáticos conductores del devenir científico, tecnológico y cultural.

Focalizar la atención del sistema educacional en torno a la Tesis III, significa aceptar que la cooperación interdisciplinaria se da ya como un factum en el marco social; especialmente en el desempeño de numerosas actividades profesionales, en las comunidades científicas, en las universidades, en entidades gubernativas y otras. Piénsese por ejemplo, en el momento de construir una gigantesca represa; aquí se puede apreciar el trabajo en equipo de geólogos, ingenieros, sociólogos, especialistas en ecología, topógrafos, cartógrafos y técnicos diversos.

Lograr ciertos niveles de interdisciplinariedad ya en la enseñanza básica y media; requiere por cierto, de una readecuación de las actividades de aula, privilegiando el trabajo de grupo por sobre la competencia individual. También resulta prioritario una atinada consideración de lo posible, en cuanto a la aprehensión cognitiva, según los distintos niveles del desarrollo de la inteligencia infantil. Modificaciones en esta dirección, dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, facilitan la reproducción de destrezas y la aplicación de conocimientos específicos; pero también aseguran una forma de aprendizaje más abierto a las distintas expresiones del conocimiento. Y tal vez lo más significativo, es el hecho de que en las actividades interdisciplinarias, el conocimiento no sólo se aprehende y aplica, sino que se hace progresar al conectar los distintos campos del saber que tradicionalmente han estado aislados. Por tanto, encausar el sistema educacional por la vía de la interdisciplinariedad, es una mejor forma de cumplir con lo que la sociedad espera del mismo; una adecuación entre teoría y realidad.

Para alcanzar dicho propósito de adecuación, el sistema requiere previamente participar de un proceso global de reestructuración. Esto es, en el plano teórico; reformular los objetivos, planes y programas de la enseñanza básica y media, en vistas a una aprehensión más integral de la cultura y las ciencias. Y en el plano administrativo; emplear nuevos criterios operativos, que consideren el trabajo en equipo de los docentes y las instancias de diálogo interdisciplinario, como parte de su carga normal de actividades laborales. Se estima que en este contexto, los profesores pueden lograr acciones colectivas que permitan efectivamente la integración cognitiva en la percepción intelectual de los educandos. Lo fundamental -desde el punto de vista operativo- es que en cada establecimiento educacional, se formen pequeños equipos de maestros que enseñen a partir de sus disciplinas, ciertos temas consensuados entre ellos y los alumnos. En la práctica, esto se traduce en el desenvolvimiento explicativo de algunos nudos temáticos relevantes de nuestra cultura, enfocados interdisciplinariamente por los docentes.

A manera de ilustración, piénsese por ejemplo, en una situación en que a comienzos del semestre los alumnos del último año de enseñanza media de un liceo X, deciden estudiar los orígenes históricos-filosóficos de la teoría de la gravitación universal; ello con la aceptación del profesor de física y de filosofía del establecimiento. El primero, da cuenta de conceptos físicos tales como inercia, fuerza, masa, movimiento relativo, movimiento absoluto y otros aspectos específicos; así como también explicita diversas aplicaciones físico-matemáticas de la teoría en cuestión. El otro profesional, aborda los fundamentos de la física teórica del siglo XVII y analiza el rol de Newton, en el contexto científico y metodológico de su tiempo. Para la elucidación de los contenidos implícitos de la unidad, se puede recurrir: a algunas clases colegiadas, a la presentación de un video sobre historia de las ciencias en el siglo decimoséptimo, y, a una clase-foro, con la participación de uno o más docentes de otras disciplinas, además de los profesores ya considerados. Y luego, a manera  de colofón, los propios estudiantes inician una fase de planeamiento y desarrollo de un set de trabajos experimentales, en colaboración con el profesor de física.

Actividades análogas pueden desarrollarse en los distintos niveles del sistema, con la adecuada orientación y planeación colectiva de los maestros y sus discípulos y de los primeros con sus pares. Con esta forma de trabajo pedagógico, se estima que se está más cerca de lograr dos objetivos inmediatos; por una parte se construye un puente   – metodológicamente hablando –  para una apropiación más cohesionada del conocimiento y de la cultura en nuestros jóvenes. Y por otra, se prepara a los educandos para la exigente labor profesional y científica de los próximos años; toda vez que se vislumbra en nuestra sociedad, cada vez con más fuerza, la necesidad del trabajo interdisciplinario, y “ porque en la estructura actual de las ciencias surgen necesidades de comprensión que fundamentan la gestión interdisciplinaria del mundo.”(9)

La Escisión de la Cultura

Muchos autores del campo de la epistemología y de la literatura, han planteado que la cultura occidental contemporánea está escindida en dos frentes antagónicos: la cultura científica y la cultura humanista. Tal separación es el resultado de un proceso histórico y social de bifurcación de intereses cognoscitivos, que se consolida con la mediatización de la institucionalidad política y educacional. Desde el punto de vista del marco social; dicho fenómeno se manifiesta en los estilos de vida, en las valoraciones y actitudes diferentes que asumen frente a la cultura, los sujetos en cada campo. Así, los científicos llegan a poseer un gran dominio lógico-matemático y una clara comprensión de los principios científicos, que se manejan en las distintas disciplinas vinculadas a la especialidad de los mismos. Por su parte, el humanista, llega a adquirir abundantes conocimientos de las obras clásicas; v. gr., las de literatura griega y latina. También alcanza un dominio sobre los planteamientos de muchos filósofos tradicionales, y un cierto conocimiento sobre los clásicos hispanos, ingleses y franceses.

Lo anterior, agudizado por la diferenciación y la alta especialización que buscan los sistemas educacionales del mundo occidental, ha generado dos cuerpos axiológicos distintos. “ Los intelectuales literarios en un polo, y en el otro los  científicos, y   como más representativos  los físicos.   Entre  ambos polos, un abismo de incomprensión mutua; algunas veces ( especialmente entre los jóvenes) hostilidad y desagrado, pero más que nada falta de entendimiento recíproco. Tienen una imagen singularmente deformada y falseada los unos de los otros.”(10)

Ahora, si proyectamos esta situación en los niveles que ofrece nuestro sistema educacional; debemos reconocer que también hay aquí, mecanismos efectivos de acercamiento entre ambas expresiones de cultura. El desafío es por tanto, lograr que el proceso de enseñanza-aprendizaje promueva y ejecute actividades interdisciplinarias. Empero, más que los medios de infraestructura, los mecanismos administrativos o las actividades específicas de aula, orientados hacia la convergencia e interacción interdisciplinaria; importa obtener y desarrollar un cierto corpus axiológico o valorativo, con el cual se identifiquen mayoritariamente los distintos exponentes de las disciplinas hoy confrontadas en nuestra sociedad.

Al respecto, señalar algunas directrices valorativas que conformen dicho cuerpo teórico; es probablemente lo más relevante y prioritario de un supuesto modelo educacional inspirado en la Tesis III. Ahora bien, puesto que elucidar tales directrices es una magna tarea, casi equivalente a sintetizar la sabiduría acumulada en el plano de las ciencias, de la convivencia social y de la expresión espiritual de nuestros pueblos; en este ensayo sólo se sugieren algunas pautas normativas para encontrar el marco axiológico adecuado. Entre estas, podrían considerarse las siguientes:

– Respetar la vida del ser humano en todas sus expresiones; ello como norma básica de supervivencia de la especie y como expresión de nuestra mayor hominización alcanzada.

– Privilegiar los fines del espíritu sobre los medios tecnológicos; toda vez que nuestra    cultura actual está en condiciones de implementar los medios artificiales cada vez más asombrosos en el ideario tecnológico, pero no siempre esenciales en el ideario humanista.

– Retomar la noción de sabiduría como forma de realización de vida espiritual, para evitar confundirla con el incremento puramente cuantitativo de conocimientos específicos de un individuo o comunidad.

– Asegurar la integración de la cultura, evitando la depredación de unas ciencias sobre las otras.

– Desarrollar paralelamente tanto el conocimiento para el crecimiento económico y material, como también el crecimiento de la inteligencia y del espíritu.

– Considerar la ciencia, sólo como una forma más de racionalidad. Ello obliga a tener presente que otras formas cognitivas; tales como la filosofía, la literatura, el arte, e incluso la religión, son también expresiones de racionalidad.

– Generar en nuestra cultura espacios para la crítica, para la búsqueda de sentido de la vida personal y para una hermenéutica globalizante de las producciones científicas y tecnológicas contemporáneas.

Luego de una  elucidación en profundidad de las III tesis mencionadas, es posible colegir que si bien las mismas pueden servir como núcleos de modelos teóricos independientes, dentro de una propuesta educacional para muchos países de América Latina; son enfoques que se complementan en sus principales aspectos teóricos. La diferencia estriba principalmente, en cuanto al énfasis aglutinador que asume una categoría conceptual por sobre las otras, para hegemonizar el sentido y la operatoria del sistema educacional en todos sus niveles.

Apuntar hacia la generación de nuevas ideas, para la obtención de un sistema educacional más acorde con los requerimientos de una sociedad ya inserta en el siglo XXI, ha sido la motivación del autor de esta comunicación..

Notas

  1. “Conferencia sobre Ciencia y Bioética ”; Eduardo Morales Santos (Rector de la Universidad de Santiago de Chile) USACH.,  Stgo., Mayo 1992.
  2. Cf. Berríos, M. y Saldivia, Z. : “ El contexto de Claudio Gay: Ciencia y Educación en el siglo XIX chileno “, Rev. Trilogía, UTEM, Stgo., Vol. 12, Nª 19, 1992, pp. 51-53.
  3. Gurdian F., Alicia: “ Universidad, sociedad y vitae” , Rev. Educación, U. de Costa Rica, Vol. 16, Nº1, 1992, p.11.
  4. Zea, Leopoldo: El Positivismo en México, F.C.E., México, D.F., 1968, pp. 123-124.
  5. Cf. Lyotard, Jean Francois: La condición postmoderna, Ed. Cátedra S.A., Madrid, 1987, p. 17.
  6.   Cf. Mönckeberg, Fernando: Chile en la encrucijada, Impresora Creces, Stgo.,1989,  p. 96.
  7.  Piaget, Jean: Psicología y pedagogía, Ariel, Barcelona, 1971, p. 165.
  8.  Rumpf, Horst: “ Conocimientos versus informaciones”, Rev. de Educación,   Vol. 45, Tübingen, 1992, p.96.
  9. Palmade, Guy: Interdisciplinariedad e ideologías, Narcea S.A. Madrid, 1979, p.17.
  10.  Snow, Ch.P. : Las dos culturas y un segundo enfoque, Alianza Ed., Madrid,1977,p.14.
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Zenobio Saldivia Maldonado y Jorge Jocelin A.

El estado de nuestro patrimonio cultural, es algo que no siempre ocupa nuestro interés como chilenos relativamente bien informados; sin embargo, es un tópico que nos debe hacer pensar, puesto que todas las formas  estatuarias, arquitectónicas, bibliográficas o documentarias en general, que consignan nuestro pasado y nuestra memoria histórica, van silenciosamente perfilando nuestra identidad cultural y nacional. En efecto, dichas expresiones  son el reservorio de nuestro derrotero en la tarea de la construcción de la república, y son claros trozos de los esfuerzos de nuestros antepasados  por conseguir esa tan esquiva identidad nacional.

Hay loables iniciativas, que se adecuan a las demandas de instantaneidad y de acopio inmediato de información histórica, tales como el sitio en Internet: memoriachilena.cl. Pero eso es en el cyber-espacio, en el mundo virtual que está y no está a la vez, pero en la realidad de nuestras ciudades de concreto y en el cuerpo físico en general del país, no siempre es así. Y en vez de traer a presencia el recuerdo de los actores o de las situaciones que dieron vida a la sociedad chilena, como en el caso del sitio indicado, más bien sucede todo lo contrario; esto es, se va mutilando, borrando y destruyendo éste o aquél monumento, éstos o aquellos libros viejos del siglo XIX, o ésta o aquella fotografía de principios de siglo XX; así, el maltrato de los individuos desatinados, las termitas, el comején, los hongos, la humedad y la polución van tejiendo su nube del olvido.

Es el caso por ejemplo de algunos monumentos que en nuestro país pretenden honrar la memoria del destacado político radical Pedro Aguirre Cerda, quien condujo a la República de Chile entre los años 1938 y 1941. Es tan lamentable el estado de los mismos, que los investigadores que escriben estas notas, hemos creído conveniente dar a conocer esta situación; en especial, luego de conversar con el alcalde de Calle Larga  Sr. Francisco Vial Lira; con el Rector del Liceo de Hombres Roberto Humeres Oyaneder,  de San Felipe, Sr. Eduardo Herrera; con el Sr. Pedro Aguirre Charlín, exponente de la clase política chilena; con el Señor Luciano Ducó, Presidente de la Sociedad de Historia y Arqueología de Aconcagua y con algunos escritores de la Sociedad de Escritores de Chile, Filial San Felipe. Así por ejemplo, en la Escuela de Pocuro, de la Comuna de Calle Larga, donde cursó estudios primarios Aguirre Cerda,  existía en el interior del patio central, un busto de bronce para conmemorar su memoria; pues bien, el mismo fue cortado desde su base y nunca más se supo de dicha reliquia o de los autores de tan torpe acción. Violencia y rapidez para cortar un trozo de la historia política y de la historia del arte nacional, pues cada busto erigido, es también parte del estilo peculiar de nuestros artistas y trasunta su tendencia formativa y las influencias que ha recibido. Ello tiene preocupados a las autoridades regionales mencionadas y a sus asesores educacionales y culturales, y a otros  funcionarios encargados de las organizaciones comunitarias de la comuna.

A su vez, en un  recorrido por las calles de la ciudad de  San Felipe y por la comuna de Calle Larga y los poblados aledaños, tuvimos la oportunidad de estar en lugares tan importantes para nuestra historia como chilenos y como  latinoamericanos, como por ejemplo, la Escuela de Pocuro, donde estudió Pedro Aguirre Cerda, el destacado estadista de fines de los años treinta e inicios de los cuarenta, del Siglo XX, de nuestra historia reciente. La casona es un verdadero “cementerio cultural”, si pudiera decirse así, toda vez el techo, el cielo raso y habitaciones completas, están derruidas, o a punto de desmoronarse. Y si las autoridades educacionales o políticas no se ocupan de la misma, ésta se verá muy pronto convertida en escombros, o quizás transformada en una incipiente agroindustria, de esas que abundan por la zona. La misma suerte correrá  la casa que recuerda al destacado educador y político argentino, Faustino Sarmiento, que prácticamente está frente a la vieja Escuela de Pocuro. Ésta afortunadamente no está en mal estado, pero si esta olvidada; no existe nada que indique que en dicha calle, vivió  durante su estadía en la zona, Faustino Sarmiento, y si es que existe alguna señalización, está rayada por graffitis de jóvenes insensatos que lejos de todo sentimiento patriótico o de respeto cultural, rayan todo lo que se muestre como una muralla limpia. Así, volviendo a la Escuela de Pocuro, fuera de una placa  pegada al costado de la casa, no se reconoce nada más que nos haga sentir el peso de la historia.

Lo anterior, sumados a un sinfín de pequeños monolitos y bustos en deplorable estado, como el de Pedro Aguirre Cerda, en la esquina del Liceo de Hombres Roberto Humeres Oyaneder, de San Felipe, que está vergonzosamente rayado por graffitis; son todas expresiones de una práctica de contravalores que contribuyen a olvidar el paso del tiempo, y a poner en peligro nuestros esfuerzos por afiatarnos en la historia como chilenos y como latinoamericanos. Confiamos que el alcalde de San Felipe, Sr. Jaime Amar, con quien hemos conversado en distintas ocasiones por temas culturales y educacionales, pueda revertir la situación. Actos como éstos, apresuran la muerte de un sentimiento por lo nuestro, minan los denuedos por destacar los prohombres nobles y filántropos de nuestro país y jibarizan la magnificencia de la labor de los mismos.  Esto se acentúa si nos referimos al estado de nuestros patrimonios culturales y monumentos en general. Situación análoga a la detectada en la ciudad de San Felipe, se observa con frecuencia también en otras importantes ciudades del sur del país, y lo propio, pero con más fuerza aún, se percibe en la ciudad de Santiago: estatuas rayadas, bustos descabezados, casonas antiguas de familias nobles atravesadas por la locomoción colectiva,  o piletas de artísticos diseños de principios de siglo veinte, que en verano, por la inmediatez de la búsqueda de soluciones populistas, se transforman en piscinas populares. Ello es la consecuencia directa de un desconocimiento de la memoria histórica y colectiva que arrasa con los espacios públicos y no considera debidamente el respeto y manutención de dichas creaciones culturales y artísticas.

Ante situaciones como las mencionadas, a simple vista el radio de acción del ciudadano común y corriente, es muy reducido y pareciera ser  que nos queda sólo una autocrítica, y un  análisis histórico y cultural como chilenos. Sin embargo, esperamos que los alcaldes de las comunas mencionadas encuentren pronto los mecanismos de solución. Para  Calle Larga, es de esperar que se encuentren los recursos para reconstruir un nuevo busto de Pedro Aguirre Cerda, y que al mismo tiempo se obtengan los medios económicos para las urgentes reparaciones  de la casona que lo vio estudiar y modelar su carácter.

Y en lo referente a los monumentos de nuestra capital, es una tarea mayor, pero esperamos  que los actuales conductores de la res pública, puedan abocarse a la tarea restauradora. La misma no sólo es un deber como chilenos, sino un imperativo humanista que obliga  a los servidores públicos a cautelar el encuentro con nuestro pasado, a velar por las diversas expresiones de  nuestra identidad.

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Zenobio Saldivia Maldonado

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* Dedicado al Dr. Jaime Incer Barquero, como un modesto reconocimiento desde Chile a su tarea de búsqueda de las características y peculiaridades del cuerpo físico nicaragüense, en la prosa científica de viajeros y exploradores científicos que recorrieron Centroamérica entre los siglos XVI y XIX.

Publicado en Rev. Diálogos, Managua, Nicaragua, 2002

La ciencia en Chile principia a tener un corpus teórico, continuo y definido, desde la tercera década del siglo diecinueve. Ello porque a partir de este período se observa una actividad de la Historia Natural, con el propósito de alcanzar un adecuado conocimiento del cuerpo físico del país. Por otra parte, a partir de esta época, comienzan a aparecer diversas instituciones educacionales, que refuerzan indirectamente la necesidad de desarrollar la actividad científica.

Lo anterior, descansa a su vez, en una política visionaria de los gobernantes chilenos decimonónicos, en lo referente a impulsar la ciencia como una forma de contribuir a la tarea fundacional. La expresión más visible de esta política es la contratación de sabios extranjeros. Es en este marco político, social y cultural, donde se produce el arribo al país de naturalistas como Claudio Gay (1828), Rodulfo A. Philippi (1851) y muchos más; los cuales son contratados para realizar tareas de exploración e investigación científica.

El aporte de Gay

La obra de Gay es extraordinariamente vasta, pero recordemos al menos su condición de fundador del Museo Nacional de Historia Natural (1830), y de la enorme tarea taxonómica que realiza al clasificar la casi totalidad de los especímenes de la flora y fauna nacionales. Dicha labor es equivalente a presentar la naturaleza del país a la comunidad internacional. En esta comunicación centraremos la atención justamente en el rol taxonómico que desempeña el sabio francés y su visión de la flora y fauna chilenas.

Para realizar la labor de clasificar el mundo orgánico del Chile decimonónico, Gay cumple ciertas exigencias metodológicas y gnoseológicas propias del paradigma de trabajo de las ciencias de la vida, existentes en la época. En efecto, Gay concibe la ciencia como un dominio de la racionalidad, de carácter descriptivo, explicativo y nomológico, que da cuenta de los distintos procesos, fenómenos y entidades existentes en la naturaleza. Y estima que esta actividad de apropiación cognoscitiva, debe ser al mismo tiempo, de carácter utilitario; esto es, que debe servir a los propios moradores.(1) Para alcanzar el carácter pragmático de la ciencia, se requiere previamente, la organización y estudio sistemático de los sabios sobre la naturaleza del país. Esto es una forma de sugerir la institucionalización de la ciencia en la joven república, y al mismo tiempo, es la presentación de un télos: la vinculación ciencia – naturaleza. Al respecto, Gay señala: “Los infinitos seres naturales no podrán perfectamente conocerse sino luego que los sabios del país hagan un especial estudio de ellos.”(2)

Imbuido de esta concepción realista y pragmática, Gay recorre el país desde Atacama hasta la zona austral, durante doce años;: luego regresa a Francia (1842) para ordenar y preparar la edición de su monumental Historia Física y Política de Chile, obra de 26 tomos, donde presenta las formas de lo viviente existentes en el país. Conjuntamente con ello publica su Atlas, que en dos tomos, trae a presencia los aspectos sociales y costumbristas de la joven república de Chile; así como también hace constar con ilustraciones especializadas, los exponentes endógenos de la flora y fauna nacionales.

La explicación científica en Gay, consiste en nominar los distintos objetos de estudio taxonómico, describirlos minuciosamente y elucidar las interacciones recíprocas entre los mismos; esto con la finalidad de llegar a descubrir el encadenamiento de causas y efectos entre los exponentes del mundo orgánico en general.

Para alcanzar un mayor nivel de objetividad en el proceso cognoscitivo, Gay cumple dos fases complementarias de la investigación científica decimonónica:

Primero va directamente a los observables, asumiendo un rol de explorador; esto es, el apoyo empírico. Luego recurre al marco teórico vigente: esto es, a los cánones taxonómicos en boga en las comunidades científicas europeas, para la jerarquización y descripción sistemática de los exponentes de la flora y fauna chilenas. Tales cánones corresponden principalmente al modelo taxonómico implantado por Linneo y su concepto esencialista de la especie. Empero, en muchos casos, algunos especímenes de carácter endógeno, no tienen referente conocido y el sabio francés debe atribuirles una clasificación original.

En el contexto discursivo de Gay, la ciencia es concebida como una forma de elucidación de los datos del mundo, de acuerdo a leyes que los rigen y que muestran como están concatenados unos objetos con otros. La aprehensión cognoscitiva descansa así, en el determinismo causal que se hace extensivo a todo el universo natural. Ello previa constancia de los beneficios que tales objetos de investigación, pueden reportar a un país en plena tarea fundacional. Es la nota utilitaria y positivista que complementa la visión de la explicación científica del naturalista francés.“Positivismo y espíritu se daban la mano para creer que no existían límites para el progreso y la razón, que la historia tenía necesariamente una finalidad y que avanzábamos ineludiblemente hacia algo mejor”.(3) Este ideario positivista es parte del paradigma en el cual se sitúa Gay, desde mediados del siglo XIX.

El discurso científico de Gay, contempla diversas categorías conceptuales vigentes y proposiciones que van dando cuenta de las propiedades que poseen las distintas especies zoológicas y botánicas; así como las vinculaciones recíprocas y de los habitats de las mismas. Es posible observar la siguiente parsimonia explicativa para clasificar a cada espécimen:

1. Denominación taxonómica.

2. Descripción de las características más relevantes.

3. Nombre vernáculo.

4. Descripción minuciosa del observable.

5. Nota al pie de página.

Lo primero es equivalente a la atribución nominativa del individuo que se clasifica (en latín). Lo segundo, corresponde a la determinación de las características más notorias del ser vivo (también en latín). La tercera etapa, deja constancia de la denominación popular de la especie en cuestión; la penúltima, describe exhaustivamente las propiedades del objeto de la clasificación. Y la última, es equivalente a una sinopsis de la explicación que poseen los lugareños sobre la especie en cuestión; v. gr.:

“Otaria porcina”

O. dentibus incisoribus superiobus sex; caninis remotioribus, conicis, maximis; corpore fusco cinnamoneo, subtus palliddiore; extremitatibus nudiusculis, nigrescenttibus; pedum posteriorum digitis tribus, intermediis unguiculatis,, apendicibus longis linearibus terminatis.

O. Porcina Desmar., Mam., p. 252, -O. flavenscens? Poepp. Fror. Not., 1829, Nº 529 -O. Molinae, Dic. class. – O. Ulloae? Tschdi, Maamm. Cons. Per. – Phoca Porcina Mol.

Vulgarmente llamado Lobo de Mar ó Toruno, y Lame ó Uriñe entre los indios.

Cuerpo algo anguloso en los costados, de un brno canela, más pálido por bajo, y de seis á siete pulgadas de largo. Cabeza redonda; ojos grandes; orejas pequeñas y cónicas: boca rodeada de bigotes de un blanco sucio, muy derechos y espesos. Pi´´es negruzcos, glabros y arrugados. Cola muy corta…

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…Estos animales son sumamente útiles, puesto que los machos dan hasta cuatro galones de aceite y las hembras cerca de dos, con el cual se alumbran en las tiendas, particularmente en Chiloé, y casi todos los habitantes del campo no tienen otro de  que servirse, llenando una candileja, en la que ponen una mecha, y colocándola enseguida en uno de los rincones de su habitación.”(4)

En otro tomo de su Historia Física y Política de Chile, Gay señala:

“Ixodes ricinus

I. flavo sanguinneus; abdomine ovato, lateribus marginatis, subvillosis.

Vulgarmente garrapata.

Cuerpo subvelloso, de un amarillo morenuzco ó rojizo, producido por la sangre que chupa, almenado en su parte posterior, y encima con cinco manchas radiosas; patas y apéndices morenuzcos.

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Este Ixodo se halla parásito en los Perros y Bueyes. Le dan el nombre de garrapata.”(5)

De esta manera, Gay va clasificando los distintos exponentes de la naturaleza del país, logrando una sistemática más completa que las anteriores. Con el procedimiento de incorporar al pie de página, el conocimiento vernáculo, va acercando dos mundos: la naturaleza y el conocimiento popular; dicho recurso metodológico no afecta al paradigma taxonómico imperante, pero denota una búsqueda más integral en la aprehensión cognoscitiva; contemporáneamente podría decirse que es un intento de construcción cognoscitiva tridimensional, puesto que incluye: el objeto de estudio (flora y fauna chilenas), un sujeto aprehensor (el científico francés) y un alter -ego (la opinión de los lugareños) que actúa como referente complementario.

En síntesis, la construcción taxonómica de Gay, corresponde a un esfuerzo cognoscitivo que permite incorporar definitivamente las formas endógenas de lo viviente en Chile, al campo de la ciencia universal. Dicha tarea es también un supremo esfuerzo de autognosis, puesto que de esta forma el país logra una información actualizada de los especímenes de su flora y fauna y de las posibilidades de su explotación o industrialización posterior. Así, Gay muestra un mundo, la flora y fauna chilenas ordenadas sistemáticamente; pero también nos deja un legado, una manera de ver nuestro entorno natural: el asombro por la biodiversidad y la ansiedad por usufructuar positivamente de tales formas vivientes en aras del progreso material y espiritual. Es su manera de colaborar en el período fundacional de la república.

El aporte de Philippi

Rodulfo Amando Philippi (1808-1904), nace en Berlín, realiza sus estudios en Alemania y Suiza. Se recibe como médico cirujano en 1830, pero dedica su vida a las ciencias naturales; principalmente a la botánica. Llega a Chile en el año de 1851, en el marco de una política de contratación de científicos extranjeros, que vienen ejecutando los gobiernos del período, para incentivar el desarrollo de la ciencia y modernización del país.

Entre sus obras destacan: Viaje al desierto de Atacama (1860), Plantas Nuevas Chilenas ( 1893 – 1894), Los fósiles secundarios de Chile (1899), Los fósiles terciarios y cuaternarios de Chile (1887) y Elementos de Historia Natural (1885). A ello hay que adicionarle una vasta producción de artículos sobre la flora y fauna nacionales, que aparecen en los Anales de la Universidad y en la Rev. Chilena de Historia Natural.

En 1853, el gobierno chileno, consciente del desconocimiento de la zona norte del país, desde el punto de vista de la orografía, de la geología y de la flora y fauna de la región; encarga al naturalista Philippi que explore el desierto de Atacama, para dar cuenta de dichos tópicos. Los informes servirían para precisar los límites con los países vecinos, y para formarse una idea más acabada sobre las riquezas naturales de la zona.

Lo anterior, es el comienzo de una serie de viajes por el territorio nacional, que permiten al sabio alemán, tomar contacto con las formas de lo viviente en Chile.

Así, recorre más tarde los bosques de Valdivia, Llanquihue, Valparaíso, El Valle de Aconcagua, Santiago, Chiloé y las islas Quiriquina y J. Fernández, entre tantos lugares. En todos ellos, Philippi recoge fósiles, confecciona herbarios y trae cuanto espécimen pueda encontrar; sea para dejarlo en el Museo Nacional de Historia Natural, o sea, simplemente para clasificarlo. Esta parece ser su forma de encontrar al abigarrado mundo de la naturaleza del Chile decimonónico. Es su encuentro con las aves, mamíferos, coleópteros, crustáceos y otros exponentes del cuerpo físico del país, no bien conocidos aún; de plantas cuya existencia pasaron desapercibidas a Gay y otros naturalistas; de huellas del pasado geológico no observadas todavía; en fin, Philippi es el develador de la naturaleza olvidada.

Así, por ejemplo, con respecto a las plantas desconocidas del Chile del siglo XIX, da cuenta de ellas, en su obra: Plantas nuevas chilenas. Destaquemos de entre éstas a las crucíferas: cardamine ovata, cuyo habitat es la región de Palena, y la cardamine rostrata que habita en la región de Valdivia, y la cardamine integrifolia de las termas de Chillán. Y dentro de la familia de las Gypsophil; presenta a la gypsophilia chilensis, que habita en Aconcagua.(6) Dentro de la familia de las Rámneas, incluye a la retanilla mölleri, que habita en Renaico. Y dentro de las Papilionáceas, hace constar a la anartrophyllum brevistipula, que habita en Linares.(7) Y así sigue sistemáticamente en los distintos tomos de la obra, que incluyen millares de especímenes.

Con respecto a los mamíferos, destaca a una nueva especie de zorra: la cannis domeykoanus, que habita en la provincia de Copiapó.(8)

Su riguroso espíritu observador, le reportó muchas satisfacciones en el ámbito de la

ornitología; asípor ejemplo, en 1861, conjuntamente con Landbeck, identifican a una

nueva especie de aves marinas, que denominan thalassidroma segetthi. Th. et al.

Dichas aves se caracterizan porque parecen correr sobre las olas.(9)

En su exploración por los bosques de Valdivia, también en 1861; encuentra muchos coleópteros, dípteros e himenópteros, que no habían sido vistos todavía en Chile. Entre los himenópteros por ejemplo, describe un individuo del género pelecinas (10) En cuanto a los crustáceos, destaca al camarón de Coquimbo (bithynis longimana Ph.), que es muy estimado tanto por su comida como por su peculiar anatomía, puesto que posee un segundo par de patas muy fuertes que terminan en grandes tenazas desiguales.(11)

En fin, los ejemplos anteriores, ilustran el esfuerzo taxonómico sostenido por el científico alemán, en el plano de la sistematización de lo viviente en el país. Ello dentro del marco de una naturaleza cuyos principales exponentes ya habían sido descritos; empero la propia movilidad de la biósfera y la existencia de muchos especímenes de la flora y fauna , que no habían sido observados por lo impenetrable de los bosques en las décadas de las exploraciones de Gay, son ahora el universo que aborda Philippi.

Desde el punto de vista de su percepción de la naturaleza , más exactamente del modo de abordar los objetos de estudio taxonómico; Philippi, al igual que Gay, sale al encuentro de la diversidad de las formas de lo viviente, existentes en el país.

Por ello, percibe in situ el dinamismo de la naturaleza autóctona abigarrada del Chile decimonónico; de este modo entra en la diversidad misma de la flora y fauna y logra clasificar millares de plantas, descubre nuevos especímenes de la faauna endógena, e identifica fósiles de las distintas épocas geológicas existentes en el corpus físico del país.

Lo anterior, significa una aportación taxonómica considerable, que favorece un incremento cualitativo en el ámbito de las ciencias que estudian el mundo orgánico e inorgánico, v. gr.: la botánica, zoología, geología, paleontología, geografía de las plantas y otras. En otro plano de asuntos vinculados al paradigma de trabajo de las comunidades de estudio de la Historia Natural, Philippi es extraordinariamente pragmático; por ejemplo, sugiere la concisión para la identificación y descripción de los exponentes de la flora y fauna chilenas, pues esto ayuda a una mayor objetividad y rigor. Justamente en este plano, critica a menudo a Gay porque en el discurso taxonómico de éste, habrían repeticiones odiosas de los caracteres genéricos de los individuos que va tratando; todo lo cual, según Philippi, dificulta la distinción de las especies en vez de facilitarla.(12)

Por otra parte, su espíritu conservador en lo referente a los procedimientos de adquisición cognoscitiva y su alejamiento de las comunidades científicas europeas, lo llevan a no aceptar la teoría de la evolución de las especies, manteniendo esta posición durante toda su vida. Ello es paradójico, pues Philippi explicita claramente como se habrían producido alteraciones o modificaciones en algunas plantas y otros seres vivos, como resultado del proceso de colonización; esto es, de la incorporación de nuevas especies principalmente de la flora al medio natural, durante el largo período colonial, y sus implicancias en otros especímenes endógenos. En tales modificaciones el sabio alemán, no ve un proceso continuo de evolución de lo viviente; sino que interpreta dichos fenómenos, como la aclimatación de animales y plantas al cuerpo físico de Chile.

En cuanto a la estructura de su discurso científico, éste se ajusta a los requerimientos propios de la taxonomía, que priman en las últimas décadas del siglo decimonono. En rigor, la identificación, descripción y sistematización en general, de los especímenes de la flora y fauna chilenas, es muy similar a la de su antecesor francés, Claudio Gay. Las notas características de su discurso científico, son la extrema concisión para dar cuenta de las propiedades de los individuos que se clasifican, y la falta de notas explicativas al pie de página, que den cuenta del conocimiento vernáculo sobre el espécimen en cuestión; v. gr.:

“Stellaria Axilliaris. Ph.

A. glaberrima, ramosissima, cespitosa; foliis lineauribus, utrinque attenuatis; pedunculis axillaribus, unifloris, folium aequantibus; petalis angustis, bifidis, sepala ovato-oblonga aequantibus, capsula calycem vix superante.

In insula orientalis Fuegiae. Februario 1879 lecta.

Esta planta forma céspedes mui tupidos de altura de 20 milímetros. Los tallos son delgados, casi filiformes, y sus internodulos comunmente del doble largo de las hojas, que suelen medir 13 milímetros de longitud y 1 a 1 ½ milímetros de ancho.

Los sépalos miden 5 milímetros, muestran tres nerviosidades y su borde es anchamente escarioso. De los sobacos de un nudo, el uno produce una flor y el otro una rama”.(14)

O bien, en otro contexto taxonómico, Philippi señala:

“Spergularia tenella. Ph.

Sp. parvula,glanduloso-viscosa; caule protrato, radicante, ramis adscendentibus, c. 4

cm. altis, paucinodis bifloris, foliis inferioribus confertis, filiformibus, mucronatis,

internodia superantibus; stipulis dimidio internodio longioribus; pedunculo altero

nudo, altero vix longiore bifloio; petalis sepala aequantibus.

Ad montem Antuco invenit H. Volckmana loco dicto El ollo (El Hoyo?)

El tallo apenas es más grueso que medio milímetro, las hojas tienen a lo más 7 milímetros de largo, los sépalos 4 milímetros; no hay ningún fruto”.(15)

Las citas anteriores ilustran la prosa científica de Philippi, la cual incluye cadenas estructuradas de proposiciones -primero en latín y luego en español- con las cuales va describiendo y tipificando, las formas de la flora y fauna chilenas, para incorporarlas a la ciencia europea. Esta extensa sistematización realizada por Philippi, complementa la tarea taxonómica ya iniciada por Gay, que consiste en incorporar el mundo de lo particular a la ciencia europea, a la ciencia universal. La tarea taxonómica realizada por Gay y Philippi, nos han dejado una forma peculiar de aprehender y concebir el cuerpo físico de Chile, que ha llegado hasta nosotros, los ciudadanos del Chile contemporáneo.

De la labor realizada por Gay y Philippi, podemos colegir que para estos autores, la naturaleza es concebida como un cúmulo de cosas corpóreas y de fenómenos vinculados a los procesos de la vida, con una clara expresión de las peculiaridades, tanto de los exponentes orgánicos como inorgánicos, así como de las interacciones de los mismos.

Por ello, no es extraño que en el discurso científico de los autores mencionados, la naturaleza se presente como un universo peeculiar donde prima la más amplia diversidad de los exponentes de la flora y fauna, que no se da en otras partes del globo.

Así, el carácter vernáculo de la naturaleza, es insistentemente señalado por Gay y Philippi, como una de las notas constitutivas de nuestro medio, y tal reconocimiento de lo vernáculo, de la gea, flora y fauna chilenas, llega hasta el asombro; esto principalmente cuando los autores seleccionados comparan ciertos animales o plantas de nuestro país con otros de los mismos géneros de Europa.

Empero, también este universo natural es concebido al mismo tiempo como un reservorio para los requerimientos de una sociedad creciente. Desde esta perspectiva complementaria, el entorno es visualizado como un gran contexto, como un referente externo al cual lentamente va penetrando y dominando el chileno decimonónico y que le permite contar con una suficiente provisión de recursos para las satisfacciones de las necesidades de la población nacional, de algunas regiones de Estados Unidos y de ciertos países europeos. Dicha mirada decimonónica, por tanto, nos ha entregado una idea de naturaleza concebida como un gran referente orgánico e inorgánico, dinámico, bullente y poseedor de vastas expresiones endógenas. De una flora y fauna preñada de recursos o, que está ahí ante los ojos de los lugareños para que estos osen penetrarla; es el gran universo que al conocerlo y develarlo con la ayuda de la ciencia y la tecnología, los connacionales puedan obtener el máximo bienestar material y espiritual. Ello previa racionalización y ordenamiento de la labor de explotación de los recursos.

Así, nos hemos quedado con una visión de la naturaleza como medio para satisfacer las necesidades de la cultura material y espiritual del país. Luego, parte del ideario positivista decimonónico se ha quedado en nosotros mismos, que está frente a nosotros con su acervo de riquezas que hay que arrebatar. Ahora, lejos del tiempo en que el conocimiento de la naturaleza era una forma de contribuir a la construcción política del país, los chilenos podemos preguntarnos ¿no habremos exagerado el énfasis en la explotación de nuestra naturaleza, olvidando el equilibrio que tácitamente sugerían los propios sabios europeos, cuando hablaban de bienestar social y espiritual?

Notas

  1. Cf. Gay, Claudio: Agricultura chilena, De. Facsímil, Stgo.,1973. (1ra De. 1862) p.14.
  2.  Ibídem.,pp. 14-15.
  3. Israel, Ricardo: “Luchando por nacer: la comunidad científica en Chile”, Ciencia y Tecnología, F. Mönckeberg Editor, Stgo., 1989, p.97.
  4. Gay, Claudio: Historia Física y Política de Chile, Zoología T. I, 1847, Impr. M. et Renou, París, pp.74-75.
  5. Ibídem., Zoología, T. 4, 1849, p. 46.
  6. Philippi,R.A.; Plantas nuevas Chilenas, T. I. Impr. Cervantes, Stgo., 1893, p.70 y siguientes.
  7. }Ibídem., T. II, 1894,p.9
  8. Philippi,R. A.: “Nueva especie chilena de zorras”, Anales de la Universidad, T. CVIII, 1901, Vol. I., Stgo.
  9. Philippi, R.A.: “Descripción de una nueva especie de pájaros del género Thalaassidroma” (Philippi-Landbeck), Anales de la Universidad, T. XVIII, Stgo., 1861, p.27 y ss.
  10. Philippi, R. A. : Anales de la Universidad, Ibid.,p.22.
  11. Philippi, R. A.: Elementos de Historia Natural, Stgo., 1885, p. 178.
  12. Philippi,R. A.: Plantas Nuevas Chilenas, T. I., op. cit., p.65.
  13. Cf. Márquez B., Bernardo: Orígenes del darwinismo en Chile, Ed. A. Bello, Stgo.,1982, pp.21-26
  14. Philippi, R. A.: Plantas Nuevas Chilenas, T. I., op. cit., p. 762.
  15. Ibídem., p.766.
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Zenobio Saldivia Maldonado

Introducción

Hoy día es muy frecuente el uso de la noción “paradigma” en las comunidades científicas, tanto en el ámbito de las ciencias naturales como en el campo de las ciencias sociales; casi podría decirse que su utilización se ha extendido a nuevas áreas jamás  sospechadas por los propios gestores de la noción en comento, y a juzgar por la repetición casi mecánica del concepto, en muchos medios de comunicación; es evidente que su uso se ha popularizado y tanto  los exponentes de las comunidades científicas como los  académicos y hombres públicos, la utilizan con frecuencia. ¿Pero que entendemos, por dicho concepto?

Independientemente de definiciones más especializadas, como las de Thomas Kuhn y otros, que analizaremos en su momento, los paradigmas constituyen esquemas que involucran conceptos epistemológicos, teóricos, normativos, operativos  y metodológicos, y en su conjunto posibilitan la existencia de reglas y otros supuestos de la actividad de  las comunidades científicas. En rigor, un paradigma es un conjunto de compromisos  básicos, principalmente axiológicos, instrumentales y metodológicos que son compartidos y respetados por los miembros de una comunidad científica. Dichos paradigmas, en el universo de las ciencias sociales, prácticamente ocupan una posición intermedia entre las concepciones generales, propuestas por las distintas escuelas filosóficas y los diseños de investigación-evaluación utilizados en los diversos estudios sociales.

Ahora bien, si partimos de un supuesto como el que sustenta el epígrafe de esta comunicación; es decir si otorgamos el estatuto de factum  indubitable, acerca de que la epistemología actúe como un supra paradigma de la psicología, entonces queda de manifiesto que ésta queda subsumida dentro de un marco teórico interesado por los principios antropológicos y los criterios de validación del conocimiento de dicha disciplina. Empero, no sólo en cuanto a los criterios de validación del conocimiento aportado por la psicología, sino que también en el plano simplemente lógico, es, inevitable pensar en la posibilidad de que la epistemología  sea un paradigma directriz de la psicología, puesto que esta joven disciplina no puede abstenerse de los grandes principios del pensamiento, de las leyes que rigen la intelección humana. Por ello, entonces, estamos obligados a traer a presencia las virtudes que dejen de manifiesto que la epistemología actúa como eje revisor o crítico de la psicología, desde el punto de vista de los fundamentos de ésta última.

La epistemología como se sabe, es una disciplina que estudia la génesis, el desarrollo y los resultados del conocimiento científico. Es una ciencia que estudia a la ciencia. Por tanto, apunta a un análisis cualitativo y holístico sobre la ciencia, sobre los aspectos normativos de ésta, principalmente sobre los criterios de validez de la apropiación cognoscitiva de la ciencia. Este tipo de preocupaciones por cierto, alude al análisis de tópicos de carácter metodológico, a los aspectos vinculados a los supuestos últimos de la validez y de la objetividad de los conocimientos que va recabando la ciencia en general y la psicología en particular; y en general focaliza también la atención sobre el cuerpo de reglas y procedimientos que la ciencia, como estructura operativa y como institución, utiliza para cumplir su tarea: nombrar, describir, explicar y predecir. Y por cierto, en el caso de la psicología, habría que agregar también, revertir, en el bien entendido de que la psicología principalmente de la conducta, puede revertir conductas negativas o de autoagresión de un sujeto, por ejemplo.

Entonces, ¿cómo una ciencia que tiene por objeto de estudio, la vastedad del universo cognoscitivo de la episteme, puede constituirse en paradigma de la psicología?  Nuestra hipótesis es la siguiente: no es que la epistemología por ser un mega universo disciplinario, sea  el paradigma de la psicología; sino mas bien, es por la condición de marco teórico, lógico, metodológico y filosófico imprescindible, centrado en el análisis de conceptos, es que la epistemología le permite a la psicología, contar con un acopio de análisis y enfoques críticos sobre las principales categorías en que descansa esta disciplina. Así, nociones tales  como  la  idea de explicación científica, la objetividad, los criterios de validez, y otras, como se ha señalado con antelación, son pensados también en la psicología. Y en  este sentido, la comunidad de los estudiosos de la conducta, queda así con la posibilidad de aplicar estos cuestionamientos y otros que emerjan de la propia creatividad del psicólogo, a los conceptos, y a la estructura argumentativa en general de algunos paradigmas específicos vigentes en su propio campo disciplinario. Ello, con el objeto de encontrar un rango mínimo de certezas en la tarea de explicar los fenómenos de la conducta de las personas.

Es en este marco de interpretación, por tanto, es donde debemos preguntarnos acerca de las virtudes o bondades de la epistemología. Y situados desde esta perspectiva, queda claro una primera propiedad de la epistemología: su carácter de actuar como un reservorio  filosófico; esto es que cumple con el rol sintetizador de los distintos saberes y formas discursivas y significa que está en  condiciones de sintetizar el conocimiento que fluye de las distintas áreas de la cultura; esto es, como un espacio intelectual, como un gran  cuerpo de ideas, o -metafóricamente hablando- una tierra nueva y distante con otra flora y otra fauna que abre horizontes al profesional de la psicología. Ello se comprende toda vez que la epistemología en tanto ciencia que se estudia a sí misma, también ha ido recibiendo los aportes de nuevos constructos explicativos sobre la idea de ciencia y acerca de la validez en que descansa  esta forma de ejercicio de la racionalidad. Esto ofrece nuevas perspectivas para el autoanálisis de la  propia psicología en lo referente a la consistencia de su quehacer, en cuanto a una mirada crítica de la validez de sus instrumentos, o en cuanto a una reactualización de sus nociones tradicionales como personalidad, normalidad, conducta y otras.

Epistemología y revoluciones científicas

El gran difusor del concepto de paradigma, en el sentido utilizado en ciencias, es Thomas S. Kuhn, quien en su obra The Structure of Scientific Revolutions (1ra Edición, 1962, Chicago), lo utiliza para dar cuenta de una o más realizaciones científicas pasadas, que alguna comunidad científica particular reconoce  durante cierto tiempo como fundamento teórico- práctico de todo su quehacer  posterior. El mismo autor, sin embargo, le atribuye más tarde otros significados; entre estos, los siguientes: considerarlo como un marco teórico que posibilite la elección de problemas y  la selección de técnicas con las cuales analizar a los mismos. En algunas ocasiones, incluso parece darle al término en cuestión un sentido muy amplio, como una visión general del mundo. En otras, parece presentarlo como un conjunto de valores, métodos y técnicas de la actividad científica. En el mismo libro, pero en una segunda edición, Kuhn reconoce la imprecisión terminológica del concepto y sugiere entenderlo como “matriz disciplinaria”. En otro lugar, sugiere entenderlo como “un logro científico fundamental, que incluye una teoría y alguna aplicación ejemplar a los resultados de la experimentación y la observación”.(1)

De tales acepciones queda claro que la idea de paradigma en este autor, apunta a la participación de los miembros de una determinada comunidad científica en una misma estructura teórica, en una idéntica constelación de compromisos del grupo, y en un determinado universo de ejemplos de resolución de problemas presentados en una disciplina. En este sentido, según Kuhn, no habría un solo paradigma propio de la comunidad científica internacional, sino varios que pueden estar siendo utilizados en los distintos campos, e incluso en una misma disciplina, como una especie de corpus de apoyo para la resolución de los problemas. Pero lo más relevante de esta concepción de Kuhn, es que los paradigmas no están fijos, sino que están en un proceso de transición. El cambio generalizado en la comunidad científica, de un paradigma por otro, constituye una revolución científica y marca un nuevo hito en el desarrollo de la ciencia en general.

Los paradigmas guían a los miembros de la comunidad científica, en su tarea rutinaria de la ciencia normal, indicando los caminos de acción y posibilitando la identificación y la interpretación de reglas que pueden abstraerse de la práctica en que están insertos. El paradigma específico que adquiere una comunidad científica mediante la preparación previa, les proporciona las reglas del juego y describe los elementos constitutivos con los que se ha de jugar. (2) Ahora, si hacemos extensivo estas nociones al ámbito de la psicología, entonces podemos colegir que Kuhn estaría recordando a los profesionales de la psicología, que éstos cuentan ya con diversos modelos explicativos que les proporcionan cierta confianza en la búsqueda de la anhelada validez, para asumir la tarea de observar y explicar las conductas individuales;  entre estos el psicoanálisis, el gestaltismo, el conductismo, el constructivismo, la logoterapia y otros. Por cierto, la noción de paradigma en el sentido kuhniano, no puede valorar o determinar la supremacía de uno sobre otros, toda vez que ello sería equivalente a  homologar énfasis distintos del comportamiento humano, a emparentar resultados observables distintos de los individuos, o  a concentrarnos en motivaciones personales distintas.

Por otra parte, si se pretende privilegiar un modelo explicativo propio de la psicología y atribuirle al mismo un alcance explicativo mayor y que sea factible de aplicar en la mayoría de las tareas de la psicología;  caemos en el riesgo de un reduccionismo epistemológico, puesto que las categorías centrales constitutivas de un modelo explicativo y que forman su eje directriz, no necesariamente son válidas  para  explicar las conductas de sujetos determinados con su particular realidad personal y sus propias vivencias históricas y sociales. Así, las categorías de “vida onírica”, “asociación libre de ideas”, y otras propias del psicoanálisis; no serían las más apropiadas para la conducción de un análisis de ciertos conflictos de un sujeto que tenga escasa fantasía y que de ordinario no recuerda sus sueños.

Empero ello podría ser el complemento de un proceso de análisis de las dificultades interpersonales, que pudiera tener un sujeto; en el cual el especialista, dentro de un proceso de terapia amplio y emergente, frente a un sujeto imaginativo, con una rica vida interior y de alto nivel intelectual; emplee el diálogo, el análisis de los sueños, estados de trance y algún fármaco como un ansiolítico u otros. Lo anterior pretende ilustrar como un modelo  en psicología clínica, tiene una cierta fuerza que radica en su consistencia interna y un alcance explicativo que depende tanto de la realidad personal del  observador como del observado, así como de la confianza que despierta entre sus pares, la utilización del mismo. Por otra parte, del ejemplo precedente, se desea colegir también que es perfectamente factible la convivencia de distintos paradigmas en una disciplina, especialmente en ciencias de la conducta; sin que ello signifique la depredación de otro o de los otros en boga.

Por cierto, dentro del universo de enfoques sobre la ciencia hay también posiciones radicalizadas y muy críticas sobre la forma de adquisición de los conocimientos; es el caso de Paul Feyerabend y su conocida tesis: “todo vale en el conocimiento científico”, popularizada a partir de la publicación de su texto: Contra el Método. Para este autor, en síntesis, la denominada racionalidad científica en que descansa el método científico, con sus cánones  y     parsimonia obligatoria, no corresponde a un espíritu verdaderamente crítico y pluralista que debería existir en el proceso de investigación científica, y que por tanto, esa forma tradicional de ejercer la racionalidad científica, no es el pilar en el que descansan los nuevos descubrimientos. Ello, toda vez que para Feyerabend, el conocimiento nuevo sólo se alcanza, justamente cuando los científicos se alejan de los elementos constitutivos del paradigma en uso en una disciplina y de una  identificación con el éxito y el progreso científico; esto es  cuando audazmente abandonan los procedimientos, métodos, reglas, criterios y valoraciones, propias del ámbito de la justificación dentro de la investigación científica. A su juicio, la aprehensión cognoscitiva acontece más bien al recurrir a una metodología que va más allá del paradigma vigente en las distintas ciencias particulares, y que permita arribar a  nuevas teorías sobre el fenómeno o sobre el objeto de estudio  específico; probando así, caminos insospechados, hipótesis aparentemente descabelladas, procedimientos alternativos de inducción y contraindución, y en general recurriendo a cualquier procedimiento que la imaginería del observador sea capaz de construir. De aquí  su expresión: “todo vale”. Por eso, dentro de la serie de ejemplos históricos con los que pretende ilustrar su tesis, recuerda a la revolución copernicana o el atomismo griego.

Y confronta también los estilos de trabajos de astrónomos y físicos para dejar de manifiesto que no usaban todos una metodología uniforme: “Ni Galileo, ni Kepler, ni Newton utilizaban métodos específicos bien definidos. Son más bien eclécticos, oportunistas. Naturalmente cada individuo tiene un estilo de investigación que da a sus trabajos una cierta unidad; pero el estilo cambia de un individuo a otro y de un área de investigación a otra.” (3) Así como también señala que los astrónomos de formación escolástica por ejemplo, se negaban a usar el telescopio y cuando los menos, procuraban utilizarlo, no veían nada; no veían las manchas solares, no veían las protuberancias de la luna, ni las lunas de Júpiter.(4) Lo anterior es comprensible, puesto que  estos astrónomos estaban enfrentando los observables a partir del antiguo paradigma  geocéntrico de Ptolomeo, y no desde el punto de vista de un Modelo heliocéntrico, como el que sostenían Copérnico y Galileo. Y por otra parte, es comprensible también dicha situación, toda vez  que  tal  como  hoy sabemos, cualquier instrumento científico requiere entrenamiento previo, requiere un acucioso dominio previo para interpretar adecuadamente los puntos, líneas, contornos y centros  de focalización de los ángulos o perspectivas desde donde se aborda al observable.

Lo rescatable para la psicología en este caso, es justamente la conveniencia de no cerrarse a la pluralidad de enfoques; puesto que después de todo, el psicólogo contemporáneo no puede olvidar que la biodiversidad comienza en las sencillas interrelaciones de las amebas, protozoos y otros seres vivos y termina hasta donde sabemos, en las complejas e infinitas posibilidades de reacción conductual de los seres humanos. Y si esto funciona en el ámbito biológico, con mayor razón en el ámbito de la vida privada y de las conductas individuales. De manera que la crítica de Feyerabend a la confianza extrema en el paradigma vigente, es un recordatorio, o un llamado a la tolerancia y a la mesura, en lo referente a la explicación de ciertos comportamientos, que puedan proporcionarnos los profesionales que trabajan con personas; puesto que si bien todos compartimos los niveles biológico, social y psicológico, de los que habla Itzighon, para dar cuenta de la realidad; (5)sin embargo, cada uno de nosotros  ha construido sus dos últimos niveles con diferentes circunstancias y peculiaridades, que nos llevan finalmente a estructurar nuestra unicidad y a  ser el que somos. Por tanto, es de esperar que el profesional de la psicología, sea justamente un exponente de los trabajadores sociales, o un tipo de servidor público, que se caracterice por dar explicaciones  cuidadosas, no apresuradas y que sin romper su compromiso científico y ético, le permita ir más allá del paradigma específico que en este  momento pueda estar en boga y logre el adecuado equilibrio de su  oficio que se desliza entre los criterios de amplitud de las humanidades y la objetividad de la ciencia.

Por su parte, esta comunicación quedaría escindida si no analizáramos e interpretáramos la obra piagetana, o al menos, parte de ella; toda vez que   Piaget desde el punto de vista de la psicología  ha jugado un doble rol: como  psicólogo y como epistemólogo y sus contribuciones provenientes de ambas áreas, han fortalecido la base empírica y teórica de ésta disciplina y le han dejado también un nuevo paradigma: el constructivismo. Este modelo explicativo, probabilístico, y dialéctico; no deja de asombrarnos; tanto por su ductibilidad, su flexibilidad y su riqueza dialéctica, así como por su persistencia en el tiempo. Este es el constructivismo o constructivismo piagetano, que entre sus características presenta claras aristas de actuar como un corpus metodológico o un conjunto de  procedimientos operativos para el estudio del conocimiento ontogenético y filogenético; dicho corpus, se nutre a su vez, de las categorías y teorías que le  aporta la epistemología genética, disciplina  que actúa como fundamento teórico, empírico e institucional y con la cual se fusiona en su ámbito de aplicación.

Piaget define la epistemología genética como “el estudio de la constitución de los conocimientos válidos” (6) o como “una disciplina que estudia el paso de un conocimiento de menor validez a otro de mayor validez” (7). En este sentido la epistemología genética aborda el estudio de las condiciones de validez   formal (la estructura lógica de los conocimientos) y las condiciones de hecho (las acciones específicas), relativas tanto al aporte del sujeto como del objeto en la estructuración del conocimiento. En la práctica, esta disciplina ya consolidada como institución social desde 1955, actúa como una ciencia abarcadora y posee un vasto rango explicativo. Incluye entre sus objetos de estudio; la génesis y evolución del conocimiento individual y el origen y desenvolvimiento del conocimiento científico; como también, en tanto cuerpo teórico, incluye  las distintas nociones y teorías que Piaget ha formulado para explicar el desarrollo  del conocimiento.

Entre estas, la Teoría del isomorfismo biología lógica, la teoría de la equilibración, la Teoría evolutiva de la inteligencia y la teoría del Círculo de las ciencias. Y en la práctica, utiliza el método de la psicogénesis y el método histórico crítico, sumado a la colaboración interdisciplinaria. Con estos elementos en su conjunto, la epistemología genética actúa entonces como una supradisciplina, tanto  por su fundamentación teórica y su apoyo empírico y actúa también  como  paradigma directriz para el trabajo en las distintas áreas de la psicología, de las ciencias de la conducta en general, e incluso en los campos de la historia de las ciencias, e historia de las ideas y en biología y otras, que quedan ubicadas dentro de lo que hoy se denomina “ciencias cognitivas”.

En rigor, la epistemología genética centra la atención en la génesis de los conocimientos y en todo el proceso de formación de los mismos, para delimitar los estadios evolutivos de acuerdo a la presencia y dominio de determinadas estructura lógico-matemáticas, que  deberían acontecer en dichas fases.     Desde el punto de vista de la  epistemología genética  el conocimiento es un proceso verificable, y justamente el mismo, entonces es posible de verificar experimentalmente o de observar lo  que se deduce en los procesos 1ógicos; es decir, un resultado, un punto al que se llega. En el caso del sujeto, el resultado observable son sus procedimientos operatorios que muestran el dominio de determinadas estructuras 1ógico matemáticas. Por tanto, se trata de un paradigma que privilegia las estructuras, o más exactamente el proceso de construcción de estructuras inserto en la evolución cognoscitiva individual o de un cuerpo científico. Piaget lo expresa en estos términos: “…si todo conocimiento es siempre un devenir que consiste en pasar de un conocimiento menor a un estado más completo y eficaz, resulta claro que de lo que se trata es de conocer dicho devenir y de analizarlo con la mayor exactitud posible.” (8)

Desde este punto de vista, por tanto, se concibe el desarrollo del conocimiento como un proceso que incluye estadios en permanente construcción, donde cada situación previamente conectada a otra anterior, está pronta a transformarse en un nuevo período evolutivo de mayor riqueza cognoscitiva. Y parte de un supuesto previo que podemos considerar como un factum evolutivo; esto es que si un sujeto alcanza un determinado hito evolutivo y el dominio de las estructuras lógico operativas de dicho período, necesariamente tiene que pasar al siguiente, que lo deja en una nueva situación de mayor equilibrio y riqueza cognitiva para adaptarse al medio y para asimilar del mismo los elementos más apropiados para su mejor interacción con el medio y con los otros. Así, siempre dentro de una marcha ascendente hacia el progreso y el mayor equilibrio, entendido éste como un nivel de mayor dominio de estructuras operativas y conductuales que adquiere el sujeto para enfrentar los nuevos posibles. Luego, desde la perspectiva constructivista piagetana, todo el proceso de elucidación del desenvolvimiento cognitivo y los observables previamente seleccionados y que concitan la atención del investigador, para su   análisis posterior; apunta a las estructuras. Así, la tarea de los psicólogos situados en las distintas áreas de su profesión, imbuidos del paradigma constructivista, sería equivalente a una tarea sistemática que apunte a explicar la génesis y el dinamismo de las estructurasen los individuos o en los cuerpos disciplinarios.

Lo anterior, permite comprender porqué este Modelo explicativo del desarrollo cognitivo, es conocido también como un Modelo de equilibrio aplicado al desarrollo mental, o como una concepción del equilibrio en el desarrollo. (9) Se denomina así, puesto que da cuenta del proceso de intercambio continuo de un organismo con su medio, caracterizado por constantes interacciones sujeto – objeto que posibilitan los diversos estadios de equilibrio y las diferencias cualitativas entre dichos estadios.

Por tanto, se observa que este paradigma, tiende a la explicación global del desenvolvimiento del conocimiento y su máxima pretensión es organizar los fundamentos científicos de dicha forma de aprehensión. En este sentido, la epistemología piagetana, continúa la labor de la epistemología tradicional y sigue siempre en su campo delimitado de trabajo, la investigación de la marcha cognoscitiva; Popper, también reconoce este tema como el leit motiv de la epistemología; al respecto señala: “… el problema central de la epistemología ha sido siempre y sigue siéndolo, el del aumento del conocimiento. Y el mejor modo de estudiar el aumento del conocimiento es el estudio del conocimiento científico.” (10) Así, este Modelo  considera que al dar cuenta de las estructuras lógico–matemáticas que participan en la inteligencia se puede llegar a la estructura del mundo, previa colaboración de las ciencias experimentales.

En la actualidad, las investigaciones en ciencias sociales tienden a seguir algunos de estos significados aquí analizados, en el empleo de la noción de paradigma. Claro está, en todo caso, que los distintos estudiosos de las disciplinas sociales, muestran algunas correlaciones entre sí y también algunas divergencias en cuanto al empleo de dicho término. De este modo, la función final de la investigación social varía en su énfasis, dependiendo del paradigma al cual se adscriben consciente o inconscientemente los  investigadores. Más recientemente, el término “paradigma” se populariza aún más, con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo Joel Barkel; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales y la fotocopiadora, lo hace extensivo al ámbito tecnológico, al campo de la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general; que se habrían implantado en el mercado internacional, como consecuencia de la audacia en la introducción de una novedad en el procedimiento o en los campos mencionados; empero como este sentido escapa a los intereses de los profesionales de psicología, nos limitamos sólo a dar cuenta de su existencia.

Una noción de paradigma más vinculada a la función de la investigación social, tendiente a la comprensión y explicitación de la realidad, la encontramos por ejemplo en Briones: Un paradigma es una concepción del objeto de estudio de una ciencia, de los problemas generales a estudiar, de la naturaleza de sus métodos y técnicas, de la información requerida y, finalmente, de la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada.(11). Aquí se atribuye un fuerte énfasis a la interpretación de los resultados, ámbito en el cual de ordinario en ciencias sociales, queda abierto a lecturas disímiles frente a un mismo fenómeno social; lo cual es muy frecuente en estudios sociológicos e históricos.

La función final en rigor, se centra en el nivel de conocimiento que se desea alcanzar. Así por ejemplo, desde la perspectiva del paradigma marxista, la función final de la investigación social es explicar la estructura y las leyes del desarrollo de la sociedad y en este contexto la casuística  que se estudie en psicología tendría principalmente su génesis en las particularidades de la interacción estructura y superestructura de la sociedad. Y si se considera el paradigma analítico-explicativo la función final de la investigación social sería la obtención de una descripción y explicación  de  la dinámica social. Y si se considera el paradigma cualitativo-interpretativo, la función última de la investigación social sería principalmente  la interpretación de la conducta del individuo en sociedad. Lo anterior, es conveniente tenerlo presente para cualquier estudio de carácter social, toda vez que la descripción y explicación que un autor logre alcanzar sobre la realidad social, estará por tanto comprometido con el Modelo explicativo utilizado, constituyendo  así una aproximación entre teoría-hipótesis hechos, que puede ser más o menos alcance explicativo que otras, pero nunca será la definitiva.

Conclusión

Tal vez el uso exacerbado que hoy se hace de la noción de paradigma, en los distintos campos, incluso más allá de las ciencias sociales; nos recuerde justamente eso: que la validez de la explicación que podamos obtener sobre un campo acotado, en este caso la psicología, tiene alcance sólo dentro de los conceptos básicos implícitos de la teoría elegida.

Generalmente también,  la preocupación por el tema de los paradigmas, trae a la discusión interrogantes que son de clara naturaleza epistemológica (principalmente de índole metodológico – descriptivo) y que sobrepasan los limites de los acotados campos científicos. En general son preguntas como las siguientes ¿qué criterios utilizan los científicos para elegir una teoría y abandonar otra?, ¿por qué medios las ciencias obtienen el conocimiento?, ¿cuál es la noción de verdad en ciencias?, y otras referentes por ejemplo a la clasificación,  y a los aspectos éticos de las ciencias. Extrapolando esas inquietudes bien podemos preguntarnos, acerca de los criterios que usan los psicólogos para abandonar una teoría (por ejemplo conductista o gestaltista), y privilegiar un enfoque rogeriano u holístico, por ejemplo. Tales cuestiones no son  posibles de responder únicamente desde el terreno de los hechos, o de la casuística del ejercicio de la profesión del psicólogo, o de la simple armazón teórica de la psicología como disciplina social y experimental. Por tanto, se requiere de un análisis epistemológico amplio, o de una metateoría sobre el aparataje cognitivo de las ciencias, por así decirlo. Y aquí otra vez, está la epistemología como norte para el psicólogo contemporáneo.

Por lo anterior, se estima que la epistemología, como disciplina, está  vigente como otro camino más, para la búsqueda y comprensión de la validez del conocimiento específico aportado por la psicología y para la interpretación del mismo, inserto en el dominio del conocimiento universal. Está también para recordarles a los psicólogos y a otros profesionales vinculados a las ciencias de la conducta, que si bien son los métodos científicos los que nos  proporcionan objetividad, tal objetividad no es algo interno a los mismos.  La objetividad no está en los métodos; está en los “informes” acerca de los hechos que estos nos proporcionan, es a partir de aquí donde  resulta la armonía universal en la comunidad científica como ya lo señalara en su tiempo  Poincaré. (12)

Notas:

1. Cf. Kuhn, Thomas S.: “Los paradigmas científicos”; Barnes, B. et al.: Estudios Sociales de la Ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1980., p.89.

2. Ibídem., p.94.

3. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el método, Ariel, Barcelona, 1981; p. 48.

4. Ibídem.; p.49.

5. Cf. Itzigsohn, José et al. : Estudios sobre psicología y psicoterapia, Ed. Proteo, Bs. Aires, 1984, p.87.

6. Cf. Piaget, Jean: Logique et connaissance scientifique, Gallimard, París, 1967; p.6.

7. Ibídem.;

8. Piaget, Jean: Psicología y epistemología, Ariel, Barcelona, p. 13

9. Cf. Flavell: La psicología evolutiva de Jean Piaget, Paidós, Bs. Aires, 1968; p. 37.

10. Popper, K.: La lógica de la investigación científica, Técnos, Madrid, 1971; p. 16.

11. Cf. Briones A., Guillermo: “Epistemología de la investigación”, Módulo I, Curso Educación a distancia: Métodos y Técnicas avanzadas de investigación aplicadas a la educación y a las Cs. Sociales., Stgo., 1989.

12. Poincaré, Henri: La valeur de la science, Flamarión, parís, 1970; p.184

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Art. Publicado en la Rev. de Sociología, U. Ch.,Stgo., 1993, Nº8. (pp.131-136).

Berríos C., Mario y  Saldivia M., Zenobio

 Introducción

Estudiar los orígenes de la ciencia en Chile, es entrar en un tema que concita la atención de investigadores interesados en cuestiones epistemológicas, referentes a la génesis y desarrollo de la ciencia en América, como también a estudiosos preocupados de la Búsqueda de la identidad latinoamericana. En muchos aspectos tales investigaciones se complementan y se tocan en sus deslindes conceptuales. Ello no es extraño pues analizan el mismo marco cultural, histórico, social y político; en este caso, principalmente el siglo XIX americano. En este marco cultural e histórico, la noción de conocimiento científico, la visión de la naturaleza y las formas discursivas empleadas para la explicación científica, perfilan la actividad intelectual y social denominada ciencia en dicha época. En lo que sigue se analiza la visión de la naturaleza en Manuel de Salas (1755-1841) y en Claudio Gay (1800-1873). Ambos autores son relevantes para elucidar la construcción de un concepto de ciencia en Chile, justamente por su preocupación sobre el lugar que ocupan las ciencias naturales y matemáticas.

Aunque las preocupaciones de ambos responden a motivaciones diferentes, el resultado final ha sido poner la piedra angular para comprender la base sobre la cual arrancó la visión de la ciencia actual.

 Manuel de Salas o el lugar de la ciencia útil

Aparentemente el problema de la naturaleza para Salas lo tiene sin cuidado.

Lo que le interesa es el uso de la ciencia en forma instrumental, para el posterior dominio de la naturaleza. La obra de Manuel de Salas ha sido publicada cercana a la celebración de los cien años de vida del Chile independiente. En efecto, los tres tomos que componen su obra, vieron la luz entre 1910 y 1914. Quien recogió sus aportes y reflexiones fue su descendiente Juan Salas. Don Manuel era todo para todo. “Con el mismo tesón y energía luchaba con los obstáculos que le impedían abrir a la juventud el camino de las profesiones científicas y hacía campaña para que sus paisanos adoptaran el culén en lugar del té, como más higiénico y económico.” Salas fue un precursor. Fue testigo de los avances que quiso realizar Carlos III y al mismo tiempo es hombre de la independencia de Chile en 1810. Fue precursor en un doble sentido: preparar a los chilenos para las profesiones científicas y buscar apoyo en lo nacional.

Su punto de referencia es el mundo de la ilustración. El siglo de las luces reveló las verdades útiles. Escribe: “Estudiando la naturaleza, conociendo las cosas por sus causas y principios, se halló la senda única y más corta de hacer felices a los pueblos dándoles las luces y ocupación cuya falta los abrumaba.” En este contexto la naturaleza en sí no interesa en sus especificidades, sino como totalidad útil; “ siendo éste y no habiendo otro, el de vulgarizar los conocimientos que facilitan el cultivo de las producciones propias, y que por eso han merecido justamente el nombre de ciencias útiles, lo he procurado constantemente.”

Las ciencias están para ser útiles. El estudio de la naturaleza no tiene otro sentido que procurar el cumplimiento de la modernidad anunciada en la ilustración: “Las ciencias especulativas, necesarias a la conducta del hombre, no pueden ocuparnos a todos, ni servir a todas las necesidades.”

Así el derecho, la teología, las lenguas clásicas, no solo nos sirven para estudiar la naturaleza que nos rodea, sino que además mantiene todo en el estatus quo colonial. De lo que se trata es romper ese estancamiento ya que de ello emergerá el mundo nuevo que se entregue.

“Una agricultura sin consumos ni reglas, una sombra de industria sin enseñanza ni estímulo, un comercio, o propiamente mercancía de rutina, sin cálculos, combinaciones ni elementos, necesitan para salir de la infancia y tosquedad los auxilios del arte de medir y contar, por ciego defecto no se ve aquí en estas profesiones pasar de la mediocridad, como sucede a cada paso en todo el mundo; y por eso la común prosperidad, que nace de la individualidad, no avanza una línea.” El objetivo, por tanto, es la agricultura, la industria y el comercio. La ciencia es para lograr que la naturaleza sea productiva. Para Salas existe una relación entre estas ciencias útiles y dominadoras de la naturaleza, con el concepto de hombre ilustrado. El hombre ilustrado es aquel que, salido de la infancia, domina su entono, y en ese sentido es posible comprender la dura lucha que tuvo que librar para asentar la cátedra de matemáticas en Chile, dado que no existía. Así en 1795 experimenta la necesidad de generar clases de geometría, aritmética y dibujo, porque ellas son necesarias para la agricultura, el comercio y la industria. Solicita salas de clases e insiste en que el gasto para el erario del gobierno sería poco, y aunque el proyecto es reconocido como laudable, los fondos no alcanzan para ello. Su punto de apoyo es su firme convicción de que tales estudios son necesarios para superar la mentalidad del

escolasticismo, y que la labor de difusión científica que visualiza, trascienda a la sociedad y las costumbres. El hombre que requiere América es el producto de “ las nuevas ciencias y sus auxiliares, aunque encaminadas a determinados objetos, son principios que, abrazando todas las ramas de una educación útil, formarán buenos comerciantes, hábiles agricultores y verdaderos mineros; ocupaciones íntimamente conexas con el bien del pueblo, de los individuos y del Estado, a que se dedican sin conocimiento o procuran adquirirlos tarde los que emplearon su juventud en estudios que de nada les sirven después.”

El estudio de la ciencia cambia al hombre, lo hace productivo y lo ayuda, ya que ellas sin instrumentos del “bienestar de los pueblos, de su riqueza y población.

El camino a que conducen no es meramente pragmático. Es un cambio de mentalidad, es arribar al dominio de la naturaleza; el conocimiento de las ciencias “ trae consigo la virtud , valor, poder. “

Salas establece una relación intrínseca entre:

a) Geometría – aritmética – dibujo.

b) Agricultura – comercio – industria.

Ello hace de los ciudadanos:

c) Hábiles – buenos – verdaderos, y produce el bienestar del: pueblo – la riqueza – población.

Por último, tiene que ver con el cambio de la sociedad:

d) Virtud – valor – poder.

Las tríadas que ofrece son el camino de la emancipación ilustrada. La síntesis la entrega el mismo Salas: “Esta ha sido toda la política de las naciones que pretenden aventajarnos: honrar las ciencias, particularmente las que mejoran las profesiones lucrativas, convencidos de que merece el nombre de sabiduría la que se consagra al bien y consuelo de los hombres. “

El concepto de naturaleza es aquel de la felicidad humana; la naturaleza está envuelta en la ciencia y a su vez ésta, lo que logra es la plenitud humana. La construcción de esta posibilidad asegura la verdad plena. En el fondo está la idea de una naturaleza referencial para la ciencia.

Y en el centro de este enfoque está la plenitud humana.

 La visión de la naturaleza en Claudio Gay

La visión de la naturaleza en los estudios de Gay, está comprometida con el modelo teórico recibido de sus maestros europeos. Entre estos Fee, Cuvier, Juesiéu, Desfontaines y Balbis.

Lo anterior significa que participan de un enfoque expansionista de las ciencias naturales que está en pleno auge. Dicho enfoque corresponde a los esquemas explicativos de la ilustración y el positivismo. Se trata de un modelo teórico que pretende extender la aplicación del método científico a una naturaleza que va siendo cada vez más accesible a al aprehensión cognitiva y que va develando todos sus secretos. Entre los autores que consolidan el paradigma explicativo propio de las ciencias de la vida están Lamarck, Laplace, Darwin y en especial Humboldt. Es un período de desocultamiento de la fysis no europea; un período en que lo real golpea con sus particularidades concretas a la inteligencia del viejo continente. Por ello probablemente los taxonomistas, zoólogos, botánicos y otros científicos dedicados al estudio del fenómeno de la vida, tienen los ojos puestos en América puesto que las especies de la flora y la fauna autóctona no dejan de asombrarlos.

Tal vez por ello el botánico francés – imbuido del mismo asombro de sus pares europeos – cancelaba gustoso lo que le pedían los lugareños en Santiago o Valparaíso, cuando le presentaban por ejemplo algún arácnido, reptil o arbusto desconocido en principio por él. Y que luego en la soledad de su estudio le reportaba un desafío para sus taxonomías europeas.

Los referentes que concitan el estudio de la naturaleza física de Chile, son para Gay objetos que hay que categorizar, clasificar y asentar dentro del corpus científico europeo. Los componentes físicos y biológicos de la naturaleza chilena, son desde luego, partes que integran la totalidad de la realidad física del país, pero son también un desafío para los estudios de las ciencias de la vida.

En Gay, la visión de la naturaleza no está desvinculada de la noción de ciencia en que se enmarca su labor de investigación científica. No puede estarla; más bien la complementa. Su idea de conocimiento científico es equivalente a la obtención de una ordenación sistemática de elementos en que a partir de una operatoria empírica previa, se logra una regla con validez universal. Del conocimiento es concebido como una forma de explicitación de los datos del mundo, de acuerdo a las leyes que los rigen y que muestran como están encadenados unos objetos con otros. Por ello “ quería datos, más datos, sobre todo datos, la mayor cantidad de datos, cuantos datos fuera posible acumular para de un modo racional, experimental, tomando sólo en consideración los hechos reales, escribir la historia física general del mundo…” ; en este caso la Historia Física y Política de Chile.

La actitud intelectual de recabar los datos del mundo que manifiesta Gay, facilitan la observación y el registro sistemático del entorno físico que tiene que elucidar. Ello es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que tales datos constituyen el sustrato epistemológico en que descansa su explicación de la realidad.

Los datos sobre las especies y / o eventos propios de nuestro paísson los observables de la ciencia natural. En el caso de Gay, era previo informarse de estas porciones biológicas y comprender la dinámica de sus universos específicos, así como apreciar las interacciones entre los mismos, para presentar a continuación la visión del conjunto. Lo anterior significa arribar a la geología, la geografía, la zoología, la botánica, la estadística, la sociología y la historia de la naciente república. La naturaleza es concebida como un cúmulo de cosas corpóreas y de fenómenos vinculados a los procesos de la vida, con una clara expresión de las peculiaridades tanto de los exponentes como inorgánicos, así como de las interacciones de los mismos. Por ello, dar cuenta de los habitats específicos y describir las notas relevantes de los animales, plantas y minerales, es la dirección que asume la ciencia natural en Chile.

El discurso científico de Gay, más allá de su metodología específica, persigue una tarea epistemológica básica: incorporar a la ciencia natural europea un universo biológico desconocido. Se trata por tanto, de presentar los especímenes de una flora y fauna probablemente sospechada en el viejo mundo, pero no conocida. Esta necesidad de conocer el propio cuerpo físico de Chile, es sentida en Gay como una labor previa a un proceso de industrialización del país. Y en lo referente a las comunidades científicas europeas, es percibida como una forma de divulgación de realidades corpóreas existente en este rincón apartado del mundo.

Desde el punto de vista cognoscitivo, dicho proceso corresponde a un esfuerzo taxonómico que permite ordenar y unificar la multiplicidad de lo viviente de este universo no explorado. El carácter descriptivo, simplificado y ordenado de esta explicación científica, logra aprehender el vasto mundo abigarrado de formas orgánicas e inorgánicas del cuerpo físico de Chile. Con ello se engarza la naturaleza del país al contexto de la ciencia universal. La tarea aparentemente está lograda.

Sin embargo, una lectura histórico-crítica de la obra de Gay, permite descubrir un recurso metodológico de la presentación discursiva, no suficientemente analizado. El discurso científico contempla los elementos teóricos y las estructuras proposicionales que describen y dan cuenta de las especies, así como de sus vinculaciones recíprocas. Empero, hay otros elementos cognitivos menos destacados formalmente, que complementan las descripciones: son las reiteradas notas al pié de página; v. gr. :

“3. Kagenekia angustifolia.

K. Foliis lineari-oblongis, acutis, serratis, rigidis, 2. 3. poll. longis, 3.4 lin. latis; floribus corymbosis. K. Angustifolia. Don. , in De. Ph. journ. 1832-K. linearifolia. Gay in lit. vulgarmente Olivillo.

Este arbolito, que tiene alguna semejanza con el sauce, es muy lampiño, muy frondoso, de siete á diez piés de alto y cargado de muchísimas hojas linear-oblongas, muy angostas, de dos á tres pulgadas de largo, tres o cuatro líneas de ancho, grisáceas, tiesas, lustrosas , dentadas, puntiagudas, muy nerviosas en ambas caras, de color verdega y atenuadas en un peciolo cortísimo…. El olivillo se cría en los valles de las cordilleras, y á lo menos a 4,000 piés de altura. Florece por los meses de Enero y Febrero, y no muy frecuentemente, según dicen los campesinos.”

¿Es esto una estrategia metodológica para unir el conocimiento vernáculo y el conocimiento de la ciencia natural sobre el cuerpo físico de Chile?, o, ¿es un simple reconocimiento al saber socialmente acumulado de la propia fysis de los chilenos?

Frente a lo anterior nuestra hipótesis puede sintetizarse en los siguientes términos: el nivel de desarrollo de la ciencia europea no agotada conceptualmente todo lo que era factible de explicitar sobre los animales y plantas de este rincón del mundo. Desde esta perspectiva se comprende que para Gay era necesario alguna forma de acercamiento al conocimiento regional o local sobre la naturaleza. Pero como este último no era posible insertarlo en el corpus teórico de la ciencia natural europea, por el riesgo de alejarse de las categorías del paradigma imperante, urgía otra solución: las notas descriptivas populares.

Las notas en cuestión, no son un saludo amistoso de Gay a los campesinos y lugareños de la joven república de Chile; son una forma cognitiva complementaria y necesaria para dar cuenta más plenamente de la imagen del Chile físico. Dicho recurso es aceptado como mecanismo explicativo ad-hoc y complementario, pero en el bien entendido que no desafía la estructura explicativa del corpus científico europeo.

Por ello, la visión de Chile que ofrece Gay no es sólo el resultado de su inteligibilidad sumado a los logros de la ciencia europea; es más bien una construcción colectiva: el ingenio de Gay, la metodología propia de la ciencia natural europea, y esos chispazos pequeños que consignan la explicación popular. Este es el contexto discursivo con se presenta la naturaleza de la joven república de Chile.

 Conclusión

A la base del concepto decimonónico de ciencia en Chile, hay una conceptualización de la naturaleza primero como dominable (Salas), luego como específica (Gay). Ambas visiones se cruzan posteriormente en la historia del concepto de ciencia en Chile. El positivismo encontró un terreno abonado que permitió una dominación. Lo que al principio fue una comprensión sucesiva se transforma posteriormente en elementos polares e incluso contrapuestos: la ciencia útil y la especificidad de la naturaleza. Sobre la base de esta conceptualización se construye el Chile republicano.

Notas:

  1. Salas, Manuel de: Escritos de Don Manuel de Salas y documentos relativos a él y su familia. , Tomo I, Impr. Cervantes, Stgo. 1910, p. XIII.
  2. Ibídem. , p. 570.
  3. Ibídem. , p. 570.
  4. Ibídem. , p. 571.
  5. Ibídem. , p. 583.
  6. Ibídem. , p. 586.
  7. Cf. Feliú Cruz, G. : Claudio Gay, historiador de Chile, Ed.Del Pacífico, Stgo. , 1965, p. 40.
  8. Ibídem. , p. 44.
  9.  Gay, Claudio: “La flora Chilena”, Historia Física y Política de Chile, T. II, Paris, Impr. F. y Thunot. 1847, p. 272.
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Zenobio Saldivia M.

            Dr. en Historia  de las Ciencias

 

Muy a menudo, en algunos textos de historia de la edad media, se sostiene que  el medioevo es un período de oscurantismo y estancamiento en el desarrollo de las artes y de las ciencias. Lamentablemente esta percepción se ha convertido en un mito y prácticamente se da por sentado que el medioevo es sinónimo de estancamiento generalizado.  Dicha tesis, está muy difundida en las distintas ramas de la historiografía y parece ser el resumen de la mirada interpretativa tradicional sobre la evolución científica y tecnológica del período. Empero, esta lectura es el resultado de un juicio apresurado, en especial en lo referente exclusivamente al desarrollo tecnológico. Por nuestra parte, estamos convencidos  que  si bien la evolución -en el campo que nos interesa- no fue espectacular en dicho período, al menos se continúan los esfuerzos tecnológicos del período romano y se perciben interesantes innovaciones prácticas y artesanales, vinculadas a diversos incrementos productivos. ¿Pero porqué se produce la difusión de la tesis del oscurantismo con su interpretación implícita tan negativa? La confusión obedece seguramente a dos razones importantes: Efectivamente, en términos globales  -esto es, cultural, polí­tica, científica y filosóficamente-  en la edad media hay una hegemonía religiosa que con sus cánones específicos, identifica a la religión cristiana con la verdad y obstaculiza por ende el pluralismo ideológico y filosófico, así como también impide la conveniente diversidad de criterios para tratar los asuntos metodológicos y epistémicos.

Por otra parte, lo que acontece es que usualmente se aplica el marco de desarrollo tecnológico propio del Imperio Romano, como rasero para medir el conjunto de invenciones y artificios de la época medieval. Sin embargo, el nivel de desarrollo tecnológico del período romano, corresponde a un período histórico determinado, con necesidades sociales muy distintas a las del medioevo; en el Imperio Romano no hubo vasallaje,  cruzadas, ni feudos y era políticamente más centralizado. En cambio, las comunidades en el período medieval eran eminentemente agrarias, con una fuerte presencia de órdenes religiosas y más descentralizadas políticamente. (1)

Es en este contexto donde corresponde evaluar el nivel de desarrollo tecnológico del medioevo, y desde esta perspectiva,  es posible sostener que la evolución tecnológica en esta era, es diferen­te, y que sus niveles de incremento están en correlación con sus necesidades, pero no que hay estancamiento. En lo que sigue, se argumenta a favor de esta hipótesis.

La perspectiva tecnológica

En cuanto a adelantos tecnológicos específicos, por ejemplo, en esta era ya en el siglo VIII aparece el estribo, el que es utilizado por los francos quienes lo combinaron con una silla de pomo y borren. Esto facilitó  la preeminencia de la caballería como fuerza de combate,  la que finalmente logra desplazar a la infantería, en cuanto al nivel de  violencia generada por las huestes ordenadas y compactas. Ello a su vez, trae aparejado el aparecimiento de armaduras más firmes, mejores escudos y espadas, y la introduc­ción de la ballesta en el siglo XI.

A su vez, desde el punto de vista del desarrollo tecnológico en la Agricultura, se observa que ya en el siglo IX se comienza a usar  -probablemente por los eslavos-  un nuevo arado, más potente y con ruedas y que incluía también una hoja metálica vertical para rom­per el suelo. En Noruega, aún en el mismo siglo, aparece el arnés para el ca­ballo; consistía en un collar rígido y acolchado que colgaba del pecho y parte del cuello del animal, y que le posibilitaba respirar con comodidad. Estaba aña­dido a los tirantes laterales para facilitar la tracción. Lo anterior, permite  a los animales desplazar mayores cargas, por ejemplo, los caballos ahora pueden desplazar hasta cinco ve­ces la carga que movían los bueyes con el yugo. Así, a finales del medioe­vo en Europa septentrional, el caballo desplaza a los bueyes pa­ra las tareas propias de la agricultura.(2) También, todavía  en este mismo siglo, se soluciona el problema del excesivo desgaste de los cascos de los caballos, gracias a la invención de las herra­duras clavadas. Ello, sumado a la aparición del balancín en los arneses, posibilitó el uso y expansión de un nuevo medio de transporte pesado: la longa caretta; esto es, un carro tirado por caballos que permite transportar una gran cantidad de personas y mercancías o pertrechos bélicos. Así, en esta época, la tecnología avanza desplazándose entre la religión, las iglesias, la agricultura, la talabartería, la industria incipiente y los requerimientos bélicos.  "Al lado de la construcción de catedrales, del florecimien­to de la épica y del desarrollo del escolasticismo, el hombre de la Edad Media creó, por vez primera en la historia una civilización que no se basaba en el trabajo del esclavo, sino en el empleo de la fuerza animal." (3)

Ahora, en cuanto a la construcción de navíos, aún no hay mucho co­nocimiento acerca de cuando principiaron a construir los navíos según el sistema ingenieril actual. Es decir, partiendo de la estructura interna y continuando luego con las planchas de madera externas. Pero lo que si está claro, es que la confección de las carabelas dio paso a los descubrimientos geográficos del Siglo XV y despertaron las ansias de aventura de los españoles y portugueses. Por eso, a fines del medioevo, casi todos los puertos europeos cuentan con astilleros y trabajadores calificados para la construcción de las carabelas. Lo anterior, sumado a la invención del timón moderno a comienzos del siglo XIII, que perfecciona y acelera la navegación;  permite que las naves se desplacen  mejor y aumenten en volumen, al mismo tiempo que  dicha innovación posibilita virar contra el viento. Por otra parte, la difusión y uso de la brújula magnética procedente de China, que comienza a usarse en Europa a partir del siglo XII, facilita la mayor frecuencia de los viajes de estas naves. Y ello, sumado al astrolabio que permite determinar las coordenadas del barco en alta mar, contribuye a que  la navegación se haga más cómoda, y a su vez, dicho instrumento, logra  la consolidación de las nuevas rutas oceánicas.  Entre los astrolabios más famosos, está el construido por Vicenzo Dante a fines del Siglo XV, que permite determinar la altura del sol y de las estrellas conocidas,  y el ángulo horario.

Ahora, en el plano de los adelantos tecnológicos utilizados en la industria, cabe destacar el molino de viento con eje horizontal, el cual se inventa a finales del siglo XII, al parecer en las costas del Mar del Norte. En los Países Bajos fueron una fuente importante de energía, en especial para las bombas primitivas de drenaje. Y ello no es extraño si consideramos   el fuerte viento que impacta a estas costas. 

En un ámbito más industrial, por ejemplo en lo referente a la confección de los textiles, se destaca el procedimiento del enfurtido; que consistía en el golpe sistemático a los tejidos, inmersos en el agua, ocasionado por batanes de madera, los que a su vez eran impulsados por una rueda hidráulica.  A su vez,   el invento del cigüeñal, que es una combinación de manubrio y biela y que posibilita transformar el movimiento rotatorio o continuo, en movimiento recíproco y viceversa; aparece en la segunda mitad del siglo XIV.  "El si­glo XIV asistió a un portentoso progreso en los engranajes, que   culmina  en 1364, con el gran reloj planetario de Giovanni de Dondi. Los cinco siglos que siguieron al año 1000 D. C., perfeccionaron notablemente los métodos para dominar y utilizar la energía mecánica”.(4)  A mediados del siglo XV, a su vez, Johann Gutenberg  (1398-1468), construyó una im­prenta de tipos móviles, modificando una prensa para preparar vino. Los tipos móviles de metal, si bien lo utilizaban ya los co­reanos en el siglo XIV, sólo a partir del invento del alemán Gutemberg se propagaron rápidamente por Europa. Según algunos autores, a impresión en Oriente se debió a la necesidad de reprodu­cir masivamente las oraciones budistas y taoístas, y en Occiden­te, a la necesidad de contar con más barajas para el arte adivi­natorio y para reproducir a gran escala las indulgencias papales, oraciones e imágenes sacras. (5)

La invención de la tipografía, por su parte, se ve  enriquecida con la invención del grabado, que se consiguió casi al mismo tiempo que los tipos móviles. La imprenta posibilitó la publicación de ta­blas matemáticas y astronómicas. Y los grabados, por su parte, permiten mostrar ilustraciones acerca de los elementos de la naturaleza o de artificios construidos por los hombres, hasta en sus más últimos detalles. "Desde entonces se pudo archivar y guardar para siempre hasta el más mínimo dato. Las palabras y las imágenes se inmortalizaron". (6) En el siglo XVI, se aprecia nítidamente la contribución de la imprenta a la realización de los avances científicos y técnicos. Los libros impresos posibilitaron las descripciones de la naturaleza, la difusión de las ideas y los nuevos procedimientos técnicos. Este fenómeno sociocultural marca el inicio de una estrecha re­lación entre la tecnología y las ciencias de nivel académico.

La perspectiva científica

Desde la perspectiva científica se aprecia que la cultura medieval se desarrolló amparada en los monasterios, en las cortes de los nobles y príncipes y fundamentalmente en las univer­sidades. En estas últimas se enseñaba el trivium  (gramática, re­tórica y dialéctica) y el cuadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Lo primero, sería equivalente a las disciplinas humanísticas de nuestra época y lo segundo, a las ciencias.

Las universidades -concebidas como corporaciones de maestros y estudiantes- fueron apareciendo por toda Europa durante el medioevo, y ya en el siglo XV, el viejo continente contaba con setenta y siete universidades. Entre las más antiguas se destacan: La U. de Bologna, funda­da en 1088 por un grupo de discípulos del jurisconsulto Inerio; se especializa en asuntos jurídicos. La U. de París, a su vez, se interesa  en los  discursos teológicos y filosóficos; entre sus representantes figuran Burilan, Juan de Holywood, Alberto de Sajonia y Nicolás de Oresme. La U. de Oxford, por su parte, fundada en el siglo XIII, se especializa en las nuevas versiones interpretativas de la obra de Aristóteles. Aquí profesan sus ideas Roger Bacon, Roberto Grosseteste y Duns Scoto. Por su parte, la Universidad de Nápoles, fundada en 1224 por el emperador Federico II, se muestra muy interesada en los temas aristotélicos. Por tanto, gracias a las universidades, cuyos ejes se centran en la teología y la filosofía, se comienza a centralizar la enseñanza y a incorporar en sus programas de estudio, los contenidos de nuevas disciplinas tales como la astronomía, la mecánica y  la óptica. Así, estas casas de estudio permiten el acopio bibliográfico y la difusión de las nociones científicas propias del período, y muchas de ellas  siguen “desarrollándose de manera significativa”. (7)

Estas nuevas agrupaciones de estudiantes y maestros, en tanto están muy interesadas  en  la cultura libresca, logran compilar gigantescas enciclopedias donde se sintetizan la teología y la filosofía de la época. Al respecto, entre los exponentes de este esfuerzo bibliográfico, cabe destacar los aportes de San Alberto Magno y de Sto. Tomas. El primero abarca con sus análisis, la filosofía y la teología del siglo XIII, hasta unas toscas expresiones de la posterior ciencia experimental; es contemporáneo de Sto. Tomás y de Roger Bacon. En el terreno filosófico, por ejemplo, San Alberto Magno escribe los Comentarios sobre las obras aristotélicas. Y en el plano teológico: Summa de creaturis, De natura boni y otros.

Sto. Tomás  por su parte, se centra en las reflexiones teológico-filosóficas, principalmente en lo referente al problema de la creación. Da cuenta de la génesis y de la evolución del mundo a partir de la tesis de un dios único. La evolución del cosmos la concibe como un resultado de la omnipresencia del propio Dios. Dios es en este enfoque, un ser puro, eterno, necesario, omnipresente e infinito; esto es, un ente lógico, metafísico, ordenador de lo biótico y de lo abiótico. También se interesa por problemas tales como: la revelación divina, la fe, las pruebas de la existencia de dios, la ética, la filosofía del estado y la política.  Elabora las grandes líneas teóricas de la filosofía moral cristiana, uniendo el pensamiento de San Agustín, la contundente obra aristotélica y la doctri­na de Cristo. Al preocuparse por la figura filosófica de Aristóteles, logra reivindicar la inquietud científica del estagirita; en especial, en los aspectos vinculados a la Física y a las ciencias de la vida propios de este autor. Sto. Tomás consigue difundir las obras del filósofo grie­go, puesto que el medioevo anterior al siglo XIII, no pasaba más allá del contacto con el Organon. Esto significa -desde el pun­to de vista científico- un redescubrimiento del concepto de la naturaleza implícito en las obras de Aristóteles.

Imbuido del mismo espíritu enciclopédico que manifiestan los autores anteriores, se destaca Roger Bacon; discípulo de Grosseteste y de Adam Marsh. Este autor, dentro de los círculos académicos juega un papel relevante como promotor del trabajo científico. Es el primero que sostiene la tesis de que la experimentación y la aplicación de procedimientos matemáticos a la ciencia, posibili­ta una mejor forma de conocimiento de la naturaleza. Es también el primero en emplear la expresión "ciencia experimental" y el estudioso más visionario del siglo XIII, en lo referente a la comprensión de las diversas aplicaciones tecnológicas que pueden derivarse de los conocimientos científicos. En efecto, en vistas de tales convicciones, afirma que en el futuro se podrá construir una gran cantidad de aparatos e instrumentos que permitirán al hombre dominar plenamente los fenómenos de la naturaleza. Sus expresiones aluden a los actuales anteojos, al telescopio, a los aviones, a puentes gigantescos, al submarino y a otros aparatos de hoy día. Es autor de diversas obras tales como su Compendium studii theologiae, Opus maius, Speculum astronomiae y otras.

Todavía en este mismo siglo, desde el punto de vista epistemológico, se observa que la aprehensión cognitiva descansa en el asentamiento de la escolástica  como sistema filosófico, político y cultural. Y por tanto, la adquisición de nuevas interpretaciones y la difusión  de las mismas, son equivalentes al ejercicio de la escolástica en conjunto con la lógica silogística. Los exponentes científicos y los filósofos, repiten las ideas  de Aristóteles, en lo referente a la comprensión del mundo físico y parcialmente en lo tocante a la noción de dios. En este marco teórico aparece la disputa entre los escolásticos que propician la física aristotélica clásica y los primeros autores que critican la doctrina aristotélica del movimiento; entre estos Buridan y Nicolas de Oresme. La dispu­ta se expande por las distintas escuelas y universidades europeas. Es una quiebre  en el ordenamiento interpretativo de las leyes físicas conocidas y uno de los primeros esfuerzos para dejar atrás las ideas aristotélicas referentes al comportamiento de los cuerpos en el mundo sublunar.

El despertar científico y teórico de la época medieval es­tá ligado a las contribuciones de la cultura árabe, puesto que a través de las traducciones al latín de diversos autores árabes del siglo XII, Occcidente conoció por ejemplo la Aritmética de Al Kwarizmi, con la notación arábiga, y el Álgebra del mismo autor. Desde 1202, los números arábigos fueron introducidos

en Europa por Fibonnaci; quien escribe un completo tratado de aritmética y álgebra: Liberabaci. En dicha obra difunde los méritos de la no­tación arábiga y explica la función del cero. Desde entonces comienza a utilizarse el dígito cero y el sistema de numeración de base diez o decimal, despertando gran interés mercantil por su aplicación en las contabilidades comerciales. En esta fase del devenir histórico, por tanto, los árabes contribuyen a la traducción y difusión de las obras científicas clásicas de la antigüedad, tales como  los Elementos de Euclides, la Física de Aristóteles y el Almagesto de Ptolomeo. Estas versiones de la geometría, de la ciencia natural y de la astronomía, se traducen indistintamente desde el árabe al latín, o desde el griego al latín. "El principal foco de transmisión cultural fue Toledo, a partir de los primeros lustros del siglo XII, gracias a la fecunda escuela de traductores que funcionó bajo los auspicios del arzobispo D. Raimundo". (8)  Como consecuencia  de esta tarea, se produce un notable incremento del léxico científico y técnico dentro de la lengua castellana.

Un comentario aparte, merece el conjunto de  aportaciones teóricas y científicas de Avicena y Averroes, quienes influyen notablemente en el desarrollo de las ciencias académicas de los siglos XI y XII. Avicena vive entre los años 980 y 1037. Filósofo, médico, escritor y matemático persa. Escribe más de cien obras, entre las cuales se destacan sus Comentarios a la obra aristotélica, Canon de medicina, La curación y Libros de teoremas. El Canon por ejemplo, corresponde a un conjunto de  de cinco libros que tratan de la salud corporal, de la materia médica, de las patologías de los órganos del cuerpo, de las fiebres y de la farmacopea respectivamente. Sus obras, en su conjunto, posibili­tan el conocimiento de la naturaleza a partir de criterios que concilian la ciencia y sus aplicaciones inmediatas. Como médico se le considera tan famoso como Galeno. Al parecer, su fama se expande luego de salvarle la vida a un emir que se había intoxicado por beber en copas con pigmentos mineralógicos. Influye en la cultura árabe y occidental; también domina el Corán, la dialéctica, la filosofía tradicional, la jurisprudencia y la lógica. En el plano metafísico postula la coincidencia de un ser necesario y esencial: dios, entidad que existiría después de lo posible; dios sería la unidad y la pluralidad. De él emanarían todas las cosas, menos la materia que existe como pura potencia, fuera de dios.

Averroes por su parte, nace Córdoba en el año 1126; es filósofo, jurista, médico, físico y astrónomo árabe.  Se desempeña como juez y médico del Califato de Córdoba. Sus ideas sobre el cosmos y acerca de la divinidad, influyen en la escolásti­ca y generan una notable discusión. Se le conoce también con el apodo de "El Comentador", por sus comentarios sobre la filosofía de Aristóteles. Su doctrina se inclina por el materialismo y el panteísmo. Postula la exis­tencia de dios como acto puro y creador de la materia; niega la inmortalidad del alma y sostiene que la creación no se realizó de una sola vez. Para él la materia y el movimiento son eternos e increados; (10)  esto es, una noción equivalente al eterno retorno de los griegos. Y justamente este aspecto no deja cabida para la idea de creación cristiana. De aquí sus dificultades con la ortodoxia cristiana. Desarrolla la teoría de los tres sentidos, la cual afirma que el Corán puede tener un sentido vulgar, otro teológico y otro filosófico. Este último es el más alto nivel de comprensión; las personas no pueden pasar el nivel que les compete según su preparación. Entre sus obras figuran: La destrucción de la destrucción, Sobre la conexión del entendimiento abstracto con el hombre. Fue condenado por la Santa Sede y la U. de París.

Conclusión

Por lo anterior, es posible sostener que el denominado oscurantismo medieval, es una expresión que se ha aplicado con cierta ligereza en lo referente a juzgar el desarrollo tecnológico y el trabajo científico de este período histórico y cultural.

Es probable que la tesis que sostiene que el medioevo fue un período de oscurantismo generalizad, se haya hecho popular a fines del siglo XIX y a comienzos del XX. Ello principalmente por la falta de difusión de los logros tecnológicos y de los esfuerzos de las ciencias académicas para continuar el trabajo alcanzado en la antigüedad clásica. Sarton sugiere que  “para comprender la ciencia y el pensamiento medievales tenemos que explorar las obras de mucha gente, de Occidente y de Oriente”.(9)  Ello no siempre se hizo. A

esto, hay que agregarle un desinterés manifiesto de los historiadores de la ciencia, por realizar aná­lisis filosóficos sobre la evolución de las ideas y conceptos científicos en la edad media. Desde luego resulta mucho más atractivo para los historia­dores de la ciencia tradicionales, focalizar la atención en estudios que den cuenta por ejemplo de los eventos científicos de los siglos XVI y XVII. Esto porque en dicho período se produce un boom de publicaciones y aparecen novedosos artificios mecánicos y técnicos en general. Todo lo cual permite contar con un material seguro que favorece el recuento cronológico de los eventos científicos, y por otro lado, evita la tentación interpretativa o el riesgo de sostener tesis audaces que obliguen constantemente a hacer análisis  epistemológicos y genéticos de los conceptos y teorías científicas.

En cierta manera puede decirse que en los siglos XVI y XVII, el devenir científico y su resultado es mucho más visi­ble y se hace más explícita su comprensión para los historiadores contemporáneos. Ello porque son centurias en que los sabios están desperfilándose de la autoridad y consolidando su institucionalización. No sucede lo mismo en la edad media, pues los sabios de esta era deben hacer ciencia dentro de un marco social y cultural en que la autoridad  se entrecruza con la producción científica y bibliográfica. Tal vez, esto sea la génesis del mito del oscurantismo.

Notas

1. Cf. White Jr., Lynn: "Tecnología en la edad media", Historia de la tecnología, Vol. I,

                                 Kranzberg y Purssell  Jr., Ed. Gili, Barcelona, 1981, p. 81.

2. Cf. White Jr., Lynn; op.cit., p. 88.

3. Regla Compostol, Juan: Historia de la edad media, Tomo II, Mon­taner y Simon, Barcelona,

    1967,  p. 145.

4. White Jr., Lynn; op.cit., p. 93.

5. Cf. Bernal,John D.: La ciencia en la historia, UNAM, México,1959,p. 306.

6. Sarton, George: Ensayo de historia de la ciencia, UTEHA, México, 1968, p. 113.

            7. Kuhn, Thomas: "La historia de la ciencia", Ensayos científicos, Snow Ch. P., Sagan C., y otros.  Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México, 1982, p. 77.

8. Mindan, Manuel: Historia la filosofía y de las ciencias, Anaya, Madrid, 1968, p.138.

9. Sarton, George: op. cit.; p.17.

10. Cf. Rosental, M. M. y Ludin, P. F.: Diccionario Soviético de Filosofía, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1965; p. 34.

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(*) Conferencia magistral, leida en la Universidad Ada Byron, Chincha, Ica, Perú, el 9 de agosto de 2013, con motivo de la entrega al autor del grado de Dr. Honoris Causa.

Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana,  Stgo., Chile

Algunos antecedentes

Uno  de los temas que ha persistido en el tiempo y que emana en las nuevas miradas interpretativas para la comprensión de lo esencial cualitativo de nuestro continente, es justamente el de la “identidad Latinoamérica”. Ello no es extraño, pues dicha búsqueda tiene su lógica inmanente toda vez que la pregunta alude al núcleo, a lo esencial, a lo más relevante de lo que pudiera ser esa mezcla de historia,  cultura  y humanidad, que sabemos que existe pero que nos es muy difícil de cohesionar verbalmente. Así, si bien hay claridad en cuanto a que efectivamente lo latinoamericano es el meollo de una filosofía y cultura  propiamente americanas o más ampliamente, “latinoamericanas”, e intuimos una eventual  latinoamericaneidad,  y que por tanto, estimamos que descubriendo  las notas relevantes de dicha categoría; se debería arribar a un corpus significativo que sintetice lo antropológico, histórico, social, axiológico y cultural peculiar de los habitantes de  nuestro continente y de nuestras pueblos. Ello no ha dado los frutos esperados, y seguimos insertos en la tarea de siglos en la cual han estado inmersos los filósofos, los historiadores, los literatos y los intelectuales en general.

Algunos, han destacado la conveniencia de analizar los aspectos históricos y filosóficos de esta preocupación, asignándole un estatuto de relevancia que le ha permitido asentar dicha inquietud, como un tópico legítimo de la filosofía universal; v. gr., los trabajos de de José Vasconcelos, tales como la Raza cósmica, o los de Leopoldo Zea, tales como La Filosofía Americana como Filosofía sin más, entre otros, se orientan en dicha dirección.

Otros, han tocado efectivamente algo o mucho de lo característico de la manera de ver el mundo del hombre americano, por ejemplo, desde el plano discursivo y literario de nuestra praxis como latinoamericanos, como en el caso del colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad; quien se centra en una prosa fantástica o mágica que habla entre líneas de la identidad latinoamericana, de su naturaleza bullente y de sus contradicciones sociales, u Octavio Paz, cuando analiza detenidamente el sentido histórico del pueblo mexicano en el Laberinto de la soledad, o del peruano José María Arguedas, a quien tuve el honor de conocer como estudiante de primer año de filosofía en 1969, en la U. de Chile, sede Valparaíso, cuando nos hablaba de algunas de sus obras tales como Yawar Fiesta y Los Ríos Profundos, o del indígena, de sus dialectos y de las sierras; o del también peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, que en sus novelas habla de la historia y de la sociedad peruana, así como en otras alude a la amazonía peruana, entre tantos otros.

También, han buscado la identidad latinoamericana, desde su universo centrado en lo estético, obsesionados por encontrar la belleza y nuevos aspectos no debidamente considerados, diversos pintores; como por ejemplo los mexicanos David Siqueiros (1896-1974) o Diego Rivera (1886-1957), entre otros, quienes persiguieron detectar la particular relación del nativo con sus tierras, o con lo que queda de ellas, con sus exponentes florísticos y sus expresiones costumbristas, con su locus y con su tempus. Por eso no es extraño que en los años setenta y ochenta del siglo XX, por ejemplo, también se principie a analizar esta temática  desde la sociología e incluso desde la praxis académica del diseño; así, desde la primera disciplina emergen temas tales como la eventual participación de la mujer en el sistema productivo, en la educación superior y en la investigación científica. Y desde el diseño, aparecen propuestas que ilustran, grafican y difunden modelos estéticos que dan cuenta de la naturaleza americana, de los picos andinos, de los lagos centroamericanos, de las estepas de la Patagonia, de las flores típicas de la Amazonía, o de una presencia de rostros de mujeres, hombres y niños morenos, con sus atuendos típicos y en interacción con su medio local o regional.[1] En todos estos ámbitos, la directriz parece ser la búsqueda de las peculiares condiciones del contexto social del hombre latinoamericano, de sus valores y de sus sentimientos, del entramado de su cultura y de las etnias nativas con relación al entorno natural y a las metrópolis urbanas del continente.

En efecto, es un aporte más y dinamiza el estado de la cuestión, pero ¿dónde encontramos la mirada globalizante, analítica y vasta que cubra todo el horizonte de lo cualitativo y de lo denotativo de dicho tópico? Al parecer debemos conformarnos por ahora con aproximaciones, con nuevos aspectos, con complementos para las aristas que están en construcción explicativa. Es que no resulta fácil abordar lo que muchos han pensado y no hemos podido cerrar. Aquí, nos encontramos –mutatis mutandis- como los historiadores que están conscientes de que la categoría de periodificación “época contemporánea”, está totalmente sobrepasada, o fatigada como dirían algunos, pero no han encontrado el nuevo rótulo deseado, y por tanto, siguen con la anterior o proponen otras que no logran aun el consenso y que se diluyen en un caos de tendencias. Así, la cuestión de la identidad latinoamericana, hoy, en virtud de la crisis de los paradigmas y en vistas de la popularización de las tesis epistemológicas de Feyerabend, que propician “el todo vale” para la obtención de nuevas y satisfactorias explicaciones en los distintos campos del saber;[2] parece ser que ha estimulado nuevos caminos de búsqueda entre los intelectuales. Lo anterior, ha posibilitado  al menos, descorrer el velo ideológico tradicional, caracterizado por las distintas tesis eurocentristas que se habían decantado muy bien en la prosa académica o científica latinoamericana, desde el Siglo del Progreso hasta mediados del siglo XX, pero que luego de este período, la historiografía y la filosofía toman conciencia de que en diversos campos del saber, el discurso de aproximación para dilucidar el tópico “identidad latinoamericana”, estaba imbuido y matizado de criterios formales, de cánones y de resabios ideológicos europeos. Por ello, Saldaña, desde México, habla de la necesidad de una “vigilancia epistemológica”[3] para los campos de la epistemología y de la historia de las ciencias, tanto para ponerse en guardia frente a posturas que más bien diluyen el análisis y lo debilitan, cuanto para encontrar una metodología o una perspectiva audaz y pertinente que apunte al núcleo de lo identitario.

Algunas Miradas interpretativas

Primero fue la conquista, el encuentro de dos mundos, la instancia donde el europeo se inserta asombrado en el Nuevo Mundo con una naturaleza desconocida y con salvajes que hay que dominar y doblegar, y los nativos ven hombres barbados con sacerdotes acompañantes que quieren cristianizar. Es el inicio de la mirada europea sobre América. Son las luchas de un nuevo Flandes Indiano, las luchas en las Indias Occidentales y en las tierras de ultramar.

Luego, en el siglo XVIII, la política y la ciencia europeas parecen unirse en cuanto aun nuevo interés por el continente  americano. Es el período de las grandes expediciones europeas hacia América, o las circunnavegaciones con propósitos botánicos, mineralógicos y geopolíticos. En esta centuria, lo americano pensado desde Europa, es la vastedad y peculiaridad de una flora que ofrece infinitas posibilidades a la farmacopea y a la medicina europeas, es la riqueza mineralógica de un territorio donde extraer más oro y más plata. América es percibida así, como un lugar que incluye universos infinitos, tierras incógnitas, o un vasto mar del sur, una instancia para ordenar especímenes, para actualizar cartografías y perfilar nuevos derroteros navales.

Y desde el siglo XIX, o más bien, desde fines del Siglo de la Ilustración, con el  inicio del viaje de Humboldt, en 1799, emerge otra vez la identidad americana focalizada en el interés científico por los nativos y por la diagnosis de la flora y fauna que se abre como una caja de sorpresas a la comunidad científica internacional; primero con Humboldt, luego con D’orbigny, Darwin y otros, quienes  concentran el interés de los europeos hacia lo americano en la visión de la naturaleza, en el conocimiento objetivo de su gea, de su flora y fauna,  y  en alcanzar una mejor comprensión de la identidad mestiza y de las etnias existentes. Pero ello no redundó en un cabal conocimiento de lo americano; más bien,  casi podría decirse que esta labor queda cortada o trunca, pues con el advenimiento de las jóvenes repúblicas y la emancipación de la Corona Española, desde 1824, gracias a la batalla de Ayacucho,  la cuestión de la identidad americana, más bien se bifurca  enmarañada entre los nuevos temas de la agenda pública y las nuevas corrientes o tendencias que barnizan al continente: entre estas, primero el romanticismo y luego el liberalismo y el positivismo, que hacen más complejo  la autognosis cultural y el encuentro con la imagen de lo identitario.

Empero, algo de lo identitario americano es entendido y defendido desde América, es la gesta independentista, América es a hora un continente que se conoce como soberano e independiente de la Corona Española y principian los primeros esfuerzos culturales para rescatar lo identitario en las jóvenes repúblicas. V.gr. En Venezuela los esfuerzos de Bolívar, en 1821, para crear el supra estado de la Gran Colombia, que unía las repúblicas actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, por contar con una naturaleza, una historia y lances en común. O en Chile en los años cuarenta, cuando se perciben los esfuerzos metodológicos de Lastarria para escribir la historia alejados de los criterios colonialistas e hispánicos y encontrar así lo auténticamente chileno y americano. O los trabajos de Bello en poesía,  en ecuación superior o en ámbito normativo. O en Perú, por ejemplo en 1862, Mateo Paz Soldan  con sus estudios sobre la geografía de la República del Perú, realizando una impresionante tarea exploratoria por el cuerpo físico de Perú, identificando millares de referentes inorgánicos y dilucidando los accidentes de las distintas regiones del país;  logra conciliar los requerimientos científicos de asentar en la ciencia universal, los exponentes de la gea y determinar la latitud y longitud de los mismos y otras características peculiares, debidamente cuantificadas, con los requerimientos pragmáticos de los gobernantes de mediados del siglo XIX, que perseguían difundir adecuadamente las nociones de geografía, estadística y economía en el sistema educacional peruano de la época,[4]  en fin…

En nuestros tiempos, las miradas sobre lo identitario latinoamericano, son muchas, recordemos principalmente a Rojas Mix, quien en obras tales como Los Cien Nombres de América, y América Imaginaria, difunde las tradicionales visiones europeas exacerbadas de mitos e invita a repensarnos como continente y como universo de culturas con una historia en común. Hirshbein por su parte, sugiere que los ensayos latinoamericanistas vienen mostrando la cuestión de la identidad como una forma de autoafirmación cultural frente a Europa. Y señala que en este sentido, autores como Bello, Bolívar, Miranda y otros, intentaban en sus trabajos reflexionar sobre lo específicamente americano, buscaban las categorías más apropiadas  para  pensarse  a  sí  mismos, para   pensar  a  América, como distinta a Europa y poder así dar cuenta de la particular realidad latinoamericana, dentro de una cierta dirección romántica durante gran parte del siglo XIX. Ello sería un ejemplo de esfuerzo de orientación hacia la búsqueda de la identidad a través del ensayo. Ello continuaría en la ensayística venezolana más contemporánea con los trabajos de autores como Briceño Iragorren y Picón Salas, quienes entre otros, buscan la autoafirmación de lo nacional, de lo regional y de lo esencialmente americano, oponiéndose así al imperialismo y a otros cánones de orientación europeas.[5]

Arroyo, por su parte, sugiere que para encontrar un camino de búsqueda de lo latinoamericano, del pensamiento específicamente latinoamericano, urge superar una serie de obstáculos tales como la periodización en historiografía, las tendencias estructuralistas y pragmáticas y las dificultades semánticas e ideológicas, entre otros, llegando incluso a sostener que “…el problema es no sólo epistemológico, sino en cierta forma genético ya que no podemos desprendernos de una parte de nuestra propia naturaleza.”[6] Y que por tanto, para dejar atrás el enfoque europeizante, sería deseable encauzar los estudios con orientaciones hacia la sustitución de la herencia cultural sociológica eurocéntrica, terminar con el binomio cultura/naturaleza, reunificar orgánicamente las ciencias sociales, tomar más en cuenta a la mujer como actor social, o superar la confrontación nosotros-alteridad y pensarnos más como una colectividad en su dinamismo.[7]

Una nueva mirada: la perspectiva de la Historia  de la ciencia

En rigor, en los Congresos y Seminarios Latinoamericanistas, la apertura a nuevos posibles ha quedado de manifiesto  desde  hace bastante tiempo, y los exponentes por lo general, aluden constantemente a la necesidad de buscar nuevas categorías de análisis para la interpretación de los eventos en los campos de estudio vinculados a temas latinoamericanos. Esto se percibe en lo referente a dejar atrás la tesis del eurocentrismo como modelo y guía de análisis, que ya adelantáramos, o en cuanto a reorientar la formulación de preguntas en los temas de las disciplinas históricas y ciencias sociales; así como también en cuanto a propiciar un reordenamiento metodológico, o tender hacia  el desarrollo de equipos interdisciplinarios para abordar temas de la cultura. Y en este marco de inquietudes, se ha propuesto también, una apertura crítica hacia nuevos modelos  y hacia la construcción de futuros paradigmas. Como es imposible recordar todos estos encuentros, mencionemos al menos los siguientes: el III Congreso Internacional: “A. Latina y el Caribe: más allá de los 500 años Solar-Chile, Stgo, 1991; el VIII Congreso de la Federación Internacional de Sociedades de Estudio sobre A. Latina y el Caribe, FIEALC, U. de Talca, Talca, 1997; o las IV Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana, 1999, en el Cuzco, Perú; o el VII Seminario Internacional en Cs. Sociales y Humanidades, Instituto de Estudios Avanzados, (IDEA), U. de Santiago de Chile, 2001. Y en todos ellos se destacan trabajos vinculados directamente con el tema de la identidad latinoamericana y queda de manifiesto el reconocimiento del eurocentrismo como eje de los análisis de las distintas disciplinas humanas y sociales en  nuestro continente.

Ahora bien, desde la perspectiva de la historia de la ciencia en América Latina, sólo muy recientemente están tomando cuerpo estudios sobre el devenir científico de los países de América, orientados a determinar las características y variables  peculiares que han incidido en la construcción de la episteme en nuestros países.  Este fenómeno se observa a partir de las últimas tres décadas, principalmente con el impulso de estudiosos en México primero, y luego en Perú, Argentina, Brasil y Colombia. Justamente México lleva la primacía en este tipo de investigaciones, tal como se puede apreciar tanto por la cantidad de congresos de Historia de la ciencia que allí se realizan, cuanto por la presencia de revistas especializadas como por ejemplo: Cuadernos Americanos, o Quipú, revista de historia de la ciencia y la tecnología. En Chile, sólo en la última década podemos hablar de expresiones propias de un ejercicio de este campo historiográfico. Si revisamos el discurso y contenidos temáticos de los trabajos en la historiografía vinculada a estudios sobre la ciencia en América, se percibe claramente la presencia de la tesis del eurocentrismo; v. gr. al considerar que la ciencia en nuestros países es más bien un traspaso de la ciencia europea y que dicho proceso se da casi en bloque con los métodos, categorías y criterios taxonómicos esencialmente europeos, para el estudio de la flora y fauna de los referentes orgánicos en América Meridional y América Central. Hoy, sabemos muy recientemente, que en dichos procesos hubo una influencia externa a la comunidad científica, tales como la fuerza de las  tendencias culturales del período, principalmente romanticismo y positivismo, en muchos países de América; al menos en Chile y Nicaragua, esto ha sido analizado en trabajos recientes por este servidor público que se congratula por estar hoy con Uds.[8] Por tanto, la  ciencia en los diversos países de América ha ido perfilándose a partir de campos distintos del saber, v. gr. en Chile su fase institucional está fuertemente comprometida con las ciencias de la vida, especialmente la taxonomía. En cambio -a manera de ilustración- en Nicaragua, dicho proceso se da a la par con el desarrollo de las ciencias de la tierra; ello por el imaginario cultural decimonónico, que estimaba posible la construcción de un canal transoceánico por ese país, luego la cartografía, la geografía y la geología fueron unas de las primeras ciencias en mostrar y aplicar sus conocimientos y acrecentar dichos corpus cognitivos con los nuevos referentes geográficos que los exploradores fueron describiendo en  dicho país.[9]

Hacia una nueva propuesta

En este contexto, estimamos que es posible contribuir a la búsqueda de la identidad latinoamericana, desde el ámbito de la Historia de las Ciencias, pero a partir de esfuerzos centralizados que eviten la dispersión y racionalicen mejor los recursos administrativos y académicos: Así, por ejemplo podríamos crear Centros Inter-univesitarios de Estudios del Pensamiento Latinoamericano, en nuestros países, de carácter interdisciplinario, para reunir en ellos a destacados investigadores, interesados en aplicar parcialmente la metodología constructivista piagetana para  incrementar el acervo cognitivo en disciplinas como la sociología, la psicología evolutiva, la psicología infantil, la antropología, la historia de la ciencia, la epistemología, los estudios multiculturales y otros.[10] Los mismos estarían orientados exclusivamente hacia la apropiación cognitiva que permita  incrementos en todo lo referente a la comprensión y desenvolvimiento de la realidad social, cultural y científica de América Latina, desde las áreas ya mencionadas.

Lo anterior, permitiría sumarnos a los esfuerzos provenientes de  la historia, de la filosofía y de la literatura en su eterna búsqueda de lo identitario latinoamericano. Ello, puesto que al dar cuenta de las variables que hayan incidido en la construcción de la ciencia en nuestros países,  -sobre todo desde una perspectiva externalista de las ciencias- necesariamente saldrán las particularidades, las dificultades que ofrecía esta naturaleza, lo vernáculo regional, lo que no se daba en Europa, por ejemplo cuando se hacían las radiografías de lo viviente. Y si a tales investigaciones les aplicamos cortes cronológicos y diacrónicos centrados en categorías significativas tales como “naturaleza”, “vida”, “progreso”;  podemos así determinar la diversidad de nuestro entorno natural y/o enfatizar en la significación histórica y cultural  latinoamericana, enfatizando por tanto las conexiones de estos exploradores y científicos que recorrieron el cuerpo físico de América con los exponentes de la clase política del período, o con el papel de los gobiernos locales en la consolidación y orientación de la ciencia en nuestro continente, o determinar la interfaz de estos científicos con otros agentes sociales, y examinar así, cuanto de la consolidación de la episteme en América tuvo de europeo, cuanto de decisión política, de azar o de una interacción con los grupos socialmente organizados del  período, y privilegiar así, una historia de las ciencias, externalista, realista y con énfasis social. Trabajos así orientados, deberían  aportar nuevos visos interpretativos hacia la génesis de la cultura latinoamericana, hacia la búsqueda de lo identitario.

En el análisis del discurso aplicado a la prosa de científicos decimononos en el caso de Chile, por ejemplo, en los trabajos de científicos como Gay, Domeyko y Philippi; se percibe una fuerte presencia de los criterios europeizantes, sobre todo en lo referente a la aproximación metodológica frente a los observables que van siendo clasificados por estos autores; como así también en lo referente a los cánones de belleza y de los factores que a juicio de los mismos son proclives para la obtención del ideal decimonónico consistente en la obtención del progreso. Por ejemplo en cuanto a lo metodológico, los referentes orgánicos o inorgánicos, son vistos como algo externo, que queda frente al hombre y que urge sistematizarlo; esto es, una expresión de la tesis europeizante que divide el universo  en la dicotomía: hombre-naturaleza, y que por cierto estos científicos repiten en su aproximación al objeto de estudio. Algo similar ocurre en cuanto al ideario del progreso por ejemplo; este es entendido como un télos que se alcanzará con la dominación de la naturaleza y con acantonamiento o residencia de los individuos en una  región  no explotada. Y  para el cumplimiento de tales requisitos, se estimaba la presencia del verdor, de los bosques y de la humedad, como algo sin lo cual no hay progreso; por ejemplo  así lo señala Philippi, en cuanto a sus referencias sobre el desierto de Atacama[11]  

Por lo anterior, queda claro que estos trabajos orientados hacia la reconstrucción de la génesis de la ciencia en los países e América,  contribuyen indirectamente tanto para el campo de las historia de la ciencia como para el reordenamiento de variables a considerar por parte de los investigadores interesados en temas latinoamericanistas, y en especial en tópicos de la historia de las ciencias en América. Lo primero, en tanto permite observar que los paradigmas explicativos tradicionales utilizados en historia de la ciencia en América, encierran dentro de sus postulados relevantes, efectivamente, la tesis del eurocentrismo, en tanto es Europa el modelo comparativo y la vara de medida del desarrollo científico, metodológico o de cualquier otra expresión cognoscitiva que se tiene presente por parte del historiador para dar cuenta de tal o cual corpus o discurso científico, sea de las ciencias de  la vida, de las ciencias de la tierra, o incluso de las ciencias sociales. Los resultados de la apropiación científica en los países de América tradicionalmente se comparan con los estándares y criterios europeos, dejando de lado las variables que vinculan tales procesos de institucionalización con la cultura o la praxis social que pudieran mostrar una orientación peculiar, un énfasis metodológico novedoso, o una alusión al conocimiento vernáculo, o alguna peculiaridad del trabajo in situ, ocasionada por la naturaleza de la región o del lugar,  por ejemplo; entre tantos aspectos que pueden reconstruir el marco epistémico decimonónico de instauración de la ciencia en las repúblicas de las jóvenes repúblicas de América.

Luego, al dejar atrás las tesis maduradas desde el hemisferio norte, nos ponemos en guardia a la hora de analizar los discursos científicos de los autores y científicos decimonónicos acotados en nuestras investigaciones, como también  en cuanto al análisis de la literatura científica complementaria del hito en el cual  se esté investigando la marcha científica de tal o cual país latinoamericano. En suma, la discusión anterior nos permite  superar una cierta ingenuidad metodológica en cuanto a aceptar de facto los procedimientos de clasificación y conocimiento de lo vernáculo en los países de América.

Un campo metodológico poco utilizado, para abordar el tema de la identidad y que no se ha divulgado mucho aún, en disciplinas como la historiografía y la historia de las ciencias; es justamente el de estudiar  la marcha histórica de la ciencia en nuestros países y el de determinar las fases y peculiaridades de las mismas, pero sin desvincular el análisis de los marcos epistémicos y culturales en los cuales estos procesos de consolidación de la episteme, se generaron y evolucionaron. Y ello, al mismo tiempo que se consideran ciertas categorías o criterios constructivistas propios de la epistemología genética, como complemento al análisis hasta arribar a un comprensión acerca de cómo se llegó a las nuevas estructuras cognitivas.[12]  

Por tanto, desarrollar investigaciones que apunten a una compresión del devenir científico latinoamericano, con énfasis en la búsqueda de estructuras cognitivas, insertos en el marco de la interdisciplinariedad de los Centros Inter-universitarios de Pensamiento latinoamericano, que hemos sugerido, posibilitaría una comprensión de los aspectos más relevantes que han incidido en la consolidación de la episteme en América y contribuiría a determinar como éstos procesos propios del desenvolvimiento científico, han estado comprometidos con el imaginario colectivo de nuestros países, con percepciones sociales de lo que en su tiempo se entendía por “lo nacional”, por “lo propio”, por la identidad republicana decimonónica, y en suma, por tanto; de la identidad latinoamericana en el cual dichos constructos se perfilaron y se constituyeron en institución social.

Gracias. Muchas gracias.

 


[1] Cf. Saldivia, Zenobio: “Epistemología, progreso y Diseño”, en: Rev. Constancias de Diseño, Nº4, Utem, Stgo., p.37.

[2] Vd. Feyerabend, Paul: Contra el método, Ariel, Barcelona, 1981.

[3] Cf. Saldaña, Juan José: “Nuevas tendencias en la historia latinoamericana de las ciencias”, Cuadernos Americanos, Vol. 2, Nº38, México, 1993; p. 74.

[4] Cf. Paz Soldan, Mateo: Geografía del Perú, Librería de Fermín Didot Hermanos, Hijos y Cia., Paris, 1862.

[5] Cf. Hirshbein, Cesia Ziona: “El ensayo como forma literaria del pensamiento venezolano:¿Qué significa que la cuestión de la identidad sea la clave del pensamiento latinoamericano contemporáneo?” VII Seminario Internacional en Ciencias Sociales y Humanidades, Usach., Stgo., Enero 2001; pp. 4,5,6.

[6] Arroyo Pichardo, Graciela: “Obstáculos y necesidades de un pensamiento latinoamericano para el siglo XXI”. VII Seminario Internacional en Ciencias Sociales y Humanidades, Usach., Stgo., Enero 2001, p.2.

[7] Cf. Arroyo Pichardo, Graciela; op. cit.; pp. 3,4,5,6,7.

[8] Vid. Saldivia, Z.: La visión de la naturaleza en tres tres científicos del Siglo XIX en Chile. Gay, Domeyko y Philippi;  Usach, Stgo., Enero 2003. Y Una Aproximación al desarrollo de la ciencia en Nicaragua, Bravo y Allende Editores, Stgo., 2009.

[9] Cf. Saldivia, Zenobio: Una Aproximación al Desarrollo de la Ciencia en Nicaragua; op. cit.

[10] Para el detalle y desglose de esta propuesta, es posible leer: “¿Qué puede aportar Piaget a A. Latina?”, en: Saldivia, Z.: Jean Piaget, su Epistemología y su Obsesión por el Conocimiento, Edic. Universidad Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile, 2008.

[11] Philippi, R. A.; Viage al desierto de Atacama,(1853-1854), Librería de Eduardo Antón, Halle, Sajonia, 1860.

[12] Vd. por ejemplo: Berríos, M. y Saldivia, Z. : Claudio Gay y la ciencia en Chile, Bravo y Allende Editores, Stgo., 1995. Y también: “La epistemología constructivista y la historia de las ciencias en América Latina”,  Estudios Latinoamericanos Solar, Stgo., 1998, pp. 121-125.

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Zenobio Saldivia M

Felipe Caro P.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

El hombre

Iñigo López de Loyola, más conocido por el nombre que tomaría posteriormente: Ignacio de Loyola; nace el año 1491 en Azpeitia, en la provincia de Guipúzcoa, actual territorio de la comunidad autónoma española de Euskadi o país Vasco. Educado como caballero, sirve como soldado hasta ser herido en el sitio de Pamplona, lo que le hace replantearse su estilo de vida despreocupado. Estos primeros exámenes de conciencia, según escribe en su autobiografía , se convertirían algunos años más tarde, en el grueso de los contenidos de su principal obra: Los ejercicios espirituales, obra que desarrolla entre 1521 y 1548, año en que es publicada en Roma. Loyola viaja a Jerusalén, pero se detiene en Manresa, donde desarrolla las directrices generales del pensamiento ignaciano; entre éstas, sus reflexiones
sobre Dios, la libertad y los afectos humanos.
López de Loyola visita también Roma, Venecia y Jerusalén, en el año 1523 y luego, en 1524, Chipre, Génova y Barcelona, donde se dedica a estudiar gramática durante dos años. En 1526 acude a la Universidad de Alcalá de Henares, que estaba influenciada en su programa de estudios, por la Universidad de París. Por tanto, en Alcalá de Henares sigue cursos de Física y Teología, estudiando a autores como Aristóteles, Alberto Magno y Pedro Lombardo. Posteriormente, en 1527, visita Salamanca, y en el año 1528 llega a Francia, para estudiar Humanidades en el Colegio de Monteagudo de París, y Filosofía y Teología, en La Sorbonne, además de algunos cursos en el Colegio de Santa Bárbara, los que termina, cuando obtiene su título de Maestreo en Artes en el año 1535. Así, inserto en este ambiente universitario y cultural, forma el Círculo de Amigos en la Fe, unidos todos por el carácter de Ignacio y sus ejercicios espirituales. En esta época se vincula con Francisco Javier (1506-1552) y Pedro Fabro (1506-1546), entre otros, con quienes intercambia las ideas centrales de su marco teórico teológico y les transmite las nociones de sus ejercicios espirituales, llegando a ser grandes amigos. A finales de 1535 Ignacio y sus compañeros viajan hasta Venecia para tratar de llegar en peregrinación a Jerusalén. Arriban en Venecia a principios de 1537, y como les es imposible viajar, debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, trabajan con los enfermos de los hospitales de la localidad. En Junio de 1537 Ignacio, junto a seis de sus compañeros, es ordenado sacerdote, y posteriormente, viaja a Roma para ponerse a las órdenes del Papa. Ante la perspectiva de ser separados, estos amigos unidos en su ideario teológico y religioso, deciden permanecer juntos, formando lo que será la Compañía de Jesús. Para ello toman los tres votos característicos de las órdenes religiosas (castidad, pobreza y obediencia) y agregan, como elemento característico de la compañía, el de obediencia al Papa, tal como queda de manifiesto en las “Constituciones” de la Compañía, inspiradas por Ignacio de Loyola y cuya primera versión se encuentra ya preparada para 1552. Cuatro años después fallece en Roma.
Algunas de sus ideas centrales

La mayoría de sus ideas sobre Dios y la fe, se nos presentan claramente en Los ejercicios espirituales y en Las Constituciones de la Compañía de Jesús. Y entre las cuales es posible destacar su noción de la libertad del hombre como amplio marco para responder al amor de Dios, la cual se ve influenciada por los movimientos interiores del corazón y por las influencias exteriores del mundo que lo rodea (consolaciones y desolaciones).
La libertad se verá siempre apoyada o entrabada según la forma en cómo se vivan las experiencias.
Solamente a través de un ejercicio espiritual constante y consciente, a la luz de Dios, es posible analizar correctamente las venturas del diario vivir, y conocer así, la medida en que tales experiencias faciliten o impidan el correcto ejercicio de la libertad humana.
Dios está presente en todas las cosas, y su amor se expresa en todos los aspectos de la existencia humana. El hombre está llamado a descubrir este amor infinito a través de su trabajo y en el servicio activo a los necesitados. Ello implica una entrega generosa. Y en esta lógica, no cabe posibilidad de un límite a nuestra entrega, por cuanto así tornamos nuestro amor hacia Dios, para buscar siempre el más y lo mejor (el magis ignaciano).
Tales ideas matrices conque Ignacio de Loyola orienta sus ejercicios espirituales, son parte de su experiencia espiritual en Manresa, España. Las mismas, funcionan también como una herramienta pedagógica para quienes las practican, puesto que al querer hallar la voluntad divina en sus vidas, los ejercicios les permiten reconocer los cambios espirituales de su alma, cambios que de otra forma pasarían desapercibidos. Para esto, son necesarios además la disciplina y compromiso.

La Compañía de Jesús

Esta es creada en 1534 en París, aunque sólo en Septiembre de 1540, el Papa Pablo III, reconoce oficialmente a la Orden y firma la bula de confirmación de la misma. Desde sus inicios, se percibe claramente el énfasis misionero de la Compañía, el que queda enraizado en su misma constitución. Ello exige a los aspirantes ciertas condiciones de aptitud física y mental, una excelente salud, un carácter persistente y un constante ejercicio de la actividad racional y espiritual, que los separarán del resto de las órdenes religiosas de su tiempo. Asimismo, en las Constituciones queda de manifiesto el pensamiento de Ignacio sobre la diversidad y las posibilidades de cada persona de servir a Dios de acuerdo a sus capacidades y dones recibidos, ya que quienes deseen ingresar en la orden pueden optar a cuatro categorías, dependiendo de sus talentos, luego de realizar el noviciado: Profesión, quienes realizan los cuatro votos mencionados anteriormente; Coadjutores, quienes realizan los votos de pobreza, obediencia y castidad y sirven de ayuda a la Compañía en cosas espirituales o temporales; Escolares, los que mostrando habilidad para los estudios, pueden, luego de ser letrados, ingresar a la orden como Coadjutores o Profesos; y aquellos que la Compañía, luego de los exámenes iniciales, toma como indeterminados o Indiferentes, dado que “…no se ha determinado aun para cuál de los grados dichos sea más idóneo su talento” . Para lo anterior, establece una serie de procedimientos como distintos lapsos de tiempo de trabajo y observación de los interesados por parte de los examinadores, exámenes de distinto tipo y la utilización de los ejercicios espirituales y de preguntas (o interrogaciones) con el objeto de conocer lo más profundamente posible a la persona que busca ingresar a la compañía, y de este conocimiento, dirigirla a donde sus aptitudes puedan ser mejor aprovechadas.

Las Constituciones de la Compañía son, además, una profundización y concretización de los aspectos básicos y fundamentales de la Orden; por eso no es extraño que en la obra se recuerde elementos que Ignacio y los primeros compañeros reúnen, en 1539, v. gr.: “Hemos juzgado que lo más conveniente es que cada uno de nosotros, y cuantos en adelante hagan la misma profesión, estemos ligados, además del vínculo ordinario de los tres votos, con un voto especial, por el cual nos obligamos a ejecutar, sin subterfugio ni excusa alguna, todo lo que nos manden los Romanos Pontífices, el actual y sus sucesores, en cuanto se refiere al provecho de las almas y a la propagación de la fe; y a ir a cualquier región a que nos quieran enviar.” Las Constituciones de la Compañía son, además, una profundización y concretización de los aspectos básicos y fundamentales de la Orden; elementos que Ignacio y los primeros compañeros reúnen, en 1539, en la Fórmula del Instituto, que es su primera declaración de principios para el mundo y el modelo primigenio por el que regirán sus subsecuentes actividades. Esta fórmula es aprobada por los pontífices Paulo III y Julio III en 1540 y 1550 respectivamente.

En la Orden Jesuita, a su vez, como entidad dinámica, se produce una síntesis de las dos maneras de vivir la experiencia espiritual, en comparación con las otras órdenes o movimientos espirituales del período: la vía contemplativa y la vía activa; esto es lo que el jesuita Jerónimo Nadal (1507-1580) señala al referirse a la actitud de los compañeros, que viven como sujetos “contemplativos en la acción”. Lo cual puede comprenderse también, como el camino que parte de una búsqueda activa de Dios para encontrarlo con gratitud en todas las cosas. Así, para materializar esta búsqueda y encuentro con el ser superior, Ignacio sugiere una conexión trascendente en el acto humano; es decir, centrarse en quien busca (contemplación) y en la gracia divina (acción). Y de este modo, necesariamente se llegaría a la divinidad.

Otro de los elementos que los compañeros comienzan a desarrollar en este período es la producción literaria; interés que en este período se manifiesta a través de la comunicación escrita que, por insistencia de Ignacio, mantienen los integrantes de la Compañía, principalmente comentando su trabajo en los territorios en los que se encuentran. Esta correspondencia entre los integrantes de la Orden y sus superiores se mantiene durante el tiempo, y es de particular importancia, por ejemplo, al momento de comenzar su proyecto educativo, puesto que les permite mantenerse al corriente de lo que sucede en cada institución e implementar cambios en aquellos lugares que lo requieran. Y en los siglos siguientes, les posibilita un intercambio de impresiones sobre la naturaleza vernácula del Nuevo Mundo. Asimismo, esta correspondencia se ve aumentada por las obras que comienza a generar la Orden, partiendo por las experiencias de Ignacio, recogidas en su Autobiografía, y que no son entendidas sólo como obras de literatura, sino como fuentes de historia y conocimiento que se integran íntimamente a la labor y al modo de actuar de la Compañía de Jesús.

Justamente en relación a la labor y el modo de actuar de la Orden de los Jesuitas, llama la atención, la rapidez con que va obteniendo seguidores y la energía que despliegan luego para llegar a América y otros lugares y la rapidez con que lo realizan, considerando los medios de transporte y las dificultades comunicacionales de la época. Así por ejemplo, en cuanto a lo primero ya en 1556, cuando fallece el fundador, y recién a dieciséis años del reconocimiento papal, la Orden cuenta con 1.000 integrantes. Y en cuanto a su expansión a América, ya en 1549, llegan los primeros jesuitas a Brasil Luego, en 1568, encabezados por el padre Jerónimo Ruiz del Portillo, llegan a Lima. Y en 1593, se encuentran en Chile. Y a su vez, en 1599, arriban a Córdoba, Argentina, dedicándose de lleno a la educación y a la evangelización de los nativos, tal como lo hacen en el resto de los lugares donde se van expandiendo, hasta que en 1767, son expulsados de todos los dominios de la Corona española.

Hacia una conclusión

Ignacio de Loyola, logró asentar una Orden religiosa, con un estilo novedoso, altamente exigente en sus votos y praxis misionera, orientándose a la enseñanza de los distintos sectores sociales y a la evangelización de los nativos, dando nuevos bríos al mundo cristiano y misionero en general. El celo y la pasión para cumplir como misioneros, los cuales se observan con propiedad, en casi todos los jesuitas designados en América, son rasgos característicos de la Compañía de Jesús. Y otro aspecto muy importante es que la Compañía de Jesús rápidamente logró asentar una riqueza material que ocasionó la envidia de muchos sectores. Así como también sucedió lo propio, por la simpatía y la adecuada comunicación con los nativos, que es otro rasgo de la Orden.

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Zenobio Saldivia Maldonado (*)

Universidad Tecnológica Metropolitana

Santiago, Chile

Publicado como capítulo del libro: Nación y nacionalismo en Chile. Siglo XIX. T. 2.,

Gabriel Cid y Alejandro San Francisco (Editores), Centro de Estudios Bicentenario, Stgo., 2009. pp. 117-142.

El Marco sociocultural

Cuando se habla acerca de la consolidación de la ciencia en el Chile decimonónico, a menudo se focaliza la atención en los sabios extranjeros que arribaron al país entre los años 1828 y 1851, por ejemplo. Y en tales casos se menciona a Claudio Gay, (1828), a Ignacio Domeyko (1838), a Amado Pissis (1848), o a Rodulfo Amando Philippi (1851), entre otros. O bien, se alude  de inmediato a la labor de la Universidad de Chile, como entidad académica y científica. Ello no es erróneo, pero es incompleto y apresurado, porque un proceso de institucionalización de la ciencia, es el resultado de muchas variables en juego que atraviesan la esfera política, educacional y pública.  En rigor, el despertar intelectual del Chile decimonónico, no surge ipso facto con la consolidación de la independencia política luego de los avatares de la reconquista; se remonta ya un poco antes, v. gr. con las contribuciones de los jesuitas, entre éstos, especialmente gracias a las publicaciones del abate Juan Ignacio Molina, en virtud de su acopio de descripciones rigurosas sobre la naturaleza y la sociedad chilena de su tiempo, que realiza en Europa, en obras tales como: Compendio della storia geografica, naturale et civile del regno de Chile (1776) y Saggio sulla storia naturale del Chile (1782)[1], o con los aportes de los profesores del Instituto Nacional, luego de su reapertura por acuerdo del Senado, desde 1819 en adelante.

Pero, pensando exclusivamente  ya en el Chile republicano, bien podría decirse que la consolidación científica nacional,  se inicia a partir de la década del treinta, toda vez que justamente en este período, el país llega a una etapa de ordenamiento como nación y de una cierta internalización de los principios republicanos en la esfera pública; lo cual es un buen antecedente para la reflexión, para asumir compromisos científicos  y para la lectura y el estudio en general. Por otra parte, coincidiendo  con esto, se observa en este mismo lapso de tiempo, en el plano físico y material, un notorio incremento económico y un auge exportador en el país. El desarrollo intelectual y cultural del Chile decimonónico,  tiene pues, un notorio despertar en esta década, toda vez que en este período se observan nuevas expresiones de sociabilidad, de patriotismo y otros fenómenos sociológicos, que actúan como acicate para este efecto. Para lo primero, piénsese  por ejemplo en  las tertulias y en las fiestas de la aristocracia, e incluso en las  discusiones literarias e históricas; para lo segundo, el lector puede traer a presencia el llamativo sentimiento de chilenidad, que se expande a partir del triunfo militar contra la Confederación Perú-Boliviana, luego de la batalla de Yungay (20 de Enero de 1839); y en cuanto a nuevos fenómenos socioculturales, justamente la década siguiente, deja de manifiesto la instauración definitiva del periodismo en el país, la apertura de nuevos espacios de sociabilidad y la  aparición de nuevos diarios y revistas. Estas nuevas expresiones, van dejando atrás el compromiso con la contingencia política inmediata, característico de las antiguas publicaciones y logran asentar un claro perfil profesional, del periodismo, tal como ya lo ha destacado Ossandón.[2]

Es en este contexto, de crítica acerca de los asuntos públicos y de una gran discusión literaria e intelectual, por tanto, donde se desenvuelven los nuevos colaboradores y articulistas de los primeros medios de comunicación, quienes prefieren centrar mayoritariamente su atención en los movimientos y tendencias culturales y artísticas que están aconteciendo en el país  y  que  van incrementando el acervo cultural de la joven república. Entre estas expresiones, es posible incluir el movimiento literario de 1842 liderado por José Victorino Lastarria y las discusiones sobre el romanticismo como vehículo identitario de la literatura o de la cultura nacional. También están en boga en este período, las discusiones metodológicas que se dan en los campos de la  literatura, de la historia y de la filosofía, en especial en relación a como escribir la historia de Chile. Justamente, casi al alero de estos aires de discusión intelectual, entre los años cuarenta y cincuenta del Siglo del Progreso, y enmarcados en un proceso de expansión territorial, principian a aparecer los trabajos de los primeros periodistas, tales como Pedro Godoy, José Victorino Lastarria, Francisco Bilbao, Manuel José Gandarillas, entre otros,[3] así como las primeros informes científicos y las primeras  publicaciones  de  los  sabios extranjeros, que son otros tópicos que se insertan en el marco sociocultural del período. Todo lo cual, parece juntarse en las páginas de estos medios que van mostrando un nuevo Chile que se abre a la cultura y a la discusión intelectual.

Así, en este hito de nuestro devenir histórico, se consolida un momento relevante en cuanto al desarrollo del espíritu y del intelecto; puesto que en este período se produce un despertar intelectual que atraviesa a la literatura, a la historiografía, al sistema educacional, al periodismo y a la política normativa del país. También,  de manera docta y entusiasta,  colaboran en este período, algunos  extranjeros ilustres;  muchos de los cuales  llegan con un compromiso contractual previo con el gobierno, como es el caso del venezolano Andrés Bello; quien arriba al país en 1829  para asumir el cargo de Oficial Mayor Auxiliar en el Ministerio de Hacienda; y otros lo hacen en busca de asilo, escapando de  la anarquía  que existía en los demás países de América. Entre estos, es imposible olvidar los nombres de los argentinos Domingo Faustino Sarmiento, Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre y muchos otros extranjeros amantes de la democracia; quienes encuentran  amparo y respeto en  nuestro país. Y quienes muy pronto participan de las discusiones sobre el romanticismo ya mencionado, principalmente desde el periódico El Mercurio de Valparaíso y de los temas relevantes de la época: la educación y las tendencias literarias del período.[4]

Por tanto, como consecuencia a todos estos factores sociales y políticos, así como por  la creciente   inquietud  cultural   de  la  población;  salen  a   la  luz  pública diversas publicaciones periódicas que dan cuenta ora de los sucesos nacionales, ora de los temas propiamente literarios y filosóficos; así como también, aparecen otros que comentan los adelantos que se van produciendo en el plano de la ciencia y de la tecnología; e incluso aparecen  ciertos medios que desean difundir sus objetivos filantrópicos y sociales; otros, simplemente  aluden a los asuntos prácticos propios de la vida rural y urbana decimonónica, y otros abordan alternadamente estos últimos tópicos.[5]

Las revistas científicas

En  el  ámbito científico -que concentrará toda nuestra atención en lo que sigue- empiezan a observarse las diversas exploraciones y tareas de los sabios extranjeros en el país, las cuales concitan la atención de los ciudadanos relativamente bien informados y de los personeros de gobierno de la época, que quieren saber más de tales actividades. Ello genera una demanda significativa de material teórico, gráfico y estadístico, en los distintos medios de difusión de la época. Dicha labor de divulgación del conocimiento, en la práctica, presenta diversas expresiones institucionales o de agrupaciones de intelectuales, las cuales pretenden terminar la confección de una radiografía de la flora, fauna y gea del país. Y entre los medios que difunden tales novedades, están los informes oficiales,  los escasos periódicos del período y las revistas científicas.

Las revistas científicas del siglo XIX, en rigor, trasuntan el pensamiento  científico y humanista de la época y muestran de una manera taxativa el nivel cognitivo ya alcanzado en el país. Es probable que entre las razones que motivaron la creación de estas revistas, hayan influido variables como las siguientes: el boom por las publicaciones de diarios y revistas que se observa en el país a partir de  la década del cuarenta del siglo decimonono; el énfasis social y filantrópico de los sabios y científicos de mediados del siglo XIX en Chile, quienes querían ayudar a sus compatriotas a elevar su nivel cultural y a mejorar su calidad de vida. También influyeron para la circulación de las mismas, la decisión de los gobernantes del Chile decimonónico, y el apoyo que brindaron a estos medios; sea de una manera indirecta  en tanto otorgan un presupuesto a las instituciones educacionales y/o  científicas que considera la factibilidad legal para el financiamiento de estos medios; v. gr, el aporte para las revistas institucionales como los Anales la  de la Universidad de Chile, o para el Anuario Hidrográfico y la Revista de Marina, ambas de la Armada de Chile, entre otras.

Estas revistas de divulgación científica, cumplen la tarea de complementar esa visión de la naturaleza y gea del país y de redistribuir el acopio informativo para un público no especializado. Las mismas se presentan como magazines literarios y científicos, o como Anales, que compilan la labor realizada durante el año por tal o cual institución, o como Boletines, de emisiones periódicas, además de algunas publicaciones informales discontinuas. En  este contexto sociocultural,  el  objetivo de los medios de comunicación que nos interesan, es el de entretener, el de informar, y por sobre todo, el de enseñar a la comunidad sobre las técnicas más avanzadas en los distintos ámbitos de la ciencia; además de dar cuenta de las eventuales  aplicaciones de tales conocimientos en la vida cotidiana, o de ofrecer explicaciones de carácter científico sobre los distintos fenómenos naturales y sociales, que ocurren en el entorno, como por ejemplo para el primer caso; los  temblores, los terremotos,  las tempestades magnéticas,  los eclipses o los aerolitos.[6] Y en cuanto a los fenómenos sociales, especialmente desde la década del setenta del Siglo decimonono, se observan tópicos tales como el ahorro, la educación de la mujer,  la femineidad, el alcoholismo y reflexiones sobre los inmigrantes llegados a Valdivia.[7]  En estas revistas se hace gran  hincapié en la difusión de las ciencias, principalmente en lo referente a las ciencias naturales y a las ciencias de la tierra; en especial, parece existir el deseo manifiesto de divulgar los conocimientos alcanzados en estas disciplinas y en mostrar los descubrimientos  y hallazgos hechos en Chile y en el mundo en general.

En cuanto a la manera de abordar los tópicos, estos son tratados desde su génesis bibliográfica, histórica o natural y de ahí en adelante, el autor va dando cuenta de todo el estado de la cuestión sobre el tema de interés del escritor, lo que se ha dicho en los países de Europa y lo que se ha planteado en América, hasta que ensambla con las novedades del momento conocidas por la disciplina específica con la que se vincula el objeto de estudio y con los planteamientos originales del autor, que posibilitan ampliar la explicación sobre el fenómeno o la situación que está dando cuenta.

Desde el punto de vista de su estructura y diagramación interna, las mismas  mezclan los contenidos en una forma amena y  miscelánea;  es decir, abordaban una amplia variedad de temas. Entre éstos: mucha poesía, algo de narrativa, un poco de ciencias exactas, algo sobre los tópicos de química, farmacia, zoología, entomología; también algo de los contenidos propios de las ciencias de  la tierra, diversos consejos para cautelar la higiene y la salud publica, discursos emotivos, datos prácticos para los agricultores, sugerencias para que durante la ordeña las vacas den más leche, cuidados que deben tener las dueñas de casa para mejorar la higiene, precauciones para con las arañas del trigo y consejos y  asesorías en general. Todo ello, según el rubro de la profesión u oficio específico del segmento lector a la cual se han propuesto llegar dichos medios, de acuerdo a sus objetivos fundacionales.

Por otro lado, desde una perspectiva del análisis epistemológico contemporáneo, llama la atención que estas publicaciones periódicas, expresen una noción integral del conocimiento; toda vez que las mismas no se limitan exclusivamente a la difusión de los contenidos de punta en las distintas disciplinas particulares; sino que más bien, son una ventana abierta que posibilita la integración cognitiva. Y ello queda de manifiesto, justamente en virtud del énfasis magazinesco  dentro del cual  que se presentan los trabajos; dando la sensación al lector, de que el saber es uno solo y que todo es uno y lo mismo.

Desde el punto de vista de lo que hoy se denomina el análisis del discurso, estas revistas actúan como órganos comunicacionales de muchas instituciones nacientes en el país; son un conjunto de medios que  privilegian una prosa llana y amena, orientada hacia una labor de difusión del conocimiento científico para los sectores cultos y medianamente cultos. Así, desde sus páginas se logra el conocimiento integral, en virtud de la coexistencia pacífica de la poesía, el cuento, la crítica literaria, la lógica clásica, la historia, la sociología, la economía, la filosofía, la taxonomía, la geografía, la antropología, la arqueología, la sismología, la historia de la medicina, la medicina, la química, la conquiliología, la astronomía, la meteorología… en fin,  el paso fluido de las humanidades hacia las ciencias de la tierra o hacia las ciencias de la vida o de la sociedad, o hacia la riqueza psicológica individual.

Revistas más importantes

Dentro del universo de publicaciones periódicas interesadas en temas científicos, más destacadas existentes en el Chile decimonónico, podemos mencionar las siguientes: Anales de la Universidad de Chile, Revista Chilena de Historia Natural,  Revista de Marina, Revista de Ciencias y Letras, El Boletín de la Agricultura, El Agricultor, Revista del Pacífico, Revista de Valparaíso,  Revista de Santiago, Revista Chilena, Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, Annales de Chimie et de Physique, Actes de la Société Scientifíque du Chili, Anales de la Sociedad de Farmacia de Santiago, Revista Médica de Santiago, Revista Médica de Chile, Anales del Instituto de Ingenieros  y otras. A continuación, analizaremos algunas de ellas,  para  apreciar  las  características  de  la  prosa de las mismas, así como para reflexionar sobre sus contenidos científicos y su impacto en la  sociedad chilena de la época, o en cuanto al rol social de las mismas y a su eventual contribución a la idea de nación.

Anales de la Universidad de Chile

Esta publicación periódica, obedece a la necesidad  de contar con un precedente en el tiempo, que permita la difusión  de las  investigaciones y del trabajo propio de la actividad académica en general de la Corporación. Justamente el primer número que ve la luz en 1846, da cuenta de las primeras actividades administrativas, docentes e institucionales de la Corporación, además de algunas memorias; v. gr.: la de Domingo Faustino Sarmiento referente a la ortografía, la de José Victorino Lastarria sobre la influencia de la conquista y del sistema colonial, entre otras.[8]   Dicho medio, pretende en la práctica, actuar  como elemento difusor de la gestión gubernativa y universitaria, en todo lo relacionado con la instrucción pública.[9] Persigue, además, el propósito de incrementar el conocimiento de la población en general, y actúa a su vez, como medio para presentar los trabajos más destacados de las distintas facultades, las disertaciones, las memorias y las  tesis de los profesores, investigadores y egresados. Dicho órgano de comunicación de la Universidad de Chile, trasunta una fuerte presencia de artículos de los propios académicos del plantel y de  muchos  investigadores extranjeros; así, se destacan los trabajos de Andrés Bello (polígrafo, jurisconsulto y educador) o de Ignacio Domeyko (Ing. Minas), o de  Miguel de la Barra (Fundador de  SNA); o también los ensayos de  Antonio Varas,  (Educador),  o  de Joaquín Vallejos (Estudioso de la cultura); o de botánicos tales como Claudio Gay, Rodulfo Amando Philippi o Federico Philippi; o de médicos como Guillermo Blest, Lorenzo Sazie, Francisco Fonck o Luis Lecornec;  y de abogados como Miguel Güiñes; o de estudiosos de la geografía como Guillermo Cox o  Paulino del Barrio; y en el plano de la política y de las ciencias  humanas,  las comunicaciones  de  José   Victorino  Lastarria,  llaman poderosamente la atención, entre tantos y tantos otros.

En  cuanto a las características fundamentales del discurso utilizado en  los Anales; se observa que éste es esencialmente directo, propio del lenguaje culto, analítico, descriptivo, con visos comparativos en cuanto a los procedimientos y análisis de determinados tópicos. Y puede decirse que si bien emplea la terminología específica, de  acuerdo a la disciplina del tema que se está tratando, no persigue la sofisticación ni  el exceso terminológico disciplinario; más bien se enmarca en la mesura a la hora de utilizar las nociones, símbolos y fórmulas características, de lo que hoy se denomina “jerga científica”. Y por cierto, persigue el claro propósito de abarcar una amplia gama temática con alta excelencia académica; tanto en el plano de las ciencias exactas como en las áreas sociales y humanistas; además, muestra un cierto correlato con otros medios de difusión científica de esta era, en especial, en cuanto a divulgar toda clase de procedimientos prácticos y de conocimientos útiles a la población, en que están empeñados los otros medios. Tales como por ejemplo, mejorar la salud pública, proteger la masa ganadera, dar cuenta de las posibilidades de industrialización de tal o cual referente de nuestra flora, atender los requerimientos de jurisprudencia legal, mostrar nuevos ensayos literarios, y los adelantos en ciencias naturales, geografía, geología,  meteorología, sismología y  otros.

Para comprender mejor el estilo discursivo de los Anales y para formarse una idea de la enorme amplitud de los temas que aborda dicho medio, resulta conveniente mencionar algunos de los trabajos publicados y luego  focalizar la atención en algunos de ellos. Ante la imposibilidad de cubrirlos todos, mencionemos al menos, a manera de ilustración, trabajos como los siguientes: “Memoria sobre los temblores de tierra i sus efectos en jeneral i en especial los de Chile”, de Paulino del Barrio (Marzo 1855); o bien: “Observaciones  relativas  a  la  lonjitud  de  Santiago”, de Carlos Moestá (T. XII, 1856); o en el mismo tomo y año, el trabajo de Rodulfo Amando Philippi: “Descripción de algunas plantas nuevas chilenas”; o bien otro artículo del mismo científico: “Estadística de la flora chilena” (T. XIV, 1857). O bien, el trabajo colegiado de zoología: “Descripción de una nueva especie de pájaros del jénero Thalassidroma”, de R. A. Philippi y L. Landbeck (T. XVIII, 1er Sem. 1861); o el ensayo: “Aguas Minerales. Breve noticia sobre varias  de ellas descubiertas en la Cordillera de Llanquihue”, de Francisco Fonck (T. XXXII, 1er Sem. 1869); o el breve ensayo de medicina: “Algunas consideraciones sobre los hospitales de Santiago”, de Constancio Silva. (T. XXXVIII,  1er Sem. 1871). También es muy significativa la comunicación de Guillermo E. Cox: “Viaje a las rejiones septentrionales de la Patagonia. 1862-1863”; porque muestra la preocupación de los cultores de la geografía y las ciencias de la tierra, por las características geográficas de una zona en que todavía no está muy definida la posesión de dicha región, ni por parte de Argentina ni de Chile (T XXIII, 2do Sem. 1863). Y en cuanto a relevancia, lo propio se puede decir del ensayo: “Memorias extractadas de los Annales de Chimie et de Physique, del mes de Marzo de 1856”, de Angel Vásquez (T. XIV, 1857).

Al  analizar alguno de los trabajos mencionados, por ejemplo el de Paulino del Barrio, se observa que el autor  utiliza un modus operandis que se caracteriza porque parte dando cuenta de todo el estado de la cuestión  acerca de los fenómenos geológicos conocidos como “temblores de tierra”, explicando las propiedades de las oscilaciones de los mismos, los ruidos que lo acompañan y haciendo una completa clasificación de éstos; así como también el autor precisa los lugares geográficos en que tales fenómenos geológicos  son más frecuentes, tanto en Europa, como en el Nuevo Mundo y las teorías que explican dichos fenómenos. El autor expone las características de los temblores en estos términos: “En Santiago de noventa i dos temblores observados en tres años, veinte i dos han sido precedidos i diez i nueve seguidos de cambios en el estado del cielo; números aun  mui  reducidos  i  que  juntos  no  alcanzan  a  dar siquiera   la  mitad  del  número  de  observaciones.  Respecto  de  la  relacion  que puedan tener con el estado del cielo he aquí lo que resulta de esas mismas observaciones:

Con el cielo despejado………………….51.

“          “     celajado…………………..21.

“          “     nublado…………………. 16.

“          “     lloviendo………………… 4.

“         “     neblina…………………….. 1.

I como poco mas o menos esos números representan el estado atmosférico de Santiago, se deduce que no hai relacion alguna entre la verificación de los temblores de tierra……” [10]

En los años sesenta, del Siglo XIX chileno,  los Anales  parecen estar muy interesados en la presentación de los resultados de diversos estudios sobre el universo biótico e inorgánico existente en el país. Así se observan trabajos sobre topografía de Amado Pissis; sobre  mineralogía de Carlos Huidobro y de Domeyko; o de taxonomía de Rodolfo A. Philippi, de Luis Lambeck y de Volckman; o noticias sobre aguas minerales descubiertas en la Cordillera de Llanquihue, por Francisco Fonck, o  informes de exploraciones como las de Guillermo Cox, a la Patagonia,  o la de Leoncio Señoret  (Oficial de la Armada de Chile) al Rio Rapel y al puerto Tuman, entre tantos otros trabajos.

En cuanto a la comunicación de Fonck, por ejemplo, cabe destacar que es altamente relevante puesto que implica una especie de confirmación de la tesis popular que sostiene que en el Sur de Chile existen saludable y abundantes aguas termales.  Y en especial, porque a la fecha, las aguas de Petrohué y otras que describe en su comunicación, eran totalmente desconocidas y su acceso era muy dificultoso,  y al parecer, él llego por vía fluvial.  Así en un momento de su prosa Fonck señala:

Agua de Petrohue. De seis a ocho cuadras mas arriba de la boca del rio Petrohue (el desaguadero de la laguna de Todos los Santos, que desemboca en el mar en el fondo de la ensenada de Reloncaví), a mano derecha subiendo el rio i luego después de haber pasado, en la orilla opuesta, unas paredes verticales de aspecto mui notable formadas por columnas de traquita, se halla el baño de este nombre.[…]  El agua no es mui abundante; la temperatura del chorro, al nacer de la tierra, es de 60º; el pozo es mas tibio; el agua es sin olor; su gusto es agradablemente refrescante.[…]” Y mas adelante como buen médico las recomienda: “…sea en baño, sea en bebida, para todas las formas de reumatismo crónico; para parálisis reumático i local, i para las de orijen central en cierta época; para escrófulas, varias enfermedades cutáneas, caquexia mercurial, algunas formas de sífilis constitucional, sobre todo, si ésta está complicada con la precedente; para infarto crónico de la matriz i otras enfermedades análogas….”[11]

Así, este medio, apoyado  por su enorme equipo de estudiosos, académicos y científicos rigurosos,  va asentando nuevos referentes florísticos, arbóreos, zoológicos, mineralógicos o hídricos, en general, en el imaginario colectivo en construcción del país, y deja de manifiesto las peculiaridades de tal o cual punto geográfico, de tal o cual roca o mineral, como algo propio de lo chileno y de lo identitario nacional.

Revista Chilena de Historia Natural

Este medio es fundado por Carlos Porter, en 1897, en Valparaíso; con su propio peculio y sin ayuda de ninguna índole. Su Director sabía muy bien que no fundaba una revista para lucrar, sino para divulgar en la región y en el país, los conocimientos especializados generados por las distintas disciplinas  científicas, y además para que los autores pudieran efectuar nuevos contactos científicos. Los distintos números van dejando de manifiesto un acopio de investigaciones sobre Ciencias Naturales, Arqueología, Ornitología, Ictiología, Botánica, Zoología, Antropología, Geografía, Antropología y Bibliografía científica, entre otras: con lo cual se continúa la identificación del universo biótico del país, que había principiado con Gay.

En lo relativo al estilo de redacción, la revista se caracteriza por su lenguaje simple y bien acotado hacia temas de punta, propio de las ciencias naturales, en disciplinas como las ya mencionadas, e incluye además comentarios y artículos de resúmenes de obras científicas importantes tanto del país como del extranjero.  También es significativo el hecho de que este medio, se propone difundir trabajos de ciencias de la vida que no habían sido debidamente atendidas aún en nuestro país, tales como cuestiones de Ecología, Ecofisiología, Ecología de Poblaciones, Biogeografía y Paleobiología, entre otras.

Entre los autores nacionales que periódicamente escriben en este medio se destacan Federico Albert (temas forestales), Luis Vergara Flores (Antropología), R. A. Philippi (Botánica), Federico Delfín (Ictiología), Carlos Porter (Entomología), Edwin Reed (flora y fauna) y  Filiberto Germain (Entomología), entre otros. Y entre los colaboradores del exterior figuran el zoólogo Lorenzo Camerano, de Italia y el entomólogo Filipo Silvestri, de Argentina; los académicos Jean Pérez, E. L. Trouessart, y E. L. Bouvier; todos de Francia; Ignacio Bolívar, Santiago Ramón y Cajal y Salvador Calderón, de España; y el botánico F. W. Neger, de Alemania, entre tantos otros.

Este medio, toda vez que  es un órgano científico que ve la luz en la región de Valparaíso, presenta numerosos estudios vinculados a los referentes orgánicos de dicha zona, y por lo general, corresponden a  diagnosis de exponentes endémicos y exógenos de  la flora y fauna chilensis; en especial de localidades tales como: Valparaíso, Viña del Mar, Quilpue, Olmué y Limache, entre otros, aunque por cierto no se agota en una mirada únicamente sobre la naturaleza de esta región. Ahora bien, entre los trabajos relativos específicamente a la región de Valparaíso, se observan, por ejemplo,  comunicaciones tales como: “Datos para el conocimiento de los artrópodos de la Provincia de Valparaíso”, “Excursión entomológica al Valle de Marga Marga”, Contribución   a   la   flora   fanerogámica   de   la   Provincia   de  Valparaíso, Contribución  a  la  fauna de la  Provincia de  Valparaíso, Herborizaciones  en  la  Provincia de Valparaíso… entre tantos otros. En la última de las comunicaciones mencionadas, se da cuenta de los diversos exponentes arborescentes y matorrales de la zona de El Salto, en las afueras de Viña del Mar; v. gr.: “Estos terrenos son el lugar apropiado para el crecimiento de la Palmera indíjena (Jubea spectabilis), que junto con algunas especies de Bromeliáceas (Puya, Bromelia) dan un carácter típico a la vejetación. En los lugares húmedos, poco espuestos al sol i en el fondo de las quebradas crece en gran cantidad el Peumo (Crytocaria Peumo) que es la especie arborescente que domina en los matorrales; le acompaña el Molle i el Litre. En los sitios mas asoleados crece también el Boldo (Baldoa fragans) y el Quillai (Quillaja saponaria)”.[12]

Y entre los autores que realizan  estudios vinculados al universo biótico de la región y/o del Chile de la época, se ubican:  Johow y R. A. Philippi, con trabajos  en botánica;  Albert, en temas forestales, de ornitología y de ecología;  Delfín en ictiología; Reed, en cuanto a tópicos sobre la flora y fauna;  y, por cierto, las aportaciones sobre  entomología del propio Porter.

 

Revista Chilena

Este medio se funda en la ciudad de Santiago en 1875. Sus directores son los Señores Miguel Luis Amunátegui y Diego Barros Arana. El Editor General y sostenedor económico es Don Jacinto Núñez.

La Revista Chilena posee un carácter más literario que científico, pero en la práctica no deja de lado las exposiciones sobre temas científicos.  Y en rigor, más bien las solicita expresamente, tal como se observa en el primer número, en el que se hace un llamado “a todas las personas que en Chile se ocupan de ciencias i de letras”[13] para hacer llegar sus contribuciones a la dirección de dicho medio. Sus notas más relevantes son: una cierta línea editorial de corte latinoamericanista, un manifiesto apoyo y divulgación a las ideas positivistas en boga, y el claro rasgo de un pluralismo fuerte que se observa en la diversidad de pensamiento de sus columnistas y críticos, tal como se señala de partida también en el primer número: “La  Revista Chilena no patrocina ningun órden de ideas en particular, ni excluye las opiniones de cualquiera clase […]”[14]

Entre los columnistas más frecuentes de esta publicación periódica, se destacan Miguel Luis Amunátegui, Diego Barros Arana y Eduardo de la Barra; también Jorge Lagarrigue, Rodulfo Amando Philippi, Benjamín Vicuña Mackenna, José Victorino Lastarria, Benicio Álamos González, Ricardo Passi García, Marcial González y otros; muchos de los cuales difunden las ideas positivistas en el país. Es el caso de Lagarrigue, Lastarria y Passi, quienes aparecen como traductores destacados de las obras de Comte y como animosos difusores de las ideas positivistas, especialmente en lo referente a las nociones de progreso, a las leyes de la Historia y a la idea de ciencia que manifiesta el autor francés; y también como defensores a ultranza de la separación entre la Iglesia y el Estado, o en cuanto a propiciar la educación para la mujer.

Llama la atención, por otra parte, la abundante cantidad de trabajos vinculados  a  la economía, que presenta dicho medio; entre éstos: “La moral del ahorro”, de Marcial González; o temas médicos como “La profesión médica”, de F. M. Martínez; y temas de educación como los trabajos de C. González Ugalde; descuellan claramente entre estos tópicos. Además están los temas poéticos, literarios y otros sobre el uso del idioma español.

Pero no sólo las ciencias sociales están presentes en sus páginas, también los contenidos de la ciencia empírica, tal como ya se ha mencionado. Así, entre los tópicos abordados en este campo, se destacan por ejemplo, en el primer número, la comunicación arqueológica: “Algo sobre las momias del Perú”, de R. A. Philippi; así como un interesante trabajo de Bello, referente al método científico  y su vinculación con la física, que hoy podríamos ubicar en los tópicos  relacionados con la metodología científica, o con las consideraciones epistémicas de las ciencias duras.[15] También se observan trabajos de historia de la medicina; v. gr.: “Los asilos de enajenados”, de Augusto Orrego Luco; con lo cual el espectro de disciplinas que cubre esta publicación, es bastante amplio. El énfasis positivista de este medio, se aprecia en especial, por la sostenida apología  que realiza para sensibilizar a sus lectores sobre  la conveniencia de otorgar educación cada vez más especializada a las mujeres. En este ámbito, por ejemplo, es muy relevante el ensayo de Ernesto Turenne: Profesiones científicas para la mujer, que aparece en el Tomo VII, de 1877. Éste es un extenso ensayo que analiza detenidamente la conveniencia de contar con la participación femenina en el ámbito profesional, sin exclusiones de ninguna carrera en especial. Esto es muy audaz para la época, pues recuérdese que todavía en las primeras décadas del siglo veinte se ve despectivamente la participación femenina en el mundo laboral. Al respecto, este mismo artículo nos permite apreciar parte de la prosa característica de esta revista; v. gr.: Turenne señala: “Educad a la mujer, i por este medio educaréis mejor al  pueblo: los conocimientos adquiridos sobre rodillas de la madre no se olvidan jamás, aun las supersticiones mas absurdas. Las nociones mas sencillas de la higiene, esa pequeña medicina del hogar, es un exelente  conjunto de preceptos  jenerales que toda madre debiera inculcar diariamente a la familia en sus multiplicadas lecciones caseras.” [16]

Tales ideas, son parte de una nueva mentalidad que está eclosionando en el país; no en balde se difunden casi alternadamente, en los distintos tomos de la Revista Chilena, las nociones positivistas y los argumentos para que la mujer participe de la educación “superior” (esto en su época, aludía a lo que hoy denominamos enseñanza media). Así, por ejemplo en el mismo Tomo ya mencionado de esta publicación, aparecen artículos de clara tendencia positivista, tales como “Las leyes de la historia” y “La teología i el positivismo o don Zorobabel Rodríguez juzgando a don José Victorino Lastarria”, ambos de Juan Enrique Lagarrigue; los cuales prácticamente se alternan en el índice del Tomo VII, junto a los trabajos mencionados de Turenne. Y también, ensayos breves de Juan Enrique Lagarrigue nuevamente: “El buen sentido de una mujer”. Pero en todo caso, el lector debe tener presente que  éste medio es uno de los pocos que se interesa por la educación de la mujer, y que en su época la mayoría  iba a contrapelo de dicha postura. En efecto, todavía en los inicios del Siglo XX, encontramos gran cantidad de comunicaciones que continúan hablando sobre la inferioridad de la mujer. V. gr., en una Tesis de Licenciatura presentada en el año 1916, se señala claramente que la genialidad es algo esencialmente masculino y que la mujer va muy atrás en estos aspectos. Y en esta misma publicación además, se hace constar que la mujer  es mucho más débil para controlar sus sentimientos, y que por tanto, es un mero referente humano, que se ubica entre el niño y el hombre adulto.[17]

La prosa de la revista,  se caracteriza por la utilización de un lenguaje sencillo, en el que se privilegia el verbo por sobre las fórmulas o la terminología disciplinaria específica. Es amena, culta, llana, sin sofisticaciones, más bien alejada de los aspectos cuantitativos y altamente expositivos. Aborda los temas desde la perspectiva narrativa ad ovo, con un fuerte dejo literario e historicista. Es esencialmente crítica y analítica. Trasunta un espíritu tolerante y propicia la innovación en educación, el cambio social y la regeneración moral de la sociedad; ello, por la vía de la manutención del orden y de la expansión del saber científico.

 

El rol social de las mismas

Las revistas científicas decimonónicas en Chile, fueron muy importantes y útiles en su momento; tanto por el apoyo que entregaron a la comunidad científica en su fase de institucionalización, o a las autoridades gubernativas, así como a la población en general, principalmente por su carácter educativo y pragmático, cuanto por su énfasis levemente especializado y de entretención; además de ir dejando de manifiesto en el universo de los lectores, la tácita aceptación de la existencia de las primeras entidades interesadas por el conocimiento científico y su compromiso o articulación con el Estado; v. gr.: El Instituto Nacional, la Escuela de Medicina, la Escuela de Obstetricia, la U. de Chile, la Escuela de Artes y Oficios, la Oficina del Plano Topográfico, el Observatorio Nacional, el Museo Nacional de Historia Natural,  la Escuela de Minas de La Serena o la Oficina Hidrográfica de la Marina, entre otras.

Empero, la relevancia de estos primeros órganos comunicadores de la actividad científica y cultural, no se agota en el mero hecho de informar sobre la consolidación de ciertas corporaciones científicas que van apareciendo en el país; también radica en el hecho de que los mismos, actúan como sinopsis y como pequeñas radiografías de los logros científicos y de las aplicaciones tecnológicas que van acaeciendo en nuestro país.   En cuanto a lo primero, esto es en relación a la difusión de los avances científicos, dichas notas presentadas en sus páginas,  van articulando un apoyo generalizado hacia la comunidad científica y actúan como un medio que posibilita las sinopsis informativas de cada especialidad. Además, van actualizando la bibliografía científica de las distintas disciplinas que vienen perfilándose en el país.  Por ello, es comprensible que los sabios y estudiosos del Siglo XIX, los docentes y los polígrafos en general, esperaran ansiosos  los últimos números de las distintas publicaciones en curso. Además, dentro de este aspecto que beneficia cognitivamente a la comunidad especializada, queda de manifiesto que tales medios permiten la actualización disciplinaria y posibilitan el conocimiento y contacto de los autores que están en los distintos campos del saber; v. gr., como lo que acontece con las comunicaciones que dan cuenta de nuevos lepidópteros en Valparaíso, o con nuevos dípteros descubiertos en los bosques de Valdivia, por ejemplo, que fortalecen la naciente entomología nacional; o con la divulgación de las nociones de homeopatía en las revistas médicas, o la difusión de las nociones de asepsia de Lister, que son rápidamente introducidas en la medicina chilena. Así, el fortalecimiento de los contactos entre los profesionales y autores que escriben en estos medios,  va creando lo que hoy denominamos redes de intelectuales y fortalece la imagen gremial de la ciencia, dentro de la sociedad de la época, como  una  actividad que se percibe apoyada y avalada por el Estado y orientada hacia el desarrollo de la industria, de las artes y en especial, como el medio más adecuado para la obtención del progreso del país.

En cuanto al alcance y beneficio que entregan estos medios,  a los distintos sectores sociales relativamente preparados para seguir una lectura cuidadosa y comprensiva de los mismos, el caudal de aportes y beneficios no se agota en  el plano de los aspectos pragmáticos que tratan, si bien éste rol práctico es muy relevante,  no se pueden olvidar otras facetas. Así por ejemplo, en cuanto al espíritu utilitarista, éste efectivamente es un eje editorial tácito, por así decirlo, toda vez que los contenidos cognitivos presentados en estos medios, satisfacen las carencias informativas y de divulgación que esperan los ciudadanos cultos o relativamente bien informados de la época, quienes  anhelaban conocer sobre  una amplia diversidad de tópicos, así como también deseaban estar al tanto de  las aplicaciones prácticas de los últimos descubrimientos científicos de las ciencias de la vida o de las ciencias de la tierra, por ejemplo. Por eso, se comprende que revistas como los Anales de la Sociedad de Farmacia de Chile, dejen constancia en sus páginas, del carácter pragmático y utilitarista de la ciencia y del télos orientado hacia el progreso que anima a estos medios, por ejemplo en estos términos: “La ciencia debe ser útil y fecunda y para que lo sea, debe encaminársela por la senda del bien… Progreso en la ciencia, en el arte, comodidad y bienestar para la generalidad”.[18]

Lo anterior, deja de manifiesto el ánimo de los autores de hacer extensivos  los conocimientos disciplinarios específicos, hacia la búsqueda de  soluciones prácticas en el medio químico, agrícola, forestal, mineralógico, o productivo en general; ello con la esperanza de llevar dichas adquisiciones rápidamente hacia  las distintas situaciones emergentes de la  vida urbana y rural. Dichos criterios, propios  de la política editorial de la mismas, sumados a las características específicas del discurso de estos medios, que es más bien directo, llano y con explicaciones muy didácticas acerca de  los avatares de la investigación científica y de sus nuevas adquisiciones en los distintos campos disciplinarios, parecen haber sido la base de su éxito. Por eso, no es extraño encontrar en las páginas de estos órganos de difusión, comunicaciones tales como:  procedimientos caseros para exterminar las ratas, resultados prácticos de algunas investigaciones de zootecnia, informaciones sobre el uso el gas como combustible en las ciudades europeas, descripciones de coleópteros de Valparaíso o de otras regiones de Chile, el avance de la medicina homeopática en la comunidad médica, características del cráneo de habitantes de pueblos primitivos de la zona norte, diagnosis de nuevos dípteros observados en los bosques de Valdivia,  la importancia de la técnica de la asepsia, descripciones de himenópteros del Valle de Aconcagua, consejos para protegerse del cólera, preocupación por la higiene y salubridad y otros. Y en relación temas más específicamente vinculados a la agricultura o al mundo rural, se observan comunicaciones tales como: mecanismos para protegerse de la araña del trigo, procedimientos para determinar la preñez de las vacas, técnicas para eliminar el polvillo negro del trigo, técnicas elementales para preparar la mantequilla, la dependencia alcohólica de los campesinos, análisis del naciente fenómeno de la emigración campesina a otras zonas del país, entre otros. Temas todos, que constituyen un verdadero mosaico del incremento cognitivo del período que bombardea la psiquis del lector medianamente culto e interesado del Chile decimonónico.

Una de las revistas misceláneas que toca temas científicos de la época y que los difunde notoriamente es la Revista de Sudamérica, medio que comienza a aparecer desde 1861 con la participación de Juan Ramón Muñoz y Manuel G. Carmona. Sus páginas aluden a tópicos tales como: el origen de la población de América, el carácter peruano, la domesticación del avestruz, memorias de  los  miembros de la Sociedad de Amigos de la Ilustración, asuntos comerciales, biografías  de  americanos  relevantes,  temas  de   medicina,  de  Hidrografía,  de Geografía, apuntes de viajes, navegación submarina,  temas de historia, poesía y otros.[19]

Pero no sólo las revistas científicas provenientes de la civilidad son esperadas por los intelectuales y estudiosos del período, también hay algunas que provienen de instituciones militares tales  como el Anuario Hidrográfico, órgano de la Oficina Hidrográfica, o la Revista de Marina, ambas de la Marina de Chile, que además de difundir los conocimientos especializados referentes a la navegación, aportaciones hidrográficas y meteorológicas, o la tecnología de torpedos y a los asuntos normativos e institucionales que les son propios, también presentan artículos y notas referentes a tópicos de interés de la comunidad científica nacional o asuntos de interés social y cultural. Por ello no es extraño observar en sus páginas,  clasificaciones de especímenes de la flora y fauna de diversas regiones del país, así como  temas de salubridad e higiene, o estudios costeros e hidrográficos sobre las diversas regiones del país. Así por ejemplo, en cuanto a la Región de Valparaíso, traigamos a presencia los Informes sobre las Rocas de Concón, de la Caleta Ritoque, o los de las Playas de Las Salinas, de Viña del Mar, de la Punta de Playa Ancha; o bien los estudios sobre  las características de la Costa de Quebrada Verde, o sobre la Playa y el Estero de Reñaca, entre tantos otros que aparecen en sus páginas.[20]

Luego, gracias a la divulgación de notas sobre ciencia y tecnología, y sobre las características del cuerpo físico del país en general, que realizan estos medios, se hace posible aprehender  el conocimiento que se encontraba solamente en los libros; permitiendo vulgarizar los contenidos cognitivos para llevarlos a un público más heterogéneo, tal como ya lo ha destacado Manuel Calvo: “A lo largo del siglo XIX, la divulgación va adquiriendo una doble característica de información y de distracción. La ciencia se convierte en tema de novelas, y se publican libros sobre la naturaleza, la vida, el universo, etc.”[21] Esto es, que las revistas decimonónicas que nos interesan, van siendo aceptadas como medio convencional y práctico para el saber y la instrucción en el Chile decimonónico, y se perciben claramente en el marco social como un medio coadyuvante de la educación y un eficaz elemento articulador de lo identitario nacional.

Su aporte a la idea de Nación

Los autores y científicos de las instituciones ya consolidadas y muchos otros exponentes de la vida pública nacional, que escriben en los medios ya mencionados, en rigor, cumplen una doble tarea epistémica: primero captar la naturaleza vernácula y las especificidades del marco social, y luego, difundir un imaginario de las mismas. Así por ejemplo, los artículos y notas de sabios tales como Gay, Domeyko, Pissis, o R. A. Philippi, F. Philippi, e  incluso también  los trabajos de las revistas de la Marina, gracias a las comunicaciones de Vidal Gormáz, Leoncio Señoret y otros oficiales de la Armada de Chile, van generando un reconocimiento del cuerpo físico y de una  representación cartográfica, hidrográfica, orográfica y geográfica del país,  que termina por ser aceptado en la comunidad como algo propio, como algo característico de “lo chileno”. Así, los lectores, al descubrir estas descripciones referentes a porciones  de la naturaleza local o regional, van construyendo un imaginario del relieve y de las vicisitudes del territorio nacional, a partir de las descripciones de los deslindes naturales, de los volcanes, de los cajones cordilleranos, de las aguas termales, de las regiones costeras, de los golfos, de los archipiélagos e islas ligadas al territorio y de las peculiaridades del cuerpo físico en general del país,  que van apareciendo en dichos medios. Con ello se va imbricando un imaginario social, en el que los sujetos  reconocen y aceptan como algo propio de un vasto territorio común. Ello, sumado a las notas y artículos sobre los referentes orgánicos, o al conocimiento de la diversidad y propiedades de los  referentes  endémicos y exógenos que tienen su habitat en el territorio; como por ejemplo -y nada más a manera de ilustración- : A mamíferos tales como: el puma (felis concolor), el pequeño pudú (cervus pudú), el zorro chilote (canis fulvipes), el murciélago orejudo (stenoderma chilensis), la nutria (lutra felina), el chingue (Conepatus Chinga); o insectos isópteros como la termita chilena (termis chilensis); o a ortópteros, como el caballo del diablo (Bacteria spatulata); o coleópteros, como el Cantharis Marginicollis o el Ovilpalpus pubescens. Y a aves, tales como, el cóndor (Sarcoranphus condor), la tortolita cordillerana (Columba auriculata), el pato de la cordillera (Raphipterus chilensis), al tiuque (Caracara montanus), por citar algunos. O a  escualos como el Spinax Fernandezianus o el peje-perro (Trochocopus  canis)… En fin. En el ámbito de la flora, millares de variedades de especímenes han quedado consignadas en esa mirada de la naturaleza que nos han legado los sabios extranjeros y luego los autores nacionales de fines del siglo decimonono, que escriben en estos medios de difusión.  Son un vasto universo que aún no está totalmente estudiado y corresponde a una infinitud de árboles, arbustos, plantas y flores. Entre las plantas, recordemos al menos a la tuna (Opuntia vulgaris), al palqui (Cestrum parqui) o a las distintas variedades de la papa (Solanun tuberosum) existentes a la fecha en Chiloé. Entre los árboles podemos pensar en la palma chilena (jubea spectabilis), en el quillay (quillaja saponaria), el arrayán (Myrtus coquimbensis), la luma (Myrtus luma), o el espinillo (Acacia cavenia), el lingue (Persea lingue), o el Canelo (drimys winteri), entre tantos otros exponentes de la flora chilena. Todos los cuales, sistemáticamente aparecen descriptos tanto en la bibliografía científica del período, como por ejemplo en las obras de Gay que están apareciendo desde la década del cuarenta, o en las de Philippi desde la década siguiente, y además de manera sucinta y más acotada, aparecen también en las revistas de difusión científica; por ejemplo, en los Anales de la Universidad de Chile, en la Revista Chilena de Historia Natural e incluso en el Anuario Hidrográfico de la Marina.  Por tanto, desde la perspectiva del lector medianamente culto de la época que tiene acceso a estos órganos, prácticamente se encuentra percibiendo un  universo novedoso,  un desfile de especímenes y de referentes bióticos, que va internalizando como existente en el territorio y que termina por aceptar como algo propio del cuerpo físico del país y de lo chileno. De modo que estos medios, contribuyen así a asentar una visión de la naturaleza ligada a la sociedad del período, y a una “consustancial toma de conciencia del valor del propio país”.[22]

 

La difusión de los trabajos de todos estos autores, así como la publicación de los resultados de sus exploraciones, investigaciones y descripciones de los distintos referentes de la flora y fauna chilensis y de las peculiaridades del cuerpo físico de nuestro territorio, sumado a la descripción de escenas y situaciones sociales de esta lonja de tiempo, van articulando una visión de la naturaleza del país y una noción de pertenencia al mismo; ora  en los círculos académicos, en los exponentes de la clase política y en general en los intelectuales de la joven República de Chile. Así, se va imbricando en los lectores y en los sujetos con los cuales éstos interactúan, un  cierto perfil de nación, un imaginario en construcción, una percepción colectiva de pertenecer todos a una natio, a un lugar de nacimiento común que posee las características de una flora y fauna  señaladas por los sabios que están recorriendo el territorio. Y dicha percepción, se retroalimenta a si misma, en tanto los sujetos  ven también escenas sociales y costumbres, que aparecen dibujadas o escritas en estos medios y con las cuales se identifican. Así,  con la ayuda de la interacción social, se articula colectivamente la idea de  pertenecer a un locus geográfico común, en el cual se participa -no tanto aún como ciudadano – sino más bien como individuo que pertenece a un territorio común, superando las diferencias regionales y aceptando la diversidad geográfica de dicho cuerpo físico. Pertenecer a una nación, tal como la ha destacado Mizón,  es participar en una identidad común y formar parte de un grupo humano que vive en un territorio determinado.[23] Y en este sentido, las revistas científicas decimonónicas en Chile, contribuyen a aunar dicho sentimiento de pertenencia. Dicha tarea, es reforzada al mismo tiempo, con la aparición de los datos de ordenación cuantitativa y administrativa; esto es, con el apoyo estadístico y cartográfico que se observa en estos medios, principalmente en los Anales de la Universidad de Chile y en el Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile entre otros. Con ello, se va cerrando racionalmente el cuadro de aceptación del universo donde se vive. El dato duro, superpone el delta lógico y cuantitativo al imaginario que se ha venido construyendo, a la visión de la naturaleza ya alcanzada. Ello, es la matematización de la intuición de  pertenecer a un corpus físico colectivo. Por lo anterior, se comprende que muchos científicos que escriben en estos medios, estén muy ligados a las tareas de recolección de datos, o que incluso sugieran a las autoridades de gobierno, que  hagan encuestas y censos sobre diversos factores de interés científico, administrativo, industrial y económico, como lo plantea Gay y otros sabios, por ejemplo. Con razón, ya en 1843, se formula la ley que crea la Oficina de Estadística y diecisiete años después, el director de dicha Oficina, Don Santiago Lindsay inicia la publicación del Anuario Estadístico.[24] Es que la difusión de cuestiones  culturales y el conocimiento disciplinario, llevan de suyo un nivel de información que requiere ser cuantificado; en especial por la propia naturaleza de la actividad científica, y en parte por el aspecto utilitario implícito, para la posterior toma de decisiones administrativas, normativas o políticas. V. gr. una vez que se ha logrado la radiografía del cuerpo físico o gran  parte de ella,  las autoridades tienen la información cartográfica, orográfica, potamológica y topográfica respectiva, que es relevante para la construcción de caminos, para fijar los límites provinciales o departamentales, para la erección de pueblos, o para el fomento y explotación de tal o cual recurso natural, o incluso para desplazamientos y acantonamientos militares si fuere el caso. De manera que las revistas científicas que comentamos, en tanto se insertan en el marco social, contribuyen a difundir una visión de la gea y la naturaleza chilena  que va siendo internalizada y aceptada por la población como algo propio, como un sustrato en el que se  van superponiendo otros aspectos del imaginario en construcción.

Ahora bien, dicha mirada entregada por estos medios  con tales características, a su vez, es enseguida aceptada por la comunidad científica europea e internacional, en tanto sus exponentes consideran que ha sido debidamente aprehendida, en virtud del cumplimiento tanto de las exigencias del método científico en general, cuanto de la parsimonia de aproximación y encuentro con los observables. Y en este sentido, Chile es aceptado  en el universo de las naciones civilizadas, como un Estado-nación que tiene una naturaleza peculiar, donde hay sabios extranjeros que están dando cuenta de ella con el estatuto de rigor y objetividad convencionales. Por ello, no es extraño por ejemplo, que a fines del Siglo del Progreso, muchos científicos chilenos que trabajan en los campos de las ciencias de la vida o de las ciencias de la tierra y cuyos trabajos aparecen en los medios que hemos venido analizando, sean miembros de Sociedades Científicas de Europa. V. gr. tal es el caso, de Carlos Porter, fundador de la Revista Chilena de Historia Natural, quien recibe premios y reconocimientos en Estados Unidos y Europa; o del oficial de la Armada Francisco Vidal Górmaz, que recibe una medalla de oro en Exposición Internacional de 1875, en Santiago de Chile por sus trabajos cartográficos e hidrográficos sobre distintas regiones del país, y que también es miembro de distintas Sociedades Científicas internacionales.[25] Y lo propio corresponde decir de Claudio Gay, que es reconocido como miembro de la Academie des Sciences de Paris, en 1856, o de R. Philippi, miembro de las Academias de Turín, de Nápoles entre tantas otras; o de Domeyko, que es nombrado Miembro de la Academia de Ciencias de Cracovia y Doctor Honoris causis  de la Universidad de Jagellona, entre tantos otros reconocimientos.

Así, la divulgación cognitiva, es relevante para informar a los lectores particulares como a los agentes oficiales de los organismos de Gobierno. Por tanto, es muy conveniente recordar que la existencia, difusión y propagación de estos medios;  constituye una sólida base teórica que colabora  de manera significativa ora al desarrollo de la ciencia nacional, ora hacia el asentamiento de un imaginario colectivo sobre el cuerpo físico del país, sobre las vicisitudes geográficas, sobre los recursos hídricos y sobre la presencia de los referentes endémicos de la flora y fauna  chilensis, que tales medios difunden y sistemáticamente repiten en sus distintos números. El resto, la percepción del sujeto en dicho entorno, y específicamente la convicción de que se está efectivamente en un Chile con estos parajes descriptos por los sabios y naturalistas, se logra con la contemplación de tales referentes aceptados como coexistentes de un espacio y territorio en común y madurados por la interacción social y la educación sistémica.

Así, dichos autores participan activamente en la construcción de una idea geográfica de Chile, y en la presentación de una naturaleza matizada de peculiares especímenes endógenos y exógenos que existen en el territorio de la República, cuya difusión y sociabilización, es apoyada de plano por las autoridades políticas y administrativas de la época. Y con ello, se contribuye a fijar la estructura de un imaginario colectivo que es internalizado  por el ciudadano medio relativamente bien informado, gracias a la acción de los agentes sociales, políticos y culturales del período, quienes también leen, escriben y participan en estos medios. Esto es muy relevante, puesto que los actores sociales vinculados al mundo normativo e institucional en general del país, a mediados del Siglo XIX, son el núcleo duro –como lectores- al cual van dirigidos  estos órganos comunicacionales y científicos. Así por ejemplo, desde la década del cincuenta, los Anales de la Universidad de Chile, se envían a la Academia Militar, a la Biblioteca Nacional, a la Oficina del Plano Topográfico, al Observatorio Astronómico, a los Ministros, a las Cortes de Justicia, a los Intendentes, a los Jueces de Letras y a los Gobernadores, para que estos fomenten su lectura en sus respectivas oficinas.[26]  Y puesto que tales autoridades están imbuidas del ideario de alcanzar el progreso, por la vía de replicar los cánones de la civilización europea, de unificar por medio del discurso escrito, de expoliar la naturaleza para salir de la barbarie y la incultura; entonces, dicho ideario se trasunta en estos medios, que son también vías de comunicación de los exponentes de la clase política del período. Ello sugiere, que los exponentes de la clase política del período tienen una clara comprensión de la importancia de la ciencia, sea porque también  muchos de ellos tienen formación científica, o porque se codean con los sabios del período en reuniones sociales, o porque comparten trabajos y discusiones en las emergentes entidades educacionales y científicas del país, donde se hace constar que la ciencia es el mejor instrumento para el desarrollo y la inserción del país a la modernidad.    Así, los hombres de la res pública decimonónicos en nuestro país,  se movían cómodamente en el mundo de la ciencia como en el mundo de la política, “…pensemos en Andrés Bello, en Miguel Luis Amunátegui, en Diego Barros Arana, en Augusto Orrego Luco, en el doctor José Joaquín Aguirre; todos los cuales pasaron por nuestro Congreso Nacional o fueron Ministros de Estado.”[27] Y también podemos mencionar por ejemplo a  Benjamín Vicuña Mackenna, que en 1872 asume como intendente de Santiago, o a José Victorino Lastarria, que ya en 1845, destaca el estatuto científico de las enseñanzas de Domeyko, justamente en uno de los números de la Revista de Santiago y que luego en 1875 es elegido senador por Coquimbo.[28] Dicho maridaje o cooperación intelectual entre los exponentes de la cosa pública y los hombres dedicados a la apropiación cognitiva, es un fenómeno del período. Todo lo cual, sugiere que el Estado-nación, se va consolidando por el esfuerzo de sus preclaros hombres en el ámbito normativo, por las leyes que formulan, pero también por la aceptación social de los íconos, de las descripciones, del discurso y de los conceptos que los hombres de ciencia difunden en las revistas, en los Anales y en los Informes oficiales. En todos ellos, estos sabios, científicos y políticos, dejan claramente asentado en la cultura, la noción de diversidad de la flora y fauna chilensis,  su diversidad climática, sus distintos niveles geográficos, la peculiaridad de tipos sociales o las costumbres compartidas. Por tanto, de aquí, al salto de la generalización de dicho imaginario colectivo, solo hay un paso: la cohesión que entrega el sistema educacional para entender la ciencia como herramienta de ascenso social y de engrandecimiento nacional. Tal es el derrotero de la contribución silenciosa que estos sabios, polígrafos y autores de las revistas científicas, prestan a la consolidación del Estado-Nación.

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(*) Profesor de Estado en Filosofía, Mg. en Filosofía de las Cs., Dr. en Historia de las Cs., Docente e Investigador de la U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Depto. de Humanidades. Ha publicado diversos libros sobre el desarrollo de la ciencia en Chile y América. Entre sus últimos textos se destacan: La Visión de la Naturaleza en tres sabios del Siglo XIX en Chile: Gay, Domeyko y Philippi, Ed. Usach, Stgo., 2003, La Ciencia en el Chile Decimonónico, Ed.Utem, Stgo., 2005 y Una Aproximación al Desarrollo de la Ciencia en Nicaragua, Bravo y Allende Editores, Stgo., 2008.

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[1] González,  José  Antonio:   La   Compañía   de  Jesús   y   la   ciencia   ilustrada.  Juan Ignacio Molina  y la Historia Natural y Civil de Chile, Edic. Universitarias. U. Católica del Norte, Antofagasta, 1993.

[2] Cf.  Ossandón   B.,  Carlos:   “Prensa,  sujetos,   poderes  (Chile,  Siglo  XIX)”,   Rev.  Solar, Stgo.,  1997.

[3] Cf. Silva, Jorge Gustavo: Los Trabajos del Periodismo en Chile, Impr. Nacional, Stgo., 1929; p. 23.

[4] Las publicaciones del diario El Mercurio de Valparaíso del: 19-07-1842, 23-7-1842, 28-7-1842, 29-7-1842, 30-7-1842, 1-8-1842 y 08-08-1842, entre otras; ilustran claramente esta inquietud.

[5] Los lectores interesados en profundizar principalmente en las revistas literarias y culturales del Chile decimonónico, pueden ver: Silva Castro, Raul: El modernismo y otros ensayos literarios, Ed. Nascimiento, Stgo., 1965; pp.140-142. Y el trabajo de Vilches, Roberto: La revistas literarias chilenas del siglo XIX, Impr. Universitaria, Stgo., 1942; así como también en los trabajos de Ossandón, Carlos, tales como: “Prensa, sujetos, poderes (Chile, Siglo XIX)”,  Rev. Solar, Stgo., 1997. O bien: “Modos de validación del texto periodístico de  mediados del siglo XIX en Chile”, en la fuente electrónica:

http://www.uchile.cl/facultades/csociales/excerpta/modosnot.htm

[6] En cuanto a los aerolitos, vd. el trabajo de  Domeyko, I.; en: Anales de la U. de Chile,   T. XXV, 1864, 2do. Semestre, Impr. Nacional, Stgo., pp. 289-301.

[7] Sobre éstos tópicos, cf. La Revista de Chile,  Vol. III, Julio a Diciembre, Stgo., Hume i Cia., 1899, Stgo.

[8] Cf. Anales de la Universidad de Chile  correspondientes al año de 1843 i al de 1844, Impr. El Siglo, Stgo., Octubre 1846.

[9] Cf. Rebolledo, Antonia: “Consideraciones en torno a los Anales de la Universidad de Chile. 1842-1879”, Anales de la Universidad de Chile, Sexta Serie, Nº1, Sep.1995, Stgo., p. 24.

[10] Barrio,  Paulino  del:   “Memoria  sobre  los  temblores  de  tierra  i  sus efectos en  jeneral  i  en  especial  los  de  Chile”,  Anales  de  la Universidad de Chile,   Stgo., Octubre de 1855; p. 606.

[11] Fonck, F.: “Aguas Minerales. Breve noticia sobre varias de ellas descubiertas en la cordillera de Llanquihue”, Anales de la Universidad de Chile,  T. XXXII, 1869, Impr. Nacional, 1869; p. 413.

[12] Porter, Carlos: “Herborizaciones en la Provincia de Valparaíso. Escursion a El Salto en Noviembre de 1898”, Rev. Chilena de Historia Natural,  Año III, Nº 1-2, Enero-Febrero de 1899; p. 29.

[13] Rev. Chilena,  T. I.,  Jacinto Núñez Editor,  Imprenta de la República, Stgo., 1875,  pág. V.

[14] Ibidem.

[15] Bello,  Andrés:   “Del   método,  i   en   especial  del  que   es   propio  de   las investigaciones  físicas”, Rev. Chilena, T. I., Op. cit.; p. 188.

[16] Turenne,  Ernesto: “Profesiones científicas para la mujer”,  Rev. Chilena, T. VII, 1877, Jacinto Nuñez Editor, Santiago; p. 366.

[17] Cf. Munizaga Ossandón, Julio: La inferioridad intelectual de la mujer. Tesis de Licenciatura, Impr. Renacimiento, Stgo., 1916, pp. 25-33.

[18] Anales de la Sociedad de Farmacia de Chile, T. VI, Impr. del Correo, Stgo., 1873-1875., p. 43.

[19] Cf. Revista de Sudamérica, Año I, Nº1, Impr. del Universo de G. Helfmann, Valparaíso, 1861.

[20]  Cf. Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, Año VI, 1880, Impr. Nacional,  Stgo., pp. 318-320,  344-346, 348-349.

[21] Calvo Hernando, Manuel: Periodismo científico; Ed. Paraninfo, 1977, Madrid; p. 85.

[22] Berríos C., Mario: Identidad-Origen-Modelos: Pensamiento Latinoamericano, Ediciones Instituto Profesional de Santiago, Santiago, 1988; p. 136.

[23] Mizón, Luis: Claudio Gay y la Formación de la Identidad Cultural Chilena, Ed. Universitaria, Stgo., 2001; p. 66.

[24] Cf.  Urzúa Valenzuela, Germán: Evolución de la Administración Pública Chilena (1818-1968), Ed. Jurídica de Chile, Stgo., 1970; p. 88.

[25] Vd. Catálogo Oficial de la Esposición  Internacional de Chile en 1875. Sección Primera. Materias Primas; Impr. y Librería del Mercurio, Stgo., 1875; pp. 88-89.

[26] Cf. Rebolledo, Antonia: “Consideraciones en torno a los Anales de la Universidad de Chile. 1842-1879”, Anales de la Universidad de Chile, Sexta Serie, Nº1, Sep.1995, Stgo., p. 26.

[27] Vergara Quiroz, Sergio: “Rasgos del Pensamiento Científico en Chile durante el Siglo XIX” , en: Cuadernos de la U. de Chile, Nº2, Stgo., 1983, p. 78.

[28] Cf.  Subercaseaux S., Bernardo: Lastarria, Ideología y literatura, Ed. Aconcagua, Stgo., 1981.p. 301.

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El positivismo lógico

Zenobio Saldivia Maldonado

Algunos Antecedentes

Usualmente se denomina “positivismo lógico” a la corriente filosófica interesada en aclarar el problema de la significación, valiéndose del análisis lógico del lenguaje. Los orígenes de esta tendencia presentan dos hitos importantes dignos de considerar. Por una parte, podemos hablar del origen más inmediato de esta escuela, la cual se sitúa en las primeras décadas del siglo XX; más exactamente, en el año 1923. En efecto, en este mismo año, en Viena, Moritz Schilck funda el denominado Circulo de Viena, una agrupación de intelectuales de distintas disciplinas, tanto científicas como humanistas, que utilizan principalmente el análisis formalizante como método de trabajo. Y este es justamente el punto de contacto con la lógica simbólica.  Por otra, es posible hablar de la raigambre decimonónica del positivismo lógico; esto es, los antecedentes que se remontan  a la obra Cours de Philosophie positive (1830-1842) y a otros trabajos de Augusto Comte, en Francia, fundador del positivismo, como una corriente filosófica, cultural y científica, que se caracteriza por enfatizar la importancia del método y del conocimiento científico. Comte es el fundador de la sociología científica y uno de los más grandes impulsores de la idea del progreso, como télos de la ciencia y como instrumento de regeneración moral de la sociedad.

La tónica del positivismo clásico o positivismo comtiano, es su peculiar visión de la historia individual y social, como una marcha ascendente hacia la consolidación de una mentalidad definitivamente científica. Así, Comte divide la marcha histórica en tres grandes estadios: el teológico, el metafísico y el positivo. En el primero, el hombre se caracteriza porque busca una explicación, tanto de su propia conducta como también acerca de los procesos físicos y naturales, en base a la acción de ciertas deidades o entes afines. En el estadio metafísico el ser humano concentra sus explicaciones acerca de la realidad en entidades metafísicas; tales como la idea, la substancia, fuerzas inmanentes y otras. En el último hito evolutivo de la historia, la explicación sobre todos los fenómenos y acerca de los objetos del mundo, se centra en la ciencia y en la inteligencia de sí mismo.(1)

Más tarde, en 1929, con  la publicación del Manifiesto del Círculo de Viena, prácticamente se consolida dicha entidad académica y el movimiento del positivismo lógico o neopositivismo, adquiere una cierta institucionalización que comienza a apreciarse en el aparecimiento de diversas publicaciones y trabajos académicos. Estos, versan en su mayoría, en torno a la construcción de un método común a todas las ciencias que permita consignar o expresar la comprensión de las relaciones de los objetos de estudio de cada una de las disciplinas, a la manera del viejo sueño de Leibniz, conocido como ars combinatoria.  Dicho método de  los exponentes del Círculo de Viena, se basaría en un sistema de signos lógicos  que darían la certeza a los que lo utilicen, de estar en posición de argumentos válidos, sin errores lógicos y sin vinculaciones directas con los pseudoproblemas filosóficos.

Entre los miembros del Círculo de Viena, figuraron destacados matemáticos, tales como Gustav Berman y Kurt Gödel, físicos como Phillips Frank, sociólogos como Otto Neurath, o historiadores como por ejemplo Victor Kraft. Y entre los filósofos que frecuentaron este grupo se destacan Rudolf Carnap, Alfred Ayer, Bertrand Russell, Hans Reichenbach, Carl Hempel y otros. (2)

 Teoría del conocimiento

Desde el punto de vista de la Teoría del Conocimiento, es posible observar que la tarea del positivismo lógico, se enmarca en las preocupaciones de la filosofía kantiana. Esto significa que los exponentes del mismo, abordan el problema de la aprehensión cognitiva y la relación entre el sujeto y el objeto en dicho proceso; con la salvedad de que en Kant el interés se centra en la experiencia y en las características del entendimiento. Y en la corriente del positivismo lógico, el foco de interés gnoseológico se plantea como una confrontación entre la lógica y la experiencia.

En cuanto a la manera de organizar la comprensión del mundo, en Kant depende de nuestra subjetividad, y en cambio en el caso de los neopositivistas, depende de la construcción racional; es decir, de una formalización lógica de las nociones epistemológicas que dan cuenta de la realidad.

Wolfe Mays, en una ponencia presentada al primer Simposio Internacional de Epistemología Genética, en Ginebra, en 1956, clarifica otros elementos propios de la confrontación entre Kant y los positivistas lógicos: “Ha habido un desplazamiento desde los antiguos tipos de epistemología  – como por ejemplo la contenida en la obra de Kant, con su interés en la naturaleza del tiempo y del espacio, las categorías del número, de la causalidad, etc.-  hasta los problemas  de índole bastante diferente, como la identidad de significación (sinonimia), la analiticidad y la sinteticidad, la comprensión y la extensión, la verdad semántica, los modos material y formal del discurso, etc. En suma, este tipo de filosofía se ocupa más bien de la epistemología, de la lógica formal y de la naturaleza del lenguaje” (3)

 La búsqueda de la unidad de las ciencias

Los miembros del Círculo de Viena estaban firmemente persuadidos de que todos los enunciados científicos podían reducirse a un lenguaje universal. Este anhelo filosófico que pretende alcanzar una misma formalización para los distintos contenidos científicos, implica al menos, dos aspectos relevantes. Por una parte, una concepción de la ciencia entendida como un gran corpus unificado, con un lenguaje idéntico y con un mecanismo similar para la notación de los discursos de cada disciplina. Esto es, el lado metodológico del propósito. Por otra parte, este objetivo, alude a la idea de que no hay distintos tipos de ciencia, sino una sola que tendría diversos objetos de estudio para cubrir así las tareas científicas: predecir, comprender y explicar los hechos del mundo. Lo anterior corresponde al aspecto epistemológico de la tarea de los positivistas lógicos.

Así, los exponentes de esta doctrina, en virtud de su praxis sistemática están compartiendo el viejo anhelo de Leibniz de construir una lengua universal o ars combinatoria, propuesto en el siglo XVII. En efecto, la labor de los positivistas lógicos, por tanto, es un intento de continuar con la búsqueda de ese lenguaje que con una sola notación formalizada, pueda describir y explicar los fenómenos del universo. Consecuentes con este propósito, realizaron sus reuniones de trabajo en Viena, durante los inicios de la década del treinta del siglo XX, y siguieren luego en Chicago, en EE.UU., desde 1838, cuando algunos de sus miembros tuvieron dificultades con el régimen nazi. Justamente, a partir de este año, inician la publicación de la International Enciclopedy of Union Science (Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada).  Obra que pasa a constituirse en un aporte original y relevante de los filósofos de la ciencia y de los lógicos matemáticos; quienes encuentran aquí el marco apropiado para presentar sus tesis sobre los análisis formalizantes del lenguaje y acerca de los enunciados protocolares.

El análisis lógico del lenguaje

El fundamento teórico del positivismo lógico es el mismo del empirismo clásico, sostenido por Hume, Mill y otros; cuyas tesis hacen descansar la ciencia en la experiencia sensible. Uno de los intentos del empirismo inglés, fue por ejemplo, delimitar estrictamente lo que es el lenguaje científico y lo que corresponde al lenguaje metafísico. El positivismo lógico del siglo XX continúa este esfuerzo, pero ahora, con el auxilio del método del análisis lógico del lenguaje, que es utilizado por autores como  Carnap (La Construcción lógica del mundo), Whitehead y Russell (Principia Matemática), Frege (lógica y semántica) y Wittgenstein (Tractatus lógico-philosophicus).

Lo anterior, deja de manifiesto que los simpatizantes del  positivismo lógico, enfatizan el análisis formalizante para estudiar los discursos científicos. Para esta tarea que podríamos llamar de “supervisión metodológica”, recurren al auxilio de la lógica matemática, en especial en lo referente a delimitar cuales discursos son científicos y cuales son metafísicos. Para ello, parten del hecho de que las proposiciones  de las ciencias formales son tautológicas y que por tanto, en si mismas no expresan ningún conocimiento sobre la realidad, pero posibilitan el conocimiento del mundo al proporcionar el rigor y  la claridad  para  la verificación de los enunciados provenientes de la experiencia.  Así, el conocimiento científico, sería aquel que viene dado por las proposiciones lógicas o por proposiciones que son verificables por la experiencia. Esto es lo que se denomina el Principio de la exigencia de la verificación, o Significación por la verificación.

A su vez, el conocimiento metafísico, vendría dado por aquellas proposiciones que no pueden ser consideradas ni como verdaderas ni como falsas. Las mismas son denominadas proposiciones sin sentido, porque carecen de toda significación y no explicitan algo del mundo; son pseudoproblemas. El análisis lógico de las proposiciones metafísicas, continúa buscando la significación incluso hasta en los componentes estructurales últimos del discurso, esto es, en las palabras. Así, los positivistas lógicos observan que también muchas de estas estructuras básicas, carecen de sentido porque no tienen un referente que soporte la exigencia de la verificación; v. gr.,  conceptos como “nada”, “dios” y otros similares;  serían pseudoconceptos. Y lo propio sucede con aseveraciones como por ejemplo “los ángeles están en el cielo” o “la belleza es dulce”; serían enunciados inverificables  y por tanto corresponderían a la metafísica.

Los seguidores de esta escuela, sostienen que la tarea de la filosofía no es la de solucionar los problemas científicos, sino más bien analizarlos, para lograr una elucidación de los mismos.(4) En este sentido, la labor filosófica  resulta equivalente a un análisis semántico y sintáctico de la prosa científica; a un sostenido análisis de las vinculaciones entre lo que expresa el lenguaje y la realidad. Es el triunfo de la filosofía del lenguaje y una instancia de presentación en sociedad de los filósofos de la ciencia.

El sentido de una proposición sobre el mundo descansa como hemos visto, en el procedimiento de verificación; así, si hay un procedimiento experimental para verificar un enunciado cualesquiera, entonces es posible determinar su verdad o su falsedad, y de este modo, puede quedar incluido en la prosa científica; de lo contrario, se trataría de  proposiciones sin sentido.

 Positivismo y empiria

El positivismo, al igual que otras corrientes filosóficas como el psicologismo y el sensualismo, comparte la opinión que sostiene que las ciencias empíricas se reducen a percepciones sensoriales; lo cual significa que las ciencias darían cuenta de los acontecimientos del mundo, a través de nuestras experiencias vitales. Por ello, por ejemplo Carnap, en su libro La construcción lógica del mundo, argumenta que el conocimiento que podemos adquirir sobre la naturaleza y la sociedad, es reductible a las experiencias elementales del sujeto cognoscente. Esto es equivalente a sostener que la base del conocimiento radica en un fenomenalismo del sujeto. Inserto en esta perspectiva, el conocimiento científico, mediante sus enunciados, solo podría sostener algo acerca de los hechos del mundo, a través de nuestras experiencias sensoriales. Esta base empírica, fenomenalística, del conocimiento científico, centraría los criterios de validación de los enunciados en la experiencia individual del sujeto, en su propio aparataje perceptivo. Al respecto Popper señala más tarde: “Por el sentimiento inmediato de convicción que lleva consigo podemos distinguir el enunciado verdadero -aquél que está de acuerdo con la experiencia-  del falso  -que no lo está-. La ciencia no es más que un intento de clasificar y describir este conocimiento perceptivo, estas experiencias inmediatas de cuya verdad no podemos dudar: es la presentación sistemática de nuestras convicciones inmediatas.” (5)

En la cita precedente, Popper destaca muy bien el reducido alcance epistemológico de un conocimiento científico que posea una base de esta naturaleza; esto es, que en tales condiciones, la ciencia quedaría enmarcada en una tarea de clasificación y ordenación de nuestras experiencias sensoriales y no se extendería más allá de las convicciones subjetivas.

Otra de las críticas más serias que a menudo se les plantea  a los positivistas lógicos, es la siguiente: si se aplica a la prosa científica la exigencia de la verificación, el marco que posibilita la aplicación del procedimiento en cuestión, es el conjunto de sensaciones que podemos tener en un presente determinado. En este contexto, ¿cómo es posible el conocimiento?, puesto que la realidad sólo es percibida en instantes fugaces, entonces ¿cómo podríamos dar cuenta del mundo?, toda vez que cuando se intenta elucidar un acontecimiento determinado, el mismo ya se ha producido antes de que se haya agotado la enunciación del mismo. (6)

 Las cláusulas protocolarias

Al suponer que las proposiciones científicas, son posibles de reducir a elementos estructurales últimos que tienen correspondencia con la experiencia, se pretende asegurar una descripción objetiva del mundo. Wittgenstein, en su primer período filosófico, sostiene por ejemplo en el Tractatus lógico-philosophicus, que las proposiciones de un lenguaje determinado son portadoras del significado por la exactitud del mismo; exactitud que vendría dada por la vinculación entre lenguaje y mundo, a través del valor veritativo de las proposiciones y en virtud de los componentes proposicionales más elementales que también poseen un valor de verdad o falsedad. Esto quiere decir que es posible la obtención de un lenguaje exacto, un lenguaje basado en las reglas del cálculo lógico, al cual podrían reducirse todos los lenguajes científicos. De este modo, desde el ámbito proposicional, se contaría con un instrumento lógico y lingüístico para servir al propósito de la verificación de los enunciados de la ciencia.

Los enunciados de la ciencia, formulados en este lenguaje exacto, son considerados como un cálculo lógico, donde cada palabra debe cumplir con ciertas reglas básicas que quedan establecidas en forma definitiva. Leyes de este tipo, existen en el Begriffschft de Wittgenstein y en los Principia mathemática de Whitehead y Russell. Sin embargo, por ejemplo el primero de estos autores, en su segundo período filosófico, abandona tales nociones y argumenta a favor de la tesis que sostiene que el significado es algo público y que las reglas lingüísticas son aprendidas en el contexto socio-cultural, como reacciones colectivas.(7)

Ahora, volviendo nuevamente al problema de la correspondencia entre lenguaje y mundo, Carnap por su parte, estima que la forma de hablar del lenguaje científico no sería acerca de los hechos, sino de las “cláusulas”. La prosa científica sería por tanto, “un modo formalizado de hablar” y el lenguaje ordinario, un “modo material de hablar”.(8) Neurath, a su vez, estima que no hay desde el lenguaje ordinario, un punto de partida seguro para la construcción de un lenguaje que reúna a las explicaciones de las ciencias particulares, puesto que las cláusulas protocolarias pueden ser admitidas o no, en un lenguaje discursivo.(9)

Desde el punto de vista de la metodología empleada por el positivismo lógico, es conveniente tener presente que el mismo era inductivista; esto significa que parte del supuesto de que los procedimientos lógicos permiten obtener el sentido de las proposiciones universales, partiendo a su vez de la obtención del sentido de las proposiciones particulares.(10)

Lo anterior, sitúa a los positivistas lógicos en una posición de plena confianza en el método inductivo como forma de trabajo científico, pero no pueden resolver la legitimidad de los enunciados inductivos, no proporcionan una validez lógica para tales enunciados. Así, no logran superar el problema de la inducción; es decir, la imposibilidad de conocer algo con certeza sobre el mundo, puesto que cualquier enunciado que formulemos a partir de la vía inductiva, trasciende lo objetivo y lo efectivamente comprobado en su afán de alcanzar un enunciado universal. Lo propio les acontece a estos filósofos de la ciencia, con el problema de los universales, puesto que no es posible reducir los conceptos universales empleados en nuestros enunciados del lenguaje ordinario, a distintas clases de experiencias sensoriales, toda vez que esta es única y se agota en la vivencia sensorial.(11)

Lo que quedó del movimiento

Si bien la partida de este tipo de trabajos del medio académico y filosófico, en la segunda década del siglo veinte, fue muy auspiciosa y en sus inicios despertó la simpatía de mucho exponentes de la ciencia y la filosofía, principalmente de los alemanes, austriacos, ingleses y norteamericanos, entre otros. El movimiento no logró sus más ansiados proyectos. Consolidó la filosofía de la ciencia y delimitó algunos de los campos de interés de esta disciplina, fortaleció el  análisis semántico y del discurso en  general. Avanzó notablemente en cuanto a notaciones de lógica simbólica y al estudio de las proposiciones. Además  sus exponentes consiguen un “profundo análisis de las ciencias empíricas investigando que era la causalidad, la inducción, las leyes científicas y la relación entre los términos teóricos y términos empíricos”. (12 ) Empero no lograron formular la lengua universal que permitiera dar cuenta de la ciencia como un todo unificado, tampoco pudieron resolver el problema de la inducción como base del criterio de la verificación por la experiencia. Y muchos menos pudieron demostrar que los sistemas lógicos son siempre coherentes y completos, pues justamente Gödel, uno de los integrantes del  Círculo de Viena, formula el teorema homónimo que deja asentado que es imposible demostrar todas las formulas dentro de un sistema lógico-matemático.

Empero, los  avances que alcanzaron  e incluso  las limitaciones a que se enfrentaron, en su conjunto, nos dejan un saldo cualitativo favorable. Consolidan disciplinas tales como  la filosofía de la ciencia,  la lógica matemática, la semántica y la sintaxis del lenguaje. En suma, muestran un nuevo objeto de estudio que hoy está de moda: el análisis del discurso.

Citas y notas:

  1. Cf. Estrella, Jorge: “Cosmovisión del positivismo”, Rev. de Filosofía, U. de Chile, Stgo., Vol. XV, Nº1, 1977, pp. 80-81.
  2. Cf. Malherbe, J.F.: “Le scientisme du Cercle de Vienne”, Revue Philosophique de Louvian, Louvain, Aôt, 1974, p. 563.
  3. Mays, Wolfe: “Lógica y lenguaje en Carnap”, en: Piaget, Jean et al.: Psicología, lógica y comunicación, Ed. Nueva  Visión, Bs. Aires, 1957, p. 127.
  4. Cf. Malherbe, J.F.; op. cit., p. 566.
  5. Popper, Karl: La lógica de la investigación científica, Ed. Técnos, Madrid, 1971; p. 90.
  6. Cf. Estrella, Jorge: “Cosmovisión del positivismo”; op. cit., p. 88.
  7. Cf. Wittgenstein, L.: Cuadernos azul y marrón. Ed. Técnos, Madrid, 1976; pp. 44-45 y 54-56.
  8. Cf. Popper; op. cit., p. 91.
  9. Ibidem.; p. 92.
  10. Cf.  Popper, op. cit.; pp.27-28 y 90.
  11. Ibidem.; p. 90.
  12. Trevijano E., Manuel: “El Círculo de Viena”, En torno a la ciencia, Ed. Técnos, Madrid, 1994; p. 44.
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Zenobio Saldivia M.

Mario Huerta S.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo.

Cuando se habla de estructuras, se piensa inmediatamente en las matemáticas y en la arquitectura, entre otros elementos mnemotécnicos que llegan a la psiquis del hablante; ello no está mal, por cierto, es una asociación mental correcta, pero es incompleta; deberíamos también en estos casos pensar en las estructuras psicológicas del individuo en su desarrollo y en las estructuras del discurso científico, entre otras. Justamente un incansable estudioso de estas últimas, es Jean Piaget; destacado epistemólogo, lógico, biólogo y psicólogo, quien dedicó toda su vida a pesquisar como es que acontece el fenómeno de la adquisición del conocimiento. Primero se centra en el niño, partiendo por el estudio de los rendimientos intelectuales de sus propios hijos, en sus años de juventud; luego, focaliza más notoriamente el estudio por el mismo fenómeno, en sus años de madurez, en la génesis y en la evolución de la ciencia como producto y como institución social.

El hombre

Piaget, nace en Neuchatel, Suiza, el 9 de Agosto de 1896; desde pequeño manifiesta un gran interés por el estudio y la reflexión, y a todas luces se muestra como un buen heredero de la vocación intelectual de la familia; en especial de su padre, un experto en literatura medieval, de quien seguramente sacó ese gusto obsesivo por el contacto con los libros y por el estudio. Y de su madre, parece haber conservado algunos rasgos tales como la necesidad de volcarse más hacia la vida interior y hacia la búsqueda de la tranquilidad y la soledad casi enfermiza. Así, imbuido de rasgos como los mencionados ya a los once años, Piaget escribe su primer artículo: “Un gorrión albino”, que simbólicamente es equivalente al punto de partida del maremagnun de publicaciones que lo acompañarán toda su vida.

En 1915, a los catorce años y sin interrumpir sus estudios de secundaria, inicia una serie de publicaciones sobre malacología, que corresponden a una maduración teórica a partir de investigaciones previas, realizadas in situ, en las distintas colecciones existentes en su ciudad natal. Dichos trabajos aparecen en la obra de consulta: Catálogo de los Moluscos de Neuchatel. Durante sus estudios universitarios, Piaget concentra sus energías en la lectura y análisis de publicaciones filosóficas y psicológicas, escribiendo innumerables trabajos que no están destinados al público. Son los años de su lectura de las obras de Bergson, Kant, Comte, Reymond y otros, a partir de las cuales principia a madurar sus propias nociones sobre el proceso del conocimiento y el desenvolvimiento de las estructuras cognitivas.

En 1918, obtiene el grado de Dr. en Ciencias Naturales, en la universidad de Neuchatel, con la tesis: “Los Moluscos de Vallais”. En este mismo año, Piaget se dirige a Zurich para comenzar estudios de psicología. Y tres años más tarde, el psicólogo Clarapède lo llama para trabajar en el Instituto Jean Jacob Rousseau, en Ginebra, como jefe de sus colaboradores. Luego, entre 1925 y 1931, Piaget se dedica a estudiar minuciosamente el desarrollo intelectual de sus propios hijos, ayudado por su joven esposa. En 1925 asume la cátedra de historia del pensamiento científico, en la Universidad de Ginebra, y paralelamente desempeña el cargo de subdirector del Instituto Jean Jacob Rousseau. Durante la década de los locos años treinta, Piaget continúa con sus investigaciones sobre la evolución de la inteligencia infantil.

Desde 1950 en adelante, según sus biógrafos, se inicia el periodo propiamente epistemológico. A partir de 1955, logra atribuirle a la epistemología genética, un rango institucional, al fundar en Ginebra el Centro Internacional de Epistemología Genética. En este Centro de Estudios, Piaget congrega a psicólogos, lógicos, matemáticos, lingüistas, epistemólogos de las ciencias humanas, estudiosos de la cibernética y otros científicos. Es el inicio efectivo de los equipos interdisciplinarios en la investigación científica, en donde la tónica es encontrar las estructuras discursivas que permitan concitar en conjunto los distintos objetos de estudio y apreciar la evolución e hitos significativos de problemas y tópicos en común, principalmente las interconexiones entre epigénesis y génesis o estructura y función; sea en la psiquis del niño, en las disciplinas sociales o en las ciencias naturales. Dichos profesionales liderados por Piaget, constituyen el punto de partida de lo que hoy se denomina la Escuela de Ginebra; cuya tónica central de investigación académica y científica, es el estudio de la aprehensión y del desarrollo cognoscitivo, desde el marco teórico constructivista.

En 1976, Piaget ya retirado de la academia, continúa participando en eventos intelectuales y dictando conferencias. Por eso, no resulta extraño que sus colaboradores del Centro Internacional de Epistemología Genética, organicen un Congreso Internacional sobre epistemología, para conmemorar los 80 años del maestro, y éste, rodeado de visitantes, admiradores, regalos y ponencias, celebra su cumpleaños discutiendo y defendiendo sus puntos de vista. Cuatro años más tarde, el 16 de Septiembre de 1980, en Ginebra, Piaget deja de existir; pero no así sus ideas que continúan con nuevos bríos y que llegan a campos insospechados de la cultura.

Producción Intelectual

La producción intelectual de Jean Piaget, es abrumadora; en rigor, si se consideran los textos escritos por él, los textos en colaboración, los artículos y las conferencias ofrecidas en diversas universidades del mundo; no resultaría exagerado decir que éstas, en su conjunto, bordean el medio millar. Tan vasta producción intelectual, es posible encontrarla en los Archivos Jean Piaget, en Ginebra, institución que además de tener todas las obras de Piaget, compila y conserva también todo lo que se ha escrito sobre él y su obra. Los resultados de sus estudios sobre el dominio lógico y matemático del niño, así como del razonamiento infantil en general y de su teoría evolutiva de la inteligencia; los presenta al público en libros tales como: El lenguaje y el pensamiento en el niño (1923), El juicio y el razonamiento en el niño (1924) y El juicio moral en el niño, 1932, entre otros. En estos años Piaget, está siempre en lo mismo: con sus investigaciones sobre la evolución de la inteligencia infantil; es la época en que aparecen ante el público, nuevas obras, tales como: El nacimiento de la inteligencia en el niño (1936) y La construcción de lo real en el niño (1937), entre otras.

La década de los 40, para Piaget queda signada con una serie de publicaciones referentes al desarrollo de las naciones lógicas, físicas y matemáticas en el niño, por ejemplo: las ideas de número, movimiento, irreversibilidad, velocidad, azar, tiempo, espacio y otras. Entre las obras que dan cuenta de estos estudios, recordemos las siguientes: La génesis de la noción de número (1941), La formación de símbolo en el niño (1946). Y al año siguiente escribe dos nuevas obras: La representación del espacio en el niño y La Psicología de la inteligencia. En 1949 presenta su Tratado de lógica. Y en 1950, publica su Introducción a la epistemología genética (3 volúmenes), donde presenta los fundamentos teóricos y empíricos de una nueva disciplina científica, interesada en estudiar el desarrollo del conocimiento: la epistemología genética. En 1966, publica por ejemplo; La epistemología del tiempo y La epistemología del niño. Luego aparece otra de sus obras de la madurez: Biología y conocimiento. Y en 1975, a los 79 años, publica La Equilibración de las estructuras cognitivas. Problema central del desarrollo, entre tantas otras.

Sus ejes teóricos

La labor de Piaget, desde la perspectiva de la psicología, es asociada con el constructivismo, con las teorías referentes a los estadios del desarrollo, o con las tesis que aluden al isomorfismo entre las estructuras neurológicas y el proceso cognitivo, o con aquellas ideas que dan cuenta de la evolución de la inteligencia en general; o también con aquellas nociones que argumentan sobre la equilibración en los seres vivos, y con las que apuntan al proceso de la aprehensión cognoscitiva en general. Y desde la perspectiva de la epistemología, su obra queda identificada, en especial desde la década del cincuenta en adelante, con la epistemología genética, con el estudio del desenvolvimiento científico y con la dialéctica de las ciencias. En todas estas teorías y en el empleo de sus categorías relevantes, está inserta previamente, la noción de estructuras cognitivas y una nueva idea del conocimiento que nos ha legado y que une la biología y el plano normativo. Ahora bien, como abordar todo este conjunto de tesis, escapa a las pretensiones de la presente comunicación, nos centraremos al menos en algunas de ellas, y terminaremos con una explicación de la idea de hombre que queda implícita en la obra del epistemólogo suizo y que no ha sido debidamente dilucidada aún en la comunidad científica.

El antiguo problema de la adquisición del conocimiento

En el campo de la filosofía, específicamente en su rama denominada Teoría del conocimiento, radica la génesis explicativa previa a Piaget, en lo referente a dar cuenta de cómo es que acontece el problema de la adquisición cognitiva. Ello está indicando que el modelo clásico de confrontación Sujeto- Objeto, que termina con la apropiación que realiza el sujeto sobre el objeto, sería el ámbito del conocimiento y el campo donde se producirían los incrementos del saber; enfoque más bien idealista y reduccionista -que como es sabido- centra el conocimiento en el Sujeto, quedando prácticamente como algo asociado tradicional y exclusivamente sólo a la capacidad mental del individuo, a la aprehensión intelectual. Para Piaget, en cambio, el conocimiento se vincula con el fenómeno de la vida en toda su extensión, con la biología del sujeto aprehensor y con el medio en que este se desenvuelve; no es una mera confrontación de un sujeto frente a un objeto, sino que es el resultado de una interacción, o de una o unas acción(es) que se dan insertas en un proceso en el cual ambos elementos son transformados, y que como producto de dicha interacción dialéctica, hay un resultado, un nuevo posible, un nuevo conocimiento.

Hay pues, ya de partida en este enfoque, una interacción entre el objeto y el sujeto que reporta novedades en términos endógenos a nivel de las propias acciones del organismo. Piaget busca en efecto, la objetividad del conocimiento, y llega a la convicción de que “conocer un objeto implica su incorporación a esquemas de acción, y esto es verdad desde las conductas sensorio-motrices elementales hasta las operaciones lógico-matemáticas superiores.” (1) Con ello, deja asentado el carácter biológico del conocimiento y demuestra por tanto, que la Teoría del conocimiento no es la única fuente de explicación para el fenómeno de la aprehensión cognitiva. Desde el punto de vista de la adquisición cognitiva, Piaget concibe el conocimiento como un proceso en el que intervienen determinadas funciones invariantes, tales como la adaptación y la organización, la asimilación y la acomodación, sumadas a otras estructuras variables. Su concepción del conocimiento, por tanto, corresponde a un proceso extensionalista y estructuralista.

Lo primero porque desde esta perspectiva se vincula el medio orgánico con el pensamiento formal, luego es un proceso asociado al nivel biológico y que se expande desde aquí al plano normativo o al ámbito de un sujeto epistémico con distintos niveles de dominio de las estructuras lógicas y matemáticas; lo anterior, está indicando que dicho dominio deriva de las acciones mismas en las que ha participado el sujeto hasta lograr “el producto de una abstracción que actúa a partir de la coordinación previa de acciones”. (2) Esto es, que sin la acción de un organismo o de un individuo con el medio, no hay conocimiento. Y es estructuralista, justamente porque este proceso así entendido, permite apreciar el grado de desarrollo de las estructuras que alcanza un organismo como resultado de los procesos adaptativos. Luego, para Piaget el conocimiento va más allá del ser humano y parte desde las expresiones más elementales de la vida misma hasta las distintas formas organizadas de la escala zoológica. He aquí el atributo esencial de su pensamiento que le permite arribar desde las conductas del ser vivo más elemental hasta las complejas estructuras lógico-matemáticas que maneja el científico, uniendo así la biología, la vastedad de las conductas humanas y el pensamiento matemático.(3)

Desde el punto de vista de las ciencias, Piaget sostiene que el conocimiento “es lo que se verifica experimentalmente o lo que se deduce en los procesos 1ógicos”; es decir, un resultado, un punto al que se llega, una producción. Así, lo que corresponde al ámbito propio de la expresión del conocimiento científico, son sus productos: sus categorías, hipótesis, teorías y procesos de verificación, la determinación de las condiciones de validez formal o experimental de sus adquisiciones y las condiciones relativas al aporte del sujeto y del objeto en la estructuración del conocimiento científico. Entre las ciencias más motivadas por tales contenidos de carácter epistemológico, el autor suizo ubica a la biología, a la física, a la lógica, a la sociología y a la psicología.

En el caso del sujeto, el resultado observable son sus procedimientos operatorios que muestran el dominio de determinadas estructuras lógico matemáticas. Estas últimas van cambiando con el desarrollo mental y delimitan las diferentes conductas intelectuales que presenta el sujeto, desde el recién nacido al adulto, tal como se puede observar en virtud de la explicación piagetana que da cuenta de la Teoría Evolutiva de la inteligencia.

En rigor, en todas sus obras, el científico ginebrino viene aludiendo al antiguo problema de la adquisición del conocimiento; sea desde las experiencias realizadas en laboratorios de psicología, sea a partir de sus investigaciones teóricas, o de sus trabajos de campo, Piaget siempre está apuntando al tema central el desarrollo y dinamismo del conocimiento; es una constante que se mantiene en toda su producción y que actúa como una directriz que guía sus investigaciones. Esto es, su preocupación por la aprehensión cognitiva y sus argumentaciones acerca de que el conocimiento avanza desde estadios con estructuras de menor complejidad hasta otros con estructuras más complejas que favorecen una mejor interacción entre el sujeto y el medio.

La Teoría evolutiva de la inteligencia

Es la teoría más conocida de Piaget en el campo de la psicología, de la pedagogía y de la educación en general; trata de un conjunto de hipótesis que explican el proceso de desenvolvimiento de las estructuras intelectuales y que va dando cuenta detallada de las características del desarrollo mental del individuo en cada una de las etapas. Esta tesis central sirve de fundamento filosófico para explicitar conjuntamente con las nociones de “génesis” (lo que permite partir de una estructura para llegar a otra estructura) y “estructura” (propiedades organizativas de la inteligencia, o sistemas de transformaciones), la construcción de los conocimientos por parte del sujeto. Las estructuras operatorias reconocen una génesis que corresponde a otras estructuras previas: las estructuras biológicas; en la práctica, esto es una ordenación intelectual que explica el devenir de la inteligencia desde su raigambre orgánica hasta la conquista del pensamiento formal y que deja constancia acerca del hecho de que la inteligencia se desenvuelve o se construye por escalones sucesivos.

En el Modelo probabilístico piagetano las estructuras son concebidas como entidades o sistemas abiertos a los emergentes diversos del medio pero “con una capacidad de autorregulación que les permite crear nuevos equilibrios continuamente.” (4) Piaget hace constar efectivamente que en cada estadio se construye un nuevo instrumento lógico más potente y efectivo, para posibilitar una interacción más favorable con el medio. El autor lo verbaliza en estos términos: “Este orden de sucesión muestra que para construir un nuevo instrumento lógico son necesarios siempre instrumentos lógicos preexistentes, es decir, que la construcción de una nueva noción supondrá siempre sustratos, subestructuras anteriores, y por consiguiente, regresiones indefinidas…” (5) La cita ilustra claramente como la inteligencia descansa en un dinamismo de las estructuras cognoscitivas, en un proceso incrementante en que el paso de un estado de menor conocimiento posibilita el arribo a otro de mayor conocimiento.

Dichos estadios cognitivos son cualitativamente ascendentes y se explican en base a las nociones propias de la psicología evolutiva y muestran el cumplimiento de ciertas reglas de transición desde los niveles inferiores a otros superiores. Las acciones de un organismo, en todos los niveles cognoscitivos, permiten superar las influencias externas y restaurar nuevamente el equilibrio, pero no sólo hasta el mismo nivel en que se encontraba el organismo; sino que se persiguen la obtención de un equilibrio más estable. Dicho proceso posibilita el paso de “estados de equilibrio aproximado a otros, cualitativamente diferentes, pasando por múltiples desequilibrios y re-equilibraciones.” Así, en cada nuevo estado de equilibrio que alcanza el sujeto, sus estructuras cognoscitivas manifiestan una mayor operatividad lógica y permiten una mejor adaptación del individuo al medio. Según Piaget, las etapas del desarrollo intelectual se agrupan en cuatro grandes estadios, sintetizando así e1 nivel de evolución genética en que se encuentra el sujeto en su camino progresivo hacia el equilibrio:

período sensoreomotor de la inteligencia ( 0-2 años)
período pre – operacional simbólico ( 2-7 años)
período operacional concreto ( 7-11 años)
período operacional formal ( 11-15 años).

Cada estadio se alcanza mediante la interacción de factores maduracionales y ambientales y cada uno de ellos es cualitativamente diferente de los otros. Son hitos secuenciales que constituyen un sistema epigénico, toda vez que cada uno de ellos obedece al principio de necesidad lógica y de preparación del estadio siguiente. Así por ejemplo no es posible arribar al estadio de las “operaciones concretas”, sin que el individuo pase por la fase de la preparación “sensorio-motriz”. Por tanto, en base a esta teoría es posible comprender la dinámica interna del sistema piagetano, el cual se caracteriza principalmente por la necesidad intrínseca de la reordenación sistemática de las estructuras operativas del sujeto en su búsqueda de una mayor cantidad de recursos que le permitan enfrentar los cambios externos y la construcción de novedades internas, dentro de un télos que apunta al equilibrio individuo-medio.
Su idea de hombre

Dicha noción, en rigor, no está expresamente indicada en su prosa científica; pero es posible colegirla luego de una lectura y análisis cuidadoso de algunas de sus obras vinculadas a la psicología, a la educación, a la sociología y a la historia de las ciencias, por ejemplo. Así, el enfoque piagetano concibe al ser humano, como un sujeto en crecimiento, o un sujeto epistémico que se caracteriza porque parte de una interacción con el medio para ir construyendo una operatoria lógica desde ciertos estadios elementales, a otros más complejos que lo posibilitan para alcanzar un conocimiento cada vez de mayor validez, hasta arribar al conocimiento científico. En este proceso de autoconstrucción, ordenamiento y adaptación individual y social, el individuo tiene que habérselas con su propio proceso de construcción de estructuras cognoscitivas internas y de desarrollo de mecanismos de acción para desenvolverse mejor en el medio natural y social. En este sentido, su visión de hombre corresponde a un enfoque altamente racionalista, que privilegia el plano cognitivo por sobre el afectivo, y en tanto enfatiza la búsqueda de nuevos conocimientos siempre en ascenso, y el dominio de estructuras más potentes o de mayor validez, nos permite colegir que los sistemas educacionales en este esquema deberían apuntar a formar hombres que tengan una excelente claridad lógica, un alto nivel de dominio tanto de la abstracción como proceso metal en general, como un notorio dominio del discurso comunicacional, observable en sus interacciones escritas y verbales.

Esto es, como una especie de entrenamiento previo para el manejo de esos sujetos en un nivel posterior de utilización de las estructuras lógicas, es decir, la comunidad científica. Así, la educación sería aquí la antesala de la ciencia y del rigor lógico matemático, así como una instancia de obtención de juicios críticos y morales que estimulen al sujeto para la acción individual y grupal, en vistas al máximo de acertividad, y a la obtención en sociedad de un exitismo que se podría interpretar en vistas a la conveniencia de sacar la máxima utilidad de los observables y del ámbito social. Este enfoque es altamente conveniente para la formación de destrezas intelectuales y científicas, y en este sentido, es un buen acicate para la continuación de la búsqueda de excelencia en la comunidad científica y en el ámbito académico, así como para un desempeño efectivo en una sociedad altamente competitiva e inserta en el marco de la globalización económica y política; pero resulta un poco débil en los aspectos afectivos, tal como han destacado diversos autores, toda vez que los aspectos figurativos y subjetivos del conocimiento no han sido debidamente atendidos.
Notas

1. Piaget, Jean: Biología y conocimiento, Siglo XXI editores, México D. F., 1985;
p. 9.
2. Piaget, Jean: Seis estudios de psicología, Barral Editores y Editorial Labor, Barcelona, 1981; p. 103.
3. Cf. Saldivia M., Zenobio: “Piaget: entre el conocimiento y la creatividad”, Rev. de Pedagogía, FIDE, Nº394, Stgo., 1997; p. 146.
4. Amy, Alejandro: “Consideraciones epistemológicas sobre la Teoría de Piaget”, Revista Uruguaya de Psicología, T. II, Nº 3-4, Asociación de Psicólogos del Uruguay; p. 74.
5. Piaget, Jean: Estudios de psicología genética, Emecé Editores, Bs. Aires, 1973; p. 16.

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EL SIGLO DE LAS LUCES Y LA FRANCMASONERÍA

Zenobio Saldivia Maldonado (*)

          Antecedentes previos

El siglo XVIII es denominado frecuentemente como el Siglo del Iluminismo, El Siglo de la Ilustración, La Edad de las Luces, o incluso a menudo se le asigna también el rótulo de Siglo de la Curiosidad.  Esto último, debido a la enorme confianza en la explicación científica que caracteriza a los miembros de las comunidades científicas de la época y al público ilustrado en general; así como también por la vastedad de aspiraciones y las enormes expectativas que se volcaron en esta centuria, en torno a la ciencia y a los que la profesaban.

En este período histórico,  desde el punto  de vista del desarrollo científico, se alcanzan extraordinarios progresos en cuanto a la comprensión y dominio de campos tales como: la electricidad, el magnetismo, la mecánica, la fisiología, la química, la taxonomía, la geología, la botánica, la calorimetría, la matemática y la tecnología industrial, entre otros. El Siglo de la Ilustración, es justamente el momento histórico en que la antigua filosofía del siglo precedente, denominada  “filosofía natural” o “filosofía experimental”, da paso a una etapa de desmembramiento del saber, apareciendo desde su seno, nuevas y variadas disciplinas autónomas. Es la centuria de “les savants”, de los sabios  que al alero de las emergentes Academias Científicas,  están haciendo extensivo el método científico a nuevas extensiones de la naturaleza y muy especialmente, a las vastas regiones del Nuevo Mundo.

Así, en este contexto, la pasión del hombre ilustrado se desborda de curiosidad intelectual por todos los caminos del conocimiento, aunque  sus focos de mayor interés, parecen ser el dinamismo socio-político, su preocupación por la naturaleza y el desarrollo tecnológico. Por eso, justamente, no resulta extraño que en este siglo principie la Revolución Industrial. Pero además,  los campos en los cuales aparecen y se difunden  nuevas ideas sobre el hombre y su condición de ser social, son: la educación, la filosofía, la política, la ética, la historia, y las ciencias de la vida, entre otros. En efecto, las contribuciones provenientes de estas  disciplinas, trasuntan una clara mirada filantrópica y persiguen no solo el incremento cuantitativo referente a sus objetos de estudio; sino que además, sus cultores se sienten participando de la búsqueda de nuevos caminos para la obtención de la armonía social. La elite intelectual ilustrada, estaba plenamente convencida de que sus tesis apuntaban a la filantropía y a la difusión del conocimiento y que por tanto, todo era cuestión de atreverse a saber. Así, estaban convencidos que con una instrucción apropiada, las lacras sociales podían ser modificadas y que podían cambiar la naturaleza de  los seres humanos. Esto es, que los autores de este período, están muy conscientes del hecho de que sus discursos teóricos están siendo utilizados para la discusión sobre la génesis y naturaleza del poder político, y como fundamentos relevantes para una  reorientación social. Lo precedente queda de manifiesto, por ejemplo, al observar la contribución de los filósofos y de los enciclopedistas del período; quienes desean expandir las luces del saber al mayor número de seres humanos, y aspiran además, a alcanzar una comprensión más integral sobre el comportamiento humano y sobre la interacción social y política.

La Ilustración es así, una escuela filosófica, una moda de la intelligencia europea, un método de transformación social y una actitud de extrema confianza en la razón. Nada queda fuera del alcance de la ratio, todo es posible de poner en discusión: las ideas, los valores, los procedimientos, el método y las reglas. Empero, el movimiento no estuvo exento del costo social que implicaba la audacia de su divulgación y popularización. Por ello, muchos de estos sabios, fueron encarcelados, y otros, tuvieron serias dificultades con la ortodoxia religiosa cristiana.

Justamente, dentro de este vasto campo de nuevas inquietudes y reorientaciones sobre el desempeño del individuo en la sociedad, aparecen con fuerza las ideas de la francmasonería; casi como fusionadas con las ideas libertarias de la Revolución Francesa, por una parte, y por otra, casi en maridaje con los postulados humanistas de los grandes pensadores del período: Voltaire, Rousseau, Diderot, Montesquieu, D’Alambert y otros.

Iluminismo y revolución.

Lo primero que se aprecia en este siglo, desde el punto de vista del dinamismo social, es la aparición de dos grandes revoluciones políticas que le dieron su impronta definida, con lo cual dicha lonja de tiempo  ha quedado consignada en la historia: la Revolución Americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789. (1)

La noción de revolución; entendida como cambio brusco con las ideas y conductas del pasado, para instaurar una nueva mentalidad y asentar una institucionalidad diferente, parece impregnar toda la vida social e ideológica del siglo.  “El surgimiento del concepto de revolución como un cambio drástico una solución de continuidad o una ruptura con el pasado, en lugar del retorno cíclico a un tiempo pasado y mejor aparece durante el Siglo de las Luces no sólo en las esferas del pensamiento y la acción social y política sino incluso en las discusiones sobre asuntos culturales e intelectuales.” (2)

En el Siglo de la Ilustración ningún contenido cognoscitivo gozaba de certidumbre.  Todo   se   consideraba   como un referente válido para la duda sistemática y como un objeto digno de estudio.  Pareciera que el mundo de las ideas consagradas y el ámbito de las instituciones existentes, deberían rehacerse a cada instante y dar paso a la fuerza cada vez más audaz de la razón.  Es el ansia del saber y la búsqueda de nuevos caminos discursivos.

La  nueva  mentalidad  de  ruptura con lo antiguo, se aprecia  tanto en las ciencias naturales, como en la filosofía o la literatura. En este último campo por ejemplo, “…las obras literarias, en lugar de escribirse con mayor o menor fortuna y según normas establecidas, son una invención particular y como una decisión del autor referente a la naturaleza; cada uno debe comprometer la literatura entera y abrir nuevos caminos”. (3)

Si bien dentro de la cultura del iluminismo se perfilan diversas tendencias; el espíritu crítico y la exagerada confianza en la razón, son las notas coincidentes del período.  Lo primero, porque los distintos autores desarrollan una actitud de cuestionamiento del orden existente, así como también un enjuiciamiento frente a la situación social, política y moral imperante.    Lo último,   porque   el  sujeto  ilustrado   centra su reflexión en el hombre y en la inteligencia del mismo, como medio para solucionar todos los problemas de orden económico, social o normativo.

Es en este ambiente intelectual donde pululan los políticos, la burguesía, la aristocracia, los científicos, los profesionales, los ensayistas, los amantes de las sociedades secretas, los rosacruces, los francmasones, los redactores de diarios y los estudiosos de las ciencias humanas en general.  He aquí el campo donde se gesta el movimiento denominado “Iluminismo”, que da el sello característico a la centuria.  El iluminismo es un movimiento cultural de vastas proporciones que pretende aclarar o ilustrar  con la sola ayuda de la razón, los fundamentos del conocimiento, de las costumbres sociales, y en general, de todas las leyes de la interacción humana.

Tales ideas se difunden rápidamente con la acción de los enciclopedistas, los políticos, los escritores, y en especial, con la pasión y el énfasis conque los articulistas de los diarios de la época, tratan los asuntos cívicos, la crítica al absolutismo y la situación económica imperante.  Entre estos, recuérdese por ejemplo, a los redactores: Mirabeau, del Diario Courrier de Provence, a Condorcet del Chronique du Mois, a Talliens del Ami des Citoyens;  a Robespierre, articulista del Diario Defenseur de la Constitution, y a Frerón,  del Orateur de Peuple. (4)

Estos son los ejes teóricos que dan paso a la Revolución Francesa.  El siglo del iluminismo muestra una acción preponderante en la política, en la educación, en la historiografía, en la literatura; y en general, en el vasto campo de las ciencias humanas.  Este tipo de preocupación constituye la gloria del siglo XVIII.  En educación por ejemplo, se aprecian las ideas de Voltaire y Rousseau entre otros.  Este último trata de convencer a sus contemporáneos para que vivan basándose en el principio de una mayor orientación hacia la naturaleza.  En este sentido, sus obras El Contrato social y El Emilio (o de la educación), propician la plena libertad del hombre; protegida simultáneamente por la educación ilustrada y por la legislación. Voltaire por su parte, proclama la libertad de conciencia, la primacía de los méritos intelectuales del sujeto, por sobre los antecedentes aristocráticos o no del nacimiento, exige la libertad de prensa y la libertad de los presos por razones de conciencia; critica a la justicia civil y eclesiástica y enfatiza en la conveniencia del ejercicio de la tolerancia como forma de vida.  Es su mayor contribución como intelectual y como francmasón. El discurso pedagógico de la época, parte del supuesto de que el hombre es perfectible, maleable, y que por tanto es posible alcanzar el tipo de hombre ilustrado: humanista e integral. En general el siglo XVIII, el  “Siglo de las Luces”, le da una gran importancia a la educación, hasta el punto de ser conocido también como el “Siglo de la educación”. (5)

La Francmasonería.

Algunos estudiosos del siglo de las luces, sostienen la tesis de que habría una plena identificación entre las doctrinas postuladas por los filósofos y los enciclopedistas, con las logias masónicas.  Así por ejemplo, Deschamps estima que ya en 1721 habría comenzado la difusión de los postulados masónicos modernos por toda Europa; principalmente  en ciudades como Dunkerque (1721), Mons  “La logia de la perfecta unión”, (París) (1725), Sajonia (1730), Bordeaux (1739), Havre (1739), Hamburgo (1733), Nápoles “Gran logia nacional” (1756),  y la  “Gran logia Española” (1760). (6)

La tesis mencionada atribuye también explícitamente, una suerte de hegemonía de la conducción política en la marcha misma de la Revolución Francesa.  De este modo, los logros de la revolución, habrían estado en proporción directa a la difusión de las ideas masónicas. Ahora bien, a juzgar por la autoría de las ideas referentes a la transformación social, durante la segunda mitad del siglo de la ilustración; es efectivo que la francmasonería toma parte activa en la Revolución Francesa.  Empero, resulta un poco apresurado colegir una proporción tan equivalente entre difusión de la masonería y el devenir de la revolución.

Independientemente de si se comparta a no  la tesis de la identificación entre filósofos, enciclopedistas y logias masónicas; llama la atención, la fuerte vinculación de autores del siglo XVIII relevantes en lo científico, político y cultural, con las actividades masónicas de su tiempo.  Entre estos, recuérdese los casos de Rousseau, Diderot, Lagrange, D’Alambert, Hume, Condorcet y Voltaire.

Muchos de estos autores, además de su compromiso con la francmasonería, pertenecían también a distintas sociedades de estudios principalmente francesas; (academias científicas, sociedades de amigos y otras).  Voltaire, por ejemplo, participa también como miembro de un Círculo de Admiradores de la Cultura China. Esto es así hasta que la Convención decide suprimir la Academia de Ciencias, en 1793.  Sin embargo, los científicos y estudiosos abren nuevos espacios institucionales mientras se instaura nuevamente la Academia de Ciencias. Entre estos  nuevos lugares donde se elabora el saber y donde tienen lugar los debates científicos del período, están la Escuela Politécnica, el Museo de París, la Oficina de Pesos y Longitudes, y asociaciones tales como la Sociedad Filomática; e incluso también, algunos salones privados donde se reúnen los especialistas  para intercambiar opiniones y dar cuenta del estado  de  la cuestión en sus   disciplinas. (7)  Esta nueva forma de sociabilidad, es muy significativa y mostrará toda su eficacia en los primeros años del Siglo decimonono, en América, bajo la forma de tertulias. Con lo cual, es como si la revolución continuara con sus preparativos, pero en el Nuevo Mundo.

Tampoco puede pasar desapercibido el hecho de que en la Francia del período revolucionario, existían 629 logias; de las cuales 65 funcionaban en París.  La mayoría de sus miembros bregaban por la aplicación práctica de los principios de igualdad de derechos, libertad y fraternidad. Empero, lo anterior no debe interpretarse como si la Revolución  Francesa hubiera sido el resultado de una estrategia y tácticas de la masonería. O como si las logias en su conjunto hubieran inducido expresamente al cambio social. Ello sería menospreciar la influencia de las fuerzas sociales organizadas de la época, y atribuirle una orientación política a una corporación esencialmente filosófica y esotérica. En rigor, son los propios autores católicos de la época, los  se encargan de precisar que los francmasones no son los generadores de la violencia política.  Así por ejemplo, en 1793, José de Maistre expresa públicamente en su Mémoire a Vignet des Etoles, que existen masones revolucionarios, en las logias de Francia, y que en muchas de éstas son mayoría absoluta.  Pero por otro lado, deja constancia al mismo tiempo, de que estos miembros no son los responsables del terror ni de los acontecimientos de  la violencia desatada en París y en toda Francia. (8)

Hacia una conclusión

Tal vez, por el enorme esfuerzo de despertar la crítica frente al absolutismo y por promover la libertad personal y colectiva, muchos de los autores francmasones han sido considerados como líderes o como revolucionarios de facto.  Pero en realidad, estos líderes no combatieron con las armas, sólo ayudaron a despertar la conciencia individual; son autores destacados, poseedores de una prosa emancipadora en el plano público y político.  Y en este sentido, se comprende que hombres como  Voltaire, interesado en la tolerancia , como ya señalamos con antelación, o Rousseau, preocupado por la educación, o Diderot, interesado en la difusión científica y Condorcet, persuadido de la conveniencia de alcanzar el progreso como desarrollo de toda la humanidad, y otros; hayan preparado con mucha antelación la Toma de la Bastilla, pero no en el sentido de llamar a las armas; sino en cuanto difunden un marco teórico, filosófico y cualitativo, que lleva implícita una nueva visión social y un  ideario de ciudadano que asume un compromiso político para dejar atrás la monarquía como forma de gobierno. Así, es este marco teórico y social, el que es internalizado concientemente por los agentes sociales y por los conductores políticos emergentes del momento.

Por tanto, efectivamente queda claro que la presencia de las ideas propias de la francmasonería, no estuvieron ausentes en el proceso revolucionario que terminó con el Absolutismo y marcó un hito significativo en la larga marcha hacia el  respeto  del  ser humano.  Dichas ideas, contribuyeron a la consolidación de un nuevo marco teórico político, apuntan  a consignar los  derechos del hombre en el plano normativo; pero por sobre todo, son una base filosófica para sustentar dicho ideario, en la práctica de la convivencia social, en la difícil y esquiva búsqueda de la armonía social.

 

Notas

 

1. Cf., Cohen, I., Bernard: La Revolución en la ciencia, Gedisa, Barcelona, 1989, p.181.

2.  Ibidem.

3.  Sartre, J. P.: Escritos sobre literatura, Vol. I, Alianza Ed. Madrid, 1985,

p. 243.

4. Cf. Gallois, M. Leonard: Histoire des journeaux et  journalistes, T. II, Imprimierie Schneider et Langrand, Paris,1846, p. 511.

5.  Obiols, G. y Di Segni.: Adolescencia, Posmodernidad y Escuela Secundaria,

Kapelusz, B. Aires, 1993, p. 83.

6. Cf. Deschamps, N.: Les Sociétés  Secrètes, T. I, Seguin Freres Ed. Avignon,

1881, pp. XXVIII, XXXVII ; pp. 2-3;  y pág. 337.

7. Redondi, Petro: “La revolution française et l’histoire des sciences”, Rev.

La Recherche, Nº208, Mars, 1989, Paris, p. 321. (traducción personal).

8. Cf. Lennhoff, Eugen: Los masones ante la historia, Diana Ed. México,

D. F., 1978, p. 97.

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(*) Mg. en Filosofía de las  Cs., Dr. en Historia de las Cs., Académico de la U. Tecnológica Metropolitana, Stgo.

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Zenobio Saldivia Maldonado

Publicado en Rev Creces, Nº5, Vol.19, 2001, Stgo., Chile.

RESUMEN

Se identifican a los principales exponentes interesados en dar cuenta del cuerpo físico del Chile colonial del siglo XVII y se analizan los criterios que utilizan estos autores para la presentación de las notas identitarias de la naturaleza endógena del país. Se determinan también los principales elementos metodológicos utilizados para presentar a la comunidad hispana y europea, las características de la flora y fauna del reino de Chile en el siglo XVII. En este contexto se analiza el discurso descriptivo de Alonso de Ovalle, Diego de Rosales y Antonio Vásquez de Espinosa, para arribar a una supuesta visión barroca común que dentro de ciertas características científicas y literarias tendrían tales autores para mostrar la naturaleza vernácula del país.

Algunos antecedentes

Durante el siglo XVII, en el Reino de Chile, la preocupación por la ciencia prácticamente no existe, a excepción de algunos autores comprometidos con ordenes religiosas, quienes con formación en Humanidades, principalmente Teología y Filosofía; escriben sobre aspectos históricos y geográficos de este reino de las Indias Occidentales. Y dentro de la prosa explicativa de los mismos, encontramos algunas descripciones sobre porciones significativas de la naturaleza, o acerca de algunos exponentes del mundo orgánico del Chile de la época de la conquista. Empero, esto es accidental; lo extenso y rutinario de la literatura del período, apunta a la necesidad de ilustrar adecuadamente a los súbditos cultos de la península, sobre los avatares de la conquista y acerca de los detalles de la vida en este nuevo reino de la corona. Y sólo como complemento inserto en el discurso de los acontecimientos bélicos , se hace alusión a la ubicación geográfica y al entorno físico de esta porción de las Indias Occidentales. En tal contexto ilustrativo, también se da cuenta lo más detalladamente posible, de algunas características y costumbres de los araucanos.

Es en este ámbito histórico, político y cultural, donde se aprecian las obras de los jesuitas Alonso de Ovalle (1603-1651), Diego de Rosales (1603-1677) y del religioso carmelita Antonio Vásquez de Espinosa (último tercio del S.XVI-1634). Todos ellos escriben sobre el Reino de Chile, dando a conocer los principales eventos del proceso de conquista y señalan ciertos elementos vernáculos de la flora y fauna local, que no habían sido presentados o difundidos adecuadamente. Así, el primero escribe su Histórica Relación del Reyno de Chile, Diego de Rosales su Historia General del Reyno de Chile Flandes Indiano, y Vásquez de Espinosa escribe su Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, aunque no alacanza a verlo publicado. Justamente en este texto, en el capítulo VI, aparece la extensa Descripción del Reyno de Chile.

Alonso de Ovalle

Ahora bien, si comenzamos el análisis del trabajo del padre Alonso de Ovalle por ejemplo, en la obra ya mencionada y publicada en Roma en 1646; se observa -en cuanto al énfasis por la naturaleza- que incluye abundantes descripciones sobre las estaciones, los vientos, la cordillera, los ríos cordilleranos y algunos árboles silvestres; así como también da cuenta de las propiedades de las ballenas y de los atunes; de los flamencos, lloicas, picaflores y otras aves existentes en el Chile Colonial. Lo anterior, dentro de un eje de consideraciones pprincipalmente históricas, sociales y geográficas.

Así, en cuanto a los árboles; describe al alerce, al guayacan, a la palma chilena y al sándalo (de la Isla de Juan Fernández). Y habla de bosques de arrayanes, laureles y alerces. En relación a este último, señala: “Son estos árboles de alerce sin comparación más gruesos y más copados que los cipreses, y se hacen de uno solo tantas tablas, como veremos después hablando de las islas de Chiloé, para donde me remito, por ser allí más crecidos que en ninguna otra parte. El color de la madera es rojo cuando se labra, aunque después con el tiempo va perdiendo la viveza y se reduce a un color noguerado: las tablas son a manera de cedro, no de materia tan correosa, sino más endeble y vidriosa”(1) En este caso, Ovalle persigue destacar el grosor, la viveza del color y lo imponente del espécimen arbóreo; así como la abundancia del mismo en la región de Chiloé.

Por su parte, dentro del universo de las aves por él observadas, destaca notoriamente a los flamencos; insertándolos en la biodiversidad del Chile Colonial, de esta manera: “Entre la muchedumbre de aves que se crían en las lagunas y playas de mar, que son de mil maneras, hacen raya las que llaman flamencos, por ser blancos y rojos. Estos son mayores que pavos,

pero tan altos que parecen hombres en zancos, y así se pasean por medio de la laguna con gran reposo y gravedad, sin que les toque el agua al cuerpo con más de uno o dos palmos.”(2) Aquí, llama la atención como recurso metodológico para la explicación del observable, la comparación; primero con otro exponente de las aves existentes en el Hemisferio Norte, y luego con una imagen de su propia fantasía (hombres en zancos).

Dicho recurso es propio de la taxonomía y de las ciencias de la vida en general, y se repite en todos los autores seleccionados en la presente comunicación.

Entre los peces de las costas del Reino de Chile, Ovalle describe al atún, la albacora y las ballenas: este último no es considerado aquí como mamífero: “No sabemos que estos peces mueran de muerte violenta, porque su disforme grandeza los defiende bien, así del hombre como de otro cualquiera contrario…”(3) Lo precedente, no resulta extraño si se piensa en el vulgo de la época, pero al historiador de las ciencias de nuestro tiempo le plantea un desafío, pues resulta insólito que Ovalle no hay tenido acceso a la obra de Aristóteles:

Historia de los Animales, donde el Estagirita ya clasifica a este ser vivo como un mamífero; v. gr.: “Reproducción de los cetáceos: El delfín, la ballena y los demás cetáceos, que no tienen branquias sino ventanas nasales, son vivíparos(…) En efecto, ninguno de ellos se ve que tenga huevos sino, inmediatamente desde su fecundación, un embrión, del cual a medida que se va articulando, se forma el animal, exactamente igual que ocurre en el hombre y los cuadrúpedos vivíparos.”(4) ¿No estaba esta obra en la biblioteca jesuita? ¿o simplemente Ovalle jamás la consultó? Dilucidar este y otros aspectos, es una ínfima parte de las numerosas tareas que esperan a los interesados en la historia de las ciencias en el Chile Colonial.

Al lector contemporáneo de la obra, le puede llamar la atención la presentación que hace el autor de la papa; como tubérculo aún desconocido en Europa y base alimenticia de los habitantes de Chiloé: “El sustento de los naturales es de papas (que son unas raíces de mucha sustancia , muy comunes en todas las Indias, y allí se dan con más abundancia y mayores que en otras partes), y el maíz, el pescado y marisco de mar, que hay mucho y muy bueno.”(5)

En rigor, el discurso descriptivo de Ovalle, parece ser más poético que histórico o costumbrista. Empero, su gran sensibilidad de hombre educado, le permite captar no sólo los eventos históricos o sociales, o los accidentes geográficos; sino también los olores y los colores de las formas orgánicas y físicas por él considerados. Al respecto, el siguiente trozo que se refiere al picaflor, ilustra lo anterior: “Hay otros pequeñitos que se llaman pínguedas, cuyo cuerpecito será poco más de una almendra; éstos se sustentan de las flores, y para poder comer la miel, que éstas crían dentro de sus hojas, les dió la naturaleza un pico, que cuando está cerrado casi no se diferencia de una aguja de coser; a esta causa comen siempre volando de flor en flor sin poner el pie en la rama, sino rara vez y muy de paso. Son éstos pajaritos klos de mejor vista y hermosura que se conocen, porque si fueran hechos de bruñido oro no pudieran lucir ni resplandecer más…”(6)

La visión de la naturaleza vernácula del país que presenta Ovalle, podemos entenderla como una especie de radiografía visuaal del cuerpo físico del Chile Colonial y de sus habitantes. En su discurso – salvo la fase descriptiva de ciertos locus específicos y de algunos exponentes de la flora y fauna vernácula- no encontramos más atisbos de la metodología y parsimonia de explicación de los observables, que más tarde, en el Siglo de la Ilustración se utilizarán en las ciencias de la vida. Su prosa es estéticamente bella, delicada y poética; está más proclive a exaltar la imaginación de los lectores hispanos del Viejo Mundo, que a mostrar la dimensión real de los exponentes de la flora y fauna chilenos. Con razón desde 1726 la obra de este autor es incluida por la Real Academia Española en la nómina de escritores españoles que emplean con propiedad el lenguaje(7).

Lo anterior, no desmerece su esfuerzo descriptor para ir configurando un inventario de la flora y fauna chilenas, en un período en que la propia ciencia natural recién se está abriendo paso en Europa. Después de todo, la revolución científica y el auge de los filósofos experimentales está madurando; el método científico está a punto de reventar ¿entonces por qué tendría este jesuita que emplear lo que está por aparecer?

Diego de Rosales

Por su parte, la obra del Padre Diego de Rosales, Historia General del Reyno de Chile, Flandes Indiano; sólo se publica en nuestro país en 1877, gracias al interés y al esfuerzo pecuniario de Benjamín Vicuña Mackenna, quien la descubre por esa fecha, en Francia.(8)

Se estima que ya la conocían tanto Alonso de Ovalle como otros miembros de la orden jesuita. En este ensayo, Rosales describe algunos exponentes del mundo orgánico chileno, v. gr.: el cisne, el pájaro niño, las abejas, la corvina y el pejegallo; entre otros referentes dela fauna vernácula: y da cuenta de las características del alerce, el molle, la borraja, el guayacán y otros especímenes de la flora autóctona del Chile Colonial.

El discurso científico en Rosales, al igual que el de su hermano de la orden, presenta una carencia de rigor metodológico y un fuerte distanciamiento entre el exponente autóctono real y la objetividad de la explicación y descripción del mismo. Ello se comprende mejor, si se tiene presente que no todos los exponentes de la flora y fauna chilenas descriptos por el autor, han sido previamente objeto de un contacto empírico. Así, ora da cuenta de un espécimen existente efectivamente en la naturaleza del país, como por ejemplo el bagre, y a continuación explicita las características de un híbrido fantástico como las sirenas; luego, otra vez alude a un exponente real como el cisne. Con respecto al bagre señala:

“Después de la trucha, entre los peces fluviales han granjeado en este reino muy crecido nombre los bagres, que según la imagen y descripción de Gesnero es la mustela, y aunque los muy pintados llaman asteria, y los chileno: guid. Son los bagres desnudos de escama, desarmados de espinas, muy lisos y resbalosos, la cabeza abultada, roma y aplanada; la boca

ancha, y en lugar de dientes una línea de agudas espinas a manera de sierra; los ojos, grandes; la niña, blanca, acairelada de negro; el color, ceniciento y manchado de negro, con algunas salpicaduras de amarillo, y por el lomo, azul obscuro…”(9)

Y en cuanto a la sirena, acota: “Aunque es cierto y sin controversia que los verdaderos y perfectos hombres no lo hay sino en el elemento tierra, pero no se pueden negar que se han hallado ciertos animales marinos que en gran parte del cuerpo representan toscas semejanzas humanas. A estos los llaman con vulgar nombre, sirenas, los españoles, y los indios, pincoy. (10)

Las citas precedentes ilustran justamente la peculiar mezcla de lo real y fantástico, como estructura de la aprehensión de la naturaleza vernácula. Esto es, que al autor se le hace difícil aun separar efectivamente lo que corresponde a un referente de la fauna o flora locales, de otros muchos especímenes que sólo existen en el imaginario colectivo popular y que se difunden entre hispanos cultos, gracias a la complacencia de una visión de América exacerbadamente eurocéntrica; donde reina la monstruosidad en la naturaleza, la desmesura o la deformidad de los especímenes de la flora y fauna por el recurso de la comparación de la naturaleza europea, como vara de excelencia y normalidad de lo viviente. Por ello no es extraño que desde el punto de vista antropológico, Rosales estime que en la región de Magallanes existan gigantes; por ejemplo, más adelante en la misma obra Historia General del Reyno de Chile, Flandes Indiano, señala: “Eran estos gigantes patagones voracísimos comedores de carne cruda y de cuanto le ponían por delante. De una vez se comía cada uno media fanega de bizcocho, y de un resuello bebían un cántaro de más de media arroba de agua, y se saboreaban con el vino….”(11)

En su discurso, aparecen también, relatos de eventos históricos en los que han participado araucanos y españoles; v. gr.: “Algunos han querido decir que como los partos quitaron la vida a Marco Craso, echándole oro derretido en la boca, que así dieron la muerte a Valdivia, dándole a beber oro, para que se hartase su codicia, fundándolo en el aborrecimiento que estos indios cobraron a Valdivia y a los españoles por el trabajo en que los oprimían para sacar oro, costándoles a muchos, palos y azotes las faltas que en el trabajo o en la tarea hacían.”(12)

Las citas anteriores ilustran el discurso científico del autor. En rigor, se trata de una estructura explicativa que utiliza únicamente la terminología literaria de la cultura de la época, para dar a conocer los representantes de la naturaleza vernácula del país.

Ocasionalmente incluye algún concepto en latín, aunque no necesariamente es utilizado para definir una especie, sino para explicar una etimología; v. gr.: “Entre los pescados llanos y aplanados que se crían en el mar chileno es de los más deliciosos el lenguado, que en griego se llama buglossum y en latín rumbos, como lo notó Huerta. Pero los chilenos le llaman piquex o igan.(13)

Así, la prosa científica que utiliza Rosales para dilucidar la naturaleza del Chile del siglo XVII, es puramente descriptiva, literariamente culta y bien organizada. Pero desde el punto de vista epistemológico contemporáneo, corresponde a un discurso parcialmente historiográfico y alejado de la objetividad. Ello no es un óbice, empero, para reconocer que el esfuerzo de este autor representa una forma historiográfica propia del siglo decimoséptimo, muy adecuada para relatar eventos históricos y para describir una porción de la naturaleza del Chile colonial.

Antonio Vásquez de Espinosa

Por su parte, el discurso de Antonio Vásquez de Espinosa, si bien parece indicar que el autor es un gran conocedor de la distribución regional, de la gea y de la naturaleza en general del Reino de Chile; los historiadores no están convencidos de que haya realmente viajado hasta Chile. (14) A los lectores especializados en literatura colonial y en las crónicas de conquista, la prosa de la Descripción del Reino de Chile, les despierta la sospecha, acerca de si las descripciones sobre distintos exponentes del mundo orgánico de la época, han sido tomadas por Vásquez de Espinosa directamente con la observación en situ, o simplemente han sido construidas sobre la base de una síntesis de otras lecturas y de un adecuado ordenamiento del testimonio de otros autores. En todo caso, la prosa de Vásquez de Espinosa, continúa el esquema de los descriptores de la naturaleza del novo mundo, explica las propiedades de muchos de los especímenes orgánicos del reino de Chile, al mismo tiempo que da cuenta de la marcha de los acontecimientos bélicos.

En cuanto a la descripción de la ciudad de santiago, la presenta en estos términos: “Vivían en las casas referidas 306 hombres casados, y 230 solteros, al presente se ha extendido más la ciudad y se van labrando casas: la de la otra parte del río, que llaman Chimba, hay un arrabal com nuchas chacras, o jardines, donde hay olivares, viñas, melocotones, duraznos, membrillos, granadas, peras, manzanas camuesas, albaricoques, ciruelas, guindas, higos, muy buenos melones, y frutillas de Chile que son grandes fresas.”(15) La descripción anterior es casi una réplica de alguna chacra de la corona española, ubicada en la metrópolis, puesto que casi todos los árboles mencionados son de origen europeo, y el referente vernáculo que se aprecia corresponde a las frutillas.

Y con respecto a una ciudad del Sur del reino, como por ejemplo Osorno, la introduce así: “Dos leguas donde estuvo la rica ciudad de Osorno iba en tan grande aumento y opulencia, por la riqueza y fertilidad de sus tierras, había en la ciudad obrajes de paños, y otras labores curiosas y a las dos leguas una hermosa laguna llamada de Gaeta, donde había gran cantidad de pescados regalados, que era el regalo y sustento de la ciudad, mucha diversidad de aves, patos, ánsares, garzas martinetes, gallaretas, y otras muchas, el puerto de que se servía era el de las canoas llamado de Osorno, había mucho ganado de cerda; gamos, venados, guanacos, vicuñas, tarugas, avestruces, y otros muchos de diferentes especies.”(16)

La cita precedente es uno de los trozos más abundantes en cuanto a la descripción de elementos de la fauna regional; empero es probable que los guanacos y avestruces no hayan existido aquí sino en la región de Magallanes y el autor, simplemente los adicionó a la enumeración de los referentes locales. La misma está planteada en pretérito porque supuestamente el autor habría observado la región después de algunos años de una gran sublevación indígena que destruyó varias ciudades fundadas por los españoles, entre estas Osorno.

El universo descriptivo de Vásquez de Espinosa, es muy general, y hay una fuerte presencia de elementos de la flora y fauna europea, así como una mezcla entre los animales endógenos y los conocidos por la literatura europea. El eje central de su visión de la naturaleza es claramente, más que en los otros autores seleccionados, la flora y fauna europea. Y con ese parámetro va comparando lo viviente en el Chile Colonial.

Palabras finales

La descripción global de lo vernáculo en el Reino de Chile, que se puede obtener o colegir luego del análisis de la prosa de los autores seleccionados, concuerda precisamente con el imaginario que la cultura europea pretende tipificar al Nuevo Mundo en este período: una concepción antropológica, natural y social, que deja la periferia a los exponentes orgánicos del Nuevo Mundo y que coloca en el centro del modelo, en cuanto a perfección física y del entorno, a los referentes europeos; ello matizado de mitos y leyendas sobre los indígenas, y con un conocimiento parcial de la naturaleza americana que se generaliza por la vía de la literatura, hasta alcanzar el supuesto de que la naturaleza del mundo novohispánico es extraño, fantástico y monstruoso. Esto porque, la biodiversidad era sólo parcialmente conocida y pensada como una mala copia de los especímenes del Viejo Mundo. La visión de la naturaleza del Chile Colonial resulta así, entendida como un cuerpo físico con mecanismos propios de determinados seres y objetos que dan una configuración peculiar, distinta a la universal o europea, como una porción significativa y generadora del asombro global que despierta en los cronistas y literatos coloniales. Dicho asombro se mantendrá hasta el siglo XIX, cuando la taxonomía y el método científico reordene la visión anterior, con el asidero de la objetividad y la mensuración de los observables. Las cosas no estaban para intentar conocer globalmente y con rigurosidad científica, una naturaleza extraña y distante, pues dada la situación económica de la península, el intercambio comercial con las colonias, la peculiar interacción política de dominación y los avatares bélicos; hacían que la cultura se centrara en otros tópicos, y no en una investigación de los exponentes vernáculos del Nuevo Mundo en general y del Reino de Chile en particular. Por otra parte, el escaso interés de las comunidades científicas europeas para conocer referentes endógenos existentes en las colonias hispanas, en un momento histórico en que éstas tratan de sacudirse de la Inquisición y de consolidar el método científico, no permite la búsqueda de nuevas estructuras explicativas o el desarrollo de disciplinas proclives a la Historia Natural. Lo que se espera en este período en España y otros países del Viejo Mundo, es más que nada la obtención de riquezas para financiar los gastos militares de la dominación en América. El ansia por conocer la flora y fauna de las colonias en América aparecerá recién en el próximo siglo con las exploraciones de naturalistas y viajeros, por razones geopolíticas. Y principiará a materializarse o consolidarse por razones puramente científicas, únicamente en el siglo decimonono.

Notas:

  1. Ovalle, Alonso de: Histórica Relación del Reino de Chile, Ed. Universitaria, Stgo., 1993, pp.27, 28.
  2. Ibídem., p.41.
  3. Ibídem., p.37.
  4. Aristóteles: Historia de los Animales, Introducción y notas de José Vara Donado, Ed. Akal, Madrid, 1990, p.329.
  5. Ovalle, Alonso de: Histórica Relación del Reino de Chile, op. cit., p. 50.
  6. Ibídem., p.42.
  7. Cf. Retamal A., Julio: La Cultura Colonial, Ed. Salesiana, Santiago, 1980, p.16.
  8. Cf. Calderón, Alfonso, en el Prólogo a la obra de Diego de Rosales: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano; Ed . Universitaria, Stgo., 1969, p. 13.
  9. Rosales, Diego de: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano; op. cit., p.57.
  10. Ibídem., p.59.
  11. Rosales, Diego de: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano, op. cit. p.24.
  12. Ibídem., p.79.
  13. Ibídem., p. 55.
  14. Vásquez de Espinosa, Antonio: Descripción del Reino de Chile, Instituto Profesional Blas Cañas, Stgo., 1986, pp.23,24.
  15. Ibídem., p. 40.
  16. Ibídem., p. 72.
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