- U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.
Algunos antecedentes
En la actualidad, la ética parece estar de moda y enseñorearse dentro de la cultura como un ave exótica y llamativa, pero lamentablemente no es porque esta forma del saber humano sea un espejo que refleje una orientación generalizada hacia nuestra perfección interior y una clara conciencia de estar en posesión del bien individual. Más bien parece ser una moda que emerge de una carencia y de un sentir colectivo de auto-corrección. En efecto, la abrumadora casuística de atentados contra la probidad y la corrupción manifiesta de muchos profesionales en Chile, América, en Occidente y en el mundo entero, ha obligado en nuestra época, a repensar el papel de la ética en la curricula universitaria, y a delimitar nuevamente las razones de su presencia en las mallas cognitivas de los estudiantes.
La ética, entendida en sus expresiones más sistematizadas, como disciplina que estudia deber ser del hombre en sociedad, y con un claro énfasis por el bienestar personal y social, tiene una larga data que se remonta a las bases del pensamiento judeo-cristiano y a la cultura griega en general. Pero por cierto, no son las únicas fuentes aunque si las más conocidas y difundidas, puesto que en las distintas culturas es posible encontrar pautas y directrices morales, que nos permiten colegir la existencia de una preocupación por el ser humano en su proyección histórica y en sus ansias de una búsqueda de perfección a futuro.
En la sociedad contemporánea, la ética –al decir de Maldonado- es muy relevante y constituye uno de los tres vértices fundamentales sumados a la ecología y los derechos humanos que caracterizan los intereses de nuestro tiempo. (Maldonado, 2000). Y en este sentido, la presencia de la ética como disciplina instituida, se manifiesta frecuentemente en diversas instancias; entre éstas en el quehacer de la comunidad científica internacional y en las comunidades científicas de nuestro país, en la discusión de los temas de la agenda pública nacional o internacional, en los medios de comunicación y más recientemente parece estar siendo considerada en algunas empresas más serias, y en general en los tópicos que abordan los diversos medios de comunicación de masas en sus distintos formatos, entre otros ámbitos. Y en relación a lo que hoy nos interesa, en la curricula de los estudiantes de muchas y prestigiosas universidades principalmente de EE.UU. y Europa, y también en muchas de nuestro continente, aunque no en todas, en el quehacer de la comunidad científica internacional.
En relación a la presencia de la ética en las comunidades científicas, ello queda de manifiesto toda vez que en la medida que tales organizaciones son más valoradas y consideradas socialmente, se inician procesos de reflexión académica y pública sobre sus procedimientos, métodos, alcances e impacto de la misma en la sociedad contemporánea. En este sentido, los trabajos de Robert Merton, a partir de la década del cincuenta del siglo pasado (Merton, 1978) interesados en delimitar los criterios de comportamiento ético de los miembros de las comunidades científicas, logran asentar un conjunto básico de normas para servir de guía y orientación a la comunidad científica. Luego vendrán, en esta misma dirección, los aportes de Bertrand Russell, más tarde la Sociología de la Ciencia de Mario Bunge (Bunge 1988) y más recientemente los preceptos ecologicistas sobre el deber ser de los científicos en la ejecución de sus tareas específicas.
Por su parte, los resultados científicos se hacen cada día más visibles en sus formatos tecnológicos, y afectan notoriamente las costumbres imperantes, obligándonos así a replantear nuestra forma de vida y a cuestionar conductas que hoy son posibles en virtud del apoyo científico y tecnológico. Al respecto, la temática ética proveniente de las ciencias, nos indica la enorme preocupación por los valores, especialmente por el valor del “bien” y de lo “bueno”, en ámbitos tan disímiles como la física atómica, la química-física, la medicina, la ecología, la ingeniería y otras. Al parecer, el corpus ciencia-técnica, o ciencia-poder (Russell, 1969) ha avanzado de manera impresionante pero no se ha orientado principalmente a resolver los graves problemas humanos.
En cuanto a la articulación de la ética con la agenda pública, ésta es perceptible en el plano del discurso político y en el ámbito normativo, puesto que en el ejercicio mismo de los hombres públicos, resulta imperativo mantener un adecuado correlato entre el discurso y las acciones públicas. Ello puesto que la sociedad como un todo y el resto de los exponentes de la clase política, están atento a esas eventuales y necesaria adecuación entre la corrección y probidad con las tareas y acciones de cada hombre público. Además es claro que el interés por la res pública en general, hace que el comportamiento, medios y fines de los exponentes de la clase política, sean constantemente revisados en base a los criterios de una sana convivencia social y a una diversidad de las tendencias políticas. Algo similar se observa también, en cuanto a la formulación de políticas públicas y en otros procedimientos en los cuales participan los personeros de la esfera política y otros agentes sociales, puesto que aquí se vuelve a planear la exigencia de la búsqueda por la rectitud de los fines y el impacto de las normas que se desea implantar en el marco social. Aquí valoramos por ejemplo la Ley de transparencia y de acceso a la información pública, (Ley 20.285) instituida en nuestro país desde el 2009 y que obliga a las entidades a mostrar los procedimientos, actividades, sueldos y otros aspectos, que pueden ser solicitados por cualquier ciudadano. Nuestra universidad ha tenido en este ámbito, al parecer un buen desempeño.
En cuanto a la presencia de los medios de comunicación y su relación con los temas éticos, ello es muy comprensible puesto que los primeros poseen una fuerza que llega a todos los estamentos de la sociedad, y en este sentido tienen un compromiso ético y filosófico que los obliga a cautelar la búsqueda y presentación de la verdad, independientemente de la moral imperante y de cómo actúen o hayan actuado otros medios. Es uno de los imperativos que antropológica y socialmente consideramos como deseable para la convivencia en sociedad. Y además, porque en el despliegue mismo de estos medios, aparecen nuevas formas de ejercer la democracia y de conducción gubernativa, que dinamizan el quehacer individual y colectivo y dejan de manifiesto determinados aportes en la construcción de la verdad.
Pero por sobre todo, porque estos medios, son el soporte que nos permite apreciar el enorme espectro de faltas a la ética que observamos hoy en el mundo globalizado, y en este sentido, los medios de comunicación actúan como un reservorio que muestra los distintos lados del hombre, sus debilidades, sus bajezas, así como también sus valores, sus nobles propósitos y sus convicciones. Y desde allí, por tanto, el hombre medianamente informado puede corroborar, diferir o encontrar su propia postura personal frente a esa casuística emergente, que va asentando así, una realidad insoslayable: la necesidad de considerar todas las acciones humanas desde un marco axiológico, cognitivo, teórico y orientador para apuntar hacia la obtención de los ideales de perfeccionamiento moral y social de los seres humanos. Esa instancia autocrítica y reflexiva es la entrada al universo de la ética.
En cuanto a la consideración de la ética en el universo empresarial, al parecer el ámbito de la presencia de la ética se diluye y se difumina toda vez que es frecuente observar faltas éticas en estas corporaciones y que los medios destacan insistentemente. Empero no podemos generalizar y creemos que hay organizaciones de esta naturaleza que tienen una preocupación ética, sea por cautelar su imagen corporativa o por una eventual filosofía de responsabilidad social.
La ética en el mundo universitario
Y en cuanto a la ética en las universidades, las razones de su existencia, sus vicisitudes, sus dificultades y su dinamismo, es lo que analizaremos a continuación y demandará toda nuestra atención.
Las universidades como Uds. saben, aparecieron en el Medioevo, entre los siglos XI y XII, vinculadas a las villas más importantes y constituyeron un plus económico para éstas. Entre las primeras recordemos la U. de Bolonia en 1088, en Italia, la U. de Oxford, en 1096, Reino Unido, o la U. de Salamanca en 1218, en España. En ellas se enseñaba el trívium y el cuadribium. El trívium incluía gramática, retórica y dialéctica, y el cuadribium incluía: aritmética, geometría, música y astronomía. Esto es las humanidades y las ciencias respectivamente, del período.
En rigor, la presencia de la ética en la universidad, en nuestro tiempo, obedece a razones pragmáticas y humanistas. Lo primero porque en el mundo globalizado, caracterizado por una gran cantidad de interacciones sociales y su apoyo en las tecnologías de comunicación social, hacen imprescindible que los ingenieros y los futuros profesionales cuenten con un marco teórico y axiológico que les permita “orientar las conductas sociales y coadyuvar positivamente en la nueva sociedad del conocimiento (Saldivia-Valverde, 1998) y ponerse en guardia contra la dispersión y contra el maremagnun de posverdades que se difunden por los medios electrónicos y/o los tradicionales MCM.
También para guiar su quehacer profesional hacia conductas que no estén reñidas con los preceptos éticos universales ni tampoco que atenten contra los derechos humanos en alguna de sus tantas expresiones. Y las distintas entidades profesionales, universitarias, científicas, empresariales y sociales que se preocupan de la ética o creen cautelarla, manifiestan un consenso al respecto, tanto por razones humanitarias y antropológicas, cuanto por razones de una mayor eficacia y conveniencia de las propias entidades; las cuales, al cumplir con dichos preceptos, se encuentran con una imagen corporativa más aceptada por el imaginario social y porque quedan en un mejor pie para sus tareas habituales, que aquellas que no las cumplen. Y en cuanto a los fundamentos humanistas, que justifiquen la presencia de la ética, estos se engarzan con la propia naturaleza humana, con nuestra finitud y persistencia, con nuestra errancia (Giannini, 1995) y con el deseo manifiesto de una eterna búsqueda de perfección. Podría decirse abreviadamente, a este respecto, que la ética en la universidad, ha venido siendo un télos para fortalecer las humanidades y un reservorio indispensable para encontrar directrices que orienten a los diversos profesionales, en cuanto a la obtención de un ideario de preservación y manutención de un ambiente más propicio para el desarrollo humano y para el cuidado e interacción de la biosfera en general.
Dichos aspectos, de ordinario son tratados en las asignaturas humanistas dentro del marco de una eventual intención de formación integral que se percibe en la Misión de casi todas las universidades, aunque dicho objetivo se visualiza más en el discurso que en los porcentajes de presencia efectiva de los ramos humanistas, y lo que es peor, en una idea empobrecida de universidad de algunos colegas que propician enfoques puramente profesionalizantes y operativos. Y lamentablemente también en muchos alumnos que abrumados por la carga de sus ramos de especialidad, tienden a ver a las humanidades como universos desplazables, entre éstos la ética. Uds. que están aquí, y que han solicitado esta charla, son los espíritus selectos que sueñan con el perfeccionamiento del hombre y con una universidad más plena y más democrática. Empero, la misión y objetivos de las corporaciones de educación superior prestigiosas, trasuntan el compromiso de mostrar esa forma de saber denominada ética, en la malla de sus estudiantes, y/o con actividades paralelas que traigan a presencia el énfasis por la búsqueda del bien que es lo esencial de la ética, como por ejemplo con cuidadosas revisiones de los trabajos que eviten o disminuyan al máximo el plagio, o con actividades más lúdicas o novedosas como por ejemplo: “la semana de la ética” de la U. del Rosario, en Bogotá, Colombia, que se realiza cada año y donde se abordan temas relacionados con la probidad, el mundo empresarial y otros. O el “Inventario sobre Ética Profesional del Estudiante Universitario”, que perfilaba temas y características del profesional contemporáneo, desarrollado por profesores y alumnos en la U. de Granada, hace algunos años.
Lo anterior, es relevante en especial ahora en que la vorágine de los cambios provocados por las nuevas expresiones científicas y tecnológicas y la nueva moral imperante asentada en la liviandad, en el monetarismo y en el egoísmo individual cuyas expresiones vemos a diario en nuestros países, obliga a estas corporaciones de excelencia, a no perder de vista la formación integral.
También hay que recordar que la universidad tiene el deber ético formativo de beneficiar a la comunidad y a la sociedad en general, comenzando por ofrecer a sus alumnos, medios, cursos y actividades que le permitan un desarrollo en su condición de persona para satisfacer su condición intelectual y axiológica y respetar sus preferencias estéticas y culturales y no sean finalmente sólo individuos para integrarse adecuadamente a la producción y al orden tecnológico imperante. Y en este ámbito quiero destacar que una de las expresiones de la intelectualidad es la capacidad de alcanzar una crítica respetuosa debidamente fundada sobre situaciones sociales y/o culturales y sobre la propia adquisición del conocimiento, para no insertarse al medio social como un sujeto mediocre y sin opinión.
Situación de la Ética en nuestra universidad
La UTEM, al igual que otras universidades, poco a poco se ha ido alejando de las humanidades, de la filosofía y de la ética específicamente. En efecto, hace más de una década la filosofía todavía era parte de la malla de muchas carreras de ingeniería, además de cursos de ética y electivos que se dictaban desde el Departamento de Humanidades. En la actualidad se nota que tales cursos prácticamente han desaparecidos, y que la ética profesional, es un raro espécimen que viene a la baja. Y con ello también los cursos electivos culturales.
Al respecto, aquí en este contexto cabe la reflexión que Uds. distinguidos alumnos han propuesto, en cuanto a fortalecer la presencia de la ética y de sugerir también otras cátedras, tales como la filosofía de la ciencia. Esto parece relevante pues si seguimos con este estado de cosas, se podría llegar a la desaparición de las humanidades y con la desaparición de la ética de vuestras mallas. Se hace prioritario la articulación de un constructo democrático de alumnos y profesores que vele por la revitalización de la las humanidades y de la ética en la UTEM, para alcanzar efectivamente la formación integral que aparece en la misión de nuestra corporación.
Hacia algunas conclusiones
La ética es una disciplina que puede aportar enormes beneficios a nuestros estudiantes para cautelar un correcto desempeño profesional y un universo axiológico que contribuya a su desarrollo como persona.
La ética se presenta como un referente cognitivo-axiológico que coadyuva a los estudiantes y profesionales a desarrollar su propia conciencia crítica y moral.
Al parecer en la UTEM, hay que cautelar colegiadamente (profesores y líderes estudiantiles) la presencia de la ética profesional en las mallas de las carreras de la UTEM. Ello en el bien entendido de velar por la formación integral que señala la misión de nuestra corporación y para ello se requiere estar en guardia para evitar la desaparición de esta asignatura.
Bibliografía
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Santibáñez, Abraham: Ética periodística, Ja ja já, Bravo y AQllende Editores, Stgo.