10634628301?profile=RESIZE_710xZenobio Saldivia M. / U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile. 

Hacia una visión sinóptica de las ciencias en Chile: 1920-1940

En Chile, mientras en Italia los muchachos de la Vía Panisperna, se articulan como equipo de investigación con Enrico Fermi y trabajan en temas físicos tales como la teoría de los Quanta y otros, tal como lo ha destacado la colega italiana Dra. Adele la Rana; en Chile, por su parte, entre décadas del veinte y hasta fines de los cuarenta del siglo XX; se observa desde el punto de vista científico y filosófico, un gran despliegue disciplinario a la par de los últimos estertores del positivismo que había contribuido al desarrollo científico desde fines del siglo XIX y comienzos del XX y también algunos cambios en la enseñanza de la física. Esto es, lo que se pretende ilustrar en esta comunicación.10621088677?profile=RESIZE_584x

Al respecto, primero es conveniente recordar que los avances científicos chilenos en este hito, coinciden con una nueva etapa de profundización y ampliación de la actividad científica del país, entendida como acopio cognitivo del cuerpo físico del país, y como conocimiento útil vinculado al desarrollo tecnológico nacional. En efecto, en estas décadas se observa la existencia organizada de comunidades de especialistas que laboran en entidades públicas, y que se encuentran realizando actividades rutinarias de “ciencia normal”, al decir de Thomas Kuhn.[1]  Entre estas, la aplicación del modelo taxonómico y de los modelos de clasificación de los referentes inorgánicos, a los lugares más distantes del país para complementar una verdadera radiografía de la naturaleza y del cuerpo físico de Chile, e incluso el catastro hidrográfico con los levantamientos de planos costeros por parte de la Armada, están ya debidamente consolidados o cuando menos, muy avanzados. Podríamos decir que la comunidad científica chilena se encuentra en una “fase de corrección y de incremento de los primeros acopios cognitivos sobre el corpus físico del país”.

Por ello, aparecen nuevos datos referentes a especímenes taxonómicos conocidos y otros sobre los desconocidos a la fecha, y lo mismo está aconteciendo en relación a los accidentes topográficos del cuerpo físico del país; tales como los montes, volcanes y cordilleras, a los cuales se les realizan nuevas mediciones con mejores instrumentos, y se determina con mayor precisión su altura, su longitud y latitud. Y lo propio está aconteciendo con los puertos, islas, fiordos, lugarejos, pueblos y ciudades, como objetos de estudio geográfico. Esto es, una sistemática labor de completitud descriptiva y explicativa del universo y naturaleza chilena.

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Y en cuanto a la situación del marco social y político en estos años, recordemos que la mujer ya empieza a descollar en el ejercicio profesional y público. Así, por ejemplo, en medicina, la doctora Eloísa Díaz, está preocupada por la Reorganización del Servicio Médico Escolar (1901), por la higiene escolar en Chile (1905), o por la alimentación de los niños pobres en las escuelas públicas (1906) entre otros temas que comienzan a ser abordados por la praxis médica. En este mismo campo, Ernestina Pérez, médico ginecóloga está interesada por la salud de la mujer en general y en el cuidado del cuerpo femenino, preocupada en los años veinte, por el cólera, el alcoholismo y la tuberculosis. También se destaca el profesor Francisco Hoffmann, quien en 1936 crea el Instituto de Fisiología en la Universidad de Chile, institución que contribuyó significativamente a que la investigación biológica chilena alcanzase el alto nivel operativo y tecnológico que se le reconoce en la actualidad.

Y en el plano de las ciencias de la vida, también se observan notables incrementos cognitivos, pero destaquemos aquí, nada más como referencia, los trabajos del entomólogo Carlos Porter, quien entre los años 20 y 30 está dando a conocer nuevos dípteros, coleópteros y otros insectos perjudiciales para la agricultura. O los trabajos de Bernardino Quijada: Catálogo de los Reptiles Chilenos i Estranjeros (1916), entre tantos otros. Y en el ámbito de la ecología y de la conservación ambiental, traigamos a presencia la labor de Federico Albert que, con sus trabajos sobre algunas aves, salmonídeos y pinnípedos, entre los años 1906 y 1914, estimula la silvicultura, la piscicultura y la zootecnia en el país. Y también debemos reconocer sus esfuerzos y técnicas para el manejo más racional del suelo y de las aguas; además sugiere una normativa para proteger los cetáceos y las aves, lo que finalmente es aprobado y sale a la luz en 1929.

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A su vez, en el ámbito de las ciencias de la tierra y -ante la imposibilidad de destacar todos los incrementos acecidos en el corte cronológico que nos interesa- recordemos por ejemplo, los trabajos de A. Nogués, sobre la formación lignitífera del sur de Chile, en los cuales divide cuidadosamente todos los yacimientos de carbón, considerando la génesis geológica de las mismas.  Estudios a nuestro juicio, altamente relevantes en este hito, dado el desarrollo de los ferrocarriles en el país y la necesidad de conocer la cantidad y calidad de este recurso, para el adecuado funcionamiento de las locomotoras. Con razón, justamente en este plano algunos autores tales como el ingeniero Edmundo Delcourt, tras considerar éste y otros trabajos, sugiere en 1924, que el Estado actualice las leyes para mejorar el cateo y la creación de industrias de carbón en el país.[2] Y de similar interés para la obtención del progreso y para el desarrollo industrial, en este período, son los viajes realizados por la zona norte y los estudios de Cárlos Vattier sobre los yacimientos de fierro existentes en el país; cuyas publicaciones dan cuenta de la diversidad de yacimientos, su ubicación geográfica y sus principales características mineralógicas y las eventuales cantidades de toneladas que se podrían extraer de las mismas. Y podemos recordar también al géografo Humberto Fuenzalida Villegas, quien tras su regreso de su especialización en Europa en la U. de La Sorbona en 1926, donde estudió etnología, geología y geografía física, pasa a desempeñarse en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En 1934 es nombrado jefe de la Sección de Geología del Museo de Historia Natural. Entre sus obras destacan: Observaciones geomorfológicos en el valle del Río Ibáñez (1936), Observaciones sobre la Geología del Río Claro en Talca (1934), por mencionar algunos. Y así sucesivamente en las distintas áreas de las ciencias de la tierra…

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Y algo similar ocurre en el plano tecnológico, con la industria, con el desarrollo vial y con el proceso de ferrocarrilización del país, pero esto escapa a nuestro interés del momento y no podemos abordarlo en profundidad en esta ocasión; sólo recordemos aquí por ejemplo el potente desarrollo tecnológico e industrial de Valparaíso, que desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, participa notoriamente en cuanto al desarrollo empresarial e industrial del país. Así por ejemplo, recordemos que en 1895, existían en esta ciudad-puerto 51 industrias de alimentos y 50 motores y luego en 1910, hay 115 industrias y 130 motores.  Por lo anterior, no resulta extraño que la fábrica La Unión de Valparaíso, construya los carros para el ferrocarril urbano y para abastecer a la industria minera del país. O que las fundiciones y fábricas de máquinas Falfour, Lyon y Cía. y Lever y Murphy, tengan en su conjunto, a comienzos de los veinte, más de 1.000 trabajadores y que de sus instalaciones salgan barcos, locomotoras, puentes y diversos trabajos que requieren una alta ingeniería metalúrgica de punta.[3]

Por su parte, en la austral ciudad de Valdivia, en las primeras décadas del siglo XX, se observa una impresionante actividad industrial, derivada entre otras cosas, de las instalaciones de la planta cervecera y de un astillero que construye los barcos que surcan el río Valdivia y otros lugares del Chile austral. También, podemos observar el notorio incremento de vías férreas en el país; así, por ejemplo en 1920, el país cuenta con 625 locomotoras, de las cuales 586 son a vapor y 39 con energía eléctrica.[4]

La etapa más significativa de esta lonja de tiempo corresponde a los años posteriores a la crisis de 1929-1933, cuando las autoridades del país toman conciencia de una cierta desconexión de los avatares del progreso científico y tecnológico mundial y de una ralentización en la enseñanza científica de la educación superior.

Desde la Política a la Ciencia

Otra figura central del período que nos interesa, vinculada a la política de su tiempo, corresponde al doctor Eduardo Cruz Coke, quien desde mediados de los años veinte abogó por la idea de que la investigación científica debía ser parte relevante de la praxis universitaria. Años después, en el 1er gobierno de Arturo Alessandri Palma, (1920-1925) asumió el cargo de Ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social, desde donde impulsó políticas y trabajó por la aprobación de leyes que impactaran en la salud pública, como la Ley de Madre e Hijo y la Ley de Medicina Preventiva. Todo ello, en el marco del ideario positivista del Presidente Arturo Alessandri Palma, que aspiraba a mantener “el orden y el progreso” para el pueblo. También, justamente en esta década del veinte, desde la filosofía y de las teorías políticas, los positivistas, por ejemplo los hermanos Lagarrigue, están analizando la constitución y proponiendo premisas para fortalecer la praxis científica. Así, Luis Lagarrigue sugiere estimular la actividad científica por medio de apoyos económicos a los que profesan alguna actividad científica.[5] Hoy, tales acicates serían considerados “becas científicas” o pagos mensuales como los que reciben los científicos e investigadores por sus proyectos Fondecyt.

Pedro Aguirre Cerda, a su vez, antes de ser Presidente y durante una pasantía en Europa a fines de los años veinte, escribe una de sus obras más relevantes: El problema agrario, que aparece en París en 1929, en la cual analiza la situación social del campesinado y de la agricultura nacional, su producción y sus mecanismos de distribución. Es un período de grandes reflexiones e innovaciones en lo político, educacional e industrial. Por eso no es extraño que luego en 1939 y en su condición de Presidente de la República, Aguirre Cerda, instaure la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), para ejecutar un vasto plan de desarrollo de las actividades mineras, agrícolas, industriales y comerciales del país. La materialización de los programas de desarrollo de esta entidad, demandó un fuerte apoyo científico y tecnológico para actividades que iban desde la prospección y evaluación de recursos naturales hasta el dominio de nuevas técnicas de producción agropecuaria, forestales, energéticas e industriales. También en arquitectura por ejemplo, en 1940 todavía en el gobierno de Aguirre Cerda, se organiza una Exposición de la Vivienda, y entre los organizadores están los arquitectos Luciano Kulczewski y Jorge Aguirre Silva, entre otros. El objetivo central, era la presentación de publicaciones y proyectos de vivienda sociales que coparticiparan de las nuevas tendencias de la salubridad pública, tomadas probablemente de las aportaciones de las doctoras Eloísa Díaz, Ernestina Pérez y de otros exponentes.

Por su parte en 1947, durante el gobierno del Presidente Gabriel González Videla, se instaura la Universidad Técnica del Estado (UTE), precursora de la actual Universidad de Santiago de Chile, dependiente del Ministerio de Educación Pública. Esta institución reunió en una sola entidad de Educación Superior, a la Escuela de Artes y Oficios creada en 1849, a la Escuela de Ingenieros Industriales creada en 1948, a las Escuelas de Minas de Antofagasta, Copiapó y la Serena y a las Escuelas Industriales de Concepción y Valdivia. Todo lo cual favoreció la formación y articulación de los distintos técnicos e ingenieros aquí formados, para insertarse prontamente al campo industrial y productivo del país.

El desarrollo y novedades en el campo de la Física

Ahora bien, antes de contextualizar el desarrollo de la física en Chile en el estadio acotado (1920 1940) hay que remontarse a 1895 toda vez que en este año y en la Universidad de Chile acontece un evento muy significativo; en efecto en diciembre de este año en Alemania, Wilhelm Konrad Roentgen descubre los “rayos X”, y tres meses más tarde, Luis Zegers replica en Chile el experimento y obtiene una radiografía de su propia mano (la primera en Latinoamérica). En los inicios del siglo XX, llega a Chile en 1903, procedente de Alemania, el Dr. Wilhem Ziegler, para incorporarse al Instituto Pedagógico y fortalecer la enseñanza de la física. Es decir, no como un mero curso complementario de otras profesiones ingenieriles, sino más bien orientada a consolidar una disciplina unitaria, más holística, dedicada a la explicación y búsqueda de leyes fundamentales, no necesariamente ligada a la química o la mineralogía, meteorología o mejoramiento de aparatos eléctricos y mecánicos. Es decir, como una réplica de la forma de enseñanza de la física tal como se impartía en las universidades alemanas de la época, o sea, como disciplina unitaria. La física se enseñaría ahora en Chile como un conjunto de enunciados empíricamente contrastables. Esto implicaba su enseñanza como disciplina experimental con el uso imprescindible de laboratorio y empleo de matemáticas. Y por cierto, de algún texto actualizado de física para los estudiantes, y por esto, Ziegler colegiadamente con Luis Gostling publican el texto: Física Experimental, en 1918, para los liceos, que seguía reeditándose hasta fines de los cincuenta. Y en la Escuela de Ingeniería de esta misma corporación, la cátedra de Física General era impartida por Luis Zegers hasta 1914, en que es reemplazado por el físico italiano Paolo Rossi quien trabaja en esta unidad hasta 1916 en que es llamado a su país para prestar servicios en la 1ra Guerra Mundial, pero al parecer alcanza a solicitar a unidades especializadas en Europa, implementos y materiales actualizados para el trabajo en laboratorio y para realizar experimentos en física.

En rigor, la física a nivel de educación superior en las primeras décadas del siglo XX, tenía un rol meramente complementario en la formación profesional de carreras como ingeniería, pedagogía, arquitectura y medicina.[6]  La enseñanza de la física en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, comenzó a experimentar cambios significativos desde 1917, bajo la dirección del ingeniero Manuel Trucco, a quien el rector de esta casa estudios, Domingo Amunátegui, le encargó la reforma del plan de estudios y la construcción del nuevo edificio, inaugurado en 1927. En ese mismo año Trucco también se desempeñaba como presidente del Instituto de Ingenieros de Chile. Y a partir de 1928, la física en la Universidad de Chile logra un desarrollo significativo, asentándose tanto en la Escuela de Ingeniería como en el Instituto Pedagógico de esta corporación. Con razón este mismo año y en esta misma universidad, reciben al físico francés Paul Langevin, quien dicta conferencias y analiza la física de los quanta, siendo homenajeado por la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.

Estos avances en la física experimental y teórica de inicios del siglo XX, fueron discutidos por los académicos chilenos en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile y en el Instituto de Ingenieros.[7]

La década del treinta

Durante los años treinta, acontecen muchas novedades en el ámbito de la física. Así por ejemplo, en 1930, se funda el Instituto de Ciencias de Chile, orientado a fomentar la investigación y los estudios científicos puros, sin finalidad profesional. Bajo su alero se preparan diversas conferencias sobre los temas de la física de la época, tales como la Teoría de la Relatividad por ejemplo, con el fin de expandir el conocimiento de los temas físicos a un público más amplio. También en este período se publica la Revista de Matemáticas y Física Elementales con diversos números entre 1930 y 1931, en los cuales se aprecian traducciones de artículos como “Determinismo y Causalidad en la Física Contemporánea”, de destacados físicos europeos, entre éstos Einstein y De Broglie.

Por otra parte, en la Universidad de Concepción, que se había fundado en 1922, trae al físico italiano Leopoldo Muzziolli en 1936, quien articula un grupo de docentes e investigadores en física, en esta corporación.[8]

Los años de los Cuarenta

En la década de los cuarenta, en la Pontificia Universidad Católica, se dictan cursos de física para ingeniería y se ofrecen cátedras electivas de esta disciplina. A su vez, la Universidad de Chile, en 1945 tras el lanzamiento de la bomba atómica en Japón, organizó un debate acerca de la desintegración de la materia, siendo con seguridad, la primera discusión académica sobre la energía nuclear en Chile. Luego, en 1946, el decano y filósofo Juan Gómez Millas desde el Pedagógico de la Universidad de Chile, promueve la consolidación de grupos de investigación académica en el campo de la física. Y al año siguiente, se crea en la Universidad de Chile, el Instituto de Física, aunque sólo tomará fuerza a mediados de la década siguiente.

Por su parte, por estos años el positivista, filósofo e intelectual Luis Lagarrigue, sugiere estimular la actividad científica por medio de apoyos económicos a los que profesan alguna actividad científica. Y lo expresa en estos términos “Proteger materialmente a los profesionales de la ciencia, historia, filosofía, arte, etc., cuando se compruebe que su enseñanza interesa al público” [9]

Así, las distintas apropiaciones cognitivas que hemos venido analizando en esta comunicación, apuntan claramente a la preocupación por la educación, a la difusión del método científico, a la incorporación de ramos científicos en el sistema educacional, a la profesión de la mujer y los derechos de las mismas, al orden y a la obtención del progreso, al respeto de las libertades individuales, al fortalecimiento del Estado y su separación de funciones en relación a la Iglesia… entre otros. Y por tanto la presencia de la física en el período acotado, se da notoriamente en interacción con este marco cultural, político y social del Chile de los años veinte al cuarenta. 

Hacia una conclusión

La física, en la primera mitad del siglo XX, estuvo vinculada al desarrollo de las universidades y asociada a otras ciencias, y sólo desde mediados del siglo XX, se consolida su evolución independiente y claramente experimental. También en este mismo hito, se observa que la física tenía una presencia bifronte, en cuanto a su estudio; por un lado, en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile y por otro, en el Instituto Pedagógico de la misma corporación. Pero también, estos mismos académicos participaban activamente en el Instituto de Ingenieros de Chile. Por lo demás recuérdese que el director de la Escuela de Ingeniería, era también el Presidente del Instituto de Ingenieros, a fines de los años veinte, como señalamos en su momento; por ello, no es extraño que los ingenieros en los años veinte, hayan solicitado cambios curriculares para la formación de los ingenieros en la Universidad de Chile, lo que implicaba también revisar y ampliar la enseñanza de la física.

Al parecer, el incremento de la investigación y la producción científica, en el período aquí analizado, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial se concentra en las universidades y especialmente en la Universidad de Chile, tal como lo han destacado diversos autores, entre éstos Eugenio Vogel, Augusto Salinas o Patricio Leyton.[10]

Por último, cabe destacar que en el período acotado que nos interesa, se observó la presencia de dos físicos italianos, Paolo Rossi y Leopoldo Muzziolli quienes contribuyeron también en cuanto a la articulación de grupos de docentes en las universidades que los acogieron.

 

Vogel, Eugenio: “Aspectos históricos del surgimiento y desarrollo de la física durante el siglo XX”, op. cit. Y Salinas, Augusto: La Ciencia Bajo Fuego, Edic. Universidad Católica, Stgo., 2012. Leyton, Patricio: “El Instituto de Ingenieros y la enseñanza de la física en la reforma del plan de estudio de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile (1917-1922)”, Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación N°15, Stgo., 2021.

 

[1] Kuhn, Thomas: La Estructura de las Revoluciones científicas, Ed. FCE, México, 1982.

[2] Cf. Delcourt, Edmundo: Estudio sobre la cuestión carbonera en Chile, Impr. y Litografía Universo, Stgo., 1924, p. 90.

[3] Cf. Estrada T., Baldomero et al.: Valparaíso, Sociedad y Economía en el Siglo XIX, Edic. Universitarias de Valparaíso, U.C.V.; Valparaíso, 2000; p. 46.

[4] Cf. Memoria correspondiente al año 1930 FF.CC. del Estado, Soc. Imprenta y Litografía Universo; Stgo., 1931; p. 66.

[5] Lagarrigue, Luis: Cuestiones Sociales, Impr. El Globo, Stgo., 1925; p. 22.

[6] Cf. Vogel Eugenio: “Aspectos históricos del surgimiento y desarrollo de la física durante el siglo XX”, Rev. Mexicana de Física, 48, Suplemento3, 2002   p. 2.

[7] Leyton, Patricio: “La física en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile (1914-1922): Ingenieros, educación y ciencia”, en:  Una aproximación al desarrollo de las ciencias en Chile: 1900-1950, Saldivia, Zenobio; Bravo Allende Editores, Stgo., 2022, (en prensa).

[8] Gutiérrez, Claudio:  Rev. Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Stgo., 2006; p. 495.

[9] Lagarrigue, Luis: Cuestiones Sociales, Impr. El Globo, Stgo., 1925; p. 22.

[10] Vogel, Eugenio: “Aspectos históricos del surgimiento y desarrollo de la física durante el siglo XX”, op. cit. Y Salinas, Augusto: La Ciencia Bajo Fuego, Edic. Universidad Católica, Stgo., 2012. Leyton, Patricio: “El Instituto de Ingenieros y la enseñanza de la física en la reforma del plan de estudio de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile (1917-1922)”, Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación N°15, Stgo., 2021.