Por Zenobio Saldivia

Cuando se piensa en el despertar intelectual del Chile decimonónico, frecuentemente se asocia este fenómeno con la consolidación de la independencia política, luego de los avatares de la reconquista; ello no es así. En efecto, si bien el proceso emancipador es significativo, porque crea las condiciones mínimas para que se difunda la literatura europea y se expresen abiertamente las tendencias culturales del período; es necesario además, que se den una serie de variables que permitan que la dormida inteligencia chilena empiece a descollar. Entre estos sucesos que van allanando el camino para que el país se inserte en la cultura universal con expresiones propias, es previo la etapa de ordenamiento como nación y la consolidación de los principios republicanos, que se observa en la década del treinta del Chile decimonónico. Además, es necesario un cierto incremento económico y un auge exportador en el país, como el que se observa por ejemplo en la década del cuarenta. Lo anterior, es fuente de admiración de muchas otras repúblicas recientemente independizadas de España; también contribuyen notoriamente a este proceso, las tertulias y las fiestas de la aristocracia, en Santiago, Talca, Valparaíso y otras ciudades; lo cual trae aparejado las discusiones literarias e históricas. Lo anterior, en su conjunto constituye un universo sociocultural proclive a la reflexión, y es un buen punto de partida para asumir compromisos científicos y para la lectura y el estudio en general. Por eso, no es extraño que sea justamente la década del cuarenta del siglo XIX, el hito histórico en que se produce el despertar intelectual y cultural en el país. Ello coincide curiosamente con la instauración definitiva del periodismo en el país y con el fenómeno de la aparición de nuevos diarios y revistas. Estas expresiones periodísticas, cada vez más, van dejando atrás el compromiso con la contingencia política inmediata característico de las antiguas y esporádicas publicaciones. Los nuevos colaboradores y articulistas, prefieren centrar mayoritariamente su atención en los movimientos y tendencias culturales y artísticas que están aconteciendo en el país y que van incrementando el acerbo cultural de la joven república. Dicho proceso, podemos denominarlo como la etapa de la “profesionalización del periodismo”, y acontece aparejado al nacimiento de las nuevas inquietudes culturales de la población, tal como se ha señalado, y al ímpetu fundacional que se observa en el país entre las décadas del treinta y del cuarenta del siglo XIX, y que se traduce en la creación de diversas entidades que fomentan la educación y el conocimiento de las ciencias en el país.

Empero, dicho proceso tiene una raigambre a menudo olvidada, esto es, que para llegar a esa situación de adecuado punto de partida del periodismo y la eclosión de diarios, periódicos, semanarios y revistas que principia esbozarse en la década del cuarenta y que se desarrollará luego con mucho ímpetu entre el 50 y el 60 del siglo decimonono, es necesario la existencia de un órgano que mantenga una continuidad, que no se agote en la mera contingencia y que sirva de modelo a los otros que están tímidamente intentando abrir un espacio, conquistar un público y lo más difícil: persistir, continuar en el tiempo. En estos avatares, hubo al menos un órgano comunicacional que se mantuvo firme, con una impronta definida y con una sistemática continuidad, que permite actuar como un referente frente a los nacientes medios comunicacionales, principalmente de la capital, sea para imitar, sea para presentar alternativas diferentes. Ese fue El Mercurio de Valparaíso, fundado por Pedro Félix Vicuña, quien en colaboración con los tipógrafos Tomás G. Wells e Ignacio Silva, logra sacar a la luz pública este medio, el 12 de Septiembre de 1827, con el objetivo de entregar información sobre comercio, industria, cultura y ciencia a la creciente población de la región de Valparaíso primero y que luego, en las próximas décadas se va expandiendo por todo el país.

Ciencia, artes y manufacturas
Por cierto que entre los objetivos mencionados, queda implícito el ideario liberal de su fundador. Y en cuanto a su propósito de difundir conocimientos científicos, aunque no queda claramente estipulado, cabe destacar que en la práctica de su periodicidad, se va cumpliendo notoriamente un rol que hoy llamaríamos de “difusión científica”. Por cierto, en esta etapa, dicha tarea es implícita y mecánica y no está esbozada con propiedad; pero dentro de su esquema casi libresco y enciclopédico, conque aborda los temas nacionales, de historia y de cultura universal, se va perfilando una preocupación o tal vez, podrí9amos decir: “una presencia científica”; toda vez que aborda todas las formas de expresión cultural y cognoscitiva, entre estas ciertas noticias vinculadas al conocimiento científico. Lo anterior no significa que El Mercurio de Valparaíso, tenga claramente definida en su primera etapa, la o las secciones de ciencia que está divulgando; más bien, su forma de entregar los conocimientos científicos de la época, (finales de la década del veinte, décadas del treinta y cuarenta), es casi un mosaico o un puzzle que hay que descifrar; sin embargo hay algunas constantes. Entre estas, el interés del periódico por el continuo devenir de las aprehensiones cognitivas propias de los distintos campos del saber y un notorio énfasis por “las artes y las manufacturas” como se denominaba en esa época a la tecnología. Esto, dentro de un marco de profundo asombro social por el impacto de la aplicación de los conocimientos a la esfera humana y al medio natural. Las disciplinas que más asocia El Mercurio de Valparaíso con las ciencias son: medicina, higiene pública, anatomía, viticultura, sismología, vulcanología, electricidad, química, geografía, mecánica, astronomía y egiptología. Y dentro de tales disciplinas, hay una cierta preferencia por tópicos determinados; v. gr. en cuanto a la medicina, interesaban de sobremanera por las cusas de la caída de los dientes, enfermedades del hígado, estudios sobre la viruela, cálculos en la vejiga, casos de teratología, casos de oftalmología y otros. Por ejemplo, en cuanto al interés por los temas de medicina, en la edición del 14 de Febrero de 1829, se lee: “Un distinguido artista tenía un hijo de siete años y empezó a darle lecciones de dibujo; pero cual sería su sorpresa al ver que el muchacho dibujaba al reves cuantas figuras se le daban por modelo…… Se ha observado muchos casos análogos á este: un abogado estuvo viendo por espacio de algun tiempo todos los objetos inversos: las casas le parecian edificadas sobre sus techos, los hombres andando de cabeza. Esta observacion dependia del desorden en que se hallaban sus organos digestivos; y asi es que desapareció en el momento en que cesó la causa, de que tomaba su origen.” (1)

Y en cuanto a la higiene pública, el tema central es la preocupación y o mecanismos para prevenir el cólera, las condiciones del medio ambiente, la creación de un cuerpo policial especial para cautelar la higiene pública y otros. Y en relación a las inquietudes por la astronomía, estas se expresan mediante un notorio interés por la aparición reciente de cometas o por los que están supuestamente por venir en los próximos años. Y si se considera el aspecto cuantitativo referente a una menor cantidad de las apariciones o informaciones científicas de este medio, podríamos hablar de un segundo plano, o un segundo nivel de disciplinas científicas, entre estas se ubican: historia natural, botánica, entomología, topografía, geología, matemática y geometría. Probablemente esto se deba a la aridez de los contenidos de las ciencias formales como la matemática, por una parte, y al atraso o “desconocimiento” en el país, de la botánica y la taxonomía; después de todo, recién en 1830 el gobierno chileno contrata al botánico francés Claudio Gay, para que realice una exploración del cuerpo físico del país y clasifique todos los referentes principalmente del medio orgánico, que hubieren en el país. Y algo similar se puede adelantar con respecto a los estudios rigurosos de la geología y de la mineralogía; toda vez que el comienzo de los estudios mineralógicos, geológicos y químicos, principia institucionalmente con la traída de Ignacio Domeyko en 1838, para hacerse cargo de la Escuela de La Serena.

Es curioso en todo caso, que entre los autores que más se mencionan como aportando algo al conocimiento científico, aparece Humboldt; pero en este caso se muestra más que como interesado en la historia natural o en la taxonomía, se destaca su faceta de geógrafo o de vulcanólogo. Seguramente ello es así, por la impresión que causaban a los viajeros y sabios extranjeros, los movimientos de tierra o los frecuentes terremotos que acontecen en Chile, además de la notoria preocupación que se gestaba en los habitantes del Chile decimonónico. De manera que es muy probable que dicha inquietud casi natural de la población, hay influido tácitamente en la selección de noticias científicas de los articulistas, y por ello aparezca mencionado Humboldt frecuentemente.

La percepción de que la ciencia puede irse gestando in situ, en el propio territorio, todavía no está muy definida, en especial hasta la década del cuarenta; ello es comprensible, pues ya dijimos que sólo en la década del treinta Chile se abre oficialmente a la tarea de la adquisición del conocimiento de su propio medio orgánico, físico, estadístico y social. En todo caso, hay cierta “intuición” de que ello sería posible de realizar, en cuanto a estudios botánicos vinculados a la conquiliología -aunque sin aludir expresamente a dicha disciplina- en algunos lugares como Valparaíso; v. gr. en la edición del 17 de noviembre de 1829 se lee: “No hay lugar más propio para este estudio que Valparaiso, en cuya bahia se hallan mas de quince variedades de conchas. Una de las mas curiosas es el chiton. Este pertenece á la clase multivalva por tener sus coyunturas unas sobre otras como lorigas. Casi siempre tiene 8; pero se han hallado algunas con seis ó siete, aunque son muy raras, y se deben considerar como lusus naturae… De esta especie ó genero no hay menos de cuarenta y de las cuales veinte y cinco se hallan en el Pacifico, y algunas aun en la bahia de Valparaiso.” (2)

Fuentes de donde obtienen la información los escritores o articulistas
Los datos e informes científicos son tomadas de otras fuentes escritas, principalmente La Gaceta de Colombia, The Atlas, El Mercurio Chileno, La Gaceta de Quito, el Diario de la Habana, o la revista El Mensajero de ambos mundos, entre otros. En su primer a fase, desde 1827 hasta la década del cuarenta, no existe lo que hoy se denomina “periodista especializado” que busque por si mismo las fuentes científicas; simplemente el mismo articulista que abordaba diversos tópicos, se encargaba de seleccionar y redactar escuetamente las notas que hoy llamaríamos de divulgación científica. Esto se comprende puesto que generalmente el o los articulistas eran sujetos cultos y polígrafos, como para poder presentar este devenir científico, dentro de los intereses de los lectores y de los cánones culturales de la época.

A manera de conclusión
La mayoría de los contenidos científicos del Mercurio de Valparaíso de las décadas del veinte hasta la del cuarenta, del siglo XIX, consisten en un simple traspaso de la aprehensión cognitiva europea de las distintas disciplinas, principalmente medicina, astronomía, vulcanología, higiene pública, química y las otras ya mencionadas. Estas explicaciones científicas, en todo caso, se presentan de manera muy concisa y simplificada, e incluso hasta didáctica, para que sean entendidas por el público heterogéneo que podía tener acceso a este medio.

La década del cuarenta, es un periodo en que este medio se amplía a nuevos horizontes culturales, abriéndose más a la literatura a la historia y a las expresiones artísticas. Y en este sentido es posible colegir que contribuye al boom literario y al desarrollo intelectual y científico de esta época, toda vez que -como ya señaláramos al inicio- es el momento en que como país se observa un despertar intelectual que atraviesa a la literatura, a la historiografía, al sistema educacional, al periodismo y a la política normativa del país; proceso que genera un cuerpo teórico cultural propio y fomenta el devenir de las ideas tendiente a la consolidación de la República en el ámbito cultural.

En colaboración con Silvia Becerra (Universidad de Viña del Mar)

Notas
1. El Mercurio de Valparaíso, 14 de Febrero de 1829.
2. El Mercurio de Valparaíso, Martes 17 de Nov. de 1829; p. 1.