Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús

Zenobio Saldivia M

Felipe Caro P.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

El hombre

Iñigo López de Loyola, más conocido por el nombre que tomaría posteriormente: Ignacio de Loyola; nace el año 1491 en Azpeitia, en la provincia de Guipúzcoa, actual territorio de la comunidad autónoma española de Euskadi o país Vasco. Educado como caballero, sirve como soldado hasta ser herido en el sitio de Pamplona, lo que le hace replantearse su estilo de vida despreocupado. Estos primeros exámenes de conciencia, según escribe en su autobiografía , se convertirían algunos años más tarde, en el grueso de los contenidos de su principal obra: Los ejercicios espirituales, obra que desarrolla entre 1521 y 1548, año en que es publicada en Roma. Loyola viaja a Jerusalén, pero se detiene en Manresa, donde desarrolla las directrices generales del pensamiento ignaciano; entre éstas, sus reflexiones
sobre Dios, la libertad y los afectos humanos.
López de Loyola visita también Roma, Venecia y Jerusalén, en el año 1523 y luego, en 1524, Chipre, Génova y Barcelona, donde se dedica a estudiar gramática durante dos años. En 1526 acude a la Universidad de Alcalá de Henares, que estaba influenciada en su programa de estudios, por la Universidad de París. Por tanto, en Alcalá de Henares sigue cursos de Física y Teología, estudiando a autores como Aristóteles, Alberto Magno y Pedro Lombardo. Posteriormente, en 1527, visita Salamanca, y en el año 1528 llega a Francia, para estudiar Humanidades en el Colegio de Monteagudo de París, y Filosofía y Teología, en La Sorbonne, además de algunos cursos en el Colegio de Santa Bárbara, los que termina, cuando obtiene su título de Maestreo en Artes en el año 1535. Así, inserto en este ambiente universitario y cultural, forma el Círculo de Amigos en la Fe, unidos todos por el carácter de Ignacio y sus ejercicios espirituales. En esta época se vincula con Francisco Javier (1506-1552) y Pedro Fabro (1506-1546), entre otros, con quienes intercambia las ideas centrales de su marco teórico teológico y les transmite las nociones de sus ejercicios espirituales, llegando a ser grandes amigos. A finales de 1535 Ignacio y sus compañeros viajan hasta Venecia para tratar de llegar en peregrinación a Jerusalén. Arriban en Venecia a principios de 1537, y como les es imposible viajar, debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, trabajan con los enfermos de los hospitales de la localidad. En Junio de 1537 Ignacio, junto a seis de sus compañeros, es ordenado sacerdote, y posteriormente, viaja a Roma para ponerse a las órdenes del Papa. Ante la perspectiva de ser separados, estos amigos unidos en su ideario teológico y religioso, deciden permanecer juntos, formando lo que será la Compañía de Jesús. Para ello toman los tres votos característicos de las órdenes religiosas (castidad, pobreza y obediencia) y agregan, como elemento característico de la compañía, el de obediencia al Papa, tal como queda de manifiesto en las “Constituciones” de la Compañía, inspiradas por Ignacio de Loyola y cuya primera versión se encuentra ya preparada para 1552. Cuatro años después fallece en Roma.
Algunas de sus ideas centrales

La mayoría de sus ideas sobre Dios y la fe, se nos presentan claramente en Los ejercicios espirituales y en Las Constituciones de la Compañía de Jesús. Y entre las cuales es posible destacar su noción de la libertad del hombre como amplio marco para responder al amor de Dios, la cual se ve influenciada por los movimientos interiores del corazón y por las influencias exteriores del mundo que lo rodea (consolaciones y desolaciones).
La libertad se verá siempre apoyada o entrabada según la forma en cómo se vivan las experiencias.
Solamente a través de un ejercicio espiritual constante y consciente, a la luz de Dios, es posible analizar correctamente las venturas del diario vivir, y conocer así, la medida en que tales experiencias faciliten o impidan el correcto ejercicio de la libertad humana.
Dios está presente en todas las cosas, y su amor se expresa en todos los aspectos de la existencia humana. El hombre está llamado a descubrir este amor infinito a través de su trabajo y en el servicio activo a los necesitados. Ello implica una entrega generosa. Y en esta lógica, no cabe posibilidad de un límite a nuestra entrega, por cuanto así tornamos nuestro amor hacia Dios, para buscar siempre el más y lo mejor (el magis ignaciano).
Tales ideas matrices conque Ignacio de Loyola orienta sus ejercicios espirituales, son parte de su experiencia espiritual en Manresa, España. Las mismas, funcionan también como una herramienta pedagógica para quienes las practican, puesto que al querer hallar la voluntad divina en sus vidas, los ejercicios les permiten reconocer los cambios espirituales de su alma, cambios que de otra forma pasarían desapercibidos. Para esto, son necesarios además la disciplina y compromiso.

La Compañía de Jesús

Esta es creada en 1534 en París, aunque sólo en Septiembre de 1540, el Papa Pablo III, reconoce oficialmente a la Orden y firma la bula de confirmación de la misma. Desde sus inicios, se percibe claramente el énfasis misionero de la Compañía, el que queda enraizado en su misma constitución. Ello exige a los aspirantes ciertas condiciones de aptitud física y mental, una excelente salud, un carácter persistente y un constante ejercicio de la actividad racional y espiritual, que los separarán del resto de las órdenes religiosas de su tiempo. Asimismo, en las Constituciones queda de manifiesto el pensamiento de Ignacio sobre la diversidad y las posibilidades de cada persona de servir a Dios de acuerdo a sus capacidades y dones recibidos, ya que quienes deseen ingresar en la orden pueden optar a cuatro categorías, dependiendo de sus talentos, luego de realizar el noviciado: Profesión, quienes realizan los cuatro votos mencionados anteriormente; Coadjutores, quienes realizan los votos de pobreza, obediencia y castidad y sirven de ayuda a la Compañía en cosas espirituales o temporales; Escolares, los que mostrando habilidad para los estudios, pueden, luego de ser letrados, ingresar a la orden como Coadjutores o Profesos; y aquellos que la Compañía, luego de los exámenes iniciales, toma como indeterminados o Indiferentes, dado que “…no se ha determinado aun para cuál de los grados dichos sea más idóneo su talento” . Para lo anterior, establece una serie de procedimientos como distintos lapsos de tiempo de trabajo y observación de los interesados por parte de los examinadores, exámenes de distinto tipo y la utilización de los ejercicios espirituales y de preguntas (o interrogaciones) con el objeto de conocer lo más profundamente posible a la persona que busca ingresar a la compañía, y de este conocimiento, dirigirla a donde sus aptitudes puedan ser mejor aprovechadas.

Las Constituciones de la Compañía son, además, una profundización y concretización de los aspectos básicos y fundamentales de la Orden; por eso no es extraño que en la obra se recuerde elementos que Ignacio y los primeros compañeros reúnen, en 1539, v. gr.: “Hemos juzgado que lo más conveniente es que cada uno de nosotros, y cuantos en adelante hagan la misma profesión, estemos ligados, además del vínculo ordinario de los tres votos, con un voto especial, por el cual nos obligamos a ejecutar, sin subterfugio ni excusa alguna, todo lo que nos manden los Romanos Pontífices, el actual y sus sucesores, en cuanto se refiere al provecho de las almas y a la propagación de la fe; y a ir a cualquier región a que nos quieran enviar.” Las Constituciones de la Compañía son, además, una profundización y concretización de los aspectos básicos y fundamentales de la Orden; elementos que Ignacio y los primeros compañeros reúnen, en 1539, en la Fórmula del Instituto, que es su primera declaración de principios para el mundo y el modelo primigenio por el que regirán sus subsecuentes actividades. Esta fórmula es aprobada por los pontífices Paulo III y Julio III en 1540 y 1550 respectivamente.

En la Orden Jesuita, a su vez, como entidad dinámica, se produce una síntesis de las dos maneras de vivir la experiencia espiritual, en comparación con las otras órdenes o movimientos espirituales del período: la vía contemplativa y la vía activa; esto es lo que el jesuita Jerónimo Nadal (1507-1580) señala al referirse a la actitud de los compañeros, que viven como sujetos “contemplativos en la acción”. Lo cual puede comprenderse también, como el camino que parte de una búsqueda activa de Dios para encontrarlo con gratitud en todas las cosas. Así, para materializar esta búsqueda y encuentro con el ser superior, Ignacio sugiere una conexión trascendente en el acto humano; es decir, centrarse en quien busca (contemplación) y en la gracia divina (acción). Y de este modo, necesariamente se llegaría a la divinidad.

Otro de los elementos que los compañeros comienzan a desarrollar en este período es la producción literaria; interés que en este período se manifiesta a través de la comunicación escrita que, por insistencia de Ignacio, mantienen los integrantes de la Compañía, principalmente comentando su trabajo en los territorios en los que se encuentran. Esta correspondencia entre los integrantes de la Orden y sus superiores se mantiene durante el tiempo, y es de particular importancia, por ejemplo, al momento de comenzar su proyecto educativo, puesto que les permite mantenerse al corriente de lo que sucede en cada institución e implementar cambios en aquellos lugares que lo requieran. Y en los siglos siguientes, les posibilita un intercambio de impresiones sobre la naturaleza vernácula del Nuevo Mundo. Asimismo, esta correspondencia se ve aumentada por las obras que comienza a generar la Orden, partiendo por las experiencias de Ignacio, recogidas en su Autobiografía, y que no son entendidas sólo como obras de literatura, sino como fuentes de historia y conocimiento que se integran íntimamente a la labor y al modo de actuar de la Compañía de Jesús.

Justamente en relación a la labor y el modo de actuar de la Orden de los Jesuitas, llama la atención, la rapidez con que va obteniendo seguidores y la energía que despliegan luego para llegar a América y otros lugares y la rapidez con que lo realizan, considerando los medios de transporte y las dificultades comunicacionales de la época. Así por ejemplo, en cuanto a lo primero ya en 1556, cuando fallece el fundador, y recién a dieciséis años del reconocimiento papal, la Orden cuenta con 1.000 integrantes. Y en cuanto a su expansión a América, ya en 1549, llegan los primeros jesuitas a Brasil Luego, en 1568, encabezados por el padre Jerónimo Ruiz del Portillo, llegan a Lima. Y en 1593, se encuentran en Chile. Y a su vez, en 1599, arriban a Córdoba, Argentina, dedicándose de lleno a la educación y a la evangelización de los nativos, tal como lo hacen en el resto de los lugares donde se van expandiendo, hasta que en 1767, son expulsados de todos los dominios de la Corona española.

Hacia una conclusión

Ignacio de Loyola, logró asentar una Orden religiosa, con un estilo novedoso, altamente exigente en sus votos y praxis misionera, orientándose a la enseñanza de los distintos sectores sociales y a la evangelización de los nativos, dando nuevos bríos al mundo cristiano y misionero en general. El celo y la pasión para cumplir como misioneros, los cuales se observan con propiedad, en casi todos los jesuitas designados en América, son rasgos característicos de la Compañía de Jesús. Y otro aspecto muy importante es que la Compañía de Jesús rápidamente logró asentar una riqueza material que ocasionó la envidia de muchos sectores. Así como también sucedió lo propio, por la simpatía y la adecuada comunicación con los nativos, que es otro rasgo de la Orden.