ZENOBIO  SALDIVIA  M.

                                                            U. Tecnológica Metropolitana, Stgo. Chile. 

Antecedentes previos 

          Al hablar de tecnología inmediatamente nos viene implícito - en el plano de las representaciones mentales - todo un desfile de imágenes sobre máquinas, aparatos y artificios diversos, que van colaborando en la comunidad científica y en los procesos productivos; así como también, sentimos que la tecnología tiene un cierto aire de “intromisión” o interferencia en nuestras rutinas o en la vida cotidiana en general. Además intuimos que trae aparejada una manifiesta innovación en nuestras costumbres, puesto que de pronto nos vemos ejecutando nuevas acciones que no volvemos a abandonar nunca más; por ejemplo: chequear nuestro correo electrónico una o dos veces al día. Y así por ejemplo, nos imaginamos extensas salas con paredes cubiertas por decenas de computadores con pantallas luminosas y botones en serie, comandadas por jóvenes profesionales que están tomando nota de lo observado (gráficos, destellos, temperatura, velocidad....), o están afinando sus instrumentos de mensuración para entregar datos y más datos sobre los observables para los cuales han sido construidos. O bien nos imaginamos amplias y cómodas industrias, donde operan cada vez con mayor presencia, distintos tipos de robot, que cada vez más se van antropomorfizando, e incluso en algunos casos, muchos de estos prototipos han sido cubiertos con capas de materiales sintéticos que llegan a imitar nuestra propia piel. Todo ello dentro de un marco de higiene, de confort y de una alta  funcionalidad  que ha dejado atrás, la antigua percepción de industrias obscuras, grises, y ruidosas; en fin, sea con unos visos más o unos matices menos, nuestra imaginación se ubica entre estos parámetros cada vez que pensamos en la tecnología. 

       Ahora bien, muy a menudo se considera la influencia de la tecnología sobre la sociedad como perjudicial para esta última, sobre todo en ciertos análisis que hablan del largo plazo y donde se destacan los problemas ecológicos, el desempleo, la violencia, y el aumento del tiempo libre entre otros.  En nuestra opinión creemos que es un juicio apresurado visualizar la expansión tecnológica del futuro, como algo totalmente nefasto. Recordemos por ejemplo, el caso de la realidad virtual, tecnología que podemos sacarle mucho provecho en vista a la obtención de nuevos estímulos para el aprendizaje o para actividades de carácter educacional y de estímulos  neurológicos, entre otros. En fin, los ejemplos pueden ser centenares. Seguramente aquella presunción esencialmente negativa sobre los artificios tecnológicos, existe, porque nos dejamos llevar por el prejuicio generalizado que estima que la tecnología es intrínsecamente deshumanizante y negativa. Por otra parte, al juzgar a priori a la tecnología sobre su desempeño a futuro, olvidamos que hay una acción recíproca entre la sociedad y ese reservorio de constructos y artificios que hemos ido desarrollando. Esto no significa que aceptemos todo  lo que nos reporta la tecnología; simplemente se trata de tener un juicio más objetivo, más centrado en la realidad social y cultural. Después de todo, hoy en nuestra época contemporánea, ya casi no podemos vivir sin la interfaz con los medios tecnológicos, sin T.V., sin celular, sin e-mail, sin visitar el cyber-space. 

Tecnología y situación actual

         Actualmente la sociedad coexiste tan bien ensamblada con la tecnología, que hemos llegado a vivir en un orden tecnológico imperante, del cual ya no nos es posible alejarnos, ni menos salirnos abruptamente. Eso es imposible. La tecnología ya está en nuestras comidas, en los supermercados, en los cines, en los medios de comunicación; en nuestras ropas, cada vez con más porcentaje de elementos sintéticos;  en nuestras instituciones y lugares de trabajo a través de cámaras, intercomunicadores y botones infinitos; en fin, en toda nuestra vida. La tecnología tiene el propósito de estar al servicio de la sociedad, de actuar como un sistema dinámico que permita la producción de distintos implementos, técnicas y procedimientos, que nos reporten un mayor bienestar y comodidad; en suma, que permita la satisfacción de nuestras necesidades biológicas, sociales, lúdicas, socio-políticas, o de otra índole. 

         Nuestra visión de la tecnología se parcializa pues, cuando la consideramos como un fin en sí misma, y no como un medio para el bienestar  del hombre en sociedad; o bien, cuando partimos aceptando el punto de vista que sobre la tecnología tienen  determinados grupos políticos, o el de ciertas cúpulas  de los responsables directos del desarrollo tecnológico, que pretenden utilizarla  para la realización de un determinado proyecto empresarial, social o político. La tecnología no es únicamente para sí misma, no es totalmente autosuficiente en su expansión y en su perfeccionamiento; requiere del conocimiento científico, va a la par con él y justamente los resultados de las nuevas conquistas cognitivas, se transforman en  instrumentos y aparatos que nuevamente, a su vez, contribuyen a gestar nuevos conocimientos. Al respecto, piénsese por ejemplo en los megatelescopios  que captan señales e indicios que una vez interpretados por los paradigmas físicos y astronómicos vigentes, nos muestran nuevos referentes del espacio distante. Lo que acontece, volviendo a la tecnología en general,  es que cada vez descansamos más en ella requiriéndola y renovándola. Sin embargo, esto no  significa que la tecnología sea una panacea universal, y que debamos confiar a ultranza en ella. Tampoco significa que no tenga ninguna responsabilidad sobre los aspectos negativos  anteriormente enunciados. 

Los responsables de la orientación de la tecnología 

        En rigor, no es la tecnología la responsable del confort o daño que pueda generar, es la comunidad de tecnólogos y científicos por una parte, que optan por implementar o desarrollar tal o cual artificio para la paz, o para la destrucción. Pero más que ellos, los responsables directos son en última instancia, los exponentes del universo político, pues ellos son los que fomentan, sugieren, o apoyan expresamente con recursos privados o públicos, determinados programas de desarrollo científico o tecnológico. 

        Empero, aunque no podemos dejar de lado  los aspectos éticos y morales en juego, que ameritan una amplia reflexión; desde el punto puramente tecnológico, la tecnología contemporánea está en condiciones de superar muchos de los problemas del hombre de los albores del siglo XXI, como la polución, la invasión de los plásticos y desechos sintéticos, o los derrames de petróleo, entre tantos y tantos otros. Ello, puesto que la propia tecnología ofrece líneas de desarrollo más amigable con el medio; el problema es encontrar la voluntad política y el consenso para destinar los recursos habituales hacia esas nuevas directrices. 

El punto está en ese universo de personas que toman las decisiones sobre el bien público; dicho de otra manera, con el nivel de desarrollo tecnológico actual que descansa en una alta mecanización, automatización, robotización, cibernética, informática y todo el conocimiento de las leyes del mundo físico natural en general; se pueden claramente desarrollar procesos no-contaminantes o mucho menos contaminantes, por ejemplo. Pero para que la tecnología apunte en esa dirección se necesita la comprensión y el apoyo de la clase política y una especie de presión de  los intelectuales con espíritu crítico, para una nueva redistribución de los gastos. 

         Por tanto, el dilema de beneficios versus peligros, señalado en el epígrafe de esta comunicación, es, un falso dilema; no se trata de rechazar de plano a la tecnología, ni apuntar a tecnologizarlo todo, ni tampoco se trata de que la tecnología se cuide de la sociedad o que la sociedad se esfuerce por hacer desaparecer a la tecnología. Plantear así las cosas, es un absurdo, es sólo el resultado de una ignorancia manifiesta y del ímpetu de dejarse llevar por los prejuicios imperantes, fomentados las más de las veces, ora por los movimientos tecnófobos o de grupos anti-ciencia, en un  caso;  o bien  por grupos políticos definidos, identificados con un tecnologismo triunfante; en el otro caso. 

        Al intentar valorar la tecnología, creemos que hay que tener una actitud que no raye en los antagonismos desatados; esto es el menosprecio o el optimismo sobredimensionado; sino más bien en un cierto estado de alerta cuidadosa, que nos permita observar las distintas interconexiones de la tecnología y sus producciones más recientes, con los distintos grupos sociales, en especial en relación a los modos de convivencia social esperados, esto es el ideal de la democracia, con el medio natural, y en especial con sus implicancias en el plano educativo.      

         La educación se nos presenta por tanto, como un universo que regule y reoriente a la tecnología, pues los tecnólogos y científicos necesariamente tienen que pasar por los sistemas educacionales de sus países.  Allí,  principian a formarse una  idea  primaria de  la tecnología que van consolidando con la ejecución de sus paradigmas en uso y con  las aplicaciones del mismo a los más distantes objetos de estudio. Por tanto,  es de esperar que la visión que les hayan entregado los docentes a nuestros científicos contemporáneos, no sea la de enfrascarse en discutir las posiciones antagónicas; sino más bien la de mostrar que la praxis científica, conlleva la necesidad de retroalimentación y de autocrítica y la comprensión cabal de siempre existe un margen de error en toda conquista cognitiva. Y además confiemos que aquellos sabios maestros de nuestros científicos actuales, les hayan trasmitido que la ciencia es una forma de vida tan digna como cualesquiera otra, pero que nunca estará desprovista ni de humanismo ni del buen sentido.  

Palabras finales

Hoy parece necesario ocuparse seriamente  de ese nuevo orden científico-tecnológico que hemos construido, y al respecto, comparto con Donald Michael, tal como lo señala en su obra La Innovación Tecnológica y la Sociedad, que si hay que orientar a la ciencia hacia la producción y el consumo, entonces debemos esforzarnos para que los resultados y posteriores aplicaciones cognitivas queden  imbricadas con la producción y la industria pero no con el énfasis destructor. En rigor, la tecnología nos libera en parte de nuestra dependencia de la naturaleza, pero también nos insta para que la retroalimentemos y para que reflexionemos sobre ella. Ella hará únicamente lo que nosotros queramos que haga, no dejemos que ella nos domine como avizoraron Ortega y Heidegger; aún es tiempo escapar de dicho thélos, y de manejarla a nuestro amaño y no a la inversa.