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Carlos Porter: Un científico de dos mundos

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Resumen
El presente artículo pretende dar a conocer las características y propiedades del aporte de Carlos Porter a la ciencia chilena y a la comunidad científica internacional. Se enfatiza principalmente en su rol como difusor de la ciencia en las regiones y en su propósito de entregar a la comunidad un nuevo medio de comunicación científica. Además se destaca aquí, su condición de científico que actúa como eslabón entre la ciencia finisecular decimonónica y la ciencia de comienzos de siglo veinte en Chile.

Porter. El lado humano.
Carlos Emilio Porter Mosso, nace en Valparaíso en 1867. De ascendencia norteamericana, sus padres fueron doña Emilia Mosso Luna y don Carlos Porter W.; este último, un marino chileno que fue compañero de ilustres personajes norteamericanos. Desde muy pequeño siente una gran fascinación por las ciencias naturales, y como adolescente gusta de recolectar insectos; todo lo cual es la génesis de su futura especialización en zoología y entomología. Es su entrada formal al campo de los estudios de los coleópteros y de los insectos en general. Así, a los 22 años comienza a recolectar especimenes con propósitos más institucionales, por ejemplo, se interesa por los diversos referentes de la fauna atacameña, para enviarlos al Museo de Historia Natural de Valparaíso y para diversos liceos del país, como parte de los requerimientos de una comisión oficial asignada por el gobierno. En 1897 funda la Revista Chilena de Historia Natural, que dirige durante prácticamente toda su vida, en un esfuerzo de voluntad y de trabajo gigantesco. Ese mismo año asume también como Director de esta institución, hasta Agosto de 1906; fecha en que ocurre un gran terremoto que destruye no sólo el Museo, sino gran parte de Valparaíso; por ello, decide avecindarse en Santiago, pero con el firme propósito de erigir otra vez la institución. En la capital, encauza todas sus energías para recolectar especimenes, objetos y dinero para rehacer el trabajo empezado con antelación. Finalmente, en Noviembre de ese mismo año, logra acondicionar una sala en el Liceo Miguel Luis Amunategui, en Santiago, que será lo más parecido a su querido Museo. Este funciona hasta 1910, fecha en que Porter es enviado en comisión de servicio, a distintos Museos de Argentina y Europa. Llama la atención que en sólo dos meses, el autor haya logrado aunar voluntades de personeros de la política, de la educación y de la comunidad científica, para rehacer su institución, al menos en términos muy modestos. Esta capacidad de buenas relaciones humanas y de acertividad para lograr sus metas, es una característica de Porter como ser humano y como científico y que la encontramos reiteradamente en su vida. Se acoge a jubilación en 1928, pero esto no es un óbice para abandonar las investigaciones de su interés; por eso, luego de su retiro de la vida pública, tal como ya lo ha señalado Bahamonde, continúa en “comunicación con nuevos centros científicos del mundo entero” y sigue animoso para “formar nuevos científicos y enriquecer con nuevas especies el saber entomológico”(1).

Durante su vida recibe numerosos estímulos y reconocimientos, tanto del país como del extranjero; los cuales hablan por sí mismos de la importancia de Porter en la comunidad científica internacional. La muerte lo sorprende, aún con sus capacidades intelectuales en acción, el 13 de Diciembre de 1942.

La Revista Chilena de Historia Natural
La Revista Chilena de Historia Natural fue fundada por Porter en 1897, como ya se ha señalado, con el propósito de difundir trabajos originales propios de diversas disciplinas propias de las ciencias de la vida, que no habían sido debidamente atendidas aún en el país. Entre estas Ecología, Ecofísiologia, Ecología de Poblaciones y Comunidades, Ecología del Paisaje y Ecosistémica, Sistemática, Evolución Orgánica, Genética de Poblaciones, Biogeografía, Paleobiología, Parasitología, y las tradicionales Taxonomía, Botánica y Zoología ( las cuales si estaban bien desarrolladas en el país). Este medio de comunicación, se centra en el análisis y difusión de los tópicos actualizados de las ciencias básicas; como también en la explicación de las bases biológicas para el uso y manejo de recursos bióticos, incluyendo el estudio del impacto humano sobre los organismos o en los sistemas naturales en general. La Revista se concentra, por tanto, en difundir una diversidad de contribuciones teóricas y empíricas; orientadas todas hacia una mejor comprensión de los contenidos temáticos en boga, existentes a la fecha, en el campo de las ciencias de la vida.

La revista va ganado cada vez nuevos espacios en la vida académica y científica chilena y logra motivar a los científicos no sólo del país, sino también de América y Europa, quienes envían sus contribuciones con tópicos de sus respectivas áreas temáticas. En este sentido, un gran mérito de la revista, que es más fácil percibirlo ahora, desde la mirada contemporánea; es el hecho de que a través de la continuidad de sus distintos números, hoy podemos apreciar en su conjunto, la diversidad de los referentes de la naturaleza chilena; toda vez que en sus páginas frecuentemente se presentan diagnosis de especimenes de nuestra flora y fauna. Entre estas, es imposible olvidar las contribuciones de Johow y Philippi en botánica; o las de Albert en temas forestales, de ornitología y de ecología; las de Delfín en ictiología; o las Reed, en tópicos sobre nuestra flora y fauna; y por cierto, las aportaciones sobre entomología del propio Porter o las de Calvert; e incluso en temas de antropología, como los aportes de Vergara, que frecuentemente aparecen en los primeros números de la Revista. Colaboran también en este medio, científicos extranjeros como por ejemplo los españoles Don Santiago Ramón y Cajal, Salvador Calderón y otros, o los argentinos Silvestri y Vernet, entre tantos autores. Este medio de comunicación se intercambia con los que se publican a su vez en las Academias Científicas Europeas y las revistas afines de otros países de América; en el primer caso, por ejemplo, se intercambia con publicaciones de la Academie des Sciences de París. Actualmente la revista creada por Porter, mantiene su continuidad.

Su Aporte Científico
El aporte científico que nos ha dejado Carlos Porter, corresponde a un cúmulo de investigaciones y publicaciones que contribuyen a la consolidación de la ciencia nacional, en lo referente a la profundización de la disciplina de la entomología por una parte; y por otra, en cuanto a la creación de la infraestructura y al fortalecimiento de instancias organizacionales y administrativas en las universidades del país, nos ha legado una serie de contribuciones para hacer posible la marcha rutinaria de la ciencia en los campos mencionados. En rigor, todos sus trabajos están estrechamente relacionados, ya sus estudios e investigaciones, apuntaban al fortalecimiento de la micrografía, de la entomología y de la bibliografía científica. algunos de ellos recolectados a lo largo de toda su vida. Éste creó en 1914, los “Anales de la Zoología Aplicada“, que a partir de 1924 fueron refundidos con la Revista Chilena de Historia Natural. Sus páginas contienen artículos de zoología agrícola, médica y veterinaria. Y en cuanto a la identificación de especimenes, recuérdese además, que ha dejado incorporada a la taxonomía, una gran cantidad de especimenes de nuestra flora y fauna nacionales; a manera de ilustración nada más, en el ámbito de la entomología logra la descripción de más de trescientos referentes (2).

En el ámbito de la docencia se desempeña como profesor de Microscopía, en el Instituto Técnico Comercial de Valparaíso (1903), y de Fisiología e Higiene en la Escuela de Ingenieros de la Armada Nacional, en la misma ciudad, durante cinco años, desde 1900. Más tarde dicta la cátedra de Parasitología animal, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la U. de Chile; también sirve las cátedras de Zoología general y de Entomología aplicada, en la Universidad Católica de Santiago.

Después de un largo viaje por Europa, regresa a Santiago para cumplir labores de profesor de ciencias naturales en la Escuela Militar (1912-1918), profesor de zoología, entomología y microscopía del Instituto Agronómico de Chile y Director del Museo y Laboratorio de Zoología Aplicada en la Escuela Nacional de Medicina Veterinaria y profesor de Parasitología Animal en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Chile. Además fue profesor en la Universidad Católica de Chile. El Museo Nacional de Historia Natural también lo contó entre su personal científico, desempeñándose en la sección de invertebrados, jefe de la sección Entomología y profesor de la Escuela de Altos Estudios, donde dictó los cursos de Zoogeografía de Invertebrados y de Histología Normal.

La iniciativa de Porter en el campo zoológico es extraordinariamente fecunda, y tal como consta en sus propios antecedentes curriculares; funda en Santiago, en Junio de 1922, la Sociedad Entomológica de Chile, en Santiago; entidad que dura once años, y luego se reorganiza en una segunda etapa, desde Marzo de 1933, como Sociedad Chilena de Entomología; en ambos casos su primer Presidente es Porter. A su vez, en el ínterin, por ejemplo en Abril de 1928, ya ha fundado otra institución, el Instituto de Zoología General y Sistemática; entidad dedicada al estudio de los artrópodos chilenos y al de los parásitos animales. El Instituto partió en una primera fase, con la creación de una biblioteca especializada en Ciencias Naturales, que justamente era la de Porter que se fue ampliando cada vez más. La misma contenía tratados de carácter general, monografías de anatomía comparada, zoología, histología normal, parasitología, sistemática de insectos, crustáceos, ácaros, zoología económica y ensayos sobre la fauna chilensis Incluía también un laboratorio de microscopía y colecciones especiales de crustáceos, cerambícedos, sárfidos, hemípteros, brúquidos, meloides, esfíngedos y zoocecidias, que Porter había logrado recolectar con tesón durante muchos años.

La Revista Chilena de Historia Natural a su vez, actuaba como el órgano publicitario oficial de esta institución. Este Instituto de Zoología General y Sistemática sirvió de inspiración para crear más tarde, en 1957, el Centro de Investigaciones Zoológicas de la Universidad de Chile, que durante años funcionó en el Campus Oriente de la universidad, siendo su primer director el profesor Guillermo Mann Fischer, uno de los zoólogos más distinguidos conque a contado el país. Es importante mencionar, que la biblioteca que existía en el Instituto de Zoología General y Sistemática, tenía una colección bibliográfica que integraría más tarde la biblioteca de la Estación de Biología Marina de la Universidad de Chile en Montemar (hoy Instituto de Oceanología de la Universidad de Valparaíso).

Otro ámbito de su trabajo científico, es posible percibirlo, en virtud de su extensa labor bibliográfica; en este sentido es uno de los fundadores de la bibliografía científica en Chile, más exactamente, el primer bibliógrafo chileno. El caso de Porter tiene una notoria similitud con el de Medina; porque los dos terminaron siendo destacados bibliógrafos, tal como ya lo ha señalado adecuadamente Feliú Cruz (3). Molina parte con sus inquietudes por las Crónicas de la conquista española y termina con la aprehensión cognitiva en ciencias naturales. La pasión de Porter, en cambio, lo lleva a interesarse por la prosa de la zoología y la parasitología y luego llega al discurso acotado de la bibliografía de las ciencias naturales. Ello es fue inmensa en el campo de las ciencias naturales, le permitió adquirir renombre en Chile, América y en el mundo entero. Por eso, no es extraño que al leer el cuadernillo: Hoja de Servicios. Actuación científica y premios del Prof. Dr. Carlos E. Porter -que el mismo autor había preparado para postular a una nominación científica internacional- se aprecie que el numero de publicaciones, libros y comunicaciones científicas, sobrepasen las cuatro centenas (4).

Su aporte científico se comprende mejor, al observar su vasta producción de ensayos en el ámbito de las ciencias de la vida y bibliográfico. Tres años después de la fundación de la Revista Chilena de Historia Natural, publica el Ensayo de una Bibliografía Chilena de Historia Natural. En 1928 y 1929, publica los Anales de Zoología General y Sistemática. Entre sus obras recordemos al menos: Literatura antropolójica i etnolójica de Chile (1906),Ensayo de una bibliografía chilena de Historia Natural (1900), El Dr. Don Francisco Fonck (1914), Indice alfabético sinonímico de la anatomía humana de Sappey (1900), Programa de Morfología y fisiología del hombre (1902),Bosquejo histórico, desarrollo y estado actual de los estudios sobre antropología, fauna y flora chilenas, (1910) y muchos otros. Según Looser -quien cataloga las obras de Porter- éste habría escrito 146 ensayos (5).

Empero, su aporte científico no se agota en el marco de sus actividades de exploración del territorio; ni en sus actividades docentes en institutos o universidades del país; sino que también hay que apreciar algo que ha pasado desapercibido hasta ahora por sus biógrafos; esto es, que Porter representa un nuevo tipo de científico en el país, un científico que busca fortalecer disciplinas científicas fuera de la metrópolis, en las regiones. Este es el otro mundo que anunciáramos en el epígrafe; es un sabio que se mueve con sus pares de la comunidad científica capitalina, el mundo científico tradicional, donde se forman e investigan la mayoría de los científicos; pero al mismo tiempo gasta sus energías para hacer ciencia en regiones, para crear entidades de difusión científica en los bordes de la metrópolis, fuera de la capital; por ello sus esfuerzos como Director del Museo de Historia Natural de Valparaíso, y la Revista de Historia Natural, que queda asentada definitivamente en dicho puerto. Por esto también, no resulta extraño encontrar en la misma, trabajos de científicos radicados en Tocopilla, Rancagua, Quilpue y Valparaíso. Y por esta misma razón, Porter privilegia participar (por sobre otras invitaciones) en los Congresos Científicos organizados en La Serena (1900), en Valdivia (1903) y en Valparaíso en 1936.(6) Así que cuando se analiza con detención el número de conferencias dadas en el país, se observa que la mayoría de éstas las da en Valparaíso: 90, y en tercer lugar Linares, donde dicta 36.(7) Y también, es altamente probable que por esta misma razón y no por simple comodidad, muchas de sus obras hallan visto la luz en imprentas de Valparaíso, tal como puede observarse al leer con detención la Hoja de Servicios de este autor.

A manera de conclusión
Es difícil intentar valorar la producción científica de este autor, toda vez que la misma escapa a los aspectos puramente cuantitativos, y no se agota en sus más de 400 trabajos teóricos, entre conferencias, ensayos, artículos o libros. Tampoco se puede emitir apresuradamente un juicio únicamente porque logró fundar una revista científica más. Su obra trasciende todo aquello; es un conjunto de actividades exploratorias in situ sumado a trabajos teóricos que logran perfilar la entomología en el país y asentar definitivamente la bibliografía científica como un quehacer científico más, como un nuevo campo disciplinario que toma fuerza en Chile y que logra unir por tanto, el universo de los intereses de los científicos, de los bibliotecólogos y de los historiadores de la ciencia chilenos.

Tal vez lo más relevante de Porter para la ciencia chilena sea justamente el hecho de que une dos mundos del trabajo científico chileno y abre un nuevo horizonte disciplinario. Lo primero porque como director de la revista, le toca desenvolverse dentro de un conjunto de disciplinas científicas más privilegiadas que otras, esto es, las tradicionales taxonomía, biología, zoología, botánica, y otras vinculadas a la antigua historia natural, que ya contaban con exponentes en nuestro país, luego de las aportaciones de Molina, Gay o Philippi, quienes ya habían logrado formar escuela y discípulos. En este contexto principia a potenciar otras ramas de las ciencias naturales que no estaban debidamente desarrolladas en Chile; tales como la entomología, la micrografía, las distintas especialidades de la ecología y la bibliografía científica. Este es uno de sus mayores logros, que seguramente enorgulleció a la comunidad científica chilena de principios del siglo XX.

Su persona y su obra, nos plantean en esta época acelerada de cambios y novedades científicas, una seria tarea a los bibliotecólogos, a los historiadores de la ciencia y a los exponentes del periodismo científico; esto es, encontrar los mecanismos y los medios de difusión más apropiados para traer a presencia su legado, sus aportes específicos y su esfuerzo de institucionalización de nuevas disciplinas en el Chile de comienzos del siglo XX. Labor que hay que proyectar, tanto en el medio científico, que ya da por olvidado dichos avatares de construcción científica, como también para los jóvenes universitarios que desconocen el perfil de Porter. Así, encontrar las obras de este autor, los trabajos acerca de su quehacer y otros materiales que hagan justicia a su memoria, es el deber de los que nos desempeñarnos en la Academia, en los Archivos y en los Centros de Recursos del Aprendizaje.

 

Citas y notas
  1. Bahamonde, Nibaldo: “Don Carlos Emilio Porter Moso”, Chilena de Historia Natural, Nº56, Valparaíso 1983; p. 9.
  2. Cf. Feliú Cruz, Guillermo: Carlos Porter (1867-1942), Bibliógrafos chilenos, Stgo., 1969; p. 6.
  3. Ibidem.; p. 3.
  4. Porter, Carlos E. : Hoja de Servicios. Actuación científica y Premios del Prof. Dr. Carlos E. Porter, Impr. y Litografía La Ilustración, Stgo., 1935; pp. 1-11.
  5. Looser, Gualterio: Biografías y bibliografías de naturalistas y antropólogos principalmente en Chile, publicadas por Carlos E. Porter, Impr. Universitaria, Stgo., 1949.
  6. Feliú Cruz, Guillermo; op. cit.; p. 6.
  7. Porter, Carlos E.; op. cit.; p. 9.

    Para los autores es un grato deber agradecer las facilidades dadas por los funcionarios tanto del Archivo Nacional, de la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Valparaíso, como del Museo Fonck, de Viña del Mar.
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Zenobio Saldivia M.
U. Tecnológica Metropolitana
 
El hombre

Entre los científicos europeos que llegan a Chile a mediados del siglo XIX, está el joven alemán de veinticuatro años, Francisco Fonck; médico, naturalista, botánico, antropólogo, geólogo y etnólogo; quien había realizado estudios en las Universidades de Bonn, Berlín, Praga y Viena, obteniendo su título de Médico en la Universidad de Berlín en 1852. Dos años después, arriba a nuestro país y se inicia de inmediato en el servicio público, siendo nombrado médico de la Colonia de Llanquihue, cargo que desempeña hasta 1869, con una convicción casi religiosa, que lo insta a servir a sus pacientes bajo las peores condiciones de tiempo y por caminos más bien imaginados que reales. Es una de sus expresiones más notorias de servicio público. Y es justamente este mismo espíritu de colaboración y de entrega lo que lo insta a aceptar en 1860, la nominación como vicecónsul de la republica de Chile en Berlín. Y también a asumir como intendente de Llanquihue; y luego, en 1882, esta misma vocación lo lleva a presentarse como candidato a diputado por dicha región y resulta electo. La comunidad de inmigrantes alemanes de dicha región y la población en general, cuentan así con un nuevo científico y profesional dedicado además del cuidado de la salud de la población, a la investigación de la naturaleza regional; así como a diversos estudios de antropología, arqueología, geografía, cartografía y mineralogía nacional.
 

El científico

Sus aportes al desarrollo científico regional y al progreso del país, se pueden apreciar en toda su dimensión, tanto al seguir su trayectoria como médico en la Colonia de Llanquihue, cuanto al observar sus contactos científicos ya sea con personeros de la Armada Nacional interesados en la exploración y el conocimiento de la zona austral, como Vidal Gormáz, Juliet y otros oficiales, o con médicos como Carlos Martín, entre otros. O expresamente al focalizar la atención en su interés por la exploración del territorio nacional, principalmente de la zona austral, o al leer sus artículos en las revistas médicas de la época o en los Anales de la Universidad de Chile.(1) Su trayectoria como científico muestra claramente una fuerte preocupación por las regiones, tal como se puede percibir a partir de la fundación del Museo de Historia Natural de Valparaíso, en 1878, gracias a los esfuerzos de Eduardo de la Barra, con quien colabora, hasta que éste quede definitivamente localizado en Valparaíso. Además de los envíos de plantas vernáculas y animales endógenos de Valdivia y Llanquihue, que frecuentemente hace llegar al Museo Nacional de Historia Natural, en Santiago, dirigido por Rodulfo Amando Philippi, o por las propias exploraciones que realiza en la región de Llanquihue.

En relación a sus trabajos teóricos sobre medicina, recuérdese por ejemplo: “El tracoma y el espéculo del ojo”, aparecido en los Anales de la U. de Chile (1856); en que da cuenta de una enfermedad muy frecuente ocasionada por un microorganismo (Chlamydia trachomatis), caracterizada por la presencia de unas granulaciones palpebrales, que se remonta a la antigüedad. Al respecto Fonck explica el procedimiento terapéutico más apropiado para esta enfermedad, siguiendo las orientaciones de su antiguo maestro alemán: Carlos Fernando von Arlt, y sugiere el uso del oftalmoscopio para trabajar con esta enfermedad, toda vez que en Chile en esta época aún no se conocía.(2) Fue miembro honorario de la Sociedad Científica Alemana de Santiago y socio corresponsal de la Sociedad Etnográfica de Berlín, de la Sociedad Geográfica de Berlín, de la Sociedad Clínica de Valparaíso, además de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Así como también un destacado miembro de la Facultad de Ciencias Físicas de la U. de Chile.

El explorador

En cuanto a sus exploraciones geográficas, recuérdese que la primera de éstas, la realiza en el verano de 1856, en compañía del ingeniero Fernando Hess y algunos baquianos conocedores de la zona; ello con el propósito de encontrar el lago de Nahuelhuapi, uno de los puntos de interés de los conquistadores, de los Jesuitas y especialmente de Fray Menéndez; quienes lo asociaban con la supuesta existencia de la Ciudad de los Césares. Fonck luego de esta expedición, entrega así por primera vez, un corte descriptivo cartográfico completo de la parte de la cordillera al sur del paso de Uspallata, al mismo tiempo que deja consignada definitivamente existencia y ubicación de la laguna de Nahuelhuapi para la geografía de la época, como un locus hidrográfico existente al otro lado de la Cordillera de los Andes que está situado a una altura de 537 metros sobre el nivel del mar, e indica otras características del mismo. (3) La segunda incursión, en 1857, la realiza como naturalista, bajo las ordenes del capitán del bergantín “Janequeo”, Francisco Hudson, de la Marina de Chile, con el objetivo de explorar el archipiélago de los Chonos y la Península de Taitao. A partir de aquellos viajes, Fonck nos ha legado numerosos estudios sobre los puntos de interés geográficos de la región, fijando así definitivamente la longitud y latitud de dichos lugares y la de los pueblos cercanos a los mismos. Más tarde, realiza también numerosos reconocimientos y excursiones de carácter científico, en los alrededores de Puerto Montt y del lago Llanquihue. Y por cierto, logra recabar una valiosa colección de exponentes del medio biótico austral y de objetos de interés arqueológico.

En el ámbito de la química, nos ha dejado diversos análisis de las aguas minerales cloruradas calizas de Chile y de las aguas minerales de Pretohu-Reloncaví y Comau; en este sentido es un continuador de la tarea iniciada por Domeyko, quien ya había estudiado la composición de las aguas minerales de Cauquenes y Apoquindo y de casi de la mayoría de las del país. Fonck termina así, en cuanto a la zona sur, lo que Domeyko había realizado con las aguas de la zona Norte y Centro del país.

Su contribución a la arqueología

Fonck, ya en los inicios del siglo XX, realiza algunas investigaciones sobre los antiguos aborígenes de la edad de piedra, que ocupaban el territorio nacional; estos los da a conocer en el órgano comunicacional de la Sociedad de Historia y Geografía. En uno de estos trabajos da cuenta de las curiosas formas que tienen los utensilios de uso cotidiano de estos aborígenes; así por ejemplo, destaca que los mismos están confeccionados para cumplir su función específica por ambos lados; entre estas, cucharillas, piedras para moler, cachimbas y otras. Fonck recibió de regalo, un cráneo sin mandíbula hallado en la isla Mocha (Pto. Montt). Comparando el cráneo de mechi con uno encontrado a ocho leguas al norte se comprobó que ambos eran de igual naturaleza. Por lo tanto, concluye que es altamente factible que este pueblo marino se extendía antes desde zonas cálidas hasta el confín de América. Empero, esto es sólo una hipótesis que aporta para el conocimiento de estos pueblo aborígenes; puesto que al respecto también se sostenía en su tiempo que los exponentes de estos pueblos marinos, a pesar de estar tan cerca de otros pueblos como los Chonos, Atacameños y Araucanos, poseen cráneos diferentes, debido a las separaciones naturales producidas por los espesos bosques en el sur, y la cordillera en el norte. Además de la extensión que supuestamente cubrían estos pueblos está también el problema acerca del origen de estos pueblos. En todos estos tópicos Fonck hizo aportes y contribuciones notables.

Su producción teórica

En cuanto a sus libros y ensayos, estos llegan aproximadamente al centenar; entre estos podemos citar los siguientes: Chile en la Actualidad (Berlín, 1870), Profilaxis del Cólera (1887), Invitación para la fundación de una Sociedad Agrícola del Sur, (1883); Formulario Clínico para observaciones médicas, (1877); El Doctor Aquinas Ried, Biografía de un alemán en Chile (1894); Introducción a la Orografía y Geología de la región austral de Sudamérica, (1893), El Doctor Carlos Martín, rasgos de su vida i labor científica (1908). Su obra más elogiada por la crítica científica de Chile, América y Europa es la que ha publicado en dos volúmenes, con el título de Diarios de Fray Francisco Menéndez. Este trabajo corresponde a la presentación, análisis y comentarios de los viajes realizados por el franciscano Francisco Menéndez, al este de las islas de Chiloé entre los años 1783-1784 y 1786-1787 y a otros lugares de la cordillera austral, destacando las descripciones geográficas y los croquis que previamente había realizado Menéndez. El propio Fonck está muy consciente de la importancia geográfica y cartográfica de la obra del religioso-explorador y lo destaca en estos términos: “Menéndez nos da noticias de varios elementos geográficos enteramente nuevos, como lagos, rios, cerros i pasos, sin avanzarse a darles nombres” (4) Nos ha dejado además, diversos artículos de difusión científica, en los que alude a tópicos de medicina social, antropología, mineralogía, geografía y cartografía, entre otras disciplinas; muchos de los cuales aparecieron tanto en la Revista Chilena de Historia y Geografía como en los Anales de la Universidad de Chile y en La Gaceta Médica de Valparaíso; además de sus numerosas colaboraciones en periódicos como El Mercurio, El ferrocarril y otros. Su trabajo Chile en la actualidad, merece también concitar la atención del lector, toda vez que es un verdadero compendio sinóptico que da cuenta de las bondades clima, de los distintos lugares geográficos de interés minero o industrial y de los recursos bióticos existentes en el país. Es un ensayo breve que corresponde a una conferencia dada en Berlín, en su condición de funcionario diplomático del gobierno de Chile y con el claro propósito de despertar inquietudes por la inmigración de nuevos alemanes a las regiones del Sur de nuestro país. Al parecer, la estructura de su discurso apunta a una emulación de los “cuadros de la naturaleza” del sabio alemán Humboldt, toda vez que Fonck, expresamente busca impactar a los alemanes con la presentación de cortes sinópticos de la flora, fauna chilenas y cuadros costumbristas propios de los lugareños y habitantes del país, para motivarlos y despertar admiración y asombro por la belleza y armonías entre lo social y el medio natural, exactamente al estilo humboltiano, después de todo Fonck parte recordando que luego de las publicaciones de Humboldt “se ha despertado en los últimos años en Alemania un interes sumamente vivo por la geografía...” (5) Más adelante dando cuenta de la Región de los Lagos, acota: “Estos magnificos lagos se hallan como escondidos en la sombra de bosques oscuros, en sus aguas se reflejan las cimas nevadas de los Andes, i por su hermosura hacen competencia a los de nuestros Alpes; además están rodeados por terrenos fértiles.” (6) Esto es casi una alusión directa a la inmigración, puesto que entrega todo lo que los alemanes y europeos en general esperan: verdor, bosques, maderas, agua, lagos, cordilleras y terrenos vírgenes. No en vano Fonck estaba cumpliendo la política chilena decimonónica: fomentar la inmigración alemana hacia Valdivia y Llanquihue; al parecer en cuanto a los cuadros de la naturaleza vernácula y en cuanto a los datos estadísticos de la situación económica e industrial de Chile en ese tiempo, la presentación la realiza muy bien.

Entre las comunicaciones presentadas a la Revista Chilena de Historia y Geografía, cabe destacar por ejemplo el ensayo: “Formas especiales de los utensilios caseros de los aborígenes”; en el cual presenta una reseña etnográfica de los antiguos habitantes del país, destacando los rasgos costumbristas y folklóricos de dicho pueblos, así como las peculiaridades de sus utensilios, que ya señalamos, y las funciones que estos cumplen en su comunidad. Las observaciones antropológicas y arqueológicas que Fonck nos ha dejado, acerca de los materiales e instrumentos que utilizaban los primitivos aborígenes de nuestro país; nos permiten reconstruir un panorama más completo y detallado de los fenómenos naturales en que se vieron afectados los pueblos prehistóricos asentados en lo que hoy es la República de Chile; y de los procesos sociales de los mismos.

Con sus estudios de difusión y análisis de la obra de Méndez en Chiloé y otras regiones del Sur de Chile, Fonck trae a presencia nuevas observaciones acerca de como el tema del imaginario hispano de encontrar la ciudad del oro, fue parte de las motivaciones científicas del Siglo Ilustrado español, para nuevas exploraciones.

Fonck también contribuye en el ámbito geopolítico nacional, por ejemplo, para arribar a una solución favorable para Chile en la cuestión de límites con la República Argentina; justamente por defender en 1881, la tesis que sostiene que la división geológica natural entre ambos países, es equivalente a la línea de demarcación que viene dada por el Divortium Acuarium. Dicho planteamiento fue considerado por las autoridades nacionales quienes lo incluyen en el tratado de límites con Argentina (1881) parte respetando este criterio.

En sus últimos años, Fonck se traslada a vivir a Quilpué, pero no abandona sus inquietudes y por ello prácticamente hasta su muerte se dedica a la investigación científica. Es uno de los pocos autores decimonónicos que realiza actividades científicas en provincias, principalmente en Llanquihue, Pto. Montt, Valparaíso, Viña del Mar y Quilpué. La muerte lo sorprende en 1912, pero no puede borrar la construcción científica y el aporte de este sabio, únicamente logra magnificar su obra y destacar más su persona.


Citas y Notas

      1. Vd. por ejemplo los títulos de los trabajos de Fonck aparecidos en los Anales de la U. de Chile que se citan en este mismo capítulo.
      2. Fonck, F.: “El tracoma y el espéculo del ojo”, Anales de la U. de Chile, 1856.
      3. Cf. Fonck, Francisco y Hess, F.: “Informe de los Señores Francisco Fonck i Fernando Hess sobre la expedición a Nahuelhuapi.”; Anales de la U. de Chile; T. XIV, 1857, Stgo., p.10.
      4. Fonck, Francisco: Viajes de Fray Francisco Fonck a la Cordillera, en Comisión de Carlos F. Niemeyer, Valparaíso, 1896; p. XII.
      5. Fonck, Francisco: Chile en la actualidad, Imprenta de A. J. Obst, Berlin, 1870; p. 3.
      6. Ibidem; p. 19.

Para el autor, es un grato deber agradecer las facilidades otorgadas por las autoridades del Museo Fonck de Viña del Mar, para preparar esta comunicación.

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Zenobio Saldivia M., UTEM. Stgo., Chile, y Maryorie Maya G., U. de Antioquia, Medellin, Colombia.  

Sus primeros años  

Jean Baptiste Boussingault nació en París, en la calle de La Parcheminerie, una de las más pobres de la metrópolis, el 2 de febrero de 1802. Le tocó crecer y afianzarse en el mundo en un período de mucha efervescencia política. Por estos años, Francia se encontraba subsumida en los avatares pos revolucionarios y las actividades propias de la consolidación de Napoleón en el poder, primero como Cónsul vitalicio (1802) y luego como Emperador (1804); luego decidió invadir Inglaterra el mismo año; más tarde España se sublevó contra las tropas francesas (1808).[1] Era una época de guerras por doquier y donde todo el mundo estaba en la ruina. El padre de Jean Baptiste Boussingault, era un antiguo militar francés casado con una joven alemana, poseía una pequeña tienda de tabaco surtida con algo de miscelánea. La niñez de Jean Baptiste Boussingault, por tanto, transcurrió en un período político muy complejo y cambiante: entre El Consulado, El Imperio, las Guerras Napoleónicas y la Restauración.[2] 

Su formación

Sus primeros estudios básicos los realizó con una señora que enseñaba a leer a los párvulos de su barrio, entre los años 1806 y 1807, como el mismo Boussingault lo relató más tarde en sus Memorias. Luego estudió en el Liceo Imperial Louis-le-Grand. Más tarde, ya en los años veinte del Siglo del Progreso, en relación a su educación superior, el joven Boussingault consiguió tomar los cursos libres de química con Thénard, los de física con Lefebvre y Gay Lussac, los de botánica con Cuvier y los de mineralogía con el abate Hauy. En ésta época, hacían furor en París los cursos libres dictados por los sabios ilustres.  Su madre le compró los cuatro tomos de la Química de Thénard y su padre pensaba que su hijo llegaría a ser un gran farmaceuta militar. Posteriormente ingresó a la Escuela Práctica de Mineros de Saint-Etienne; dicha localidad correspondía a un pequeño pueblo minero situado cerca de Lyon. Boussingault, además de estudiar química, física y matemáticas; se interesó también por la metalurgia, la geología, la mecánica y la geometría subterránea. Uno de sus profesores, Le Boulanguer, lo inició en el análisis de muestras metálicas.[3] 

La formación en esta escuela, incluía una intensa actividad de campo: visitas a fundiciones y minas cercanas, exploraciones de cuevas, experimentos de laboratorio, trabajos subterráneos y largas caminatas.  En la Escuela de Saint-Etienne, el joven Boussingault realizó un experimento para combinar platino y carbón. El experimento requería temperaturas extremas y la chimenea se caldeó de tal forma que prendió fuego a la madera del techo y el incendio se extendió hasta la biblioteca. El desastre fue conjurado a tiempo, pero aquello le permitió a Boussingault, descubrir la presencia de silicio en el platino; era algo nuevo, pues a la fecha no había noticias de ello en los Anales de la química. Repitió una y otra vez el experimento confirmando así su descubrimiento. Cuando estaba totalmente seguro, redactó una memoria y la presentó como un examen final.  Fue su primer trabajo científico, a los 18 años. Luego, los estudios de minería y metalurgia se prolongaron por dos años más.[4] De esta manera, Boussingault recibió una amplia educación en ciencias naturales, minería y química; tales  estudios le permitieron graduarse en dicha escuela como Ingeniero.[5] 

Su vida en América 

A pesar de lo convulsionado que estaban en ese momento los territorios americanos, debido a las guerras de independencia; éstas a su vez generaron en América, la necesidad de recabar un adecuado conocimiento sobre los territorios reconquistados. Simón Bolívar tampoco fue ajeno a ello, y por eso dispuso de inmediato que Francisco Antonio Zea, uno de los más ilustres exponentes del mundo político, militar y científico que lo rodeaba, abandonara la dirección del periódico el Correo del Orinoco y se dirigiera al Viejo Mundo. Lo anterior, perseguía llevar a cabo la tarea de gestionar un empréstito que permitiera a los patriotas la continuación de la guerra, y a su vez, contratar exponentes para una misión científica que viniera a establecer en Santafé de Bogotá, una Escuela de Minas.[6] 

Con esta tarea en mente, Francisco Antonio Zea viajó a Francia con el título de “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario”, con el propósito de “…reunir un grupo de hombres capacitados que viajaran a Colombia, para fundar allí un establecimiento dedicado al estudio de las ciencias naturales”.[7]  Para ello se contactó en los primeros días de mayo de 1822, con el barón de Cuvier, el ilustre sabio francés, para que le  sirviera de intermediario ante los directivos del Museo de Historia Natural y los de la Academia de Ciencias de París.  Los trámites debían cumplirse en absoluto sigilo. Tras la caída definitiva de Napoleón, los Borbones fueron restituidos en Francia, y el gobierno de Luis XVIII se mostró totalmente adverso a la causa de los patriotas americanos. Por ello, la policía secreta efectuaba batidas en los puertos y apresaba a los sospechosos que querían unirse a las legiones extranjeras que peleaban al lado de Simón Bolívar y de José de San Martín.[8] 

En este delicado contexto, un prestigioso grupo de sabios convocado por Cuvier, se encargó de adelantar los contactos y de elegir los posibles candidatos que podrían viajar a América. Dichos sabios eran: Laplace, Arago, Gay Lussac, Poisson, Biot y Alejandro de Humboldt, quien por entonces residía en París. Estos miembros de la comisión, exigieron que los aspirantes debían ser jóvenes, solteros y muy bien preparados. La contratación incluía 7000 francos de sueldo, un grado en el cuerpo de ingenieros del Ejército Libertador, transporte en un barco de guerra y un contrato por cuatro años de trabajo. Uno de estos científicos interesados en venir a lo que hoy es Colombia, fue el peruano Mariano de Rivero, ingeniero de minas y química y graduado en la Escuela de Minas de París. Los demás fueron franceses, a saber: Deseado Francisco Ruolin, médico y fisiólogo; Jacques Bourdon, entomólogo y cirujano militar; Joustine Marie Goudot, botánico y preparador de Historia Natural; y finalmente Jean Baptiste Boussingault, químico e ingeniero en minas de la Escuela de Saint-Etienne.[9] 

Así, los primeros integrantes de la  denominada “Misión Zea”, arribaron al puerto de la Guaira, en la actual Venezuela, en 1822. Ruolin y su familia, Goudot y Bourdon, continuaron por el río Magdalena hasta Santafé de Bogotá y durante el viaje capturaron en estas aguas, algunos peces para las colecciones de la futura escuela. Boussingault llegó a Santafé de Bogotá en 1823, pues antes se había dirigido a Caracas, dado que la primera misión de este último, consistía en realizar un perfil barométrico de todas las alturas entre aquella ciudad y luego también de Santafé de Bogotá, la capital de la Nueva Granada.[10] 

Cuando Jean Baptiste Boussingault salió de Francia, a la edad de veinte años, no pensaba en absoluto que su permanencia en el extranjero se prolongaría por más de 10 años; período que le permitió por otra parte, acopiar una inmensa cantidad de descripciones y de observaciones sobre la naturaleza de Colombia y de Venezuela. Durante su recorrido por América Meridional, trabó relaciones con distintos científicos; visitó el Ecuador y las provincias de Venezuela, así como también recorrió las regiones ubicadas entre Cartagena y la desembocadura del Orinoco, desconocidas a la fecha; por último, en medio de la insurrección general de las colonias españolas, se unió al Estado Mayor de Bolívar con el grado de teniente coronel.  De este modo y ya como un miembro más del Ejército Libertador, Boussingault tomó parte en numerosos combates junto a Bolívar, del que era uno de los oficiales más abnegados y de confianza; v. gr. en el saqueo de un pueblo que realizó el Ejército de Bolívar, asumió como el encargado oficial para proteger un convento de monjas. Lugar en el cual aprovechó de instalarse por algún tiempo.[11] 

A su llegada a Caracas, Boussingault y Rivero, percibieron a esta ciudad como un lugar muy bombardeado, aislado  y solitario. Algo de eso estaba latente pues diez años atrás, en 1812, un terremoto la había arrasado por completo. Otros centros como La Guaira, San Felipe, Barquisimeto y Mérida, habían quedado igualmente reducidos a escombros. En cambio, los pueblos de Coro, Maracaibo, Valencia  y Angostura no habían sufrido daños. Sin que nadie se lo pidiera, Boussingault convirtió el terremoto de 1812 en un objeto de estudio personal -como uno de sus problemas científicos más inmediatos-. Así, su principal inquietud al respecto, apuntaba a responder a la pregunta ¿Por qué unos pueblos habían sido destruidos por la fuerza telúrica y otros no? Esto fue un acicate para su mente de científico y lo motivó a nuevas investigaciones. Por ello, decidió recorrer los alrededores de Caracas para estudiar los suelos de la región. Igual cosa realizó en las otras ciudades y con ello se va desplazando por toda Venezuela.[12] Sus trabajos geológicos finalmente le ofrecieron poco a poco un indicio científico: las ciudades donde los temblores habían causado grandes estragos, habían sido construidas fundamentalmente sobre terrenos cristalinos, granitos y traquitas; en cambio, los poblados que sufrieron poco o ningún daño estaban construidos sobre terrenos formados por rocas sedimentarias: arenisca, calcáreas y aluvión. Muy probablemente entonces, el choque subterráneo del terremoto, se propagó con gran intensidad en la roca cristalina, pero resultó atenuado por las rocas arenáceas y los depósitos de aluvión del subsuelo, que se encontraban superpuestos en capas.[13] 

A este respecto, Boussingault comentó: “Un hecho es el de la rareza de los temblores en ciertas condiciones geológicas. Hay rocas en las que la propagación de una onda es difícil, donde el terreno hace puente. Basta que una capa salga a la superficie del suelo para que las sacudidas en ella sean raras y casi sin efectos visibles. Es lo que he observado en las riberas del Meta, Casanare, del Apure, en las misiones del Orinoco. Cuando el temblor de 1812, en Caracas que se sufrió hasta en la Nueva Granada, no hubo en esos parajes más que ondulaciones muy suaves”.[14] 

Una de las cosas que llamó mucho la atención de Boussingault, y que lo asombró, fue el hecho de que las mujeres venezolanas fumaran largos cigarros; así, cierto día, la esposa del general Páez lo sorprendió dándole a probar un pellizco de tabaco de mascar. Boussingault encontró el bocado terrible, entre otras cosas, debido a que tenía un gusto picante derivado de una sustancia extraña que llamaban urao, y que era extraída del fondo de una pequeña laguna, en la provincia de Mérida. A su paso por allí se las arregló para que unos indios sacaran de sus aguas dos extraños compuestos minerales. Los estudió con detenimiento y concluyó que éstos no figuraban aun en los catálogos de mineralogía, cuyos contenidos se sabía de memoria. El urao resultó así, ser un sesquicarbonato de soda.[15] Y el otro mineral, al que los indios daban el nombre de clavo, con apariencia de agudos cristales; prismáticos, trasparentes e irregulares, cuya característica es que rayan la cal sulfatada; era en rigor, un carbonato doble de cal y de sosa, análogo a la dolomia que recibió el nombre de Gay-Lucita por haber sido dedicada al sabio físico y químico  Gay-Lussac.[16] 

Por tanto, Boussingault a solo unos meses de su estadía en América, ya había descubierto dos nuevas sustancias minerales nativas. Con los años llegaría a convertirse en un experto analista de sustancias químicas muy complejas. El mundo científico le reconocerá más tarde este mérito, poniendo su nombre al sulfato doble hexahidratado de magnesio y amonio, que se conoce hoy como la boussingaultita.[17] 

Posteriormente, pero ya en territorio de la Nueva Granada, hizo otro descubrimiento con respecto a otro mineral: la blenda negra de Marmato; dicho mineral Boussingault lo había encontrado  en las minas de este mismo nombre. Esta materia negra de estructura lamelar, presentaba todos los caracteres físicos y químicos de la blenda negra ordinaria; pero al analizarla y examinarla con atención, dejó de manifiesto una composición bastante diferente y suficiente para constituir una especie mineral nueva que recibió el nombre de marmatila. Esta blenda no es solo un sulfuro de zinc sino un doble sulfuro de zinc y de protosulfuro de fierro.[18] 

El trabajo de Boussingault en Venezuela, no solo se centró en el descubrimiento de nuevos minerales como la Gay-lussita y el urao.  También realizó estudios en diversas fuentes termales, además de numerosas observaciones barométricas y botánicas.[19] 

Dentro los trabajos botánicos realizados por este oficial, recordemos  al menos, el estudio de un espécimen singular conocido como el árbol de la leche, al que Boussingault lo llamó el árbol nodriza, porque consideraba que esta planta milagrosa podía aliviar en parte a las mujeres de los penosos deberes de la maternidad porque podría encargarse de nutrir a sus hijos. Humboldt había bebido antes de este jugo, en la hacienda de Bárbula, situada en la cordillera litoral de Venezuela. Por eso, uno de los encargos que le había hecho Humboldt a Boussingault antes de que éste partiera a América, era el de averiguar la composición del árbol nodriza,[20] y enviarle la flor del árbol que la produce, el cual crecía con abundancia en la montaña que dominan Periquito, pueblo situado al noroeste de Maracay. Boussingault procedió en su momento a cumplir el pedido de Humboldt y sometió al análisis, dicha sustancia, llegando a la conclusión de que la leche vegetal aunque poseía las mismas propiedades físicas que la leche de vaca y tenía el mismo sabor, a pesar de ser más viscosa; tenía una composición química diferente. Estaba compuesta de: cera, fibrina, un poco de azúcar, sal de magnesia y fosfato de cal.  A la fibrina entonces, debía sus propiedades nutritivas el  árbol nodriza.[21] 

Otra de las actividades que realizó en Venezuela y de la que aún se tiene poca información, son sus trabajos de espeleología. A pesar de la pródiga obra de Boussingault, que incluye más de 200 publicaciones científicas, nunca mencionó en ellas nada sobre las cuevas de Venezuela. Las únicas descripciones espeleológicas aparecieron después de su muerte en sus Memorias.  Aquí, hace referencia a la visita del 19 de febrero de 1823 en los Morros de San Juan, Estado Guárico. Y la otra, en Valencia, en el  Estado de Carabobo.  De la primera se lamenta de que Humboldt  a pesar de que conocía muy bien la Villa de Cura, a San Juan y a los Morros, se le haya pasado por alto tan notable fenómeno geológico como son sus inmensas cavernas. Con respecto a la cueva ubicada cerca de Valencia, Boussingault tuvo la ocasión de examinar “una gruta formada en el calcáreo granoso intercalado en el gneis. Como quiera que sea esta toba o este calcáreo modificado, al reflejar intensamente los rayos solares, contribuye al calor excesivo, a la sequedad y  a la aridez de la llanura”.[22] 

Su paso por Colombia y sus aportes científicos 

Además de Venezuela, Boussingualt recorrió una buena parte de lo que hoy se conoce como Colombia y Ecuador. Así, realizó en 1824 una expedición a los llanos del Meta; recorrió la cordillera central y oriental, el Valle del  Cauca, las Minas de oro de la vega de Supía y de la provincia de Antioquia; luego pasó de la cordillera central por el Quindío, donde realizó estudios de la cera de la palma del mismo nombre  y se internó en la región aurífera y platinífera del Chocó. En su deseo de realizar estudios sobre la región volcánica, emprendió el ascenso a distintos volcanes a los cuales les va calculando su respectiva altura; por ejemplo, entre éstos al volcán Puracé, asignándole 4700 m., al de Pasto, 4266 m., y al Cumbal 4764 m.[23] Luego visitó las localidades de Popayán y Pasto; en esta última permaneció por algún tiempo para luego dirigirse al Ecuador y enfrentar el ascenso a los volcanes de Pichincha, Antisana -y al igual que Humboldt- también el Chimborazo, en el Ecuador en el año de 1831.[24] 

Quizás una de sus mayores actividades en la Nueva Granada, fue su énfasis por la minería, y esto seguramente, se debió en parte al fracaso del proyecto de la Escuela de Minas. En todo caso, Boussingualt alcanzó a hacer algunas clases de mineralogía en dicha institución, antes del inicio de sus expediciones mineras en Antioquia que acontecieron en 1825.[25] Las guerras habían dejado al erario público de la joven Gran República en ruinas, por ello las autoridades políticas de este período decidieron la cancelación del contrato de los cinco científicos seleccionados y el cierre de la Escuela de Minas. Boussingault en este contexto, resultó el más afortunado del grupo, pues sus conocimientos de minería eran muy apetecidos y diversos establecimientos del país vinculados a este rubro, habían comenzado a requerir de sus servicios. V. gr. los dueños o -ejecutivos- como diríamos hoy, de las minas de la Montuosa Baja, en Pamplona; de las de Santa Ana, en Mariquita; de las del Sapo, en Ibagué; y las de Antioquia y Chocó, aceptaron cubrir todos los gastos de correría de Boussingault, a cambio de que los visitara y les diera sus consejos y asesorías. La medida también favoreció al negro Johnston, su ayudante de campo.[26] Con ello, el problema de la manutención de este científico y su ayudante, quedó resuelto y pudo dedicarse a nuevas exploraciones. 

En estas exploraciones por el país, llegó a las minas de Marmato, recién adquiridas por una compañía inglesa. Los empresarios querían saber su opinión sobre la riqueza de tales yacimientos, y por ello Boussingault trabajó aquí varios meses. Tras muchos cálculos e inspecciones, llegó a la conclusión de que los yacimientos de Marmato rendirían más utilidad, en la medida que se aumentara la mano de obra y se incorporaran algunas mejoras técnicas. Boussingault introdujo entonces los molinos de pistón y de arrastre, pero éstos sólo eran útiles en la medida en que se dispusiera de una mayor cantidad de material extraído de los socavones. Para aumentar la mano de obra e incrementar así el material extraído de los túneles, los ingleses trataron entonces, de seducir a los indios Chamíes para trabajar en estas minas; pero éstos, si bien llegaban en sus correrías hasta allí, vivían libres y los máximos trabajos  que aceptaban era cargar pesos pequeños sobre sus hombros.  

Los empresarios mineros entonces, decidieron traer al país, a unos cientos de obreros ingleses, para ocuparse en los trabajos de laboreo, pero lamentablemente éstos fueron minados por la malaria y la disentería. Por ello recurrieron luego, a los negros esclavos, pero a medida que éstos iban llegando, los problemas de abastecimiento y logísticos en general, se multiplicaban. Boussingault en este contexto, estimó que mientras las minas no sean autosuficientes, ensanchar las explotaciones resultaría un error. Al parecer, esta situación lo motivó a bajar a la orilla del Cauca, al frente de una cuadrilla de macheteros, donde se empeñó en hacer roces para combatir el monte y preparar terrenos para la siembra. En efecto, aquí sembró yuca, arracacha, maíz y banano.[27]

Por otro lado, cuando se piensa en los aportes científicos de este oficial en Colombia, es imposible no mencionar sus obras tales como: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela (1849), puesto que aquí encontramos diversas descripciones sobre los ríos, montes, minas y pueblos de Colombia; así como también datos estadísticos de su población y la determinación de las coordenadas geográficas de los pueblos y ciudades de Colombia. También aquí se observan algunas menciones sobre diversos especímenes del mundo biótico de la Colombia de su tiempo. Uno de sus estudios en este sentido, hacía referencia al jugo de un árbol que los nativos denominaban “ajuapar” y que utilizaban como un complemento más de sus artes de pesca; finalmente determinó que correspondía a lo que Linneo había tipificado como uva crepitans. Luego en el laboratorio, Boussingault estableció  que la composición química de la misma correspondía a: albúmina, aceite volátil cáustico, alcalí vegetal, nitrato de potasio y otras sustancias salinas.[28] Y en las cercanías de Santafé de Bogotá describió a algunos tipos de sauces, salix humboldtiana y otros y a algunas flores del tipo pasifloras y a plantas hiérbaceas como las daturas.[29]

En cuanto a insectos, dípteros, culex u otros, menciona a algunos tipos de zancudos, tales como el culex cyanopteras de vientre azulado y de gran tamaño, también menciona a otros más pequeños tales como el “jején”.[30] 

Su mirada sobre algunas regiones de Colombia 

En relación a algunas ciudades o poblados específicamente de la región de Antioquia, o Abejorral, entre otros lugares, Boussingault describió las localidades de Rionegro, Envigado, Titiribí, Buriticá y Medellín, entre otras. Además, dio cuenta de algunos ríos del sector e incluso determinó las características químicas de la sal que consumían los habitantes de los pueblos y lugarejos de la región.  V. gr. en relación a algunos puntos geográficos visitados en la región de Antioquia, acota que recorrió Medellín, que subió el Alto de San Ignacio atribuyéndole una altura de 2.730 m., y señala además que la ciudad de Envigado se encuentra a 1.568 m. y que habían 16º de temperatura.[31] 

Y en cuanto a la localidad de Rionegro, señala: “En Rionegro que tiene una población de 12.000 habitantes, hallamos los recursos de que habíamos estado privados durante tres meses en el distrito de La Vega.”[32] Luego agrega: “Rionegro según una altura meridiana del sol, se halla entre 6º,13’ y 1º,16’ al O. del meridiano de Bogotá. La altura es de 2115 metros en la Plaza mayor; la temperatura media 17º, durante la estación lluviosa; la inclinación de la aguja imanada es de 28º,12’.”[33] Y en cuanto a Envigado señala que está ubicado a una altura de 1.568 m. y que su temperatura, a la fecha de su visita, es de 16º. Y en cuanto al pueblo de Titiribí, hace constar que: “La altura media del lugar es de 1.569 m., y que la temperatura media es alrededor de 23º.”[34] Y en relación a Medellín acota: “Medellín es una ciudad encantadora, que se halla cerca de un río que atraviesa una llanura muy cultivada. Su altura es de 1.547 mts. Durante mi permanencia la temperatura fue de 22º,4 el higrómetro se mantuvo allí a 70º y 80º y solo una vez lo vi marcar una sequedad excepcional: 30º”.[35]

También da cuenta del pueblo de Ubaté, y su ubicación a 2.562 metros de altura entre dos lagos que hace décadas atrás, formaban uno solo. Y enfatiza en observaciones sociológicas de los habitantes de estos lugares en que señalan que hace años viene bajando las aguas.[36] 

Desde la perspectiva geológica, a su vez, destaca que en lo que hoy es Colombia, los terrenos de la planicie de Santafé de Bogotá, son de hulla constituidos en mantos inclinados, comenzando en Pancho y Zipaquirá, extendiéndose hasta Canoas por el Sur y hasta los Lanches por el Oriente, lo que a su juicio implica una riqueza considerable para eventuales tareas de industrialización.[37] Y en este mismo sentido deja muy en claro que los ricos pórfidos metalíferos de la Vega de Supia y de Antioquia que acompañan las piritas auríferas que corresponden a las minas de Marmato o que las vegas del Magdalena, del Sapo, de Ibague, Santana y otras, no existirían si no estuvieran sobre esos pórfidos o rocas eruptivas del período intermedio en las que éstas descansan.[38] 

Recuérdese también que desde el punto cartográfico e hidrográfico, Boussingault, en conjunto con Rivero y Roulin, recorrieron los llanos del Meta, y levantaron una carta del río homónimo, identificando además la desembocadura del mismo, en el Orinoco.[39] 

Ahora bien, el plano mineralógico, tal como hemos vendo señalando, es el ámbito cognitivo teórico-práctico donde Boussingault realizó sus mayores contribuciones científicas para Colombia;[40] tanto por la clasificación, ubicación geográfica y determinación de la altura de las minas, cuanto por las descripciones y explicitaciones técnicas de los distintos filones en que le tocó visitar y/o trabajar, como por los estudios y sugerencias técnicas para mejoras en los métodos de amalgamación, aplicaciones y nuevos procedimientos para incrementar la producción de oro y de plata. 

Su Regreso a París 

Boussingault se encontraba en el distrito de las minas de oro de la Vega de Supia, cuando se enteró de la muerte de Simón Bolívar acaecida en diciembre de 1830. El estado caótico de la situación económica y política, producto de la desintegración de la Gran Colombia, lo desilusionó profundamente y decidió volver a Francia.[41] Así, poco después, en 1833,  arribó a su país  y de inmediato fue nombrado profesor de Química en la Facultad de Ciencias de Lyon, en la que asumió como decano poco tiempo después.  En 1839 es llamado por la Academia de Ciencias y por ello se encaminó a París donde asumió luego como profesor del Conservatorio de Artes y Oficios. Años después, en la Asamblea Constituyente, en 1848, lo encontramos representando a la provincia del Bajo Rhin. Enseguida  tomó un puesto entre los republicanos moderados y llegó a ser, por elección, miembro del Consejo de Estado. La política al parecer no lo sedujo totalmente y el 2 de Diciembre del mismo año, salió del Consejo y renunció para siempre a la vida política, dedicándose desde entonces exclusivamente a la ciencia. En 1876 recibió un nuevo reconocimiento: es promovido a Gran  Oficial de la Legión de Honor. 

En relación a trabajos colegiados, recuérdese que ejecutó con J. B. Dumas los memorables experimentos sobre la composición del aire atmosférico.[42]   Al final de su carrera, Boussingault se ocupó mucho de la metalurgia, sus análisis de muestras de hierro y acero han prestado servicios señalados a una de las ramas capitales de las aplicaciones de la química. Nuestro eminente profesor cesó su curso de Artes y Oficios en 1873, siendo reemplazado por M. Schloesing y desde entonces vivió retirado de la academia,[43] pero no del estudio. 

El número de trabajos y memorias de Boussingault es considerable.  Por muchos años fue uno de los redactores de  las actas de la Academia de Ciencias de París y de los Anales de Física y Química.  Su Tratado de la Economía Rural es una obra clásica que puede considerarse como uno de los más significativos momentos de la agricultura científica francesa.  Boussingault por la seguridad de su método y la perspicacia de su mente, merece ser llamado el padre de la Economía rural y creador de la Agronomía en Colombia.[44] 

Boussingault y su acercamiento a la Agricultura 

El encuentro con aquella maravillosa colección de plantas en América le abrió la puerta a la faceta más creativa de su vida. Así, desde 1836 y ya de regreso en  Francia, Boussingault se dedicó al estudio de la fisiología vegetal. Esto fue el paso previo para la aparición del gran agrónomo, el que ya en 1839, principió a entregar a la comunidad científica sus investigaciones químicas sobre los tipos de vegetación que le interesaban. Boussingault comprobó en este período, balanza en mano, un hecho entrevisto solamente por algunos de sus predecesores; esto es, la fijación de las plantas por el carbono, contenido en el ácido carbónico del aire; también probó al mismo tiempo, que las plantas descomponen el agua para apropiarse de su hidrógeno. Además, demostró que los cereales sacan el azoe de la tierra y que según la formula de Lavoisier, en la naturaleza vegetal y en un laboratorio, “nada se crea ni nada se pierde”.  Lo que se pone en el suelo como abono, se encuentra en la planta como cosecha.[45] 

Además, analizó el contenido orgánico del suelo y descubrió la presencia de fosfatos y nitratos; elementos que también se hallaban en los tejidos de las plantas. Algunos años después, continuó estas observaciones en su granja experimental de Pechelbronn, en la Alsacia francesa; aquí emprendió una serie de análisis de algunos vegetales, de la cantidad de gluten en los distintos tipos de trigo, de los abonos y sobre la mutación de las plantas; investigaciones que en su conjunto, dieron paso a la creación de una nueva disciplina: la Teoría Agrícola. En este contexto del interés de Boussingault por la composición orgánica de los suelos, se comprende muy bien que se haya interesado también por estudiar la composición de los guanos que llegaban a Europa por los años sesenta del Siglo XIX, puesto que realizó numerosos trabajos para dar cuenta de las características y de la composición química de los guanos de  las Islas Galápagos, de las costas de Perú y de Chile.[46] Y justamente en estos informes, deja muy en claro que dentro del conjunto de compuestos de los guanos provenientes de estos lugares, los que “…dan realmente al guano su valor son: el ácido fosfórico i el amoniaco, o en una palabra, las sales de fósforo i amoniacales, asi como las materias azoadas, porque contienen los dos elementos asimilables, el ácido fosfórico y el azoe. Estos dos últimos cuerpos deben, pues, considerarse como determinantes del valor de un guano como materia fertilizante.”[47]

También en esta etapa de sus investigaciones, descubrió lo que hoy se conoce como el “ciclo del nitrógeno”. Este elemento, que se halla en abundante cantidad en la atmósfera, termina fijándose en pequeñas cantidades en los tejidos vegetales y animales, donde contribuye a la formación de unas sustancias muy importantes: las proteínas.[48] 

Boussingault coligió entonces, que el nitrógeno del aire es incorporado al suelo por la acción de ciertos organismos muy pequeños, llamados bacterias nutrificantes. Estas bacterias se encuentran principalmente en las raíces del fríjol, el trébol y otras plantas. También los propios animales, que consumen y asimilan las proteínas de los vegetales, devuelven el nitrógeno al suelo, a través de la orina, de los excrementos y de la descomposición de sus propios cuerpos.[49] 

Por ello, sabemos que la presencia de estos vegetales mencionados, enriquecen y revivifican las tierras de laboreo; con razón ya en el medioevo, dentro del conjunto de las técnicas agrícolas de sembradío del período, estaba la denominada la “de los tres campos”, que consistía en alternar la siembra de los productos agrícolas tales como trigo o avena, en los mismos  terrenos, y en cautelar que se siembren leguminosas cada año en uno de los tres campos, para evitar el desgaste del suelo.[50] Ello facilitó más tarde, el descubrimiento a su vez, de los ciclos del carbono, del calcio y del fósforo. Éstos son los llamados ciclos de circulación de la materia. Boussingault abrió así las puertas a la comprensión de estos procesos y por eso es considerado como el creador de la química agrícola y el padre de la agricultura moderna. Sus estudios y conclusiones al respecto, han quedado consignadas en los cinco tomos de una obra denominada Agronomía, Química Agrícola y Fisiología, publicados entre 1860 y 1874. Además, todavía en relación a la agricultura científica, no se puede olvidar  la obra de Boussingault: Économie Rurale avec la Chimie, Physique et la Météorologie, donde aborda los fenómenos físicos y químicos de la vegetación; su estructura, las materias minerales, los contenidos de las plantas, su origen y composición. También en esta línea, recordemos el estudio sobre suelos que realizó este científico. Cabe señalar que dentro de las plantas que analizó Boussingault, también se encuentran: las guaduas, los bananos, las papayas, el árbol de la vaca, el opio, el curare, diversas gomas y resinas y la caña de azúcar.[51]  

Además, se le deben también algunos avances en zootecnia, especialmente acerca de las raciones más apropiadas para los animales en cautiverio.

Por tanto y dada su copiosa producción, los exponentes del mundo científico decidieron honrarlo con un monumento en su honor, levantado en el jardín del Museo de Artes y Oficios, en París, unos años después de su muerte. Así mismo, se le ha dado su nombre a un género de plantas trepadoras de América tropical que comprende once especies, cuyos tubérculos son comestibles: el género Boussingaltia,[52] entre otros especímenes en que la ciencia universal hace referencia a su nombre. 

Su Muerte 

Antes de morir, sufrió una cruel enfermedad que lo llevó a su deceso a los 85 años de edad, en mayo de 1887. Sus trabajos ocupan lugar distinguido en la Historia de la Química, de la Teoría Agrícola, de la Zootecnia, de la Economía Rural y de la Fisiología, entre otras disciplinas. Boussingault fue sin duda una de las grandes figuras que contribuyeron al desarrollo de la ciencia no solamente en Colombia, sino también a la evolución científica en América meridional y a la ciencia europea y universal.[53]

[1] Vallaud, D. y Ayala, Roseline de: Petite Cronologie Universelle, Librairie Générale Francaise, Paris, 2005.

[2] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna.  Colciencias, 1ra Edic., Colombia, 1998; pp. 5-6. 

[3] Ibídem.; pp. 7-9.

[4] Ibídem.

[5] Boussingault, J. B.  Sección Miscelánea.  “Recuerdo de la América del Sur”. Revista de la Instrucción Pública, Vol. III, Nº31: 1896-1897; p. 490.

[6] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault.  El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 13.

[7] Ibídem. 

[8] Ibídem.; p.15.

[9] Ibídem.

[10] Ibídem.; p. 23.

[11]  Boussingault, J. B.: Sección Miscelánea.  “Recuerdo de la América del Sur”, Revista de la Instrucción Pública, Bogotá, Vol. III, Nº31: 1896-1897; p. 491. 

[12] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.

[13] Ibídem.; p. 25, 26.

[14] “Sacudidas subterráneas en los Andes”, Revista de la Instrucción Pública, Vol. VII. Nº37, 1897; p. 187. 

[15] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 32.

[16] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. Presentada a la Academia de Francia.  Traducidos por D. J. Acosta, Librería Castellana 2, Calle Saint-Germain des Preés, Lasarre Editor; 1849; p. 156.

[17] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 32.

[18] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela; op. cit.;  p. 158.

[19] Pioneros en Venezuela. Jean Baptiste Boussingault (1802-1887). Código Geológico de Venezuela.  PDVSA, Documento electrónico, 1997. [Fecha de consulta, Marzo 16 de 2013]  http://www.pdvsa.com/lexico/pioneros/boussingault.htm

[20] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; pp. 28-29.

[21] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, op. cit.;  p. 26.

[22] Pioneros en Venezuela. Jean Baptiste Boussingault (1802-1887). Código Geológico de Venezuela.  PDVSA, Documento electrónico. 1997. [Fecha de consulta, Marzo 16 de 2013]  http://www.pdvsa.com/lexico/pioneros/boussingault.htm

[23] Cf. Mc Cosh, F.W.J.: Boussingault, D. Reidel Publishing Company, Holanda, 1984; p. 46.

[24] Memorias de Boussingault 1830-1832. Del Chocó al Ecuador. El Puracé. Quito. El Chimborazo. Mi regreso;  Banco de la República, Bogotá, 1985; p.178.

[25] Cf. Espinoza B., Armando: “La Misión de Boussingault (1822-1831), sus resultados y su influencia en la Ciencia Colombiana”, Rev. Academia Colombiana de Ciencias, Vol. XVIII, Nº68, Mayo 1991; p. 17.

[26] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 35.

[27] Ibídem.; p. 54.

[28] Cf. Boussingault, Jean Baptiste: Memorias, Trad. de Alexander Koppel de León, Digitalizado por la Biblioteca Virtual del Banco de la República de Colombia, Bogotá, 2005.

[29] Ibídem.

[30] Ibídem.

[31] Ibídem.

[32] Robledo, Emilio: Boussingault en Antioquia, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, año 1920; Nº3.

[33] Ibídem.

[34] Ibídem.

[35] Ibídem.

[36] Boussingault, Jean Baptiste y Roulin, Francois Desire : Viajes Científicos a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, Traducida por J. Acosta, Laserre Editor, Paris. 1849; p. 8

[37] Boussingault, Jean Baptiste y Roulin, Francois Desire : Viajes Científicos a los Andes Ecuatoriales.; Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Colección V Centenario, Ed. Facsimilar; 1971; op. cit.; pp.  XV-XVI.

[38] Boussingault, Jean Baptiste : pp. XVIII-XIX.

[39] Cf. Espinoza B., Armando: “La Misión de Boussingault (1822-1831), sus resultados y su influencia en la Ciencia Colombiana”; op. cit.; p. 17.

[40] Ibídem., p.18.

[41] Cf. Mc Cosh, F.W.J.: Boussingault; op. cit.;  p. 45.

[42] Ibídem.; pp. 492-493.

[43] Ibídem.; p. 493.

[44] Ibídem.; pp. 493-494.

[45] Boussingault. J.B.  Sección Miscelánea.  Recuerdo de la América del Sur. Revista de la Instrucción Pública. Vol. III. Nº31, 1896-1897; p. 492.

[46] Vd. Informes hebdomadarios de las sesiones de la Academia de Ciencias de Paris, T. XLI, nov. 1865; T. XLII, setiembre, 1856, Paris.

[47] Larroque, Luis (Injeniero de minas): Informe sobre los Depósitos de Guano de Mejillones presentado al Señor Ministro de Hacienda, Impr. Nacional, Stgo., Chile, 1863; p. 43.

[48] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Modernacit.; p. 55.

[49] Ibídem.; p. 56.

[50] Cf. Saldivia M., Zenobio: “El obscurantismo en la Edad Medieval, un juicio apresurado”, Rev. Creces, Stgo., Chile, Vol. 11, N°10; pp. 18-21.

[51] Boussingault, J.B. : Économie Rurale avec la Chimie, la Physique et la Météorologie, Paris, Bechet, Jeune, Libraire-Editeur, La Rue Monsieur Le Prince, 1851, p. 818.

[52] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 56.

[53] Boussingault, J.B.: Sección Miscelánea.  Recuerdo de la América del Sur. Revista de la Instrucción Pública. Vol. III. N°31,1896-1897; p. 494. 

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Los grandes desafíos éticos del Chile Actual

Zenobio Saldivia M. 

Introducción

La situación social y política mundial es actualmente muy compleja y no es fácil ajustarla a paradigmas determinados, sino más bien, pareciera que es muy emergente y ofrece una diversidad de expresiones que se observan en los diferentes campos del quehacer humano. Y lo único que se percibe como en una línea estable es el cambio. Cambio y novedades en la política mundial, en los mercados, en los sistemas de justicia o en la educación por ejemplo. Y en este esquema Chile no es la excepción y se ve enfrentado a grandes desafíos éticos. Entre éstos por ejemplo:

  1. Restablecer la confianza en la institucionalidad.

Recientemente en nuestro país la corrupción se hizo presente también en instituciones castrenses, como por ejemplo en el caso de los Carabineros de Chile, donde una cúpula de oficiales están siendo formalizados por apropiarse de grandes cantidades de dinero, y muchos de estos altos mandos han sido dados de baja y otros están en procesos judiciales. Esto ha sido muy lamentable pues Carabineros gozaba de una excelente imagen corporativa y del respeto y admiración nacional e internacional y estos avatares han quebrado dicho imaginario. Y el caso de la muerte de Jorge Matute Johns, por ejemplo es una afrenta a nuestra institucionalidad policiaca y judicial, pues al no identificar a los culpables, desde 1999, fecha de su desaparición, habla muy mal de la eficiencia de estos sistemas, en este caso de la PDI pues dejan una sensación de impotencia e indefensión para los familiares y para la ciudadanía en general. Algo parecido también ha acontecido con las acusaciones entre fiscales y carabineros en relación a pruebas de casos de violencia en sectores de la Araucanía. Y así podríamos enumerar otros, pero lo relevante aquí es que a todas luces se hace urgente y necesario restablecer la credibilidad y la confianza en los procesos y en las instituciones relacionadas con Carabineros y la Fiscalía. Esto no es un mera situación de re-ordenamiento administrativo. Es una muestra de la realidad valórica negativa y alejada del ideario del bien común de algunos profesionales, que con estas malas prácticas en el ejercicio de su profesión han ocasionado un perjuicio inmenso a la ciudadanía toda, pues le quita  de plano la confianza que tenía en estos estamentos, y le hace sentir al ciudadano común, que todo vale y que la institucionalidad puede ser amañada y que por tanto cuando la necesiten no estarán ciertos de ser atendidos con la debida justicia. 

  1. Restablecer las buenas prácticas en el mundo empresarial.

Dado que en los últimos años el mundo empresarial ha realizado acciones reñidas con la ética, como por ejemplo el caso de las colusiones en algunas cadenas de farmacias, o en las empresas que confeccionan y distribuyen servilletas, conford y otros para mantener un precio estándar, burlando el espíritu de la libre competencia. Por ello no cabe duda que resulta muy conveniente establecer un marco teórico filosófico mínimo orientado hacia las buenas prácticas para cautelar la libertad de distribuidores o vendedores y para el respeto a los compradores.

  1. Reorientar la educación hacia lo esencialmente humano.

Actualmente estamos inmersos en la discusión por la gratuidad en la educación y avanzando en la normativa para esta meta. Está bien, pero no todo se agota allí. Ahora se presenta la temática de la calidad de la misma. ¿Cómo asegurar la calidad de la educación?¿exigiéndole sólo más cursos y técnicas a los docentes?, también los alumnos tienen que internalizar que avanzar hacia la perfección requiere de una autoreflexión y de una mayor exigencia personal en sus estudios por una parte. Por otra hay que pensar qué tan efectiva puede ser una educación centrada sólo en metodologías, estructuras y apoyo tecnológico, entendido simplemente cómo entrega de notebooks. Aquí falta algo intermedio: la convicción de que eso únicamente son los medios y que la educación debe apuntar al ser humano integral, no únicamente a lo cognitivo, sino también a lo axiológico, a la realidad de una fuerte formación de una conciencia moral para un posterior desempeño ético como profesionales. Y esto nos lleva también a revisar cual es la presencia de la ética en la formación del estudiante universitario, pues en la mayoría de las carreras la han sacado de sus mallas incluida en muchas casas universitarias de Chile. Y algo similar ya aconteció hace un par de décadas con la eliminación de la filosofía en las mallas profesionales de nuestras universidades.

  1. Contribuir a formar una nueva moral ciudadana.

Dado que gran parte de nuestra juventud actual está muy exigente y demandante, centrada en valores puramente mercantilistas, en la obtención del dinero fácil y en la inmediatez para alcanzar bienes e inmuebles, esto los ha llevado a preocuparse sólo de sí mismos, generándose una mentalidad egoísta colectiva, despreocupada e indolente que pide y pide sus derechos, ha olvidado que también tiene deberes que cumplir como por ejemplo estudiar con seriedad o respetar a los otros, a la tercera edad, o a los grupos étnicos y a los que manifiestan una diversidad sexual. Por ello urge una preocupación colectiva de diversos sectores para contribuir a asentar en nuestros jóvenes una nueva moral, que esté centrada en su persona y en el resto de los ciudadanos e incluso en el medio ambiente y su biodiversidad. Este es uno de los más grandes desafíos porque para lograrlo se articulan las humanidades, la familia, la educación en todos sus niveles y el Estado.

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Zenobio Saldivia M., UTEM. Stgo., Chile, y Maryorie Maya G., U. de Antioquia, Medellin, Colombia.  

Sus primeros años  

Jean Baptiste Boussingault nació en París, en la calle de La Parcheminerie, una de las más pobres de la metrópolis, el 2 de febrero de 1802. Le tocó crecer y afianzarse en el mundo en un período de mucha efervescencia política. Por estos años, Francia se encontraba subsumida en los avatares pos revolucionarios y las actividades propias de la consolidación de Napoleón en el poder, primero como Cónsul vitalicio (1802) y luego como Emperador (1804); luego decidió invadir Inglaterra el mismo año; más tarde España se sublevó contra las tropas francesas (1808).[1] Era una época de guerras por doquier y donde todo el mundo estaba en la ruina. El padre de Jean Baptiste Boussingault, era un antiguo militar francés casado con una joven alemana, poseía una pequeña tienda de tabaco surtida con algo de miscelánea. La niñez de Jean Baptiste Boussingault, por tanto, transcurrió en un período político muy complejo y cambiante: entre El Consulado, El Imperio, las Guerras Napoleónicas y la Restauración.[2] 

Su formación

Sus primeros estudios básicos los realizó con una señora que enseñaba a leer a los párvulos de su barrio, entre los años 1806 y 1807, como el mismo Boussingault lo relató más tarde en sus Memorias. Luego estudió en el Liceo Imperial Louis-le-Grand. Más tarde, ya en los años veinte del Siglo del Progreso, en relación a su educación superior, el joven Boussingault consiguió tomar los cursos libres de química con Thénard, los de física con Lefebvre y Gay Lussac, los de botánica con Cuvier y los de mineralogía con el abate Hauy. En ésta época, hacían furor en París los cursos libres dictados por los sabios ilustres.  Su madre le compró los cuatro tomos de la Química de Thénard y su padre pensaba que su hijo llegaría a ser un gran farmaceuta militar. Posteriormente ingresó a la Escuela Práctica de Mineros de Saint-Etienne; dicha localidad correspondía a un pequeño pueblo minero situado cerca de Lyon. Boussingault, además de estudiar química, física y matemáticas; se interesó también por la metalurgia, la geología, la mecánica y la geometría subterránea. Uno de sus profesores, Le Boulanguer, lo inició en el análisis de muestras metálicas.[3] 

La formación en esta escuela, incluía una intensa actividad de campo: visitas a fundiciones y minas cercanas, exploraciones de cuevas, experimentos de laboratorio, trabajos subterráneos y largas caminatas.  En la Escuela de Saint-Etienne, el joven Boussingault realizó un experimento para combinar platino y carbón. El experimento requería temperaturas extremas y la chimenea se caldeó de tal forma que prendió fuego a la madera del techo y el incendio se extendió hasta la biblioteca. El desastre fue conjurado a tiempo, pero aquello le permitió a Boussingault, descubrir la presencia de silicio en el platino; era algo nuevo, pues a la fecha no había noticias de ello en los Anales de la química. Repitió una y otra vez el experimento confirmando así su descubrimiento. Cuando estaba totalmente seguro, redactó una memoria y la presentó como un examen final.  Fue su primer trabajo científico, a los 18 años. Luego, los estudios de minería y metalurgia se prolongaron por dos años más.[4] De esta manera, Boussingault recibió una amplia educación en ciencias naturales, minería y química; tales  estudios le permitieron graduarse en dicha escuela como Ingeniero.[5] 

Su vida en América 

A pesar de lo convulsionado que estaban en ese momento los territorios americanos, debido a las guerras de independencia; éstas a su vez generaron en América, la necesidad de recabar un adecuado conocimiento sobre los territorios reconquistados. Simón Bolívar tampoco fue ajeno a ello, y por eso dispuso de inmediato que Francisco Antonio Zea, uno de los más ilustres exponentes del mundo político, militar y científico que lo rodeaba, abandonara la dirección del periódico el Correo del Orinoco y se dirigiera al Viejo Mundo. Lo anterior, perseguía llevar a cabo la tarea de gestionar un empréstito que permitiera a los patriotas la continuación de la guerra, y a su vez, contratar exponentes para una misión científica que viniera a establecer en Santafé de Bogotá, una Escuela de Minas.[6] 

Con esta tarea en mente, Francisco Antonio Zea viajó a Francia con el título de “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario”, con el propósito de “…reunir un grupo de hombres capacitados que viajaran a Colombia, para fundar allí un establecimiento dedicado al estudio de las ciencias naturales”.[7]  Para ello se contactó en los primeros días de mayo de 1822, con el barón de Cuvier, el ilustre sabio francés, para que le  sirviera de intermediario ante los directivos del Museo de Historia Natural y los de la Academia de Ciencias de París.  Los trámites debían cumplirse en absoluto sigilo. Tras la caída definitiva de Napoleón, los Borbones fueron restituidos en Francia, y el gobierno de Luis XVIII se mostró totalmente adverso a la causa de los patriotas americanos. Por ello, la policía secreta efectuaba batidas en los puertos y apresaba a los sospechosos que querían unirse a las legiones extranjeras que peleaban al lado de Simón Bolívar y de José de San Martín.[8] 

En este delicado contexto, un prestigioso grupo de sabios convocado por Cuvier, se encargó de adelantar los contactos y de elegir los posibles candidatos que podrían viajar a América. Dichos sabios eran: Laplace, Arago, Gay Lussac, Poisson, Biot y Alejandro de Humboldt, quien por entonces residía en París. Estos miembros de la comisión, exigieron que los aspirantes debían ser jóvenes, solteros y muy bien preparados. La contratación incluía 7000 francos de sueldo, un grado en el cuerpo de ingenieros del Ejército Libertador, transporte en un barco de guerra y un contrato por cuatro años de trabajo. Uno de estos científicos interesados en venir a lo que hoy es Colombia, fue el peruano Mariano de Rivero, ingeniero de minas y química y graduado en la Escuela de Minas de París. Los demás fueron franceses, a saber: Deseado Francisco Ruolin, médico y fisiólogo; Jacques Bourdon, entomólogo y cirujano militar; Joustine Marie Goudot, botánico y preparador de Historia Natural; y finalmente Jean Baptiste Boussingault, químico e ingeniero en minas de la Escuela de Saint-Etienne.[9] 

Así, los primeros integrantes de la  denominada “Misión Zea”, arribaron al puerto de la Guaira, en la actual Venezuela, en 1822. Ruolin y su familia, Goudot y Bourdon, continuaron por el río Magdalena hasta Santafé de Bogotá y durante el viaje capturaron en estas aguas, algunos peces para las colecciones de la futura escuela. Boussingault llegó a Santafé de Bogotá en 1823, pues antes se había dirigido a Caracas, dado que la primera misión de este último, consistía en realizar un perfil barométrico de todas las alturas entre aquella ciudad y luego también de Santafé de Bogotá, la capital de la Nueva Granada.[10] 

Cuando Jean Baptiste Boussingault salió de Francia, a la edad de veinte años, no pensaba en absoluto que su permanencia en el extranjero se prolongaría por más de 10 años; período que le permitió por otra parte, acopiar una inmensa cantidad de descripciones y de observaciones sobre la naturaleza de Colombia y de Venezuela. Durante su recorrido por América Meridional, trabó relaciones con distintos científicos; visitó el Ecuador y las provincias de Venezuela, así como también recorrió las regiones ubicadas entre Cartagena y la desembocadura del Orinoco, desconocidas a la fecha; por último, en medio de la insurrección general de las colonias españolas, se unió al Estado Mayor de Bolívar con el grado de teniente coronel.  De este modo y ya como un miembro más del Ejército Libertador, Boussingault tomó parte en numerosos combates junto a Bolívar, del que era uno de los oficiales más abnegados y de confianza; v. gr. en el saqueo de un pueblo que realizó el Ejército de Bolívar, asumió como el encargado oficial para proteger un convento de monjas. Lugar en el cual aprovechó de instalarse por algún tiempo.[11] 

A su llegada a Caracas, Boussingault y Rivero, percibieron a esta ciudad como un lugar muy bombardeado, aislado  y solitario. Algo de eso estaba latente pues diez años atrás, en 1812, un terremoto la había arrasado por completo. Otros centros como La Guaira, San Felipe, Barquisimeto y Mérida, habían quedado igualmente reducidos a escombros. En cambio, los pueblos de Coro, Maracaibo, Valencia  y Angostura no habían sufrido daños. Sin que nadie se lo pidiera, Boussingault convirtió el terremoto de 1812 en un objeto de estudio personal -como uno de sus problemas científicos más inmediatos-. Así, su principal inquietud al respecto, apuntaba a responder a la pregunta ¿Por qué unos pueblos habían sido destruidos por la fuerza telúrica y otros no? Esto fue un acicate para su mente de científico y lo motivó a nuevas investigaciones. Por ello, decidió recorrer los alrededores de Caracas para estudiar los suelos de la región. Igual cosa realizó en las otras ciudades y con ello se va desplazando por toda Venezuela.[12] Sus trabajos geológicos finalmente le ofrecieron poco a poco un indicio científico: las ciudades donde los temblores habían causado grandes estragos, habían sido construidas fundamentalmente sobre terrenos cristalinos, granitos y traquitas; en cambio, los poblados que sufrieron poco o ningún daño estaban construidos sobre terrenos formados por rocas sedimentarias: arenisca, calcáreas y aluvión. Muy probablemente entonces, el choque subterráneo del terremoto, se propagó con gran intensidad en la roca cristalina, pero resultó atenuado por las rocas arenáceas y los depósitos de aluvión del subsuelo, que se encontraban superpuestos en capas.[13] 

A este respecto, Boussingault comentó: “Un hecho es el de la rareza de los temblores en ciertas condiciones geológicas. Hay rocas en las que la propagación de una onda es difícil, donde el terreno hace puente. Basta que una capa salga a la superficie del suelo para que las sacudidas en ella sean raras y casi sin efectos visibles. Es lo que he observado en las riberas del Meta, Casanare, del Apure, en las misiones del Orinoco. Cuando el temblor de 1812, en Caracas que se sufrió hasta en la Nueva Granada, no hubo en esos parajes más que ondulaciones muy suaves”.[14] 

Una de las cosas que llamó mucho la atención de Boussingault, y que lo asombró, fue el hecho de que las mujeres venezolanas fumaran largos cigarros; así, cierto día, la esposa del general Páez lo sorprendió dándole a probar un pellizco de tabaco de mascar. Boussingault encontró el bocado terrible, entre otras cosas, debido a que tenía un gusto picante derivado de una sustancia extraña que llamaban urao, y que era extraída del fondo de una pequeña laguna, en la provincia de Mérida. A su paso por allí se las arregló para que unos indios sacaran de sus aguas dos extraños compuestos minerales. Los estudió con detenimiento y concluyó que éstos no figuraban aun en los catálogos de mineralogía, cuyos contenidos se sabía de memoria. El urao resultó así, ser un sesquicarbonato de soda.[15] Y el otro mineral, al que los indios daban el nombre de clavo, con apariencia de agudos cristales; prismáticos, trasparentes e irregulares, cuya característica es que rayan la cal sulfatada; era en rigor, un carbonato doble de cal y de sosa, análogo a la dolomia que recibió el nombre de Gay-Lucita por haber sido dedicada al sabio físico y químico  Gay-Lussac.[16] 

Por tanto, Boussingault a solo unos meses de su estadía en América, ya había descubierto dos nuevas sustancias minerales nativas. Con los años llegaría a convertirse en un experto analista de sustancias químicas muy complejas. El mundo científico le reconocerá más tarde este mérito, poniendo su nombre al sulfato doble hexahidratado de magnesio y amonio, que se conoce hoy como la boussingaultita.[17] 

Posteriormente, pero ya en territorio de la Nueva Granada, hizo otro descubrimiento con respecto a otro mineral: la blenda negra de Marmato; dicho mineral Boussingault lo había encontrado  en las minas de este mismo nombre. Esta materia negra de estructura lamelar, presentaba todos los caracteres físicos y químicos de la blenda negra ordinaria; pero al analizarla y examinarla con atención, dejó de manifiesto una composición bastante diferente y suficiente para constituir una especie mineral nueva que recibió el nombre de marmatila. Esta blenda no es solo un sulfuro de zinc sino un doble sulfuro de zinc y de protosulfuro de fierro.[18] 

El trabajo de Boussingault en Venezuela, no solo se centró en el descubrimiento de nuevos minerales como la Gay-lussita y el urao.  También realizó estudios en diversas fuentes termales, además de numerosas observaciones barométricas y botánicas.[19] 

Dentro los trabajos botánicos realizados por este oficial, recordemos  al menos, el estudio de un espécimen singular conocido como el árbol de la leche, al que Boussingault lo llamó el árbol nodriza, porque consideraba que esta planta milagrosa podía aliviar en parte a las mujeres de los penosos deberes de la maternidad porque podría encargarse de nutrir a sus hijos. Humboldt había bebido antes de este jugo, en la hacienda de Bárbula, situada en la cordillera litoral de Venezuela. Por eso, uno de los encargos que le había hecho Humboldt a Boussingault antes de que éste partiera a América, era el de averiguar la composición del árbol nodriza,[20] y enviarle la flor del árbol que la produce, el cual crecía con abundancia en la montaña que dominan Periquito, pueblo situado al noroeste de Maracay. Boussingault procedió en su momento a cumplir el pedido de Humboldt y sometió al análisis, dicha sustancia, llegando a la conclusión de que la leche vegetal aunque poseía las mismas propiedades físicas que la leche de vaca y tenía el mismo sabor, a pesar de ser más viscosa; tenía una composición química diferente. Estaba compuesta de: cera, fibrina, un poco de azúcar, sal de magnesia y fosfato de cal.  A la fibrina entonces, debía sus propiedades nutritivas el  árbol nodriza.[21] 

Otra de las actividades que realizó en Venezuela y de la que aún se tiene poca información, son sus trabajos de espeleología. A pesar de la pródiga obra de Boussingault, que incluye más de 200 publicaciones científicas, nunca mencionó en ellas nada sobre las cuevas de Venezuela. Las únicas descripciones espeleológicas aparecieron después de su muerte en sus Memorias.  Aquí, hace referencia a la visita del 19 de febrero de 1823 en los Morros de San Juan, Estado Guárico. Y la otra, en Valencia, en el  Estado de Carabobo.  De la primera se lamenta de que Humboldt  a pesar de que conocía muy bien la Villa de Cura, a San Juan y a los Morros, se le haya pasado por alto tan notable fenómeno geológico como son sus inmensas cavernas. Con respecto a la cueva ubicada cerca de Valencia, Boussingault tuvo la ocasión de examinar “una gruta formada en el calcáreo granoso intercalado en el gneis. Como quiera que sea esta toba o este calcáreo modificado, al reflejar intensamente los rayos solares, contribuye al calor excesivo, a la sequedad y  a la aridez de la llanura”.[22] 

Su paso por Colombia y sus aportes científicos 

Además de Venezuela, Boussingualt recorrió una buena parte de lo que hoy se conoce como Colombia y Ecuador. Así, realizó en 1824 una expedición a los llanos del Meta; recorrió la cordillera central y oriental, el Valle del  Cauca, las Minas de oro de la vega de Supía y de la provincia de Antioquia; luego pasó de la cordillera central por el Quindío, donde realizó estudios de la cera de la palma del mismo nombre  y se internó en la región aurífera y platinífera del Chocó. En su deseo de realizar estudios sobre la región volcánica, emprendió el ascenso a distintos volcanes a los cuales les va calculando su respectiva altura; por ejemplo, entre éstos al volcán Puracé, asignándole 4700 m., al de Pasto, 4266 m., y al Cumbal 4764 m.[23] Luego visitó las localidades de Popayán y Pasto; en esta última permaneció por algún tiempo para luego dirigirse al Ecuador y enfrentar el ascenso a los volcanes de Pichincha, Antisana -y al igual que Humboldt- también el Chimborazo, en el Ecuador en el año de 1831.[24] 

Quizás una de sus mayores actividades en la Nueva Granada, fue su énfasis por la minería, y esto seguramente, se debió en parte al fracaso del proyecto de la Escuela de Minas. En todo caso, Boussingualt alcanzó a hacer algunas clases de mineralogía en dicha institución, antes del inicio de sus expediciones mineras en Antioquia que acontecieron en 1825.[25] Las guerras habían dejado al erario público de la joven Gran República en ruinas, por ello las autoridades políticas de este período decidieron la cancelación del contrato de los cinco científicos seleccionados y el cierre de la Escuela de Minas. Boussingault en este contexto, resultó el más afortunado del grupo, pues sus conocimientos de minería eran muy apetecidos y diversos establecimientos del país vinculados a este rubro, habían comenzado a requerir de sus servicios. V. gr. los dueños o -ejecutivos- como diríamos hoy, de las minas de la Montuosa Baja, en Pamplona; de las de Santa Ana, en Mariquita; de las del Sapo, en Ibagué; y las de Antioquia y Chocó, aceptaron cubrir todos los gastos de correría de Boussingault, a cambio de que los visitara y les diera sus consejos y asesorías. La medida también favoreció al negro Johnston, su ayudante de campo.[26] Con ello, el problema de la manutención de este científico y su ayudante, quedó resuelto y pudo dedicarse a nuevas exploraciones. 

En estas exploraciones por el país, llegó a las minas de Marmato, recién adquiridas por una compañía inglesa. Los empresarios querían saber su opinión sobre la riqueza de tales yacimientos, y por ello Boussingault trabajó aquí varios meses. Tras muchos cálculos e inspecciones, llegó a la conclusión de que los yacimientos de Marmato rendirían más utilidad, en la medida que se aumentara la mano de obra y se incorporaran algunas mejoras técnicas. Boussingault introdujo entonces los molinos de pistón y de arrastre, pero éstos sólo eran útiles en la medida en que se dispusiera de una mayor cantidad de material extraído de los socavones. Para aumentar la mano de obra e incrementar así el material extraído de los túneles, los ingleses trataron entonces, de seducir a los indios Chamíes para trabajar en estas minas; pero éstos, si bien llegaban en sus correrías hasta allí, vivían libres y los máximos trabajos  que aceptaban era cargar pesos pequeños sobre sus hombros.  

Los empresarios mineros entonces, decidieron traer al país, a unos cientos de obreros ingleses, para ocuparse en los trabajos de laboreo, pero lamentablemente éstos fueron minados por la malaria y la disentería. Por ello recurrieron luego, a los negros esclavos, pero a medida que éstos iban llegando, los problemas de abastecimiento y logísticos en general, se multiplicaban. Boussingault en este contexto, estimó que mientras las minas no sean autosuficientes, ensanchar las explotaciones resultaría un error. Al parecer, esta situación lo motivó a bajar a la orilla del Cauca, al frente de una cuadrilla de macheteros, donde se empeñó en hacer roces para combatir el monte y preparar terrenos para la siembra. En efecto, aquí sembró yuca, arracacha, maíz y banano.[27]

Por otro lado, cuando se piensa en los aportes científicos de este oficial en Colombia, es imposible no mencionar sus obras tales como: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela (1849), puesto que aquí encontramos diversas descripciones sobre los ríos, montes, minas y pueblos de Colombia; así como también datos estadísticos de su población y la determinación de las coordenadas geográficas de los pueblos y ciudades de Colombia. También aquí se observan algunas menciones sobre diversos especímenes del mundo biótico de la Colombia de su tiempo. Uno de sus estudios en este sentido, hacía referencia al jugo de un árbol que los nativos denominaban “ajuapar” y que utilizaban como un complemento más de sus artes de pesca; finalmente determinó que correspondía a lo que Linneo había tipificado como uva crepitans. Luego en el laboratorio, Boussingault estableció  que la composición química de la misma correspondía a: albúmina, aceite volátil cáustico, alcalí vegetal, nitrato de potasio y otras sustancias salinas.[28] Y en las cercanías de Santafé de Bogotá describió a algunos tipos de sauces, salix humboldtiana y otros y a algunas flores del tipo pasifloras y a plantas hiérbaceas como las daturas.[29]

En cuanto a insectos, dípteros, culex u otros, menciona a algunos tipos de zancudos, tales como el culex cyanopteras de vientre azulado y de gran tamaño, también menciona a otros más pequeños tales como el “jején”.[30] 

Su mirada sobre algunas regiones de Colombia 

En relación a algunas ciudades o poblados específicamente de la región de Antioquia, o Abejorral, entre otros lugares, Boussingault describió las localidades de Rionegro, Envigado, Titiribí, Buriticá y Medellín, entre otras. Además, dio cuenta de algunos ríos del sector e incluso determinó las características químicas de la sal que consumían los habitantes de los pueblos y lugarejos de la región.  V. gr. en relación a algunos puntos geográficos visitados en la región de Antioquia, acota que recorrió Medellín, que subió el Alto de San Ignacio atribuyéndole una altura de 2.730 m., y señala además que la ciudad de Envigado se encuentra a 1.568 m. y que habían 16º de temperatura.[31] 

Y en cuanto a la localidad de Rionegro, señala: “En Rionegro que tiene una población de 12.000 habitantes, hallamos los recursos de que habíamos estado privados durante tres meses en el distrito de La Vega.”[32] Luego agrega: “Rionegro según una altura meridiana del sol, se halla entre 6º,13’ y 1º,16’ al O. del meridiano de Bogotá. La altura es de 2115 metros en la Plaza mayor; la temperatura media 17º, durante la estación lluviosa; la inclinación de la aguja imanada es de 28º,12’.”[33] Y en cuanto a Envigado señala que está ubicado a una altura de 1.568 m. y que su temperatura, a la fecha de su visita, es de 16º. Y en cuanto al pueblo de Titiribí, hace constar que: “La altura media del lugar es de 1.569 m., y que la temperatura media es alrededor de 23º.”[34] Y en relación a Medellín acota: “Medellín es una ciudad encantadora, que se halla cerca de un río que atraviesa una llanura muy cultivada. Su altura es de 1.547 mts. Durante mi permanencia la temperatura fue de 22º,4 el higrómetro se mantuvo allí a 70º y 80º y solo una vez lo vi marcar una sequedad excepcional: 30º”.[35]

También da cuenta del pueblo de Ubaté, y su ubicación a 2.562 metros de altura entre dos lagos que hace décadas atrás, formaban uno solo. Y enfatiza en observaciones sociológicas de los habitantes de estos lugares en que señalan que hace años viene bajando las aguas.[36] 

Desde la perspectiva geológica, a su vez, destaca que en lo que hoy es Colombia, los terrenos de la planicie de Santafé de Bogotá, son de hulla constituidos en mantos inclinados, comenzando en Pancho y Zipaquirá, extendiéndose hasta Canoas por el Sur y hasta los Lanches por el Oriente, lo que a su juicio implica una riqueza considerable para eventuales tareas de industrialización.[37] Y en este mismo sentido deja muy en claro que los ricos pórfidos metalíferos de la Vega de Supia y de Antioquia que acompañan las piritas auríferas que corresponden a las minas de Marmato o que las vegas del Magdalena, del Sapo, de Ibague, Santana y otras, no existirían si no estuvieran sobre esos pórfidos o rocas eruptivas del período intermedio en las que éstas descansan.[38] 

Recuérdese también que desde el punto cartográfico e hidrográfico, Boussingault, en conjunto con Rivero y Roulin, recorrieron los llanos del Meta, y levantaron una carta del río homónimo, identificando además la desembocadura del mismo, en el Orinoco.[39] 

Ahora bien, el plano mineralógico, tal como hemos vendo señalando, es el ámbito cognitivo teórico-práctico donde Boussingault realizó sus mayores contribuciones científicas para Colombia;[40] tanto por la clasificación, ubicación geográfica y determinación de la altura de las minas, cuanto por las descripciones y explicitaciones técnicas de los distintos filones en que le tocó visitar y/o trabajar, como por los estudios y sugerencias técnicas para mejoras en los métodos de amalgamación, aplicaciones y nuevos procedimientos para incrementar la producción de oro y de plata. 

Su Regreso a París 

Boussingault se encontraba en el distrito de las minas de oro de la Vega de Supia, cuando se enteró de la muerte de Simón Bolívar acaecida en diciembre de 1830. El estado caótico de la situación económica y política, producto de la desintegración de la Gran Colombia, lo desilusionó profundamente y decidió volver a Francia.[41] Así, poco después, en 1833,  arribó a su país  y de inmediato fue nombrado profesor de Química en la Facultad de Ciencias de Lyon, en la que asumió como decano poco tiempo después.  En 1839 es llamado por la Academia de Ciencias y por ello se encaminó a París donde asumió luego como profesor del Conservatorio de Artes y Oficios. Años después, en la Asamblea Constituyente, en 1848, lo encontramos representando a la provincia del Bajo Rhin. Enseguida  tomó un puesto entre los republicanos moderados y llegó a ser, por elección, miembro del Consejo de Estado. La política al parecer no lo sedujo totalmente y el 2 de Diciembre del mismo año, salió del Consejo y renunció para siempre a la vida política, dedicándose desde entonces exclusivamente a la ciencia. En 1876 recibió un nuevo reconocimiento: es promovido a Gran  Oficial de la Legión de Honor. 

En relación a trabajos colegiados, recuérdese que ejecutó con J. B. Dumas los memorables experimentos sobre la composición del aire atmosférico.[42]   Al final de su carrera, Boussingault se ocupó mucho de la metalurgia, sus análisis de muestras de hierro y acero han prestado servicios señalados a una de las ramas capitales de las aplicaciones de la química. Nuestro eminente profesor cesó su curso de Artes y Oficios en 1873, siendo reemplazado por M. Schloesing y desde entonces vivió retirado de la academia,[43] pero no del estudio. 

El número de trabajos y memorias de Boussingault es considerable.  Por muchos años fue uno de los redactores de  las actas de la Academia de Ciencias de París y de los Anales de Física y Química.  Su Tratado de la Economía Rural es una obra clásica que puede considerarse como uno de los más significativos momentos de la agricultura científica francesa.  Boussingault por la seguridad de su método y la perspicacia de su mente, merece ser llamado el padre de la Economía rural y creador de la Agronomía en Colombia.[44] 

Boussingault y su acercamiento a la Agricultura 

El encuentro con aquella maravillosa colección de plantas en América le abrió la puerta a la faceta más creativa de su vida. Así, desde 1836 y ya de regreso en  Francia, Boussingault se dedicó al estudio de la fisiología vegetal. Esto fue el paso previo para la aparición del gran agrónomo, el que ya en 1839, principió a entregar a la comunidad científica sus investigaciones químicas sobre los tipos de vegetación que le interesaban. Boussingault comprobó en este período, balanza en mano, un hecho entrevisto solamente por algunos de sus predecesores; esto es, la fijación de las plantas por el carbono, contenido en el ácido carbónico del aire; también probó al mismo tiempo, que las plantas descomponen el agua para apropiarse de su hidrógeno. Además, demostró que los cereales sacan el azoe de la tierra y que según la formula de Lavoisier, en la naturaleza vegetal y en un laboratorio, “nada se crea ni nada se pierde”.  Lo que se pone en el suelo como abono, se encuentra en la planta como cosecha.[45] 

Además, analizó el contenido orgánico del suelo y descubrió la presencia de fosfatos y nitratos; elementos que también se hallaban en los tejidos de las plantas. Algunos años después, continuó estas observaciones en su granja experimental de Pechelbronn, en la Alsacia francesa; aquí emprendió una serie de análisis de algunos vegetales, de la cantidad de gluten en los distintos tipos de trigo, de los abonos y sobre la mutación de las plantas; investigaciones que en su conjunto, dieron paso a la creación de una nueva disciplina: la Teoría Agrícola. En este contexto del interés de Boussingault por la composición orgánica de los suelos, se comprende muy bien que se haya interesado también por estudiar la composición de los guanos que llegaban a Europa por los años sesenta del Siglo XIX, puesto que realizó numerosos trabajos para dar cuenta de las características y de la composición química de los guanos de  las Islas Galápagos, de las costas de Perú y de Chile.[46] Y justamente en estos informes, deja muy en claro que dentro del conjunto de compuestos de los guanos provenientes de estos lugares, los que “…dan realmente al guano su valor son: el ácido fosfórico i el amoniaco, o en una palabra, las sales de fósforo i amoniacales, asi como las materias azoadas, porque contienen los dos elementos asimilables, el ácido fosfórico y el azoe. Estos dos últimos cuerpos deben, pues, considerarse como determinantes del valor de un guano como materia fertilizante.”[47]

También en esta etapa de sus investigaciones, descubrió lo que hoy se conoce como el “ciclo del nitrógeno”. Este elemento, que se halla en abundante cantidad en la atmósfera, termina fijándose en pequeñas cantidades en los tejidos vegetales y animales, donde contribuye a la formación de unas sustancias muy importantes: las proteínas.[48] 

Boussingault coligió entonces, que el nitrógeno del aire es incorporado al suelo por la acción de ciertos organismos muy pequeños, llamados bacterias nutrificantes. Estas bacterias se encuentran principalmente en las raíces del fríjol, el trébol y otras plantas. También los propios animales, que consumen y asimilan las proteínas de los vegetales, devuelven el nitrógeno al suelo, a través de la orina, de los excrementos y de la descomposición de sus propios cuerpos.[49] 

Por ello, sabemos que la presencia de estos vegetales mencionados, enriquecen y revivifican las tierras de laboreo; con razón ya en el medioevo, dentro del conjunto de las técnicas agrícolas de sembradío del período, estaba la denominada la “de los tres campos”, que consistía en alternar la siembra de los productos agrícolas tales como trigo o avena, en los mismos  terrenos, y en cautelar que se siembren leguminosas cada año en uno de los tres campos, para evitar el desgaste del suelo.[50] Ello facilitó más tarde, el descubrimiento a su vez, de los ciclos del carbono, del calcio y del fósforo. Éstos son los llamados ciclos de circulación de la materia. Boussingault abrió así las puertas a la comprensión de estos procesos y por eso es considerado como el creador de la química agrícola y el padre de la agricultura moderna. Sus estudios y conclusiones al respecto, han quedado consignadas en los cinco tomos de una obra denominada Agronomía, Química Agrícola y Fisiología, publicados entre 1860 y 1874. Además, todavía en relación a la agricultura científica, no se puede olvidar  la obra de Boussingault: Économie Rurale avec la Chimie, Physique et la Météorologie, donde aborda los fenómenos físicos y químicos de la vegetación; su estructura, las materias minerales, los contenidos de las plantas, su origen y composición. También en esta línea, recordemos el estudio sobre suelos que realizó este científico. Cabe señalar que dentro de las plantas que analizó Boussingault, también se encuentran: las guaduas, los bananos, las papayas, el árbol de la vaca, el opio, el curare, diversas gomas y resinas y la caña de azúcar.[51]  

Además, se le deben también algunos avances en zootecnia, especialmente acerca de las raciones más apropiadas para los animales en cautiverio.

Por tanto y dada su copiosa producción, los exponentes del mundo científico decidieron honrarlo con un monumento en su honor, levantado en el jardín del Museo de Artes y Oficios, en París, unos años después de su muerte. Así mismo, se le ha dado su nombre a un género de plantas trepadoras de América tropical que comprende once especies, cuyos tubérculos son comestibles: el género Boussingaltia,[52] entre otros especímenes en que la ciencia universal hace referencia a su nombre. 

Su Muerte 

Antes de morir, sufrió una cruel enfermedad que lo llevó a su deceso a los 85 años de edad, en mayo de 1887. Sus trabajos ocupan lugar distinguido en la Historia de la Química, de la Teoría Agrícola, de la Zootecnia, de la Economía Rural y de la Fisiología, entre otras disciplinas. Boussingault fue sin duda una de las grandes figuras que contribuyeron al desarrollo de la ciencia no solamente en Colombia, sino también a la evolución científica en América meridional y a la ciencia europea y universal.[53]

[1] Vallaud, D. y Ayala, Roseline de: Petite Cronologie Universelle, Librairie Générale Francaise, Paris, 2005.

[2] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna.  Colciencias, 1ra Edic., Colombia, 1998; pp. 5-6. 

[3] Ibídem.; pp. 7-9.

[4] Ibídem.

[5] Boussingault, J. B.  Sección Miscelánea.  “Recuerdo de la América del Sur”. Revista de la Instrucción Pública, Vol. III, Nº31: 1896-1897; p. 490.

[6] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault.  El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 13.

[7] Ibídem. 

[8] Ibídem.; p.15.

[9] Ibídem.

[10] Ibídem.; p. 23.

[11]  Boussingault, J. B.: Sección Miscelánea.  “Recuerdo de la América del Sur”, Revista de la Instrucción Pública, Bogotá, Vol. III, Nº31: 1896-1897; p. 491. 

[12] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.

[13] Ibídem.; p. 25, 26.

[14] “Sacudidas subterráneas en los Andes”, Revista de la Instrucción Pública, Vol. VII. Nº37, 1897; p. 187. 

[15] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 32.

[16] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. Presentada a la Academia de Francia.  Traducidos por D. J. Acosta, Librería Castellana 2, Calle Saint-Germain des Preés, Lasarre Editor; 1849; p. 156.

[17] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 32.

[18] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela; op. cit.;  p. 158.

[19] Pioneros en Venezuela. Jean Baptiste Boussingault (1802-1887). Código Geológico de Venezuela.  PDVSA, Documento electrónico, 1997. [Fecha de consulta, Marzo 16 de 2013]  http://www.pdvsa.com/lexico/pioneros/boussingault.htm

[20] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; pp. 28-29.

[21] Boussingault, Jean Baptiste: Viajes a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, op. cit.;  p. 26.

[22] Pioneros en Venezuela. Jean Baptiste Boussingault (1802-1887). Código Geológico de Venezuela.  PDVSA, Documento electrónico. 1997. [Fecha de consulta, Marzo 16 de 2013]  http://www.pdvsa.com/lexico/pioneros/boussingault.htm

[23] Cf. Mc Cosh, F.W.J.: Boussingault, D. Reidel Publishing Company, Holanda, 1984; p. 46.

[24] Memorias de Boussingault 1830-1832. Del Chocó al Ecuador. El Puracé. Quito. El Chimborazo. Mi regreso;  Banco de la República, Bogotá, 1985; p.178.

[25] Cf. Espinoza B., Armando: “La Misión de Boussingault (1822-1831), sus resultados y su influencia en la Ciencia Colombiana”, Rev. Academia Colombiana de Ciencias, Vol. XVIII, Nº68, Mayo 1991; p. 17.

[26] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 35.

[27] Ibídem.; p. 54.

[28] Cf. Boussingault, Jean Baptiste: Memorias, Trad. de Alexander Koppel de León, Digitalizado por la Biblioteca Virtual del Banco de la República de Colombia, Bogotá, 2005.

[29] Ibídem.

[30] Ibídem.

[31] Ibídem.

[32] Robledo, Emilio: Boussingault en Antioquia, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, año 1920; Nº3.

[33] Ibídem.

[34] Ibídem.

[35] Ibídem.

[36] Boussingault, Jean Baptiste y Roulin, Francois Desire : Viajes Científicos a los Andes Ecuatoriales. Colección de Memorias sobre Física, Química e Historia Natural. Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, Traducida por J. Acosta, Laserre Editor, Paris. 1849; p. 8

[37] Boussingault, Jean Baptiste y Roulin, Francois Desire : Viajes Científicos a los Andes Ecuatoriales.; Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Colección V Centenario, Ed. Facsimilar; 1971; op. cit.; pp.  XV-XVI.

[38] Boussingault, Jean Baptiste : pp. XVIII-XIX.

[39] Cf. Espinoza B., Armando: “La Misión de Boussingault (1822-1831), sus resultados y su influencia en la Ciencia Colombiana”; op. cit.; p. 17.

[40] Ibídem., p.18.

[41] Cf. Mc Cosh, F.W.J.: Boussingault; op. cit.;  p. 45.

[42] Ibídem.; pp. 492-493.

[43] Ibídem.; p. 493.

[44] Ibídem.; pp. 493-494.

[45] Boussingault. J.B.  Sección Miscelánea.  Recuerdo de la América del Sur. Revista de la Instrucción Pública. Vol. III. Nº31, 1896-1897; p. 492.

[46] Vd. Informes hebdomadarios de las sesiones de la Academia de Ciencias de Paris, T. XLI, nov. 1865; T. XLII, setiembre, 1856, Paris.

[47] Larroque, Luis (Injeniero de minas): Informe sobre los Depósitos de Guano de Mejillones presentado al Señor Ministro de Hacienda, Impr. Nacional, Stgo., Chile, 1863; p. 43.

[48] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Modernacit.; p. 55.

[49] Ibídem.; p. 56.

[50] Cf. Saldivia M., Zenobio: “El obscurantismo en la Edad Medieval, un juicio apresurado”, Rev. Creces, Stgo., Chile, Vol. 11, N°10; pp. 18-21.

[51] Boussingault, J.B. : Économie Rurale avec la Chimie, la Physique et la Météorologie, Paris, Bechet, Jeune, Libraire-Editeur, La Rue Monsieur Le Prince, 1851, p. 818.

[52] España, Gonzalo: Jean Baptiste Boussingault. El padre de la Agricultura Moderna; op. cit.; p. 56.

[53] Boussingault, J.B.: Sección Miscelánea.  Recuerdo de la América del Sur. Revista de la Instrucción Pública. Vol. III. N°31,1896-1897; p. 494. 

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Zenobio Saldivia M.
U. Tecnológica Metropolitana
 
El hombre

Entre los científicos europeos que llegan a Chile a mediados del siglo XIX, está el joven alemán de veinticuatro años, Francisco Fonck; médico, naturalista, botánico, antropólogo, geólogo y etnólogo; quien había realizado estudios en las Universidades de Bonn, Berlín, Praga y Viena, obteniendo su título de Médico en la Universidad de Berlín en 1852. Dos años después, arriba a nuestro país y se inicia de inmediato en el servicio público, siendo nombrado médico de la Colonia de Llanquihue, cargo que desempeña hasta 1869, con una convicción casi religiosa, que lo insta a servir a sus pacientes bajo las peores condiciones de tiempo y por caminos más bien imaginados que reales. Es una de sus expresiones más notorias de servicio público. Y es justamente este mismo espíritu de colaboración y de entrega lo que lo insta a aceptar en 1860, la nominación como vicecónsul de la republica de Chile en Berlín. Y también a asumir como intendente de Llanquihue; y luego, en 1882, esta misma vocación lo lleva a presentarse como candidato a diputado por dicha región y resulta electo. La comunidad de inmigrantes alemanes de dicha región y la población en general, cuentan así con un nuevo científico y profesional dedicado además del cuidado de la salud de la población, a la investigación de la naturaleza regional; así como a diversos estudios de antropología, arqueología, geografía, cartografía y mineralogía nacional.
 

El científico

Sus aportes al desarrollo científico regional y al progreso del país, se pueden apreciar en toda su dimensión, tanto al seguir su trayectoria como médico en la Colonia de Llanquihue, cuanto al observar sus contactos científicos ya sea con personeros de la Armada Nacional interesados en la exploración y el conocimiento de la zona austral, como Vidal Gormáz, Juliet y otros oficiales, o con médicos como Carlos Martín, entre otros. O expresamente al focalizar la atención en su interés por la exploración del territorio nacional, principalmente de la zona austral, o al leer sus artículos en las revistas médicas de la época o en los Anales de la Universidad de Chile.(1) Su trayectoria como científico muestra claramente una fuerte preocupación por las regiones, tal como se puede percibir a partir de la fundación del Museo de Historia Natural de Valparaíso, en 1878, gracias a los esfuerzos de Eduardo de la Barra, con quien colabora, hasta que éste quede definitivamente localizado en Valparaíso. Además de los envíos de plantas vernáculas y animales endógenos de Valdivia y Llanquihue, que frecuentemente hace llegar al Museo Nacional de Historia Natural, en Santiago, dirigido por Rodulfo Amando Philippi, o por las propias exploraciones que realiza en la región de Llanquihue.

En relación a sus trabajos teóricos sobre medicina, recuérdese por ejemplo: “El tracoma y el espéculo del ojo”, aparecido en los Anales de la U. de Chile (1856); en que da cuenta de una enfermedad muy frecuente ocasionada por un microorganismo (Chlamydia trachomatis), caracterizada por la presencia de unas granulaciones palpebrales, que se remonta a la antigüedad. Al respecto Fonck explica el procedimiento terapéutico más apropiado para esta enfermedad, siguiendo las orientaciones de su antiguo maestro alemán: Carlos Fernando von Arlt, y sugiere el uso del oftalmoscopio para trabajar con esta enfermedad, toda vez que en Chile en esta época aún no se conocía.(2) Fue miembro honorario de la Sociedad Científica Alemana de Santiago y socio corresponsal de la Sociedad Etnográfica de Berlín, de la Sociedad Geográfica de Berlín, de la Sociedad Clínica de Valparaíso, además de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Así como también un destacado miembro de la Facultad de Ciencias Físicas de la U. de Chile.

El explorador

En cuanto a sus exploraciones geográficas, recuérdese que la primera de éstas, la realiza en el verano de 1856, en compañía del ingeniero Fernando Hess y algunos baquianos conocedores de la zona; ello con el propósito de encontrar el lago de Nahuelhuapi, uno de los puntos de interés de los conquistadores, de los Jesuitas y especialmente de Fray Menéndez; quienes lo asociaban con la supuesta existencia de la Ciudad de los Césares. Fonck luego de esta expedición, entrega así por primera vez, un corte descriptivo cartográfico completo de la parte de la cordillera al sur del paso de Uspallata, al mismo tiempo que deja consignada definitivamente existencia y ubicación de la laguna de Nahuelhuapi para la geografía de la época, como un locus hidrográfico existente al otro lado de la Cordillera de los Andes que está situado a una altura de 537 metros sobre el nivel del mar, e indica otras características del mismo. (3) La segunda incursión, en 1857, la realiza como naturalista, bajo las ordenes del capitán del bergantín “Janequeo”, Francisco Hudson, de la Marina de Chile, con el objetivo de explorar el archipiélago de los Chonos y la Península de Taitao. A partir de aquellos viajes, Fonck nos ha legado numerosos estudios sobre los puntos de interés geográficos de la región, fijando así definitivamente la longitud y latitud de dichos lugares y la de los pueblos cercanos a los mismos. Más tarde, realiza también numerosos reconocimientos y excursiones de carácter científico, en los alrededores de Puerto Montt y del lago Llanquihue. Y por cierto, logra recabar una valiosa colección de exponentes del medio biótico austral y de objetos de interés arqueológico.

En el ámbito de la química, nos ha dejado diversos análisis de las aguas minerales cloruradas calizas de Chile y de las aguas minerales de Pretohu-Reloncaví y Comau; en este sentido es un continuador de la tarea iniciada por Domeyko, quien ya había estudiado la composición de las aguas minerales de Cauquenes y Apoquindo y de casi de la mayoría de las del país. Fonck termina así, en cuanto a la zona sur, lo que Domeyko había realizado con las aguas de la zona Norte y Centro del país.

Su contribución a la arqueología

Fonck, ya en los inicios del siglo XX, realiza algunas investigaciones sobre los antiguos aborígenes de la edad de piedra, que ocupaban el territorio nacional; estos los da a conocer en el órgano comunicacional de la Sociedad de Historia y Geografía. En uno de estos trabajos da cuenta de las curiosas formas que tienen los utensilios de uso cotidiano de estos aborígenes; así por ejemplo, destaca que los mismos están confeccionados para cumplir su función específica por ambos lados; entre estas, cucharillas, piedras para moler, cachimbas y otras. Fonck recibió de regalo, un cráneo sin mandíbula hallado en la isla Mocha (Pto. Montt). Comparando el cráneo de mechi con uno encontrado a ocho leguas al norte se comprobó que ambos eran de igual naturaleza. Por lo tanto, concluye que es altamente factible que este pueblo marino se extendía antes desde zonas cálidas hasta el confín de América. Empero, esto es sólo una hipótesis que aporta para el conocimiento de estos pueblo aborígenes; puesto que al respecto también se sostenía en su tiempo que los exponentes de estos pueblos marinos, a pesar de estar tan cerca de otros pueblos como los Chonos, Atacameños y Araucanos, poseen cráneos diferentes, debido a las separaciones naturales producidas por los espesos bosques en el sur, y la cordillera en el norte. Además de la extensión que supuestamente cubrían estos pueblos está también el problema acerca del origen de estos pueblos. En todos estos tópicos Fonck hizo aportes y contribuciones notables.

Su producción teórica

En cuanto a sus libros y ensayos, estos llegan aproximadamente al centenar; entre estos podemos citar los siguientes: Chile en la Actualidad (Berlín, 1870), Profilaxis del Cólera (1887), Invitación para la fundación de una Sociedad Agrícola del Sur, (1883); Formulario Clínico para observaciones médicas, (1877); El Doctor Aquinas Ried, Biografía de un alemán en Chile (1894); Introducción a la Orografía y Geología de la región austral de Sudamérica, (1893), El Doctor Carlos Martín, rasgos de su vida i labor científica (1908). Su obra más elogiada por la crítica científica de Chile, América y Europa es la que ha publicado en dos volúmenes, con el título de Diarios de Fray Francisco Menéndez. Este trabajo corresponde a la presentación, análisis y comentarios de los viajes realizados por el franciscano Francisco Menéndez, al este de las islas de Chiloé entre los años 1783-1784 y 1786-1787 y a otros lugares de la cordillera austral, destacando las descripciones geográficas y los croquis que previamente había realizado Menéndez. El propio Fonck está muy consciente de la importancia geográfica y cartográfica de la obra del religioso-explorador y lo destaca en estos términos: “Menéndez nos da noticias de varios elementos geográficos enteramente nuevos, como lagos, rios, cerros i pasos, sin avanzarse a darles nombres” (4) Nos ha dejado además, diversos artículos de difusión científica, en los que alude a tópicos de medicina social, antropología, mineralogía, geografía y cartografía, entre otras disciplinas; muchos de los cuales aparecieron tanto en la Revista Chilena de Historia y Geografía como en los Anales de la Universidad de Chile y en La Gaceta Médica de Valparaíso; además de sus numerosas colaboraciones en periódicos como El Mercurio, El ferrocarril y otros. Su trabajo Chile en la actualidad, merece también concitar la atención del lector, toda vez que es un verdadero compendio sinóptico que da cuenta de las bondades clima, de los distintos lugares geográficos de interés minero o industrial y de los recursos bióticos existentes en el país. Es un ensayo breve que corresponde a una conferencia dada en Berlín, en su condición de funcionario diplomático del gobierno de Chile y con el claro propósito de despertar inquietudes por la inmigración de nuevos alemanes a las regiones del Sur de nuestro país. Al parecer, la estructura de su discurso apunta a una emulación de los “cuadros de la naturaleza” del sabio alemán Humboldt, toda vez que Fonck, expresamente busca impactar a los alemanes con la presentación de cortes sinópticos de la flora, fauna chilenas y cuadros costumbristas propios de los lugareños y habitantes del país, para motivarlos y despertar admiración y asombro por la belleza y armonías entre lo social y el medio natural, exactamente al estilo humboltiano, después de todo Fonck parte recordando que luego de las publicaciones de Humboldt “se ha despertado en los últimos años en Alemania un interes sumamente vivo por la geografía...” (5) Más adelante dando cuenta de la Región de los Lagos, acota: “Estos magnificos lagos se hallan como escondidos en la sombra de bosques oscuros, en sus aguas se reflejan las cimas nevadas de los Andes, i por su hermosura hacen competencia a los de nuestros Alpes; además están rodeados por terrenos fértiles.” (6) Esto es casi una alusión directa a la inmigración, puesto que entrega todo lo que los alemanes y europeos en general esperan: verdor, bosques, maderas, agua, lagos, cordilleras y terrenos vírgenes. No en vano Fonck estaba cumpliendo la política chilena decimonónica: fomentar la inmigración alemana hacia Valdivia y Llanquihue; al parecer en cuanto a los cuadros de la naturaleza vernácula y en cuanto a los datos estadísticos de la situación económica e industrial de Chile en ese tiempo, la presentación la realiza muy bien.

Entre las comunicaciones presentadas a la Revista Chilena de Historia y Geografía, cabe destacar por ejemplo el ensayo: “Formas especiales de los utensilios caseros de los aborígenes”; en el cual presenta una reseña etnográfica de los antiguos habitantes del país, destacando los rasgos costumbristas y folklóricos de dicho pueblos, así como las peculiaridades de sus utensilios, que ya señalamos, y las funciones que estos cumplen en su comunidad. Las observaciones antropológicas y arqueológicas que Fonck nos ha dejado, acerca de los materiales e instrumentos que utilizaban los primitivos aborígenes de nuestro país; nos permiten reconstruir un panorama más completo y detallado de los fenómenos naturales en que se vieron afectados los pueblos prehistóricos asentados en lo que hoy es la República de Chile; y de los procesos sociales de los mismos.

Con sus estudios de difusión y análisis de la obra de Méndez en Chiloé y otras regiones del Sur de Chile, Fonck trae a presencia nuevas observaciones acerca de como el tema del imaginario hispano de encontrar la ciudad del oro, fue parte de las motivaciones científicas del Siglo Ilustrado español, para nuevas exploraciones.

Fonck también contribuye en el ámbito geopolítico nacional, por ejemplo, para arribar a una solución favorable para Chile en la cuestión de límites con la República Argentina; justamente por defender en 1881, la tesis que sostiene que la división geológica natural entre ambos países, es equivalente a la línea de demarcación que viene dada por el Divortium Acuarium. Dicho planteamiento fue considerado por las autoridades nacionales quienes lo incluyen en el tratado de límites con Argentina (1881) parte respetando este criterio.

En sus últimos años, Fonck se traslada a vivir a Quilpué, pero no abandona sus inquietudes y por ello prácticamente hasta su muerte se dedica a la investigación científica. Es uno de los pocos autores decimonónicos que realiza actividades científicas en provincias, principalmente en Llanquihue, Pto. Montt, Valparaíso, Viña del Mar y Quilpué. La muerte lo sorprende en 1912, pero no puede borrar la construcción científica y el aporte de este sabio, únicamente logra magnificar su obra y destacar más su persona.


Citas y Notas

      1. Vd. por ejemplo los títulos de los trabajos de Fonck aparecidos en los Anales de la U. de Chile que se citan en este mismo capítulo.
      2. Fonck, F.: “El tracoma y el espéculo del ojo”, Anales de la U. de Chile, 1856.
      3. Cf. Fonck, Francisco y Hess, F.: “Informe de los Señores Francisco Fonck i Fernando Hess sobre la expedición a Nahuelhuapi.”; Anales de la U. de Chile; T. XIV, 1857, Stgo., p.10.
      4. Fonck, Francisco: Viajes de Fray Francisco Fonck a la Cordillera, en Comisión de Carlos F. Niemeyer, Valparaíso, 1896; p. XII.
      5. Fonck, Francisco: Chile en la actualidad, Imprenta de A. J. Obst, Berlin, 1870; p. 3.
      6. Ibidem; p. 19.

Para el autor, es un grato deber agradecer las facilidades otorgadas por las autoridades del Museo Fonck de Viña del Mar, para preparar esta comunicación.

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Carlos Porter: Un científico de dos mundos

por

Resumen
El presente artículo pretende dar a conocer las características y propiedades del aporte de Carlos Porter a la ciencia chilena y a la comunidad científica internacional. Se enfatiza principalmente en su rol como difusor de la ciencia en las regiones y en su propósito de entregar a la comunidad un nuevo medio de comunicación científica. Además se destaca aquí, su condición de científico que actúa como eslabón entre la ciencia finisecular decimonónica y la ciencia de comienzos de siglo veinte en Chile.

Porter. El lado humano.
Carlos Emilio Porter Mosso, nace en Valparaíso en 1867. De ascendencia norteamericana, sus padres fueron doña Emilia Mosso Luna y don Carlos Porter W.; este último, un marino chileno que fue compañero de ilustres personajes norteamericanos. Desde muy pequeño siente una gran fascinación por las ciencias naturales, y como adolescente gusta de recolectar insectos; todo lo cual es la génesis de su futura especialización en zoología y entomología. Es su entrada formal al campo de los estudios de los coleópteros y de los insectos en general. Así, a los 22 años comienza a recolectar especimenes con propósitos más institucionales, por ejemplo, se interesa por los diversos referentes de la fauna atacameña, para enviarlos al Museo de Historia Natural de Valparaíso y para diversos liceos del país, como parte de los requerimientos de una comisión oficial asignada por el gobierno. En 1897 funda la Revista Chilena de Historia Natural, que dirige durante prácticamente toda su vida, en un esfuerzo de voluntad y de trabajo gigantesco. Ese mismo año asume también como Director de esta institución, hasta Agosto de 1906; fecha en que ocurre un gran terremoto que destruye no sólo el Museo, sino gran parte de Valparaíso; por ello, decide avecindarse en Santiago, pero con el firme propósito de erigir otra vez la institución. En la capital, encauza todas sus energías para recolectar especimenes, objetos y dinero para rehacer el trabajo empezado con antelación. Finalmente, en Noviembre de ese mismo año, logra acondicionar una sala en el Liceo Miguel Luis Amunategui, en Santiago, que será lo más parecido a su querido Museo. Este funciona hasta 1910, fecha en que Porter es enviado en comisión de servicio, a distintos Museos de Argentina y Europa. Llama la atención que en sólo dos meses, el autor haya logrado aunar voluntades de personeros de la política, de la educación y de la comunidad científica, para rehacer su institución, al menos en términos muy modestos. Esta capacidad de buenas relaciones humanas y de acertividad para lograr sus metas, es una característica de Porter como ser humano y como científico y que la encontramos reiteradamente en su vida. Se acoge a jubilación en 1928, pero esto no es un óbice para abandonar las investigaciones de su interés; por eso, luego de su retiro de la vida pública, tal como ya lo ha señalado Bahamonde, continúa en “comunicación con nuevos centros científicos del mundo entero” y sigue animoso para “formar nuevos científicos y enriquecer con nuevas especies el saber entomológico”(1).

Durante su vida recibe numerosos estímulos y reconocimientos, tanto del país como del extranjero; los cuales hablan por sí mismos de la importancia de Porter en la comunidad científica internacional. La muerte lo sorprende, aún con sus capacidades intelectuales en acción, el 13 de Diciembre de 1942.

La Revista Chilena de Historia Natural
La Revista Chilena de Historia Natural fue fundada por Porter en 1897, como ya se ha señalado, con el propósito de difundir trabajos originales propios de diversas disciplinas propias de las ciencias de la vida, que no habían sido debidamente atendidas aún en el país. Entre estas Ecología, Ecofísiologia, Ecología de Poblaciones y Comunidades, Ecología del Paisaje y Ecosistémica, Sistemática, Evolución Orgánica, Genética de Poblaciones, Biogeografía, Paleobiología, Parasitología, y las tradicionales Taxonomía, Botánica y Zoología ( las cuales si estaban bien desarrolladas en el país). Este medio de comunicación, se centra en el análisis y difusión de los tópicos actualizados de las ciencias básicas; como también en la explicación de las bases biológicas para el uso y manejo de recursos bióticos, incluyendo el estudio del impacto humano sobre los organismos o en los sistemas naturales en general. La Revista se concentra, por tanto, en difundir una diversidad de contribuciones teóricas y empíricas; orientadas todas hacia una mejor comprensión de los contenidos temáticos en boga, existentes a la fecha, en el campo de las ciencias de la vida.

La revista va ganado cada vez nuevos espacios en la vida académica y científica chilena y logra motivar a los científicos no sólo del país, sino también de América y Europa, quienes envían sus contribuciones con tópicos de sus respectivas áreas temáticas. En este sentido, un gran mérito de la revista, que es más fácil percibirlo ahora, desde la mirada contemporánea; es el hecho de que a través de la continuidad de sus distintos números, hoy podemos apreciar en su conjunto, la diversidad de los referentes de la naturaleza chilena; toda vez que en sus páginas frecuentemente se presentan diagnosis de especimenes de nuestra flora y fauna. Entre estas, es imposible olvidar las contribuciones de Johow y Philippi en botánica; o las de Albert en temas forestales, de ornitología y de ecología; las de Delfín en ictiología; o las Reed, en tópicos sobre nuestra flora y fauna; y por cierto, las aportaciones sobre entomología del propio Porter o las de Calvert; e incluso en temas de antropología, como los aportes de Vergara, que frecuentemente aparecen en los primeros números de la Revista. Colaboran también en este medio, científicos extranjeros como por ejemplo los españoles Don Santiago Ramón y Cajal, Salvador Calderón y otros, o los argentinos Silvestri y Vernet, entre tantos autores. Este medio de comunicación se intercambia con los que se publican a su vez en las Academias Científicas Europeas y las revistas afines de otros países de América; en el primer caso, por ejemplo, se intercambia con publicaciones de la Academie des Sciences de París. Actualmente la revista creada por Porter, mantiene su continuidad.

Su Aporte Científico
El aporte científico que nos ha dejado Carlos Porter, corresponde a un cúmulo de investigaciones y publicaciones que contribuyen a la consolidación de la ciencia nacional, en lo referente a la profundización de la disciplina de la entomología por una parte; y por otra, en cuanto a la creación de la infraestructura y al fortalecimiento de instancias organizacionales y administrativas en las universidades del país, nos ha legado una serie de contribuciones para hacer posible la marcha rutinaria de la ciencia en los campos mencionados. En rigor, todos sus trabajos están estrechamente relacionados, ya sus estudios e investigaciones, apuntaban al fortalecimiento de la micrografía, de la entomología y de la bibliografía científica. algunos de ellos recolectados a lo largo de toda su vida. Éste creó en 1914, los “Anales de la Zoología Aplicada“, que a partir de 1924 fueron refundidos con la Revista Chilena de Historia Natural. Sus páginas contienen artículos de zoología agrícola, médica y veterinaria. Y en cuanto a la identificación de especimenes, recuérdese además, que ha dejado incorporada a la taxonomía, una gran cantidad de especimenes de nuestra flora y fauna nacionales; a manera de ilustración nada más, en el ámbito de la entomología logra la descripción de más de trescientos referentes (2).

En el ámbito de la docencia se desempeña como profesor de Microscopía, en el Instituto Técnico Comercial de Valparaíso (1903), y de Fisiología e Higiene en la Escuela de Ingenieros de la Armada Nacional, en la misma ciudad, durante cinco años, desde 1900. Más tarde dicta la cátedra de Parasitología animal, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la U. de Chile; también sirve las cátedras de Zoología general y de Entomología aplicada, en la Universidad Católica de Santiago.

Después de un largo viaje por Europa, regresa a Santiago para cumplir labores de profesor de ciencias naturales en la Escuela Militar (1912-1918), profesor de zoología, entomología y microscopía del Instituto Agronómico de Chile y Director del Museo y Laboratorio de Zoología Aplicada en la Escuela Nacional de Medicina Veterinaria y profesor de Parasitología Animal en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Chile. Además fue profesor en la Universidad Católica de Chile. El Museo Nacional de Historia Natural también lo contó entre su personal científico, desempeñándose en la sección de invertebrados, jefe de la sección Entomología y profesor de la Escuela de Altos Estudios, donde dictó los cursos de Zoogeografía de Invertebrados y de Histología Normal.

La iniciativa de Porter en el campo zoológico es extraordinariamente fecunda, y tal como consta en sus propios antecedentes curriculares; funda en Santiago, en Junio de 1922, la Sociedad Entomológica de Chile, en Santiago; entidad que dura once años, y luego se reorganiza en una segunda etapa, desde Marzo de 1933, como Sociedad Chilena de Entomología; en ambos casos su primer Presidente es Porter. A su vez, en el ínterin, por ejemplo en Abril de 1928, ya ha fundado otra institución, el Instituto de Zoología General y Sistemática; entidad dedicada al estudio de los artrópodos chilenos y al de los parásitos animales. El Instituto partió en una primera fase, con la creación de una biblioteca especializada en Ciencias Naturales, que justamente era la de Porter que se fue ampliando cada vez más. La misma contenía tratados de carácter general, monografías de anatomía comparada, zoología, histología normal, parasitología, sistemática de insectos, crustáceos, ácaros, zoología económica y ensayos sobre la fauna chilensis Incluía también un laboratorio de microscopía y colecciones especiales de crustáceos, cerambícedos, sárfidos, hemípteros, brúquidos, meloides, esfíngedos y zoocecidias, que Porter había logrado recolectar con tesón durante muchos años.

La Revista Chilena de Historia Natural a su vez, actuaba como el órgano publicitario oficial de esta institución. Este Instituto de Zoología General y Sistemática sirvió de inspiración para crear más tarde, en 1957, el Centro de Investigaciones Zoológicas de la Universidad de Chile, que durante años funcionó en el Campus Oriente de la universidad, siendo su primer director el profesor Guillermo Mann Fischer, uno de los zoólogos más distinguidos conque a contado el país. Es importante mencionar, que la biblioteca que existía en el Instituto de Zoología General y Sistemática, tenía una colección bibliográfica que integraría más tarde la biblioteca de la Estación de Biología Marina de la Universidad de Chile en Montemar (hoy Instituto de Oceanología de la Universidad de Valparaíso).

Otro ámbito de su trabajo científico, es posible percibirlo, en virtud de su extensa labor bibliográfica; en este sentido es uno de los fundadores de la bibliografía científica en Chile, más exactamente, el primer bibliógrafo chileno. El caso de Porter tiene una notoria similitud con el de Medina; porque los dos terminaron siendo destacados bibliógrafos, tal como ya lo ha señalado adecuadamente Feliú Cruz (3). Molina parte con sus inquietudes por las Crónicas de la conquista española y termina con la aprehensión cognitiva en ciencias naturales. La pasión de Porter, en cambio, lo lleva a interesarse por la prosa de la zoología y la parasitología y luego llega al discurso acotado de la bibliografía de las ciencias naturales. Ello es fue inmensa en el campo de las ciencias naturales, le permitió adquirir renombre en Chile, América y en el mundo entero. Por eso, no es extraño que al leer el cuadernillo: Hoja de Servicios. Actuación científica y premios del Prof. Dr. Carlos E. Porter -que el mismo autor había preparado para postular a una nominación científica internacional- se aprecie que el numero de publicaciones, libros y comunicaciones científicas, sobrepasen las cuatro centenas (4).

Su aporte científico se comprende mejor, al observar su vasta producción de ensayos en el ámbito de las ciencias de la vida y bibliográfico. Tres años después de la fundación de la Revista Chilena de Historia Natural, publica el Ensayo de una Bibliografía Chilena de Historia Natural. En 1928 y 1929, publica los Anales de Zoología General y Sistemática. Entre sus obras recordemos al menos: Literatura antropolójica i etnolójica de Chile (1906),Ensayo de una bibliografía chilena de Historia Natural (1900), El Dr. Don Francisco Fonck (1914), Indice alfabético sinonímico de la anatomía humana de Sappey (1900), Programa de Morfología y fisiología del hombre (1902),Bosquejo histórico, desarrollo y estado actual de los estudios sobre antropología, fauna y flora chilenas, (1910) y muchos otros. Según Looser -quien cataloga las obras de Porter- éste habría escrito 146 ensayos (5).

Empero, su aporte científico no se agota en el marco de sus actividades de exploración del territorio; ni en sus actividades docentes en institutos o universidades del país; sino que también hay que apreciar algo que ha pasado desapercibido hasta ahora por sus biógrafos; esto es, que Porter representa un nuevo tipo de científico en el país, un científico que busca fortalecer disciplinas científicas fuera de la metrópolis, en las regiones. Este es el otro mundo que anunciáramos en el epígrafe; es un sabio que se mueve con sus pares de la comunidad científica capitalina, el mundo científico tradicional, donde se forman e investigan la mayoría de los científicos; pero al mismo tiempo gasta sus energías para hacer ciencia en regiones, para crear entidades de difusión científica en los bordes de la metrópolis, fuera de la capital; por ello sus esfuerzos como Director del Museo de Historia Natural de Valparaíso, y la Revista de Historia Natural, que queda asentada definitivamente en dicho puerto. Por esto también, no resulta extraño encontrar en la misma, trabajos de científicos radicados en Tocopilla, Rancagua, Quilpue y Valparaíso. Y por esta misma razón, Porter privilegia participar (por sobre otras invitaciones) en los Congresos Científicos organizados en La Serena (1900), en Valdivia (1903) y en Valparaíso en 1936.(6) Así que cuando se analiza con detención el número de conferencias dadas en el país, se observa que la mayoría de éstas las da en Valparaíso: 90, y en tercer lugar Linares, donde dicta 36.(7) Y también, es altamente probable que por esta misma razón y no por simple comodidad, muchas de sus obras hallan visto la luz en imprentas de Valparaíso, tal como puede observarse al leer con detención la Hoja de Servicios de este autor.

A manera de conclusión
Es difícil intentar valorar la producción científica de este autor, toda vez que la misma escapa a los aspectos puramente cuantitativos, y no se agota en sus más de 400 trabajos teóricos, entre conferencias, ensayos, artículos o libros. Tampoco se puede emitir apresuradamente un juicio únicamente porque logró fundar una revista científica más. Su obra trasciende todo aquello; es un conjunto de actividades exploratorias in situ sumado a trabajos teóricos que logran perfilar la entomología en el país y asentar definitivamente la bibliografía científica como un quehacer científico más, como un nuevo campo disciplinario que toma fuerza en Chile y que logra unir por tanto, el universo de los intereses de los científicos, de los bibliotecólogos y de los historiadores de la ciencia chilenos.

Tal vez lo más relevante de Porter para la ciencia chilena sea justamente el hecho de que une dos mundos del trabajo científico chileno y abre un nuevo horizonte disciplinario. Lo primero porque como director de la revista, le toca desenvolverse dentro de un conjunto de disciplinas científicas más privilegiadas que otras, esto es, las tradicionales taxonomía, biología, zoología, botánica, y otras vinculadas a la antigua historia natural, que ya contaban con exponentes en nuestro país, luego de las aportaciones de Molina, Gay o Philippi, quienes ya habían logrado formar escuela y discípulos. En este contexto principia a potenciar otras ramas de las ciencias naturales que no estaban debidamente desarrolladas en Chile; tales como la entomología, la micrografía, las distintas especialidades de la ecología y la bibliografía científica. Este es uno de sus mayores logros, que seguramente enorgulleció a la comunidad científica chilena de principios del siglo XX.

Su persona y su obra, nos plantean en esta época acelerada de cambios y novedades científicas, una seria tarea a los bibliotecólogos, a los historiadores de la ciencia y a los exponentes del periodismo científico; esto es, encontrar los mecanismos y los medios de difusión más apropiados para traer a presencia su legado, sus aportes específicos y su esfuerzo de institucionalización de nuevas disciplinas en el Chile de comienzos del siglo XX. Labor que hay que proyectar, tanto en el medio científico, que ya da por olvidado dichos avatares de construcción científica, como también para los jóvenes universitarios que desconocen el perfil de Porter. Así, encontrar las obras de este autor, los trabajos acerca de su quehacer y otros materiales que hagan justicia a su memoria, es el deber de los que nos desempeñarnos en la Academia, en los Archivos y en los Centros de Recursos del Aprendizaje.

 

Citas y notas
  1. Bahamonde, Nibaldo: “Don Carlos Emilio Porter Moso”, Chilena de Historia Natural, Nº56, Valparaíso 1983; p. 9.
  2. Cf. Feliú Cruz, Guillermo: Carlos Porter (1867-1942), Bibliógrafos chilenos, Stgo., 1969; p. 6.
  3. Ibidem.; p. 3.
  4. Porter, Carlos E. : Hoja de Servicios. Actuación científica y Premios del Prof. Dr. Carlos E. Porter, Impr. y Litografía La Ilustración, Stgo., 1935; pp. 1-11.
  5. Looser, Gualterio: Biografías y bibliografías de naturalistas y antropólogos principalmente en Chile, publicadas por Carlos E. Porter, Impr. Universitaria, Stgo., 1949.
  6. Feliú Cruz, Guillermo; op. cit.; p. 6.
  7. Porter, Carlos E.; op. cit.; p. 9.

    Para los autores es un grato deber agradecer las facilidades dadas por los funcionarios tanto del Archivo Nacional, de la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Valparaíso, como del Museo Fonck, de Viña del Mar.
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¿Para qué sirven las Humanidades?

Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo. Chile. 

Los alumnos que se encuentran a punto de terminar la educación media, a menudo se preguntan para que sirven las humanidades -sobre todo cuando piensan en elegir una profesión. Y la misma pregunta se formulan los padres de esos jóvenes, cuando sus hijos les manifiestan que han decidido estudiar derecho, filosofía, historia, filología, literatura, o alguna carrera artística. 

Usualmente la respuesta a tal interrogante trae implícita una reacción negativa en el plano emotivo. Si bien muchos padres ven con buenos ojos a las disciplinas humanistas en el plano coloquial y en los encuentros sociales, no mantienen la misma opinión cuando se trata de sus propios hijos. En este caso, sobre la psiquis del adolescente llueven los argumentos acerca de la belleza de esas carreras, de los nobles propósitos que persiguen los profesionales dedicados a la recreación, al análisis y a la expansión de la cultura humanista tradicional. Pero el fuerte de la argumentación está en los planteamientos sobre las dificultades económicas de los graduados en tales disciplinas ; así como también en la poca consideración social de que gozan : “Pero hija, piensa bien lo que vas a hacer, esa carrera es muy bonita pero...¿dónde va a encontrar trabajo una experta en narrativa española del siglo XVII?”, o bien: “Hijo, historia es una buena carrera para el espíritu, pero ya hay muchos historiadores,  tendrás que destacarte de manera extraordinaria, estudiar mucho... y llegar a especializarte en un campo poco conocido, pero ¿cuando vas a juntar dinero?”.  Expresiones de esta índole vienen en verdaderas andanadas cuando el joven hace patente su voluntad de seguir por la vía de las humanidades, como profesión y como forma de vida. 

En rigor, tales cuestionamientos tienen razón, pero no muestran toda la verdad. Es cierto que para especialistas como los mencionados, las ofertas de trabajo son escasas, pues únicamente tendrían acogida en las universidades o en algunos organismos internacionales, en grandes bibliotecas o en eventos específicos y puntales a cargo de entidades gubernativas. Sin embargo ese es sólo un lado de la realidad y corresponde al plano de la percepción social de tales carreras. Pero está también el hecho de que existe el interés manifiesto de los jóvenes mencionados para estudiar tales temas cognitivos. Ello indica previamente que la voluntad soberana de los adolescentes que ilustran la situación que destacamos, es un claro signo de madurez personal. La convicción y la voluntad sostenida para  soportar todos los argumentos en contra, provenientes de su familia o de algunos de sus amigos, indica que hay un germen de proyecto de vida, una auto-visión de si mismo proyectada en el futuro que se irá mejorando y puliendo con sus propios ideales. Esto es un mérito y un estímulo para la conquista de sus metas personales y merece todo nuestro respeto; después de todo los padres somos únicamente progenitores y orientadores y no dictadores de la conducta esperada de nuestros hijos.  

Por otro lado, está el fenómeno de la percepción social de las humanidades en general, que se expresa una discriminación de la cultura humanista y en una cierta minusvalorización cognoscitiva, como si los saberes  constitutivos de las humanidades, tuvieran un menor valor en cuanto a la búsqueda de la verdad. Y en rigor, dicho fenómeno corresponde a lo que Charles Percy Snow ha denominado “El problema de las dos culturas”  y que ha analizado con detención en su libro: Las dos culturas y un segundo enfoque. Texto en el cual deja de manifiesto que en la actualidad estamos viviendo una escisión de la cultura: por un lado se aprecia una cultura científica y por otra una cultura humanista. La primera es estimulada por todas las instancias políticas e institucionales y cuenta con mayores recursos para su desarrollo y expansión. La segunda, aparece como un conjunto de cometidos y acciones humanas que despiertan menor interés; generalmente no es estimulada y sus exponentes están muy lejos de los niveles de ingresos de los profesionales que se desempeñan en tareas científicas y tecnológicas. 

Así dadas las cosas, la decisión de los jóvenes mencionados, se enmarca en el esfuerzo heroico de los que optan por la búsqueda del sentido de la vida; por recorrer el camino por el cual fue conducido Parménides, el camino de la verdad bien redonda. Estos jóvenes han optado por la senda de los menos, por la vía difícil, por trascender la utilidad inmediata y dejar atrás el pesado espíritu pragmático y puramente utilitarista. Idealismo versus pragmatismo. Este es el punto de fondo, no únicamente la elección de una carrera. La elección muestra el meollo del asunto.  Nuestra sociedad consumista y globalizada, actualmente  se encuentra en un nivel muy alto de desarrollo científico y tecnológico y está capacitada para recabar información o adquirir conocimientos en casi todos los ámbitos de lo real; todo ello con gran celeridad y cubriendo ampliamente los hechos del mundo. (1) Con el apoyo tecnológico rápidamente se nos presenta una serie de artificios y aparatos que nos permiten mayor comodidad y bienestar.  Por ello se privilegia el conocimiento científico y tecnológico;  esto porque se entrecruza con el poder político que financia o induce determinadas líneas de investigación y porque en la práctica es una fuente de poder, un mecanismo de control. (2)  Existe la primacía del orden científico-tecnológico porque soluciona el problema de los medios, porque entrega técnicas para los fines que puedan determinar los miembros de la clase política o del mundo empresarial internacional. Lo precedente, indica  las bases teóricas sobre las cuales descansa el referente teórico y cultural de las ciencias. 

Empero, el quehacer de los poetas, escritores, filósofos, filólogos, historiadores o artistas, entre otros, apunta en otra dirección. Los objetivos de los mismos se orientan claramente hacia los fines del hombre, a los propósitos últimos del ser humano que clarifican nuestra vida y proporcionan un sentido integrador a la cantidad de conocimientos dispersos. Esto encauza a los humanistas en un diálogo trascendente con Platón, Sócrates, Sto Tomás, Jesucristo, Eliot, Nietzsche, Góngora, Neruda, Dalí, Darío, Sandino, Romero y los otros millares de modelos socioculturales dignos de emular por su valía moral, por su esfuerzo integrador o por la búsqueda de originalidad que llevan implícitos. Hacia allá van las pretensiones de los jóvenes mencionados en los ejemplos. 

El conocimiento de nuestro idioma o de nuestro pasado  no es un hobby, es principalmente un medio para apreciar la sabiduría acumulada de nuestros pueblos o de nuestros países hispanoamericanos, por ejemplo; es una forma de conocer adecuadamente la escala de valores que éstos ostentan y apreciar todo un mundo de expresiones emotivas y afectivas de Hispanoamérica. Es una vuelta a nuestras raíces, una forma de apreciar los anhelos de esas generaciones pasadas insertas en hazañas bélicas o en eventos sociales plagados de heroísmo y de entrega generosa. Es un reservorio cultural que posibilita la búsqueda de lo cualitativo, de la riqueza de la vida humana en sí,  de penetrar en las individualidades maravillosas e irrepetibles. Es un puente de goce estético y un esfuerzo considerable de unión de la mente, el espíritu y la belleza. Entonces, ante el deseo de los pocos adolescentes interesados en la cultura humanista, ¿por qué cortar ese nexo con el pasado que ellos perciben y no más bien fomentarlo? 

Notas.

  1. Cf. Saldivia, Zenobio: “Tecnología y sociedad. ¿Maridaje o divorcio?, Rev. Periódico Nuevo Enfoque, Diciembre,  2003. San Salvador.
  2. Ibidem.
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Un romántico olvidado en Nicaragua

Zenobio Saldivia M.

                                                          Prof. Visitante, I.H.N.; UCA, Nicaragua. 

Durante el siglo XIX, muchos viajeros, naturalistas, exploradores e ingenieros, recorrieron Centroamérica y específicamente muchas regiones de Nicaragua; entre estos Carl Bovallius, Julius Froebel, Williams Well, Orlando Roberts, E. G. Squier y Thomas Belt, por ejemplo. Este último, ingeniero, geólogo, explorador y viajero, viajó por Austria, Rusia y Oriente. En América visitó Brasil, Nicaragua, México y EE.UU. Según sus biógrafos llega a Nicaragua en febrero de 1868, por el San Juan y se dedica a explorar el país durante cinco años. Su visión del cuerpo físico de Nicaragua ha quedado consignada  en la publicación: The naturalist in Nicaragua (London, 1874). 

Dicha obra  es significativa todavía hoy,  por la enorme fuerza de su prosa romántica, conque logra mostrar a sus lectores, una visión de la flora y fauna nicaragüenses y que  consigue concitar nuestra atención y despertar sentimientos de asombro por la forma en que presenta a los referentes orgánicos de dicho país; por ejemplo, a lepidópteros como la morphos y la helicónida, o a escarabajos como el desmiphora fasciculata, o a hormigas como la pequeña ecidon predator, o a la guerrera eciton hamata, o a los tucanes como el ramphaustus tocard; que en conjunto con los  demás especimenes de la  sistematización de Belt, aparecen como insertos en una exuberante naturaleza, en plena interacción con todo el universo orgánico; matizadas además con una rica policromía y destacando claramente algún rasgo relevante de cada uno de ellos en su prosa. Su discurso es rico en descripciones, en colorido, y sobre todo llama la atención, porque se  alcanza un equilibrio entre los sentimientos del observador, como simple sujeto y el científico que pretende detener y consignar por la vía de la designación taxonómica, los distintos especimenes de la flora y fauna nicaragüenses. Por ejemplo, al describir a un tipo de mariposas señala: “Estas mariposas eran en su mayoría diferentes especies de Callidryas, amarillas y blancas, mezcladas con las especies rojas y cafés  de Timetes, que al ser perturbados se levantan en una masa giratoria. Sobre el terreno parecen un ramillete y cuando se alzan simulan una fuente de flores”. Lo anterior, es un trozo típico de la literatura romántica de los viajeros y exploradores que recorren América, en los cuales el romanticismo está presente doblemente: primero como forma de vida, en tanto sus tareas  científicas o de simple exploración,  son  motivadas por  el  mero  gusto de viajar  y  de estar  en  contacto con  la vastedad y las sorpresas que ofrece  un universo orgánico y un medio social diferente y extraño a sus costumbres; medios que lo obligan  a ratos a la soledad y al aislamiento, pero que también le dan la oportunidad para seguir su impulso estético: buscar la belleza en la naturaleza inexplorada de Nicaragua y otros países de Centroamérica. 

En este contexto, el  romanticismo de Belt se expande también a su prosa, en sus observaciones y descripciones de los referentes vernáculos, o al dar cuenta de las costumbres de los nativos y lugareños; o bien, al mostrar las distintas formas de interacción entre el medio natural y el social, en el cual se percibe claramente que  los nativos y sus costumbres, así como  la flora y fauna en que se desenvuelven, es considerado como un todo; como un paisaje humano, natural y social, como un cuadro de costumbres, a la manera de Humboldt.  El asombro que despiertan  los observables en el ánimo del científico, es una tónica constante en sus descripciones, tal como se puede apreciar al leer las vicisitudes previas al arribo a la actual ciudad de Matagalpa: “...mientras cabalgábamos; vimos robles y pinos enteramente por colgantes festones, con aspecto de musgos grises, de la Tillandsia usneesis o “barba de viejo”. No había ramita que no estuviera agobiada por un fleco colgante, de hasta seis pies de largo  que  simulaba  un  velo  gris meciéndose al viento, y que daba a los árboles una extraña y venerable apariencia. Cabalgar fue un placer después de la detención en Matagalpa; cada cosa era fresca y nueva para mí. El aspecto de la región, los árboles, matas y flores, los pájaros y los insectos, el aromático perfume de los pinos, todo reclamaba mi atención a cada minuto”. 

            El trozo anterior, nos permite observar  las características  señaladas como propias de la prosa  de Belt;  aquí  se percibe el fuerte asombro del explorador ante una naturaleza expansiva y emergente, la abundancia de exponentes del mundo orgánico, el uso de la tipología taxonómica en boga; así como también, una clara sensibilidad para captar la belleza del paisaje y el placer que siente el explorador en ello. Son algunas de las expresiones del romanticismo de Belt. 

Así, el autor va construyendo una prosa que presenta y explica un mundo de abundancia y de biodiversidad, en el que se insertan alegremente  los tanágridos,  los tucanes, los “congos”, las “barbas de viejo”, las enredaderas, los helechos, los escarabajos, el cedro, las mariposas, los jabalíes, las luciérnagas, los chagüites, las garzas blancas, los marjales, los jacanás, los lagartos, las palmeras y los pinos; por una parte. Y por otra, en el mismo universo de flora y fauna, va introduciendo a las hermosas nativas morenas  con sus pechos desnudos y colgantes, lavando la ropa o moliendo el maíz; y a los niños, también desnudos y jugando ora entre ellos ora con animales domésticos; o bien a los chontaleños detrás de su ganado, a los indios reparando sus chozas, a los bongueros con sus pértigas, desplazándose a través del Río San Juan. 

Es una primera mirada del cuerpo físico y social del país; por cierto parcial; pero es aún una lectura de la naturaleza en que no está  todavía el afán pragmático y utilitarista; el énfasis por unir vida, naturaleza y explotación capitalista, que ya en esta época se observa en el trabajo de otros ingenieros y naturalistas que recorren el país con la pretensión de obtener informaciones más exactas para materializar el proyecto político y económico del Canal transoceánico. Aquí, en la prosa de Belt, ese sueño no atraviesa la descripción y referencias del medio biótico. Sólo hay una mirada propia de un romanticismo tardío, entendido como un conjunto de valores literarios que trasuntan una tendencia hacia la obtención de la verdad, según el ideario de Humboldt y Goethe. 

La visión de la naturaleza nicaragüense  de Belt, por tanto, es poética, delicada; muestra un universo vasto, exuberante, policromático y dinámico, en el cual los elementos orgánicos e inorgánicos están en una proporción adecuada para la biodiversidad y la interacción del hombre con el medio; pero no es un mundo que se ofrece a los empresarios, como sucede más tarde con Lèvy, al dar cuenta de los recursos de Nicaragua, o como acontece en la prosa de muchos estudiosos de la historia natural y de viajeros de fines del siglo decimonono, que exploran los  territorios de América Meridional. La visión de Belt presenta un mundo para los ojos, para deleite de los sentidos; para contemplar, para gozar y para elevarse  a  la contemplación y  la  búsqueda  de  la felicidad. Así, más que un trozo de naturaleza dividida, segmentada entre porciones orgánicas o mineralógicas y estandarizada para la transformación y la explotación industrial, el discurso de Belt es un enfoque romántico. Una mirada que va  casi a contrapelo de otras visiones paralelas que - como señaláramos- ya en esta época (1874), se dan fuertemente motivadas  en torno al ideario del Canal transoceánico, y que  cubren a los medios gubernativos y a  culturales del país, con un sinfín de informes, precios, distancias, costos y maquinarias e implementos, sobre  esta franja de tierra aprisionada entre el Pacífico y el Atlántico y con una elite obsesionada por la construcción de un canal que no llega, pero que se desplaza entre el imaginario colectivo, a través de la diplomacia, de la política y de la economía nicaragüenses de las últimas décadas del siglo XIX. 

Actualmente, llama la atención que fuera de la memoria histórica consignada en algunas escasas obras sobre Belt y su presencia en Nicaragua, como por ejemplo la traducción de la obra de Belt: El naturalista en Nicaragua; que realiza Jaime Incer Barquero  en 1976 y del cual hemos tomado las citas aquí empleadas; no existe la misma pasión y alegría que tuvo el autor para contemplar el cuerpo físico de Nicaragua, con obras que hablen en profundidad del trabajo de este viajero naturalista. Tanto es así, que en una investigación social realizada durante los años 1954-1955, por Guerrero y Soriano de Guerrero, que tenía por objeto lograr nuevos antecedentes  sobre la estadía del naturalista en el país, a partir de la tradición oral en algunas regiones del país; no tuvo ninguna retroalimentación.  

La imagen y la labor de Belt, quedó así, tragada por la selva de la naturaleza y por la selva del olvido. Es una amnesia lamentable que desde la academia se desea revertir, como una forma de reivindicar la romántica obra de este autor.

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Presencia de la ética en el mundo universitario

Zenobio Saldivia Maldonado

  1. U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.  

Algunos antecedentes 

En la actualidad, la ética parece estar de moda y enseñorearse dentro de la cultura como un ave exótica y llamativa, pero lamentablemente no es porque esta forma del saber humano sea un espejo que refleje una orientación generalizada hacia nuestra perfección interior y una clara conciencia de estar en posesión del bien individual. Más bien parece ser una moda que emerge de una carencia y de un sentir  colectivo de auto-corrección. En efecto, la abrumadora casuística de atentados contra la probidad y la corrupción manifiesta de muchos profesionales en Chile, América, en Occidente y en el mundo entero, ha obligado en nuestra época, a repensar el papel de la ética en la curricula universitaria, y a delimitar nuevamente las razones de su presencia en las mallas cognitivas de los estudiantes. 

La ética, entendida en sus expresiones más sistematizadas, como disciplina que estudia deber ser del hombre en sociedad, y con un claro énfasis por el bienestar personal y social, tiene una larga data que se remonta a las bases del pensamiento judeo-cristiano y a la cultura griega en general. Pero por cierto, no son las únicas fuentes aunque si las más conocidas y difundidas, puesto que en las distintas culturas es posible encontrar pautas y directrices morales, que nos permiten colegir la existencia de una preocupación por el ser humano en su proyección histórica y en sus ansias de una búsqueda de perfección a futuro. 

En la sociedad contemporánea, la ética –al decir de Maldonado- es muy relevante y constituye uno de los tres vértices fundamentales sumados a la ecología y los derechos humanos que caracterizan los intereses de nuestro tiempo. (Maldonado, 2000). Y en este sentido, la presencia de la ética como disciplina instituida, se manifiesta frecuentemente en diversas instancias; entre éstas en el quehacer de la comunidad científica internacional y en las comunidades científicas de nuestro país, en la discusión de los temas de la agenda pública nacional o internacional, en los medios de comunicación y más recientemente parece estar siendo considerada en algunas empresas más serias, y en general en los tópicos que abordan los diversos medios de comunicación de masas en sus distintos formatos, entre otros ámbitos. Y en relación a lo que hoy nos interesa, en la curricula de los estudiantes de muchas y prestigiosas universidades principalmente de EE.UU. y Europa, y también en muchas de nuestro continente, aunque no en todas, en el quehacer de la comunidad científica internacional. 

En relación a la presencia de la ética en las comunidades científicas, ello queda de manifiesto toda vez que en la medida que tales organizaciones son más valoradas y  consideradas socialmente, se inician procesos de  reflexión académica y pública sobre sus procedimientos, métodos, alcances e impacto de la misma en la sociedad contemporánea. En este sentido, los trabajos de Robert Merton, a partir de la década del cincuenta del siglo pasado (Merton, 1978) interesados en delimitar los criterios de comportamiento ético de los miembros de las comunidades científicas, logran asentar un conjunto básico de normas para servir de guía y orientación a la comunidad científica. Luego vendrán, en esta misma dirección, los aportes de Bertrand Russell, más tarde la Sociología de la Ciencia de Mario Bunge (Bunge 1988) y más recientemente los preceptos ecologicistas sobre el deber ser de los científicos en la ejecución de sus tareas específicas. 

Por su parte, los resultados científicos se hacen cada día más visibles en sus formatos tecnológicos, y afectan notoriamente las costumbres imperantes,  obligándonos así  a replantear nuestra forma de vida y a cuestionar conductas que hoy son posibles en virtud del apoyo científico y tecnológico. Al respecto, la temática ética proveniente de las ciencias, nos indica la enorme preocupación por los valores, especialmente por el valor del “bien” y de lo “bueno”, en ámbitos tan disímiles como la física atómica, la química-física, la medicina, la ecología, la ingeniería y otras. Al parecer, el corpus ciencia-técnica, o ciencia-poder (Russell, 1969) ha avanzado de manera impresionante pero no se ha orientado principalmente a resolver los graves problemas humanos. 

En cuanto a la articulación de la ética con la agenda pública, ésta es perceptible en el plano del discurso político y en el ámbito normativo, puesto que en el ejercicio mismo de los hombres públicos, resulta imperativo mantener un adecuado correlato entre el discurso y las acciones públicas. Ello puesto que la sociedad como un todo y el resto de los exponentes de la clase política, están atento a esas eventuales y necesaria adecuación entre la corrección y probidad con las tareas y acciones de cada hombre público. Además es claro que el interés por la res pública en general, hace que el comportamiento, medios y fines de los exponentes de la clase política, sean constantemente revisados en base a los criterios de una sana convivencia social y a una diversidad de las tendencias políticas. Algo similar se observa también, en cuanto a la formulación de políticas públicas y en otros procedimientos en los cuales participan los personeros de la esfera política y otros agentes sociales, puesto que aquí se vuelve a planear la exigencia de la búsqueda por la rectitud de los fines y el impacto de  las normas que se desea implantar en el marco social. Aquí valoramos por ejemplo la Ley de transparencia y de acceso a la información pública, (Ley 20.285) instituida en nuestro país desde el 2009 y que obliga a las entidades a mostrar los procedimientos, actividades, sueldos y otros aspectos, que pueden ser solicitados por cualquier ciudadano. Nuestra universidad ha tenido en este ámbito, al parecer un buen desempeño.     

 

En cuanto a la presencia de los medios de comunicación  y su relación con los temas éticos, ello es muy comprensible puesto que los primeros poseen una fuerza que llega a todos los estamentos de la sociedad, y en este sentido tienen un compromiso ético y filosófico que los obliga a cautelar la búsqueda y presentación de la verdad, independientemente de la moral imperante y de cómo actúen o hayan actuado otros medios. Es uno de los imperativos que antropológica y socialmente consideramos como deseable para la convivencia en sociedad. Y además, porque en el despliegue mismo de estos medios, aparecen nuevas formas de ejercer la democracia y de conducción gubernativa, que dinamizan el quehacer individual y colectivo y dejan de manifiesto determinados aportes en la construcción de la verdad. 

Pero por sobre todo, porque estos medios, son el soporte que nos permite apreciar el enorme espectro de faltas a la ética que observamos hoy en el mundo globalizado, y en este sentido, los medios de comunicación actúan como un reservorio que muestra los distintos lados del hombre, sus debilidades, sus bajezas, así como también sus valores, sus nobles propósitos y sus convicciones. Y desde allí, por tanto, el hombre medianamente informado puede corroborar, diferir o encontrar su propia postura personal frente a esa casuística emergente, que va asentando así, una realidad insoslayable: la necesidad de considerar todas las acciones humanas desde un marco axiológico, cognitivo, teórico y orientador para apuntar hacia la obtención de los  ideales de perfeccionamiento moral y social de los seres humanos. Esa instancia autocrítica y reflexiva es la entrada al universo de la ética. 

En cuanto a la consideración de la ética en el universo empresarial, al parecer el ámbito de la presencia de la ética se diluye y se difumina toda vez que es frecuente observar faltas éticas en estas corporaciones y que los medios destacan insistentemente. Empero no podemos generalizar y creemos que hay organizaciones de esta naturaleza que tienen una preocupación ética, sea por cautelar su imagen corporativa o por una eventual filosofía de responsabilidad social.  

La ética en el mundo universitario 

Y en cuanto a la ética en las universidades, las razones de su existencia,  sus vicisitudes, sus dificultades y su dinamismo, es lo que analizaremos a continuación y demandará toda nuestra atención. 

Las universidades como Uds. saben, aparecieron en el Medioevo, entre los siglos XI y XII, vinculadas a las villas más importantes y constituyeron un plus económico para éstas. Entre las primeras recordemos la U. de Bolonia en 1088, en Italia, la U. de Oxford, en 1096, Reino Unido, o la U. de Salamanca en 1218, en España. En ellas se enseñaba el trívium y el cuadribium. El trívium incluía gramática, retórica y dialéctica, y el cuadribium incluía: aritmética, geometría, música y astronomía. Esto es las humanidades y las ciencias respectivamente, del período. 

En rigor, la presencia de la ética en la universidad, en nuestro tiempo, obedece a razones pragmáticas y humanistas. Lo primero porque en el mundo globalizado, caracterizado por una gran cantidad de interacciones sociales y su apoyo en las tecnologías de comunicación social, hacen imprescindible que los ingenieros y los futuros profesionales cuenten con un marco teórico y axiológico que les permita “orientar las conductas sociales y coadyuvar positivamente en la nueva sociedad del conocimiento (Saldivia-Valverde, 1998) y ponerse en guardia contra la dispersión y contra el maremagnun de posverdades que se difunden por los medios electrónicos y/o los tradicionales MCM. 

También para guiar su quehacer profesional hacia conductas que no estén reñidas con los preceptos éticos universales ni tampoco que atenten contra los derechos humanos en alguna de sus tantas expresiones. Y las distintas entidades profesionales, universitarias, científicas, empresariales y sociales que se preocupan de la ética o creen cautelarla, manifiestan un consenso al respecto, tanto por razones humanitarias y antropológicas, cuanto por razones de una mayor eficacia y conveniencia de las propias entidades; las cuales, al cumplir con dichos preceptos, se encuentran con una imagen corporativa más aceptada por el imaginario social y porque quedan en un mejor pie para sus tareas habituales, que aquellas que no las cumplen. Y en cuanto a los fundamentos humanistas, que justifiquen la presencia de la ética, estos se engarzan con la propia naturaleza humana, con nuestra finitud y persistencia, con nuestra errancia  (Giannini, 1995) y con el deseo manifiesto de una eterna búsqueda de perfección. Podría decirse abreviadamente, a este respecto, que la ética en la universidad, ha venido siendo un télos para fortalecer las humanidades y un reservorio indispensable para encontrar directrices que orienten a los diversos profesionales, en cuanto a la obtención de un ideario de preservación y manutención de un ambiente más propicio para el desarrollo humano y para el cuidado e interacción de la  biosfera en general. 

Dichos  aspectos, de ordinario son tratados en las asignaturas humanistas dentro del marco de una eventual intención de formación integral que se percibe en la Misión de casi todas las universidades, aunque dicho objetivo se visualiza más en el discurso que en los porcentajes de presencia efectiva de los ramos humanistas, y lo que es peor, en una idea empobrecida de universidad de algunos colegas que propician enfoques puramente profesionalizantes y operativos. Y lamentablemente también en muchos alumnos que abrumados por la carga de sus ramos de especialidad, tienden a ver a las humanidades como universos desplazables, entre éstos la ética.  Uds. que están aquí, y que han solicitado esta charla, son los espíritus selectos que sueñan con el perfeccionamiento del hombre y con una universidad más plena y más democrática. Empero, la misión y objetivos de las corporaciones de educación superior prestigiosas, trasuntan el compromiso de mostrar esa forma de saber denominada ética, en la malla de sus estudiantes, y/o con actividades paralelas que traigan a presencia el énfasis por la búsqueda del bien que es lo esencial de la ética, como por ejemplo con cuidadosas revisiones de los trabajos que eviten o disminuyan al máximo el plagio, o con actividades más lúdicas o novedosas como por ejemplo: “la semana de la ética” de la U. del Rosario, en Bogotá, Colombia, que se realiza cada año y donde se abordan temas relacionados con la probidad, el mundo empresarial y otros.  O el “Inventario sobre Ética Profesional del Estudiante Universitario”, que perfilaba temas y características del profesional contemporáneo, desarrollado por profesores y alumnos en la U. de Granada, hace algunos años.

Lo anterior, es relevante en especial ahora en que la vorágine de los cambios provocados por las nuevas expresiones científicas y tecnológicas y la nueva moral imperante asentada en la liviandad, en el monetarismo y en el egoísmo individual cuyas expresiones vemos a diario en nuestros países, obliga a estas corporaciones de excelencia, a no perder de vista la formación integral.

También hay que recordar que la universidad tiene el deber ético formativo de beneficiar a la comunidad y a la sociedad en general, comenzando por ofrecer a sus alumnos, medios, cursos y actividades que le permitan un desarrollo en su condición de persona para satisfacer su condición intelectual y axiológica y respetar sus preferencias estéticas y culturales y no sean finalmente sólo individuos para integrarse adecuadamente a la producción y al orden tecnológico imperante. Y en este ámbito quiero destacar que una de las expresiones de la intelectualidad es la capacidad de alcanzar una crítica respetuosa debidamente fundada sobre situaciones sociales y/o culturales  y sobre la propia adquisición del conocimiento, para no insertarse al medio social como un sujeto mediocre y sin opinión.  

Situación de la Ética en nuestra universidad 

La UTEM, al igual que otras universidades, poco a poco se ha ido alejando de las humanidades, de la filosofía y de la ética específicamente. En efecto, hace más de una década la filosofía todavía era parte de la malla de muchas carreras de ingeniería, además de cursos  de ética y electivos que se dictaban desde el Departamento de Humanidades. En la actualidad se nota que tales cursos prácticamente han desaparecidos, y que la ética profesional, es un raro espécimen que viene a la baja. Y con ello también los cursos electivos culturales.

Al respecto, aquí en este contexto cabe la reflexión que Uds. distinguidos alumnos han propuesto, en cuanto a fortalecer la presencia de la ética y de sugerir también otras cátedras, tales como la filosofía de la ciencia. Esto parece relevante pues si seguimos con este estado de cosas, se podría  llegar a la desaparición de las humanidades y con la desaparición de la ética de vuestras mallas. Se hace prioritario la articulación de un  constructo democrático de alumnos y profesores que vele por la revitalización de la las humanidades y de la ética en la UTEM, para alcanzar efectivamente la formación integral que aparece en la misión de nuestra corporación. 

Hacia algunas conclusiones 

La ética es una disciplina que puede aportar enormes beneficios a nuestros estudiantes para cautelar un correcto desempeño profesional y un universo axiológico que contribuya a su desarrollo como persona.

La ética se presenta como un referente cognitivo-axiológico que coadyuva a los estudiantes y profesionales a desarrollar su propia conciencia crítica y moral.

Al parecer en la UTEM, hay que cautelar colegiadamente (profesores y líderes estudiantiles) la presencia de la ética profesional en las mallas de las carreras de la UTEM. Ello en el bien entendido de velar por la formación integral que señala la misión de nuestra corporación y para ello se requiere estar en guardia para evitar la desaparición de esta asignatura. 

Bibliografía

Bolívar, Antonio: “El lugar de la ética profesional en la formación universitaria”, Revista Mexicana de Investigación Educacional,  Vol. 10, N°24, 2005, México.

Bunge, Mario: Sociología de la Ciencia, Ed. Sudamericana, Bs. Aires, 1988.

Cortina, Adela: “Ética, empresa y responsabilidad social”, en: Cortina, A. y Conill, J.: Democracia participativa y Sociedad Civil. Una Ética Empresarial, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 1998.

Funmayer T., Luis: “¿Porqué una ética en nuestros tiempos?”, Rev. Educare, Trasvase, Año 8, N°25, 2004, Venezuela.

Giannini, Humberto: “Humanismo y Universidad”, Anales de la U. de Chile, Sexta Serie, N°1, 1995, Stgo.

Maldonado, Carlos Eduardo: Derechos Humanos, Solidaridad y Subsidiariedad, Ed. Temis S.A. Instituto de Humanidades, U. de La Sabana, Bogotá, 2000.

Merton, Robert K. La Sociología de la ciencia, T.2. Madrid, Alianza Editorial, 1978.

Russell, Betrand: La Perspectiva científica, Ed. Ariel, Barcelona, 1969.

Saldivia M., Z. y Valverde T., F.: Las Humanidades en la Curricula de las Carreras de Ingeniería: Una Visión hacia Latinoamérica, Unión de Universidades de América Latina UDUAL, México y U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., 1998.

Santibáñez, Abraham: Ética periodística, Ja ja já, Bravo y AQllende Editores, Stgo.

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Zenobio Saldivia M. y Carolina Gatica M.
Universidad Tecnológica Metropolitana, Santiago, Chile. 

Algunos antecedentes

A través de la historia podemos encontrar un sinfín de teorías que apoyan la premisa de que la mujer es inferior al hombre, pero estas teorías no son más que eso, no pasan más allá del puro planteamiento y cuando se tratan probar como un hecho biológico, sólo se terminan empleando características socioculturales para justificar el por qué la mujer ha mantenido un rol inferior al del hombre durante los diferentes siglos, cayendo en la repetición de estas teorías como si se tratasen de arquetipos universales o dogmas.

Esta situación es algo trascendental, que va más allá del lenguaje, lugar o período histórico, y deja de manifiesto que la mujer ha sido continuamente relegada a los roles pasivos dentro de la sociedad, mientras que los hombres mantienen un rol activo. En las sociedades un poco más desarrolladas como por ejemplo en la cultura helénica clásica, el rol activo se traduce en términos de la participación en educación y en el ejercicio de la reflexión. Así, dichas teorías asociadas a la inferioridad y pasividad femenina, sentaron las bases para privar a las mujeres de la educación formal; tanto de la educación elemental en un comienzo, como posteriormente de educación universitaria. Es más, aún aquellas escasas féminas que contaban con el privilegio de recibir algún tipo de educación, debían esconder sus conocimientos en la esfera pública y sólo emplearlos en el ámbito privado, como si se tratara de una deshonra.  Todo lo cual, tuvo la catastrófica consecuencia de que las mujeres, prácticamente se consideraron como entes extraños y que no eran parte del genio inventivo humano. Actualmente sin embargo, desde el ámbito de la historia de las ciencias, la presencia de la mujer está siendo rescatada. En efecto desde los años ochenta del siglo XX, se nota fuertemente una nueva mirada sobre la participación de la mujer en ciencias; probablemente hayan influenciado para  este giro interpretativo, los trabajos de Evelyn Keller y de Ruth Bleier.[1]

Desde el Renacimiento en adelante se observa que, los movimientos que abogan por la educación de la mujer comienzan a tomar cada vez más fuerza; pero así como existen férreas defensoras y defensores de este derecho,  hay también grandes detractores, muchos de los cuales basaron sus alegatos en la teoría del griego Aristóteles.

Según Aristóteles, y según la opinión griega en general, la mujer era un hombre incompleto y casi un animal inferior por ello quedaba relegada a una condición de sumisión. En su libro Historia de los animales Aristóteles profundiza sobre esto, por ejemplo señala que la pubertad en las mujeres se produce a los catorce años y se observa “el abultamiento de los pechos y las llamadas menstruaciones rompen; se trata de un flujo de sangre parecido al de un animal recién sacrificado”.[2] Y más adelante agrega: “…el flujo menstrual en las mujeres es abundantísimo, superior al de las demás  hembras  de cualquier otro animal”.[3] Esto es, una identificación indirecta con el comportamiento de seres inferiores, desde el punto de vista biológico.

Lo anterior es curioso puesto que ya Platón en su libro La República había expresado:

- "Por tanto, si empleamos a las mujeres en las mismas tareas que a los hombres, menester será darles también las mismas enseñanzas.
- Sí.
- Ahora bien, a aquéllos les fueron asignadas la música y la gimnástica.
- Sí.
-P or consiguiente, también a las mujeres habrá que introducirlas en ambas artes, e igualmente en lo relativo a la guerra; y será preciso tratarlas de la misma manera”.[4]

Esto que describe Platón es algo completamente contrario a la percepción cultural de la polis griega, puesto que es un planteamiento sumamente revolucionario para aquel tiempo. Los griegos si bien eran un pueblo democrático y participativo, tenían limitaciones sociales para las mujeres, por ejemplo, no podían ejercer el derecho a ser escuchadas, debido a que no eran consideradas como ciudadanas, puesto que esto únicamente era reservado para los hombres. Las mujeres en esta cultura, además de pasar gran parte de sus vidas recluidas -por ser consideradas seres inferiores- no debían recibir educación. Ello era el sentir popular.

Pitágoras, por otro lado, también era partidario, al igual que Platón, de la educación para la mujer, puesto que en su escuela recibía a estudiantes mujeres, pero dado que toda la producción de la escuela se firmaba bajo el nombre de Pitágoras no fue posible identificar las autorías personales femeninas dentro del conjunto de la obra pitagórica.

Aunque estos dos grandes hombres abogaron por la educación de las mujeres, la cultura helénica en general, ubicaba a la mujer en segundo lugar. Sin embargo, nos han llegado algunos nombres de científicas célebres, como por ejemplo Hipatia y Aglaonice. Así la primera, más conocida como Hipatia de Alejandría, nació en el año 370 d.C., hija del filósofo y matemático Teón de Alejandría, quien deseaba que su hija llegará a ser un ser humano perfecto; esto es seguramente a lo que hoy asociamos con una educación integral que incluya conocimientos de humanidades y de ciencias. Hipatia se movió en un medio de profesores y filósofos que interactuaban en el Museo de Alejandría, incluso fue su directora probablemente alrededor del 400 d.C. Entre sus trabajos científicos recordemos aportes en algebra y también en aritmética; justamente escribió un comentario sobre la aritmética de Diofanto, escribió también diversos libros sobre geometría de las cónicas de Apolonio. Participó con su padre en la revisión y edición de los Elementos de Geometría de Euclides; también escribió un Canon de Astronomía y confeccionó una revisión de las Tablas Astronómicas de Ptolomeo; además se dedicó a la enseñanza de la matemática, la filosofía y la astronomía de su tiempo. Lamentablemente murió el año 415 d.C. asesinada cruelmente por una turba de cristianos.                   

Por su parte Aglaonice era astrónoma y fue capaz de predecir eclipses lunares; tales circunstancias no eran gratas para los griegos del género masculino pues la aplicación de conocimientos matemáticos y astronómicos referentes a la observación de los cielos, era considerada propiedad exclusivamente masculina.

Lo anterior parece ser una constante en la historia, pues cuando una mujer en las distintas épocas lograba sortear todas las barreras que se le colocaban para educarse y adquirir algún tipo de conocimiento que los hombres no poseían, éstos no la consideraban su igual. Ello porque aceptar este plano de cosas iría en contra de su visión de mundo, por lo que a menudo sacaban a relucir el argumento de que eran hechiceras o brujas, lo cual alcanzó su cima  durante la edad media donde una gran cantidad de mujeres murieron producto de esta creencia.

Mujeres y medicina

En cuanto a la medicina, las mujeres han jugado un rol crucial en el desarrollo de ésta disciplina, pues han sido ellas las que tradicionalmente se han encargado del cuidado de los enfermos del grupo familiar, además mediante el continuo contacto con la naturaleza fueron aprendiendo las propiedades de diversas plantas y hierbas, saberes que se transmitieron de generación en generación y muchos de estos conocimientos perduran hasta nuestros días. Por eso no es extraño encontrar cientos de ejemplos de curanderas o sanadoras en las diferentes culturas a lo largo de la historia, que ilustran lo anterior. Pero siempre eran asociadas con la medicina de carácter ritual o de carácter vulgar, puesto que al momento de institucionalizarse la profesión médica, las mujeres dejan de ser consideradas como iguales, siendo la Grecia clásica un vivo ejemplo de esto, sobre todo con la llegada de la medicina hipocrática y la difusión de la labor de la Escuela Médica de Cos. Dicha entidad aúna al primer grupo de científicos del cual poseemos sus obras completas. Existen cerca de treinta tratados, agrupados bajo el titulo de Colección Hipocrática. Esta incluye obras de Hipócrates y de los miembros de su escuela; versa sobre anatomía, fisiología, cirugía y terapéutica. Entre las obras que componen la colección, están el tratado de Esculapio. Los recursos terapéuticos de los médicos hipocráticos eran principalmente la cirugía, la dieta y el ejercicio. El médico griego Hipócrates (460-370 a. c), nacido en la isla de Cos, es considerado el padre de la medicina. Se le atribuyen más de cincuenta obras, pero desgraciadamente se sabe poco de su biografía. Se estima que estudió con Demócrito y que realizó algunos viajes; entre estos, a Egipto. Visualiza la enfermedad como algo puramente físico, y para revertirla privilegia la dieta y la limpieza.[5]

Agnódice de Atenas

En la Antigua Grecia, con la aparición de la filosofía existe un cambio de paradigma, surge el pensamiento científico y la búsqueda de una explicación racional para los diversos fenómenos. Ésta nueva forma de explicar el mundo también alcanza a la práctica de la medicina, dejando ya de considerarse a la enfermedad como un castigo de los Dioses sino como un desequilibrio entre los diferentes humores que componen el cuerpo humano (sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema), ésta teoría impuesta por Hipócrates permanecerá vigente durante 2.000 años.

En este contexto es célebre la historia de Agnódice, una aristócrata ateniense, quien desafiando las dificultades que hemos venido comentando en cuanto al ejercicio de la medicina por parte de las mujeres, a pesar de todo se las ingenió para ejercer la medicina. Por ello se disfrazó como hombre para ingresar a estudiar medicina en Alejandría con el famoso médico Herófilo, quien es considerado el primer anatomista dado su gran trabajo con la disección de cuerpos humanos.

Una vez concluidos sus estudios vuelve a su natal Atenas y comienza a ejercer su profesión manteniendo su disfraz de hombre y, solamente revelándose como mujer frente a sus pacientes, fue tal el éxito de Agnódice, que desató los celos de sus colegas, los cuales la llevaron frente al tribunal de Atenas, aduciendo que era un “corruptor” de mujeres. Frente al tribunal Agnódice revela que en realidad es una mujer, por lo que es sentenciada a muerte. Al enterarse de esto sus pacientes, mujeres de la aristocracia, se presentaron en el juicio y enfrentaron a sus maridos, amenazándolos con morir ellas también si la condena de Agnódice era llevada a cabo. Por lo cual el tribunal tuvo que revocar la sentencia a Agnódice y permitirle continuar con la práctica de la medicina, esta vez sin necesidad de un disfraz. 

A continuación presentamos un extracto tomado del libro Fábulas de Cayo Julio Higino, donde se menciona la historia de Agnódice:

“Cierta muchacha llamada Agnódice deseó aprender la medicina y tan vehemente fue su deseo que se cortó los cabellos al modo de los hombres, y se confió a la enseñanza de un cierto Herófilo. Después de aprender la medicina, al enterarse de que una mujer estaba sufriendo en su vientre, acudió a ella. Como ésta no quería confiarse a Agnódice por estimar que se trataba de un hombre, ésta se levantó la túnica y mostró que era una mujer; y así las iba curando. Cuando los médicos vieron que ellos no eran admitidos en presencia de las mujeres, comenzaron a acusar a Agnódice, porque decían que se trataba de un hombre depilado y corruptor de mujeres, y que ellas se hacían pasar por enfermas. Habiéndose reunido los areopagitas por este motivo, comenzaron a condenar a Agnódice. Ésta se levantó la túnica ante ellos y mostró que era mujer. En ese momento los médicos empezaron a acusarla con más fuerza. Por ello entonces las mujeres más distinguidas se presentaron en el juicio y dijeron: «Vosotros no sois esposos sino enemigos, porque condenáis a la que nos devuelve la salud». En ese momento los atenienses enmendaron la ley para que las mujeres libres pudieran aprender el arte de la medicina”. [6] 

Otras mujeres médicas en la antigua Grecia

Dentro de la mitología Griega se puede encontrar una diversidad de mujeres y diosas relacionadas con el  arte de la medicina, por ejemplo, en La Ilíada de Homero se menciona a Agameda hija de  Augías, rey de Élide de quien se dice que conoce las virtudes de todas las hierbas medicinales. Pero no es hasta el siglo IV a.c. donde encontramos una clara referencia a las mujeres médicas. Phanostrate (350 a.c. de Acarnes, Ática) fue la primera médica griega de la cual se tiene registro, puesto que en el epitafio de su tumba es recordada como partera y médica; esto nos permite concluir que en ese período ya se realiza una diferenciación entre estas ocupaciones, y que Phanostrate ofrecía además otros servicios aparte de atender los partos de mujeres que le valieron el título de médica[7].

Por su parte, Artemisia II, reina de Caria fue una importante yerbera de la antigüedad, elogiada por celebres personajes como Teofrasto, Estrabón y Plinio. Se le atribuye el crédito por el uso del ajenjo para tratar diferentes enfermedades[8].

La evidencia sugiere que algunas mujeres realizaron contribuciones originales a la medicina, pero estas se fueron perdiendo a través de siglos de plagio y confusión sobre la autoría. Por ejemplo Pitias de Aso, la esposa de Aristóteles, fue una bióloga y embrióloga griega, la cual durante su luna de miel en  Mitiline, se dedicó, junto con su esposo, a recolectar toda clase de especímenes vivientes. Se cree que ésta investigación de su cónyuge, habría contribuido en la escritura de algunos textos aristotélicos como Sobre la generación de los animales e Historia de los animales, pero el nombre de Pitias no figura en ninguno de estas obras[9].

Otro ejemplo de mujeres interesadas por la medicina pero ya fuera del período histórico de la Grecia clásica, sino más bien del período helenístico, es el caso de Metrodora, quien fue una ginecóloga y cirujana griega (probablemente existió entre los años 200-400 d.c.), la cual escribió un tratado Sobre las enfermedades y los cuidados de las mujeres[10]. Este texto es considerado el compendio medico más antiguo escrito por una mujer, y por muchos años fue atribuido a un hombre llamado Metrodorus, pues no se podía concebir que una mujer fuera la autora de este texto[11].

Según Holt N. Parker,  el tratado mencionado de Metrodora, comienza con una declaración general sobre el útero como fuente de la mayoría de las enfermedades de las mujeres. Luego trata las condiciones generales del útero: primero, un capítulo teórico y clínico bastante extenso sobre la inflamación; luego supuración, durezas (hoy miomas), cáncer, secreciones, hemorragias, prolapsos, frialdad, e inflación del útero. Posteriormente sigue una sección sobre enfermedades causadas por humedad excesiva: hidropesía, limpieza de úlceras, y recetas para restaurar la apariencia de la virginidad. A continuación se refiere a los métodos para ayudar a la concepción, curas para la esterilidad y tres recetas para la anticoncepción. Estas recetas contienen algunos elementos mágicos, aunque no hay hechizos ni oraciones. Le sigue una breve sección sobre el parto, que cubre la terapia con medicamentos para facilitar el nacimiento. Posteriormente un grupo de recetas mágicas: varias pruebas de fertilidad y virginidad, afrodisíacos y pociones de amor, todos los cuales eran una parte estándar de la medicina en ese entonces. Luego trata las enfermedades de las mamas e incluye a los cosméticos como parte regular de la medicina. El texto de Metrodora termina con recetas de incienso, un ingrediente común en muchos preparativos de medicamentos[12].

La forma en que se estructura su obra guarda semejanza con la de un libro de texto de medicina ginecológica  moderna y se ve muy influenciada por el corpus hipocrático.

Otra médica del período helenístico, de la cual se tiene registro es Antiochis de Tlos (s. I d. c.), hija del reconocido médico Diodoto, ésta probablemente comenzó sus estudios junto a su padre[13]. Sin embargo, fue capaz de hacerse un nombre por sí misma en las artes médicas, lo que le valió el reconocimiento del concejo de Tlos, así como de su gente, todo lo cual permitió que se erigiera una estatua en su honor en la ciudad de Licia[14] 

Palabras finales

Por todo lo anterior, tal como hemos visto la mujer sólo recientemente está participando en las comunidades científicas contribuyendo a la par con los exponentes del género masculino. Desde el punto de vista de la historia de las ciencias es altamente relevante los nuevos estudios que develan a las mujeres científicas olvidadas y/o postergadas por sus colegas del género masculino. Y en el caso de las mujeres médicas del mundo griego, tales como Hipatia, Agnodice, Metrodora entre otras, hay que reconocer que sus contribuciones fueron altamente importantes desde una doble perspectiva: tanto como por los logros en relación al conocimiento de los órganos y funciones del aparato reproductor femenino, como también desde el punto de vista filosófico y social por defender ante una cultura esencialmente masculina, la capacidad de reflexionar, investigar y realizar una praxis médica específica.            



[1] Cf. Keller, Evelyn Fox: Reflections on gender and science, New Haven, 1985. Y Bleier, Ruth: Feminist aproaches to science, Elmsford, New York, 1986.

[2][2] Cf. Aristóteles: Historia de los animales, Ed. Akal clásica, Madrid, 1990, p. 380.

[3] Ibídem.; p. 385.

[4] Platón: La República, Alianza Editorial, Madrid, 2005. 

[5] Cf. Saldivia M., Zenobio: En Torno a los albores de la Ciencia, Central de Publicaciones, Utem, Stgo.; 1994;  p.19.

[6]   Cayo, Julio Higino: Fábulas, Ediciones Akal, Madrid, 2008; p. 185.

[7] Parker, Holt N.: “Women Doctors in Greece, Rome, and the Byzantine Empire”. En: Furst, Lilian R.: Women Healers and Physicians: Climbing a Long Hill, University Press of Kentucky, Lexington, 1997; p. 133.

[8] Achterberg, Jeanne: Woman as Healer, Shambhala Publications, Boston, 1991, en línea en: https://books.google.cl/books?id=7X8SAgAAQBAJ&lpg=PP1&dq=Achterberg%2C%20Jeanne.%20Woman%20as%20Healer&hl=es&pg=PT48#v=onepage&q=artemsia&f=false [Fecha de consulta: 19-12-2017].

[9] Ogilvie, M. y Harvey, J. D.: The Biographical Dictionary of Women in Science: L-Z, Taylor & Francis, Nueva York, 2000; p. 1062, en línea en: https://books.google.cl/books?id=LTSYePZvSXYC&lpg=PA1444&hl=es&pg=PA1062#v=onepage&q&f=false ; [Fecha de consulta: 19-12-2017]. 

[10] Gregory, T y Markos, S: “Aspasia and Cleopatra Metrodora, Two Majestic Female Physician – Surgeons in the Early Byzantine Era”, Journal of Universal Surgery, Vol. IV, N°3, 2016; p. 1-2.

[11] Achterberg, Jeanne: Woman as Healer, Shambhala Publications, Boston, 1991, en línea en: https://books.google.cl/books?id=7X8SAgAAQBAJ&lpg=PP1&dq=Achterberg%2C%20Jeanne.%20Woman%20as%20Healer&hl=es&pg=PT48#v=onepage&q=artemsia&f=false [Fecha de consulta: 19-12-2017].

[12] Parker, Holt N.: “Women Doctors in Greece, Rome, and the Byzantine Empire”. En: Furst, Lilian R.: Women Healers and Physicians: Climbing a Long Hill, University Press of Kentucky, Lexington, 1997; pp. 138–140.

[13] Irving, Jennifer: “Restituta: The Training Of The Female Physician”, Melbourne Historical Journal, Vol. XL, N° 2, feb. 2012; p. 50, en línea en: http://journal.mhj.net.au/index.php/mhj/article/view/706 [Fecha de consulta: 02-01-2018]

[14] Parker, Holt N.: “Women Doctors in Greece, Rome, and the Byzantine Empire”. En: Furst, Lilian R.: Women Healers and Physicians: Climbing a Long Hill, University Press of Kentucky, Lexington, 1997; p. 134

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