9637506475?profile=RESIZE_584xZenobio Saldivia M.* 

LA FIRMA DEL ACTA

Los líderes políticos, los agentes culturales, los intelectuales y los habitantes en general de Centroamérica, están de plácemes. En efecto este año 2021, en los países de El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Guatemala, se evoca con regocijo la firma del Acta de Independencia de Centroamérica acaecida el 15 de septiembre de 1821. Dicho proceso si bien fue relativamente pacífico, con expresiones de separación de la Corona Española desde 1811, también sus líderes tuvieron sus desencuentros; pero, finalmente la inteligencia criolla de las antiguas provincias de Guatemala, Chiapas, Comayagua, San Salvador, Nicaragua y Costa Rica, le doblan la mano a la Corona Española y proclaman su independencia, dejando atrás la sumisión política y la invisibilidad cultural de esta porción de América.

Pero ahora, liberados ya del yugo ideológico hispano, aparece de suyo la necesidad de encontrar las raíces de la cultura regional, de asirse a lo oculto, a lo propio soterrado, a la auténtica idiosincrasia, a determinar ¿qué es lo centroamericano propiamente tal? Y justamente en esta tarea se destacan preclaros hombres tales como el abogado periodista y escritor José Celestino del Valle, quien estima que “el estudio más digno de un americano es América”; o el médico y periodista Pedro Molina, quien en el periódico El Genio de la Libertad expresa su gozo por la obtención de la independencia, justo el mismo día que ello acontece, el 15 de septiembre de 1821. Y lo poetiza en estos términos: “Es posible amada patria mía, que mis ojos/os hayan visto independiente/¡oh placer soberano!/¡Oh gloria incomparable a otra cualquier gloria!/.” Es que sabe muy bien que ahora se inicia la búsqueda de lo auténtico y que no será fácil. En efecto, uno de los primeros desencuentros es la determinación de anexarse o no al Imperio Mexicano de Iturbide, entre otros. 

AHORA A MIRAR EL CUERPO FÍSICO

Lo anterior, es parte de la génesis previa para la busca de lo identitario, luego a mediados del siglo XIX, vino la necesidad de mirar el entorno, la naturaleza; esto es, la necesidad de saber que se tiene en cuanto a referentes de la flora y a los especímenes de la fauna centroamericanas y a las características topográficas o geológicas de estas jóvenes repúblicas, para orientarse hacia el progreso y al ideario de la civilización europea. Y en esta nueva tarea, al igual que en las recién independizadas repúblicas de América Meridional, descuellan algunos sabios propios o nacidos en Centroamérica y enseguida una pléyade de viajeros, exploradores y científicos extranjeros que recorren la selva, los ríos, lagos, volcanes y montañas de esta vasta región del Nuevo Mundo. Así por ejemplo entre los sabios interesados por el cuerpo físico de Nicaragua y los actuales países vecinos, está Miguel Larreynaga, nacido en la ciudad de León; jurisconsulto, académico, polígrafo, filósofo y naturalista. Entre sus trabajos recordemos su Memoria sobre el fuego de los volcanes, o su Discurso sobre las artes. Así, como ilustración de su preocupación por la naturaleza centroamericana, podemos leer en su primera obra mencionada: “En esta parte de América donde vivimos, comenzando a correrla desde Chiapas, hasta lo último de Costa Rica, cualquier paraje donde se ponga el pie o la vista, es volcánico y sufrió el furor de sus fuegos, como testifican las piedras quemadas, las escorias, lavas que se ve unas veces a flor de tierra, y otras debajo de ellas”. Y en cuanto a los extranjeros, estos son muchos y señalemos al menos a: Ephraim Squier, Thomas Belt, Julius Froebel, Williams Wells, entre otros, que dan a conocer en Europa y Estados Unidos, las características de la flora y fauna centroamericana, durante el siglo XIX. 

¿UN NUEVO HORIZONTE?

Por tanto, es de esperar que estas celebraciones de los países centroamericanos -de los cuales este autor tuvo el honor de conocer y/o estudiar en breves pasantías en (Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Honduras)-, nos permita reflexionar sobre el estado actual de la cultura, la democracia, la salud y la educación de estas Repúblicas y los líderes y conductores actuales de estos países, logren consenso en varias líneas de trabajo colegiado, tendientes a cautelar la condición de sus instituciones para hacerlas más cercanas a los requerimientos de la civilidad, y al mismo tiempo acuerden mecanismos para proteger y defender la exótica y pletórica naturaleza centroamericana. Si se logra algo muy próximo a esto, será efectivamente un momento de comprensión sobre la conveniencia de un nuevo universo social y natural por el cual trabajar y en el cual realizar nuestros proyectos de vida.

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*  Profesor de Filosofía, Mg. en Filosofía de las CS. (USACH), Dr. en Historia de las Cs. (USACH), Académico e investigador de la U. Tecnológica Metropolita, Stgo., Chile.; Dr. Honoris Causa, U. Ada Byron, Perú.