- Tecnológica Metropolitana, Stgo.,Chile.
Con el epígrafe mencionado y alusivo al viejo sueño de la unidad de las ciencias, se persigue analizar y dar cuenta del reciente trabajo de los destacados académicos mexicanos: Alberto Saladino García y Graciela Zamudio Varela, quienes indirectamente además de desbrozar aspectos de la marcha de la ciencia y de la historia de las ideas de su país en el ensayo que estudiaremos a continuación, tocan además del tema de la colaboración y el contacto entre las humanidades y las ciencias, el trascendente espíritu holístico de los exponentes de estos saberes. Así, el libro: Científicos y Humanistas en la Historia de México, de Alberto Saladino García y Graciela Zamudio Varela (Coordinadores), Ed. Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, A. C., México, 2017, 148 páginas, nos ilustra adecuadamente al respecto.
El texto en comento, articula la obra de diversos exponentes de las ciencias y las humanidades analizados por académicos de vasta trayectoria, quienes, coordinados por Saladino y Zamudio, abordan analíticamente la labor científica y cultural de preclaros humanistas y científicos cuidadosamente elegidos; algunos del siglo XVIII, otros del siglo decimonono y algunos de comienzos del siglo XX en México. Así por ejemplo, en cuanto a autores del Siglo de la Ilustración destaquemos a Juan José Eguiara y Eguren, cuya obra y su legado es presentada por Saladino Garcia, quien luego de dar cuenta de los aspectos biográficos de Eguiara, explica detalladamente la tarea de organizar y desarrollar la Bibliotheca Mexicana, la primera enciclopedia escrita en el continente americano, que asumió este personaje con lo cual sentó las bases de la producción intelectual del México dieciochesco y la insertó en la cultura del Nuevo Mundo, enfatizando Eguiara claramente que los autores presentados en esta enciclopedia, eran mexicanos y mexicanas, adelantándose así en su época, al uso de estas voces.
También en cuanto al siglo XVIII, se destaca el capítulo de Silvia Torres Alamilla, quien analiza la vasta obra científica de José Ignacio Bartolache, sabio polímata que abordó en su época temas de historia natural, de física, matemática y medicina entre otras, y quien se esforzó por difundir la importancia de la matemática por ser una ciencia que entrega conocimientos ciertos porque su método “es exactísimo y rigurosísimo para hallar y enseñar las verdades incógnitas”, y en medicina se destacó por organizar un plan para combatir la viruela en su época.
En cuanto a exponentes del siglo XIX, los académicos Lucero Morelos Rodríguez y Ana Lilia Sabas, se concentran en traer a presencia los aportes científicos de tres generaciones de la familia Bustamante oriunda de Guanajuato, y tras de aclarar la secuencia genealógica de los miembros de esta familia, destacan los estudios y contribuciones científicas de los mismos. Entre éstos destacan a Miguel Bustamante y Septién quien se dedicó a la historia natural y a los estudios de zoología y botánica y a publicar sobre estos temas en revistas científicas de la Ciudad de México. También los autores destacan a José Pío de la Luz Silviano (hijo de Benigno Bustamante), quien se orientó a la docencia académica en el área de la botánica, en el Colegio de Minería de México y en la Escuela Nacional de Agricultura y se insertó en numerosas Comisiones Científicas y Literarias del México decimonónico. Y así continúan los autores hasta llegar a la tercera generación de los descendientes de esta familia marcada por el sino del estudio y la ciencia.
Por su lado la autora Graciela Zamudio Varela, nos trae a presencia los logros de los hermanos Alfredo y Eugenio Dugès, quienes si bien nacieron y estudiaron en Francia, durante su permanencia en México, dejaron un legado que marcó un hito en la ciencia nacional. Así Alfredo Dugé, por ejemplo, ya titulado de médico, se asentó en México y se dedicó a ejercer la medicina pero pronto la historia natural lo apasionó interesándose principalmente en la flora y fauna de México, en especial de la región de Guanajuato. Y siguió luego con los estudios de reptiles y batracios de México. Y un derrotero similar dejó Eugenio Dugés, quien también con su título de médico se asentó en México y luego de un período de ejercicio de esta profesión se interesó por los referentes orgánicos de México, publicando en relación a estos temas en revistas científicas de México y Europa.
A su vez, el investigador Adolfo Olea Franco, se concentra en estudiar la producción científica del humanista Alfonso L. Herrera y del médico Daniel Vergara López. Así, Olea Franco, tras dilucidar los aspectos humanos y las vicisitudes laborales de estos intelectuales, analiza cuidadosamente el texto: La vie sur les hauts plateaux. Influence de la pression barométrique sur la constitution et le développement des êtres organisés. (1889); destacando lo novedoso de la obra en relación a cuestionamientos sobre la aplicación de la fisiología en las alturas, o en cuanto a destacar la capacidad de las plantas y de los organismos en general, para adaptarse a ambientes nuevos.
Por su parte, los autores Irma Escanill-Herrera y José Omar Moncada Maya, analizan la conducción y el aporte científico realizado en la UNAM, desde sus respectivos períodos como conductoras del Instituto de Geografía de esta casa de estudios superiores. Para ello dan cuenta de la historia del Instituto, de sus hitos más relevantes comenzando con su fundación en 1934, las cátedras dictadas en relación a las ciencias de la tierra y sus expositores más relevantes, hasta llegar a la asunción de las colegas femeninas en la dirección de este Instituto, quienes lo estuvieron conduciendo durante durante treinta y cuatro años, entre 1943 y 1977. Todo un acontecimiento de primacía académica femenina mucho antes que el tema del género descollara en nuestras universidades latinoamericanas.
A su vez, el capítulo de la académica Martha Rosas Vilchis, aborda el tema de la Planificación Urbana en México, destacando principalmente la labor de Carlos Contreras Elizondo y Estefanía Chávez de Ortega, para lo cual analiza la trayectoria de estos arquitectos y busca correlatos y convergencias entre los mismos, en sus tareas de intervención del medio; destaca la autora que estos profesionales han entregado propuestas arquitectónicas y urbanísticas más racionales y holísticas; para evitar un mero crecimiento desbordante y azaroso de las ciudades, sino que llamaron la atención sobre la conveniencia de generar políticas públicas que integraran la vivienda, el entorno, la sanidad y el ordenamiento urbano de las industrias, y que sobre todo cautelaran el centro histórico de las ciudades de México.
Y el capítulo del investigador Rafael Guevara Fefer, se centra en la labor del historiador y fisiólogo José Joaquín Izquierdo, como puente de intercambio científico entre EE.UU. y México; para ello el autor analiza los viajes de este científico mexicano y los trabajos para observar los métodos norteamericanos para la producción de vacunas y para conocer los estímulos y características de trabajo de las ciencias biomédicas en general. Y de este modo el autor va destacando como la hegemonía norteamericana en la actividad científica arriba a México.
Por lo anterior, desde Chile, destacamos el esfuerzo de estos investigadores que se dedican a la historia de las ideas y a la historia de la ciencia de México, y en especial, aplaudimos la organización y estructura del texto coordinado por Saladino García y Zamudio Varela. Esta obra es un claro ejemplo de las luces que nos aportan desde México estos académicos para desvelar esfuerzos cognitivos olvidados de preclaros sabios y científicos de nuestra América, por la marcha del eurocentrismo.
Stgo., Chile/Julio/2018.
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