Publicado en Rev. Intersticios Sociales, El Colegio de Jalisco, 2015, N°10.
Patricio Leyton A.* y Zenobio Saldivia M.**
Resumen
Se sostiene tradicionalmente que la física es la ciencia que estudia los estados de la materia y que procura realizar explicaciones racionales a los fenómenos naturales mediante el uso de complejas ecuaciones matemáticas. No obstante, consideramos que esta ciencia puede tener otros usos más allá del mero y objetivo estudio de la realidad natural. Este fue el caso de la expedición científica española, al mando del navegante y científico italiano Alejandro Malaspina, la cual recorrió los dominios de ultramar de la Corona española entre los años 1789 a 1794 y efectúo trabajos científicos en las más diversas disciplinas, siendo la física una de ellas. En este sentido, la física en la comisión hispana tuvo un cariz de tipo ideológico, práctico y teórico-experimental. El primero está dado por el vínculo de la física con aspectos de tipo político, civilizatorios y de prosperidad nacional, los que están en directa concordación con el ethos de la Ilustración europea. El segundo, en tanto, está en directa relación con los trabajos propiamente científicos, vale decir, se analiza la física en concordancia con el uso de instrumentos científicos, la medición y cuantificación de fenómenos de la naturaleza y el empleo de una metodología de acuerdo a la ciencia del siglo XVIII. Por último, el aspecto teórico-experimental, está condicionado por las explicaciones de tipo físico y teórico que se dio a ciertos elementos de la naturaleza y por la elaboración de experimentos y experiencias sobre los estados de la materia, mientras transcurrió el derrotero por los océanos Atlántico y Pacífico.
Palabras Claves: Expedición Malaspina, Física, Ideología, Práctica científica y Experimento
Abstract
Is traditionally held that physics is the science that studies the states of matter and attempting to make rational explanations of natural phenomena by using complex mathematical equations. However, we believe that science can have other uses beyond simple and objective study of natural reality. This was the case of the Spanish scientific expedition under the command of navigator and Italian scientist Alessandro Malaspina, which toured overseas dominions of the Spanish crown between the years 1789-1794 and have made scientific work in diverse disciplines, being physical one. In this sense, physics in the Hispanic committee took a turn type ideological, practical and theoretical-experimental. The first is given by the bond of physics aspects of political, civilizational and national prosperity, which are in direct concordación with the ethos of the European Enlightenment. The second, meanwhile, is directly related to actual scientific work, ie physics is analyzed in accordance with the use of scientific instruments, measurement and quantification of phenomena of nature and the use of a methodology according to science of the eighteenth century.
Finally, the theoretical and experimental aspect is conditioned by the explanations type physicist and theorist who was given to certain elements of nature and the development of experiments and experiences about the states of matter, as he went the route through the oceans Atlantic and Pacific.
Key words: Malaspina Expedition, Physics, Ideology, Scientific practice and Experiment.
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* Lic. en Historia, PUCCH, Stgo., Chile.
** Dr. en Historia de las Cs., U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.
Introducción
La física en el siglo XVIII fue una de las ciencias de la naturaleza con más avance y progreso. La misma estuvo sujeta a nuevos descubrimientos, a nuevas formas de experimentación y a la utilización de nuevos instrumentos; hasta que finalmente logró institucionalizarse socialmente a través de su presencia en las academias de las ciencias y en virtud de su enseñanza en las universidades. La física del Siglo de la Ilustración tuvo como horizonte teórico e intelectual a la mecánica newtoniana, la cual comenzó a desplazar a la filosofía natural de tipo escolástico que aún permanecía dentro del currículo de enseñanza de algunas universidades y centros educacionales de Europa. Por lo cual, el siglo XVIII está caracterizado tanto por la consolidación y expansión de la física newtoniana como paradigma científico, cuanto por la cantidad de viajes, cotejos de medidas y el empleo de instrumentos.[1]
En España, en tanto, La Corona y parte de los sectores ilustrados realizaron una intensa labor en torno a crear instituciones que le dieran un auge y difusión a las ciencias. Por ello, además de la contratación de sabios y científicos extranjeros (como por ejemplo Alejandro Malaspina y Juan Vernaci de origen italiano o Tadeo Haenke de nacionalidad checa, que serán parte de la expedición malaspiniana); se interesaron también en la actualización de los contenidos relativos a la enseñanza de las ciencias en los colegios y en los centros de educación superior. Igualmente, se dedicaron a fundar una serie de establecimientos inexistentes durante los siglos de la administración de los Habsburgo, con el objetivo de hacer de la ciencia una actividad cada vez más social. Entre estas entidades están: “los Colegios de Cirugía de Cádiz (1748) y el de Barcelona (1760), la fundación del Observatorio de Marina de Cádiz (1753), la Asamblea Amistoso-Literaria de Cádiz (1755), la Real Sociedad Militar de Madrid (1757), el Colegio de Artillería de Segovia (1762) y las Academias de Guardias Corps de Madrid (1750), todos ellos vinculados al aparato militar del Estado”.[2] Pero no sólo Madrid, acusaba el impacto del interés por la ciencia ilustrada, también en ciudades como Cádiz, Barcelona y otras, se percibe una porfía por erigir librerías y gabinetes de historia natural y una bullente actividad orientada a hacer y repetir varias observaciones y experiencias, utilizando instrumentos y máquinas muy costosas.[3] Todos estos cambios al sistema científico español deben entenderse al alero de las reformas borbónicas, que aspiraban a modernizar tanto política como culturalmente, la estructura social del Imperio Hispánico a ambos lados del Atlántico.
Una de las particularidades de la ciencia hispana en el período ilustrado fue la militarización de esta actividad. Ejemplo de aquello, lo constituye el hecho de que la mayor parte de las instituciones anteriormente aludidas corresponden a corporaciones de tipo castrense, en las que se incluyeron los contenidos de la ciencia moderna en la formación de los futuros oficiales. De este modo, en este aspecto, tal como lo han señalado Antonio Lafuente y José Luis Peset, “se consolida un proceso de militarización de la ciencia española, uno de los rasgos más acusados de nuestra Ilustración”.[4] Objeto de esto, fue la formación de ingenieros militares que fueran capaces de realizar trabajos científicos necesarios para los requerimientos políticos de la Corona, tales como: construcción de fuertes, levantamientos cartográficos, estudios hidrográficos, diseños de ciudades, etc., tal como lo han estudiado Horacio Capel, Joan Eugeni Sánchez y Omar Moncada para el siglo XVIII.[5] En efecto, recuérdese que incluso el mismo Alejandro Malaspina, tuvo que realizar trabajos de tipo militar y científico como parte de su trayectoria de hombre al servicio de la España de los Borbones.[6]
A pesar de los cambios y de las reformas a la institucionalidad científica española en el siglo XVIII, la Península fue considerada como parte de la periferia científica europea, entendiendo que los centros del saber estaban en países como Inglaterra y Francia; ya que España no había logrado los estándares de producción e investigación que estos países habían alcanzado, y además porque los ibéricos no poseían una comunidad de científicos consolidados a nivel social e intelectual de reconocimiento internacional. Cabe destacar que éste Imperio, no fue el único considerado marginal en las ciencias del siglo XVIII, ya que existieron otras naciones a las cuales también se las consideró como periferia a nivel cultural y de producción de conocimiento, “…como Rusia, Prusia, Austria o España, pues no había grupos sociales grandes e importantes que se interesaran por la institucionalización de la ciencia como valor social. No podemos hablar de movimiento cientificista en esos países en el sentido en que se presentó en Occidente. Hasta el punto de que existiera ese movimiento, se trataba siempre de un movimiento secundario, un trasplante de ideas extranjeras y papeles sociales, que solamente tenían raíces débiles en esas sociedades. Sin embargo, esos movimientos “secundarios” tuvieron éxito, hasta cierto punto, ya que los círculos intelectuales que abogaban por ellos consistían de personas importantes, poderosas y capaces (otros tuvieron escasas oportunidades para aprender algo relativo al estado de la ciencia y de la sociedad en Occidente). Tuvieron también éxito, debido a que las implicancias posibles de la ciencia para la tecnología (incluyendo la militar) constituían un argumento importante para todos los gobernantes”.[7]
Entonces, a pesar de la condición periférica de España en cuanto al conocimiento de la ciencia, se desarrolló en la Península un interés por renovar y actualizar los saberes como ya hemos adelantado, que era lo característico de la filosofía natural moderna; justamente por este motivo se hicieron esfuerzos por introducir la física newtoniana en los contenidos de enseñanza de las academias hispanas; decisión que entró en conflicto con la filosofía escolástica predominante de tipo aristotélico. Por esta razón, los grupos de religiosos y teólogos vieron con malos ojos la introducción de la moderna filosofía natural, en gran parte debido a que algunos planteamientos de la física newtoniana contradecían a la física aristotélica, la que con el tiempo se había transformado en la física oficial de la Iglesia Católica. Es en este marco social e intelectual en el que se desarrolla la física en la Expedición Malaspina hacia fines del siglo XVIII en su viaje por el mundo.[8]
Ahora bien, en relación al desarrollo de la física como actividad científica, inserto en el derrotero malaspiniano, queremos proponer aquí que ésta tuvo una implicancia de tipo ideológico, práctico y teórico-experimental; fenómeno que se dio a partir de toda la travesía de la expedición por los océanos Atlántico y Pacífico. Estos tres ejes temáticos se dieron de forma conjunta, pero para facilitar el análisis hemos preferido abordarlos por separado.
Así, en el plano ideológico por ejemplo, recuérdese que los miembros que constituyeron la plana científica de la expedición, como los físicos, se vieron enfrentados a ribetes que superaron la pura práctica de la física como ciencia, incluyendo elementos de tipo externo a esta actividad intelectual, como lo fueron ciertas implicancias de tipo político, económico y social. En este sentido, en el plano ideológico, la física es considerada como un dispositivo cultural al servicio del Estado y la sociedad ya que esta disciplina podía proporcionar a la Corona Española, un elemento de dominación racional de las posiciones ultramarinas y constituirse como una forma de civilizar aquellos territorios en que la práctica de la ciencia ilustrada eran desconocidos, y por ello al suministrar información adecuada al respecto, se alcanza ipso facto un prestigio de tipo internacional debido a la benevolencia del Estado español para con la ciencia.
En el plano práctico, en tanto, la física tuvo un perfil más científico, basado principalmente en la medición y cuantificación de algunos estados de la materia en los lugares visitados, a partir de los modernos instrumentos de mensura, por lo cual se puede hablar de una ciencia de tipo cuantitativo y matemática, basada en la observación directa de los fenómenos de la naturaleza. Es decir -mirado desde nuestra contemporaneidad- la física desarrollada en el derrotero malaspiniano, estuvo cumpliendo el paradigma newtoniano de su tiempo, y resolviendo los enigmas bajo este prisma, con los instrumentos y las reglas propias de los miembros de su comunidad científica, como diría Kuhn.[9]
El aspecto teórico-experimental, en este hito, está relacionado con la física a un nivel más explicativo y descriptivo acerca de ciertos fenómenos que naturaleza presentó durante el viaje, sumando a esto los experimentos de tipo físico que se desarrollaron en algunos lugares específicos de América y en otros lugares. En lo que sigue, por tanto, profundizaremos en relación a estos tres ejes interpretativos.
I. La Física como ideología
Algunos estudios de tipo epistemológico, en nuestro tiempo, han venido a cuestionar la supuesta imparcialidad de la ciencia como producto cultural, argumentando que “la idea de una ciencia neutra es una ficción, y es ficción interesada, que permite considerar científica una forma neutralizada y eufemística (y por lo tanto particularmente eficaz simbólicamente porque es particularmente desconocible) de la representación dominante del mundo social.”[10] Bajo esta perspectiva, entonces, podemos considerar que la ciencia puede ser utilizada para medios que no están necesariamente relacionados con la producción de un conocimiento objetivo del mundo, sino que más bien puede ser empleada para otro tipo de propósitos; es por esta razón que en esta comunicación hemos preferido hablar de la ciencia, en este caso específico de la física, como ideología. Los discursos de tipo ideológico por parte de las ciencias pueden ser considerados como aquellos “que se presentan como una representación adecuada del mundo, pero que tienen más un carácter de legitimación que un carácter únicamente descriptivo”[11] y por lo cual, tienden a buscar otro tipo de motivaciones más allá de la mera búsqueda del conocimiento; en este sentido, las imágenes de tipo ideológicas de las ciencias, transmiten “una representación del mundo que tiene como efecto motivar a la gente, legitimar ciertas prácticas y enmascarar parte de los sesgos y criterios utilizados; o, lo que viene a ser igual, cuando su efecto es más reforzar la cohesión de un grupo que una descripción del mundo.”[12] Además, la ciencia como un conjunto coherente de ideas sobre el mundo puede ocultar otro tipo de intencionalidades, ya que “las ideas sirven bien a menudo para enmascarar con pretextos legitimadores los motivos reales de nuestras acciones. Esto es lo que tradicionalmente se denomina “racionalización”, y que en el plano de la acción colectiva lo llamamos ideología”.[13]
La ciencia puede ser definida como un campo intelectual, ya que este corresponde a un “espacio relativamente autónomo, ese microcosmos provisto de sus propias leyes. Si bien está sometido, como el macrocosmos a leyes sociales, éstas no son las mismas. Si bien nunca escapa del todo a las coacciones del macrocosmos, dispone de una autonomía parcial, más o menos marcada, con respecto a él.”[14] La física, en este caso entonces, al ser objeto de un plano ideológico, perderá independencia, puesto que al estar al servicio de otros intereses, más allá de propiamente científico, pierde su autonomía, debido principalmente a que “la heteronomía de un campo se manifiesta esencialmente en el hecho de que los problemas exteriores, en especial los políticos, se expresan directamente en él.”[15] Para el caso de la física en la Expedición Malaspina esta dinámica es evidente tal como la veremos a continuación.
Malaspina, en una carta enviada a Antonio de Ulloa, le señala lo esencial que resulta la práctica de la física como ciencia para la felicidad de la nación, indicando que “los objetos de Historia Natural; y antes de tratar de los que presenta en su seno la tierra, no desagradará á V.E. un pequeño examen de los que encierra el mar y pueden ser útiles, ó en general á los conocimientos físicos, ó en particular al aumento de la prosperidad nacional.”[16] Al respecto, cabe destacar que en el siglo XVIII no había una clara distinción entre historia natural y física, como menciona Horacio Capel en estos términos: “desde el punto de vista culto pero no científico la distinción entre física e historia natural resultaba a veces difícil, y los autores usaban indistintamente las dos denominaciones,”[17] además en el Siglo de la Ilustración “el estudio del territorio y en los programas ilustrados de educación popular, física, historia natural y geografía –además de la economía política- se combinaban de forma inextricable.”[18] En una segunda carta de Malaspina dirigida nuevamente a Antonio de Ulloa, el navegante italiano repite el tópico de la ciencia física en relación a la prosperidad de la nación, en este caso destaca el rol del físico como hombre encargado para dicha tarea, advirtiendo que: “En el tiempo de mi demora en Lima no dejaré en aquellos diarios todo cuanto sea conducente á este punto importante; pero V.E. atravesó aquellas costas con todas las luces de un físico, y en aquellos mares poco trillados, de dicha ciencia, más bien de la mera práctica, han de esperarse los principios sólidos que afiancen el bienestar y la felicidad de los que habitan sus orillas”.[19]
La ciencia como portadora de la prosperidad y felicidad de los pueblos era parte de la mentalidad ilustrada de la época, debido a que “indudablemente no podía ser otra la consideración de que la ciencia sirviera para solucionar los problemas concretos de la sociedad indiana”[20]. También, la física debía dotar de un conocimiento cierto para ser aplicado al comercio, el cual era una de las funciones fundamentales de las expediciones científicas, ya que como indica Malaspina en su discurso preliminar, la visita de “la mayor parte de nuestras colonias del mar Pacífico y franquear la navegación fácil de unas á otras: debíamos, si fuese posible, apurar los conocimientos físicos y astronómicos para vencer, ó los riesgos, ó la rutina de las especulaciones mercantiles.”[21] El conocimiento científico con fines económicos es una tónica dentro de las comisiones científicas, debido a “que se trataba de aprovechar a los científicos para que perfeccionasen el conocimiento de la Historia Natural (en todas sus facetas), a la par que recoger herbolarios y colecciones de los productos de la naturaleza, rectificar los errores en la Medicina y hallar elementos útiles para incrementar el comercio.”[22]
La física para Malaspina debía traer un bienestar y progreso no solo en el campo de las ciencias, sino que a nivel social, debido a que “la Física, la Mecánica, La medicina, divididas actualmente en otros muchos ramos secundarios, han multiplicado al mismo tiempo la ocupación útil de los sabios y sus inventos para el bien de la sociedad.”[23] Para logar dicho cometido, el propio navegante italiano, junto a su tripulación debían traer el conocimiento científico y, de la física, a tierras en que este era desconocido, ya que “el destino de los naturalistas era otro punto que debía ocuparnos sériamente; uno y otro igualmente infatigables, inteligentes y útiles hubieran al mismo tiempo sufrido inútilmente los trabajos de nuestras navegaciones próximas y sacrificando una estación entera, mientras las partes interiores de la América meridional estaban aún desconocidas para las ciencias físicas y particularmente para la botánica”.[24]
Dicho afán de llevar los progresos de la física a lugares donde no había llegado, también lo podemos encontrar en otros miembros de la tripulación, como por ejemplo en José Espinosa y en Felipe Bauzá, quienes realizando un experimento con la velocidad del viento en Santiago de Chile al regreso de la expedición por las islas de Oceanía, hacen constar que: “Por eso las han practicado en todos los tiempos, sujetos celosos de los progresos de la Física en general, y nosotros, animados del propio espíritu, hemos hecho las siguientes en el llano del Maipó en el Reino de Chile, donde no se había practicado hasta ahora”.[25] No solo la ciencia en general y la física en particular, eran utilizadas con motivos ideológicos y en búsqueda de un progreso material y cultural, sino que los mismos instrumentos científicos debían estar al servicio de la nación, debido a que en palabras de Malaspina, “una Oficialidad, activa, é Inteligente; y un Acopio de Istrumentos [sic], qual era nuestro podían muy bien combinar el, que explayásemos nuestros deseos de ser útiles a la Nación, con un Servicio no indiferente, a el qual no estavamos contraídos de antemano”.[26]
La física como ciencia exacta y como matematización de la naturaleza, a través de los navegantes que expandieron este tipo de conocimiento por todo el planeta van a ser los activos participes del dominio mundial por parte de los Estados y monarquías europeas en el siglo XVIII, tal y como ya lo ha señalado el filósofo de las ciencias Gérard Fourez al respecto: “Lo que permitirá a los conquistadores dominar el Planeta es ese arte de la previsión, del cálculo, del dominio. Poco a poco, esa capacidad de los occidentales para ver el mundo independientemente de los sentimientos humanos, únicamente en función de sus proyectos de dominio, se revelará de una notable eficacia. Los navegantes serán capaces de transportar sus conocimientos de un sitio a otro. Su saber, por estar despojado de lo que es individual y local, se verá cada vez más como universal”.[27]
La ciencia como dominación sería parte del éthos de la Ilustración, y por lo cual las expediciones científicas responden a estos propósitos, ya que como señalan Horkheimer y Adorno “el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre la naturaleza desencantada. El saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las criaturas ni en la condescendencia para con los señores del mundo”.[28] No sólo a la práctica de la ciencia debe entendérsela como búsqueda del progreso material y social de la nación y la sociedad española a ambos lados del Atlántico, sino que dentro de la misma ciencia y, de la de física en particular, hay un elemento de ideológico consistente en buscar la forma más racional de dominar política y económicamente las posiciones de ultramar, razón por la cual el Imperio español, a través de las reformas borbónicas, quiso implementar en América un nuevo sistema de dominación más efectivo y eficiente basado en la modernización de las estructuras políticas y sociales. Y para lo cual la corona emprendió una serie de expediciones hacia el Nuevo Mundo con dicho propósito, ya que la ciencia permitió que a los “hombres [que] quieren aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por completo, a ella y a los hombres”[29]. Razón por cual, la ciencia se acerca al poder político puesto que “proporciona conocimientos sobre la técnica que, mediante la previsión, sirve para dominar la vida, tanto las cosas externas como la propia conducta de los hombres”[30] y además, “la ciencia proporciona métodos para pensar, instrumentos y disciplina para hacerlo”.[31]
La física no solo puede ser considerada como un dispositivo intelectual de dominación y control político de la sociedad, sino que puede además puede contener un potencial cariz revolucionario, ya que puede cuestionar la naturaleza misma de las relaciones sociales y de poder en las sociedades tradicionales, siendo una posible influencia intelectual para las revoluciones atlánticas de fines del siglo XVIII y de inicios del XIX, ya que según Jürgen Habermas: “La física moderna es objeto de una lectura filosófica, que interpreta a la naturaleza y a la sociedad en complementariedad con las ciencias naturales; la física moderna indujo, por así decirlo, la imagen mecanicista del mundo del siglo XVII. En este marco se emprendió la reconstrucción del derecho natural clásico. Este derecho natural moderno fue el fundamento de las revoluciones burguesas de los siglos XVII, XVIII y XIX, por medio de las cuales las viejas legitimaciones del poder fueron definitivamente destruídas”.[32]
El mismo Malaspina cuestionó la legitimación del Imperio Español en América, ya que “sostenía que la identidad religiosa era el auténtico nexo entre la metrópoli y las colonias, destacando que la conservación de América fuese consecuencia del sistema político y militar impuesto.”[33] Además, el navegante italiano “no sólo criticaba el régimen colonial, también reconocía en los americanos el derecho a participar en las dediciones de su propio destino”[34], es así como Malaspina a través de la ciencia iba despertando el interés de los americanos por el control de su propio, influenciándolos ideológicamente, e incluso contribuyendo de forma intelectual e indirecta en el propio proceso de emancipación americana, como señala el historiador Rafael Sagredo al respecto: “Sus planteamientos, la propia experiencia de su viaje, el contacto con las elites criollas, la transmisión-inconsciente o no- de sus ideas, contribuyen a explicar el proceso de independencia americana”.[35]
II. La física como práctica científica
La práctica científica de la física en la Expedición Malaspina -como anteriormente se expresó- se caracterizó por sobre todo en realizar mediciones y cotejar mensuras de ciertos fenómenos naturales observados en el transcurso de la travesía (como por ejemplo: el magnetismo, la gravedad, la temperatura y la presión barométrica) a través de instrumentos construidos fuera de España. En palabras simples, la física instrumental que llevó a cabo la tripulación de la Comisión científica de la Expedición, se basó esencialmente en la cuantificación y en el cálculo mediante la observación directa de la materia, mediada por artefactos técnicos que permiten cómputos de la realidad natural estudiada. Justamente, para la ejecución de todos estos trabajos de mensuración en las posesiones de ultramar de la Corona Española, la Expedición Malaspina fue cuidadosamente preparada incluyendo los sextantes, termómetros, telescopios, y cronómetros encargados expresamente a Londres y París.[36]
El cálculo y la mensura de la realidad natural, le proporciona a “la ciencia, en este caso en la Física, como conocimiento seguro, es la mensurabilidad puesta en la objetividad de la naturaleza y, de acuerdo con ello, en las posibilidades del proceder mensurante”.[37] Además, la matematización de la naturaleza crea en la física como ciencia “la confirmación de la objetividad normativa para la teoría de la naturaleza, objetividad según la cual la naturaleza representa para el concebir un sistema espacio-temporal de movimientos de alguna manera precalculables”.[38] La física como ciencia exacta y matemática no es un conocimiento de lo natural neutro, ya que “la materia debe ser dominada por fin sin la ilusión de fuerzas superiores o inmanentes, de cualidades ocultas. Lo que no se doblega al criterio del cálculo y la utilidad es sospechoso para la Ilustración,”[39] pero no solo la física matemática apunta a dominar la naturaleza, sino que el cálculo es “cada vez más utilitario, para dominar el mundo y organizarlo mejor.”[40] Por lo cual incluso la física en su variante como práctica científica también puede contener elementos de tipo ideológicos y de dominación política y social, ya que como señala Max Weber:
“La intelectualización y racionalización crecientes no significan pues, un creciente conocimiento general de las condiciones generales de nuestra vida. Su significado es muy distinto; significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos e imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión”.[41]
Un elemento clave y fundamental de física moderna es el uso de instrumentos científicos para llevar a cabo sus cometidos, ya que a través de estos se pueden obtener datos exactos y confiables sobre la naturaleza. Este tipo de artefactos se diferencian de las herramientas fundamentalmente en que “una herramienta, es decir algo que, como ya lo había visto el pensamiento antiguo, prolonga y refuerza la acción de nuestros miembros, de nuestros órganos de los sentidos, algo que pertenece al mundo del sentido común. Y que nunca puede hacer que lo sobrepasemos. Lo que, en compensación, es la función propia del instrumento que, efectivamente no es una prolongación del sentido sino encarnación del espíritu, materialización del pensamiento, en la aceptación más fuerte y más literal del término”.[42]
Además, los instrumentos son necesarios para “medir primero y calcular a continuación”,[43] ya que esto posibilita “darles una forma precisa, una forma geométrica exactamente definida”[44] al fenómeno observado para así obtener la medida satisfactoria del objeto en estudio. Los instrumentos que portó la Expedición Malaspina fueron: “dos higrómetros de la mejor construcción, un termómetro… para medir la temperatura del mar, un aerómetro de M. Perica, una balanza hidrostática portátil y de la construcción más simple, un termómetro de Dollond, una escafandra o traje de baño de corcho, la colección de instrumentos meteorológicos de Manheim, un goniómetro de bolsillo, un eudiométro, y dos pistolas de aire”.[45] Estos instrumentos le proporcionaron a Malaspina y su tripulación de científicos los elementos necesarios para llevar a cabo la práctica de la física en su derrotero por los océanos Atlántico y Pacífico, y de cuya labor destacaron: los trabajos con los péndulos (de tiempo y gravitacional), la medición de la presión, de la temperatura atmosférica y la determinación de la variación magnética en alta mar.
Trabajos con los péndulos
La Expedición Malaspina empleo dos tipos de péndulo para dos tareas científicas específicas y diferenciadas. El primer tipo de péndulo es el isocrónico o para medir el tiempo, y el segundo es el de tipo gravitacional que proporciona información acerca de la variación o diferenciación de la gravedad de a acuerdo al lugar en que éste es utilizado. El descubrimiento del isocronismo del péndulo se lo atribuye a Galileo quien determinó “el fenómeno por el cual un péndulo oscila libremente recorre arcos decrecientes en tiempos (casi) constantes”.[46] La tripulación de la expedición se sirve del péndulo isocrónico para determinar el horario y calibrar los cronómetros y relojes, tal como lo hizo en su estadía en Chiloé: “Como los Tiempos continuasen bastantemente despejados; y los Vientos galenos SO. nos ocupamos con teson entrambas Corvetas de la Determinación de la Marcha de nuestros Reloxes por medio de las Alturas Correspondientes en el Péndulo, comparadas luego a medio día a los Reloxes por medio de pistoletazos”.[47] El péndulo le proporcionaba a la tripulación poder coordinar las actividades científicas de ambas corbetas y de apoyo al tiempo registrado en los relojes y cronómetros marinos. E incluso en ocasiones empleaban disparos con pistolas para poder coordinar los tiempos de observación: “En el mismo paraje en donde se havía observado las primeras Alturas, se colocó después la Tienda de Observatorio, y se le acercó con un Recinto de Caña, tomando la precaución, que un Soldado de Marina en las horas del día, y uno de la Plaza en las de la noche, vigilase sobre la seguridad del Quarto de Circulo, y del Pendulo: Don N. Elizalde, cuya Casa estaba bien imediata [sic] nos franqueó a el mismo tiempo los Quartos oportunos para que atendiésemos con la mayor comodidad a el Dibujo, a la Pintura, y a todos los demás Ramos de la Istoria Natural, sí también un Balcón, por medio del qual los Pistoletazos de Comparacion indicasen a el medio dia a ambos Buques las horas del Pendulo.”[48]
También el péndulo fue empleado en actividades relacionadas con la determinación de la longitud a partir del uso de cronómetros náuticos, tal y como Malaspina lo detalla a continuación: “Nos había sido preciso abandonar las esperanzas de valernos del péndulo astronómico, cuya marcha resultaba con exceso irregular y sujeta á diferentes paradas, pero se le sustituyó el relój 105 de la Atrevida, al cual se agregó luego el cronómetro 72 para las experiencias del péndulo simple, no omitiendo además la precaución de sujetarlos con los demás relojes por medio de señales para que lograsen aquellas experiencias toda la exactitud que estaba á nuestro alcance”.[49]
A pesar que los instrumentos de la expedición científica fueron construidos por destacados artesanos dedicados al rubro de la instrumentación científica, éstos en ocasiones se mostraron imprecisos, tal como lo evidencia Malaspina. Y además, los trabajos para determinar la longitud son esenciales para la política imperial española, ya que a partir de la exactitud de estos datos se pueden construir cartas de navegación precisas útiles para el comercio ultramarino.
El péndulo gravitacional tenía como función primordial determinar la forma exacta de la Tierra, ya que “en la época en que Malaspina emprendió su exploración, el enigma de cuál era la forma exacta de nuestro planeta seguía sin resolverse del todo. Mas aún, esta incertidumbre rebasó el siglo ilustrado”.[50] Los trabajos para determinar la forma de la Tierra mediante la variación en la gravedad se realizaron por vez primera en Nuevo México debido a la demora del instrumental especializado, como Virginia González Claverán señala al respecto: “Los científicos de la Expedición Malaspina no pudieron utilizar el recién adquirido péndulo destinado a las investigaciones geodésicas en el puerto de Cádiz. Espinoza y Tello lo deploró mucho, pero se recibió apenas unos días antes de que él y Cevallos zarparan rumbo a nuestro país [México], de modo que funcionó por primera vez en Nueva España, en donde fue llevado de un lado a otro del territorio a lomo de mula ya que lo trasladaron desde el puerto jarocho hasta San Blas, pasando por México y Acapulco”.[51]
Una de las primeras experiencias determinado la gravedad fue en la zona de Nutka, en Norteamérica en la costa del Océano Pacífico, la cual es una región de una alta latitud, debido a que para un mejor registro de las diferencias de gravedad sobre la Tierra se deben hacer experiencias en puntos extremos y alejados del globo, como indica Malaspina en el diario de viaje: “en el observatorio, además del examen de la marcha de los relojes marinos y de las experiencias con el péndulo simple, constante para la gravedad.”[52] Además para este tipo de tareas el navegante italiano señala que se utiliza más de un péndulo para determinar la gravedad del lugar, mencionando que se “habían dispuesto los péndulos para las experiencias con la gravedad,”[53] recordemos que Malaspina se refiere a que en las embarcaciones posee un péndulo simple y uno astronómico, razón por la cual nos hace pensar que podía emplear uno o ambas para dichos trabajos relacionados pesantez. Como señalamos unas líneas atrás, las experiencias con el péndulo se deben realizar en lugares extremos, es así como la tripulación científica de La Atrevida hizo algunas observaciones de este tipo en su visita a Filipinas, la cual se encuentra en la zona de los trópicos y por tanto cerca del ecuador terrestre. Como se alude en el diario de viaje: “siendo entre estas muy esenciales las de proporcionarnos una casa cómoda para establecer nuestro observatorio en donde verificamos las experiencias de la gravedad, el objeto principal de nuestro destino”.[54]
Pero a pesar del uso frecuente de los instrumentos de precisión, hubo ocasiones en que no se pudieron llevar a cabo las experiencias: ora por la crudeza del clima, ora por el cansancio de la tripulación o por lo extenuante de las actividades científicas, como lo señala Malaspina: “debimos pues desistir de la idea de repetir las experiencias de la gravedad en el fondeadero del Año Nuevo, pues que la debilidad y natural cansancio de las tripulaciones iban en mucho aumento.”[55] Finalmente, la conclusión a la que arriban Malaspina y los otros científicos de la expedición, fue la siguiente:
“No se descuidaron después tampoco las experiencias de la gravedad en el péndulo simple, y comparándolas el Teniente de navío D. Ciriaco Cevallos, con las de los demás que se habían hecho en uno y otro hemisferio, confirmaron lo que había sospechado el Abate Lacaille, esto es, que había una mayor gravedad en el hemisferio austral que en el boreal, y por consiguiente, que no debían suponerse los dos hemisferios tan simétricos como se había imaginado hasta entonces”.[56]
Presión y temperatura atmosférica
La presión atmosférica se obtiene con el uso del barómetro el cual fue usado por la marinaría de oficiales de la expedición: “Tanto Pineda como los marinos oficiales se encargaron de realizar estos estudios, dotados de barómetros de Megn y quizá de otros tipos; el registro de la presión atmosférica durante la navegación era esencial, pues de esta manera se estaba al tanto de los cambios climáticos del momento y de los venideros y podían tomarse a bordo algunas medidas previsoras o de seguridad. Aunque los oficiales de la “Descubierta” y la “Atrevida” creían que, en realidad, el barómetro servía más bien para pronosticar el tiempo bueno que el malo, así que tampoco se podían fiar o basar en las solas indicaciones del barómetro para tomar tal o cual decisión marinera”.[57]
El barómetro facilitaba la identificación “del buen tiempo” atmosférico sobre todo en el trayecto en alta mar, es así como en el rumbo hacia Montevideo el barómetro fue clave para avizorar la llega del “mal tiempo”: “El Tiempo, aunque favorable, indicava nueva Crisis muy próxima, así por la suma pesadez de la Atmósfera, como por la misma Variedad en la fuerza del Viento; que en las ultimas horas de la noche calmó quasi [sic] de un todo, y aun roló a el SE, y SSE: Cesaron los anuncios del Barometro”.[58] El barómetro, como anteriormente se expresó, servía para tomar decisiones y planificaciones en alta mar, ya que este instrumento podía advertir la cercanía de alguna tormenta o tempestad, tal y como lo refiere Malaspina en su diario de viaje: “Con la tarde fue refrescando mucho el Viento; y una densa Atmosfera cuyo mismo Peso indicaba el Barometro Marino con haver bajado de una línea, nos anunciava que era preciso algún cuidado con el Aparejo. En efecto a el anochecer empezó el tiempo con fuertes Rafagas, y Mar muy gruesa del NE. Con Trinquete, Gavias y Juanetes logramos dar a la Corveta una Salida de doce millas comunes: Luego nos fue preciso aferrar los juanetes, hasta que a las once de la noche, tornado el tiempo mucho mejor Semblante pudimos nuevamente forzar de Vela, y lo advertimos con la Señal correspondiente a la Atrevida”.[59]
Los trabajos con la presión atmosférica también podían ir acompañados con la medición de la temperatura, tal y como sucedió, por ejemplo, con la estadía de la expedición en el archipiélago de las Filipinas, en donde “en esta extraña región que se compiten los peligros y los placeres, el barómetro se fijó en el paraje más elevado en 24 pulgadas, seís líneas y 1/13sin que termómetro pasase los 18° en la escala de Reaumur.”[60] Como unidad métrica para medir la presión de utilizó preferentemente la pulgada inglesa, tal y como lo expresa Malaspina: “Pero el anuncio infalible le da al barómetro descendiendo á 29 pulgadas 80, de 30 pulgadas 20 medida de Inglaterra que es su estado regular en este clima en tiempos buenos.”[61] Cabe destacar que en la actualidad la medida estandarizada para registrar la presión atmosférica son los milibares de mercurio. Además, “la obtención de datos sobre la presión atmosférica se aplica para conocer el estado del medio ambiente y pronosticar cambios meteorológicos, así como para determinar la altitud de un lugar”;[62] es de esta forma como en Santiago de Chile se utilizó el barómetro para determinar la elevación del terreno en la ciudad, señalando:
“Intentavamos también por medio del Barometro del Sr. Magallanes, examinar la elevación del Terreno de Santiago, y aun en los Montes imediatos [sic]: Tuvimos la desgracia, de que se nos rompiese a el tiempo de conducirlo a la Capital y fueron por consiguiente infructuosas las Observaciones correspondientes, que se seguían a la Orilla de la Mar en Valparaíso: De qualquier modo no deve quedar duda, que aquel Terreno está elevado considerablemente sobre el Nivel del Mar. El Mercurio en el Barometro lo denota con claridad, y el Camino lo ratifica”.[63]
La temperatura, en tanto, era medida por Antonio Pineda, quien “usaba termómetros tanto con la escala de Reamur como con la de Fahrenheit.”[64] Se puede apreciar a Pineda empleando la escala de Reamur en el archipiélago de las Filipinas por ejemplo, señalando que: “Debía á la verdad oponerse á este proyecto el calor excesivo que manteniendo el termómetro en altura de 24 á 25° en la escala de Reaumur,”[65] mientras que la escala Fahrenheit se la utiliza en el regreso de la expedición por el Pacífico sur con rumbo a América: “Conociendo ya el temperamento de estas costas en el rigor del invierno y las causas físicas que debían hacerle bien frío en la actual estación, no debimos extrañar que el termómetro de Farenheit puesto al aire libre se mantuviese en los 60 y 61°”.[66]
En la comisión científica se tomaba “la temperatura a diferentes horas del día, desde muy temprano, al mediodía, por la tarde o ya bien entrada la noche,”[67] pero uno de los problemas que suscita las mediciones de temperatura es que en el diario de viaje no aparece diferenciado una de la otra unidad de medida de calor, y en ocasiones simplemente se las omite, tal como se puede advertir a continuación: “Por fortuna no nos había alcanzado aún las lluvias ni las calmas, y sin embargo veíamos el termómetro en los 85 y 90° al aire libre, y las consecuencias de un calor tan excesivo no podía ser sino funestas.”[68] Otros instrumentos físicos con fines meteorológicos que se emplearon (tal vez en menor medida que el termómetro o el barómetro, aunque esto no se puede aseverar de forma categórica, ya que aunque a estos instrumentos se les nombra poco en el diario de viaje, eso no nos asegura que su uso haya sido esporádico) fueron el eudiómetro y el higrómetro, el primero es un instrumento que contiene gases y permite hacer experimentos sobre la salubridad del aire, mientras que el segundo es usado la medir la humedad ambiental. El eudiómetro fue usado en alta mar cerca de las islas del Cabo Verde, indicando que: “Ni debimos tampoco descuidar una nueva repetición de las experiencias eudiométricas, la cual manifestase hasta donde serán útiles estos datos en lo venidero para juzgar de la atmósfera interior de un buque.”[69] Mientras que el higrómetro se lo emplea en Las filipinas, en donde: “Los pueblos de Aparri y Banqui, apenas le permitieron algunas observaciones ligeras. Este último, en donde llueve lo más del año y hay seis meses en que no cesa, goza de un temple tan húmedo que el higrómetro indicaba 6° más que en los pueblos anteriores”.[70]
Variación Magnética.
Los primeros estudios científicos sobre el magnetismo terrestre datan del siglo XVII con el inglés William Gilbert, para quien “la nueva filosofía natural era el magnetismo, y el título [de su obra] informaba al lector que Gilbert indagaba en el imán o magneto (de magnete) o calamita, en los “cuerpos magnéticos” (como hierro imantado) y también en “ese gran imán, la Tierra”.[71] La variación magnética se calcula a través de la aguja náutica la cual “consistía en una caja de madera torneada llamada “mortero”, con un estilete o mástil fijado perpendicularmente en su fondo, sobre el que se situaba la aguja y, fija a ella, la rosa, de modo que pudiesen pivotear libremente y con facilidad.”[72] La aguja náutica ha sido modificada a partir de los siglos XVII y XVIII que consistió en “la adopción de un eje para evitar que la aguja estuviese suelta, su colocación sobre un limbo, la división de éste en grados y la aplicación de la rosa de los vientos.”[73] La variación magnética fue un problema constante para los marinos sobre todo por los problemas que tenía en alta mar con la aguja. Por lo cual, los navegantes, “se limitaron a corregir la desviación de la aguja magnética, sin que ésta llegase a servirles de ayuda alguna para determinar mejor su posición. Tales medidas, sin embargo, por más que no se abandonase la idea de su empleo en el mar por los sabios de tierra adentro, resultaban una importante aportación para los estudios geomagnéticos”.[74]
En relación a la determinación de la variación magnética en general, no hubo problemas al momento de calcularla, como sucedió en el transcurso de la expedición por la zona austral de América. Así por ejemplo, en la Isla de los Reyes, los científicos acotan: “la Auja: Variacion Observada en la misma tarde por diferentes Azimutes NE. 20° 4’”[75]. La jornada siguiente las “series de Azimutes dieron por la mañana 23 ½, y 22 ½ grados de Variacion al NE”[76]. Al anochecer la “Variacion de la Auja por la Auja por la Amplitud Occidua fue de 23° 10’”.[77]
Las isógonas en la variación magnética no presentan un patrón regular, como si se lo puede establecer en otro tipo de isolíneas como por ejemplo la isobaras o isotermas. Asimismo presenta la dificultad registrar la declinación azimutal, en algunas ocasiones, ya que esta puede ir variando según la temperatura, la hora del día y la disposición geográfica de los accidentes, ya sean estos montes, colinas o valles, igualmente la aguja magnética se puede ver afectada por la presencia de altas concentración de hierro o magnétita que causan desajustes en los cálculos y la determinación angular del norte magnético. A pesar que por lo general Malaspina y su tripulación de científicos no presentaron problemas al momento de medir la variación magnética, ésta en algunas situaciones puntuales mostro algún inconveniente en su cálculo. Una de estas ocasiones fue en la Isla San Ambrosio, como el mismo navegante italiano informa: “La Variacion Magnetica ha quedado algo dudosa; pues o fuese casualidad, o realmente efecto de las muchas Particulas Ferruginosas contenidas en la Masa de la Isla Grande no tuvimos sinó 8° 5’ de Variación NE”.[78]. Las partículas con compuestos de metales como el hierro pueden afectar a la aguja, tal como lo registró Malaspiana.
Como anteriormente hacíamos alusión, la geografía del lugar también puede acarrear dificultades en la determinación de la amplitud azimutal, especialmente los montes, ya que en la expedición, por ejemplo se pudo evidenciar este efecto: “Y manifestando el azimute meridiano una variación de 34°, que muy extraña si se comparase á las demás, debía sin duda atribuirse á un efecto extraordinario de la atracción de los montes inmediatos”[79]. Pero incluso la exactitud puede ser tal que hay certeza de los datos que se están tomando, e inclusive tener algún conocimiento extra sobre el magnetismo terrestre, tal como lo demuestra Espinoza y Tello en la estadía de la Expedición en Nueva España: “La variación de la aguja va disminuyendo al paso que se aumenta de longitud, pero no guarda una ley uniforme que pueda servir de luz para rectificarla. Sin embargo, á quien carezca de mejores datos le puede ser de alguna utilidad la noticia de que por latitud de 21° y longitud de 52° 30’ coincidía en 1790 el meridiano magnético con el meridiano verdadero”.[80]
Cabe destacar que la variación magnética generalmente se registraba en alta mar.
III. Física teórico-experimental.
Llamaremos física teórica a aquellas explicaciones de ciertos fenómenos naturales a partir de explicaciones relacionadas con la ciencia física, ya sean mareas, estados de la materia u otro tipo de aclaración frente alguna interrogante que presentó la naturaleza en el derrotero de la expedición. En este sentido, la teoría en la ciencia debe estar relacionado con lo real, como indica Martin Heidegger al respecto: “Si traducimos “Theorie” por “contemplación”, entonces damos a la palabra “contemplación” otra significación, no arbitrariamente inventada, sino la originariamente enraizada en ella. Si tomamos enserio lo que nombra la palabra alemana “Betrachtung” [“contemplación”] entonces reconocemos lo nuevo en la esencia de la ciencia moderna en cuento teoría de lo real”[81]. Mientras que la física experimental se relaciona con la creación de experiencias para poder reproducir algunos fenómenos de forma artificial y de esta forma sacar algunas conclusiones, esta sería “fruto del Renacimiento, el segundo gran instrumento del trabajo científico: el experimento racional como medio de una experiencia controlada y digna de confianza, sin la cual no sería posible la ciencia empírica actual”.[82]
Uno de los elementos esenciales para una buena navegación es determinar las mareas, sobretodo su ciclo y naturaleza. Esta inquietud fue solucionada a través de la mecánica newtoniana en el siglo XVII, a partir de la teoría de la gravitación universal, ya que esta teoría “muestra que una fuerza universal mantiene a los planetas en sus órbitas alrededor del Sol, retiene los satélites en sus órbitas, ocasiona que los objetos en caída desciendan como se ha observado, retiene a los objetos sobre la Tierra y origina las mareas”[83]. Espinoza y Tello es quien se refiere a este fenómeno en el momento en que la expedición se encontraba en Nueva España: “El flujo y reflujo no guarda regularidad, ni en su duración, ni en su retardo de uno ú otro, notándose á veces dos en veinticuatro horas, y por lo común sólo uno. Hacia los equinoccios y solsticios ascienden las mareas de tres á tres y medio piés, y de dos á dos y medio en las demás zizigies”.[84]
Malaspina, además analiza la influencia del frío en el solevantamiento del territorio en su campaña expedicionaria en el Norte de América, señalando para las islas del Pacífico norte: “No siempre las partes más salientes de la costa se componen en este dilatado Archipiélago de islotillos frondosos y destacados, como al Sur de la entrada de la Cruz, al Norte de la Fuca y probablemente en los canales de la Princesa Real: otras veces como al pié del monte San Jacinto, en la entrada de Bucareli y en los extremos de las Islas de la Reina Carlota, se elevan desde la misma orilla algunos montes, los cuales, si bien sean también parte de otras islas y no carezcan de una frondosidad lozana, deben, sin embargo, causar un mayor grado del frío, así por su natural posición en paralelos más altos, como por la duración del hielo que ha de dilatar con su misma elevación”.[85]
Malaspina atribuye a parte de la elevación al hielo producto de la disminución de la temperatura en zonas de altas latitudes, considera que la latitud es elemento fundamental que explica dicho solevantamiento. Además, el navegante italiano logra explicar la rarefacción de la atmósfera por diferencia de presión tomando como indicio de esto las ventolinas y brisas que detectó en alta mar, al respecto señala: “A pocas horas de calma por la tarde sucedieron ventolinas del cuarto cuadrante, la atmósfera cargada sumamente de calima representaba á los astros con una grande rarefacción aparente, señal que rara vez se advierte cuando soplan las brisas y casi es inseparable de las bonanzas”.[86]
Una de las experiencias que realizaron Malaspina y los suyos fue con la velocidad del sonido. Este experimento fue efectuado por José Espinoza y Tello y Felipe Bauzá en Santiago de Chile en una hacienda aledaña a la ciudad;[87] justamente a este respecto, los propios científicos nos dan una pista y detallan como se elaboró dicha experiencia: “Toda la observación se funda en el principio siguiente. Cuando se ve la explosión de un arma de fuego á alguna distancia, percibe la vista la luz de la pólvora inflamada mucho tiempo antes que se oiga el sonido, y como la luz se propaga con tanta rapidez que no tarda dos segundos en venir de la Luna a la Tierra, puede decirse que la vista que la percibe en el mismo momento que sale del cuerpo sonoro, en vez que el estrépito producido al propio tiempo por éste, emplea en llegar al órgano del oído un tiempo sensible y determinado. Luego midiendo con precisión este tiempo y la distancia del observador al sitio donde se produce el sonido, se sabrá la velocidad actual de éste: para la medida de éste nos valimos de dos buenos relojes de segundos, ajustados al movimiento medio por observación del Sol, y comparados frecuentemente á dos péndulos de medios segundos que construimos, y usamos ya uno ya otro de estos instrumentos en las experiencias, para que fuesen más independientes los resultados. Con esta mira, las repetimos en varias direcciones y á diversas distancias desde dos hasta ocho millas, trasladándonos á los puntos C, D, E, F, cuyas posiciones hallamos respecto al punto B del modo siguiente: En el paraje que llaman el Conventillo se midió la base A B, de 2900 piés de París. Sobre un terreno perfectamente horizontal que ofrece el llano de Maipó por esta parte, se había alineado de antemano la distancia por medio de jalones verticales colocados de 10 en 10 toesas, enfilándolos unos por otros y con dos perchas perpendiculares que servían de señales en los extremos A y B de la base en dichos puntos, de 10 en 10 toesas se clavaron estaquillas de un pié, y puestas sus cabezas á cuatro pulgadas de altura, se hizo firme á la primera un cordel, pasándole bien tirante de unas en otras, y así quedó determinada una línea paralela á la del terreno; para medirla nos servimos de tres perchas de á tres pulgadas de grueso y nueve piés de largo cada una: la operación era facilísima, pues bastara poner las perchas sobre el terreno cuidando de ajustar sus aristas al cordel con auxilio de pequeñas cuñas, y adelantar siempre la percha más inmediata al principio de la cuenta, poniéndola con precaución para evitar todo retroceso en las fijas. Con estas atenciones se midió por dos veces la base en sentidos opuestos, y sólo hubo seis pulgadas de diferencia. Para tomar los ángulos, empleamos un buen teodolito y aunque no nos aseguramos de su exactitud, midiendo el contorno del horizonte subdividido en varios ángulos, cuya suma fue siempre igual á cuatro rectos, no se excusó la observación del tercer ángulo en todos los triángulos en que lo permitió el terreno. La figura manifiesta la situación ventajosa de la base medida y de las distancias que por ella se concluyeron, y han dado á los puntos C, D, E, F del llano al B de la base”.[88]
La velocidad del sonido se puede representar como un vector y a partir de este símbolo se pueden establecer triángulos que permiten sumar vectores y, así obtener la velocidad resultante a partir de los ángulos que forman los vértices, mediante operaciones trigonométricas. Según Espinoza y Bauzá “todas las experiencias que anteceden son de entera confianza, y examinándolas con cuidado, se vé que la determinación del tiempo cabe cuando más medio segundo de error, que repartido en el número de las hechas en cada lugar, es un error despreciable.”[89] Aparentemente el error no fue muy grande y podía ser corregido; este tipo de experiencias no se sabe si fueron realizadas en otros lugares donde estuvo de paso la expedición, pero según los productores de esta experiencia convenía “repetir todavía algunas experiencias en varios lugares, y hacer un análisis reflexivo de las que hay, para todo lo que tenemos muchos materiales preparados que ordenaremos con gusto si la superioridad aprobarse este trabajo.”[90] Además se llevaron a cabo otro tipo de experiencias, como por ejemplo con la temperatura del mar por Antonio Pineda, quien se caracterizó por “servirse de utensilios de la vida diaria y otros efectos para llevar a cabo sus observaciones científicas”.[91] Según Malaspina, refiriéndose a Pineda, este efectúo la siguiente experiencia con la temperatura del mar: “Atento siempre D. Antonio Pineda á cuanto puede cooperar á los progresos de sus ciencias favoritas, había sacado de la calma de la misma mañana otras dos ventajas; la una, en conseguir que un botecillo nuestro le cogiese dos Galeras Holothuria phisalis, de Linneo, que inmediatamente sujetó al más prolijo examen: la otra, en experimentar por primera vez un vaso de su invención para sacar el agua de mar á una profundidad determinada. Aunque esta no se sacase sino á diez brazas debajo de la superficie, dio no obstante medio grado de diferencia de temperamento, sumergido inmediatamente en una y otra el termómetro de Farenheit”.[92]
No sólo las experiencias apuntaron a establecer la temperatura de ciertos cuerpos, sino que también se elaboraron experimentos que verificaron el estado de la materia, como por ejemplo la dulcificación del agua:
“Más importantes debían parecernos aún las experiencias de los alambiques para dulcificar el agua, los cuales bien sea por la poca necesidad que habíamos tenido, ó por la demasiada estrechez del buque aún no se había podido sujetar á un ensayo formal el cual nos diese lugar á conocer la máxima cantidad que pudiese conseguirse con el menor consumo de leña. Desde luego el destilador aplicado al recipiente lateral, al caldero, y único para el uso diario mientras se cociese la comida, no excedió en mucho los resultados que habíamos conseguido las demás veces: no fué necesario aumento alguno de leña: el agua destilada en cuatro horas no excedió de 64 cuartillos. Pero luego que concluida la comida de la tripulación pudimos aplicar al caldero el otro destilador y hacer que trabajasen los dos á la vez por el espacio de cinco horas y media, la cantidad de agua destilada en este plazo, con el sólo consumo de dos quintales de leña no fue menor de 189 cuartillos, siendo digno de reparo que la porción de agua suministrada por el destilador del caldero excedía á la otra en mucho; probablemente por las dos causas de ser menor este recipiente, y de usarse de la manguera para producción de agua fresca condensadamente en lugar del embudo y llave del refrigerio, que á imitación de la máquina del navío San Sebastián habíamos puesto en el alambique del uso diario”.[93]
Puede observarse que para los experimentos elaborados a bordo de la comisión científica, se emplearon elementos y utensilios de uso común como vasos, calderas y alambiques, pero también se mandó a construir otros, como por ejemplo un pararrayos. Cabe destacar que los experimentos con el pararrayos fueron ideados por Benjamín Franklin en el siglo XVIII, el cual “se basó en los descubrimientos que había hecho en electricidad. Sus investigaciones sobre los rayos y la electricidad tuvieron así el efecto inmediato de disminuir los terrores del hombre y de ayudarle a proteger sus edificios y sus barcos”.[94] Malaspina en una carta al Ingeniero Muñoz le pide algunas recomendaciones sobre la instalación de un pararrayos en ambas corbetas, señalando: “Combinando el espíritu de la última Real orden sobre el establecimiento de pararrayos á bordo de los buques de S.M., con lo que han escrito y experimentado los físicos y con las últimas lecciones de Mr. Le Roi, oídas en París por los Sres. De Ureña y Betancourt, he podido deducir para las corbetas Descubierta y Atrevida…,”[95] en el resto de la misiva el navegante italiano señala los materiales en que va a estar compuesto el pararrayos, pero lo interesante es que el propio Malaspina no deja constancia si se le dio uso a dicho artefacto, ya que en su diario general de viaje no se advierte que este haya sido utilizado en laguna tormenta eléctrica en el transcurso que duró su derrotero, o que si acaso efectivamente se instaló este artilugio en ambas corbetas.
A modo de conclusión...
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