Zenobio Saldivia Maldonado

Publicado en Rev Creces, Nº5, Vol.19, 2001, Stgo., Chile.

RESUMEN

Se identifican a los principales exponentes interesados en dar cuenta del cuerpo físico del Chile colonial del siglo XVII y se analizan los criterios que utilizan estos autores para la presentación de las notas identitarias de la naturaleza endógena del país. Se determinan también los principales elementos metodológicos utilizados para presentar a la comunidad hispana y europea, las características de la flora y fauna del reino de Chile en el siglo XVII. En este contexto se analiza el discurso descriptivo de Alonso de Ovalle, Diego de Rosales y Antonio Vásquez de Espinosa, para arribar a una supuesta visión barroca común que dentro de ciertas características científicas y literarias tendrían tales autores para mostrar la naturaleza vernácula del país.

Algunos antecedentes

Durante el siglo XVII, en el Reino de Chile, la preocupación por la ciencia prácticamente no existe, a excepción de algunos autores comprometidos con ordenes religiosas, quienes con formación en Humanidades, principalmente Teología y Filosofía; escriben sobre aspectos históricos y geográficos de este reino de las Indias Occidentales. Y dentro de la prosa explicativa de los mismos, encontramos algunas descripciones sobre porciones significativas de la naturaleza, o acerca de algunos exponentes del mundo orgánico del Chile de la época de la conquista. Empero, esto es accidental; lo extenso y rutinario de la literatura del período, apunta a la necesidad de ilustrar adecuadamente a los súbditos cultos de la península, sobre los avatares de la conquista y acerca de los detalles de la vida en este nuevo reino de la corona. Y sólo como complemento inserto en el discurso de los acontecimientos bélicos , se hace alusión a la ubicación geográfica y al entorno físico de esta porción de las Indias Occidentales. En tal contexto ilustrativo, también se da cuenta lo más detalladamente posible, de algunas características y costumbres de los araucanos.

Es en este ámbito histórico, político y cultural, donde se aprecian las obras de los jesuitas Alonso de Ovalle (1603-1651), Diego de Rosales (1603-1677) y del religioso carmelita Antonio Vásquez de Espinosa (último tercio del S.XVI-1634). Todos ellos escriben sobre el Reino de Chile, dando a conocer los principales eventos del proceso de conquista y señalan ciertos elementos vernáculos de la flora y fauna local, que no habían sido presentados o difundidos adecuadamente. Así, el primero escribe su Histórica Relación del Reyno de Chile, Diego de Rosales su Historia General del Reyno de Chile Flandes Indiano, y Vásquez de Espinosa escribe su Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, aunque no alacanza a verlo publicado. Justamente en este texto, en el capítulo VI, aparece la extensa Descripción del Reyno de Chile.

Alonso de Ovalle

Ahora bien, si comenzamos el análisis del trabajo del padre Alonso de Ovalle por ejemplo, en la obra ya mencionada y publicada en Roma en 1646; se observa -en cuanto al énfasis por la naturaleza- que incluye abundantes descripciones sobre las estaciones, los vientos, la cordillera, los ríos cordilleranos y algunos árboles silvestres; así como también da cuenta de las propiedades de las ballenas y de los atunes; de los flamencos, lloicas, picaflores y otras aves existentes en el Chile Colonial. Lo anterior, dentro de un eje de consideraciones pprincipalmente históricas, sociales y geográficas.

Así, en cuanto a los árboles; describe al alerce, al guayacan, a la palma chilena y al sándalo (de la Isla de Juan Fernández). Y habla de bosques de arrayanes, laureles y alerces. En relación a este último, señala: “Son estos árboles de alerce sin comparación más gruesos y más copados que los cipreses, y se hacen de uno solo tantas tablas, como veremos después hablando de las islas de Chiloé, para donde me remito, por ser allí más crecidos que en ninguna otra parte. El color de la madera es rojo cuando se labra, aunque después con el tiempo va perdiendo la viveza y se reduce a un color noguerado: las tablas son a manera de cedro, no de materia tan correosa, sino más endeble y vidriosa”(1) En este caso, Ovalle persigue destacar el grosor, la viveza del color y lo imponente del espécimen arbóreo; así como la abundancia del mismo en la región de Chiloé.

Por su parte, dentro del universo de las aves por él observadas, destaca notoriamente a los flamencos; insertándolos en la biodiversidad del Chile Colonial, de esta manera: “Entre la muchedumbre de aves que se crían en las lagunas y playas de mar, que son de mil maneras, hacen raya las que llaman flamencos, por ser blancos y rojos. Estos son mayores que pavos,

pero tan altos que parecen hombres en zancos, y así se pasean por medio de la laguna con gran reposo y gravedad, sin que les toque el agua al cuerpo con más de uno o dos palmos.”(2) Aquí, llama la atención como recurso metodológico para la explicación del observable, la comparación; primero con otro exponente de las aves existentes en el Hemisferio Norte, y luego con una imagen de su propia fantasía (hombres en zancos).

Dicho recurso es propio de la taxonomía y de las ciencias de la vida en general, y se repite en todos los autores seleccionados en la presente comunicación.

Entre los peces de las costas del Reino de Chile, Ovalle describe al atún, la albacora y las ballenas: este último no es considerado aquí como mamífero: “No sabemos que estos peces mueran de muerte violenta, porque su disforme grandeza los defiende bien, así del hombre como de otro cualquiera contrario…”(3) Lo precedente, no resulta extraño si se piensa en el vulgo de la época, pero al historiador de las ciencias de nuestro tiempo le plantea un desafío, pues resulta insólito que Ovalle no hay tenido acceso a la obra de Aristóteles:

Historia de los Animales, donde el Estagirita ya clasifica a este ser vivo como un mamífero; v. gr.: “Reproducción de los cetáceos: El delfín, la ballena y los demás cetáceos, que no tienen branquias sino ventanas nasales, son vivíparos(…) En efecto, ninguno de ellos se ve que tenga huevos sino, inmediatamente desde su fecundación, un embrión, del cual a medida que se va articulando, se forma el animal, exactamente igual que ocurre en el hombre y los cuadrúpedos vivíparos.”(4) ¿No estaba esta obra en la biblioteca jesuita? ¿o simplemente Ovalle jamás la consultó? Dilucidar este y otros aspectos, es una ínfima parte de las numerosas tareas que esperan a los interesados en la historia de las ciencias en el Chile Colonial.

Al lector contemporáneo de la obra, le puede llamar la atención la presentación que hace el autor de la papa; como tubérculo aún desconocido en Europa y base alimenticia de los habitantes de Chiloé: “El sustento de los naturales es de papas (que son unas raíces de mucha sustancia , muy comunes en todas las Indias, y allí se dan con más abundancia y mayores que en otras partes), y el maíz, el pescado y marisco de mar, que hay mucho y muy bueno.”(5)

En rigor, el discurso descriptivo de Ovalle, parece ser más poético que histórico o costumbrista. Empero, su gran sensibilidad de hombre educado, le permite captar no sólo los eventos históricos o sociales, o los accidentes geográficos; sino también los olores y los colores de las formas orgánicas y físicas por él considerados. Al respecto, el siguiente trozo que se refiere al picaflor, ilustra lo anterior: “Hay otros pequeñitos que se llaman pínguedas, cuyo cuerpecito será poco más de una almendra; éstos se sustentan de las flores, y para poder comer la miel, que éstas crían dentro de sus hojas, les dió la naturaleza un pico, que cuando está cerrado casi no se diferencia de una aguja de coser; a esta causa comen siempre volando de flor en flor sin poner el pie en la rama, sino rara vez y muy de paso. Son éstos pajaritos klos de mejor vista y hermosura que se conocen, porque si fueran hechos de bruñido oro no pudieran lucir ni resplandecer más…”(6)

La visión de la naturaleza vernácula del país que presenta Ovalle, podemos entenderla como una especie de radiografía visuaal del cuerpo físico del Chile Colonial y de sus habitantes. En su discurso – salvo la fase descriptiva de ciertos locus específicos y de algunos exponentes de la flora y fauna vernácula- no encontramos más atisbos de la metodología y parsimonia de explicación de los observables, que más tarde, en el Siglo de la Ilustración se utilizarán en las ciencias de la vida. Su prosa es estéticamente bella, delicada y poética; está más proclive a exaltar la imaginación de los lectores hispanos del Viejo Mundo, que a mostrar la dimensión real de los exponentes de la flora y fauna chilenos. Con razón desde 1726 la obra de este autor es incluida por la Real Academia Española en la nómina de escritores españoles que emplean con propiedad el lenguaje(7).

Lo anterior, no desmerece su esfuerzo descriptor para ir configurando un inventario de la flora y fauna chilenas, en un período en que la propia ciencia natural recién se está abriendo paso en Europa. Después de todo, la revolución científica y el auge de los filósofos experimentales está madurando; el método científico está a punto de reventar ¿entonces por qué tendría este jesuita que emplear lo que está por aparecer?

Diego de Rosales

Por su parte, la obra del Padre Diego de Rosales, Historia General del Reyno de Chile, Flandes Indiano; sólo se publica en nuestro país en 1877, gracias al interés y al esfuerzo pecuniario de Benjamín Vicuña Mackenna, quien la descubre por esa fecha, en Francia.(8)

Se estima que ya la conocían tanto Alonso de Ovalle como otros miembros de la orden jesuita. En este ensayo, Rosales describe algunos exponentes del mundo orgánico chileno, v. gr.: el cisne, el pájaro niño, las abejas, la corvina y el pejegallo; entre otros referentes dela fauna vernácula: y da cuenta de las características del alerce, el molle, la borraja, el guayacán y otros especímenes de la flora autóctona del Chile Colonial.

El discurso científico en Rosales, al igual que el de su hermano de la orden, presenta una carencia de rigor metodológico y un fuerte distanciamiento entre el exponente autóctono real y la objetividad de la explicación y descripción del mismo. Ello se comprende mejor, si se tiene presente que no todos los exponentes de la flora y fauna chilenas descriptos por el autor, han sido previamente objeto de un contacto empírico. Así, ora da cuenta de un espécimen existente efectivamente en la naturaleza del país, como por ejemplo el bagre, y a continuación explicita las características de un híbrido fantástico como las sirenas; luego, otra vez alude a un exponente real como el cisne. Con respecto al bagre señala:

“Después de la trucha, entre los peces fluviales han granjeado en este reino muy crecido nombre los bagres, que según la imagen y descripción de Gesnero es la mustela, y aunque los muy pintados llaman asteria, y los chileno: guid. Son los bagres desnudos de escama, desarmados de espinas, muy lisos y resbalosos, la cabeza abultada, roma y aplanada; la boca

ancha, y en lugar de dientes una línea de agudas espinas a manera de sierra; los ojos, grandes; la niña, blanca, acairelada de negro; el color, ceniciento y manchado de negro, con algunas salpicaduras de amarillo, y por el lomo, azul obscuro…”(9)

Y en cuanto a la sirena, acota: “Aunque es cierto y sin controversia que los verdaderos y perfectos hombres no lo hay sino en el elemento tierra, pero no se pueden negar que se han hallado ciertos animales marinos que en gran parte del cuerpo representan toscas semejanzas humanas. A estos los llaman con vulgar nombre, sirenas, los españoles, y los indios, pincoy. (10)

Las citas precedentes ilustran justamente la peculiar mezcla de lo real y fantástico, como estructura de la aprehensión de la naturaleza vernácula. Esto es, que al autor se le hace difícil aun separar efectivamente lo que corresponde a un referente de la fauna o flora locales, de otros muchos especímenes que sólo existen en el imaginario colectivo popular y que se difunden entre hispanos cultos, gracias a la complacencia de una visión de América exacerbadamente eurocéntrica; donde reina la monstruosidad en la naturaleza, la desmesura o la deformidad de los especímenes de la flora y fauna por el recurso de la comparación de la naturaleza europea, como vara de excelencia y normalidad de lo viviente. Por ello no es extraño que desde el punto de vista antropológico, Rosales estime que en la región de Magallanes existan gigantes; por ejemplo, más adelante en la misma obra Historia General del Reyno de Chile, Flandes Indiano, señala: “Eran estos gigantes patagones voracísimos comedores de carne cruda y de cuanto le ponían por delante. De una vez se comía cada uno media fanega de bizcocho, y de un resuello bebían un cántaro de más de media arroba de agua, y se saboreaban con el vino….”(11)

En su discurso, aparecen también, relatos de eventos históricos en los que han participado araucanos y españoles; v. gr.: “Algunos han querido decir que como los partos quitaron la vida a Marco Craso, echándole oro derretido en la boca, que así dieron la muerte a Valdivia, dándole a beber oro, para que se hartase su codicia, fundándolo en el aborrecimiento que estos indios cobraron a Valdivia y a los españoles por el trabajo en que los oprimían para sacar oro, costándoles a muchos, palos y azotes las faltas que en el trabajo o en la tarea hacían.”(12)

Las citas anteriores ilustran el discurso científico del autor. En rigor, se trata de una estructura explicativa que utiliza únicamente la terminología literaria de la cultura de la época, para dar a conocer los representantes de la naturaleza vernácula del país.

Ocasionalmente incluye algún concepto en latín, aunque no necesariamente es utilizado para definir una especie, sino para explicar una etimología; v. gr.: “Entre los pescados llanos y aplanados que se crían en el mar chileno es de los más deliciosos el lenguado, que en griego se llama buglossum y en latín rumbos, como lo notó Huerta. Pero los chilenos le llaman piquex o igan.(13)

Así, la prosa científica que utiliza Rosales para dilucidar la naturaleza del Chile del siglo XVII, es puramente descriptiva, literariamente culta y bien organizada. Pero desde el punto de vista epistemológico contemporáneo, corresponde a un discurso parcialmente historiográfico y alejado de la objetividad. Ello no es un óbice, empero, para reconocer que el esfuerzo de este autor representa una forma historiográfica propia del siglo decimoséptimo, muy adecuada para relatar eventos históricos y para describir una porción de la naturaleza del Chile colonial.

Antonio Vásquez de Espinosa

Por su parte, el discurso de Antonio Vásquez de Espinosa, si bien parece indicar que el autor es un gran conocedor de la distribución regional, de la gea y de la naturaleza en general del Reino de Chile; los historiadores no están convencidos de que haya realmente viajado hasta Chile. (14) A los lectores especializados en literatura colonial y en las crónicas de conquista, la prosa de la Descripción del Reino de Chile, les despierta la sospecha, acerca de si las descripciones sobre distintos exponentes del mundo orgánico de la época, han sido tomadas por Vásquez de Espinosa directamente con la observación en situ, o simplemente han sido construidas sobre la base de una síntesis de otras lecturas y de un adecuado ordenamiento del testimonio de otros autores. En todo caso, la prosa de Vásquez de Espinosa, continúa el esquema de los descriptores de la naturaleza del novo mundo, explica las propiedades de muchos de los especímenes orgánicos del reino de Chile, al mismo tiempo que da cuenta de la marcha de los acontecimientos bélicos.

En cuanto a la descripción de la ciudad de santiago, la presenta en estos términos: “Vivían en las casas referidas 306 hombres casados, y 230 solteros, al presente se ha extendido más la ciudad y se van labrando casas: la de la otra parte del río, que llaman Chimba, hay un arrabal com nuchas chacras, o jardines, donde hay olivares, viñas, melocotones, duraznos, membrillos, granadas, peras, manzanas camuesas, albaricoques, ciruelas, guindas, higos, muy buenos melones, y frutillas de Chile que son grandes fresas.”(15) La descripción anterior es casi una réplica de alguna chacra de la corona española, ubicada en la metrópolis, puesto que casi todos los árboles mencionados son de origen europeo, y el referente vernáculo que se aprecia corresponde a las frutillas.

Y con respecto a una ciudad del Sur del reino, como por ejemplo Osorno, la introduce así: “Dos leguas donde estuvo la rica ciudad de Osorno iba en tan grande aumento y opulencia, por la riqueza y fertilidad de sus tierras, había en la ciudad obrajes de paños, y otras labores curiosas y a las dos leguas una hermosa laguna llamada de Gaeta, donde había gran cantidad de pescados regalados, que era el regalo y sustento de la ciudad, mucha diversidad de aves, patos, ánsares, garzas martinetes, gallaretas, y otras muchas, el puerto de que se servía era el de las canoas llamado de Osorno, había mucho ganado de cerda; gamos, venados, guanacos, vicuñas, tarugas, avestruces, y otros muchos de diferentes especies.”(16)

La cita precedente es uno de los trozos más abundantes en cuanto a la descripción de elementos de la fauna regional; empero es probable que los guanacos y avestruces no hayan existido aquí sino en la región de Magallanes y el autor, simplemente los adicionó a la enumeración de los referentes locales. La misma está planteada en pretérito porque supuestamente el autor habría observado la región después de algunos años de una gran sublevación indígena que destruyó varias ciudades fundadas por los españoles, entre estas Osorno.

El universo descriptivo de Vásquez de Espinosa, es muy general, y hay una fuerte presencia de elementos de la flora y fauna europea, así como una mezcla entre los animales endógenos y los conocidos por la literatura europea. El eje central de su visión de la naturaleza es claramente, más que en los otros autores seleccionados, la flora y fauna europea. Y con ese parámetro va comparando lo viviente en el Chile Colonial.

Palabras finales

La descripción global de lo vernáculo en el Reino de Chile, que se puede obtener o colegir luego del análisis de la prosa de los autores seleccionados, concuerda precisamente con el imaginario que la cultura europea pretende tipificar al Nuevo Mundo en este período: una concepción antropológica, natural y social, que deja la periferia a los exponentes orgánicos del Nuevo Mundo y que coloca en el centro del modelo, en cuanto a perfección física y del entorno, a los referentes europeos; ello matizado de mitos y leyendas sobre los indígenas, y con un conocimiento parcial de la naturaleza americana que se generaliza por la vía de la literatura, hasta alcanzar el supuesto de que la naturaleza del mundo novohispánico es extraño, fantástico y monstruoso. Esto porque, la biodiversidad era sólo parcialmente conocida y pensada como una mala copia de los especímenes del Viejo Mundo. La visión de la naturaleza del Chile Colonial resulta así, entendida como un cuerpo físico con mecanismos propios de determinados seres y objetos que dan una configuración peculiar, distinta a la universal o europea, como una porción significativa y generadora del asombro global que despierta en los cronistas y literatos coloniales. Dicho asombro se mantendrá hasta el siglo XIX, cuando la taxonomía y el método científico reordene la visión anterior, con el asidero de la objetividad y la mensuración de los observables. Las cosas no estaban para intentar conocer globalmente y con rigurosidad científica, una naturaleza extraña y distante, pues dada la situación económica de la península, el intercambio comercial con las colonias, la peculiar interacción política de dominación y los avatares bélicos; hacían que la cultura se centrara en otros tópicos, y no en una investigación de los exponentes vernáculos del Nuevo Mundo en general y del Reino de Chile en particular. Por otra parte, el escaso interés de las comunidades científicas europeas para conocer referentes endógenos existentes en las colonias hispanas, en un momento histórico en que éstas tratan de sacudirse de la Inquisición y de consolidar el método científico, no permite la búsqueda de nuevas estructuras explicativas o el desarrollo de disciplinas proclives a la Historia Natural. Lo que se espera en este período en España y otros países del Viejo Mundo, es más que nada la obtención de riquezas para financiar los gastos militares de la dominación en América. El ansia por conocer la flora y fauna de las colonias en América aparecerá recién en el próximo siglo con las exploraciones de naturalistas y viajeros, por razones geopolíticas. Y principiará a materializarse o consolidarse por razones puramente científicas, únicamente en el siglo decimonono.

Notas:

  1. Ovalle, Alonso de: Histórica Relación del Reino de Chile, Ed. Universitaria, Stgo., 1993, pp.27, 28.
  2. Ibídem., p.41.
  3. Ibídem., p.37.
  4. Aristóteles: Historia de los Animales, Introducción y notas de José Vara Donado, Ed. Akal, Madrid, 1990, p.329.
  5. Ovalle, Alonso de: Histórica Relación del Reino de Chile, op. cit., p. 50.
  6. Ibídem., p.42.
  7. Cf. Retamal A., Julio: La Cultura Colonial, Ed. Salesiana, Santiago, 1980, p.16.
  8. Cf. Calderón, Alfonso, en el Prólogo a la obra de Diego de Rosales: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano; Ed . Universitaria, Stgo., 1969, p. 13.
  9. Rosales, Diego de: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano; op. cit., p.57.
  10. Ibídem., p.59.
  11. Rosales, Diego de: Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano, op. cit. p.24.
  12. Ibídem., p.79.
  13. Ibídem., p. 55.
  14. Vásquez de Espinosa, Antonio: Descripción del Reino de Chile, Instituto Profesional Blas Cañas, Stgo., 1986, pp.23,24.
  15. Ibídem., p. 40.
  16. Ibídem., p. 72.
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Como muchos colegas, amigos y alumnos me han pedido que les indique dónde pueden encontrar material bibliográfico escrito por este autor e investigador y de dónde poder bajar algunos de estos trabajos, he decidido realizar esta página para atender debidamente a tales inquietudes. Aquí pueden encontrar sinopsis de libros de otros autores y colegas, que me han solicitado que les realice alguna reseña de sus textos; así como también por supuesto, de los libros del autor. Y en algunos casos es posible también bajar algunos libros. Continuaremos en este proceso de digitalización.

*

Zenobio Saldivia Maldonado. Profesor de filosofía (U. de Chile), Mg. en Filosofía de las Cs. (Usach) y Doctor en Pensamiento americano, con mención en Historia de las ciencias, (Usach), Santiago de Chile. Profesor Honorario de la U. Continental, Huancayo, Perú., Miembro Honorario del Colegio de Psicólogos del Perú, Ica Perú. Dr. Honoris Causa U. Ada Byron, Chincha, Ica, Perú. Miembro Honorario de la Universidad Continental de Ciencias y Tecnología, Huancayo, Perú. Profesor titular de la U. Tecnológica Metropolitana, (UTEM), Santiago. Diversos artículos suyos, sobre historia de las ciencias y epistemología, han aparecido en publicaciones de su país y de Argentina, Perú, Uruguay, Nicaragua, Panamá, El Salvador, México, Brasil, España, Costa Rica y EUA. Ha participado en eventos nacionales e internacionales. A la fecha tiene 26 libros publicados; entre los últimos se destacan: Lecturas de Epistemología, Editorial Bravo y Allende, Santiago 2020. El Mercurio de Valparaíso. Su rol de difusión de la Ciencia y la Tecnología en el Chile Decimonónico, (Bravo y Allende Editores, Stgo., 2010). Ensayos de Epistemología , (Compilador) (Bravo y Allende Editores, Stgo., 2012). Ensayos de Filosofía, (Bravo y Allende Editores, e Ilustre Municipalidad de Sta. María, Stgo., 2012), Adiós a la Época Contemporánea, Bravo y Allende editores, Stgo., Chile y U. Continental de Cs,. e Ingeniería, Perú, 2014). Actualmente se desempeña como profesor de Epistemología e Historia de las Cs., en la U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile y como Director del Depto. de Hdes. de la misma institución y Director de la Rev. Electrónica Thélos del Depto. de Hdes. de la U. Tecnológica Metropolitana.
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