(*) Conferencia magistral, leida en la Universidad Ada Byron, Chincha, Ica, Perú, el 9 de agosto de 2013, con motivo de la entrega al autor del grado de Dr. Honoris Causa.
Zenobio Saldivia M.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile
Algunos antecedentes
Uno de los temas que ha persistido en el tiempo y que emana en las nuevas miradas interpretativas para la comprensión de lo esencial cualitativo de nuestro continente, es justamente el de la “identidad Latinoamérica”. Ello no es extraño, pues dicha búsqueda tiene su lógica inmanente toda vez que la pregunta alude al núcleo, a lo esencial, a lo más relevante de lo que pudiera ser esa mezcla de historia, cultura y humanidad, que sabemos que existe pero que nos es muy difícil de cohesionar verbalmente. Así, si bien hay claridad en cuanto a que efectivamente lo latinoamericano es el meollo de una filosofía y cultura propiamente americanas o más ampliamente, “latinoamericanas”, e intuimos una eventual latinoamericaneidad, y que por tanto, estimamos que descubriendo las notas relevantes de dicha categoría; se debería arribar a un corpus significativo que sintetice lo antropológico, histórico, social, axiológico y cultural peculiar de los habitantes de nuestro continente y de nuestras pueblos. Ello no ha dado los frutos esperados, y seguimos insertos en la tarea de siglos en la cual han estado inmersos los filósofos, los historiadores, los literatos y los intelectuales en general.
Algunos, han destacado la conveniencia de analizar los aspectos históricos y filosóficos de esta preocupación, asignándole un estatuto de relevancia que le ha permitido asentar dicha inquietud, como un tópico legítimo de la filosofía universal; v. gr., los trabajos de de José Vasconcelos, tales como la Raza cósmica, o los de Leopoldo Zea, tales como La Filosofía Americana como Filosofía sin más, entre otros, se orientan en dicha dirección.
Otros, han tocado efectivamente algo o mucho de lo característico de la manera de ver el mundo del hombre americano, por ejemplo, desde el plano discursivo y literario de nuestra praxis como latinoamericanos, como en el caso del colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad; quien se centra en una prosa fantástica o mágica que habla entre líneas de la identidad latinoamericana, de su naturaleza bullente y de sus contradicciones sociales, u Octavio Paz, cuando analiza detenidamente el sentido histórico del pueblo mexicano en el Laberinto de la soledad, o del peruano José María Arguedas, a quien tuve el honor de conocer como estudiante de primer año de filosofía en 1969, en la U. de Chile, sede Valparaíso, cuando nos hablaba de algunas de sus obras tales como Yawar Fiesta y Los Ríos Profundos, o del indígena, de sus dialectos y de las sierras; o del también peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, que en sus novelas habla de la historia y de la sociedad peruana, así como en otras alude a la amazonía peruana, entre tantos otros.
También, han buscado la identidad latinoamericana, desde su universo centrado en lo estético, obsesionados por encontrar la belleza y nuevos aspectos no debidamente considerados, diversos pintores; como por ejemplo los mexicanos David Siqueiros (1896-1974) o Diego Rivera (1886-1957), entre otros, quienes persiguieron detectar la particular relación del nativo con sus tierras, o con lo que queda de ellas, con sus exponentes florísticos y sus expresiones costumbristas, con su locus y con su tempus. Por eso no es extraño que en los años setenta y ochenta del siglo XX, por ejemplo, también se principie a analizar esta temática desde la sociología e incluso desde la praxis académica del diseño; así, desde la primera disciplina emergen temas tales como la eventual participación de la mujer en el sistema productivo, en la educación superior y en la investigación científica. Y desde el diseño, aparecen propuestas que ilustran, grafican y difunden modelos estéticos que dan cuenta de la naturaleza americana, de los picos andinos, de los lagos centroamericanos, de las estepas de la Patagonia, de las flores típicas de la Amazonía, o de una presencia de rostros de mujeres, hombres y niños morenos, con sus atuendos típicos y en interacción con su medio local o regional.[1] En todos estos ámbitos, la directriz parece ser la búsqueda de las peculiares condiciones del contexto social del hombre latinoamericano, de sus valores y de sus sentimientos, del entramado de su cultura y de las etnias nativas con relación al entorno natural y a las metrópolis urbanas del continente.
En efecto, es un aporte más y dinamiza el estado de la cuestión, pero ¿dónde encontramos la mirada globalizante, analítica y vasta que cubra todo el horizonte de lo cualitativo y de lo denotativo de dicho tópico? Al parecer debemos conformarnos por ahora con aproximaciones, con nuevos aspectos, con complementos para las aristas que están en construcción explicativa. Es que no resulta fácil abordar lo que muchos han pensado y no hemos podido cerrar. Aquí, nos encontramos –mutatis mutandis- como los historiadores que están conscientes de que la categoría de periodificación “época contemporánea”, está totalmente sobrepasada, o fatigada como dirían algunos, pero no han encontrado el nuevo rótulo deseado, y por tanto, siguen con la anterior o proponen otras que no logran aun el consenso y que se diluyen en un caos de tendencias. Así, la cuestión de la identidad latinoamericana, hoy, en virtud de la crisis de los paradigmas y en vistas de la popularización de las tesis epistemológicas de Feyerabend, que propician “el todo vale” para la obtención de nuevas y satisfactorias explicaciones en los distintos campos del saber;[2] parece ser que ha estimulado nuevos caminos de búsqueda entre los intelectuales. Lo anterior, ha posibilitado al menos, descorrer el velo ideológico tradicional, caracterizado por las distintas tesis eurocentristas que se habían decantado muy bien en la prosa académica o científica latinoamericana, desde el Siglo del Progreso hasta mediados del siglo XX, pero que luego de este período, la historiografía y la filosofía toman conciencia de que en diversos campos del saber, el discurso de aproximación para dilucidar el tópico “identidad latinoamericana”, estaba imbuido y matizado de criterios formales, de cánones y de resabios ideológicos europeos. Por ello, Saldaña, desde México, habla de la necesidad de una “vigilancia epistemológica”[3] para los campos de la epistemología y de la historia de las ciencias, tanto para ponerse en guardia frente a posturas que más bien diluyen el análisis y lo debilitan, cuanto para encontrar una metodología o una perspectiva audaz y pertinente que apunte al núcleo de lo identitario.
Algunas Miradas interpretativas
Primero fue la conquista, el encuentro de dos mundos, la instancia donde el europeo se inserta asombrado en el Nuevo Mundo con una naturaleza desconocida y con salvajes que hay que dominar y doblegar, y los nativos ven hombres barbados con sacerdotes acompañantes que quieren cristianizar. Es el inicio de la mirada europea sobre América. Son las luchas de un nuevo Flandes Indiano, las luchas en las Indias Occidentales y en las tierras de ultramar.
Luego, en el siglo XVIII, la política y la ciencia europeas parecen unirse en cuanto aun nuevo interés por el continente americano. Es el período de las grandes expediciones europeas hacia América, o las circunnavegaciones con propósitos botánicos, mineralógicos y geopolíticos. En esta centuria, lo americano pensado desde Europa, es la vastedad y peculiaridad de una flora que ofrece infinitas posibilidades a la farmacopea y a la medicina europeas, es la riqueza mineralógica de un territorio donde extraer más oro y más plata. América es percibida así, como un lugar que incluye universos infinitos, tierras incógnitas, o un vasto mar del sur, una instancia para ordenar especímenes, para actualizar cartografías y perfilar nuevos derroteros navales.
Y desde el siglo XIX, o más bien, desde fines del Siglo de la Ilustración, con el inicio del viaje de Humboldt, en 1799, emerge otra vez la identidad americana focalizada en el interés científico por los nativos y por la diagnosis de la flora y fauna que se abre como una caja de sorpresas a la comunidad científica internacional; primero con Humboldt, luego con D’orbigny, Darwin y otros, quienes concentran el interés de los europeos hacia lo americano en la visión de la naturaleza, en el conocimiento objetivo de su gea, de su flora y fauna, y en alcanzar una mejor comprensión de la identidad mestiza y de las etnias existentes. Pero ello no redundó en un cabal conocimiento de lo americano; más bien, casi podría decirse que esta labor queda cortada o trunca, pues con el advenimiento de las jóvenes repúblicas y la emancipación de la Corona Española, desde 1824, gracias a la batalla de Ayacucho, la cuestión de la identidad americana, más bien se bifurca enmarañada entre los nuevos temas de la agenda pública y las nuevas corrientes o tendencias que barnizan al continente: entre estas, primero el romanticismo y luego el liberalismo y el positivismo, que hacen más complejo la autognosis cultural y el encuentro con la imagen de lo identitario.
Empero, algo de lo identitario americano es entendido y defendido desde América, es la gesta independentista, América es a hora un continente que se conoce como soberano e independiente de la Corona Española y principian los primeros esfuerzos culturales para rescatar lo identitario en las jóvenes repúblicas. V.gr. En Venezuela los esfuerzos de Bolívar, en 1821, para crear el supra estado de la Gran Colombia, que unía las repúblicas actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, por contar con una naturaleza, una historia y lances en común. O en Chile en los años cuarenta, cuando se perciben los esfuerzos metodológicos de Lastarria para escribir la historia alejados de los criterios colonialistas e hispánicos y encontrar así lo auténticamente chileno y americano. O los trabajos de Bello en poesía, en ecuación superior o en ámbito normativo. O en Perú, por ejemplo en 1862, Mateo Paz Soldan con sus estudios sobre la geografía de la República del Perú, realizando una impresionante tarea exploratoria por el cuerpo físico de Perú, identificando millares de referentes inorgánicos y dilucidando los accidentes de las distintas regiones del país; logra conciliar los requerimientos científicos de asentar en la ciencia universal, los exponentes de la gea y determinar la latitud y longitud de los mismos y otras características peculiares, debidamente cuantificadas, con los requerimientos pragmáticos de los gobernantes de mediados del siglo XIX, que perseguían difundir adecuadamente las nociones de geografía, estadística y economía en el sistema educacional peruano de la época,[4] en fin…
En nuestros tiempos, las miradas sobre lo identitario latinoamericano, son muchas, recordemos principalmente a Rojas Mix, quien en obras tales como Los Cien Nombres de América, y América Imaginaria, difunde las tradicionales visiones europeas exacerbadas de mitos e invita a repensarnos como continente y como universo de culturas con una historia en común. Hirshbein por su parte, sugiere que los ensayos latinoamericanistas vienen mostrando la cuestión de la identidad como una forma de autoafirmación cultural frente a Europa. Y señala que en este sentido, autores como Bello, Bolívar, Miranda y otros, intentaban en sus trabajos reflexionar sobre lo específicamente americano, buscaban las categorías más apropiadas para pensarse a sí mismos, para pensar a América, como distinta a Europa y poder así dar cuenta de la particular realidad latinoamericana, dentro de una cierta dirección romántica durante gran parte del siglo XIX. Ello sería un ejemplo de esfuerzo de orientación hacia la búsqueda de la identidad a través del ensayo. Ello continuaría en la ensayística venezolana más contemporánea con los trabajos de autores como Briceño Iragorren y Picón Salas, quienes entre otros, buscan la autoafirmación de lo nacional, de lo regional y de lo esencialmente americano, oponiéndose así al imperialismo y a otros cánones de orientación europeas.[5]
Arroyo, por su parte, sugiere que para encontrar un camino de búsqueda de lo latinoamericano, del pensamiento específicamente latinoamericano, urge superar una serie de obstáculos tales como la periodización en historiografía, las tendencias estructuralistas y pragmáticas y las dificultades semánticas e ideológicas, entre otros, llegando incluso a sostener que “…el problema es no sólo epistemológico, sino en cierta forma genético ya que no podemos desprendernos de una parte de nuestra propia naturaleza.”[6] Y que por tanto, para dejar atrás el enfoque europeizante, sería deseable encauzar los estudios con orientaciones hacia la sustitución de la herencia cultural sociológica eurocéntrica, terminar con el binomio cultura/naturaleza, reunificar orgánicamente las ciencias sociales, tomar más en cuenta a la mujer como actor social, o superar la confrontación nosotros-alteridad y pensarnos más como una colectividad en su dinamismo.[7]
Una nueva mirada: la perspectiva de la Historia de la ciencia
En rigor, en los Congresos y Seminarios Latinoamericanistas, la apertura a nuevos posibles ha quedado de manifiesto desde hace bastante tiempo, y los exponentes por lo general, aluden constantemente a la necesidad de buscar nuevas categorías de análisis para la interpretación de los eventos en los campos de estudio vinculados a temas latinoamericanos. Esto se percibe en lo referente a dejar atrás la tesis del eurocentrismo como modelo y guía de análisis, que ya adelantáramos, o en cuanto a reorientar la formulación de preguntas en los temas de las disciplinas históricas y ciencias sociales; así como también en cuanto a propiciar un reordenamiento metodológico, o tender hacia el desarrollo de equipos interdisciplinarios para abordar temas de la cultura. Y en este marco de inquietudes, se ha propuesto también, una apertura crítica hacia nuevos modelos y hacia la construcción de futuros paradigmas. Como es imposible recordar todos estos encuentros, mencionemos al menos los siguientes: el III Congreso Internacional: “A. Latina y el Caribe: más allá de los 500 años Solar-Chile, Stgo, 1991; el VIII Congreso de la Federación Internacional de Sociedades de Estudio sobre A. Latina y el Caribe, FIEALC, U. de Talca, Talca, 1997; o las IV Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana, 1999, en el Cuzco, Perú; o el VII Seminario Internacional en Cs. Sociales y Humanidades, Instituto de Estudios Avanzados, (IDEA), U. de Santiago de Chile, 2001. Y en todos ellos se destacan trabajos vinculados directamente con el tema de la identidad latinoamericana y queda de manifiesto el reconocimiento del eurocentrismo como eje de los análisis de las distintas disciplinas humanas y sociales en nuestro continente.
Ahora bien, desde la perspectiva de la historia de la ciencia en América Latina, sólo muy recientemente están tomando cuerpo estudios sobre el devenir científico de los países de América, orientados a determinar las características y variables peculiares que han incidido en la construcción de la episteme en nuestros países. Este fenómeno se observa a partir de las últimas tres décadas, principalmente con el impulso de estudiosos en México primero, y luego en Perú, Argentina, Brasil y Colombia. Justamente México lleva la primacía en este tipo de investigaciones, tal como se puede apreciar tanto por la cantidad de congresos de Historia de la ciencia que allí se realizan, cuanto por la presencia de revistas especializadas como por ejemplo: Cuadernos Americanos, o Quipú, revista de historia de la ciencia y la tecnología. En Chile, sólo en la última década podemos hablar de expresiones propias de un ejercicio de este campo historiográfico. Si revisamos el discurso y contenidos temáticos de los trabajos en la historiografía vinculada a estudios sobre la ciencia en América, se percibe claramente la presencia de la tesis del eurocentrismo; v. gr. al considerar que la ciencia en nuestros países es más bien un traspaso de la ciencia europea y que dicho proceso se da casi en bloque con los métodos, categorías y criterios taxonómicos esencialmente europeos, para el estudio de la flora y fauna de los referentes orgánicos en América Meridional y América Central. Hoy, sabemos muy recientemente, que en dichos procesos hubo una influencia externa a la comunidad científica, tales como la fuerza de las tendencias culturales del período, principalmente romanticismo y positivismo, en muchos países de América; al menos en Chile y Nicaragua, esto ha sido analizado en trabajos recientes por este servidor público que se congratula por estar hoy con Uds.[8] Por tanto, la ciencia en los diversos países de América ha ido perfilándose a partir de campos distintos del saber, v. gr. en Chile su fase institucional está fuertemente comprometida con las ciencias de la vida, especialmente la taxonomía. En cambio -a manera de ilustración- en Nicaragua, dicho proceso se da a la par con el desarrollo de las ciencias de la tierra; ello por el imaginario cultural decimonónico, que estimaba posible la construcción de un canal transoceánico por ese país, luego la cartografía, la geografía y la geología fueron unas de las primeras ciencias en mostrar y aplicar sus conocimientos y acrecentar dichos corpus cognitivos con los nuevos referentes geográficos que los exploradores fueron describiendo en dicho país.[9]
Hacia una nueva propuesta
En este contexto, estimamos que es posible contribuir a la búsqueda de la identidad latinoamericana, desde el ámbito de la Historia de las Ciencias, pero a partir de esfuerzos centralizados que eviten la dispersión y racionalicen mejor los recursos administrativos y académicos: Así, por ejemplo podríamos crear Centros Inter-univesitarios de Estudios del Pensamiento Latinoamericano, en nuestros países, de carácter interdisciplinario, para reunir en ellos a destacados investigadores, interesados en aplicar parcialmente la metodología constructivista piagetana para incrementar el acervo cognitivo en disciplinas como la sociología, la psicología evolutiva, la psicología infantil, la antropología, la historia de la ciencia, la epistemología, los estudios multiculturales y otros.[10] Los mismos estarían orientados exclusivamente hacia la apropiación cognitiva que permita incrementos en todo lo referente a la comprensión y desenvolvimiento de la realidad social, cultural y científica de América Latina, desde las áreas ya mencionadas.
Lo anterior, permitiría sumarnos a los esfuerzos provenientes de la historia, de la filosofía y de la literatura en su eterna búsqueda de lo identitario latinoamericano. Ello, puesto que al dar cuenta de las variables que hayan incidido en la construcción de la ciencia en nuestros países, -sobre todo desde una perspectiva externalista de las ciencias- necesariamente saldrán las particularidades, las dificultades que ofrecía esta naturaleza, lo vernáculo regional, lo que no se daba en Europa, por ejemplo cuando se hacían las radiografías de lo viviente. Y si a tales investigaciones les aplicamos cortes cronológicos y diacrónicos centrados en categorías significativas tales como “naturaleza”, “vida”, “progreso”; podemos así determinar la diversidad de nuestro entorno natural y/o enfatizar en la significación histórica y cultural latinoamericana, enfatizando por tanto las conexiones de estos exploradores y científicos que recorrieron el cuerpo físico de América con los exponentes de la clase política del período, o con el papel de los gobiernos locales en la consolidación y orientación de la ciencia en nuestro continente, o determinar la interfaz de estos científicos con otros agentes sociales, y examinar así, cuanto de la consolidación de la episteme en América tuvo de europeo, cuanto de decisión política, de azar o de una interacción con los grupos socialmente organizados del período, y privilegiar así, una historia de las ciencias, externalista, realista y con énfasis social. Trabajos así orientados, deberían aportar nuevos visos interpretativos hacia la génesis de la cultura latinoamericana, hacia la búsqueda de lo identitario.
En el análisis del discurso aplicado a la prosa de científicos decimononos en el caso de Chile, por ejemplo, en los trabajos de científicos como Gay, Domeyko y Philippi; se percibe una fuerte presencia de los criterios europeizantes, sobre todo en lo referente a la aproximación metodológica frente a los observables que van siendo clasificados por estos autores; como así también en lo referente a los cánones de belleza y de los factores que a juicio de los mismos son proclives para la obtención del ideal decimonónico consistente en la obtención del progreso. Por ejemplo en cuanto a lo metodológico, los referentes orgánicos o inorgánicos, son vistos como algo externo, que queda frente al hombre y que urge sistematizarlo; esto es, una expresión de la tesis europeizante que divide el universo en la dicotomía: hombre-naturaleza, y que por cierto estos científicos repiten en su aproximación al objeto de estudio. Algo similar ocurre en cuanto al ideario del progreso por ejemplo; este es entendido como un télos que se alcanzará con la dominación de la naturaleza y con acantonamiento o residencia de los individuos en una región no explotada. Y para el cumplimiento de tales requisitos, se estimaba la presencia del verdor, de los bosques y de la humedad, como algo sin lo cual no hay progreso; por ejemplo así lo señala Philippi, en cuanto a sus referencias sobre el desierto de Atacama[11]
Por lo anterior, queda claro que estos trabajos orientados hacia la reconstrucción de la génesis de la ciencia en los países e América, contribuyen indirectamente tanto para el campo de las historia de la ciencia como para el reordenamiento de variables a considerar por parte de los investigadores interesados en temas latinoamericanistas, y en especial en tópicos de la historia de las ciencias en América. Lo primero, en tanto permite observar que los paradigmas explicativos tradicionales utilizados en historia de la ciencia en América, encierran dentro de sus postulados relevantes, efectivamente, la tesis del eurocentrismo, en tanto es Europa el modelo comparativo y la vara de medida del desarrollo científico, metodológico o de cualquier otra expresión cognoscitiva que se tiene presente por parte del historiador para dar cuenta de tal o cual corpus o discurso científico, sea de las ciencias de la vida, de las ciencias de la tierra, o incluso de las ciencias sociales. Los resultados de la apropiación científica en los países de América tradicionalmente se comparan con los estándares y criterios europeos, dejando de lado las variables que vinculan tales procesos de institucionalización con la cultura o la praxis social que pudieran mostrar una orientación peculiar, un énfasis metodológico novedoso, o una alusión al conocimiento vernáculo, o alguna peculiaridad del trabajo in situ, ocasionada por la naturaleza de la región o del lugar, por ejemplo; entre tantos aspectos que pueden reconstruir el marco epistémico decimonónico de instauración de la ciencia en las repúblicas de las jóvenes repúblicas de América.
Luego, al dejar atrás las tesis maduradas desde el hemisferio norte, nos ponemos en guardia a la hora de analizar los discursos científicos de los autores y científicos decimonónicos acotados en nuestras investigaciones, como también en cuanto al análisis de la literatura científica complementaria del hito en el cual se esté investigando la marcha científica de tal o cual país latinoamericano. En suma, la discusión anterior nos permite superar una cierta ingenuidad metodológica en cuanto a aceptar de facto los procedimientos de clasificación y conocimiento de lo vernáculo en los países de América.
Un campo metodológico poco utilizado, para abordar el tema de la identidad y que no se ha divulgado mucho aún, en disciplinas como la historiografía y la historia de las ciencias; es justamente el de estudiar la marcha histórica de la ciencia en nuestros países y el de determinar las fases y peculiaridades de las mismas, pero sin desvincular el análisis de los marcos epistémicos y culturales en los cuales estos procesos de consolidación de la episteme, se generaron y evolucionaron. Y ello, al mismo tiempo que se consideran ciertas categorías o criterios constructivistas propios de la epistemología genética, como complemento al análisis hasta arribar a un comprensión acerca de cómo se llegó a las nuevas estructuras cognitivas.[12]
Por tanto, desarrollar investigaciones que apunten a una compresión del devenir científico latinoamericano, con énfasis en la búsqueda de estructuras cognitivas, insertos en el marco de la interdisciplinariedad de los Centros Inter-universitarios de Pensamiento latinoamericano, que hemos sugerido, posibilitaría una comprensión de los aspectos más relevantes que han incidido en la consolidación de la episteme en América y contribuiría a determinar como éstos procesos propios del desenvolvimiento científico, han estado comprometidos con el imaginario colectivo de nuestros países, con percepciones sociales de lo que en su tiempo se entendía por “lo nacional”, por “lo propio”, por la identidad republicana decimonónica, y en suma, por tanto; de la identidad latinoamericana en el cual dichos constructos se perfilaron y se constituyeron en institución social.
Gracias. Muchas gracias.
[1] Cf. Saldivia, Zenobio: “Epistemología, progreso y Diseño”, en: Rev. Constancias de Diseño, Nº4, Utem, Stgo., p.37.
[2] Vd. Feyerabend, Paul: Contra el método, Ariel, Barcelona, 1981.
[3] Cf. Saldaña, Juan José: “Nuevas tendencias en la historia latinoamericana de las ciencias”, Cuadernos Americanos, Vol. 2, Nº38, México, 1993; p. 74.
[4] Cf. Paz Soldan, Mateo: Geografía del Perú, Librería de Fermín Didot Hermanos, Hijos y Cia., Paris, 1862.
[5] Cf. Hirshbein, Cesia Ziona: “El ensayo como forma literaria del pensamiento venezolano:¿Qué significa que la cuestión de la identidad sea la clave del pensamiento latinoamericano contemporáneo?” VII Seminario Internacional en Ciencias Sociales y Humanidades, Usach., Stgo., Enero 2001; pp. 4,5,6.
[6] Arroyo Pichardo, Graciela: “Obstáculos y necesidades de un pensamiento latinoamericano para el siglo XXI”. VII Seminario Internacional en Ciencias Sociales y Humanidades, Usach., Stgo., Enero 2001, p.2.
[7] Cf. Arroyo Pichardo, Graciela; op. cit.; pp. 3,4,5,6,7.
[8] Vid. Saldivia, Z.: La visión de la naturaleza en tres tres científicos del Siglo XIX en Chile. Gay, Domeyko y Philippi; Usach, Stgo., Enero 2003. Y Una Aproximación al desarrollo de la ciencia en Nicaragua, Bravo y Allende Editores, Stgo., 2009.
[9] Cf. Saldivia, Zenobio: Una Aproximación al Desarrollo de la Ciencia en Nicaragua; op. cit.
[10] Para el detalle y desglose de esta propuesta, es posible leer: “¿Qué puede aportar Piaget a A. Latina?”, en: Saldivia, Z.: Jean Piaget, su Epistemología y su Obsesión por el Conocimiento, Edic. Universidad Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile, 2008.
[11] Philippi, R. A.; Viage al desierto de Atacama,(1853-1854), Librería de Eduardo Antón, Halle, Sajonia, 1860.
[12] Vd. por ejemplo: Berríos, M. y Saldivia, Z. : Claudio Gay y la ciencia en Chile, Bravo y Allende Editores, Stgo., 1995. Y también: “La epistemología constructivista y la historia de las ciencias en América Latina”, Estudios Latinoamericanos Solar, Stgo., 1998, pp. 121-125.