Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Para la comunidad de historiadores de la ciencia y muy especialmente para los epistemólogos, en 2012 fue un hito relevante que los llenó de satisfacciones. En efecto, justamente en ese año se conmemoraron 50 años, en el destacado físico Thomas Kuhn (1922-1996) publicó en 1962, su obra The Structure of Scientific Revolutions en la que expone la evolución de las ciencias empíricas, a partir de un proceso dialéctico de paradigmas, revoluciones científicas y nuevos paradigmas. Esto es, que logra formular un mecanismo teórico de comprensión de las estructuras científicas y el alcance explicativo de las mismas en una u otra área del saber. Y al mismo tiempo logra dar cuenta del porque de las acciones de los agentes y de los principales exponentes de las comunidades científicas.

Según Kuhn, el progreso científico no es el resultado obvio de la aplicación de hipótesis y de tareas experimentales en la práctica de la ciencia. Más bien, lo que acontece, a su juicio, es el dinamismo de dos fases de la praxis científica: el enfrentamiento entre los paradigmas y las revoluciones científicas que serian el núcleo duro de la adquisición cognoscitiva. Así, en una comunidad científica en un primer momento, se percibe un amplio consenso acerca de cómo explotar los avances conseguidos en la disciplina en otros periodos, basándose en el o los paradigmas en uso, y luego el mismo entra en crisis, hasta que aparece uno nuevo.

Kuhn define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado por la comunidad científica en sus tareas rutinarias y como se ha señalado, siempre vienen aparejados a una revolución científica específica. También en algunas ocasiones Kuhn le atribuye un sentido muy amplio, a categoría exitosa, como una visión general del mundo y un universo de valores de los exponentes científicos.  Ello deja de manifiesto que un modelo explicativo entonces, es el resultado de una revolución que se viene incoando en la propia comunidad científica, hasta que la teoría o los enunciados esenciales que postula, son aceptados por la comunidad científica, en vistas de su conformación empírica y su mayor rango explicativo.  Y situados desde esta perspectiva, queda claro que habría ciertos paradigmas exitosos que han estimulado o contribuido a innumerables avances en astronomía, en las ciencias de la vida, en las ciencias fisicoquímicas o en las ciencias de la tierra, por ejemplo. Para el primer caso, piénsese en la Teoría Heliocéntrica, que deja atrás el Modelo planetario centrado en el Geocentrismo. Para el caso de las ciencias de la vida, la Teoría de la evolución, se nos aparece en gloria y majestad como un paradigma muy persistente, que deja en el recuerdo las explicaciones fijistas, estáticas o puramente creacionistas sobre los exponentes del mundo orgánico. Para el ámbito físico-químico, la Teoría de la combustión resulta un claro exponente que en el Siglo XVIII, gracias a Lavoisier, da cuenta de la presencia del oxígeno en los procesos de combustión y que definitivamente deja atrás la Teoría del flogisto de los químicos del Siglo XVII. A su  vez en  el campo de las ciencias de la tierra, la Teoría de placas, que corresponde en parte a una consecuencia de la Teoría de la evolución, pero dentro del universo inorgánico, deja en el pasado los enfoques deterministas o creacionistas y muestra una clara concatenación con el dinamismo en general del mundo orgánico y del universo abiótico.  

Y por cierto, después de Kuhn encontramos otros autores que continúan con la difusión e ilustración de la noción de paradigma haciéndola extensiva a nuevos campos disciplinarios. Así por ejemplo, el término “paradigma” se populariza aún más, con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo Joel Barkel; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales y la fotocopiadora, hace extensiva esta categoría al ámbito tecnológico, al campo de la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general, e incluso al universo de los usos y costumbres de las personas. De manera que hoy, prácticamente las ideas kuhnianas se han divulgado exitosamente en la academia y en el ámbito educacional al y empresarial. 

Empero, ¿qué tienen dichas nociones que han prendido tanto en la intelligencia universal? A nuestro juicio, una de las razones es que el modelo de Kuhn alude a un compromiso valórico de los investigadores que considera un conjunto de criterios y preferencias a las cuales se adscriben consciente o inconscientemente, al mismo tiempo que participan de la parsimonia de trabajo científico y de la rigurosidad de sus métodos e instrumentos; ello no siempre se destacaba con claridad y en profundidad. Pero en especial porque su explicitación subsume la dialéctica esencial de la praxis científica: la teoría y la rutina práctica de los científicos; por ello el paradigma incluye una o unas teorías en boga dentro de un o unos campos disciplinarios y actúa como un marco teórico práctico, como una manera de mirar y entender el mundo. Y es probable también que se haya asentado muy bien en la cultura, porque la idea de paradigma versus revolución científica, es fácilmente entendible en el imaginario colectivo por la similitud con los analistas de los procesos histórico políticos: que tienden a ver la historia como el desenvolvimiento de determinado régimen político versus revolución- luego nuevo régimen, y así sucesivamente.

 

Por tanto, considerando tales correlatos de significado, al hacerlo extensivo al universo de las tareas propias de la historia de la ciencia, podemos entenderlo por nuestra parte como un marco teórico y metodológico amplio que posibilita una determinada visión de la naturaleza y de la sociedad y que contribuye a la explicación y descripción de los fenómenos y observables propios de la investigación científica. Lo relevante es, en todo caso, es tener presente que la explicación ofrecida por Thomas Kuhn para dar cuenta de la evolución de la ciencia, es una más que se suma a los distintos enfoques de los epistemólogos contemporáneos, pero no significa que su mirada sea la mejor; sólo es una aproximación exitosa que ha durado y contribuido notoriamente a la comprensión de la ciencia universal y a la difusión de las vicisitudes de su extenso derrotero.