Publicaciones de Zenobio Saldivia Maldonado (235)

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Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana / Stgo., Chile.  

Primero debo aclarar que no soy un experto en soportes móviles ni conocedor de Redes Sociales, estoy aquí invitado por el profesor Jerónimo Freire, en mi condición de historiador de la ciencia, de epistemólogo y de profesor de Epistemología en un Programa de Mg. en Enseñanza de las Cs. Pero puesto que el objetivo del encuentro es discutir y analizar distintos enfoques en relación a la educación y los medios móviles, pretendo compartir algunas ideas vinculantes con el tema desde lo que he podido observar en lo normativo ministerial de mi país, Chile, y destacar algunas notas deficitarias que pudieran tener estas tecnologías, desde una perspectiva de la filosofía de las ciencias, del humanismo y del ideal de la integración del conocimiento. 

Los enormes beneficios contemporáneos 

Ahora bien, muy a menudo se considera la influencia de la tecnología sobre la sociedad como perjudicial para esta última, sobre todo en ciertos análisis de tecnófobos que hablan del largo plazo y donde se destacan los problemas ecológicos, el desempleo, la violencia, la vulgarización de la cultura y el aumento del tiempo libre entre otros.

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(*) Conferencia dictada en la Universidad Federal de Río Grande do Norte URGN, Natal, Brasil, 2013. 

En nuestra opinión, creemos que es un juicio apresurado y erróneo visualizar la expansión tecnológica del futuro, como algo totalmente nefasto. Recordemos por ejemplo, el caso de la realidad virtual; esto es,  una simulación tridimensional generada o asistida comúnmente por computadora sobre algún aspecto del mundo real o ficticio, en el cual el usuario tiene la sensación de pertenecer a ese ambiente sintético o interactuar con él. Es un sistema interactivo que permite sintetizar un mundo tridimensional simulado, creándole al usuario una ilusión de realidad. Virtual, en informática, significa “algo simulado”, creado por la computadora para llevar a cabo determinado fin. 

A dicha tecnología, podemos sacarle mucho provecho, por ejemplo en vista a la obtención de nuevos estímulos neurológicos o para actividades de instrucción militar, simulaciones de enfrentamientos bélicos, o simuladores de vuelo, psiquiátrica o terapéutica. En el ámbito de la medicina, además de facilitar la manipulación de órganos internos del cuerpo en intervenciones quirúrgicas, la realidad virtual permite, entre otras posibilidades, la creación de pacientes virtuales que adolecen de diversas enfermedades y que presentan los síntomas característicos de las mismas; y con ello, poder poner en práctica las habilidades terapéuticas del futuro médico. En el tratamiento de fobias también se ha comprobado la utilidad de los sistemas de realidad virtual, donde el paciente tiene el control de la "realidad" y puede ir manejando su experiencia dentro de la misma. Y por supuesto, para el aprendizaje en aula y para las diversas actividades de carácter educacional, ofrece enormes posibilidades.  

Sinopsis de la situación en Chile 

Así, volviendo a las nuevas tecnologías en general, desde un punto de vista normativo, proveniente del Ministerio de Educación de Chile, por ejemplo, hay una notoria preocupación por fomentar el uso de estas Tecnologías en la formación del docente. En rigor, en año 2000 se crea un Programa de Televisión, denominado Novasur, financiado por el Consejo Nacional de Televisión y la Corporación de Desarrollo Pro-O’Higgins, y cuyo propósito era “mejorar la calidad y la equidad de la educación, en consonancia con la Reforma Educacional, utilizando como principales herramientas la televisión e Internet”[1] y que en general perseguía la elaboración y difusión de material audiovisual para la utilización en aula para las distintas asignaturas humanistas y científicas y para el fomento de la lectura, en los niveles de básica y media. Además de ver los contenidos en programas determinados en un Canal televisivo, se podía grabar y multicopiar en ciertas escuelas para que los profesores pudieran ir a buscar los CD y copiar el material informativo, pero al parecer, no todo marchó como se esperaba, pues los profesores no iban a retirar el material argumentando falta de tiempo y de distancia. 

Luego, el año 2006, el Ministerio de Educación, crea un Centro de Estudios Técnicos, generador de estudios sobre estos temas; uno de cuyos documentos denominado Estándares en Tecnología de la Información y la Comunicación para la Formación Inicial del Docente,[2] asienta definitivamente la conveniencia y aceptación de las TIC para la capacitación docente y para la formación docente. Lo esencial del ensayo, radica en la determinación de los estándares o patrones para emitir juicios sobre el desempeño docente de los futuros educadores y tomar nuevas decisiones. En este marco teórico se reconoce la importancia de las TIC y sus expresiones tales como software, documentos, paginas web, juegos, blogs y otros en el ámbito social, y se acepta la inserción de las mismas en el proceso de enseñanza aprendizaje. 

Y para diferenciar estándares por área del conocimiento para aplicar en aula, se determinan las áreas de: gestión, pedagógico, tecnológico, profesional, ético… Sin embargo, los estándares deseables para profesores de ciencias, no están oficialmente consignados en ninguna de estas áreas. Esto es, no están específicamente identificados para la praxis tecnológica en aula de los docentes de ciencias, pues se considera únicamente su rol general como docente. Tampoco se ha observado una Comisión Nacional convocada por el Ministerio de Educación expresamente para determinar el desempeño tecnológico en aula que les sea de utilidad a estos docentes más que a los otros. 

Pero como país, sí se observa una teorización académica al respecto, como por ejemplo discusiones o encuentros organizados por Programas de Magíster en Enseñanza de las Cs, como el de la Universidad de Playa Ancha de Cs. de la Educación, Valparaíso, en el cual he servido la cátedra de epistemología. Los coordinadores de este tipo de programas realizan algún evento o invitan a algún especialista europeo a presentar comunicaciones sobre la Enseñanza de las Cs, aunque no sobre TIC para Enseñanza de las Cs, pero eventualmente afloran convergencias.

También son notorios los trabajos de diversos colegas de la PUCCH, como los de Adriana Vergara G. y Paulina Contreras A., que analizan la visión interna de los propios profesores y alumnos de esta universidad en relación al uso de la plataforma virtual de dicha universidad, desde su génesis (1998) hasta el presente.[3] O los aportes de los profesores de la U. de Tarapacá, en Arica, especialmente los trabajos de Yanko Ossandón  Núñez, que estimulan el uso de la telefonía móvil para la práctica docente en general.[4] También resulta ilustrativo el enorme esfuerzo desplegado por Edutcichile, una entidad dependiente del DUOC, un importante centro de formación técnica, cuyo equipo está empeñado en difundir masivamente el uso de las tecnologías de información en el país, y se caracteriza porque cada mes publica entre 10 a 15 notas breves en distintos medios comunicacionales de la capital y regiones, ilustrando y dando a conocer los usos y alcances de estas tecnologías.[5] 

También es significativo, el caso del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, dependiente de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, en Santiago, cuyos profesores decidieron crear una web denominada Dendros, que es una especie de Revista Comic,[6] donde van explicando, según la secuencia de la historia digital, como es que funciona la mente y así van introduciendo las nociones básicas de la neurociencia entre los jóvenes. 

Otros ejemplos 

En Chile, casi todas las universidades dictan sus cursos con apoyo de una plataforma que les permite a los profesores interactuar con sus alumnos para recibir contenidos teóricos, subir y bajar Power Point, vídeos y otros como complemento de la experiencia de aula. Una de las primeras en implantar esta tecnología fue la PUCCH, Stgo. (1998). Llama la atención que haya sido una universidad privada y católica una de las primeras en aplicar estos medios, seguramente se debió a la claridad de sus autoridades para percibir el potencial y alcance de esta tecnología o a una visión filosófica del hombre y su medio social muy permisiva y actualizada, o a la necesidad de defender por esta vía su concepción educacional y humana en general. Se lo dejamos a los historiadores de las ideas. En todo caso, esta misma corporación ya en los años ochenta del Siglo XX, fue también la primera corporación en implementar un sistema de perfeccionamiento docente a distancia denominado Teleduc, validado por el Mineduc y transmitido por el Canal de Televisión de la U.C. de Chile. 

En el caso de la Universidad Tecnológica Metropolitana, (Utem) de Santiago, a la que pertenece quien les habla, posee una plataforma virtual denominada Reko, donde cada profesor y/o alumno entra con una clave desde su computador o teléfono móvil conectado a Internet, y así el profesor actualiza sus contenidos, entrega y lee informes y participa en foros, y otros. Este sistema Reko fue creado y puesto en ejecución por los profesionales de la unidad denominada Utem-Virtual,  a partir del año 2009 y desde entonces supervisa, actualiza, evalúa y lleva un registro minuciosos del uso de la plataforma de todos los usuarios: académicos y  alumnos en relación a sus requerimientos de apoyo metodológico, iconográfico, o de otros tipos de sustento de de material informativo. 

Entre las actividades que actualmente realiza Utem-Virtual, además del apoyo al académico y al estudiante vía Reko, ya mencionado, se destacan un curso solicitado expresamente a Utem-virtual por el Consorcio de Universidades públicas de Chile (Cuech) denominado: Prevención en drogas y proyecto de vida. Es una asignatura de formación general, que contribuye a la formación integral del estudiante, destinado a la prevención del consumo de drogas y del alcoholismo en estudiantes de educación superior. Tiene una duración de un semestre lectivo y se dicta en modalidad e-learning a estudiantes de las Universidades Estatales de Chile. El curso tuvo sus orígenes en el año 2010 y se continúa dictando exitosamente por los resultados académicos y encuestas de satisfacción realizadas. A la fecha, entonces, han participado las 16 Universidades del Cuech y se han dictado cuatro versiones, con un total de 3129 estudiantes de todo el país participantes en el curso. 

Lo relevante desde el punto de vista del estudiante, es que al mismo tiempo que se dicta el curso, los alumnos expresan sus vivencias sobre drogas, sexualidad y otros tópicos, en foros y debates virtuales. Y desde el punto de vista académico, algunos profesores o profesoras de este curso adscritas al Departamento de Humanidades, de la Utem, realizan encuestas sobre estos temas como acopio para una investigación de mediano plazo y que cubre todo el país. 

Amenazas de la utilización de medios móviles y redes sociales 

1. La información difundida por los medios móviles, no siempre obedece a contenidos de un diseño curricular definido que esté en correlato con la política educacional de tal o cual país, o con la necesidad de una educación coherente con los requerimientos regionales o locales, en que están inmerso los alumnos, sino que muchas veces simplemente eclosiona de facto por los requerimientos de los estudiantes y/o por la experticia del profesor de aula. E incluso la orientación y propósitos de la difusión de contenidos es casi siempre sobrepasado por los intereses de los alumnos que van más allá de lo curricular. 

2. Está también el peligro, o mejor dicho el factum, de la difusión de contenidos no autorizados por el profesor, o mejor dicho no vistos por el profesor porque ya los estudiantes no piden autorización ni para usar sus medios en aula, ni menos para subir al Cyber-space tal o cual contenido, sea del profesor o sea del propio alumno o de algún condiscípulo. Así, por ejemplo, este mismo servidor se ha encontrado con minutas personales de clases de Ética Profesional, analizadas en aula, pero que no tenían el perfil terminado para ser un documento debidamente cerrado y que ahora circulan por el Internet. Lo propio ha sucedido en mis cursos de Historia de la ciencia o de Epistemología, donde algún alumno, ha subido su propio trabajo, por ejemplo: “Las exploraciones científicas en la región de Chiloé durante el Siglo XVIII y XIX.”, que si bien ya había sido evaluada en aula con una determinada nota, no estaba en condiciones de divulgación por tener algunos errores cronológicos y de descripción taxonómica. Así, en estos casos, hay un doble peligro: una difusión errónea de saberes acotados y puesto que aparece el nombre  del profesor, implica también un cierto descrédito en la imagen corporativa del profesor ante sus pares, pues éstos ven lo que está ante sus ojos y no como y porque llegó al Cyber-space. 

3. Existe el peligro de que las redes sociales se utilicen simplemente como un insumo comunicativo que por estar inserto en los hábitos juveniles y del marco social, se continúe con ellas en el proceso enseñanza-aprendizaje, obnubilando otras expresiones de trabajo metodológico en aula, y centrándolas en el medio supuestamente cognitivo por antonomasia, sin que necesariamente la utilización de las mismas reflejen siempre un correlato con los procesos comunicacionales pertinentes a las asignaturas, o a los requerimientos curriculares. 

4. Debemos tener presente además, que el uso de estas tecnologías en podrían dificultar la entrega de valores humanistas, laicos y filosóficos, cuyo asentamiento en la personalidad del estudiante requiere de una interfaz vivencial y directa con el profesor de aula, pues no es posible traspasarlos ipso facto, a través de los medios iconográficos, sonoros y visuales de Internet, puesto que a todos los contenidos intercambiados en las redes, sea de alumnos profesor o viceversa,  siempre les faltará el contexto. El contexto, es la invariante ineludible que permite la internalización axiológica y frente a la cual el estudiante opta por internalizar o no determinado esquema, conducta o actitud valórica; el contexto es así, el marco holístico que da el sentido humanista que siempre debemos cautelar en nuestra condición de formadores. Por ello, es de esperar que estos medios que analizamos no se constituyan en la única fuente de adquisición y difusión del conocimiento, sino que se complementen con la docencia presencial de aula.[7]


[1] Convenio de Colaboración entre Corporación de Desarrollo Pro-O’Higgins y el Consejo Nacional de Televisión, Stgo., Chile, 27 Oct. 2008.

[2] Estándares en Tecnología de la Información y la Comunicación para la Formación Inicial del Docente, Enlaces, Mineduc, Stgo., 2006.

[3] Vergara G., A. y Contreras, P.: “Reflexiones acerca de las TIC y la Práctica pedagógica a partir de la opinión de Alumnos y Profesores Universitarios de la UC”, Rev. Pensamiento Educativo, Vol. 43, Stgo., Chile, 2008.

[7] El autor agradece muy especialmente a los profesores: Miguel Sanhueza, Jimmy Barberán C., y a Rosa Saldivia M., por sus sugerencias oportunas.

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 Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile 

 

Aspectos Biográficos 

Sócrates nació en Atenas, probablemente en el año 469 a.n.e. Hijo de Sofronisto y de Fenareta; su padre era un artesano-escultor y su madre una partera. No se sabe mucho sobre sus actividades en la época de su juventud, pero es probable que haya conocido los planteamientos filosóficos de la escuela eleática y pitagórica. Se destacó como un buen soldado de las filas hoplitas cuando debió combatir por su ciudad; por ejemplo en las batallas de Potidea, Antífolis y Delión. Tuvo muchos discípulos e influyó poderosamente en la juventud ateniense. Entre los jóvenes que compartieron las enseñanzas del maestro recordemos a Antístenes de Atenas, Platón, Jenofonte y Euclídes de Megara.

Ante los ojos de los atenienses Sócrates les pareció al comienzo un sofista, pero luego fue catalogado como un auténtico amante de la verdad. Su enseñanza filosófica la difundió oralmente en el ágora, dialogando con sus discípulos, con algunos sofistas, y en general, con los ciudadanos atenienses de relevancia pública en esa época.

Sócrates sostiene  que la virtud -entendida como la mejor disposición del hombre para alcanzar el conocimiento- es una ciencia, y cómo tal, se puede enseñar, educando así a los ciudadanos para que sean virtuosos y conozcan el bien. Lo anterior permitiría por una parte, que los hombres de la polis llegarán a ser más armoniosos consigo mismo y con los demás. Por otra, da por sentado que la virtud es una forma de conocimiento; esto es, que los principios éticos son portadores de un acopio valórico y de una sabiduría que resulta de un discernimiento similar al que se requiere para comprender las verdades matemáticas. Esta tesis se conoce con el nombre de “paralelismo ético-cognoscitivo” y la continúa Platón. [1] Restableció el sentido de la verdad en el mundo griego en un momento de confusión en los círculos intelectuales, debido a la nefasta influencia y expansión del relativismo de los sofistas. 

Sócrates fue también epístata[2] o Presidente de la Asamblea del Pueblo en el año 406 a.n.e.; año en el que le tocó participar en un juicio contra ocho famosos generales para los cuales el pueblo enardecido pedía la muerte. Sócrates fue el único que se opuso y por ello recibió diversas amenazas. Murió en su querida Atenas en el año 399 a.n.e. tras haber sido condenado a beber la cicuta; luego de un juicio en el que de los 501 miembros del jurado, 361 lo encontraron culpable de impiedad y de pretender suplantar a los dioses tradicionales. 

Identificación entre filosofía y vida

Entre los aspectos más relevantes que conforman el trabajo filosófico de Sócrates; es imperativo mencionar su estilo sobrio de vida, su método conocido como la mayéutica, la labor que realizó para dar una nueva y más amplia significación al concepto de filosofía, incorporando la preocupación antropológica y social, y en especial, la misión de fomentar la crítica y la preocupación valórica entre los jóvenes. Al ejecutar estas tareas a través de la discusión respetuosa, sentía que estaba cumpliendo un mandato divino. En lo referente a su forma de vida, tengamos presente que este filósofo ateniense guió su quehacer hacia la obtención del ideal aristocrático de la virtud, como bien último del hombre, fruto del esfuerzo intelectual y de una gran constancia para el logro de conductas positivas. Dichas conductas del hombre virtuoso, o del ciudadano que está en posesión de la virtud, se reflejan en la convivencia social. Ellas denotan un compromiso con valores como la dignidad, la autenticidad, la sobriedad, la mesura y el desinterés por las ambiciones materiales. Sócrates tenía fuertemente incorporado en su personalidad, tales valores, los que fueron captados rápidamente por sus discípulos. 

Platón lo recuerda en sus diálogos con las virtudes ya mencionadas y lo hace aparecer como el principal personaje de sus obras. Así, haciendo hablar a su maestro sobre sí mismo, expresa: “Y por esta ocupación  no  he tenido tiempo para dedicarlo libremente a los intereses de la ciudad en nada digno de mención, ni a mis intereses particulares; vivo al contrario, en extrema pobreza por servicio del dios...”. (3) Idéntica observación expresa Jenofonte: “Por lo demás no era afectado ni pretencioso en vestido, calzado, ni modo de vida, ni hizo jamás avaros a sus habituales amigos, porque, además de librarlos de todas las demás apetencias, nunca hizo para sí dinero a costa de los que deseaban su compañía”.(4)

Sócrates sentía en su fuero interno, una voz de inspiración divina que le orientaba y aconsejaba en su vida para no apartarse del camino conducente de la virtud, él lo denominaba deimon (demonio). La función de este espíritu era principalmente disuadir o prohibir ciertas acciones que pudieran alejar a Sócrates y a sus amigos de la bondad  moral. Discípulos cercanos al maestro, tales como Platón y Jenofonte por ejemplo, comprendieron  muy bien la importancia que tenía la voz divina para guiar la conducta moral de Sócrates. He aquí otra reminiscencia que aporta Jenofonte acerca de su preceptor:

“Empero Sócrates decía las cosas tal y como las conocía: que era lo demoníaco quien le hacia indicaciones. Y así aconsejaba a muchos de sus habituales a hacer ciertas cosas, y a no hacer otras, según como se lo indicase lo demoníaco”. (5) 

Sócrates se esforzó por mostrar a los ciudadanos atenienses la importancia de un conocimiento profundo de sí mismo, que incluyera el autocontrol y la ponderación juiciosa de los méritos y defectos personales como punto de partida para alcanzar la virtud. Esta última la consideraba como la única fuente que aleja el error y la ignorancia a los hombres, o como una instancia intelectual y afectiva que posibilita la obtención de la felicidad. Ser filósofo para Sócrates, significa una total identificación entre filosofía y vida, una plena comprensión de la autoconciencia. Para el mundo helénico en general, el pragma socrático, se traduce en un modelo de hombre nuevo y en el aparecimiento de un ideal de ciudadano más comprometido con la vida pública y con los temas axiológicos que le preocupan.  

En este esquema, el hombre de la polis, el ciudadano responsable, debe participar de la virtud e intentar alcanzar la felicidad a través de la buena disposición para obrar con los demás. Ello exige una conducta ejemplar: digna, noble, sobria y desinteresada. Tal comportamiento está centrado exclusivamente en la aspiración de lograr una total armonía interna, obedeciendo a los dictados del dios o de la conciencia. Lo anterior, corresponde a una ética de lo social en armonía con la búsqueda del bien que le ordena su fuero interno y que se comprende mejor cuando se estudia el rechazo de Sócrates frente al relativismo que propiciaban los sofistas en relación a las cuestiones axiológicas.

El oficio de Sócrates

El oficio de Sócrates se comprende muy bien a partir de la consulta al oráculo de Délfos.(6) Querefón, amigo de Sócrates, decide consultar al oráculo de Délfos, acerca de quien es el más sabio de los atenienses. La respuesta de la pitonisa señala a Sócrates como el más sabio. Ante esto, Sócrates decide cuestionar la afirmación del oráculo y se dedica con sus mejores bríos a dialogar en el ágora y a formular preguntas a sus conciudadanos, con el objeto de encontrar uno o más sujetos sabios que él. Así entiende su oficio de filósofo y así se entiende a sí mismo; esto es, como el enviado por el dios, o como el elegido por el deimon para cumplir la noble misión de refutar la sentencia del oráculo. Ello como parte de una tarea mayor, que lo impele a buscar la verdad. Así, su pragma, su principal afán, por tanto, es buscar la verdad. Y justamente en este proceso de búsqueda, hace tomar conciencia de sus creencias erróneas y de sus prejuicios en general, a los griegos con relevancia pública de su época. Ahora bien, Sócrates, al hacer girar toda su vida en torno a la búsqueda de la verdad, está practicando el ejercicio de la virtud y fomentando en los otros la necesidad de conquistarla. Por lo anterior, logra desarrollar una crítica colectiva mediante una estructura racional que tiene su base en el diálogo. La crítica es uno de los rasgos relevantes de la filosofía que trasciende el tiempo y la época histórica, puesto que en tanto se trata de un trabajo discursivo y proposicional, está en condiciones de aclarar los límites del lenguaje que está dotado de sentido, de aquel que no lo está. (7) Este esfuerzo que persigue delimitar el pensamiento para evitar la vaguedad y la confusión, ya lo encontramos en Sócrates y en Platón, continuará con Heidegger, Ortega o Wittgensttein, por ejemplo. De este modo Sócrates, fomentando la crítica respetuosa, abre nuevos espacios para los horizontes valóricos a los atenienses de su tiempo; les hace  ver las cosas y los asuntos públicos de otra manera: aporta la claridad del filósofo, para presenciar el ser por medio del encuentro con la verdad como fruto de la discusión social. Por eso no es extraño que Sócrates se identifique plenamente con su misión de despertar a los hombres  del sueño de creer saber, en que viven: El mismo lo destaca en estos términos: “Así pues, como tal me parece que el dios me ha colocado en la ciudad; que os despierto, os persuado y os reprocho, a cada uno y no ceso durante todo el día de posarme en todas partes”. (8)

Finalmente llega a la conclusión de que el oráculo no se había equivocado en determinar quien era el más sabio. Ello porque en la discusión respetuosa con los demás, se percata que éstos dicen saber y dominar bien algo que en realidad no saben; en cambio, él sostiene su ignorancia cuando no está en posesión de los conocimientos sobre un tema determinado: “sólo sé que nada sé”.  Esta es su sabiduría; el reconocimiento de su ignorancia como punto de partida para iniciar la búsqueda de la verdad. La fortaleza moral de Sócrates y su figura intelectual, ha trascendido hasta la actualidad; entre otras razones por las siguientes:

- Por ser consecuente consigo mismo.

- Por sentirse obedeciendo al dios en el cumplimiento de su misión. (El dios está  identificado con su propia conciencia)

- Por aceptar las consecuencias de su actuación filosófica.

- Por ampliar el universo de la filosofía. 

- Por acatar la muerte con valentía y serenidad. Esto como una forma de respaldar todo su quehacer filosófico.

- Por su actuación de hombre público respetuoso de la institucionalidad. 

La mayeútica socrática 

El método socrático -tan temido por los sofistas, los políticos, los oradores y los hombres públicos de la época- fue un elemento decisivo en el nuevo giro que Sócrates le imprime a la filosofía. Hasta antes de él, la filosofía era únicamente una reflexión cosmológica, manifestando una preocupación por la naturaleza y por el origen del cosmos. Con éste filósofo en cambio, se produce un vuelco en el pensar: la filosofía se interesa por el hombre, principalmente por sus valores éticos, estéticos, políticos y morales. El método socrático denominado mayéutica, se basaba principalmente en un diálogo orientado hacia la búsqueda de la verdad unido a una fina ironía. El diálogo hacía posible encauzar tanto las preguntas bien dirigidas de Sócrates, como las respuestas del interlocutor o de los  interlocutores, hacia la consecución de una  definición general o de un concepto universal. La ironía, por su parte, se hacía visible al dejar de manifiesto Sócrates la ignorancia de sus interlocutores en cuanto a los temas de carácter axiológico que usualmente no dominaban y que estos desde los inicios del diálogo, creían conocer debidamente. 

El estilo de trabajo intelectual de Sócrates, visible a través de la mayéutica, se caracteriza principalmente por dos notas relevantes: por un lado, sus diálogos en el ágora apuntan a determinar la esencia de las cosas, y por otra, los mismos manifiestan claramente un rechazo al relativismo ético de los sofistas. Lo primero, indica una tarea esencialmente filosófica que expresa intrínsecamente el propósito de conseguir definiciones universales. Estas se vinculaban preferentemente con las cuestiones éticas, morales o estéticas; v. gr. ¿qué es el bien?, ¿qué es el valor?, ¿qué es lo justo?...Y lo segundo, que es también una complementación del rol anterior, nos aclara que para Sócrates los valores no son relativos, que persiguen el bien individual asociado al bien colectivo y que el bien existe y que es posible de alcanzarlo. 

Desde el punto de vista de su desenvolvimiento práctico, la mayéutica consistía en aceptar momentáneamente una determinada tesis del interlocutor, para luego ser analizada en el transcurso del diálogo con ayuda de los procesos de inducción y deducción. Así, la verdad que sostenía el adversario o los adversarios en un primer momento, comenzaba a ceder paulatinamente debido al peso de sus contradicciones internas, hasta que los interlocutores de Sócrates vislumbraban un ámbito del saber elemental: el error, el creer saber. Con la derrota del adversario, Sócrates no pretendía confundirlo; sino más bien iluminarlo para conducir rectamente su intelecto hacia la verdad. El proceso anterior era realizado por el filósofo, con una fina ironía y una extraordinaria conducción en las preguntas; todo lo cual ponía de manifiesto el error del interlocutor. Así, cuanto mayor seguridad demostraba al comienzo el contrincante, por ejemplo al enunciar una definición o al plantear una tesis que estimara correcta; más deslumbrado consigo mismo quedaba al final del diálogo con Sócrates. Recuérdese que habitualmente, este filósofo, al inicio de un diálogo decía no saber plenamente el tema central de la conversación y en cambio, su adversario manifestaba un supuesto dominio de dicho tópico. 

Desde un punto de vista pedagógico es posible sintetizar la mayéutica en los siguientes pasos:

1. Aceptación de una verdad aparente.

2. Análisis de los argumentos que sustentan esa verdad aparente, mediante procesos inductivos y deductivos.

3. Presentación de las contradicciones que manifiesta el argumento en que se basaba la supuesta verdad.

4. Deslumbramiento y confusión del interlocutor.

5. Manifestación de la ignorancia del interlocutor. 

Para algunos historiadores de las ideas, e incluso para algunos historiadores de la filosofía, el método socrático es reducido simplemente a la ironía. Lo anterior, significaría entonces que el fino juego de preguntas y respuestas orientadas, perseguía únicamente demostrar la ignorancia del contrincante para dejarlo en ridículo ante los auditores. Dicha concepción de la mayéutica, parte probablemente del hecho de que Sócrates lograba dejar de manifiesto la ignorancia de su rival. Sin embargo, es apresurado y antojadizo sostener que quería ridiculizar a los demás; el fin último de su trabajo público, era sacar del error al contrario para dejarlo en posesión de un estado anímico más acorde con el conocimiento verdadero, para dirigir su intelecto hacia la verdad. Sócrates, al emplear la mayéutica, sentía que estaba prosiguiendo con su tarea místico-religiosa; esto es, que estaba cumpliendo su doble papel de filósofo y de enviado por el dios para despertar, persuadir y reprochar a los ciudadanos de Atenas. (9) 

En este contexto la tesis que identifica la mayéutica únicamente con la ironía sin más, no tiene cabida por la altura de miras y por la dignidad conque Sócrates asume su tarea de maestro y su rol de crítico y especialmente porque lo relevante es buscar la verdad y no quedarse en llamar la atención sobre el interlocutor. Así entonces cumple cabalmente su oficio: la crítica como camino hacia la verdad.



[1] Reichenbach, H.: La filosofía científica, F. C .E., México D. F., 1987, pp. 61-63.

[2]En este cargo se presidía tanto la Asamblea del Pueblo como el Senado.

3. Platón: Apología de Sócrates; 23, c. Véase también 19, e., donde Sócrates niega haber obtenido ganancias por dialogar con los jóvenes.

4. Jenofonte: Recuerdos de Sócrates, Unam,  México D. F., 1964,  p.15. 

5. Ibídem.; p.5.

6.  Platón : Apología de Sócrates; 21,a.

7. Cf. Heaton, J. y Groves, J.: Wittgenstein para principiantes, Editorial Era Naciente, Bs. Aires, 1999, pp. 40 y 42. 

8. Platón : Apología de Sócrates;  31 a. 

9. Ibídem.

 

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Zenobio Saldivia M. y Felipe Caro P.

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile. 

Resumen: Se analiza el origen histórico y las características del Modelo Panóptico, como recurso arquitectónico proveniente del mundo europeo, tanto para las prisiones como para las construcciones hospitalarias, y su aplicación en Chile, especialmente durante el Siglo XIX. Por ello, se destaca la influencia del modelo mencionado en la áreas penitenciaria y médica chilenas, enfatizando en los supuestos méritos de mayor vigilancia y control de los reclusos, con la idea de una eventual regeneración moral de los mismos; y en las eventuales características del Modelo Panóptico tendientes a una mayor higiene y salubridad en los establecimientos médicos, supuestamente facilitada por el paradigma arquitectónico de este modelo.

Palabras claves: Modelo Panóptico, arquitectura carcelaria, arquitectura hospitalaria.

Summary: The historic origin and the characteristics of the Panopticon, as an architectural resource originating from the European world, is analyzed for prison and hospital constructions, as well as its application in Chile, especially during the early 19th Century. The influence of this model in Chilean penitentiary and medical areas is emphasized in the supposed merits of greater surveillance and control of the inmates, with the idea of their eventual moral regeneration; and in the eventual characteristics of the Panopticon Model tending towards greater hygiene and salubriousness in medical establishments, supposedly facilitated by the architectural paradigm of this model. 

Keywords:  Panopticon, prison architecture, hospital architecture.

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El Joven y sus estudios

Charles Robert Darwin, nace en 1809 en Shrewsbury, al Oeste de Inglaterra. Sus primeros estudios los realiza en la escuela del sacerdote G. Case en 1817. Luego, se incorpora al Internado del Dr. Butler entre los años 1818 y 1825. Y en 1825, luego de terminar sus estudios secundarios en el Shrewsbury School, se incorpora a la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina; estudios que son interrumpidos tres años después. Aquí congenia gratamente con el geólogo Robert Jameson y se incorpora a la Sociedad Pliniana fundada por éste científico. Finalmente en 1831 termina sus estudios en el Christ’s College de la U. de Cambridge y recibe el grado de Bachiller en Artes; son los años en que Darwin lee las obras de William Paley (1743-1805) que lo dejan reflexionando sobre temas propios de la filosofía moral del período; así como también algunas obras de Humboldt, principalmente el texto Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Mundo. Esta obra despierta en el joven naturalista, el sueño secreto de un viaje a América.

En otro plano, este mismo año, a instancias de su maestro, el profesor de geología y botánica John Stevens Henslow, lo recomienda al Almirantazgo para que viaje como naturalista ad honorem a bordo del HMS Beaglecomandado por el oficial Robert Fitzroy, para formar parte de una expedición con objetivos cartográficos, geológicos, hidrográficos y de historia natural. Tras la difícil tarea de convencer a su padre para que autorizara la partida, Darwin acepta la propuesta del Almirantazgo. Y luego de cinco años de excursiones naturalistas, regresa a Inglaterra en 1836. La muerte lo sorprende en abril de 1882, en Downe, Inglaterra.

El Viajero
Darwin ya debidamente instalado en el bergantín Beagle, parte de Devonport en Diciembre de 1831 y principia su periplo alrededor del mundo. En cuanto a América, recuérdese que visita algunos lugares de Brasil, tales como Bahía y Río de Janeiro; o de Uruguay, tales como Pto. Maldonado; o del actual Ecuador, como las islas Galápagos. Lo propio hace con El Callao y algunos lugares del Perú de la época. Llega también a algunos lugares de Argentina, tales como Río Negro, Bahía Blanca, o Buenos Aires, amén de algunas excursiones al Río Lujan y Mendoza. Y en cuanto a Chile, visita la Tierra del Fuego, Canal Beagle, Cabo Gregorio, amén de algunas islas del Pacífico. En su visita a Bahía Blanca, Argentina, Darwin realiza estudios geológicos que dan cuenta de algunos animales antidiluvianos como el Megalonix, el Megatherium o el Mylodon, entre otros.[1] Más tarde incursiona hasta la latitud de 57º S., frente al Cabo de Hornos.

Sus exploraciones en Chile
En Chile Darwin realiza algunas exploraciones geológicas y otras para observar la flora y fauna chilensis entre 1834 y 1835; ora en Chiloé, ora en Santiago, luego en Rancagua; también visita Concepción y Talcahuano, (tras el terremoto de febrero de 1835). También recorre los alrededores de Valdivia, de Valparaíso, Quillota, el Cerro la Campana y otros; arriba también a San Felipe y recorre los alrededores, visitando lo que hoy son los pueblos de Sta. María, Jahuel y otros lugares. Justamente en el sector de Jahuel, identifica un punto magnético, que se ha constituido en la actualidad en un lugar de interés turístico. Pero es la belleza de la Cordillera de Los Andes y la presencia de las cimas de andinas lo que prácticamente lo inunda de gozo y admiración. Justamente el impacto que siente al contemplar el Volcán Aconcagua, lo induce a expresar sus mejores sentimientos referentes a la captación de la belleza de la naturaleza chilena. Así, luego de dejar consignada la altitud de dicha masa rocosa, (6900 metros), exclama: “¡Qué admirable espectáculo el de esas montañas cuyas formas se destacan sobre el azul del cielo y cuyos colores revisten los más vivos matices en el momento en que el sol se pone en el Pacífico!”[2]

En cuanto a la región centro-sur de Chile, recuérdese que Darwin recorre Concepción, Talcahuano y lugares cercanos, justo poco después de un terremoto que lo impresiona vivamente. En efecto, el 20 de Enero de 1835, Concepción y otras ciudades cercanas sufrieron un fuerte terremoto que según estimaciones contemporáneas habría sido de 8.2 grados; a la sazón, Charles Darwin se encontraba en el puerto de San Carlos de Chiloé, realizando sus observaciones habituales de especímenes de la región. El sabio inglés, queda muy impresionado por el fenómeno y lo expresa con estas palabras: “…durante la noche del 19 de Enero el volcán Osorno se pone en erupción. A medianoche, el centinela observa algo que se parece a una gran estrella, ésta aumenta a cada instante, y a las tres de la madrugada asistimos al más magnífico de los espectáculos. Con ayuda del telescopio, vemos en medio de espléndidas llamas rojas, negros objetos proyectados incesantemente al aire, que después caen.”[3]

Y en relación a la zona austral, Chiloé, es el foco de muchas de sus observaciones; así por ejemplo, sabemos que Darwin visita la isla homónima en dos ocasiones, en 1834 y en 1835. En la primera visita, elBeagle ancla en el puerto de San Carlos en el mes de Junio, procedente del Estrecho de Magallanes, y de inmediato el naturalista queda prendado de la fuerza y belleza de la naturaleza de Chiloé. Al realizar el trayecto de San Carlos a Castro, queda impresionado porque el camino en toda su extensión era principalmente de troncos. El lo relata en estos términos: “En un principio, se suceden colinas y valles, pero a medida que nos aproximamos a Castro se presenta el terreno más llano. El camino es por sí mismo muy curioso: en toda su longitud, a exepción de algunos trozos anchos, consiste en grandes tarugos de madera, unos anchos y colocados longitudinalmente, y otros transversales muy estrechos. En verano no está muy malo este camino, pero en invierno, cuando la madera se pone resbalosa con la lluvia, es muy difícil viajar.”[4]

Seguramente, a nosotros como contemporáneos, también nos causa extrañeza esta técnica, pero desde la perspectiva de las condiciones climáticas de la isla, dada su alta pluviosidad, es comprensible que buscaran un recurso duradero y barato, y que al mismo tiempo fuera resistente al peso de las carretas, así que en las primeras décadas del siglo XIX, parte de los bosques comenzaron a ceder para transformarse en praderas, quedando sus troncos en los pantanos, perfilando así los primeros caminos de la isla. Otra parte importante del bosque nativo, en las próximas décadas, será presa del fuego de los roces, en busca de nuevas praderas.

Darwin no sólo realiza descripciones de la flora y fauna endógena de la regiones mencionadas, que son más bien conocidas, gracias a los trabajos de Villalobos y Yudilevich; sino que también realiza numerosas observaciones geológicas, geomórficas, paleontológicas y de conquiliología; tal como se puede apreciar al leer su Jeolojía de América Meridional, aparecida en 1846. En ella la presencia de Chiloé en los campos de estudio señalados, es manifiesta. V. Gr. en cuanto a la formación geológica de la isla de Huafo, escribe: “Esta isla se halla entre los grupos de Chonos i Chiloé; tiene cerca de 800 piés de altura i quizas posee un núcleo de rocas metamórficas. Los estratos que examiné constaban de areniscas de grano fino, lodosas, con fragmentos de lignita y concreciones de arenisca calcárea.”[5] Así, Darwin continúa con sus observaciones también sobre conchas fosilizadas de gasterópodos, moluscos, mitílidos y otros. Y entre sus aportes paleontológicos, realiza la identificación de los primeros amonites sudamericanos, que encuentra en el Monte Tar, cerca de Pta. Arenas. Y da cuenta también, de la formación volcánica de Chiloé, distinguiendo la formación orográfica de la costa oriental compuesta principalmente de grava y estratos de arcillas endurecidas y areniscas volcánicas. La parte norte de la isla, a su vez, estaría compuesta de una formación volcánica de 500 a 700 piés de espesor, en estratos de diversas lavas.[6]

Darwin y el Nuevo paradigma
Su famosa Teoría de la Evolución que cambió la visión de la naturaleza y del mundo científico en general, en rigor no es un constructo teórico esencialmente original, que Darwin haya madurado y difundido con cierta prontitud o precocidad. En efecto, desde la perspectiva de la historia de las ciencias, aquellas ideas ya estaban en ciernes en el ambiente intelectual decimonónico; recuérdese al respecto los trabajos previos de Lamarck, que sostenían el transformismo de los seres vivos, o bien algunos estudios de Erasmo Darwin, abuelo de nuestro naturalista, o el texto: On the Tendency of varieties to depart indefinitely from the original tipe(1858), de A. R. Wallace casi al mismo tiempo de la presentación de las nociones elaboradas por Darwin. Además de estos antecedentes, la articulación de esta mega teoría, es el resultado de las lecturas científicas previas de Darwin y de sus observaciones botánicas, zoológicas, geológicas y paleontológicas realizadas en los distintos lugares que le correspondió recorrer a bordo del bergantín Beagle. En rigor, el fuerte de la teoría en comento, radica en el abundante acopio de datos duros provenientes de las distintas disciplinas y en la capacidad analítica de Darwin; con ello logra “construir un sistema de vasto alcance, de trascendencia ilimitada y de una gran lógica”.[7] Así, entre las lecturas previas del sabio inglés, que fueron contribuyendo para la posterior formulación de su teoría, cabe destacar que en 1838 lee a Malthus[8] y se percata de que no sólo los seres humanos se multiplican más a prisa que la provisión de alimentos, sino que todos los seres vivos hacen lo propio. Y principia meditar sobre la diversidad de los seres vivos.

También lee la Introducción al Estudio de la Filosofía Natural, de John Herschel, algunas obras de Humboldt y algunos trabajos de Maltus. Lo anterior, sumado a sus observaciones in situ, le permiten reconocer el hecho de que poblaciones, en general, tienden a crecer lo más rápido posible, agotando los recursos que existen en su medio. De lo anterior, sumado a sus vastas observaciones, arriba a la Teoría que daría cuenta del hecho de que la naturaleza, “escoge” deliberadamente los rasgos favorables de la selección natural.

Luego de madurar sistemáticamente estas ideas y de estudiar su propio acopio de datos, de analizar sistemáticamente sus conversaciones con criadores de animales y jardineros decide publicar su texto El Origen de las Especies, (1859). 

[1] Cf. Chardón, Carlos: Los Naturalistas en la América Latina, Ed. Del Caribe, Ciudad Trujillo, Rep. Dominicana, 1949; p. 148-149.
[2] Darwin, Charles: Viaje de un naturalista alrededor del mundo, Ed. Ateneo, Bs. Aires, 1945, p.307.
[3] Darwin, Charles; op.cit.; p. 349.
[4] Villalobos, Sergio: La aventura chilena de Darwin; Ed. A. Bello, Stgo., 1974; p. 67.
[5] Darwin, Charles: Jeolojía de la América Meridional, (Trad. de Alfredo Escuti O.), Impr. Cervantes, Stgo., 1906, p.200.
[6] Ibídem., p. 201.
[7] Marter Daniel: El Espíritu de la Ciencia, U. de Chile, Stgo., 1931, p. 160.
[8] Cf. Asimov, Isaac: Cronología de los Descubrimientos, Ed. Ariel, 2da reimpresión Colombia, 1992, p. 400.
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Breve ensayo de análisis histórico y documental sobre la desconocida infancia de Jesús, donde el autor tras explicar porque es relevante investigar sobre la vida de Jesús, especialmente sobre este período que no se observa en el Nuevo Testamento, salvo escasas menciones. Por ello Briones presenta y analiza cuidadosamente diversos evangelios apócrifos, en los cuales se relatan situaciones y eventos en los cuales aparece Jesús niño y Jesús adolescente como personaje central. Entre estos textos apócrifos por ejemplo el autor nos muestra trozos del Evangelio del Pseudo Mateo y del Evangelio árabe entre otros; donde luego de presentar dicha prosa se comenta su factibilidad lógica y la visión que de tales escritos tiene la Iglesia cristiana tradicional o la historia de las religiones en general.

Es interesante destacar que el autor deja de manifiesto la pobreza explicativa que el Nuevo Testamento ofrece sobre este período de la vida de Jesús, y que salvo alusiones de Mateo y Lucas, no parece haber interés por mostrar un desarrollo biográfico de Jesús, cronológicamente más completo.

Así, llama la atención que en este texto,  la prosa apócrifa seleccionada representa al Dios hecho hombre pero con algunas características propias de los niños de su tiempo pero al mismo tiempo, con algunas diferencias que muestran un individuo conectado a un universo o deidad que le permite tener superioridad en el medio infantil. En uno de estos textos, por ejemplo se percibe un Jesús niño desde los 5 a los 12 años que realiza actividades propias de sus edades y de su tiempo histórico, pero que realiza travesuras y verbalización de pequeños rencores pero también con algunos poderes divinos (cf. p.30). Por ejemplo cuando juega con otros niños con barro y modela unos pajarillos, hasta que es sorprendido por adultos y ante ellos, les ordena a estas figuras de barro que vuelen lo cual acontece asombrando a todos. O bien cuando cura a un niño endemoniado por la simple implantación de sus pañales lavados por María, y saliendo de inmediato serpientes y demonios de la cabeza del niño  endemoniado. (p.38). O  cuando el autor nos presenta otro texto apócrifo en el que aparece Jesús niño frente a un árbol  jugando con sus compañeros, donde Jesús ordena al árbol bajar y subir sus ramas para que se encaramen sus compañeros.(p.46). y así sucesivamente.

Finalmente Briones concluye que estos textos si bien no pueden garantizar la verdad de lo sucedido con el Jesús niño,  aportan luces para comprender que lo más probable es que Jesús haya interactuado como un niño, pero con un delta especial que lo diferencia y que daría para pensar   que se está ante un niño conectado a una fuerza o divinidad superior. Todo lo cual encajaría perfectamente con la etapa de sus milagros durante la adultez, pues entonces estos pueden verse simplemente como la continuación de un ser especial con poderes que vendrían desde su infancia.

Zenobio Saldivia M.  // Diciembre 2016

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El Positivismo y su impacto en Chile

Zenobio Saldivia M
Artículo publicado el 21/11/2004 en Revista electrónica Critica.cl 

Algunos antecedentes

Si bien la noción “positivismo” es un concepto polisémico que encierra una connotación histórica, epistemológica y filosófica, es posible entenderlo como una corriente filosófica, científica y cultural que se desarrolla en la Europa decimonónica a partir de las ideas de Augusto Comte y que se caracteriza por enfatizar la importancia del método y de la ciencia como fenómeno social que posibilita un ascenso inevitable hacia el progreso social y moral. Encierra, por tanto, las ideas propias de dicha cosmovisión que se difundieron principalmente a partir de la obra de Comte: Cours de philosophie positive (1830-1842), más las de autores como J. Stuart Mill y otros, las cuales se desarrollan con una extraña fuerza tanto en Europa como en los países recién independizados de América. Es probable que la enorme simpatía que despertó el positivismo en muchos países latinoamericanos tales como México, Brasil, Chile y otros, se haya debido a su percepción de la marcha fundamental de la historia, que se caracteriza en este enfoque, por el inevitable desenvolvimiento de estadios que deben terminar necesariamente con el estado positivo o científico. Y claro, para los países que están dejando atrás todo un pasado cultural foráneo y saturado de metafísica, las tesis comtianas que aluden a una concentración exclusiva en la experiencia y en la actividad de las comunidades científicas emergentes, resulta un excelente asidero para encontrar una adecuada explicación de una naturaleza amenazante que los rodea y de una sociedad que hay que reconstruir con parámetros más modernos y más aproximados a un ideario de “lo americano”.

Presencia del positivismo en Chile

En Chile, el positivismo se difunde con una clara impronta francesa, esto es, que prima la tendencia de Comte. Dicha corriente principia a difundirse desde 1873 con la fundación en Santiago, de la Academia de Bellas Letras, organizada por un grupo de entusiastas intelectuales dirigidos por José Victorino Lastarria, quienes persiguen cultivar la literatura no solo como un arte sino además como un medio para la expresión de la verdad, según las reglas y exigencias de las obras científicas de Comte y en conformidad con los hechos demostrados de un modo positivo. Entre estos hombres públicos que asisten a las discusiones están Manuel Antonio Matta, B. Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunategui, los Hnos. Lagarrigue, Valentín Letelier, y por cierto, el líder: José Victorino Lastarria, quien ya se había declarado positivista en 1868; luego de leer por 1ra vez la obra de Comte: Cours de Philosophie positive. Por tanto, en rigor de la cronología, este sería el momento histórico que corresponde a la génesis del positivismo en Chile. Años más tarde, en 1874, Lastarria publica su trabajo: Lecciones de Política positiva, donde emplea el método positivo para el análisis de los estudios sociológicos, políticos y administrativos.

Las décadas del setenta y ochenta del Chile decimonónico se nos presentan como un hito de consolidación y de arraigo de las ideas comtianas en el país, tanto por la fundación de entidades que tienen entre sus objetivos la difusión de las nociones comtianas y el estudio y aplicación o “adaptación” de muchas de ellas a la realidad social, cultural y política chilenas. En los años setenta, además de la Academia de Bellas Letras, recuérdese el envío de la Carta de Jorge Lagarrigue, en 1876, al francés Emile Littré, seguidor de la doctrina positivista. Esta es publicada por la Revista de Philosophie positive, ese mismo año y constituye para los intelectuales europeos una especie de acuso de recibo del hecho de que las nociones comtianas ya están en la vida pública chilena e identifica a Jorge Lagarrigue como uno de los exponentes de la corriente positivista chilena ante la comunidad internacional. Ello no es extraño, pues este autor ya en 1875 había traducido y publicado los Principios de Filosofía Positiva, dando cuenta de una selección de las ideas de Comte, y más tarde, a principios de los ochenta viaja a Paris y continúa con el estudio y lectura de las tesis comtianas. A su regreso al país en 1882, se presenta como un férreo impulsor y difusor de esta doctrina aunque enfatizando más el aspecto religioso de la misma; esto es, difundirla como religión para toda la humanidad. En esta tarea se desempeñan como fieles colaboradores sus propios hermanos Luis y Juan Enrique.

En los años ochenta del siglo XIX chileno, continúa la labor de divulgación del positivismo, ahora con nuevos simpatizantes entre estos, el educador Eugenio María de Hostos (portorriqueño 1839-1903), quien permanece en el país en dos períodos; primero entre los años 1872 y 1873 y luego entre 1888 y 1898. Este autor escribe frecuentemente en la Revista de Chile, difundiendo algunas nociones comtianas, en especial en lo referente a la educación a favor de la mujer y acerca de la conveniencia de incorporarlas a las carreras de las distintas ciencias aplicadas. También en esta década, aparecen entidades destinadas a la misma tarea de difusión del positivismo, en otras regiones del país, v. gr. en Copiapó, Juan Serapio Lois funda la Sociedad Escuela Augusto Comte, en 1882,orientada al análisis, a la lectura, a la difusión y a la discusión de las obras de los positivistas europeos. Incluso llega a sacar un medio comunicacional denominado: Revista El positivista (periódico filosófico, literario, científico y moral). Serapio además logra publicar una obra titulada Elementos de filosofía positiva que aparece en dos tomos, entre los años 1887 y 1889.

Al parecer, en Chile los positivistas se bifurcan en dos grandes tendencias. Por una parte están los Positivistas intelectuales que persiguen adoptar el positivismo para aplicarlo cuidadosamente a la realidad del país, con cierta flexibilidad, a las ideas originales de Comte en lo referente a la noción de libertad. Comparten más las ideas de Littré, que las de Comte. Aquí se ubicarían J. V. Lastarria y Valentín Letelier, quienes se preocupan además del ideario del progreso, por la política y por el tema de libertad.

La otra tendencia que podemos denominar como Positivistas con doctrina religiosa; Tratan de utilizar el positivismo más que para los temas sociales y políticos, principalmente para desplazar al catolicismo y la religión y poder así, instaurar la Religión de la Humanidad, al estilo de los planteamientos del Comte de su última etapa. Aquí se ubican los Hnos. Lagarrigue, quienes siguen las ideas comtianas y las de Pedro Lafitte (Director de la Escuela Positivista en Francia). Los temas que interesan a estos intelectuales se orientan además del progreso, que los une a todos, el énfasis por la religión, la filantropía comtiana: el amor a la humanidad.

A manera de conclusión


Los positivistas de los distintos centros del país, independientemente de sus tendencias y orientaciones, coinciden todos en lo referente a lograr en el país, tanto la implantación del método experimental, cuanto en el reconocimiento de la importancia del desarrollo de la ciencia y del espíritu positivista en Chile. También coinciden en cuanto al trabajo de las elites por el bienestar material de la población y por el progreso colectivo, así como por el desarrollo de los conocimientos científicos y por el aumento de las libertades personales. La mayoría de los seguidores del positivismo aspiran a la expansión de la instrucción pública y de la educación en general, y en especial, los mejores esfuerzos de los seguidores de esta doctrina, apuntan a inculcar el conocimiento del método experimental y de las leyes de la naturaleza en la curricula del sistema educacional chileno. Es notorio además, el hecho de que estos autores participan dentro del universo de la masa crítica que más se destaca en la vida pública nacional y manifiestan una producción intelectual que se desplaza en una seguidilla de esfuerzos tendientes a inculcar el método positivo en la enseñanza de la filosofía, en el plano de la acción y de la teoría políticas, en el marco de la literatura y también en la esfera de las ciencias decimonónicas, principalmente por el hecho de privilegiar el pragmatismo y el télos del progreso en estas comunidades. En rigor, podría decirse que en esta época, los miembros de la clase política y los intelectuales del país, han comprendido la conveniencia de fomentar tanto el conocimiento científico, como el desarrollo tecnológico y la educación en todos los niveles; y al mismo tiempo, se muestran imbuidos de un espíritu racionalista y pragmático que los conduce hacia la obtención del progreso. Ello es plenamente factible de concebir en esta era, toda vez que ya se cuenta con la información científica sobre el cuerpo físico del territorio nacional, como consecuencia de los trabajos teóricos y de exploración in situ de científicos como Gay, Domeyko, Philippi, Pissis y otros; sólo que dicha vinculación entre conocimiento del medio natural y el progreso, ya la percibían antes, en plena ejecución de sus tareas científicas: Gay, Domeyko y Philippi.

Esta tendencia de difundir el conocimiento científico, de acercarse a la tecnología, y de llevar la actividad productiva nacional a un sitial superlativo para su época, es claramente el resultado de una interacción entre los exponentes de la esfera pública y los autores imbuidos del ideario del progreso y de la regeneración moral de la sociedad. Tales ideas por cierto, son difundidas por Comte y sus seguidores en los distintos países de Europa y de las jóvenes repúblicas de América.

Y en cuanto a la noción de progreso, casi todos estos exponentes del positivismo chileno lo asocian con un proceso de adquisición de información especializada de las distintas disciplinas vigentes en Europa, para que dichos conocimientos se apliquen en Chile, con vistas a una posterior explotación, cultivo o industrialización de muchos referentes del cuerpo físico del país o del universo biótico, como un puente hacia la industria y al capitalismo. En este sentido, la idea de progreso de estos autores, lleva implícita un a priori que es justamente un cierto desplazamiento de la naturaleza vernácula por la civilización europea, representado por los inmigrantes y sus valores culturales, políticos y sociales que irradian nuevos posibles de acción y desarrollo laboral. Ideas que defienden muchos positivistas chilenos. Por eso no es raro que algunos autores entiendan el progreso como un recurso material y social para sacar a la joven República de Chile y a otras naciones, fuera de la barbarie, de la vastedad de las pampas y de las selvas y lograr así, la civilización; entendida esta como poblamiento de tales regiones. El progreso es para ellos poblar y poblar con europeos es alcanzar la civilización.

 

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 Zenobio Saldivia M.

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Para la comunidad de historiadores de la ciencia y muy especialmente para los epistemólogos, en 2012 fue un hito relevante que los llenó de satisfacciones. En efecto, justamente en ese año se conmemoraron 50 años, en el destacado físico Thomas Kuhn (1922-1996) publicó en 1962, su obra The Structure of Scientific Revolutions en la que expone la evolución de las ciencias empíricas, a partir de un proceso dialéctico de paradigmas, revoluciones científicas y nuevos paradigmas. Esto es, que logra formular un mecanismo teórico de comprensión de las estructuras científicas y el alcance explicativo de las mismas en una u otra área del saber. Y al mismo tiempo logra dar cuenta del porque de las acciones de los agentes y de los principales exponentes de las comunidades científicas.

Según Kuhn, el progreso científico no es el resultado obvio de la aplicación de hipótesis y de tareas experimentales en la práctica de la ciencia. Más bien, lo que acontece, a su juicio, es el dinamismo de dos fases de la praxis científica: el enfrentamiento entre los paradigmas y las revoluciones científicas que serian el núcleo duro de la adquisición cognoscitiva. Así, en una comunidad científica en un primer momento, se percibe un amplio consenso acerca de cómo explotar los avances conseguidos en la disciplina en otros periodos, basándose en el o los paradigmas en uso, y luego el mismo entra en crisis, hasta que aparece uno nuevo.

Kuhn define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado por la comunidad científica en sus tareas rutinarias y como se ha señalado, siempre vienen aparejados a una revolución científica específica. También en algunas ocasiones Kuhn le atribuye un sentido muy amplio, a categoría exitosa, como una visión general del mundo y un universo de valores de los exponentes científicos.  Ello deja de manifiesto que un modelo explicativo entonces, es el resultado de una revolución que se viene incoando en la propia comunidad científica, hasta que la teoría o los enunciados esenciales que postula, son aceptados por la comunidad científica, en vistas de su conformación empírica y su mayor rango explicativo.  Y situados desde esta perspectiva, queda claro que habría ciertos paradigmas exitosos que han estimulado o contribuido a innumerables avances en astronomía, en las ciencias de la vida, en las ciencias fisicoquímicas o en las ciencias de la tierra, por ejemplo. Para el primer caso, piénsese en la Teoría Heliocéntrica, que deja atrás el Modelo planetario centrado en el Geocentrismo. Para el caso de las ciencias de la vida, la Teoría de la evolución, se nos aparece en gloria y majestad como un paradigma muy persistente, que deja en el recuerdo las explicaciones fijistas, estáticas o puramente creacionistas sobre los exponentes del mundo orgánico. Para el ámbito físico-químico, la Teoría de la combustión resulta un claro exponente que en el Siglo XVIII, gracias a Lavoisier, da cuenta de la presencia del oxígeno en los procesos de combustión y que definitivamente deja atrás la Teoría del flogisto de los químicos del Siglo XVII. A su  vez en  el campo de las ciencias de la tierra, la Teoría de placas, que corresponde en parte a una consecuencia de la Teoría de la evolución, pero dentro del universo inorgánico, deja en el pasado los enfoques deterministas o creacionistas y muestra una clara concatenación con el dinamismo en general del mundo orgánico y del universo abiótico.  

Y por cierto, después de Kuhn encontramos otros autores que continúan con la difusión e ilustración de la noción de paradigma haciéndola extensiva a nuevos campos disciplinarios. Así por ejemplo, el término “paradigma” se populariza aún más, con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo Joel Barkel; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales y la fotocopiadora, hace extensiva esta categoría al ámbito tecnológico, al campo de la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general, e incluso al universo de los usos y costumbres de las personas. De manera que hoy, prácticamente las ideas kuhnianas se han divulgado exitosamente en la academia y en el ámbito educacional al y empresarial. 

Empero, ¿qué tienen dichas nociones que han prendido tanto en la intelligencia universal? A nuestro juicio, una de las razones es que el modelo de Kuhn alude a un compromiso valórico de los investigadores que considera un conjunto de criterios y preferencias a las cuales se adscriben consciente o inconscientemente, al mismo tiempo que participan de la parsimonia de trabajo científico y de la rigurosidad de sus métodos e instrumentos; ello no siempre se destacaba con claridad y en profundidad. Pero en especial porque su explicitación subsume la dialéctica esencial de la praxis científica: la teoría y la rutina práctica de los científicos; por ello el paradigma incluye una o unas teorías en boga dentro de un o unos campos disciplinarios y actúa como un marco teórico práctico, como una manera de mirar y entender el mundo. Y es probable también que se haya asentado muy bien en la cultura, porque la idea de paradigma versus revolución científica, es fácilmente entendible en el imaginario colectivo por la similitud con los analistas de los procesos histórico políticos: que tienden a ver la historia como el desenvolvimiento de determinado régimen político versus revolución- luego nuevo régimen, y así sucesivamente.

 

Por tanto, considerando tales correlatos de significado, al hacerlo extensivo al universo de las tareas propias de la historia de la ciencia, podemos entenderlo por nuestra parte como un marco teórico y metodológico amplio que posibilita una determinada visión de la naturaleza y de la sociedad y que contribuye a la explicación y descripción de los fenómenos y observables propios de la investigación científica. Lo relevante es, en todo caso, es tener presente que la explicación ofrecida por Thomas Kuhn para dar cuenta de la evolución de la ciencia, es una más que se suma a los distintos enfoques de los epistemólogos contemporáneos, pero no significa que su mirada sea la mejor; sólo es una aproximación exitosa que ha durado y contribuido notoriamente a la comprensión de la ciencia universal y a la difusión de las vicisitudes de su extenso derrotero.

 

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La Tecnología y su cercanía con el Poder

Zenobio Saldivia Maldonado

U. Tecnológica Metropolitana, Stgo. Chile. 

Cuando se habla de tecnología, desde una perspectiva contemporánea, por ejemplo, se entiende este concepto como un conjunto de las herramientas, técnicas, métodos y procedimientos utilizados por una comunidad para la satisfacción de necesidades biológicas, sociales y culturales. También, es muy frecuente percibirla -a partir de la difusión de las obras de epistemología de Mario Bunge- como técnicas que emplean diversos procedimientos científicos.1 Por ello, al traer a presencia la tecnología, necesariamente estamos aludiendo a la ciencia y a las diversas vinculaciones entre ambas, así como también a la situación de estas en la sociedad.

Desde esta perspectiva, se observa que en la práctica, tecnología y ciencia son nociones imposibles de delimitar como autónomas, puesto que la explicación y los conocimientos sobre los hechos del mundo que reporta la ciencia, por ejemplo, son inmediatamente utilizados con determinadas modificaciones, por la tecnología. A su vez los logros tecnológicos relativos a aparatos, instrumentos y artificios de toda índole, son utilizados pronto por los miembros de las comunidades científicas en su labor cotidiana de ciencia normal, volviendo así a retroalimentar el proceso científico-tecnológico en el cual estamos insertos.

La delimitación es, entonces, únicamente posible en el plano teórico y en el ámbito del estudio de estas actividades humanas. Es común concebir la ciencia como un sistema de conocimientos en desarrollo, tendientes a la obtención o búsqueda de la verdad. Por su parte, la tecnología es posible entenderla como una ciencia que estudia y modifica las técnicas existentes y genera otras.

Uno de los aspectos relevantes de la tecnología es el hecho de que su desarrollo figura aparejado al de la técnica; esta última, entendida como un conjunto de procedimientos y normas que regulan la actividad del hombre, en vistas de su utilidad.

Desde el punto de vista histórico, no resulta fácil precisar qué actividad es la más característica de cada sociedad. Así por ejemplo, si se considera a la tecnología como un marco más amplio de la cual se generan diversas técnicas, la técnica aparecería como un quehacer de menor importancia dentro de la sociedad, subsumida en una noción de tecnología con más cuerpo y propiedad. Pero también es posible focalizar la atención en ciertas técnicas específicas que en su conjunto forman una vasta red de conocimientos tendientes a una aplicación práctica más inmediata; en este caso aparece como más relevante la técnica.

Históricamente apareció primero la técnica elemental como un conjunto de actividades orientadas a la modificación del mundo físico o natural. Al parecer estaba encauzada hacia la satisfacción de necesidades básicas y a lograrlas con el mínimo esfuerzo; aunque también incluye la satisfacción de algunos deseos relativos al juego y al ocio. Sus resultados eran visibles por la ejecución de herramientas, aparatos y actividades organizadas para alcanzar propósitos específicos. Entre estos están la conquista del fuego y la invención de la rueda, que podemos considerarlos como expresiones del primer hito del desarrollo tecnológico.

Siguen después, por cierto, la confección de herramientas metálicas, aplicaciones de la palanca, el perfeccionamiento de los carros y el taladro (Egipto), entre otros. Las sociedades sedentarias situadas en los valles del Nilo, el Eufrates, el Tigris y el Indo, comienzan a asumir tareas de transformación del medio, v.gr. la construcción de canales y presas para asegurar el abastecimiento del agua para la agricultura y la población.

En estas culturas, entre las contribuciones y adelantos que podrían llamarse tecnológicos, porque consisten en la aplicación de diversas artes y procedimientos, están: el riego artificial, el diseño de aparejos para emplear animales en el trabajo, la producción y utilización del cobre, el empleo del ladrillo, la fabricación del vidrio (3.000–2.000 a.n.e), la escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla (Mesopotamia) o sobre papiro (en Egipto). Este último confeccionado a partir del tallo de la planta denominada Cyperus papyrus.

Los griegos parecen ser los primeros que utilizaron el concepto tecnología, de hecho utilizaban el verbo τεχνολογεω para referirse a la acción de disertar sobre un arte. También empleaban la palabra τεχνολογιa para aludir expresamente a la disertación sobre un arte. Del verbo mencionado deriva a su vez, la palabra técnica τεχνη que significa arte o habilidad.

Continuar con las expresiones técnicas que ha alcanzado el género Homo históricamente, y con los aspectos etimológicos vinculados a dicha evolución, puede ser de interés en tanto reflejan nuestro pasado y nos permiten conocernos mejor en nuestras facetas de Homo faber y de Homo sapiens, respectivamente. Empero, lo que se desea en estas notas, es destacar la importancia de la tecnología en la sociedad, reflexionar sobre los sectores que reciben su influencia y cómo los afecta. Al respecto, en la literatura sobre el tema se observan diversas tesis.

Una de las tesis que frecuentemente se menciona en los estudios relativos a la historia de la tecnología, es aquélla que sostiene que hay un correlato entre tecnología y poderío militar. También se puede expresar así: “a lo largo de la historia hay una fuerte vinculación entre tecnología y poderío militar”.

Dicho planteamiento señala que la evolución histórica de los acontecimientos técnicos, deja de manifiesto que primero se aplican los conocimientos científicos y técnicos en la esfera militar, buscando satisfacer un anhelo de poderío, de dominación de un enemigo real, potencial o imaginario, y luego –después de lograr ciertos triunfos en ese campo- la tecnología parece extenderse al ámbito social en general y a la búsqueda de confort y otros beneficios. Entre los ejemplos que pueden ilustrar esta tesis, elijamos al menos los siguientes:

-        Fueron los sumerios los que luego de la domesticación de los animales, usaron la caballería en sus ejércitos y triunfaron sobre sus enemigos.

-        Los faraones egipcios, aconsejados por los sacerdotes y escribas, desarrollaron un sistema de canales, zanjas y diques para encauzar el agua durante las crecidas del Nilo. Ellos les permitió distribuir y asegurar el vital elemento en una zona árida. Lo anterior les sirvió doblemente, tanto como apoyo logístico en situaciones bélicas, y como sistema general de irrigación para las siembras en tiempos de paz; con esto se encuentran en una situación mucho más privilegiada que otros pueblos vecinos que no contaban con algo similar.

-        La construcción y expansión de caminos en la Roma Imperial permitió la comunicación y movilización inmediata de tropas en caso de conflictos bélicos. Esto fue de fundamental importancia dado el carácter expansionista del Imperio Romano.

-        Y desde una perspectiva más contemporánea y tal vez más impactante, recuérdese la bomba atómica arrojada en Hiroschima y Nagasaki, en agosto de 1945, a fines de la segunda guerra mundial. Sólo después que la energía atómica se puso al servicio de un propósito bélico y militarista, la utilización de esta energía comienza a desplazarse a otros campos, v.gr., como generadora de energía eléctrica, como elemento médico, o al servicio de la agroindustria.

Tales ejemplos históricos sólo son una modesta selección, pero deberían bastar para deberían despertar en nuestros estudiantes de ciencias en general, o de física en particular una serie de inquietudes; entre éstas, discutir sobre la supuesta neutralidad de la ciencia, sobre el uso actual de la energía atómica y sobre el rol de los científicos en la dirección de las ciencias.

Otra tesis que es prácticamente clásica en los estudios sobre la ciencia, es la siguiente: “El conocimiento científico y tecnológico es actualmente un instrumento de poder”. Esto significa que la aprehensión cognitiva alcanzada en ciencia y tecnología sirve como un elemento indicador que delimita la ubicación de los países en categorías de desarrollados, en vías de desarrollo y en subdesarrollados. Así, los países que poseen un elevado potencial de aplicaciones tecnológicas, en el plano militar, económico e industrial, estarían en la primera clasificación y sus realizaciones son apetecidas y requeridas por los países más pobres.

Lo característico de esta situación es que la superioridad tecnológica implica una dominación o una posibilidad más o menos efectiva de dominación, porque las potencias cuentan con todos los medios tecnológicos para acceder a la información sobre el quehacer político y económico de los países dependientes. En algunos casos, a las grandes potencias les es posible, incluso, controlar el proceso político y social en algunos países, al entregar por ejemplo, previo compromiso con visos políticos, armas muy evolucionadas y novedosas desde el punto de vista de su alcance o eficacia; así como también al entregar o vender medios de transporte y comunicaciones más sofisticados, a algún grupo o bloque político en especial en un país determinado.

Lo anterior ilustra cómo la tecnología es también poder, en cuanto el o los países que poseen los más altos niveles de desarrollo científico-tecnológico están también en condiciones de dominar o presionar a los más atrasados, por ejemplo, en el campo militar o económico. Es también poder, en cuanto la tecnología de punta significa implícitamente la existencia de una sólida estructura institucional para la ejecución de las tareas de investigación y desarrollo, con grandes capitales en acción, que los países del hemisferio sur no poseen. Por ello cuando alguno de estos países desea traspasar tecnología que considera conveniente para su realidad, los costos son muy altos. La investigación así traspasada cuesta cara.

En la actualidad, los logros alcanzados por la tecnología son tantos, tan diversos y se suceden con una velocidad prodigiosa, que se hace dificultoso, si no imposible, estar al tanto de las aplicaciones inmediatas en algún campo específico. Afortunadamente están las revistas especializadas, los congresos internacionales, programas de intercambio de científicos y la rutina de las instituciones científicas, entre otros medios, que proporcionan las informaciones pertinentes para cada disciplina en particular. Pero me temo que principalmente se divulgan los resultados, lo recientemente descubierto, la aplicación que ya está dando ciertos frutos; en una palabra, el conocimiento nuevo. El problema que se nos plantea por tanto es ¿cómo actualizarnos rápidamente con respecto al conocimiento intermedio que acumulativamente posibilitó tales resultados? Sucede que cuando se comprende ese universo cognitivo de que carecíamos para la obtención del resultado tecnológico de nuestro interés más inmediato, y logramos contar con especialistas propios sobre el tema, ya hay en el hemisferio norte, una o varias olas de nuevos conocimientos y aplicaciones sobre el tópico en cuestión que promovió nuestra ansia de saber o de actualización. De modo que siempre existe un delta para alcanzar la actualización. Superar o disminuir al mínimo posible este delta, es el más grande de los desafíos que presenta la modernidad a nuestros científicos e ingenieros.*

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1. Bunge, Mario: Epistemología, Ed. Ariel, Barcelona, 1985; p.206.

* El autor agradece a la Srta. Daniela Casanova Iturriaga, por algunos aportes para terminar la presente nota.

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Por: Zenobio Saldivia M.*

Pensar en los paradigmas que más han contribuido al desarrollo científico en general, nos obliga al menos en lo inmediato, a pensar en los criterios que pueden emplearse para acometer una investigación de esta naturaleza que una así, paradigmas, historia de la ciencia e incrementos cognitivos. Desde esta perspectiva por tanto, resulta aconsejable contar con una definición básica sobre “paradigma” que nos permita medir, revisar o sopesar su impacto en la evolución científica. Y por otra parte, resulta conveniente además, consignar la tendencia analítica o la mirada crítica e historiográfica que se tomará como directriz para apreciar la evolución científica.

Así, para lo primero, hacemos constar que utilizaremos una definición amplia que descansa principalmente en una raigambre kuhniana, tal como veremos a continuación. Y para lo segundo, dejamos de manifiesto, que nuestro enfoque para ver el impacto de los paradigmas en que dar cuenta de la evolución científica será externalista y constructivista; esto es, que se situará desde una perspectiva que considere las distintas variables que desde el marco social inciden en la praxis científica, y no sólo desde la mirada internalista, que ve la marcha científica como una entidad gremial e intelectual cerrada y centrada en si misma. Y constructivista porque se privilegiarán aquí algunas nociones del constructivismo piagetano, para apreciar las novedades científicas.

La definición de paradigma A este respecto, es ya muy conocida la noción de paradigma que nos ha legado Thomas Khun, en su libro La Estructura de las revoluciones científicas, aparecido en la década del sesenta del Siglo XX; en dicha obra, el autor define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado por la comunidad científica en sus tareas rutinarias.(1) El mismo autor, sin embargo, le atribuye más tarde otros significados; entre estos, lo asocia a un conjunto de normas, valoraciones, reglas y procedimientos que utiliza un marco teórico que posibilita la elección de problemas y la selección de técnicas con las cuales analizar los observables de interés científico. En otro lugar, sugiere entenderlo como “…un logro científico fundamental, que incluye una teoría y alguna aplicación ejemplar a los resultados de la experimentación y la observación”. (2) En todo caso, cabe tener presente que desde la perspectiva de Kuhn, los paradigmas, siempre vienen aparejados a una revolución científica específica, e incluso en algunas ocasiones le atribuye un sentido muy amplio, como una visión general del mundo.

Ello deja de manifiesto que dicho modelo explicativo es el resultado de una revolución que se viene incoando en la propia comunidad científica, hasta que la teoría o los enunciados esenciales que postula, son aceptados por la comunidad científica, en vistas de su conformación empírica y su mayor rango explicativo. Y situados desde esta perspectiva, queda claro que habría ciertos paradigmas exitosos que han estimulado o contribuido a innumerables avances en astronomía, en las ciencias de la vida, en las ciencias fisicoquímicas o en las ciencias de la tierra, por ejemplo.

Para el primer caso, piénsese en la Teoría Heliocéntrica, que deja atrás el Modelo planetario centrado en el Geocentrismo. Para el caso de las ciencias de la vida, la Teoría de la evolución, se nos aparece en gloria y majestad como un paradigma muy persistente, que deja en el recuerdo las explicaciones fijistas, estáticas o puramente creacionistas sobre los exponentes del mundo orgánico. Para el ámbito físico-químico, la Teoría de la combustión resulta un claro exponente que en el Siglo XVIII, gracias a Lavoisier, da cuenta de la presencia del oxígeno en los procesos de combustión y que definitivamente deja atrás la Teoría del flojisto de los químicos del Siglo XVII. A su vez en el campo de las ciencias de la tierra, la Teoría de placas, que corresponde en parte a una consecuencia de la Teoría de la evolución, pero dentro del universo inorgánico, deja en el pasado los enfoques deterministas o creacionistas y muestra una clara concatenación con el dinamismo en general del mundo orgánico y del universo abiótico.

Chile, por ejemplo, desde esta perspectiva, se encuentra sobre uno de estos pedazos, la placa Sudamericana. Y a su vez, en la mitad del Océano Pacífico desde el centro de la tierra, emerge la placa de Nazca, la cual avanza hacia el oeste hasta colisionar con la placa Sudamericana para posteriormente hundirse bajo ella. Dichas placas avanzan en sentido contrario a unos 10 centímetros por año. Dichos movimientos ocasionan los terremotos tan conocidos por nuestra historiografía y que llamaron poderosamente la atención de viajeros como Maria Graham o de científicos como Charles Darwin y otros. Y por cierto, después de Kuhn encontramos otros autores que continúan con la difusión e ilustración de la noción de paradigma haciéndola extensiva a nuevos campos disciplinarios.

Es el caso por ejemplo de Guillermo Briones, quien desde el campo de las ciencias sociales, concibe dicho concepto como “…una concepción del objeto de estudio de una ciencia, de los problemas generales a estudiar, de la naturaleza de sus métodos y técnicas, de la información requerida y, finalmente, de la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada”. (3) Más recientemente, el término “paradigma” se populariza aún más, con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo Joel Barkel; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales y la fotocopiadora, lo hace extensivo al ámbito tecnológico, al campo de la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general. Claro está, en todo caso, que los distintos estudiosos tanto de la epistemología como de las disciplinas sociales, muestran algunas correlaciones entre sí y también algunas divergencias en cuanto al empleo de dicho término.

Lo relevante, para nuestro propósito es tener presente que la noción en comento, en la actualidad tiene una denotación muy amplia y que entre los puntos convergentes para la mayoría de los estudiosos están los siguientes: alude a un compromiso valórico y a una determinada parsimonia de trabajo científico, incluye una o unas teorías en boga dentro de un o unos campos disciplinarios, es una cosmovisión o una manera de mirar y entender el mundo, incluye un conjunto de criterios, métodos e instrumentos de trabajo al cual se adscriben consciente o inconscientemente los investigadores de un o unos campos científicos determinados.

Por tanto, considerando tales correlatos de significado, al hacerlo extensivo al universo de las tareas propias de la historia de la ciencia, podemos entenderlo por nuestra parte como un marco teórico y metodológico amplio que posibilita una determinada visión de la naturaleza y de la sociedad y que contribuye a la explicación y descripción de los fenómenos y observables propios de la investigación científica. Lo relevante es, en todo caso, tener presente que la descripción y explicación de determinados referentes orgánicos o inorgánicos que un científico pueda aportar al incremento cognitivo, estará inevitablemente comprometido con el marco teórico o el modelo explicativo utilizado, constituyendo así una aproximación entre teoría-hipótesis hechos, que puede tener mayor o menor alcance explicativo que otras, pero que nunca será la definitiva. Paul Feyerabend y el anarquismo cognitivo.

Por cierto, dentro del universo de enfoques sobre la ciencia como forma de adquisición cognitiva, hay también posiciones radicalizadas y muy críticas; es el caso de Paul Feyerabend y su conocida tesis: “todo vale en el conocimiento científico”, popularizada a partir de la publicación de su texto: Contra el Método. Para este auto, en síntesis, la denominada racionalidad científica en que descansa el método científico, con sus cánones y parsimonia obligatoria, no corresponde a un espíritu verdaderamente crítico y pluralista que debería existir en el proceso de investigación científica y por tanto, a su juicio, esa forma tradicional de ejercer la racionalidad científica, no es el pilar en el que descansan los nuevos descubrimientos. Ello, toda vez que para Feyerabend, el conocimiento nuevo sólo se alcanza, justamente cuando los científicos se alejan de los elementos constitutivos del paradigma en uso en una disciplina y de una identificación con el éxito y el progreso científico; esto es, cuando audazmente abandonan los procedimientos, métodos, reglas, criterios y valoraciones, propias del ámbito de la justificación dentro de la investigación científica y deciden guiarse por sus propias ideas.

A su juicio, la aprehensión cognoscitiva acontece más bien al recurrir a una metodología que va más allá del paradigma vigente en las distintas ciencias particulares, y que permita arribar a nuevas teorías sobre el fenómeno o sobre el objeto de estudio específico; probando así, caminos insospechados, hipótesis aparentemente descabelladas, procedimientos alternativos de inducción y contra-inducción, y en general recurriendo a cualquier procedimiento que la imaginería del observador sea capaz de construir. De aquí su expresión: “todo vale”. Por eso, dentro de la serie de ejemplos históricos con los que pretende ilustrar su tesis, recuerda a la revolución copernicana o el atomismo griego. Y confronta también los estilos de trabajos de astrónomos y físicos para dejar de manifiesto que no usaban todos una metodología uniforme: “Ni Galileo, ni Kepler, ni Newton utilizaban métodos específicos bien definidos.

Son más bien eclécticos, oportunistas. Naturalmente cada individuo tiene un estilo de investigación que da a sus trabajos una cierta unidad; pero el estilo cambia de un individuo a otro y de un área de investigación a otra”. (4) Así como también señala que los astrónomos de formación escolástica por ejemplo, se negaban a usar el telescopio y cuando los menos, procuraban utilizarlo, no veían nada; no veían las manchas solares, no veían las protuberancias de la luna, ni las lunas de Júpiter.(5) Ello es comprensible, puesto que estos astrónomos estaban enfrentando los observables, a partir del antiguo paradigma geocéntrico de Ptolomeo y no desde el punto de vista de un Modelo heliocéntrico, como el que sostenían Copérnico y Galileo. Y por otra parte, es comprensible también dicha situación, toda vez que tal como hoy sabemos, cualquier instrumento científico requiere entrenamiento anticipado, demanda un acucioso dominio previo para interpretar adecuadamente el observable. Por otra parte, de la postura anárquica cognitiva de Feyerabend, debemos rescatar la importancia que le asigna a factores tales como la revisión metodológica, el uso de procedimientos aleatorios, el empleo de hipótesis audaces, la confianza en la imaginería del científico, la presencia indirecta del principio antrópico en la idea de objetividad, entre otras.

Pero, su enfoque sobre la marcha científica, más que constituir un acicate para el progreso científico, es una explicación epistémica muy crítica y analítica sobre la racionalidad científica y sobre su modus operandis. Y por tanto, resulta más pertinente como elemento teórico de un curso de epistemología, o como un hito epistémico contemporáneo que hace serias observaciones acerca de como funciona la ciencia, más que constituir un paradigma generador de avances científicos específicos.

En rigor, es una forma de explicación del progreso científico y no un paradigma específico en el sentido acotado con antelación. Empero, sus críticas a los procedimientos propios de la comunidad científica, aluden a la confianza extrema en el paradigma vigente que tienen muchos científicos; es un vivo llamado a la tolerancia y a la mesura para lograr el adecuado equilibrio del oficio propio del investigador que se desliza entre los criterios de búsqueda de la objetividad científica y amplitud de las variables de las humanidades y la condición antrópica en el proceso cognitivo.

El constructivismo piagetano Otro paradigma aún vigente en distintas disciplinas, tales como la psicología, ciencias sociales, educación, pedagogía, sociología del conocimiento, epistemología e historia de las ciencias, es el constructivismo piagetano. Dicho modelo explicativo tiene su génesis con los estudios sobre el desarrollo de la inteligencia infantil realizados por Jean Piaget, ya en la década del treinta, con observaciones y experimentos con niños, sobre aspectos cuantitativos y sobre las nociones de número, velocidad, cantidad, proporciones y otras. Luego, continúa sus investigaciones haciéndolos extensivos a diversas disciplinas, gracias a la consolidación en Ginebra, en 1950 de su Centre Internacional de Épistémologie Genétique, y también gracias a la publicación en 1955, de su magna obra en tres tomos, Introducción a la epistemología genética.

En cuanto a su primera fase, referente a los experimentos sobre la adquisición cognoscitiva en los niños, los mismos los aplica Piaget primero en sus hijos, luego en los niños ginebrinos y en la década del sesenta y setenta del Siglo XX, se hacen extensivos a los países del Tercer Mundo. Lo relevante desde la perspectiva de los paradigmas que nos interesa, es el hecho de que su modelo explicativo, la epistemología genética la concibe la como “…una disciplina que estudia el paso de un conocimiento de menor validez a otro de mayor validez”, (6) con lo cual acota el tema epistemológico “al estudio de la constitución de los conocimientos válidos” (7) y por ende, sitúa el problema de la adquisición cognoscitiva en el fenómeno del conocimiento y en la comprensión del dinamismo de las estructuras. Así, su Modelo explicativo del avance científico, permite dar cuenta del desarrollo intelectual del niño, de una disciplina social, o de una disciplina propia de las ciencias de la vida.

O en otras palabras, su visión del conocimiento es extensivo no sólo al hombre sino a todos los seres vivos. La diferencia únicamente radicaría en cuando y cómo van apareciendo nuevas estructuras cognitivas que bien pueden ser conductuales y operativas en unos y lógico matemáticas en otros, como en el caso del ser humano. Así, desde la perspectiva del Modelo constructivista, resulta comprensible que el conocimiento es el resultado de una interacción mutua entre un sujeto y objeto dentro de las variables específicas del medio. Con ello se privilegian los aspectos biológicos y operativos del proceso cognitivo y la construcción interna de novedades, que en este caso serían las nuevas estructuras, con las cuales el ser vivo o un sujeto epistémico específico tiene que habérselas con el medio.

Desde esta perspectiva el conocimiento es siempre un resultado visible, un dominio efectivo de nuevas estructuras de un ser vivo que va ampliando su dominio y comprensión sobre el medio, justamemente en la medida que va internalizando y practicando nuevos niveles de estructuras que en el caso del ser humano terminan con el pensamiento formal y la profundización lógica, normativa y discursiva de las mismas. Ello sirve de pábulo por tanto, para homologar la adquisición cognitiva individual y la adquisición de las comunidades científicas, tal como Piaget lo deja aclarado en obras tales como Introducción a la epistemología Genética, Biología y conocimiento, Psicogénesis e Historia de las ciencias y otras.

Por cierto, que si nos situamos desde esta perspectiva, la ciencia en su totalidad es siempre un progreso que se caracteriza por la aparición de nuevas estructuras lógico matemáticas y conceptuales. Y ello dentro de un isomorfismo entre el desenvolvimiento de la inteligencia individual y el desarrollo de las ciencias formales, biológicas, psicosociales, educacionales y otras. Resulta conveniente, en todo caso, reconocer la enorme persistencia de este paradigma especialmente en ciencias de la conducta humana, de la educación, de la psicología evolutiva, de la sociología del conocimiento, de las ciencias sociales en general y más recientemente en el campo de la historia de las ciencias; e incluso ha dado pié para el desarrollo de las denominadas ciencias cognitivas; esto es, aquellas disciplinas que concilian aspectos biológicos, neurológicos y lógico- matemáticos dentro de las cuales se ubican las corrientes cognitivas de Varela, Maturana, Mpodozis y otros, cuyas ideas han dejado en claro la importancia del rol del observador y la fuerte unidad que existe entre el observable que se desea describir y el investigador.(8)

Desde el punto de vista de la historia de las ciencias y del desarrollo de las ciencias sociales, llama la atención la persistente influencia del paradigma constructivista, que aún luego de más de setenta años, continúa ofreciendo conceptos y teorías en los campos disciplinarios mencionados. Tanto es así, que la tendencia más moderna y remozada, denominada neoconstructivismo, continúa como eje directriz de muchas reformas educacionales en Chile, América y España, y ofreciendo interesantes hipótesis sobre la realidad biológica y social del conocimiento.

Luego, si tuviéramos que enumerar algunas conquistas vinculadas a este modelo explicativo, La Teoría de la Inteligencia, la Teoría de los estadios evolutivos, la Teoría de la equilibración, la teoría del isomorfismo biología-lógica y otras, nos indican que en los campo de la psicología, de la sociología del conocimiento, de las Ciencias Sociales, así como en el ámbito de la historia de las ciencias en general y de la Historia de las Ciencias en América, en especial, ha contribuido con interesantes hipótesis y nuevas explicaciones sobre los procesos de institucionalización de la ciencia en los países de América. (9)

Ahora bien, como los paradigmas existentes en el universo de la epistemología contemporánea, son demasiados para ser analizados en una modesta exposición de esta naturaleza, nos vemos obligado a seleccionar de entre los existentes, los mencionados, pero es prácticamente un deber mencionar también el “racionalismo científico” de Mario Bunge, que sostiene que el conocimiento científico requiere de verdades necesarias y momentáneas y que los resultados observables de la ciencia como institución social se perciben en la ordenación de sistemas deductivos, o en la coherencia y uniformidad en el ejercicio de la adquisición cognitiva, tal como se señala en sus obras, entre las cuales, recordemos al menos: La Investigación científica, Racionalidad y realismo, entre otros. (10) Desde esta perspectiva, por tanto, queda claro que la historia de las ciencias es la marcha de nuevas verdades que son el resultado de la totalidad del corpus científico y del orden tecnológico imperante. Y en este mismo camino, pero desde la perspectiva de la Historia de las Ciencias, se ubicaría George Sarton, quien concibe a la ciencia como un continuo de verdades y de resultados en constante progreso, pero esencialmente abierta a los avatares de las influencias culturales de Oriente y Occidente, tal como lo deja de manifiesto en su obra: Ensayos sobre la ciencia. (11)

También el modelo de la “Arqueología del saber” de Michel Foucoult, entre otros, merece una mención especial, toda vez que su análisis sobre el discurso científico en general, deja de manifiesto que la comunidad científica no está ajena a la influencia de los códigos, o tendencias de la cultura en la cual se desenvuelve. Ni tampoco puede distanciarse del propio proceso discursivo que utiliza para dar cuenta de los hechos o para representar a la naturaleza o la sociedad.

Ello toda vez que tal como lo deja de manifiesto este autor en su obra: Las palabras y las cosas; las explicaciones yo descripciones de los observables de interés de la comunidad científica, se entrecruzan con el lenguaje. O dicho en términos del propio Foucault: “…la naturaleza sólo se ofrece a través de la reja de las denominaciones, y ella que sin tales nombres, permanecería muda e invisible, centellea a lo lejos tras ellos, continuamente presente más allá de esta cuadrícula que la ofrece, sin embargo, al saber y sólo la hace visible atravesada de una a otra parte por el lenguaje.” (12) Lo anterior es relevante, puesto que al aplicarlo a la historia de las ciencias, las disciplinas interesadas, por ejemplo a los fenómenos del mundo orgánico en general, como el caso de la Historia Natural de los siglos XVIII y XIX, únicamente estarían haciendo nuevas contribuciones en la medida que logren dejar atrás el estatismo o fijismo de los discursos y nombres consagrados para explicitar el mundo natural.

Y justamente el esfuerzo de toda la Historia Natural, así considerado sería bifronte: por un lado va dando una nueva ordenación del universo biótico de las distintas regiones del mundo, y por otra, va consolidando una terminología más precisa que supera la fábula u otras maneras tradicionales de hacer representaciones discursivas sobre el mundo natural. Así, la botánica, la farmacopea, la geografía, la taxonomía y otras disciplinas habrían seguido este doble derrotero.

Pero como nuestro objetivo central apunta a apreciar el impacto de ciertos paradigmas en la marcha científica, es conveniente considerar también corpus culturales, teóricos y metodológicos, que si bien no vienen de la tradición epistemológica, si provienen del dinamismo de la cultura y la sociedad y de su relación dialéctica, entonces es conveniente también considerar ciertos modos de ver el mundo, o ciertos movimientos culturales, que de acuerdo ha nuestros criterios de revisión acotados (la definición tentativa y amplia de paradigma, y un enfoque externalista para concebir la marcha científica), nos instan a ir más allá de las perspectivas epistemológicas contemporáneas y la interpretación que estos hacen del desarrollo científico. En efecto, partiendo de los criterios analíticos indicados, resulta pertinente incluir algunos movimientos culturales, filosóficos, históricos y estéticos, que en general fueron capaces de encontrar expresiones que los hicieron llegar a la comunidad científica y a sus exponentes.

Entre estos, sin pretender dar cuenta de todos, consideremos al menos al movimiento cultural, político, filosófico e ideológico de la Ilustración, al movimiento cultural, científico, artístico y estético del Romanticismo, a la corriente científica, filosófica, cultural del Positivismo. El aporte de la Ilustración En cuanto a la Ilustración, los ejemplos son innumerables, pero recordemos aquí al menos, el esfuerzo de Ignacio Molina, para dar cuenta de la flora y fauna chilenas, en sus obras tales como su Saggio sulla storia naturale del Chile (Bolognia, 1782). Y es de justicia indicar también que el movimiento cultural y político impacta a la comunidad científica internacional, toda vez que muchos monarcas simpatizantes de este ideario, contribuyen a la consolidación de Academias científicas, a la instauración de cátedras de Botánica, construcción de Museos y diseño de Reales Jardines.

Estos últimos por ejemplo, pasan a constituir una clara expresión de acopio taxonómico, de conocimientos florísticos y farmacológicos y de gusto estético ornamental. Además de lo anterior es prácticamente imposible olvidar la organización y puesta en marcha de las diversas expediciones científicas y geopolíticas, hacia el Nuevo Mundo, o hacia los territorios de Ultramar de las distintas monarquías europeas. Recuérdese al respecto, los viajes de Hipólito Ruíz y José Pavón, a las costas de Chile, Perú y otros lugares de América entre los años 1777-1888, o los viajes de La Perousse a distintos lugares del Pacífico, entre 1785 y 1788, o la gran expedición global de Malaspina, entre 1789 y 1794, que tanto rédito significó para la ciencias de la vida, para la geografía, la taxonomía y la farmacopea, aunque el gigantesco acopio de sus observaciones y la abundante diagnosis de la flora y fauna americana, sólo se analizaron muchos años más tarde. Desde el punto de vista de la Historia de las Ciencias en Chile, es significativo, dentro de este marco de la Ilustración, las diversas expediciones que realiza José de Moraleda en Chiloé y la zona austral del Chile Colonial, las cuales se ubican entre 1786 y 1801. Ello, porque significó para la ciencia española y europea en general, un incremento muy significativo, en especial en cuanto a la hidrografía, al estudio de las mareas, a la climatología, la astronomía y la actualización de cartas náuticas.

Por tanto, lo anterior ilustra como el movimiento de la Ilustración potencia el desarrollo de la comunidad científica internacional y actúa como un mecanismo efectivo que produce un notorio incremento en el acerbo cognitivo de las distintas disciplinas dieciochescas; entre estas, la navegación, la farmacopea, la balística, la hidrografía, la geografía, la geología, la taxonomía, la botánica y la cartografía, entre tantas otras. Por ejemplo, entre los resultados que generó este movimiento, están los centenares textos de geografía, de taxonomía o de historia natural en general, en los cuales sus autores dan cuenta de los referentes orgánicos del Nuevo Mundo. Y entre estos, recordemos aquí al menos el libro de Hipólito Ruiz: Tratado del árbol de la Quina ó cascarilla. Con su descripción y la de otras especies de quinas nuevamente descubiertas en el Perú, que sale a la luz pública en 1792; o el texto del mismo autor, que dos años después publica su Florae peruvianae et chilensis prodomus, sive novorum generum plantarum peruvianarum, et chilensium descripciones et icones. O el ensayo de Antonio de Ulloa, aparecido en 1792, Noticias americanas.

Entretenimientos phisico-históricos, sobre la América Meridional, y la Septentrional Oriental. O el texto de Charles Marie de la Condamine, que sale d elas prensas en 1778. Relation abrégée d’un vogaye fair dans l’interieur de l’Amerique Meridionale, después la cote de la Mer du Sud. En rigor la bibliografía científica que queda para la comunidad de especialistas europeos, como resultado del impulso de la Ilustración es extraordinariamente abundante y si se consideran las distintas ciencias de la época, pasan de centenares, y esto focalizando la atención nada más en los ensayos que aportan una visión sobre la naturaleza del Nuevo Mundo, tal como lo ha estudiado Saldino. (13) Por eso no resulta extraño que en Chile, recientemente algunos investigadores como Rafael Sagrado, traigan a presencia estos esfuerzos de circunnavegación científica, al dar cuenta detallada de los viajes de Malaspina en América y en el Chile Austral, en particular. (14) El romanticismo En cuanto al Romanticismo, por ejemplo, es innegable la notoria influencia que este movimiento artístico cultural, histórico, estético y científico, influyó durante el Siglo del Progreso, desde al arte y la literatura hasta en el desenvolvimiento de la ciencias de la vida y a las ciencias de la tierra.

En el caso de América, el romanticismo irrumpe notoriamente después de la obtención de la independencia política, en la mayoría de los países emancipados de la metrópolis hispana; aludiendo a temas como la naturaleza, la peculiar realidad social y la búsqueda de una literatura que deje atrás la tradición hispana. Al respecto, piénsese en la influencia expansionista que ocasionan los trabajos de Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, José Victorino Lastarria, Alberto Blest Gana, Esteban Echeverría y tantos otros. Los contenidos tratados por estos autores chilenos y argentinos, así como la prosa de los mismos, trasunta un nuevo modelo de sensibilidad y de valores estéticos y pasa a constituirse en un acerbo teórico relevante para abordar problemas vinculados al marco social. Lo anterior, coincide con la consolidación política y cultural autónoma, en que están empeñados los exponentes de esta tendencia y que se presenta en casi todos los ámbitos del quehacer intelectual y artístico de los países de América.

En el ámbito de las ciencias, autores como Humboldt y Bompland, luego de su viaje por América Meridional, (1799-1804), instauran con antelación los ejes de un modelo que se cohesiona con el romanticismo literario y artístico de los inicios del siglo XIX y que de allí en adelante generan una especie de intromisión de la búsqueda estética en las descripciones taxonómicas de los diversos observables de la naturaleza americana, amén de una clara convicción de apreciar los referentes orgánicos como parte del todo del Cosmos y por ello los exponentes bióticos, aparecen dando cuenta de sus hábitats y en su interacción con el marco social de su tiempo, especialmente con los nativos americanos. Esto es un acicate poderoso en taxonomía, en botánica, en farmacopea, en ictiología y otras disciplinas, como la antropología y la etnografía, e incluso para el desarrollo de la vulcanología, de la geografía humana, la fitogeografía y otras.

Por eso no es extraño entonces, que exploradores como Belt y Squier en Nicaragua, geógrafos como Ritter en Argentina, o Jiménez de la Espada, que acompaña a otros investigadores en la Comisión Científica del Pacífico Sur, organizada por el gobierno español. (1862-1866). Y en Chile, botánicos como Gay e ingenieros en minas como Domeyko, continúen con este modelo explicativo de lo viviente y de lo inorgánico, que se caracteriza por la búsqueda de un equilibrio discreto entre los sentimientos del científico en tanto sujeto observador y las exigencias de objetividad propias de la diagnosis taxonómica, además de un notorio énfasis por los íconos, en lo referente a la descripción de locus específicos y a la identificación y clasificación de los referentes de la flora y fauna locales.

Entre los logros científicos conseguidos al alero de esta cosmovisión, tengamos presente cuando menos, los textos de Humboldt, tales como su Cosmos, o sus Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo; o el texto de Thomas Belt El naturalista en Nicaragua (1874), donde el autor despliega las notas propias del romanticismo científico y descriptivo, con visos hipotéticos y explicativos, para identificar y describir los distintos especímenes de la flora y fauna de dicho país centroamericano, matizado con ilustraciones del mismo autor. La visión de la naturaleza en Belt, corresponde a una mirada apasionada que capta un gigantesco receptáculo orgánico e inorgánico de formas y colores infinitos que hacen posible el desenvolvimiento de la vida y la obtención de la belleza y el goce estético. Su prosa expresa muy a menudo el asombro ante el observable, característica frecuente entre los científicos románticos; v. gr en su obra ya mencionada expresa: "...mientras cabalgábamos; vimos robles y pinos enteramente por colgantes festones, con aspecto de musgos grises, de la Tillandsia usneesis o "barba de viejo".

No había ramita que no estuviera agobiada por un fleco colgante, de hasta seis pies de largo que simulaba un velo gris meciéndose al viento....El aspecto de la región, los árboles, matas, y flores, los pájaros y los insectos, el aromático perfume de los pinos, todo reclamaba mi atención a cada minuto." (15) También la visión de la naturaleza nicaragüense que nos ha dejado E. G. Squier, es esencialmente una mirada romántica, interesada en mostrar lo curioso, lo vernáculo. La misma es presentada como un universo extraño, lleno de vida y colorido que provoca un claro asombro en el europeo, o en el visitante del hemisferio norte en general; tanto por los especímenes de la flora y fauna que en ella viven, como por la forma de vida y comportamiento social y cultural de los nativos que la habitan.

Con razón, también, al igual que Humboldt en la América Meridional, Squier viaja con un artista: James Mc Donough, quien se encarga de ilustrar muchas de las notas referentes a situaciones sociales, a estatuas aborígenes y a algunos exponentes del medio orgánico en general del país. En cuanto a una descripción más específicamente de la flora, la cita a continuación nos ilustra parte de la percepción de la misma que tiene el autor: “…los mercados de León ofrecen tal profusión de frutas y legumbres que sería casi imposible enumerarlos todos. Sandías, papayas, piñas, naranjas, mameyes, nísperos, granadillas, marañones, jocotes, yucas, plátanos, bananos, frijoles, maíz, y a veces cierta clases de papas apenas más grandes que las balas, llevadas allá en zurrones desde las tierras altas de Honduras y Costa Rica que la venden por libra”. (16) En el caso de Domeyko, es muy relevante su Introducción al estudio de las ciencias naturales, (1847), donde frecuentemente cita a Humboldt y también a Schiller, y en otros trabajos cita incluso a Goethe. O bien su obra La Araucanía y sus habitantes, publicada en 1845, donde deja de manifiesto las observaciones sociológicas sobre los araucanos y su vinculación con el entorno. Gay, a su vez, nos ha legado los dos Atlas que complementan los tomos de su Historia Física y Política de Chile (26 tomos), publicados en París, entre 1844 y 1870.

Dichas obras en su conjunto, muestran el cuerpo físico y social de la época, focalizando la atención en las costumbres y eventos sociales en general, y en el medio natural, y para ello se ayudó al igual que la mayoría de los científicos románticos, de destacados dibujantes y pintores, entre estos Mauricio Rugendas; quien también había colaborado antes con Humboldt. Lo precedente es parte de la producción teórica y bibliográfica de los científicos románticos, pero también es parte de un peculiar estilo de vida que se identifica con la dedicación absoluta y total a un proyecto científico.

El positivismo y su influencia Desde que Augusto Comte, publica su texto: Cours de Philosophie positive (1830-1842), las ideas del positivismo se empiezan a conocer en la comunidad académica y científica europea. Y si bien el concepto encierra muchas acepciones, es posible entenderlo como una corriente filosófica, cultural, científica y epistémica que se desarrolla en Europa a partir de las ideas sobre ciencia y filosofía de Comte y que se caracteriza por enfatizar la importancia del método y de la ciencia para la obtención del progreso y la regeneración moral de la sociedad. Y como adelantáramos, luego de la difusión de la obra ya mencionada, muy rápidamente pasa también a las nacientes repúblicas americanas.

En especial en México, Brasil y Chile, donde se percibe su ideario en la educación, en las ciencias sociales y en la estructuración de las corporaciones de la educación superior. En el caso de Chile, principalmente a partir de la fundación de la Academia de Bellas Letras en 1873 dirigida por José Victorino Lastarria y más aún con la publicación al año siguiente del libro Lecciones de política positiva, de Lastarria, se consolida un grupo de destacados intelectuales entre los que se cuentan B. Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunategui, los Hnos.

Lagarrigue y Valentín Letelier, entre otros. Los objetivos de los mismos, apuntan a la difusión de las nociones comtianas y al estudio y aplicación o "adaptación" de muchas de ellas a la realidad social, cultural, científica y política chilenas. La labor de este grupo para nuestro país, en el período finisecular, es extraordinariamente significativa, toda vez que imbuidos del ideario comtiano; propician la educación científica y la educación de la mujer, el desarrollo de obras ingenieriles tendientes a la obtención del progreso, la difusión de la ciencia y la separación de los poderes del estado.

Para ello fundan sus propios medios comunicacionales, tales como la Revista de Chile, en Santiago, o el periódico “El positivista”, entre otros, donde difunden dichas nociones y dan cabida a científicos nacionales para exponer sus tesis vinculadas a los propios paradigmas vigentes en esta era, en las distintas disciplinas. Por ello no es extraño encontrar en estas y otras fuentes del período abundantes trabajos de economía, botánica, taxonomía, ciencias sociales, educación, historiografía, geología, antropología, política, arqueología, higiene pública. Y es frecuente además observar en estos medios trabajos de Philippi, análisis de la obra taxonómica de Gay, tesis de medicina, y de la educación en general, y en especial, los mejores esfuerzos de los seguidores de esta doctrina, apuntan a inculcar el conocimiento del método experimental y de las leyes de la naturaleza en la curricula del sistema educacional chileno. Lo propio acontece en muchos otros países de América, en México ya en 1867 por ejemplo, el positivismo es el eje de una profunda reforma educacional, a cargo de Gabino Barreda, con el propósito de instaurar los cánones científicos y experimentales en la formación de los estudiantes, como un mecanismo efectivo que contribuya a alcanzar el anhelado progreso material y el ordenamiento social.

En Venezuela, a su vez, en la Universidad de Caracas en 1866, Rafael Villavicenci inaugura la Cátedra de Filosofía Positiva, y 1882, se instaura la Sociedad de Amigos del Saber, ambas entidades apuntan a similares propósitos de sus pares chilenos. Lo relevante entonces, es que esta doctrina genera una discusión sobre la conveniencia de difundir las características del método científico y al mismo tiempo cientifizar los sistemas educacionales.

Dicha tarea se complementa con las actividades específicas de los científicos del período, quienes aportan desde sus especialidades enfatizando los aspectos pragmáticos y todos aquellos elementos que contribuyan a la industrialización, al desarrollo de la economía nacional y a la incorporación de los referentes orgánicos o abióticos del cuerpo físico de los países de América, al capitalismo en general. En el caso de Chile, es notorio el esfuerzo de científicos como Philippi, Gay, Domeyko, Pissis y otros, quienes comparten estos aspectos utilitarios de la ciencia y su articulación con los sistemas productivos, tal como ya lo ha destacado por ejemplo Benjamín Subercaseaux. (17) A manera de conclusión.

De acuerdo a nuestra hipótesis formulada en los inicios de esta comunicación, creemos que es posible dejar constancia de algunas conclusiones propiamente epistémicas y otras relacionadas con la marcha de la comunidad científica internacional. Para lo primero, queda claro que la idea de paradigma no se agota en la peculiar mirada de Thomas Kuhn, pues su definición es a ratos muy estrecha y a ratos demasiado operativa, tal como el mismo autor lo reconoce en diversas obras; por ello resulta aconsejable también abrirse a las cosmovisiones y movimientos propios de la cultura y la sociedad del tiempo histórico que se desea dilucidar, para comprender mejor el dinamismo y la emergencia del conocimiento nuevo.

Es también un fenómeno debidamente demostrado, que los paradigmas vigentes dentro de una comunidad de especialistas, contribuyen a incrementar la adquisición cognitiva dentro de un campo disciplinario específico, siempre y cuando dicho modelo no muestre visos de alguna crisis teórica significativa o tenga notorias falencias en el ámbito de la comprobación empírica. Desde luego, los paradigmas mencionados aquí, han sido el resultado de una selección cuidadosa, pero hay muchos más que no es posible abordar en una comunicación de esta naturaleza.

Así por ejemplo, se sugiere también pensar en la perspectiva del racionalismo griego, en el modelo mecanicista del universo y en el paradigma marxista, para futuros análisis, debido al enorme impacto que estos paradigmas, también han generado en la ciencia universal. Citas y notas 1. Cf. Kuhn, Thomas S.: La Estructura de las Revoluciones científicas, Ed. Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1982; p. 51. 2. Kuhn, Thomas S.: “Los paradigmas científicos” en : Barnes, B. et al.: Estudios sociales de la Ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1980; p. 89. 3. Cf. Briones A., Guillermo: “Epistemología de la investigación”, Módulo I, Curso Educación a distancia: Métodos y Técnicas avanzadas de investigación aplicadas a la educación y a las Cs. Sociales., Stgo., 1989. 4. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el método, Ariel, Barcelona, 1981; p. 48. 5. Ibidem.; p. 49. 6. Piaget, Jean: Logique et connaissance scientifique, Gallimard, París, 1967 ; p. 7. 7. Ibidem. ; p. 6. 8. Vd. por ejemplo : Maturana, Humberto : El árbol del conocimiento, Ed. Universitaria, Stgo. O bien, Maturana H. y Mpodozis, J.: Origen de las especies por medio de la deriva natural, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Stgo., 1992; p. 14. 9. Vd. trabajos tales como: Saldivia M., Zenobio: “¿Qué puede aportar Piaget a América Latina?”, Revista Solar, Stgo., Nº1, 1991. O bien: Berríos C., Mario y Saldivia M., Z.: “Una propuesta constructivista para el análisis epistémico en América Latina”, Revista Trilogía, U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Vol. 16, Nº 25-26, 1996-1997. O también: Berríos, M. y Saldivia, Z.: “La construcción de un concepto de ciencia en Chile: Manuel de Salas y Claudio Gay”, Revista de Sociología, U. de Chile, Stgo., Nº8, 1993. 10. Cf. Sarton, George: Ensayos de Historia de la Ciencia, Ed. Uthea, México D. F:, 1968. 11. Cf. Bunge, Mario: La investigación científica. Y del mismo autor: Racionalidad y realismo, Alianza Universidad, Madrid, 1985. 12. Foucault, Michel: Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México D.F y Madrid, 1999; p. 160. 13. Vd. Saladito García, Alberto: Libros científicos del Siglo XVIII Latinoamericano, U. Autónoma del Estado de México, 1998. 14. Cf. Sagrado, Rafael: La expedición de Malaspina en la frontera austral del Imperio español, Ed. Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y DIBAM, Stgo., 2004. 15. Belt, Thomas: El naturalista en Nicaragua (Traducción y notas de Jaime Incer B.), Banco Central de Nicaragua, Managua, 1976; p. 182. 16. Squier, E. G.: Nicaragua, sus gentes y paisajes, Editorial Universitaria Centroamericana (Educa), Trad. de Luciano Cuadra, 1970, Costa Rica; p. 212. 17. Cf. Subercasseaux, Benjamín: Historia de las ideas y de la cultura en Chile (2 vol). Ed. Universitaria, Stgo., 1997. * Universidad Tecnológica Metropolitana; Santiago, Chile

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Por: Zenobio Saldivia M.*

Pensar en los paradigmas que más han contribuido al desarrollo científico en general, nos obliga al menos en lo inmediato, a pensar en los criterios que pueden emplearse para acometer una investigación de esta naturaleza que una así, paradigmas, historia de la ciencia e incrementos cognitivos. Desde esta perspectiva por tanto, resulta aconsejable contar con una definición básica sobre “paradigma” que nos permita medir, revisar o sopesar su impacto en la evolución científica. Y por otra parte, resulta conveniente además, consignar la tendencia analítica o la mirada crítica e historiográfica que se tomará como directriz para apreciar la evolución científica.

Así, para lo primero, hacemos constar que utilizaremos una definición amplia que descansa principalmente en una raigambre kuhniana, tal como veremos a continuación. Y para lo segundo, dejamos de manifiesto, que nuestro enfoque para ver el impacto de los paradigmas en que dar cuenta de la evolución científica será externalista y constructivista; esto es, que se situará desde una perspectiva que considere las distintas variables que desde el marco social inciden en la praxis científica, y no sólo desde la mirada internalista, que ve la marcha científica como una entidad gremial e intelectual cerrada y centrada en si misma. Y constructivista porque se privilegiarán aquí algunas nociones del constructivismo piagetano, para apreciar las novedades científicas.

La definición de paradigma A este respecto, es ya muy conocida la noción de paradigma que nos ha legado Thomas Khun, en su libro La Estructura de las revoluciones científicas, aparecido en la década del sesenta del Siglo XX; en dicha obra, el autor define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado por la comunidad científica en sus tareas rutinarias.(1) El mismo autor, sin embargo, le atribuye más tarde otros significados; entre estos, lo asocia a un conjunto de normas, valoraciones, reglas y procedimientos que utiliza un marco teórico que posibilita la elección de problemas y la selección de técnicas con las cuales analizar los observables de interés científico. En otro lugar, sugiere entenderlo como “…un logro científico fundamental, que incluye una teoría y alguna aplicación ejemplar a los resultados de la experimentación y la observación”. (2) En todo caso, cabe tener presente que desde la perspectiva de Kuhn, los paradigmas, siempre vienen aparejados a una revolución científica específica, e incluso en algunas ocasiones le atribuye un sentido muy amplio, como una visión general del mundo.

Ello deja de manifiesto que dicho modelo explicativo es el resultado de una revolución que se viene incoando en la propia comunidad científica, hasta que la teoría o los enunciados esenciales que postula, son aceptados por la comunidad científica, en vistas de su conformación empírica y su mayor rango explicativo. Y situados desde esta perspectiva, queda claro que habría ciertos paradigmas exitosos que han estimulado o contribuido a innumerables avances en astronomía, en las ciencias de la vida, en las ciencias fisicoquímicas o en las ciencias de la tierra, por ejemplo.

Para el primer caso, piénsese en la Teoría Heliocéntrica, que deja atrás el Modelo planetario centrado en el Geocentrismo. Para el caso de las ciencias de la vida, la Teoría de la evolución, se nos aparece en gloria y majestad como un paradigma muy persistente, que deja en el recuerdo las explicaciones fijistas, estáticas o puramente creacionistas sobre los exponentes del mundo orgánico. Para el ámbito físico-químico, la Teoría de la combustión resulta un claro exponente que en el Siglo XVIII, gracias a Lavoisier, da cuenta de la presencia del oxígeno en los procesos de combustión y que definitivamente deja atrás la Teoría del flojisto de los químicos del Siglo XVII. A su vez en el campo de las ciencias de la tierra, la Teoría de placas, que corresponde en parte a una consecuencia de la Teoría de la evolución, pero dentro del universo inorgánico, deja en el pasado los enfoques deterministas o creacionistas y muestra una clara concatenación con el dinamismo en general del mundo orgánico y del universo abiótico.

Chile, por ejemplo, desde esta perspectiva, se encuentra sobre uno de estos pedazos, la placa Sudamericana. Y a su vez, en la mitad del Océano Pacífico desde el centro de la tierra, emerge la placa de Nazca, la cual avanza hacia el oeste hasta colisionar con la placa Sudamericana para posteriormente hundirse bajo ella. Dichas placas avanzan en sentido contrario a unos 10 centímetros por año. Dichos movimientos ocasionan los terremotos tan conocidos por nuestra historiografía y que llamaron poderosamente la atención de viajeros como Maria Graham o de científicos como Charles Darwin y otros. Y por cierto, después de Kuhn encontramos otros autores que continúan con la difusión e ilustración de la noción de paradigma haciéndola extensiva a nuevos campos disciplinarios.

Es el caso por ejemplo de Guillermo Briones, quien desde el campo de las ciencias sociales, concibe dicho concepto como “…una concepción del objeto de estudio de una ciencia, de los problemas generales a estudiar, de la naturaleza de sus métodos y técnicas, de la información requerida y, finalmente, de la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada”. (3) Más recientemente, el término “paradigma” se populariza aún más, con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo Joel Barkel; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales y la fotocopiadora, lo hace extensivo al ámbito tecnológico, al campo de la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general. Claro está, en todo caso, que los distintos estudiosos tanto de la epistemología como de las disciplinas sociales, muestran algunas correlaciones entre sí y también algunas divergencias en cuanto al empleo de dicho término.

Lo relevante, para nuestro propósito es tener presente que la noción en comento, en la actualidad tiene una denotación muy amplia y que entre los puntos convergentes para la mayoría de los estudiosos están los siguientes: alude a un compromiso valórico y a una determinada parsimonia de trabajo científico, incluye una o unas teorías en boga dentro de un o unos campos disciplinarios, es una cosmovisión o una manera de mirar y entender el mundo, incluye un conjunto de criterios, métodos e instrumentos de trabajo al cual se adscriben consciente o inconscientemente los investigadores de un o unos campos científicos determinados.

Por tanto, considerando tales correlatos de significado, al hacerlo extensivo al universo de las tareas propias de la historia de la ciencia, podemos entenderlo por nuestra parte como un marco teórico y metodológico amplio que posibilita una determinada visión de la naturaleza y de la sociedad y que contribuye a la explicación y descripción de los fenómenos y observables propios de la investigación científica. Lo relevante es, en todo caso, tener presente que la descripción y explicación de determinados referentes orgánicos o inorgánicos que un científico pueda aportar al incremento cognitivo, estará inevitablemente comprometido con el marco teórico o el modelo explicativo utilizado, constituyendo así una aproximación entre teoría-hipótesis hechos, que puede tener mayor o menor alcance explicativo que otras, pero que nunca será la definitiva. Paul Feyerabend y el anarquismo cognitivo.

Por cierto, dentro del universo de enfoques sobre la ciencia como forma de adquisición cognitiva, hay también posiciones radicalizadas y muy críticas; es el caso de Paul Feyerabend y su conocida tesis: “todo vale en el conocimiento científico”, popularizada a partir de la publicación de su texto: Contra el Método. Para este auto, en síntesis, la denominada racionalidad científica en que descansa el método científico, con sus cánones y parsimonia obligatoria, no corresponde a un espíritu verdaderamente crítico y pluralista que debería existir en el proceso de investigación científica y por tanto, a su juicio, esa forma tradicional de ejercer la racionalidad científica, no es el pilar en el que descansan los nuevos descubrimientos. Ello, toda vez que para Feyerabend, el conocimiento nuevo sólo se alcanza, justamente cuando los científicos se alejan de los elementos constitutivos del paradigma en uso en una disciplina y de una identificación con el éxito y el progreso científico; esto es, cuando audazmente abandonan los procedimientos, métodos, reglas, criterios y valoraciones, propias del ámbito de la justificación dentro de la investigación científica y deciden guiarse por sus propias ideas.

A su juicio, la aprehensión cognoscitiva acontece más bien al recurrir a una metodología que va más allá del paradigma vigente en las distintas ciencias particulares, y que permita arribar a nuevas teorías sobre el fenómeno o sobre el objeto de estudio específico; probando así, caminos insospechados, hipótesis aparentemente descabelladas, procedimientos alternativos de inducción y contra-inducción, y en general recurriendo a cualquier procedimiento que la imaginería del observador sea capaz de construir. De aquí su expresión: “todo vale”. Por eso, dentro de la serie de ejemplos históricos con los que pretende ilustrar su tesis, recuerda a la revolución copernicana o el atomismo griego. Y confronta también los estilos de trabajos de astrónomos y físicos para dejar de manifiesto que no usaban todos una metodología uniforme: “Ni Galileo, ni Kepler, ni Newton utilizaban métodos específicos bien definidos.

Son más bien eclécticos, oportunistas. Naturalmente cada individuo tiene un estilo de investigación que da a sus trabajos una cierta unidad; pero el estilo cambia de un individuo a otro y de un área de investigación a otra”. (4) Así como también señala que los astrónomos de formación escolástica por ejemplo, se negaban a usar el telescopio y cuando los menos, procuraban utilizarlo, no veían nada; no veían las manchas solares, no veían las protuberancias de la luna, ni las lunas de Júpiter.(5) Ello es comprensible, puesto que estos astrónomos estaban enfrentando los observables, a partir del antiguo paradigma geocéntrico de Ptolomeo y no desde el punto de vista de un Modelo heliocéntrico, como el que sostenían Copérnico y Galileo. Y por otra parte, es comprensible también dicha situación, toda vez que tal como hoy sabemos, cualquier instrumento científico requiere entrenamiento anticipado, demanda un acucioso dominio previo para interpretar adecuadamente el observable. Por otra parte, de la postura anárquica cognitiva de Feyerabend, debemos rescatar la importancia que le asigna a factores tales como la revisión metodológica, el uso de procedimientos aleatorios, el empleo de hipótesis audaces, la confianza en la imaginería del científico, la presencia indirecta del principio antrópico en la idea de objetividad, entre otras.

Pero, su enfoque sobre la marcha científica, más que constituir un acicate para el progreso científico, es una explicación epistémica muy crítica y analítica sobre la racionalidad científica y sobre su modus operandis. Y por tanto, resulta más pertinente como elemento teórico de un curso de epistemología, o como un hito epistémico contemporáneo que hace serias observaciones acerca de como funciona la ciencia, más que constituir un paradigma generador de avances científicos específicos.

En rigor, es una forma de explicación del progreso científico y no un paradigma específico en el sentido acotado con antelación. Empero, sus críticas a los procedimientos propios de la comunidad científica, aluden a la confianza extrema en el paradigma vigente que tienen muchos científicos; es un vivo llamado a la tolerancia y a la mesura para lograr el adecuado equilibrio del oficio propio del investigador que se desliza entre los criterios de búsqueda de la objetividad científica y amplitud de las variables de las humanidades y la condición antrópica en el proceso cognitivo.

El constructivismo piagetano Otro paradigma aún vigente en distintas disciplinas, tales como la psicología, ciencias sociales, educación, pedagogía, sociología del conocimiento, epistemología e historia de las ciencias, es el constructivismo piagetano. Dicho modelo explicativo tiene su génesis con los estudios sobre el desarrollo de la inteligencia infantil realizados por Jean Piaget, ya en la década del treinta, con observaciones y experimentos con niños, sobre aspectos cuantitativos y sobre las nociones de número, velocidad, cantidad, proporciones y otras. Luego, continúa sus investigaciones haciéndolos extensivos a diversas disciplinas, gracias a la consolidación en Ginebra, en 1950 de su Centre Internacional de Épistémologie Genétique, y también gracias a la publicación en 1955, de su magna obra en tres tomos, Introducción a la epistemología genética.

En cuanto a su primera fase, referente a los experimentos sobre la adquisición cognoscitiva en los niños, los mismos los aplica Piaget primero en sus hijos, luego en los niños ginebrinos y en la década del sesenta y setenta del Siglo XX, se hacen extensivos a los países del Tercer Mundo. Lo relevante desde la perspectiva de los paradigmas que nos interesa, es el hecho de que su modelo explicativo, la epistemología genética la concibe la como “…una disciplina que estudia el paso de un conocimiento de menor validez a otro de mayor validez”, (6) con lo cual acota el tema epistemológico “al estudio de la constitución de los conocimientos válidos” (7) y por ende, sitúa el problema de la adquisición cognoscitiva en el fenómeno del conocimiento y en la comprensión del dinamismo de las estructuras. Así, su Modelo explicativo del avance científico, permite dar cuenta del desarrollo intelectual del niño, de una disciplina social, o de una disciplina propia de las ciencias de la vida.

O en otras palabras, su visión del conocimiento es extensivo no sólo al hombre sino a todos los seres vivos. La diferencia únicamente radicaría en cuando y cómo van apareciendo nuevas estructuras cognitivas que bien pueden ser conductuales y operativas en unos y lógico matemáticas en otros, como en el caso del ser humano. Así, desde la perspectiva del Modelo constructivista, resulta comprensible que el conocimiento es el resultado de una interacción mutua entre un sujeto y objeto dentro de las variables específicas del medio. Con ello se privilegian los aspectos biológicos y operativos del proceso cognitivo y la construcción interna de novedades, que en este caso serían las nuevas estructuras, con las cuales el ser vivo o un sujeto epistémico específico tiene que habérselas con el medio.

Desde esta perspectiva el conocimiento es siempre un resultado visible, un dominio efectivo de nuevas estructuras de un ser vivo que va ampliando su dominio y comprensión sobre el medio, justamemente en la medida que va internalizando y practicando nuevos niveles de estructuras que en el caso del ser humano terminan con el pensamiento formal y la profundización lógica, normativa y discursiva de las mismas. Ello sirve de pábulo por tanto, para homologar la adquisición cognitiva individual y la adquisición de las comunidades científicas, tal como Piaget lo deja aclarado en obras tales como Introducción a la epistemología Genética, Biología y conocimiento, Psicogénesis e Historia de las ciencias y otras.

Por cierto, que si nos situamos desde esta perspectiva, la ciencia en su totalidad es siempre un progreso que se caracteriza por la aparición de nuevas estructuras lógico matemáticas y conceptuales. Y ello dentro de un isomorfismo entre el desenvolvimiento de la inteligencia individual y el desarrollo de las ciencias formales, biológicas, psicosociales, educacionales y otras. Resulta conveniente, en todo caso, reconocer la enorme persistencia de este paradigma especialmente en ciencias de la conducta humana, de la educación, de la psicología evolutiva, de la sociología del conocimiento, de las ciencias sociales en general y más recientemente en el campo de la historia de las ciencias; e incluso ha dado pié para el desarrollo de las denominadas ciencias cognitivas; esto es, aquellas disciplinas que concilian aspectos biológicos, neurológicos y lógico- matemáticos dentro de las cuales se ubican las corrientes cognitivas de Varela, Maturana, Mpodozis y otros, cuyas ideas han dejado en claro la importancia del rol del observador y la fuerte unidad que existe entre el observable que se desea describir y el investigador.(8)

Desde el punto de vista de la historia de las ciencias y del desarrollo de las ciencias sociales, llama la atención la persistente influencia del paradigma constructivista, que aún luego de más de setenta años, continúa ofreciendo conceptos y teorías en los campos disciplinarios mencionados. Tanto es así, que la tendencia más moderna y remozada, denominada neoconstructivismo, continúa como eje directriz de muchas reformas educacionales en Chile, América y España, y ofreciendo interesantes hipótesis sobre la realidad biológica y social del conocimiento.

Luego, si tuviéramos que enumerar algunas conquistas vinculadas a este modelo explicativo, La Teoría de la Inteligencia, la Teoría de los estadios evolutivos, la Teoría de la equilibración, la teoría del isomorfismo biología-lógica y otras, nos indican que en los campo de la psicología, de la sociología del conocimiento, de las Ciencias Sociales, así como en el ámbito de la historia de las ciencias en general y de la Historia de las Ciencias en América, en especial, ha contribuido con interesantes hipótesis y nuevas explicaciones sobre los procesos de institucionalización de la ciencia en los países de América. (9)

Ahora bien, como los paradigmas existentes en el universo de la epistemología contemporánea, son demasiados para ser analizados en una modesta exposición de esta naturaleza, nos vemos obligado a seleccionar de entre los existentes, los mencionados, pero es prácticamente un deber mencionar también el “racionalismo científico” de Mario Bunge, que sostiene que el conocimiento científico requiere de verdades necesarias y momentáneas y que los resultados observables de la ciencia como institución social se perciben en la ordenación de sistemas deductivos, o en la coherencia y uniformidad en el ejercicio de la adquisición cognitiva, tal como se señala en sus obras, entre las cuales, recordemos al menos: La Investigación científica, Racionalidad y realismo, entre otros. (10) Desde esta perspectiva, por tanto, queda claro que la historia de las ciencias es la marcha de nuevas verdades que son el resultado de la totalidad del corpus científico y del orden tecnológico imperante. Y en este mismo camino, pero desde la perspectiva de la Historia de las Ciencias, se ubicaría George Sarton, quien concibe a la ciencia como un continuo de verdades y de resultados en constante progreso, pero esencialmente abierta a los avatares de las influencias culturales de Oriente y Occidente, tal como lo deja de manifiesto en su obra: Ensayos sobre la ciencia. (11)

También el modelo de la “Arqueología del saber” de Michel Foucoult, entre otros, merece una mención especial, toda vez que su análisis sobre el discurso científico en general, deja de manifiesto que la comunidad científica no está ajena a la influencia de los códigos, o tendencias de la cultura en la cual se desenvuelve. Ni tampoco puede distanciarse del propio proceso discursivo que utiliza para dar cuenta de los hechos o para representar a la naturaleza o la sociedad.

Ello toda vez que tal como lo deja de manifiesto este autor en su obra: Las palabras y las cosas; las explicaciones yo descripciones de los observables de interés de la comunidad científica, se entrecruzan con el lenguaje. O dicho en términos del propio Foucault: “…la naturaleza sólo se ofrece a través de la reja de las denominaciones, y ella que sin tales nombres, permanecería muda e invisible, centellea a lo lejos tras ellos, continuamente presente más allá de esta cuadrícula que la ofrece, sin embargo, al saber y sólo la hace visible atravesada de una a otra parte por el lenguaje.” (12) Lo anterior es relevante, puesto que al aplicarlo a la historia de las ciencias, las disciplinas interesadas, por ejemplo a los fenómenos del mundo orgánico en general, como el caso de la Historia Natural de los siglos XVIII y XIX, únicamente estarían haciendo nuevas contribuciones en la medida que logren dejar atrás el estatismo o fijismo de los discursos y nombres consagrados para explicitar el mundo natural.

Y justamente el esfuerzo de toda la Historia Natural, así considerado sería bifronte: por un lado va dando una nueva ordenación del universo biótico de las distintas regiones del mundo, y por otra, va consolidando una terminología más precisa que supera la fábula u otras maneras tradicionales de hacer representaciones discursivas sobre el mundo natural. Así, la botánica, la farmacopea, la geografía, la taxonomía y otras disciplinas habrían seguido este doble derrotero.

Pero como nuestro objetivo central apunta a apreciar el impacto de ciertos paradigmas en la marcha científica, es conveniente considerar también corpus culturales, teóricos y metodológicos, que si bien no vienen de la tradición epistemológica, si provienen del dinamismo de la cultura y la sociedad y de su relación dialéctica, entonces es conveniente también considerar ciertos modos de ver el mundo, o ciertos movimientos culturales, que de acuerdo ha nuestros criterios de revisión acotados (la definición tentativa y amplia de paradigma, y un enfoque externalista para concebir la marcha científica), nos instan a ir más allá de las perspectivas epistemológicas contemporáneas y la interpretación que estos hacen del desarrollo científico. En efecto, partiendo de los criterios analíticos indicados, resulta pertinente incluir algunos movimientos culturales, filosóficos, históricos y estéticos, que en general fueron capaces de encontrar expresiones que los hicieron llegar a la comunidad científica y a sus exponentes.

Entre estos, sin pretender dar cuenta de todos, consideremos al menos al movimiento cultural, político, filosófico e ideológico de la Ilustración, al movimiento cultural, científico, artístico y estético del Romanticismo, a la corriente científica, filosófica, cultural del Positivismo. El aporte de la Ilustración En cuanto a la Ilustración, los ejemplos son innumerables, pero recordemos aquí al menos, el esfuerzo de Ignacio Molina, para dar cuenta de la flora y fauna chilenas, en sus obras tales como su Saggio sulla storia naturale del Chile (Bolognia, 1782). Y es de justicia indicar también que el movimiento cultural y político impacta a la comunidad científica internacional, toda vez que muchos monarcas simpatizantes de este ideario, contribuyen a la consolidación de Academias científicas, a la instauración de cátedras de Botánica, construcción de Museos y diseño de Reales Jardines.

Estos últimos por ejemplo, pasan a constituir una clara expresión de acopio taxonómico, de conocimientos florísticos y farmacológicos y de gusto estético ornamental. Además de lo anterior es prácticamente imposible olvidar la organización y puesta en marcha de las diversas expediciones científicas y geopolíticas, hacia el Nuevo Mundo, o hacia los territorios de Ultramar de las distintas monarquías europeas. Recuérdese al respecto, los viajes de Hipólito Ruíz y José Pavón, a las costas de Chile, Perú y otros lugares de América entre los años 1777-1888, o los viajes de La Perousse a distintos lugares del Pacífico, entre 1785 y 1788, o la gran expedición global de Malaspina, entre 1789 y 1794, que tanto rédito significó para la ciencias de la vida, para la geografía, la taxonomía y la farmacopea, aunque el gigantesco acopio de sus observaciones y la abundante diagnosis de la flora y fauna americana, sólo se analizaron muchos años más tarde. Desde el punto de vista de la Historia de las Ciencias en Chile, es significativo, dentro de este marco de la Ilustración, las diversas expediciones que realiza José de Moraleda en Chiloé y la zona austral del Chile Colonial, las cuales se ubican entre 1786 y 1801. Ello, porque significó para la ciencia española y europea en general, un incremento muy significativo, en especial en cuanto a la hidrografía, al estudio de las mareas, a la climatología, la astronomía y la actualización de cartas náuticas.

Por tanto, lo anterior ilustra como el movimiento de la Ilustración potencia el desarrollo de la comunidad científica internacional y actúa como un mecanismo efectivo que produce un notorio incremento en el acerbo cognitivo de las distintas disciplinas dieciochescas; entre estas, la navegación, la farmacopea, la balística, la hidrografía, la geografía, la geología, la taxonomía, la botánica y la cartografía, entre tantas otras. Por ejemplo, entre los resultados que generó este movimiento, están los centenares textos de geografía, de taxonomía o de historia natural en general, en los cuales sus autores dan cuenta de los referentes orgánicos del Nuevo Mundo. Y entre estos, recordemos aquí al menos el libro de Hipólito Ruiz: Tratado del árbol de la Quina ó cascarilla. Con su descripción y la de otras especies de quinas nuevamente descubiertas en el Perú, que sale a la luz pública en 1792; o el texto del mismo autor, que dos años después publica su Florae peruvianae et chilensis prodomus, sive novorum generum plantarum peruvianarum, et chilensium descripciones et icones. O el ensayo de Antonio de Ulloa, aparecido en 1792, Noticias americanas.

Entretenimientos phisico-históricos, sobre la América Meridional, y la Septentrional Oriental. O el texto de Charles Marie de la Condamine, que sale d elas prensas en 1778. Relation abrégée d’un vogaye fair dans l’interieur de l’Amerique Meridionale, después la cote de la Mer du Sud. En rigor la bibliografía científica que queda para la comunidad de especialistas europeos, como resultado del impulso de la Ilustración es extraordinariamente abundante y si se consideran las distintas ciencias de la época, pasan de centenares, y esto focalizando la atención nada más en los ensayos que aportan una visión sobre la naturaleza del Nuevo Mundo, tal como lo ha estudiado Saldino. (13) Por eso no resulta extraño que en Chile, recientemente algunos investigadores como Rafael Sagrado, traigan a presencia estos esfuerzos de circunnavegación científica, al dar cuenta detallada de los viajes de Malaspina en América y en el Chile Austral, en particular. (14) El romanticismo En cuanto al Romanticismo, por ejemplo, es innegable la notoria influencia que este movimiento artístico cultural, histórico, estético y científico, influyó durante el Siglo del Progreso, desde al arte y la literatura hasta en el desenvolvimiento de la ciencias de la vida y a las ciencias de la tierra.

En el caso de América, el romanticismo irrumpe notoriamente después de la obtención de la independencia política, en la mayoría de los países emancipados de la metrópolis hispana; aludiendo a temas como la naturaleza, la peculiar realidad social y la búsqueda de una literatura que deje atrás la tradición hispana. Al respecto, piénsese en la influencia expansionista que ocasionan los trabajos de Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, José Victorino Lastarria, Alberto Blest Gana, Esteban Echeverría y tantos otros. Los contenidos tratados por estos autores chilenos y argentinos, así como la prosa de los mismos, trasunta un nuevo modelo de sensibilidad y de valores estéticos y pasa a constituirse en un acerbo teórico relevante para abordar problemas vinculados al marco social. Lo anterior, coincide con la consolidación política y cultural autónoma, en que están empeñados los exponentes de esta tendencia y que se presenta en casi todos los ámbitos del quehacer intelectual y artístico de los países de América.

En el ámbito de las ciencias, autores como Humboldt y Bompland, luego de su viaje por América Meridional, (1799-1804), instauran con antelación los ejes de un modelo que se cohesiona con el romanticismo literario y artístico de los inicios del siglo XIX y que de allí en adelante generan una especie de intromisión de la búsqueda estética en las descripciones taxonómicas de los diversos observables de la naturaleza americana, amén de una clara convicción de apreciar los referentes orgánicos como parte del todo del Cosmos y por ello los exponentes bióticos, aparecen dando cuenta de sus hábitats y en su interacción con el marco social de su tiempo, especialmente con los nativos americanos. Esto es un acicate poderoso en taxonomía, en botánica, en farmacopea, en ictiología y otras disciplinas, como la antropología y la etnografía, e incluso para el desarrollo de la vulcanología, de la geografía humana, la fitogeografía y otras.

Por eso no es extraño entonces, que exploradores como Belt y Squier en Nicaragua, geógrafos como Ritter en Argentina, o Jiménez de la Espada, que acompaña a otros investigadores en la Comisión Científica del Pacífico Sur, organizada por el gobierno español. (1862-1866). Y en Chile, botánicos como Gay e ingenieros en minas como Domeyko, continúen con este modelo explicativo de lo viviente y de lo inorgánico, que se caracteriza por la búsqueda de un equilibrio discreto entre los sentimientos del científico en tanto sujeto observador y las exigencias de objetividad propias de la diagnosis taxonómica, además de un notorio énfasis por los íconos, en lo referente a la descripción de locus específicos y a la identificación y clasificación de los referentes de la flora y fauna locales.

Entre los logros científicos conseguidos al alero de esta cosmovisión, tengamos presente cuando menos, los textos de Humboldt, tales como su Cosmos, o sus Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo; o el texto de Thomas Belt El naturalista en Nicaragua (1874), donde el autor despliega las notas propias del romanticismo científico y descriptivo, con visos hipotéticos y explicativos, para identificar y describir los distintos especímenes de la flora y fauna de dicho país centroamericano, matizado con ilustraciones del mismo autor. La visión de la naturaleza en Belt, corresponde a una mirada apasionada que capta un gigantesco receptáculo orgánico e inorgánico de formas y colores infinitos que hacen posible el desenvolvimiento de la vida y la obtención de la belleza y el goce estético. Su prosa expresa muy a menudo el asombro ante el observable, característica frecuente entre los científicos románticos; v. gr en su obra ya mencionada expresa: "...mientras cabalgábamos; vimos robles y pinos enteramente por colgantes festones, con aspecto de musgos grises, de la Tillandsia usneesis o "barba de viejo".

No había ramita que no estuviera agobiada por un fleco colgante, de hasta seis pies de largo que simulaba un velo gris meciéndose al viento....El aspecto de la región, los árboles, matas, y flores, los pájaros y los insectos, el aromático perfume de los pinos, todo reclamaba mi atención a cada minuto." (15) También la visión de la naturaleza nicaragüense que nos ha dejado E. G. Squier, es esencialmente una mirada romántica, interesada en mostrar lo curioso, lo vernáculo. La misma es presentada como un universo extraño, lleno de vida y colorido que provoca un claro asombro en el europeo, o en el visitante del hemisferio norte en general; tanto por los especímenes de la flora y fauna que en ella viven, como por la forma de vida y comportamiento social y cultural de los nativos que la habitan.

Con razón, también, al igual que Humboldt en la América Meridional, Squier viaja con un artista: James Mc Donough, quien se encarga de ilustrar muchas de las notas referentes a situaciones sociales, a estatuas aborígenes y a algunos exponentes del medio orgánico en general del país. En cuanto a una descripción más específicamente de la flora, la cita a continuación nos ilustra parte de la percepción de la misma que tiene el autor: “…los mercados de León ofrecen tal profusión de frutas y legumbres que sería casi imposible enumerarlos todos. Sandías, papayas, piñas, naranjas, mameyes, nísperos, granadillas, marañones, jocotes, yucas, plátanos, bananos, frijoles, maíz, y a veces cierta clases de papas apenas más grandes que las balas, llevadas allá en zurrones desde las tierras altas de Honduras y Costa Rica que la venden por libra”. (16) En el caso de Domeyko, es muy relevante su Introducción al estudio de las ciencias naturales, (1847), donde frecuentemente cita a Humboldt y también a Schiller, y en otros trabajos cita incluso a Goethe. O bien su obra La Araucanía y sus habitantes, publicada en 1845, donde deja de manifiesto las observaciones sociológicas sobre los araucanos y su vinculación con el entorno. Gay, a su vez, nos ha legado los dos Atlas que complementan los tomos de su Historia Física y Política de Chile (26 tomos), publicados en París, entre 1844 y 1870.

Dichas obras en su conjunto, muestran el cuerpo físico y social de la época, focalizando la atención en las costumbres y eventos sociales en general, y en el medio natural, y para ello se ayudó al igual que la mayoría de los científicos románticos, de destacados dibujantes y pintores, entre estos Mauricio Rugendas; quien también había colaborado antes con Humboldt. Lo precedente es parte de la producción teórica y bibliográfica de los científicos románticos, pero también es parte de un peculiar estilo de vida que se identifica con la dedicación absoluta y total a un proyecto científico.

El positivismo y su influencia Desde que Augusto Comte, publica su texto: Cours de Philosophie positive (1830-1842), las ideas del positivismo se empiezan a conocer en la comunidad académica y científica europea. Y si bien el concepto encierra muchas acepciones, es posible entenderlo como una corriente filosófica, cultural, científica y epistémica que se desarrolla en Europa a partir de las ideas sobre ciencia y filosofía de Comte y que se caracteriza por enfatizar la importancia del método y de la ciencia para la obtención del progreso y la regeneración moral de la sociedad. Y como adelantáramos, luego de la difusión de la obra ya mencionada, muy rápidamente pasa también a las nacientes repúblicas americanas.

En especial en México, Brasil y Chile, donde se percibe su ideario en la educación, en las ciencias sociales y en la estructuración de las corporaciones de la educación superior. En el caso de Chile, principalmente a partir de la fundación de la Academia de Bellas Letras en 1873 dirigida por José Victorino Lastarria y más aún con la publicación al año siguiente del libro Lecciones de política positiva, de Lastarria, se consolida un grupo de destacados intelectuales entre los que se cuentan B. Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunategui, los Hnos.

Lagarrigue y Valentín Letelier, entre otros. Los objetivos de los mismos, apuntan a la difusión de las nociones comtianas y al estudio y aplicación o "adaptación" de muchas de ellas a la realidad social, cultural, científica y política chilenas. La labor de este grupo para nuestro país, en el período finisecular, es extraordinariamente significativa, toda vez que imbuidos del ideario comtiano; propician la educación científica y la educación de la mujer, el desarrollo de obras ingenieriles tendientes a la obtención del progreso, la difusión de la ciencia y la separación de los poderes del estado.

Para ello fundan sus propios medios comunicacionales, tales como la Revista de Chile, en Santiago, o el periódico “El positivista”, entre otros, donde difunden dichas nociones y dan cabida a científicos nacionales para exponer sus tesis vinculadas a los propios paradigmas vigentes en esta era, en las distintas disciplinas. Por ello no es extraño encontrar en estas y otras fuentes del período abundantes trabajos de economía, botánica, taxonomía, ciencias sociales, educación, historiografía, geología, antropología, política, arqueología, higiene pública. Y es frecuente además observar en estos medios trabajos de Philippi, análisis de la obra taxonómica de Gay, tesis de medicina, y de la educación en general, y en especial, los mejores esfuerzos de los seguidores de esta doctrina, apuntan a inculcar el conocimiento del método experimental y de las leyes de la naturaleza en la curricula del sistema educacional chileno. Lo propio acontece en muchos otros países de América, en México ya en 1867 por ejemplo, el positivismo es el eje de una profunda reforma educacional, a cargo de Gabino Barreda, con el propósito de instaurar los cánones científicos y experimentales en la formación de los estudiantes, como un mecanismo efectivo que contribuya a alcanzar el anhelado progreso material y el ordenamiento social.

En Venezuela, a su vez, en la Universidad de Caracas en 1866, Rafael Villavicenci inaugura la Cátedra de Filosofía Positiva, y 1882, se instaura la Sociedad de Amigos del Saber, ambas entidades apuntan a similares propósitos de sus pares chilenos. Lo relevante entonces, es que esta doctrina genera una discusión sobre la conveniencia de difundir las características del método científico y al mismo tiempo cientifizar los sistemas educacionales.

Dicha tarea se complementa con las actividades específicas de los científicos del período, quienes aportan desde sus especialidades enfatizando los aspectos pragmáticos y todos aquellos elementos que contribuyan a la industrialización, al desarrollo de la economía nacional y a la incorporación de los referentes orgánicos o abióticos del cuerpo físico de los países de América, al capitalismo en general. En el caso de Chile, es notorio el esfuerzo de científicos como Philippi, Gay, Domeyko, Pissis y otros, quienes comparten estos aspectos utilitarios de la ciencia y su articulación con los sistemas productivos, tal como ya lo ha destacado por ejemplo Benjamín Subercaseaux. (17) A manera de conclusión.

De acuerdo a nuestra hipótesis formulada en los inicios de esta comunicación, creemos que es posible dejar constancia de algunas conclusiones propiamente epistémicas y otras relacionadas con la marcha de la comunidad científica internacional. Para lo primero, queda claro que la idea de paradigma no se agota en la peculiar mirada de Thomas Kuhn, pues su definición es a ratos muy estrecha y a ratos demasiado operativa, tal como el mismo autor lo reconoce en diversas obras; por ello resulta aconsejable también abrirse a las cosmovisiones y movimientos propios de la cultura y la sociedad del tiempo histórico que se desea dilucidar, para comprender mejor el dinamismo y la emergencia del conocimiento nuevo.

Es también un fenómeno debidamente demostrado, que los paradigmas vigentes dentro de una comunidad de especialistas, contribuyen a incrementar la adquisición cognitiva dentro de un campo disciplinario específico, siempre y cuando dicho modelo no muestre visos de alguna crisis teórica significativa o tenga notorias falencias en el ámbito de la comprobación empírica. Desde luego, los paradigmas mencionados aquí, han sido el resultado de una selección cuidadosa, pero hay muchos más que no es posible abordar en una comunicación de esta naturaleza.

Así por ejemplo, se sugiere también pensar en la perspectiva del racionalismo griego, en el modelo mecanicista del universo y en el paradigma marxista, para futuros análisis, debido al enorme impacto que estos paradigmas, también han generado en la ciencia universal. Citas y notas 1. Cf. Kuhn, Thomas S.: La Estructura de las Revoluciones científicas, Ed. Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1982; p. 51. 2. Kuhn, Thomas S.: “Los paradigmas científicos” en : Barnes, B. et al.: Estudios sociales de la Ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1980; p. 89. 3. Cf. Briones A., Guillermo: “Epistemología de la investigación”, Módulo I, Curso Educación a distancia: Métodos y Técnicas avanzadas de investigación aplicadas a la educación y a las Cs. Sociales., Stgo., 1989. 4. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el método, Ariel, Barcelona, 1981; p. 48. 5. Ibidem.; p. 49. 6. Piaget, Jean: Logique et connaissance scientifique, Gallimard, París, 1967 ; p. 7. 7. Ibidem. ; p. 6. 8. Vd. por ejemplo : Maturana, Humberto : El árbol del conocimiento, Ed. Universitaria, Stgo. O bien, Maturana H. y Mpodozis, J.: Origen de las especies por medio de la deriva natural, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Stgo., 1992; p. 14. 9. Vd. trabajos tales como: Saldivia M., Zenobio: “¿Qué puede aportar Piaget a América Latina?”, Revista Solar, Stgo., Nº1, 1991. O bien: Berríos C., Mario y Saldivia M., Z.: “Una propuesta constructivista para el análisis epistémico en América Latina”, Revista Trilogía, U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Vol. 16, Nº 25-26, 1996-1997. O también: Berríos, M. y Saldivia, Z.: “La construcción de un concepto de ciencia en Chile: Manuel de Salas y Claudio Gay”, Revista de Sociología, U. de Chile, Stgo., Nº8, 1993. 10. Cf. Sarton, George: Ensayos de Historia de la Ciencia, Ed. Uthea, México D. F:, 1968. 11. Cf. Bunge, Mario: La investigación científica. Y del mismo autor: Racionalidad y realismo, Alianza Universidad, Madrid, 1985. 12. Foucault, Michel: Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México D.F y Madrid, 1999; p. 160. 13. Vd. Saladito García, Alberto: Libros científicos del Siglo XVIII Latinoamericano, U. Autónoma del Estado de México, 1998. 14. Cf. Sagrado, Rafael: La expedición de Malaspina en la frontera austral del Imperio español, Ed. Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y DIBAM, Stgo., 2004. 15. Belt, Thomas: El naturalista en Nicaragua (Traducción y notas de Jaime Incer B.), Banco Central de Nicaragua, Managua, 1976; p. 182. 16. Squier, E. G.: Nicaragua, sus gentes y paisajes, Editorial Universitaria Centroamericana (Educa), Trad. de Luciano Cuadra, 1970, Costa Rica; p. 212. 17. Cf. Subercasseaux, Benjamín: Historia de las ideas y de la cultura en Chile (2 vol). Ed. Universitaria, Stgo., 1997. * Universidad Tecnológica Metropolitana; Santiago, Chile

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Zenobio Saldivia Maldonado / Director Internacional de Cultura de Prensamérica Internacional, Chile.

Sr. Pedro Pablo Polo Presidente Organizador del 2º Encuentro Internacional de Periodistas Valledupar, Colombia. Sr. Raúl González Nova, Presidente Internacional de CONAPE, México. Sr. Rafael Loret de Mola, distinguido periodista en cuyo nombre y trayectoria se ha instituido el Premio Pergamino de Oro, México. Sr. Roberto González Short Presidente de Prensamérica Internacional. Costa Rica y Chile. Autoridades académicas, periodísticas y civiles en general. Colegas y amigos todos: Para este servidor chileno dedicado a la docencia y a la investigación sobre temas de Historia de la Ciencia de Chile y América y a la creación de modestos artículos sobre humanidades, ciencias sociales y sobre la evolución de la ciencia en nuestros países latinoamericanos, es un alto honor estar acá en la ciudad de Valledupar, Colombia, para compartir con preclaros colegas de distintas nacionalidades, ora sobre temas periodísticos, ora sobre temas socioculturales.

Y en este emotivo momento en que se me ha otorgado este señero Premio, debo señalar que es un reconocimiento que honestamente no buscaba, pues siempre me había movido en las esferas de las universidades, pero así como el conocimiento es acumulativo y avanza de manera muy acelerada en nuestros tiempos, también a nosotros como ser humano y como profesionales nos tocan estos giros. Así desde hace unos años me he venido acercando al mundo de los editores y de la comunicación en general, principalmente como ya he indicado desde la perspectiva humanista y de los temas socioculturales, por ejemplo, y de los estudios sobre la ciencia, la tecnología y sus distintas expresiones e impacto.

Y en este sentido me enorgullezco de entrar a este universo humano y social, que se esfuerza por entregar a la sociedad lo mejor de sí mismo, como profesionales, muchos de los cuales han ofrendado su vida por sacar a la luz eventos o situaciones encriptadas, otros arriesgan su vida, y otros sufren persecuciones o son marginados de los centros y o de los espacios públicos Desde mi perspectiva, por tanto, siento que este reconocimiento me toca muy hondo en mi ser interno y me insta a seguir trabajando para difundir los valores implícitos propios del quehacer periodístico como elemento humanista y articulador de la sociedad, no sólo desde los temas de nuestra contemporaneidad, sino también desde los estudios históricos, por ejemplo revisando el rol social y político de estos agentes en sus primeras escaramuzas en las revistas científicas y en los periódicos del Siglo XIX; tal como lo hicimos hace unos años en Chile, cuando junto a una joven periodista, revisamos el papel de estos profesionales en el Diario El Mercurio de Valparaíso, especialmente en relación a las nociones de progreso y de ciencia, que ellos mostraban en su tiempo. Con esto, quiero indicar que también demos estudiar a estos profesionales de la comunicación desde su génesis misma como agentes sociales y como difusores del conocimiento por una parte y como faros que mostraron y continúan entregando luces y mensajes que hablan del hombre, de sus inquietudes y de sus debilidades, por otra.

En estos días he pensado mucho en el difícil rol profesional de los comunicadores y de los periodistas, que estamos ciertos no se agota en lo que de ordinario cree el vulgo: entregar y traspasar información sobre eventos y acciones de otros agentes sociales y culturales, a los lectores, a los radioescuchas o los telespectadores. Eso es solo un entramado de presentación formal. Detrás de cada entrega noticiosa, social o cultural de vosotros, sabemos que hay un megaproyecto universal en juego y con el cual todos los que estamos aquí nos identificamos: Es una cuestión valórica, es el gran objetivo de aportar con vuestro sello personal y con vuestro medio u órgano periodístico, nuevos elementos para la construcción de la verdad, para hacer que ésta aflore de la sombra, de lo oculto, o de los entramados maliciosamente construidos para encapsularla. En este contexto entonces, vemos que el papel del periodista apunta a encontrar un camino para asumir la eterna tarea humana y filosófica de la construcción de la verdad; no tanto de la verdad fenomenológica, acerca de la naturaleza y de la estructura de tal o cual situación, ni de la verdad histórica trascendente, que requiere la decantación en el tiempo y en la comprensión del espíritu de cada época y que necesariamente vendrá de suyo; sino más bien aspiramos a la verdad humana de cada situación, de cada avatar; esto es, metafóricamente hablando, hacer lo que ya nos sugirió Platón en la Grecia clásica: Recorrer el Mito de la Caverna, entrar al subsuelo obscuro, observar, pensar, regresar y difundir aquella condición humana.

Ahora bien, esto en nuestra realidad contemporánea como comunicador latinoamericano, es equivalente a aquello y es lo que hacemos: entrar donde otros no han entrado y tras una reflexión sostenida y cuidadosa, traer a presencia la mirada de éste y de aquél, del especialista, del consagrado, de los que dirigen las instituciones y de los que están disfrutando el éxito en sus disciplinas; pero también frente a cada situación, incluir el sentir de los grupos marginados, de los no incluidos en la red social, del humilde y del que se quedó entrampado en el sistema educacional. Sabemos que esto es vital, pues sólo la interacción de opiniones y la superposición de visiones, pueden ayudarnos a rescatar lo cualitativo de la situación, y no sólo engrosar datos, o tablas casuísticas.

Lo anterior, si lo pensamos cuidadosamente, es claramente una misión difícil y casi epopéyica en nuestros tiempos pues requiere de un voluntad firme, de una convicción axiológica muy sólida, y de un cierto alejamiento de la riqueza, pues todos vosotros los comunicadores trabajáis para la verdad no para el enriquecimiento, y en este sentido Uds. tienen muy claro que la praxis periodística, si ha de ser honesta, lleva un riesgo implícito que es incomodar a alguien o a algunos, pero no hay trabajo periodístico aséptico o neutral pues de plano ser comunicador social es ser un amante de la verdad, es seguir el legado de Platón, es traer a presencia lo velado.

Y en este caso, éste ha sido a mi juicio, el camino elegido por los destacados periodistas que han dado vida y materializado este hito. Este ha sido el camino de vosotros y al cual modestamente en representación de Chile, me sumo con orgullo y humildad. (*) Discurso del escritor Zenobio Saldivia M. luego de recibir el Premio Pergamino de Oro Rafael Loret de Mola (2015), otorgado a los más destacados a los articulistas, periodistas y exponentes de las comunicaciones en Latinoamérica. En Valledupar, Colombia, Agosto del 2015.

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En torno a la enseñanza de la filosofía

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Artículo publicado el 24/10/2013

Antecedentes previos
La mayoría de los problemas que afectan a la enseñanza de la filosofía en nuestros países latinoamericanos, son consecuencia de las propias deficiencias del sistema educacional imperante, apreciables ya en el nivel de la enseñanza media.

Entre estas falencias están por ejemplo —centrado la atención en Chile— la falta de rigurosidad en el tratamiento sistemático de los contenidos filosóficos, la ambigüedad de las políticas educacionales, que por premuras administrativas o por supuestos de política contingente; o bien sugieren el retiro de ciertas áreas o bien sobredimensionan otras. Para el primer caso recuérdese el área de la lógica, que desde hace unos años ya no es obligatoria dentro de los programas de filosofía de la enseñanza media, quedando solo para probables cursos electivos.

También dentro del marco de la enseñanza de la filosofía, inciden los propios problemas que atañen a la totalidad del quehacer filosófico latinoamericano —entendido como la resultante del quehacer filosófico europeo más diversas cuestiones especificas introducidas en este continente— por los esfuerzos de algunos investigadores y pensadores latinoamericanos destacados, entre estos Leopoldo Zea.

Tales pensadores plantean sus inquietudes, imbuidos de un anhelo nuevo que pretende delimitar lo digno de pensarse en América; ello generalmente dentro de los cánones del estilo de pensamiento filosófico tradicional, pero cuyo objeto de estudio es más bien el hombre autóctono, con una problemática axiológica y epistemológica nueva. Lo anterior acontece con más o menos presencia dentro de la cultura, inserto en el marco de las particulares condiciones sociales, económicas y políticas de nuestro continente.

Podría decirse, parcamente, que la situación de la enseñanza de la filosofía en América, se hace patente entre dos grandes inconvenientes: los problemas y los mitos. Los problemas se derivan de los factores entorpecedores insertos en la propia dinámica de los sistemas educacionales; esto es, cuestiones administrativas y una concepción errónea de ciertos profesores para profesar la disciplina. Volveremos sobre ellos más adelante. Los mitos por su parte, podemos entenderlos como un conjunto de prejuicios asentados en la tradición educativa y repetida principalmente por autoridades y profesores de disciplinas alejadas de la filosofía. Al analizar estos prejuicios, se observa que las nociones “filosofía” y “profesor de filosofía” son utilizadas como categorías que apuntan a un cierto arlequintismo dentro del proceso educativo. Lo anterior, pretende ilustrar la situación muy frecuente en que profesores de nuestra especialidad son requeridos para el cumplimiento de cualquier actividad, ora de aula, ora de improvisación. Ello parte del supuesto de que los profesores de filosofía puedan hacerlo todo, y de que todo eso está bien para la marcha del sistema. Aun recuerdo a este respecto, la expresión de un docente directivo, hace unos años cuando cumplía funciones de supervisor educacional: “Aquí, los alumnos nunca tienen horas libres, porque el jefe técnico que es profesor de filosofía, cuando falta un profesor toma el curso y les habla de cualquier tema”: Subyace por tanto en este contexto, una equivalencia implícita entre profesor de filosofía y opinólogo o cuasi—sofista y huelgan otros comentarios.

Los principales Problemas
En cuanto a los problemas más notorios de la enseñanza de la filosofía en nuestro país, cabe destacar al menos los siguientes, y que están relacionados con aspectos de nuestra peculiar idiosincrasia; otros son de corte normativo y/o administrativos.

1. La falta de claridad y rigurosidad en los trabajos de nuestros alumnos. Frecuentemente en el desempeño de nuestra asignatura, nos encontramos con que los estudiantes de enseñanza media y primer año de educación superior, entreguen sus trabajos de investigación, sin cumplir con los mínimos requisitos de presentación formal. Tampoco respetan la exigencia de una estructuración lógica para el desarrollo de los contenidos; menos aún se preocupan por remitirse a fuentes bibliográficas competentes, o al menos, de consignarlas cuando se han remitido a ellas.

Por otra parte, observamos que en muchos casos omiten en sus escritos lo verdaderamente importante y destacan cuestiones secundarias, encontrándose en sus discursos, serias desviaciones que van desde el desarrollo de un contenido central que termina profundizando en un contenido secundario, o bien nos percatamos de largas copias textuales de libros que no se mencionan y de autores que no se señalan. Entre las causas de este fenómeno están: la falta de métodos de estudios de nuestros jóvenes y una percepción errónea de algunos profesores, en cuanto a la noción de rigor en la investigación teórica.

Lo primero apunta directamente a una carencia del sistema educativo en la enseñanza media, pues es sabido que en los establecimientos educacionales, no hay mecanismos efectivos en el plano curricular ni en el plano administrativo, para consolidar la adquisición de hábitos de estudio e investigación. Ello se comprende cuando se aprecia que el énfasis esta puesto en los contenidos específicos de las distintas disciplinas y en una ambiciosa base de cultura general. En este contexto, el sistema educacional no enseña a aprender como propósito básico, simplemente enseña. Esto porque el sistema no considera en términos reales. La factibilidad de que todas las asignaturas fomenten e internalicen a los alumnos, la capacidad de pensar en forma autónoma. Hay una orientación o un “centramiento” —como diría Piaget— en lo cuantitativo en la aprehensión aislada de conocimientos que marchan ante los ojos de los alumnos. Para romper el esquema anterior, sería deseable que el alumno contara con instancias efectivas de aula para introyectar la integración cognitiva; también requeriría de mallas curriculares en las cuales los contenidos perciban como dentro de unos pocos grandes niveles de la realidad y la cultura. Como ello no se ha dado aún, el alumno vive para la memorización, para la comprensión estática de los fenómenos y para la sobreteorización de los contenidos.

En dicho marco del proceso enseñanza-aprendizaje se subsume la enseñanza de la filosofía y se comprende que los alumnos no sean muy exigentes con los propios métodos de estudio y con sus trabajos de investigación para este ramo. ¿Si no se potencia la apropiación metodológica y el rigor formal como un todo, dentro del sistema, por qué habría de llegar mágicamente esta exigencia a nuestra asignatura?

El otro aspecto que incide en la falta de claridad y rigurosidad, en el trabajo de nuestros alumnos, está en las mismas aulas; o más exactamente en el desempeño de muchos profesores que sirven la asignatura de filosofía. Es frecuente encontrar en provincias profesionales de la educación que sin ser de la especialidad, atienden el ramo. En estos casos la percepción intelectual de la asignatura de filosofía por parte de los que pretenden servirla, está muy alejada de las exigencias del rigor científico. Por tanto, usualmente consideran el ramo como un quehacer puramente especulativo y teórico. En este contexto la captación de un estilo de trabajo filosófico, con visos de un fuerte rigor lógico, queda fuera de las posibilidades de los alumnos. Ello por la simple razón de que el “modelo in aula”, no manifiesta dicha parsimonia intelectual para el desempeño de la enseñanza de la filosofía. Lo anterior se traduce para nuestros adolescentes insertos en el proceso enseñanza-aprendizaje, en un desinterés manifiesto por alcanzar una mayor objetividad en sus trabajos, expresada en los detalles de la presentación formal y en la estructuración lógica de los contenidos. Y en estas condiciones de pronto se encuentra con una “introducción a la filosofía”, una filosofía de la Ciencia” o una “Historia de la Ciencia”, en la educación superior.

2. Otro antiguo problema —pero no por ello menos importante— radica en que los filósofos no hablan nuestro idioma; o mejor dicho, nosotros no hablamos el de ellos. Esto nos obliga a intentar comprender sus ideas por la vía de la traducción, ya sea de las lenguas clásicas: griego o latín, o de idiomas modernos, principalmente francés, inglés, alemán. Lo anterior dificulta la comprensión de los planteamientos filosóficos; en especial por la existencia de errores en la traducción literal a veces, y errores de sentido en otros casos. Piénsese por ejemplo para ilustrar esta última situación, en el caso de los traductores que sin ser especialistas de filosofía, interpretan parcialmente determinados tópicos filosóficos, desmereciendo así la fidelidad de lo pensado en el idioma original. Es cierto que a nivel Universitario, los estudiantes de filosofía reciben orientación para seleccionar y privilegiar las traducciones más fidedignas y especializadas, pero no sucede lo mismo fuera de la carrera. Ni mucho menos parece existir una preocupación de esta naturaleza en la enseñanza media; también corresponde, por otra parte, preguntarse si los alumnos están preparados aquí para tales exigencias.

Para superar lo anterior sería deseable que el estudiante latinoamericano domine otro idioma; ello le permitiría acercarse en mejores condiciones a los discursos filosóficos originales y entonces re-pensarlo. Al parecer muchas escuelas universitarias solicitan ya el dominio de otro idioma a sus estudiantes; por ejemplo mediante ambiciosas bibliográficas que recomienda el profesor, usualmente en inglés, y en otros casos en francés. También se están incluyendo cursos obligatorios de un idioma foráneo en el curriculum de los estudiantes de filosofía. Así, tenemos un camino que facilita la introducción al saber filosófico para algunos y limita a otros.

3. La propia complejidad interna de la filosofía. Para los estudiantes de la enseñanza media, de ordinario este saber se les aparece como algo confuso, muy abstracto y completamente inútil. Por su parte los que están vivenciándolo en sus primeros años universitarios, o independientemente de la universidad pero siguiendo estudios sistemáticos y continuos, perciben esta disciplina como un quehacer muy amplio, contradictorio y relativo. Tal impresión les dura algunos años, hasta que comienzan a presentar sus propias reflexiones, o hasta que logran decantar sus ideas personales. Lo anterior acontece casi paralelo a un proceso que podríamos llamar de “visualización más o menos global de la filosofía”, que requiere un cierto contacto permanente con los clásicos. Esto de ser amante de la sabiduría exige una voluntad fuerte que lleve a aceptar en la psiquis individual, la realidad de una meditación sostenida en el tiempo.

Si pensamos expresamente por un momento, en el estudiante de enseñanza media; podemos entender en parte, el agobio que le provoca la disciplina. Al parecer son las nociones del vocabulario filosófico básico, las que lo incomodan; así voces como: ser, nada, ente, substancia, devenir, lógos, monada y otras, le causan una cierta noción de complejidad. Ello pudiera ser comprensible en los primeros encuentros dialógicos-profesor-alumno. Pero no es menos cierto que están los diccionarios, las historias de las filosofías y los manuales de texto donde es posible superar las carencias de terminología básica. Desgraciadamente el hábito necesario para comprender el vocabulario filosófico solo lo desarrollan nuestros estudiantes, cuando llegan a la universidad. En estas condiciones, muchos estudiantes se quedan con esta imagen de confusión y complejidad, como sinónimo de filosofía. Intentar revertir de esta situación es un anhelo compartido por los profesores que profesamos esta disciplina.

4. La enseñanza de la asignatura en la educación media, solo como “Historia de la filosofía”. Tradicionalmente esta ha sido una de las formas más usuales de entregar los contenidos filosóficos a los alumnos. Ello, cuando no es complementada con otras formas de representación, ha traído una escuela perniciosa en la comprensión intelectual que era de esperar en nuestros estudiantes. De este modo se ha conseguido un desfile cultural cuasi filosófico, o un abigarrado conjunto de nombres y datos sueltos de filósofos; pero no ha sido posible obtener un estudio profundo de tales filósofos, insertos en las particulares condiciones sociales, culturales y políticas en las cuales se generaron sus ideas.

Ha faltado que se nos enseñe la fortaleza y el compromiso del filósofo con su total sistema de valores. Así por ejemplo, nos ha tocado memorizar como estudiantes de la educación media, a Sócrates antropomorfizando la filosofía pero no hemos visto el compromiso de autenticidad consigo mismo ni el mensaje de los valores morales, que entrego a los griegos de su época, ni menos se nos ocurrió pensar sobre la trascendencia de los mismos hasta nuestra época o para nuestro continente. Enseñar filosofía solo desde esta perspectiva, tiene el riesgo implícito, de olvidar los grandes problemas emergentes de una filosofía más actualizada; vg. reflexionar sobre las consecuencias del avance científico y tecnológico, sobre la existencia o no de una entidad latinoamericana, sobre la racionalidad científica sobre la racionalidad filosófica, sobre el problema de las dos culturas y sobre otras cuestiones epistemológicas y gnoseológicas. En este contexto, uno de los errores más serios hasta ahora, ha sido el desconocimiento en las aulas, de la realidad latinoamericana: no hemos fomentado la crítica y la autocrítica de nuestro universo llamado América.

Así, pareciera que únicamente hemos trasladado la historia de las ideas filosóficas a las nuevas generaciones, pero no hemos logrado agotar al máximo el desarrollo intelectual de nuestros jóvenes, sobre su peculiar realidad latinoamericana. ¿A quién culpamos por esta irresponsabilidad?, ¿a nuestros antiguos maestros?, ¿al sistema educacional?, ¿al macrosistema en general?, ¿o solo debemos introspeccionarnos los que actualmente profesamos la difícil tarea de enseñar filosofía en los países de América?

5. Diversas limitaciones Institucionalizadas que pretenden acotar el estudio de la filosofía. Este problema se da aparejado con la situación política o ideológica reinante en ciertos momentos históricos en nuestros países. Limitaciones directas y sutiles, por ejemplo a través de los medios de comunicación de masas comprometidos con los que detentan el poder; o limitaciones directas, tales como las que dicen relación con las políticas contingentes nacionales y con la política educacional, mediante programas de estudios con indicaciones expresas para el desempeño en la asignatura de filosofía. Esto no es difícil de cotejar en la historia política y educacional de muchos países de América. En tales casos (década del setenta por ejemplo), en muchos de nuestros países la filosofía digna de enseñarse estaba programada previamente y delimitada hasta los exponentes de principios del siglo decimonono y nada más. He aquí una forma institucionalizada de la época, para evitar probablemente el estudio de las tesis marxistas.

Hacia una conclusión
Los problemas anteriores nos obligan a repensar el alcance pedagógico de la filosofía como disciplina, y a reconocer una carencia fundamental en la enseñanza de la misma en nuestros continente: la falta de una pauta mínima de consenso para el trabajo filosófico; una pauta que actualmente fomente la libertad de pensamiento y estimule el dialogo filosófico, franco y abierto en todos los niveles de la educación. Y una mayor preocupación por escribir textos de apoyo a la enseñanza de la filosofía, pues desde hace varios años que en Chile por ejemplo, no hemos renovado estos materiales y prácticamente —salvo honrosas excepciones— nos hemos quedado con los clásicos textos de Humberto Giannini. Por tanto necesitamos urgentemente una nueva recopilación bibliográfica sobre estos tópicos, pensando en la nueva realidad de nuestros jóvenes no muy proclives a la lectura y el análisis. En rigor, la superación de los problemas mencionados en esta comunicación, debería garantizar las condiciones básicas para profesar la filosofía en Chile y probablemente para servir como un modesto estímulo para otros países de América. Ello aseguraría así, el respeto al profesional de esta disciplina, y al mismo tiempo, podría sugerir grandes hilos conductores para el desempeño de la asignatura en cuestión, en el tradicional nivel de la enseñanza media, e incluso en el nivel de la enseñanza básica; por ejemplo, mediante los proyectos de “Filosofía para niños” ya en ejecución en algunos países, entre ellos Chile, México, Argentina y Brasil. Recuérdese nada más al respecto, que ya en 1995, Mario Berríos y Walter Kohan, difundieron estos proyectos gracias a su popular obra. Una mirada: Niñas y niños pensando en América Latina.

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El sueño del puente sobre Canal de Chacao

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Artículo publicado el 25/06/2012

Generalmente en el imaginario de una región o de un país, se van incoando deseos colectivos o proyectos tecnológicos que se estiman que serían muy beneficiosos para una región o país. En la mayoría de las veces, tales anhelos toman tal o cual forma específica de acuerdo a ciertos requerimientos sociales o materiales que se mezclan con los vaivenes del quehacer político contingente, con las prioridades de la agenda pública y con los énfasis empresariales o comerciales del momento. Ello no es novedad, Chile tiene varios ejemplos al respecto y en otros países de América sucede lo propio. Remontémonos al siglo XIX y pensemos por un momento nada más en algunos megaproyectos que atravesaron generaciones y que fueron parte del esfuerzo o simplemente de la promesa de muchos exponentes de la clase política de su tiempo.

En Venezuela, Simón Bolívar por ejemplo, fue uno de los hombres de acción, del Siglo del Progreso, que formado al alero de las ideas ilustradas logra la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá. Y quien, en pleno desarrollo de los avatares de la guerra contra España, reflexiona sobre la conveniencia de alcanzar el maridaje productivo de las ciencias y las artes, conque ya contaba Europa, y que él percibe como uno de los elementos más importantes, que sumado a una conducción política hegemónica y realista, permitiría asentar en los países hispanoamericanos, una base sólida para el progreso material y para el desarrollo humano en general. Por eso, no es extraño que en 1822 haya invitado a los gobiernos de México, Perú y Argentina para constituir una Asamblea de Plenipotenciarios con asiento en Panamá; idea que retoma dos años más tarde, invitando ahora a más países con vistas a formar una gran Confederación que aglutinara las naciones desde México hasta el Río de la Plata. Los países recién independizados de América, en rigor, no apoyan dicha iniciativa que apuntaba a construir un nuevo orden internacional y en el cual los países hispanoamericanos podrían situarse como un nuevo referente político, militar, social y comercial fuerte y unido, capaz de enfrentar en igualdad de condiciones a los dos modelos sociopolíticos grandes de su tiempo: Europa y EE.UU.

Actualmente, en pleno siglo XXI, como latinoamericanos, hemos logrado algunos mecanismos de integración y muchos acuerdos comerciales; aunque dicha integración parece apuntar en la práctica, a tópicos puramente comerciales, materiales y académicos. Esto es, que se visualizan esfuerzos orientados principalmente a facilitar el desplazamiento más rápido de las mercancías, a compartir la infraestructura carretera y a poner todos los bienes y servicios en los países signatarios del acuerdo, para que nosotros, los usuarios y consumidores chilenos y latinoamericanos en general, tengamos de todo y más barato -al menos los sectores económicamente solventes- pero alcanzar a trascender la inmediatez de compartir los recursos naturales y arribar a un gran conglomerado político, a un esfuerzo de consensos para intentar una gobernabilidad americana, sigue siendo un gran sueño.

En Chile, independientemente de otros imaginarios viables o no viables, que efectivamente existen en nuestro país, el tema del Puente sobre el Canal de Chacao está de moda. En efecto, ya desde la década del sesenta del siglo anterior, se escuchaba entre los chilotes, la idea de contar con un puente que permitiera la integración vehicular y comercial con el continente, y dicho ideario pasó de generación en generación, tal como el autor de estas notas, nacido en la isla, escuchó tantas veces a sus abuelos, tíos y otros familiares. El sueño del Puente sobre el Canal de Chacao, por tanto, es de larga data.

En rigor, no es una idea nueva, lleva varias décadas en el imaginario isleño chiloense y de vez en cuando, ha salido a flote y ha motivado la discusión pública; durante algunos años formó parte de las conversaciones y promesas entre los miembros de la clase política de Chiloé y los ciudadanos de la Isla Grande, luego quedó inserto en la carpeta de concesiones del Ministerio de Obras Públicas y en un pasado muy reciente se ha asociado a las obras de celebración del Bicentenario. Lo novedoso en dicha ocasión es que dicho proyecto se insertó al menos en el marco de tres variables relevantes: Primero, aparece identificado con la tesis que postula que es el medio más efectivo para terminar con el aislamiento de la gran isla de Chiloé, y por otra parte, porque se presenta en un contexto histórico en el cual la tecnología y el apoyo ingenieril necesario para su ejecución, está a todas luces disponible. Y finalmente, porque la discusión eclosionó dentro de un gobierno elegido democráticamente, el de Michelle Bachelet; todo lo cual le dió una dimensión aun mayor a lo que ya de suyo representaba. Así, el tema central no es su factibilidad, puesto que ya hay numerosos referentes al respecto, tales como el Golden Gate de San Francisco en los EE.UU, o el puente y túnel de Oresund, entre Suecia y Dinamarca, o el puente de Humber, en Inglaterra, por ejemplo; lo relevante parece ser su alto costo, puesto que tal como se difundió en su tiempo en la prensa, los gastos de construcción en ese momento, no motivarían a las grandes empresas. Ello gatilló un mínimo de efervescencia social en la isla y dio pábulo a declaraciones de numerosas autoridades regionales que demandaron abiertamente a los exponentes del poder central, para que el Estado subsidie dicha obra. Y esto es justamente entrar en la dicotomía clásica costo-beneficio regional y prioridades políticas nacionales, con lo cual la materialización del megaproyecto quedó en suspenso en el gobierno anterior, ya mencionado.

Las autoridades del gobierno pasado, replicaron en su oportunidad, que en ese momento no era posible subvencionar dicha iniciativa porque había muchas prioridades más que apuntaban al buen desempeño de la vida pública y del bienestar del país. Tal vez eso fue atendible, puesto que la optimización de los recursos es algo comprensible, dentro de la globalización en que estamos inmersos y dentro de la vida contemporánea que se mide con criterios economicistas de entradas y salidas, de montos de costo-beneficio, de gastos de implementación y de réditos políticos inmediatos. Puede ser. Pero (independientemente de la posición personal del autor de estas notas, que es más proclive a un túnel para zanjar el aislamiento y preservar la estética de la topografía del entorno natural), es necesario no perder de vista algunas consideraciones que articulan la historia y la política chilenas en relación a este imaginario. Así, tal vez Chiloé no era rentable en lo inmediato puesto que ya no estamos en el siglo XVII y los corsarios holandeses no se ensañan con Castro ni con otros lugares de la Isla, entonces no hay premura. Y como tampoco estamos en el Siglo  XVIII en el período en que la Corona Española vivía a saltos, temiendo por la seguridad de la zona ante el desfile de exploraciones inglesas y francesas entre otras, que trasuntaban los ocultos intereses de anexión de dicha región a sus respectivos Reinos, entonces no resulta prioritario focalizar la atención en Chiloé. Y como tampoco estábamos en los avatares de la República decimonónica, por ejemplo en la década del veinte, en que seguían enquistados los realistas, hasta su derrota luego de la Batalla de Pudeto, por ejemplo; entonces otra vez Chiloé resultaba irrelevante.

Y nuevamente ahora, en el presente año 2012, tras el anuncio del Presidente de la República Sebastián Piñera, en su Discurso Anual en el Congreso, se reflota el tema del puente en comento y se promete la realización de estudios para su posterior ejecución. Al respecto, para este autor únicamente surgen dos interrogantes: ¿efectivamente en esta ocasión se cumplirá el sueño ad eternum ofrecido tantas veces a los chilotes? Y ¿los grupos ecologistas, tradicionalistas, costumbristas o la élite intelectual de la zona estarán de acuerdo? En fin, veremos las reacciones en los próximos meses. Aquí únicamente deseamos expresar nuestro cariño y respeto a los habitantes de la zona para que no sigan siendo ilusionados.

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El rol del escritor en la época contemporánea

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Ponencia leída por el autor en la Sociedad de Escritores de Chile con ocasión de las actividades para celebrar sus catorce años de trayectoria de Crítica.cl

Algunos antecedentes
Muy a menudo, y especialmente en períodos de crisis políticas, de desarraigos culturales, o de una manifiesta efervescencia social, nos preguntamos por el papel de los escritores en nuestra época contemporánea. Es como si quisiéramos de ellos su ayuda o sus luces para orientarnos. Algunos plantean sus llamados a los escritores con claros intereses sectoriales, otros con marcados tintes ideológicos, pero todos apuntan a aquellos que mediante la prosa o el verso han dejado un legado, o están construyendo nuevos caminos para el desarrollo del espíritu y para el ejercicio de la razón. Así, desde los esfuerzos de los sumerios aproximadamente desde el año 2.700 a.n.e. en que mediante una escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla, consignan sus riquezas y otros aspectos de la praxis del ser humano, hasta la aparición de los jeroglíficos de los egipcios sobre papiros o en sus propias obras arquitectónicas, en que expresan el quehacer humano y sus ideas sobre la naturaleza y los dioses, hasta que la palabra logró quedar impresa a mediados del siglo XV, gracias a la invención de la imprenta por parte del alemán Johann Gutemberg, el hombre da un salto en su proceso de hominización y adquiere una poderosa herramienta que le permite decantar, consolidar y difundir conocimientos específicos, aludir a eventos, expresar sentimientos personales o dar cuenta de los valores de una persona o grupo. Con este medio logra traer a presencia todo el conocimiento que han alcanzado las generaciones pretéritas y puede dialogar con los que ya no están y/o con los sujetos del presente. Es la aurora del humanismo renacentista y el punto de partida hacia un horizonte infinito de posibilidades de comunicación y de expresión de fantasías. Es una instancia para reconstruir el pasado de los otros o para identificarnos con la fuerza de la pasión que trasuntan la prosa o los versos de uno u otro autor.

La escritura impresa favorece el orden formal y la coherencia lógica de las ideas y facilita la comprensión de los planteamientos de algún autor determinado, toda vez que el verbo queda fijo y estático y está disponible ante los ojos para que el lector lo lea y relea cuantas veces estime conveniente y pueda asentir o discernir en su propio espíritu, en su propio intelecto, sobre los planteamientos del autor. En este sentido la cultura impresa y sus productos materiales, los libros, sea en su formato tradicional o más recientemente en su presentación digital, se transforman en un puente de comunicación entre el autor y los lectores reales y los lectores futuros infinitos que puedan acercarse a tal o cual texto. Y por ello, el libro independientemente de su formato, lleva un mensaje de conocimientos y de humanidad para el presente y para el futuro.

El escritor y sus roles
Muchas son las tareas y roles que cumple el escritor en nuestros tiempos, explicitarlas todas exceden las pretensiones de esta comunicación, pero al menos recordemos las facetas del escritor como mensajero, como en el caso de Paulo Cohelo, que en Septiembre del 2007 es justamente declarado mensajero de la Paz por las N. U., en virtud de los valores expresados en el Alquimista y otras obras de este autor. Otro rol significativo es el del escritor como agente social crítico y portavoz de los marginados, como Alexander Solyenitzin, quien en 1974 recibe el Premio Nobel por criticar los excesos del poder en la antigua Unión Soviética, principalmente en su obra El Archipiélago Gulac. Destaquemos también el rol del escritor como constructor de quimeras, como exponente de la naturaleza y de los hábitos y costumbres de sujetos de lugares ignotos, como el gran Humboldt que con su prosa re-descubre América para los europeos, presentando los cuadros de la naturaleza americana y las costumbres de los nativos, por ejemplo en su obra Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Continente; o como expositor de sentimientos humanos enmarcados en la búsqueda de la belleza, como en el caso de Las Noches Blancas de Dostoievsky, o como sujeto que avista el futuro, como es el caso de Julio Verne en obras tales como la publicada en 1869: 20.000 Leguas de viaje submarino que se adelanta a su tiempo y que luego en el siglo XX, se transforma en realidad con la construcción de los submarinos atómicos.  O como reconstructor del pasado de un pueblo o de una cultura, como ideólogo expreso de una doctrina o de un sistema político vigente o deseado, como filósofo que trae nuevas vueltas interpretativas para el eterno problema del ser y el no ser, y se centra en el proceso dialéctico del lenguaje, como sucede con Platón en el siglo v  a.n.e. o Heidegger por ejemplo, a fines del siglo XX que se centra en las señales del ser y del habla;  o bien como un agente pedagógico o moralizador, como es el caso de los autores de fábulas, tales como las de Esopo en el siglo vi a.n.e, de las cuales recordemos al menos las populares; La zorra y la cigüeña, o El León y el ratón, o las de Felix María de Samaniego que a fines del siglo XVIII, nos ha legado breves relatos como La lechera, La zorra y las uvas y tantas otras. En fin, los papeles son muchos y van emergiendo y superponiéndose unos a otros dentro del dinamismo de nuestra cultura. En todo caso, hay que tener presente que aunque no siempre los escritores se especializan o se agotan en un solo rol; en muchos casos éstos se van especializando ora en un campo o en otro, como en la prosa de Hans Christian Andersen y sus cuentos infantiles,  como por ejemplo Las Habichuelas mágicas, o en el verbo poético con visos de ternura como en el caso de Gabriela Mistral, o en el verbo poético preñado de sentimiento de amor y de búsqueda de lo latinoamericano como en el caso de Pablo Neruda, en su poema Alturas de Machu Pichu, o como en un poeta diferente y contestatario que busca nuevos espacios con el verbo poético como el poeta antipoeta Nicanor Parra. O bien  se centran en una prosa fantástica o mágica que habla entre líneas de la identidad latinoamericana, de su naturaleza bullente, como es el caso de Cien años de Soledad o El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez. Empero en otros casos, la palabra escrita de un autor cubre universos distintos y se pasea por esferas diversas de la cultura, como es el caso del insuperable Johann Wolgfang Goethe, quien desde fines del Siglo XVIII y comienzos del XIX, escribió sobre poesía, narrativa, trabajos de historia, filosofía, teatro, geología, química, osteología, óptica y cuyo Fausto aun busca un parangón.

Ahora bien, ante la imposibilidad de abordar en tan breve tiempo todos estos roles, nos concentraremos al menos en los siguientes:

El escritor es un mensajero
Aquí el escritor es un angelus, un sujeto semidivino que lanza por la borda parte de su vida interior para compartirla con los otros desnudando su alma; y en este proceso, sujetos de edades distintas y de horizontes geográficos distintos, se encuentran atravesando el tiempo y el espacio a través del universo escrito de un autor que puede estar o no estar ya entre nosotros; pero basta su mensaje para fomentar la comunión interior de ideas, para abrir nuevos horizontes intelectuales. Es un demiurgo que va insuflando vida y sentimientos a los personajes; poniéndole el alma al mundo, como señala Platón en el Timeo; o personificando a ultranza un ente, un objeto, un elemento rústico que como el espantapájaros de la poesía de Ruiz Zaldívar, se va impregnando de sentimientos de soledad, de tristeza y dejando de ser un simple trozo de tela rústica para convertirse en un ente que despierta nuestra sensibilidad dormida, nuestra humanidad olvidada por la prisa de lo cotidiano. O bien, en una personificación que llega hasta los límites del tiempo, haciendo envejecer a este último en añosos relojes, y adjudicando una lenta y sostenida tristeza en los rieles de los ferrocarriles, como describe Pablo Cassi en uno de sus poemas.

El escritor como articulador de información y conocimientos
Ahora, si en este proceso de comunicación el autor se centra en la entrega exclusiva de información, está cumpliendo otro aspecto no menos relevante que el anterior: está actuando en su condición de difusor, ya sea dando cuenta de informaciones científicas, datos históricos o explicitando las relaciones entre fenómenos determinados del medio natural o social. Este era un rol privilegiado en otros períodos en que los marginados de la sociedad y los infelices desconocedores de la educación, se sentían gozosos cuando podían acceder finalmente a la lectura y asombrados veían que las letras eran la entrada a un mundo nuevo, a una caverna de maravillas, a un horizonte superior. En la actualidad es un rol audaz, porque el conocimiento ya no brota de una psiquis particular, sino de un trabajo colegiado; por ello exige estar a punto en algunas disciplinas para comunicar con propiedad las características, relaciones, formas, colores, dimensiones, nociones, fechas y proyecciones de los objetos de estudio. Este es el caso por ejemplo de Jean Piaget, quien dominando la psicología evolutiva, la lógica, las matemáticas, la historia de las ciencias y la epistemología, nos ha legado más de un centenar de obras y de las cuales, una  treintena de las mismas, aluden a la mente infantil  y sobre el juicio moral en el niño.

En el Siglo de la Ilustración, los escritores estaban imbuidos de este ideario del enciclopedismo y de la difusión de conocimientos científicos como mecanismo de progreso y de bienestar para extender las luces de la razón y las ideas republicanas a un pueblo que comenzaba a despertar para exigir sus derechos ciudadanos. Era la hora de la aparición de la  Grande Enciclopedie, el tiempo de Diderot, de Voltaire, D’Alambert, de Montesquieu  y tantos otros preclaros espíritus.

Decíamos hace un momento, que este rol del escritor, de incrementar  el nivel cognitivo en un campo específico, en la actualidad es muy osado, toda vez que por un lado se requiere de un conjunto de individuos y no de una sola persona, y porque actualmente está siendo asumido por técnicos que condensan datos y sintetizan hasta la aberración, en listas punteadas y electrónicas, el conocimiento humano como si este se pudiera agotar en un listado general. Así, esta función en las condiciones mencionadas, está siendo mal empleado por los medios tecnológicos que a través de la televisión, la Internet y otros; bombardean al individuo con informaciones sueltas, copiosas e inconexas; así, se ofrece todo acerca de todo, informaciones van y vienen de todas partes, de cualquier servidor, de cualquier medio. De acuerdo, así es el tiempo que nos ha tocado vivir, pero a ese maremagnun de partículas informativas le falta la fase de maduración, el sentido integrador y axiológico que le aporta el filósofo, el escritor o el humanista con su mirada globalizante y sabia. Por tanto, en la actualidad el rol de difusor del escritor es muy necesario, para contribuir a ordenar las expresiones casi sin sentido del caos informativo. En este contexto, el escritor como difusor, actúa hoy como el complemento adecuado y necesario para explicitar en un lenguaje culto pero asequible, los temas complejos de las humanidades, de la ciencia social o la ciencia natural; como por ejemplo, la Teoría de la Evolución o la Teoría de la Relatividad, o términos científicos como inercia, flogisto, paradigma, modelo explicativo o tantos otros. Por tanto, en nuestra época, el escritor actúa como puente que une otros resultados que ha logrado la cultura; v. gr. la ciencia, con el marco social relativamente bien informado. Así, asume un rol de síntesis, de ordenación y de difusión; pero en base a valores comprometidos con su propia persona, para orientarnos en la búsqueda del sentido que nos demandan las producciones tecnológicas cada día más vertiginosas.

El escritor como expositor de imaginería y riqueza psicológica individual
Pero el escritor no se agota en su tarea de difusión cognoscitiva; cubre también la dimensión de la imaginería y aquí lo acompaña el poeta; esto es, que el escritor ofrece en sus trabajos, mundos fantásticos, mundos de ficción, quimeras que pasan a ser nuevos referentes para abrir la propia fantasía del lector y estimular su imaginación. Con cuanta claridad se comprende este rol cuando el padre o la madre lee con suavidad y ternura, algún Papelucho de Marcela Paz a su hija o hijo primogénito, o lee algunas  historias de gnomos, de lobitos buenos, de seres extraterrestres amables y simpáticos, de hormiguitas viajeras o de abejas haraganas; con cuya lectora rítmica y segura, lentamente el pequeño o pequeña se va durmiendo con el sonido cálido de la voz querida y con las imágenes que le nacieron a su amaño y que se quedan rondando en su propia y maravillosa psiquis infantil, a veces por meses y años. O cuando Ud. estimado lector, como joven o adulto, lee una novela de García Márquez en que el realismo mágico lo envuelve como saliendo de las palabras impresas y va llenando su habitación del verdor y de la humedad de la selva, de las mariposas amarillas del amor, de los pescaditos de oro y de los avatares de los Buendía y los empresarios bananeros.

Por tanto, otro rol del escritor en la cultura contemporánea, es homologable al de una fuente de la cual fluye imaginería sin cesar; ello, en tanto es capaz de ofrecer un reservorio de ilusiones, mundos soñados, mundos posibles, modelos utópicos; muchos de los cuales logran romper el papel y el tiempo y llegan a transformarse en realidad. Piénsese por ejemplo en las 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, que ya hemos mencionado. Esa es la maravillosa dimensión en que se mueven los escritores, los novelistas: vivir al límite, vivir en el ámbito flexible de los deslindes de la ficción y la realidad; con razón Cortázar frecuentemente en su vida real se enamoraba de distintas mujeres, o creía que aquellas lo amaban, con la misma fuerza que lo hacían sus personajes en la ficción, y sufría y gozaba con ello. Es que al hombre mediocre como diría José Ingenieros, le cuesta desdoblarse ora para entrar en la fantasía, ora para volver a la realidad; pero el escritor y el poeta siempre es el mismo; para él y para ustedes que buscan ansiosos la producción de ellos; todo es uno y lo mismo, como señalara Parménides, están ahí en los límites de lo real y de lo irreal, de lo fantástico y lo concreto; soñando, ordenando fantasías, saboreando encuentros con musas invisibles. La sociedad, por su parte, pareciera que no viera a los escritores, pero los necesita, la cultura los necesita; no podemos estar sin ellos, no podemos estar sin ustedes que escriben y aman la lectura; porque los escritores y ustedes, son sus seguidores y nos recuerdan los infinitos mundos de ternura y de suavidad, o los millares de enfoques que puede alcanzar el poeta para mirar una rosa, o para contemplar el vientre, el busto o las caderas  de su amada y encontrar desde aquí carreteras invisibles hacia el infinito. Por ello, no es extraño que poetisas como Azucena Caballero hablen de mundos suaves y de ternuras de terciopelo o de “juntar nuestra ausencia en un cántaro de niebla o en el hueco de la flauta que lastima las paredes divididas de la tarde”. O que otro preclaro poeta como Reynaldo Lacámara señale delicados versos tales como: “te conoceré en los hondos marfiles/ en la veta que llega a las raíces/ y en un mundo sin fondo/desgarro tras desgarro”, en su obra Esta delgada luz de tierra.

Así, los pueblos necesitan a sus escritores y estos necesitan de su pueblos, de sus vidas, para elevarse de allí a lo sublime, a la búsqueda de metáforas, de encabalgamientos, del sentido y de los conceptos más felices para describir el alma de un pueblo; tal como lo realiza por ejemplo Octavio paz, cuando analiza detenidamente el sentido histórico del pueblo mexicano en el Laberinto de la soledad.

El escritor como impulsor de la crítica y agente de denuncias
Empero, aunque no todas las facetas de la tarea del escritor pueden ser abordadas aquí, en esta comunicación, uno de los papeles más relevantes del escritor, y que se percibe nítido como un trazo, a través de la historia; es el de despertar la crítica, fundamentar una crítica, hacer pensar sobre un estado de cosas o sobre un sistema político o acerca del ejercicio de un poder local, regional o nacional. Vislumbrase esta tarea con miles de nombres para ilustrar, pero recordemos aquí al menos el caso del padre de Las Casas, que defiende en el siglo XVI, la tesis insolente y audaz que postula que los indios de América son seres humanos y que poseen alma y que por lo tanto a ellos les asisten también derechos y no las meras obligaciones. O recordemos en este tópico, el caso de Solyenitzin, que criticó los campos de concentración en la antigua Unión Soviética; o el caso de George Orwell que ironiza las atrocidades del sistema comunista soviético, en su obra:  Rebelión en La Granja. O los trabajos de los cientos de modestos escritores que en sus poesías, ensayos sociológicos, novelas y cuentos mostraban la ignominia y el sufrimiento de los prisioneros por razones de conciencia, v. gr. en la Guerra Civil de la República del Salvador, entre 1980 y 1992, o en Argentina durante el Gobierno Militar de los años 1976 a 1983, o en Chile, durante los años de la dictadura encabezada por el General Augusto Pinochet (1973-1990). Eran los años en que corrían clandestinamente en fotocopias borrosas los trabajos de Mario Benedetti y se difundía la poesía social de Neruda.

Hacia una conclusión
El rol del escritor, por tanto,  no es uno solo, es múltiple; tiene muchas aristas, y un mismo discurso escrito bien puede incluir todas las facetas o privilegiar algunas. Así, el escritor va de la difusión a la crítica, de la imaginería  y de las  fantasías de si mismo y de los otros, hasta el de ser el custodio de la imaginación, de la imaginación sin límites  que va desde las máximas posibilidades de nuestra sensualidad hasta los puentes del infinito y de la razón. Con razón Heidegger ha sostenido que el lenguaje es la casa del ser, que el ser se recrea en el lenguaje, que vive de él y por él. Luego, el lenguaje escrito es perfectamente homologable a un universo basto, a un reducto privilegiado del ser, a un apartado exclusivo de la imaginación; pues todo lo que se escribe no se agota en un acto informativo o en un a mera descripción de sentimientos; y si bien se desea relatar para informar, o para describir intensos estados de ánimo, también se narra para vivir, pues escribir es una pasión, una forma de vida; escribir es dejar de ser invisible en el entramado social o en  el mundo académico, es vivir al alero de las musas absorto en el asombro de la creación. Es acercarse a una creación veleidosa que exige el máximo de constancia, pero que no se agota solo en ella y que se entrecruza con la intuición e inspiración. Inspiración que llega cuando llega, que no conoce la cronología ni los horarios,  inspiración que otras veces nos abandona y nos deja la paciencia y la impaciencia. En fin, escribir es crear, crear en griego es poiesis, y poiesis es poesía; es poner en tensión la ratio y el soma para hacer emerger lo que está velado, para asentar un mensaje dicho como ningún otro lo ha dicho, sólo como ustedes sean capaces de vivirlo, confundido con vuestra propia originalidad como ser humano.  Gracias, muchas gracias.

Zenobio Saldivia
Santiago, 30 septiembre de 2011
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Artículo publicado el 17/06/2009

Desde fines de la década del cuarenta del Siglo XX, en Chile, se observan nuevos programas de estudios para la Educación Primaria y cuyos fundamentos aluden a dejar atrás una currícula puramente racionalizante de las décadas anteriores, y apuntan a elevar el nivel cultural del pueblo, a preparar a los alumnos para una convivencia democrática y para enfrentar los problemas de la vida económica del país. (1) Justamente entonces, la nueva estructura educacional, ya fortalecida con las innovaciones implantadas durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, incluye en el sistema educacional, las Escuelas Granjas y Las Escuelas Quintas. El Decreto Supremo N°12.046, del 22 de Diciembre de 1948 materializa dichas innovaciones, incluyendo los nuevos programas de la educación primaria para el ámbito urbano y el medio rural. En 1954 nuevamente se estimula la enseñanza agrícola en el sistema educacional chileno, y en las escuelas agrícolas se observa una uniformización en lo referente a la cantidad de años de estudios, a los planes y programas, y sobre todo en relación a la distribución de recursos. Es un período en que la educación primaria se perfila notoriamente en la agenda pública, por eso en Diciembre de este mismo año, el Ministro de Educación Oscar Herrera Palacios, promulga la Ley para el Fondo Nacional de Construcción y Dotación de Establecimientos Educacionales, que genera la construcción de nuevos establecimientos educacionales y la ampliación y refacción de los ya existentes. (2) La ley incluía también la erección de la casa del profesor director junto a la escuela y ello pasa a ser una característica significativa de la nueva normativa.

La década del cincuenta en Chile, está matizada de novedades, avances y conquistas educacionales, en especial para los niveles que hoy denominamos enseñanza básica y media. Así, se enfatiza en las escuelas quintas, en la construcción de establecimientos educacionales, en el ámbito normativo y curricular. En 1956 por ejemplo, se crean 2000 nuevas plazas de maestros para la educación primaria y se aumentan las horas en la enseñanza secundaria. Además, se tramita la jubilación de más de 500 profesores de la educación primaria para cautelar el tiraje del sistema, lo que para la época es un gran esfuerzo. (3) Este mismo año se funda también, la Asociación de Profesores de Estado; en fin, son años en que la educación está de moda y donde se percibe un matiz laico, una voluntad de democratizar el sistema educacional, sumado a una conciencia social y política que permite tales innovaciones.

Es en este marco de ordenamiento administrativo, de innovaciones y de acercamiento de la educación a las tareas productivas del país, que se produce la fusión de algunas escuelas rurales. Es el caso por ejemplo de la Escuela de las Cadenas, la que en 1956, ve la luz pública como entidad educativa independiente, luego de la fusión de la Escuela de Hombres Guillermo Bañados ubicada en la calle Las Cadenas, dirigida en ese entonces por el profesor Oscar Vargas Camus, con la Escuela de Mujeres N°11, ubicada en Tocornal 3120, dirigida por la Srta. Blanca Urrutia Urrutia. Esta nueva escuela recibe en Abril del mismo año a su nuevo director el Sr. Luis Zamorano Maturana. La planta de profesores queda constituida por la Srta. María Vargas Henríquez, Ana Gabriela Espinoza Rojas, Edgardo Lobos, Paz Aracena Mena, Juan Montecinos, Juanita Fernández y el director ya mencionado. Esta nueva corporación de educación se ubica en calle Tocornal 3883 y principia atendiendo a 105 varones y 88 mujeres.

Sin embargo, a pesar de estos aires de innovación y de búsqueda de mayor justicia social, también eran los años de la desnutrición infantil, del raquitismo y del enseñoramiento de la tuberculosis, y por esta razón, el diez por ciento de la Ley para el Fondo Nacional de Construcción y Dotación de Establecimientos Educacionales se destinaba a implementar desayuno y almuerzo en las escuelas primarias. Por ello, la labor de los profesores de la escuela recientemente fusionada, no se agotaba en la simple docencia, sino que además organizan y atienden el sistema de desayuno y almuerzo escolar; alimentos que en la mayoría de los casos constituían la ingesta alimenticia más sólida de muchos estudiantes. Esta dedicación y entrega hacia los niños más allá del aula, que atraviesa lo cognitivo, lo social y lo emocional de los pequeños educandos, era parte de una filosofía de la que estaban imbuidos los docentes, era parte de su rol social. Y una clara consecuencia de su paso por la Escuela Normal de Profesores.

Más tarde, en el año 1959, por resolución ministerial esta entidad educacional se traslada a la actual ubicación donde hoy nos encontramos: calle Tocornal 3341. Ello gracias a la visión del Sr. Zamorano, quien comprendió rápidamente la conveniencia de contar con una sede distinta para ir adquiriendo su propio perfil como escuela quinta. Y justamente dentro de estas inquietudes, el mismo director en el año 1962, logra legalizar un himno propio para la escuela, con letra y música del profesor Juan Tobar Meneses, quien recientemente se había incorporado a las tareas del establecimiento.

Hasta ahora, la escuela que hoy nos concita para rememorar los avatares de su creación y su trayectoria, ha sido conducida por tres preclaros hombres que se han esforzado por entregar una formación básica de calidad y por unir el campo y la ciudad. Ellos son los profesores: Luis Zamorano Maturana, por el período 1956-1974, quien logra dar el perfil inicial a la escuela, fortalece la orientación de escuela quinta del estableciendo y lo integra definitivamente a la comunidad. Su asunción como director acontece el mismo año que en el país se funda Caritas Chile, un organismo destinado a promover la ayuda solidaria de la iglesia hacia los más necesitados. A su vez, el Sr. Severo Caldera Guerrero, conduce la entidad durante los años 1974-1986, quien enfatiza la participación deportiva en el establecimiento, en la comuna y en la región. Su inicio acontece justo cuando en el país se crea el Premio Nacional de Historia y es también el año en que llega un informe de las Naciones Unidas sobre transgresiones a los Derechos Humanos por parte del gobierno militar de la época, encabezado por Augusto Pinochet. Luego asume la Dirección de la escuela en comento, el Sr. Rosalindo González Santibáñez, desde 1986 a la fecha, quien incorpora los medios tecnológicos y computacionales a las actividades docentes y renueva la infraestructura del establecimiento y reinserta la entidad educacional a la vida social política y cultural del país. Su designación coincide con el año de la promulgación de la ley Nº18.575, conocida como la Ley orgánica constitucional de base general de la administración del estado, que descentraliza los ministerios para que estos tengan mayor presencia regional. Y también ese mismo año recibe el Premio Nacional de Literatura Enrique Campos Menéndez, Director de la Biblioteca Nacional.

Ahora, si buscamos un punto de convergencia en la gestión de los mismos, independientemente de los énfasis de cada uno en cuanto a la labor educacional, y de los acontecimientos sociales, políticos y contingentes que les tocó vivir, queda de manifiesto el consenso: este es, cautelar una sólida formación básica y una notoria preocupación social que se traduce en la movilidad social que la educación hace posible. Por eso, no resulta extraño que desde la década del sesenta, cientos de jóvenes campesinos, luego de terminar sus estudios, se inserten en la vida productiva o en la continuidad de estudios secundarios. Es el aporte silencioso de los profesores de este destacado establecimiento que contribuyen así a la gesta productiva y a la cohesión social del país. Ellos vienen siguiendo con toda propiedad, el legado del hombre público, que da pábulo a la designación oficial del establecimiento: Guillermo Bañados Honorato. Destacado aconcagüino, político, educador, escritor, reportero, senador y Ministro de Hacienda y FFCC. Y más tarde también Ministro de Justicia. Este ciudadano ilustre de Aconcagua nos ha dejado una novela, algunos textos para capitanes de barco, ensayos sobre educación, trabajos de geografía y numerosos artículos sobre política, industria, hacienda y comercio, entre otros.

Justamente, en uno de sus libros de geografía, por ejemplo en sus Apuntes geográficos de la Provincia de Aconcagua, da cuenta de los antecedentes históricos y geográficos y político-administrativos de la región de Aconcagua de los años treinta del siglo XX. Y en cuanto a los lugares topográficos de la región, vinculados al sector donde se ubica la escuela mencionada en el epígrafe, describe entre otros: Los Baños del Corazón, el Distrito de Sta. María, la Cancha del Llano, El Chepical, El Almendral y por supuesto Las Cadenas. El Almendral lo describe en estos términos: “Sector de unas 120 casas-quinta con 600 habitantes, servicio de correo, una escuela mixta y parroquia. Se ubica en la banda N del Río Aconcagua, a unos cuatro kilómetros al Este de la ciudad de San Felipe y a cinco kilómetros al O. de la Villa de Sta. María”. (4) El sector Cancha del Llano, lo describe así: “Caserío (32° 45’- 70°, 38’), forma una calle y se encuentra en la banda N del curso superior del rió Aconcagua, a unos 11 kilómetros de San Felipe por el camino real, tiene una capilla”. (5)

Y en cuanto a la descripción del sector de Las Cadenas, señala: “Aldea ubicada a 32º,35’ – 70°,40’. Se encuentra a unos 2 Kms. Al Sur de la Cancha El Pidén, a unos 13 kilómetros al oriente de la ciudad de San Felipe; debe su nombre a una gruesa cadena de fierro que hizo colocar frente a la escuela N°7, el preceptor señor Federico M. Bañados, más tarde visitador de las Escuelas de Atacama y padre del autor de este libro”.(6)

Por lo tanto, dado el interés de Bañados Honorato por esta zona, no es extraño que las autoridades educacionales hayan decidido que esta escuela lleve su nombre.

Ahora bien, el gran mérito de este establecimiento, es sin lugar a dudas, la formación integral entregada a los estudiantes quienes reciben desde nociones elementales de las ciencias básicas, matemáticas y lectura y escritura, una formación moral, y una formación parcialmente especializada en labores agrícolas. Y como consecuencia de ello, muchos ex alumnos hoy se desempeñan en tareas de administración agrícola o de agroindustria, otros como técnicos agrícolas, y otros han encontrado sus propios caminos profesionales en la educación como los señores Enrique Saltarini Lillo o Washington Morales Saavedra, entre otros. También muchos de los antiguos alumnos de esta escuela hoy se desempeñan como destacados empresarios, por ejemplo los fundadores de la Empresa de Transportes Vera-Arcos, o bien asistentes sociales como la Srta. Maribel Mancilla Vargas, quien se desempeña actualmente en la Ilustre Municipalidad de Sta. María y la Jefa de Salud del Consultorio de Sta. María, la Srta. Anita Lazcano Lemus. O incluso también en importantes puestos de la Contraloría General de la República, como los Sres. Nibaldo Serey y Lamberto Zamorano Olivares, o profesoras que sirven en esta misma entidad o académicos que han abierto su propio espacio en la metrópolis; en fin, no es posible enumerar a todos los egresados de esta escuela, que van dando vida al quehacer nacional y van delineando un perfil de sobriedad; pero al parecer todos ellos tienen una misma raigambre que los enorgullece: su formación en una escuela pública rural, en esta escuela que ha dejado una clara impronta en la región de Aconcagua y en el país.

También en torno a esta escuela y en conjunción de intereses con el profesorado, algunos destacados personeros públicos civiles y o uniformados, entregaron su esfuerzo y sus mejores atenciones a los niños de esta pujante escuela. Es el caso por ejemplo del entonces Cabo de Carabineros Sr. Zenobio Saldivia y Barría quien participó en diversas Comisiones Examinadoras en conjunto con las autoridades de Salud de la época, para estimular la higiene y la salud pública en general de alumnos y apoderados, controlando la limpieza de acequias, y eliminado las letrinas sobre los canales de regadío, e implementando el uso de pozos negros en las casas de los alumnos. También desarrolla operativos para cortar el cabello de los alumnos y cautelar la pediculosis. En general, en los años sesenta, los carabineros y el profesorado de esta escuela trabajan muy afiatadamente en distintas campañas tendientes a promover la salud, evitar el alcoholismo, cautelar los proceso de vacunación masiva y exigir a los padres y apoderados el cumplimiento de la ley primaria obligatoria, o para conseguir la incorporación de letreros para peatones y paso de cebra, frente al establecimiento; entre tantos otros pequeños logros de esa articulación de profesores de esta escuela y los carabineros de la época. Estos acercamientos de los profesores a otras instituciones se expanden también, a la Marina, a los empresarios, a los medios de comunicación y a diversos agentes públicos, y como consecuencia de ello, se abren nuevos horizontes para los alumnos -en su mayoría hijos de campesinos- que tienen así, ofrecimientos para visitar dichas corporaciones y conocer otras ciudades y nuevos segmentos de la vida nacional.

De lo anterior, se desprende por tanto, que esta escuela ha sido un punto de encuentro de trabajadores, empleados, campesinos, agricultores, jornaleros, medieros, estudiantes y padres y apoderados que siempre han encontrado en ella, un referente para la interacción social; así como un estímulo para la recreación tal como quedó de manifiesto en su tiempo con la creación del Club Deportivo Trotamundos en el cual participaron jóvenes de ambos sexos y con otros canales institucionales para encauzar las inquietudes intelectuales de los mismos. Pero ello no fue consecuencia de la mera infraestructura ni de la ubicación geográfica que la sitúa entre dos destacadas ciudades del hermoso Valle de Aconcagua: San Felipe y Los Andes, sino que es esencialmente el resultado de una tarea social y de un compromiso vocacional de un cuerpo docente que ha sabido cumplir su precepto: educar para la movilidad social, educar para la probidad. A ellos, a los del presente y especialmente a los fundadores, a algunos de los cuales el autor de estas notas tuvo el honor de conocer: Nuestro reconocimiento por su destacada labor.

Notas ______________
1. Cf. Rev. de Educación, N°52, Junio 1949, Stgo., p. 71.
2. Cf. Rev. de Educación, N°64, Mayo 1955, Stgo., p.6.
3. Ibidem.
4. Bañados Honorato, Guillermo: Apuntes geográficos de la Provincia de Aconcagua, Stgo., 1936; p.25.
5. Ibidem., p. 37.
6. Ibidem.; p.36.
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(*) A la memoria de Luis Zamorano Maturana, un exponente del antiguo paradigma educacional.
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El destacado escritor aconcagüino ya mencionado, vuelve a la palestra con este texto que aglutina diversas crónicas que habían sido ya publicadas sueltas en años anteriores, en diarios tales como  El Valle, de San Felipe y en  El Trabajo. Se trata de cortes históricos memorísticos sencillos que aluden a la realidad cultural del Chile contemporáneo y del mundo en general; por ello es frecuente en estos discursos dejar algunas miradas críticas y levemente irónicas sobre la política contingente de hace algunas décadas, sobre la idea de cultura de los aconcagüinos, sobre el arte universal o acerca de contextos y terruños locales como el pueblo de Putaendo, Jahuel, o Rinconada de Silva por ejemplo.

Llama la atención en este tipo de prosa, como el autor va introduciendo en cada crónica tanto las características más relevantes sobre el tema que está abordando cuanto sus propias observaciones sociológicas sobre el asunto. Y esto es interesante desde un punto de vista expositivo y metódico, puesto que cada crónica no pasa más allá de dos carillas. Así por ejemplo  en su crónica titulada “Comunicación”, el autor tras identificar los diversos medios socioculturales y tecnológicos y del cyber espacio en general, que facilitan o difunden la comunicación actual; la matiza con cuestiones del zodíaco, con sus observaciones acerca de cómo en algunos países como China y Cuba, utilizan mecanismo para frenar el flujo de las comunicaciones sobre todo cuando aluden a cuestiones de la política contingente, y enseguida remata con otra de sus observaciones y su toque de fina ironía en estos términos: “…Un tipo que va rajado en su auto hablando por teléfono , se pasa un disco pare, causa un accidente, que clase de comunicación es esa. ¿Cuál es el mensaje?” (p. 60) y así sucesivamente.

Pero no sólo llama la atención por su estructura metódica como mero acopio de crónicas, también porque el contenido de las mismas deja de manifiesto una idea de la cultura, del país y de la sociedad  actual de muchos chilenos, como adelantáramos al comienzo. Y en relación a la cultura regional, por ejemplo, De Blasis, deja claramente introducido en el imaginario colectivo, la obra de autores como el poeta y pintor  Carlos Ruiz Zaldívar, o el escritor y ensayista Benjamín Olivares, entre otros.

En suma un texto ameno, que presenta una visión sociocultural desde Aconcagua para Chile, sobre tópicos universales y que se percibe muy matizada con pinceladas históricas, con cuadros costumbristas, y perfiles sociológicos y políticos, que invitan a la tolerancia y a pensar.

Septiembre 2016  // Zenobio Saldivia M.

 

 

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César Vallejo. Periodista del Mundo / Reseña

Zenobio Saldivia Maldonado

Utem, Stgo., Chile.

César Vallejo. Periodista del Mundo, de José Esquivel Grados y Valia Venegas Mejía, Juan Gutemberg Edit., Lima, Perú, 2015.

Breve ensayo  de los académicos y periodistas mencionados, en que se analiza cuidadosamente la obra periodística, bibliográfica y política del malogrado y destacado poeta, escritor y periodista peruano César Vallejo Mendoza (1892-1938); decimos malogrado, pues murió a los cuarenta y seis años en París.

El ensayo principia comentando y describiendo los principales hitos biográficos de Vallejo, el derrotero de sus estudios y sus incursiones en la docencia y la administración de la educación básica y secundaria peruana, sus estudios universitarios y sus primeros logros como narrador y poeta, y tras una apretada sinopsis de estos avatares de la vida del poeta y escritor peruano, los autores abordan minuciosamente la presencia de Vallejos en los medios escritos del Perú de su tiempo, destacando por ejemplo el “Soneto” que publicó Vallejo en semanario El Minero Ilustrado N°782, (del 6 de diciembre de 1911) y con el cual el destacado escritor y poeta entra al mundo de la difusión poética peruana. Esquivel y Venegas continúan enfatizando la presencia de Vallejo en los distintos medios de comunicación, tanto de la metrópolis limeña cuanto de los medios regionales, así como también sus tareas como corresponsal, y dejan claramente de manifiesto los primeros contactos de este preclaro poeta con los exponentes de las ideas socialistas y sindicalistas peruanas. Y luego los autores continúan analizando cuidadosamente los aportes de Vallejo en otros medios extranjeros. Esto es una de las fortalezas de este ensayo: el minucioso seguimiento de la producción de los artículos y libros de Vallejo, en los distintos diarios, semanarios y revistas peruanas, latinoamericanas y  los trabajos de él  aparecidos en Europa. Cabe destacar que según los autores, Vallejo se adelantó a la globalización puesto que sus trabajos se publicaron en diversos países de América y Europa. Los autores lo expresan en estos términos: “César Vallejo, como adelantándose a los tiempos estremecidos por la globalización del siglo XXI, hace casi un siglo, escribió para varios medios del Perú y diversos países de América, desde Chile hasta México, y de Europa, desde España hasta Rusia” (p. 19).

Otro de los aciertos de Esquivel y Venegas, en relación al breve ensayo en comento, es el hecho de que destacan muy acertadamente la faceta humana y axiológica del malogrado poeta-escritor peruano. En efecto, los autores dejan imbricada la obra de Vallejo con la propia esfera valórica del mismo, con lo cual aluden a la solidez de las convicciones periodísticas y profesionales de este autor, que siempre se esforzó por cautelar su libertad como escritor y como exponente del periodismo universal. Por ello el sentido ético del trabajo periodístico que trasunta la obra de Vallejo, está muy bien lograda en texto, que queda bien perfilada tanto por los comentarios de los autores como por la selección de trozos periodísticos donde Vallejo hace una apología de la libertad de su obra e indirectamente por tanto, del periodismo en sí. Así, en la página 24, los autores señalan: “Es notable la contundencia de las convicciones de Vallejo, pues tuvo en cuenta que el periodista debe ser ajeno a consignas político partidarias u otras, lo que implica respeto al público lector para quien escribe”. Toda una directriz difícil de cautelar hoy, en que prima el mercantilismo y los compromisos con determinados agentes u “operadores políticos”. Es de esperar que el legado de Vallejo tenga larga vida y muchos seguidores en América toda.

 

Septiembre del 2016.

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La intromisión del 'Súper' (Ensayo)


por

Artículo publicado el 31/12/2008 

Muy a menudo los profesores nos vemos tentados a utilizar el vocablo “súper”, como una manera de acercarnos más a los alumnos de los últimos años de enseñanza media o primeros años de universidad. La tentación es fuerte, toda vez que el uso de dicho concepto está vergonzosamente demasiado extendido y en cierta manera, aceptado cómodamente en el marco social. No es que la voz “súper” sea negativa, ni mucho menos. Lo que acontece es que estamos siendo muy recurrentes para utilizarlo; sea en nuestras reuniones sociales o en los círculos juveniles y en los medios de comunicación, o bien en nuestras reuniones familiares, en los círculos deportivos, e incluso hasta en algunos niveles de la educación formal. Pareciera que no nos hemos detenido a pensar en el significado y proyección que tiene dicho término en nuestro contexto dialógico, ni tampoco en su génesis; simplemente lo usamos y lo replicamos al infinito.

En rigor, su empleo continuo denota una ignorancia manifiesta de sinonimia, y sugiere además, una cierta vaguedad para calificar la situación específica, que supuestamente quedaría bien delimitada con el empleo del concepto en cuestión. En efecto, altraer a presencia verbal el concepto “súper”, no queda claro si se está enfatizando el aspecto cuantitativo o cualitativo de la situación. Por ejemplo si preguntamos ¿cómo estaba la cena?, la respuesta breve y directa es frecuentemente: ¡Oh, súper!. De esta manera se recurre al término en cuestión, pero utilizado en un sentido familiar, como adjetivo para dar cuenta de algo superior o magnífico. Pero en rigor, aún no se ha explicitado ni la cantidad ni la calidad de los platos preparados que conformaron la cena. Inferimos -para no seguir preguntando sobre lo mismo- que probablemente la comida nocturna de nuestro amigo, estuvo buena y sabrosa (calidad) y al mismo tiempo abundante (cantidad); o tal vez, exótica y llamativa (presentación).

En fin, pareciera que hay una pereza manifiesta para utilizar sinónimos adecuados, cuando se trata de expresar ideas que den cuenta de alguna conducta determinada, o que atribuyan una va­loración a una situación específica. De hecho, el Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española), (1984), incluye la voz “súper” y la define como: “elemento compositivo que en­tra en la formación de algunas voces españolas con el significado de “preeminencia” como en superintendente; “grado sumo”, como en superfino; “exceso o demasía”, como en superabundancia, supernumerario”.

Por su parte, el Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua Española, (198l), de Manuel Seco, señala: “súper”; prefijo latino que significa “sobre” (exceso, alto grado): Supersónico, superintendente. Hay una tendencia a abusar de este prefijo, en su valor enfático: supermáquina, super­modelo.” Este autor, ya dentro de las nociones constitutivas de la voz en comento, deja de manifiesto el uso exacerbado de dicha voz. A su vez, el Diccionario Etimológico, (1973), de Fernando Corripio, expresa: “súper: “latín súper; sobre; exceso, grado sumo” y el propio Diccionario Latino-Español, Español-Latino, (1978), dirigido por Vicente García de Diego, hace constar: “Super, Adv. encima, por encima, desde arriba (hoec super e vallo prospectant Troes, los troyanos lo contemplan desde lo alto del parapeto)/ además, más (satis superque), bastante y sobrado, más que suficiente…”

Por tanto, la idea que subyace en la expresión “súper” es la de exceso, magnificencia, maximitud,  y deberíamos utilizarlo para expresar niveles de superioridad o situaciones de pletórico goce. Sin embargo, este concepto se ha convertido en un ver­dadero invasor bárbaro, que arremete desde algún punto de las estructuras formales de nuestra forma de pensar en español, hasta convertirse en el término frecuente de nuestras respuestas orales o escritas, cada vez que damos un juicio de valor. Por ejemplo, cuando preguntamos a alguno de nuestros hijos, ¿cómo lo pasaste? La respuesta ya clásica es ¡súper! (utilizado informalmente como adjetivo o como adverbio). A su vez, los adolescentes comentan con frecuencia sus experiencias personales, los hábitos de sus amigos o la calidad de los productos que ellos mismos consumen, utilizando casi exclusivamente el término “súper”; independientemente de si en el con­texto corresponde a un elemento prefijal  a un adjetivo o a un adverbio. Es como si el lenguaje se hubiera detenido en ese punto; o mejor, como si la psiquis del adolescente chocara con una barrera cognoscitiva que le impide visualizar otras nociones apropiadas para la valoración de sus conductas, cometidos  o propósitos específicos. Los términos a los que podría recurrir son tantos y tan variados; así por ejemplo, para responder a la pregunta anterior ¿cómo lo pasaste?, podría apelar al simple y sobrio “muy bien”; o a expresiones tales como: “fantástico”, “magnífico”, “soberbio”, “increíblemente bien”, “fuera de toda serie”, “muy entusiasmado; o también podría emplear nociones como: “agradable”,”confortable”,”muy gratamen­te”,”muy cómodo”. E incluso podría traer a presencia expresiones tales como: “realmente extraordinario”, “superlativamente bien”, “como si hubiera estado con los dioses”; entre tantas otras, que perfectamente pueden dar cuenta de la idea de magnificencia, comodidad o de extraordinario bienestar del hablante.

Esta obstinación que expresamos al utilizar la voz latina “súper”, en un sentido informal haciéndola extensiva a las distintas situaciones personales, sociales, comunicativas  y a las producciones científicas y tecnológicas en general, ha derivado en un uso casi infantil del término: lo adicionamos a cualquier concepto oexpresión, cualesquiera sean las propiedades del término con el cual se desea fusionar; v. gr.: “este papel es supermalo”, “la cinta es superbuena”, “el vídeo es súper”…. Desde el punto de vista del desarrollo psicológico, una actitud de esta naturaleza se llamaría “centrismo”; es decir, una tendencia a focalizar la atención en un objeto o hecho particular, descuidando los otros aspectos del objeto. En este caso, tales aspectos serían las nuevas expresiones posibles para denotar la misma idea de demasía. Con razón María Moliner en su Diccionario de Uso del Es­pañol, (1986), señala: “súper: el adv. latino “súper”, sobre, usado en la formación de derivados cultos y como prefijo; expresa situación superior en sentido material o figurado, o exceso: “superponer, superci­liar, superabundancia, superfluidad”,véase Supra. súper: (inf., propio de chicos) “superior” , “muy bueno”, “tengo un bolígrafo súper”.

Independientemente de si nuestro uso inapropiado del término que hemos venido analizando, corresponda o no a un instante de adolescentización del lenguaje; esto es, algo así como una etapa de utilización del concepto por simple réplica del empleo observado en los pares,  el vocablo está ahí, arrojado en el idioma para aparecer intempestivamente en la dinámica de nuestra comunicación diaria. Surge en las series expresivas de la interacción dialógica de jóvenes, adultos y profesio­nales. En los programas de televisión que presentan espectáculos superchori y que dan a conocer las superofertas de los supermercados y de las supertiendas de la capital: superjeans, dos por el precio de uno, superequipos de audio y video con garantía de doce meses, superparkas de invierno con forro rever­sible, superestufas catalíticas, superpantallas planas, y otras gangas. Todo aquello ofertado por las supermodelos (mujeres supersexy) que sugie­ren además la conveniencia de comprar otros artículos superprácticos para el hogar y para el ascenso social; ora una servilleta superabsorvente, enseguida un yoghourt líquido supersano, un supernotebook  y luego un superauto último modelo. Así, el vocablo “súper” está presente en todas las caras que presenta nuestro intercambio verbal en la sociedad; en los superespectáculos que ofrecen los teatros picarescos, en los juegos de superhéroes de los niños, en las visitas que nos hacen las superstars del jet-set internacional, en los super­show que ejecutan superwoman que se creen diosas vivientes y que vienen planeados y organizados desde el Hemisferio Norte, en especial del país de Superman y de los superhéroes en general.

Todos estos términos que cuentan con el elemento composicional “súper” -y muchos más- se incorporan en nuestro acervo idiomático vivo; que en tanto iberoamericano, corre el riesgo de desperfilarse de lo plenamente vernáculo y de dejarse ava­sallar por la fuerza del uso de ciertas imágenes, modelos y conceptos foráneos. El autor de esta nota, por tanto, coparticipa plenamente de la apreciación de Manuel Seco: hay un abuso de este prefijo. Podríamos decir más que eso; hay una verdadera auto invasión bárbara impuesta por nosotros mismos, al hacer extensivo el uso de la voz “súper” a un número cada vez más creciente de palabras.

Al parecer, hemos ya olvidado el consejo que nos diera Andrés Bello, hace más de ciento cincuenta años, cuando sugería acrecentar nuestro idioma pero sin caer en excesos ni en vicios lingüís­ticos: “Pero se puede ensanchar el lenguaje, se puede enrique­cerlo, se puede acomodarlo a todas las exigencias de la sociedad, y aun a las de la moda, que ejerce un imperio incontestable sobre la literatura, sin adulterarlo, sin viciar sus construcciones, sin hacer violencia a su genio.” (1)  En el contexto de la consolidación de nuestra institucionalidad y  en el plano de la formación de las Repúblicas americanas, las expresiones de Bello, fueron sin duda, muy bien comprendidas, y el mensaje de mesura, plenamente practicado. Pero ahora, en el contexto de un mundo globalizado, matizado por  los avatares para alcanzar el sitial de país desarrollado, o por encontrar la comodidad material, la obtención inmediata de dinero, dinero y más dinero, estamos perdiendo esa capacidad de vigilia sobre nuestra propia lengua. Con razón, ya se ha generalizado la percepción latinoamericana, que afirma que los chilenos hablamos mal. Es cosa de escuchar detenidamente a nuestros exponentes de la clase política o a nuestros conductores radiales, muchos de los cuales creen que con la vulgaridad y el descuido de su lenguaje consiguen “llegar a más personas”.   Tal vez cuando tengamos la voluntad para de­fender el empleo adecuado de nuestro idioma, el ordenador de nuestro hogar u oficina (porque ya la memoria ortográfica y gramatical en general la estamos perdiendo), no encuentre en su disco duro, ni los sinónimos más apropiados para la voz que queremos destacar, ni  el programa adecuado para ayudarnos. Al parecer, el antiguo anhelo de buscar la virtud y la perfección en el dominio del discurso oral -tan importante en otras épocas en que la palabra danzaba orgullosa en el ágora­-  va quedando relegado a una simple reminiscencia, a una mera ilusión. ¿Permanecerá siempre en este plano?

1. Bello, Andrés: Discurso de Inauguración de la Universidad de Chile, 17 de Septiembre de 1843, Stgo.
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