Zenobio Saldivia M
Artículo publicado el 21/11/2004 en Revista electrónica Critica.cl
Algunos antecedentes
Si bien la noción “positivismo” es un concepto polisémico que encierra una connotación histórica, epistemológica y filosófica, es posible entenderlo como una corriente filosófica, científica y cultural que se desarrolla en la Europa decimonónica a partir de las ideas de Augusto Comte y que se caracteriza por enfatizar la importancia del método y de la ciencia como fenómeno social que posibilita un ascenso inevitable hacia el progreso social y moral. Encierra, por tanto, las ideas propias de dicha cosmovisión que se difundieron principalmente a partir de la obra de Comte: Cours de philosophie positive (1830-1842), más las de autores como J. Stuart Mill y otros, las cuales se desarrollan con una extraña fuerza tanto en Europa como en los países recién independizados de América. Es probable que la enorme simpatía que despertó el positivismo en muchos países latinoamericanos tales como México, Brasil, Chile y otros, se haya debido a su percepción de la marcha fundamental de la historia, que se caracteriza en este enfoque, por el inevitable desenvolvimiento de estadios que deben terminar necesariamente con el estado positivo o científico. Y claro, para los países que están dejando atrás todo un pasado cultural foráneo y saturado de metafísica, las tesis comtianas que aluden a una concentración exclusiva en la experiencia y en la actividad de las comunidades científicas emergentes, resulta un excelente asidero para encontrar una adecuada explicación de una naturaleza amenazante que los rodea y de una sociedad que hay que reconstruir con parámetros más modernos y más aproximados a un ideario de “lo americano”.
Presencia del positivismo en Chile
En Chile, el positivismo se difunde con una clara impronta francesa, esto es, que prima la tendencia de Comte. Dicha corriente principia a difundirse desde 1873 con la fundación en Santiago, de la Academia de Bellas Letras, organizada por un grupo de entusiastas intelectuales dirigidos por José Victorino Lastarria, quienes persiguen cultivar la literatura no solo como un arte sino además como un medio para la expresión de la verdad, según las reglas y exigencias de las obras científicas de Comte y en conformidad con los hechos demostrados de un modo positivo. Entre estos hombres públicos que asisten a las discusiones están Manuel Antonio Matta, B. Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunategui, los Hnos. Lagarrigue, Valentín Letelier, y por cierto, el líder: José Victorino Lastarria, quien ya se había declarado positivista en 1868; luego de leer por 1ra vez la obra de Comte: Cours de Philosophie positive. Por tanto, en rigor de la cronología, este sería el momento histórico que corresponde a la génesis del positivismo en Chile. Años más tarde, en 1874, Lastarria publica su trabajo: Lecciones de Política positiva, donde emplea el método positivo para el análisis de los estudios sociológicos, políticos y administrativos.
Las décadas del setenta y ochenta del Chile decimonónico se nos presentan como un hito de consolidación y de arraigo de las ideas comtianas en el país, tanto por la fundación de entidades que tienen entre sus objetivos la difusión de las nociones comtianas y el estudio y aplicación o “adaptación” de muchas de ellas a la realidad social, cultural y política chilenas. En los años setenta, además de la Academia de Bellas Letras, recuérdese el envío de la Carta de Jorge Lagarrigue, en 1876, al francés Emile Littré, seguidor de la doctrina positivista. Esta es publicada por la Revista de Philosophie positive, ese mismo año y constituye para los intelectuales europeos una especie de acuso de recibo del hecho de que las nociones comtianas ya están en la vida pública chilena e identifica a Jorge Lagarrigue como uno de los exponentes de la corriente positivista chilena ante la comunidad internacional. Ello no es extraño, pues este autor ya en 1875 había traducido y publicado los Principios de Filosofía Positiva, dando cuenta de una selección de las ideas de Comte, y más tarde, a principios de los ochenta viaja a Paris y continúa con el estudio y lectura de las tesis comtianas. A su regreso al país en 1882, se presenta como un férreo impulsor y difusor de esta doctrina aunque enfatizando más el aspecto religioso de la misma; esto es, difundirla como religión para toda la humanidad. En esta tarea se desempeñan como fieles colaboradores sus propios hermanos Luis y Juan Enrique.
En los años ochenta del siglo XIX chileno, continúa la labor de divulgación del positivismo, ahora con nuevos simpatizantes entre estos, el educador Eugenio María de Hostos (portorriqueño 1839-1903), quien permanece en el país en dos períodos; primero entre los años 1872 y 1873 y luego entre 1888 y 1898. Este autor escribe frecuentemente en la Revista de Chile, difundiendo algunas nociones comtianas, en especial en lo referente a la educación a favor de la mujer y acerca de la conveniencia de incorporarlas a las carreras de las distintas ciencias aplicadas. También en esta década, aparecen entidades destinadas a la misma tarea de difusión del positivismo, en otras regiones del país, v. gr. en Copiapó, Juan Serapio Lois funda la Sociedad Escuela Augusto Comte, en 1882,orientada al análisis, a la lectura, a la difusión y a la discusión de las obras de los positivistas europeos. Incluso llega a sacar un medio comunicacional denominado: Revista El positivista (periódico filosófico, literario, científico y moral). Serapio además logra publicar una obra titulada Elementos de filosofía positiva que aparece en dos tomos, entre los años 1887 y 1889.
Al parecer, en Chile los positivistas se bifurcan en dos grandes tendencias. Por una parte están los Positivistas intelectuales que persiguen adoptar el positivismo para aplicarlo cuidadosamente a la realidad del país, con cierta flexibilidad, a las ideas originales de Comte en lo referente a la noción de libertad. Comparten más las ideas de Littré, que las de Comte. Aquí se ubicarían J. V. Lastarria y Valentín Letelier, quienes se preocupan además del ideario del progreso, por la política y por el tema de libertad.
La otra tendencia que podemos denominar como Positivistas con doctrina religiosa; Tratan de utilizar el positivismo más que para los temas sociales y políticos, principalmente para desplazar al catolicismo y la religión y poder así, instaurar la Religión de la Humanidad, al estilo de los planteamientos del Comte de su última etapa. Aquí se ubican los Hnos. Lagarrigue, quienes siguen las ideas comtianas y las de Pedro Lafitte (Director de la Escuela Positivista en Francia). Los temas que interesan a estos intelectuales se orientan además del progreso, que los une a todos, el énfasis por la religión, la filantropía comtiana: el amor a la humanidad.
A manera de conclusión
Los positivistas de los distintos centros del país, independientemente de sus tendencias y orientaciones, coinciden todos en lo referente a lograr en el país, tanto la implantación del método experimental, cuanto en el reconocimiento de la importancia del desarrollo de la ciencia y del espíritu positivista en Chile. También coinciden en cuanto al trabajo de las elites por el bienestar material de la población y por el progreso colectivo, así como por el desarrollo de los conocimientos científicos y por el aumento de las libertades personales. La mayoría de los seguidores del positivismo aspiran a la expansión de la instrucción pública y de la educación en general, y en especial, los mejores esfuerzos de los seguidores de esta doctrina, apuntan a inculcar el conocimiento del método experimental y de las leyes de la naturaleza en la curricula del sistema educacional chileno. Es notorio además, el hecho de que estos autores participan dentro del universo de la masa crítica que más se destaca en la vida pública nacional y manifiestan una producción intelectual que se desplaza en una seguidilla de esfuerzos tendientes a inculcar el método positivo en la enseñanza de la filosofía, en el plano de la acción y de la teoría políticas, en el marco de la literatura y también en la esfera de las ciencias decimonónicas, principalmente por el hecho de privilegiar el pragmatismo y el télos del progreso en estas comunidades. En rigor, podría decirse que en esta época, los miembros de la clase política y los intelectuales del país, han comprendido la conveniencia de fomentar tanto el conocimiento científico, como el desarrollo tecnológico y la educación en todos los niveles; y al mismo tiempo, se muestran imbuidos de un espíritu racionalista y pragmático que los conduce hacia la obtención del progreso. Ello es plenamente factible de concebir en esta era, toda vez que ya se cuenta con la información científica sobre el cuerpo físico del territorio nacional, como consecuencia de los trabajos teóricos y de exploración in situ de científicos como Gay, Domeyko, Philippi, Pissis y otros; sólo que dicha vinculación entre conocimiento del medio natural y el progreso, ya la percibían antes, en plena ejecución de sus tareas científicas: Gay, Domeyko y Philippi.
Esta tendencia de difundir el conocimiento científico, de acercarse a la tecnología, y de llevar la actividad productiva nacional a un sitial superlativo para su época, es claramente el resultado de una interacción entre los exponentes de la esfera pública y los autores imbuidos del ideario del progreso y de la regeneración moral de la sociedad. Tales ideas por cierto, son difundidas por Comte y sus seguidores en los distintos países de Europa y de las jóvenes repúblicas de América.
Y en cuanto a la noción de progreso, casi todos estos exponentes del positivismo chileno lo asocian con un proceso de adquisición de información especializada de las distintas disciplinas vigentes en Europa, para que dichos conocimientos se apliquen en Chile, con vistas a una posterior explotación, cultivo o industrialización de muchos referentes del cuerpo físico del país o del universo biótico, como un puente hacia la industria y al capitalismo. En este sentido, la idea de progreso de estos autores, lleva implícita un a priori que es justamente un cierto desplazamiento de la naturaleza vernácula por la civilización europea, representado por los inmigrantes y sus valores culturales, políticos y sociales que irradian nuevos posibles de acción y desarrollo laboral. Ideas que defienden muchos positivistas chilenos. Por eso no es raro que algunos autores entiendan el progreso como un recurso material y social para sacar a la joven República de Chile y a otras naciones, fuera de la barbarie, de la vastedad de las pampas y de las selvas y lograr así, la civilización; entendida esta como poblamiento de tales regiones. El progreso es para ellos poblar y poblar con europeos es alcanzar la civilización.
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