Zenobio Saldivia Maldonado *
Antecedentes
Luego del terremoto acaecido en nuestro país la noche del 27 al 28 de Febrero del 2010, la imagen de la Armada de Chile, como entidad científico tecnológica eficiente operativa y socialmente oportuna, sufrió un serio deterioro. Ello como consecuencia de una serie de falencias o irregularidades en las tareas que debían asumir inmediatamente, en estos casos, las autoridades de una unidad dependiente de la Armada de Chile: el Servicio de Hidrográfico y Oceanográfico (SHOA); entre éstas, dar la alerta de tsunami. Por ello el 25 de marzo del presente año, el gobierno expulsó del servicio naval activo, al Capitán de Navío Mariano Rojas, ex director de la mencionada entidad. Lo anterior, correspondió a un quiebre notable en la imagen del estatuto científico tecnológico nacional del que gozaba la Armada, como también en el ámbito internacional, que vio con sorpresa estos avatares; en especial, toda vez que entidades similares a la mencionada, avisaron con antelación sobre el inminente fenómeno del tsunami que se desplazaba por el Océano Pacífico en la fecha indicada: el amanecer del 28 de febrero.
El pasado meritorio
Las primeras aportaciones científicas de la Armada, en rigor, se remontan hasta los años treinta del Siglo XIX en el marco de los primeros trabajos hidrográficos y cartográficos que realizan los oficiales siguiendo las indicaciones de sus superiores. Así por ejemplo, uno de los primeros trabajos científicos realizados por personal de la Marina de Chile, corresponde al levantamiento cartográfico del Río Bueno, en Valdivia, realizado por el Teniente Felipe Solo de Zaldívar, en Diciembre de 1834, bajo las órdenes del Capitán de Fragata Roberto Simpson. En este plano se da cuenta de la latitud y características del río Bueno. El informe final concluye situando al río Bueno a 40º 10’ de Latitud Sur y a 73º 45’ de Longitud Oeste de Greenwich, y declarando la desembocada de dicho río como innavegable.
Pero no son estos trabajos, los únicos aportes científicos de que envían a la metrópolis, los oficiales de la Armada en esta época, también se dan el tiempo para observar especímenes de la flora y fauna o fósiles que consideran relevantes. Así por ejemplo, en cuanto al período que analizamos, recuérdese que Enrique Simpson, envía al Director del Museo Nacional, Dr. R. A. Philippi, huesos petrificados de ballena, para su diagnosis. El propio Philippi lo recuerda en estos términos: “El Comandante E. Simpson tuvo la suerte de encontrar en la cancagua endurecida de la Bahía de Ancud, un esqueleto, al parecer entero, de una ballena i trajo un gran número de estos huesos al Museo”. Por ello, más tarde, en la obra de R. A. Philippi (Los Fósiles Terciarios i Cuartarios de Chile), aparecida en 1887, aparecen algunos referentes paleontológicos con las denominaciones en honor a estos oficiales preocupados de conocer el pasado orgánico de Chile. Entre éstos, por ejemplo recordemos algunos observables científicos encontrados en Chiloé: Pecton Simpson y Artemis Vidali Ph. El primero corresponde a un fósil del período terciario, en homenaje a Enrique Simpson, y el segundo que corresponde a conchas de una variedad de almeja, en reconocimiento a Ramón Vidal Gormaz, hermano del destacado hidrógrafo. Y por supuesto, también hay muchos especímenes en homenaje a Francisco Vidal Gormaz -a decir verdad, la mayoría son en reconocimiento a Francisco Vidal Gormáz- pues éste oficial en diversas ocasiones debe realizar exploraciones con científicos y es frecuente que los naturalistas como reconocimiento a la cooperación prestada por el superior, o por el interés específico que éstos manifiesten, denominen con su apellido a los nuevos exponentes del mundo orgánico que van clasificando. V. gr. recordemos el coleóptero Cicindela Vidali, descripto por el naturalista del Museo de Historia Natural.
La cooperación teórica entre los oficiales navales y los científicos, sin embargo, no se agota en la confección de las cartas hidrográficas, planos topográficos o informes meteorológicos, o en el envío de referentes para la diagnosis; sino que además, algunos oficiales entran al terreno analítico, para discutir o dejar de manifiesto ciertos errores, propios de los observables de estudio en disciplinas no sólo de hidrología o cartografía; sino también en geografía, u otras ciencias de la tierra. Es el caso por ejemplo de Francisco Vidal Gormaz que en 1873, analiza el Plano Topográfico y Geológico de la República de Chile, confeccionado por Amado Pissis. Al respecto, el oficial naval mencionado, va dando cuenta de diversos datos incorrectos y de omisiones relevantes en dicho plano. Y en cuanto a Chiloé, Francisco Vidal Gormaz, señala que Pissis, al diseñar la bahía de Ancud, olvida los farellones de Carelmapu i la isla Cochinos, por ejemplo. En fin, los aportes de los oficiales de la Armada, entre los años sesenta y ochenta del Siglo XIX, en las revistas científicas del período, son numerosos y continúan hasta comienzos del Siglo XX, con las exploraciones en Chiloé, Aysén y Magallanes.
Inserción de la Armada a la Red de instituciones científicas
Independientemente de todos los aportes anteriores, la Marina de Chile, se muestra ante el país y ante el mundo como una entidad que posee definitivamente un estatuto científico con la creación en 1874, de la Oficina Hidrográfica de la Armada, en Santiago, gracias a los esfuerzos del oficial Francisco Vidal Gormaz, que pasa a ser su primer director. Es la génesis institucional del actual Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada. A partir de aquí se produce un incremento en cuanto a los trabajos hidrográficos, cartográficos y meteorológicos y astronómicos de la entidad, todo lo cual se va difundiendo en las revistas científicas de la época y en los propios órganos científicos que va creando de la Marina. Es un momento significativo ara la institución, que se traduce en un verdadero boom de publicaciones científicas. Así, nada más como referencia, recordemos que luego de 13 años desde su génesis, la Oficina Hidrográfica genera contactos con entidades científicas nacionales e intercambia sus publicaciones sistemáticas, así como también a su vez, va recibiendo diversos medios comunicacionales, tales como: la revista Militar de Santiago, la Revista Médica de Santiago, Anuario de la Oficina Central Meteorológica, Anuario del Observatorio Astronómico, Anuario Estadístico de Chile, Boletín de la Sociedad de Fomento Fabril, por mencionar algunos. Por ello, ya a fines del Siglo XIX, la Oficina Hidrográfica de la Armada, posee una amplia red de contactos con decenas de entidades similares de América, Europa y algunos países de Asia; con los cuales interactúa y recibe las respectivas publicaciones científicas. Entre estas: Annales Hydrographiques, de París, Francia; la Revista General de Marina, de Madrid, España; Boletim da Sociedad de Geographia, de Lisboa, Portugal; Boletín de la Academia de Ciencias de Córdoba, Argentina.
A su vez, la participación de la Armada en la Cesión de la Soberanía de la Isla de Pascua al Gobierno de Chile en 1888, nos permite colegir que la aportación cartográfica previamente preparada por los oficiales de la Armada, haya jugado un rol relevante para dimensionar el cuerpo físico y el locus de apoyo geopolítico que ello significó para el país. Y también, no hay que olvidar que esta impronta científica internacional, se agudiza con la presencia de oficiales navales chilenos en Europa y EE.UU., a fines del Siglo del Progreso. Tal es el caso por ejemplo, de Francisco Vidal Gormáz, quien viaja al Congreso del Meridiano en Washington (1884) y al Observatorio Astronómico de la misma ciudad. En dicho evento se decide adoptar un meridiano único para todas las naciones, quedando el meridiano de Greenwich como 0 común de longitudes. Y se determina además que la forma más apropiada de contar las longitudes será de 0º hasta 180º, siendo + las longitudes orientales y - las occidentales. Luego, Vidal Gormáz recibe orden de viajar a Europa, para nuevas tareas de representación institucional.
A su vez, también en el imaginario colectivo de los inicios del Siglo XX, la Armada es percibida como una entidad científico tecnológica operativa muy eficiente; por ejemplo, en los aciagos días de Agosto de 1906, tras el terremoto de Valparaíso, cuando dicha ciudad queda aislada de sus fuentes energéticas y del resto del país quedando a merced de los asaltantes, que realizaron pillajes y saqueos. Y por ello, se designa como Jefe de Plaza del puerto al Almirante Luis Gómez Carreño, quien desde su oficina en una carpa en la Plaza Victoria, ordena la distribución de alimentos y agua potable, y supervisa la remoción de cadáveres y la demolición de edificios en peligro de desplome. []También el Almirante ordena fusilar []a algunos ladrones sorprendidos In fraganti. Diez años después, otro hito importante del desarrollo científico y naval de la Marina de Chile, que los chilenos y el mundo en general, reconocen como meritorio, corresponde al salvataje del buque “Endurance, que conducía a científicos y tripulantes de la Expedición Científica inglesa dirigida por Sir Ernest Shackleton, cuya tripulación quedó atrapada en los hielos antárticos, siendo rescatada por tripulantes de la Armada de Chile el 30 de agosto de 1916. El merito le correspondió al oficial Luis A. Pardo Villalón, comandante del escampavía 'Yelcho', quien arriba a Punta Arenas con los científicos ingleses sanos y salvo; todo lo cual, constituyó un acontecimiento popular que enalteció el ego de los marinos chilenos y el orgullo de la población. La ciudadanía embanderó la ciudad y se lanzó gozosa hacia las calles para celebrar el evento. El oficial Pardo Villalón y su tripulación, habían realizado una hazaña que asombró al mundo entero y dejó en muy buen pié la experticia náutica y logística de la Armada de Chile. La euforia fue general, y las autoridades de la época, decidieron que los protagonistas del rescate fueran llevados al centro del país para rendirles allí el justo homenaje a su incomparable hazaña; algo similar a lo acontecido ahora en el 2010, con nuestros queridos treinta y tres mineros.
Lo contemporáneo
Por su parte, volviendo a nuestra era, luego de los avatares para rescatar a los mineros, durante poco más de dos meses, los chilenos se han sentido complacidos por la participación del equipo naval que finalmente se incorporó en el operativo de rescate de los mineros y que quedó compuesto por el Capitán de Fragata SN Andrés Llarenas, el Sargento 2° y Aspirante a Oficial de Mar Roberto Ríos, el Sargento 2° Cristián Bugueño y el Cabo 1° IM Patricio Roblero; todos los cuales pasaron a formar parte del Grupo de Tarea Naval 33, bajo el mando del Capitán de Navío Renato Navarro. Esta unidad, en la práctica, representó el apoyo de la institución a las otras fuerzas humanas y sociales desplegadas en el lugar.
Así, con el fin de llevar a buen término su humanitaria tarea, el personal naval se entrenó y preparó diariamente para cumplir con las exigencias establecidas por las autoridades médicas y por el gobierno, para asumir el rescate de los mineros atrapados en la subterra desde el pasado 5 de agosto. Lo anterior, obligó a los oficiales de la Armada, a estudiar las distintas situaciones emergentes que pudieran darse en una situación de tal naturaleza, con el objeto de tomar las medidas más adecuadas si fuere el caso.
Finalmente, las autoridades políticas determinan que los mineros sean traídos a la superficie con ayuda de la cápsula "Fénix", construida en la planta de los Astilleros y Maestranzas de la Armada (ASMAR), en Talcahuano. Dicho artificio (del cual se construyeron tres), estaba provisto de un sistema de aire enriquecido, de medios de comunicación e imbuido de arneses de alta tecnología para chequear los datos vitales de los trabajadores, durante el ascenso.
A su vez, también se decide que los rescatistas que bajarían al nivel de la mina donde se encontraban los mineros, serían médicos de la Armada. En efecto, ellos fueron Roberto Rivas, miembro de Fuerzas Especiales de la Armada, enfermero naval y buzo táctico; Patricio Robledo, infante de marina y también miembro de FF.EE.; Cristián Bugueño, sargento segundo y técnico en apoyo clínico en laboratorio. Dichos profesionales, han manifestado en diversas ocasiones a los medios de comunicación, que se sintieron competentes y suficientemente preparados para tales requerimientos.
Y en relación a los últimos acontecimientos del presente año, por ejemplo el terremoto y tsunami que afectó a Japón el 11 de marzo del 2011 y ante las eventuales réplicas de tsunami en las costas de nuestro país, la ciudadanía en términos generales, en esta ocasión, se mostró satisfecha por las medidas de precaución que debió asumir la Armada nacional, luego de las decisiones gubernativas de poner en estado de alerta a algunas regiones costeras del país; entre éstas: el trabajo sistemático del Servicio Hidrográfico de la Armada (SHOA), el análisis continuo de los datos aportados por el organismo hidrográfico internacional Pacific Tsunami Warning Center (PTWC), el chequeo de las boyas Dart en nuestras costas, las cuales contribuyen a detectar eventuales tsunamis en gestación. Pero en especial, se percibió también un espíritu de cuerpo y de entrega hacia la comunidad, en la totalidad de las dependencias de la Armada. Todo lo cual muestra que la percepción social con respecto a esta rama de las fuerzas armadas de nuestro país, vuelve a su carril tradicional: el de respeto y comprensión.
Hacia una conclusión
Por lo anterior, si bien la Armada todavía no logra dejar totalmente atrás sus fantasmas de descoordinación y negligencias culposas, tanto intra muros como extra muros, es posible colegir que la imagen corporativa de la Armada de Chile, y en especial la idea que de ella se ha gestado en el entramado social, a partir de los inicios de la misma (1817-1818), ha retomado su cauce habitual; se ha reivindicado con la sociedad y en especial con los sectores más olvidados y más propiamente del ámbito productivo: los mineros. Con ello nuestra Marina se acerca al pueblo y sale favorecida, pues a la percepción tradicional de que la misma cubre las costas, el mar y las profundidades marinas, se suma una nueva visión social, que la percibe como extendiendo su radio de acción desde el mar al subsuelo de las montañas. Todo lo cual, sumado al desempeño reciente de Armada luego del tsunani en Japón, que ya comentamos, le permite volver a asentar en el imaginario colectivo del país, la visión que el país siempre había tenido de ella: un claro reconocimiento a su capacidad científica y tecnológica y a una adecuada respuesta en relación al ámbito de la responsabilidad social que todas las entidades castrenses deben cautelar por su ideario ético y militar.
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* Dr. en Historia de las Cs., Académico e investigador de la U. Tecnológica Metropolitana, Stgo.
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